La pálida luna se dibuja esfera en el oceánico cielo de una noche a mediados de julio, un mes frío por estas latitudes, mes en el que, el invierno da sus primeros pasos sobre las hojas que el otoño le robó a los árboles, mes de guantes y bufandas, mes de televisión y café con leche. Y esta noche no escapa a esos parámetros, esta noche tu mirada lame el piso, esta noche es mas fría de lo que debería, y es que inaugura el futuro que ninguno de los dos quería.
Caminamos calle abajo, buscando en los bolsillos alguna suerte de palabra que nos arranque de este gris silencio, que nos inunda y nos lastima, que nos golpea pero alivia. Veredas rotas y húmedas impregnadas de hojas muertas, luces amarillas, puertas y ventanas cerradas, esquinas. Caminamos inmersos en esas imágenes sin mas banda sonora que los pensamientos, desalentadores todos, sonriente ninguno.
Al borde de la acera, un borracho planchado boca arriba y abrazado a su oculta botella de alcohol dentro de una bolsa de papel. No sabe quienes somos, que nos espera, que perderemos pasos más allá. Tampoco sabemos nosotros de él. Pensar que tiene una vida entera que desconoceremos para siempre, una vida en la que quizá, la felicidad dijo presente alguna vez, hasta que el frío de los años se hizo tormenta dentro de su pecho. ¿Cuál habrá sido la jugosa vagina que lo hizo hombre?. ¿Y cual ese primer beso inocente que lo parió a los fuegos del amor?. ¿Le importará que jamás lo sepamos?. Seguro que no, tal vez sean sus recuerdos lo único que le quede, vestigios de un pasado mejor que le arrancan el dolor de no ser ya más.
Si supieras las cosas que veo y pienso para esconderme de vos, para no mostrarte el sismo de mi alma humedeciéndome de pena, para no escuchar el crujido de tantos proyectos rotos.
Las luces del aeropuerto se reflejan en nuestros ojos, el ruido de motores, el murmullo de la gente y sus alocados pasos, las bienvenidas, los adioses, canillas abiertas del llanto, la lluvia de risas.
Nos sentamos en un cómodo sillón de color azul y miro mis zapatos. Una media negra, otra verde... jamás me había pasado. Miro tus pies... vos también. Voy a callar como hasta ahora, ¿para qué decírtelo?... empezarías a echarme la culpa por dejar mis medias junto a las tuyas, cuando en realidad, fuiste vos quien las dejó sobre mis zapatos. Imagino que te darás cuenta mañana, justo al quitarte las zapatillas, y con una media en la mano, sonreirás con los ojos húmedos, mientras me recuerdes saliendo apurado de tu cuarto saltando en una pierna, con mis pantalones enroscados, rumbo al baño, y vas a oler al desvestirte, ese perfume que me regalaste el ultimo día de los enamorados, y vas a escucharme putear a Dios y a todos los santos porque se hacía tarde para el vuelo de la medianoche, y... todo va a resultarte tan reciente que llorarás por lo que se pierde en los caminos de la vida.
Siento que tu mirada se aferra en mis facciones, giró la cabeza hacia vos y estas a mi lado, todavía estamos, verbo presente. ¿Por qué será que eso ya no me vasta?. Sonrío, pero no esperes que aquella sonrisa posea pizca de felicidad... las sonrisas forzadas no tienen nada, solo mastican penas, o nostalgias, o nadas.
Me acomodas el cuello de la camisa blanca que me regalaste en mi cumpleaños. Tu mano es tan suave, tu piel, tu alma, toda vos... temo pensar que nunca te lo dije, pero ya no lo diré... no tiene sentido, no es el momento, ya no.
Hoy cogimos toda la mañana y toda la tarde, te quite la ropa con arte y amor, te besé los pómulos e introduje mi lengua entre tus dulces labios. Te encantan mis besos, siempre los destacaste, "Sos mi Valentino", decías. Te tomé de la cintura y te apreté contra mí. Tus pechos turgentes sucumbieron a mis lamidas en celo... mi victoria se reflejó en la dureza de tus pezones, en el calor de tus senos... mi amor, como me gustan tus tetas, siempre ha sido mi debilidad morderlas y succionarlas y volverlas a morder. Gemías de placer cada vez que lo hacía, rasguñabas mi espalda, mordías mi cuello, siempre dejabas tus marcas de placer en mi piel, turrita.
Hoy lo dejamos todo, alma y vida... las yemas de mis dedos acariciando tu pancita, deteniéndome en tu ombliguito, luego a continuar con la caliente travesía hacia el paraíso, mi paraíso personal. Sí mi amor, mi mano en tu ingle, en tus vellos, para luego ahogarse en tu caldera de Venus, sí... en tu conchita rosada y cerrada. Con mis dedos te masturbe un rato largo, hasta que decidí recostarte en la cama, nuestra cama, abrirte las piernas y acariciarte con suaves lengüetazos a tus salados labios de rojo ardor. Que placer sentir tu aroma, saborear tu sexo... mientras lo hacía rodeaba a mi tronco con una mano y lo masturbaba.
Pediste que te penetre, lo rogaste y tus ruegos nunca fueron dos seguidos, me podían. Me incorporé y tomándome la pija, la dirigí hacia tu jugosa entrepierna. La gloria, mi gloria era estar dentro de ti... sintiendo el calor de tu interior y las contracciones de tu vagina, empapándome en tus entrañas, perdiéndome en las profundidades del deseo.
Tu rostro era otro rostro cuando acababas, siempre te dije que tus demonios se exteriorizaban de cara al orgasmo, en el vértigo del éxtasis. Turbia la mirada, dientecitos enterrándose en el labio inferior, gemido profundo y húmedo... que hermosos se ven tus demonios. Hace mucho no usábamos protección... luego de siete análisis de HIV, negativos todos, y la mutua confianza, nos permitimos hacerlo como más nos gustaba, sintiendo nuestras carnes, nuestros flujos, nuestros fuegos. Así hasta esta tarde, acabar dentro de ti es llegar al cielo y volver a tu lado como si nada.
Suspiro profundamente, se desinfla mi pecho, caen mis hombros. Ya no es la partida la que me molesta, no. Es la maldita espera, la tortuosa espera, la perra espera, esta espera de mierda. Pensar que hace tan solo horas hablábamos de este momento, durante una cena que se interrumpió ciento cinco veces. - No hablemos de eso -decías. Mierda, hagámonos cargo Naty, es lo que queda te respondía clavando los ojos en el bife quemado sobre mi plato.
Ya no quiero pensar, ¿cómo evitarlo?. Ok, contaré cuantas viejas pintan sus añejos labios de rojo burdel. Una, dos, tres... veinte... treinta y tres... cuanta puta vieja, mejor no cuento más, pensaré que estoy esperando un turno en el putero que me hizo hombre.
Me detengo en una cincuentona, ella tiene su cara lavada, blanca tal cual pálida luna. Una cartera de cuero negro abierta sobre sus flacas rodillas, sostiene un pequeño espejo con el que se mira los ojos, para luego pasarse el pañuelo sobre ellos. Esta llorando. Todos lloramos acá. - ¿No es cierto Naty?- , pienso. Tengo ganas de pararme y dirigirme hacia ella con la sana intención de consolarla. Pero, ¿quién me consuela a mí?. Que no caigan lagrimas de mis ojos no quiere decir que no me importe nada, que mi alma no este derrumbándose a pasos agigantados, que sienta ganas de cerrar los ojos y dormirme para siempre, a tu lado, obvio.
Los parlantes anuncian el próximo vuelo, sí... nuestro vuelo, ¿nuestro?... la espera esta culminando. Caminamos hacia el detector metálico... veinte pasos, los últimos veinte pasos de la mano, que suave es. No quiero aflojar ahora, no es justo para ninguno de los dos... haces tu esfuerzo, no falta mucho. Pero como evitar que mi mano en tu mano no tiemble, no sude... tampoco podes evitar eso, como evitar pensar que mañana no podré reflejarme en esos ojos que son mi vida entera.
TIIII TIIII TIIII, mi amor, la cadenita, esa que te regalé en el día de la mujer... dámela, te la sostengo. Te tiendo una mano, pones la cadenita en mi fría y sudada palma... me miras, te miro... ya no podemos disimular. Me tomas de la muñeca y venís hacia mí, no queres irte sin un beso de tu Valentino, no quiero que te vayas sin que mis labios saboreen el beso más triste de todos lo besos. Te alejas, me miras y estallas en llanto... no voy a llorar. Levantas la mano, yo hago lo mismo y hasta sonrío. Doblas el pasillo y nunca mas tus caderas, nunca mas tus besos, nunca mas tus suaves manos.
Apoyo las manos en el vidrio que da a la pista de aterrizaje. El avión comienza a dar sus primeros pasos hacia el final de la pista, hacia el cielo de las oportunidades. Argentina ya no da para mas, no hay futuro posible, y sacrificaste tanto amor por vientos de cambio, espero valga la pena, nuestra pena. España te espera con sus brazos abiertos, con su poesía, con su experiencia... hasta con reyes te espera. Saludos a Carletto, a Sabina, a Penelope Cruz. Ahora el silencio húmedo derramándose desde mis ojos, salándome las heridas.
Salgo del aeropuerto, sigo mirando, sigo pensando. Cualquier cosa con tal de no sentir este dolor que me quiebra desde la coronilla.
Pero es inútil, sé que cuando me canse de dar vueltas por la ciudad, inundado de soledad, vas a ocuparlo todo, como siempre, y voy a llorar, los hombres también lloran, Naty... los hombres también lloran.