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Le debo un latido indescriptible
a los sueños encendidos, a las ganas contenidas
a mi simiente estéril en el regazo de los sueños
a la muerte que mata mientras no calla la vida
le debo un latido, el más furioso, al destino
a mi final reflejado en sus ojos, a un futuro de hijos
a mi rutina negada, a la libertad en cántaro roto.
Le debo un latido a la yerbera enamorada
al gas de los refrescos, al son de los poemas
a las ganas de mis dedos sobre las cuerdas de una guitarra
al viento en mi cara, a los preparativos de la cena.
A lo que supe y no pudo ser más que silencio
a los pecados que deshice en noches lineales, blancas
a los deseos que debí enterrar en el patio de mi pecho
a esos besos arrojados en la negrura de la nada.
Le debo un latido, el más profundo, a la eterna madrugada
de luces y de sombras, de risas y de llantos
de abrazos al aire y manos en la espalda
de letras tatuadas, poderoso te amo.
Le debo un latido a las fauces del olvido enterrándose en mis ecos
a la furia contenida, a los puntos que faltaron
al tiempo que es tan poco, bufón de dios, burla del cielo
a la puñalada por amor, a la sangre, a las heridas
El corazón todo, a la vida se lo debo
pero a ti mujer, es a quien se lo dejo.
Basado en la canción "Testamento" de Silvio Rodríguez.