Tantas veces me lo han preguntado, más mi respuesta siempre fue el más gris de mis silencios o en su defecto y dinero en mano, mis servicios. Tengo mis motivos, mis porque, claro que los tengo... toda consecuencia dispone de una causa que le dio vida... toda pregunta posee su respuesta. Y hoy es noche de confesiones, luna de párroco brillo pidiéndome explicaciones.
Quiero ser una prostituta para cumplir todas y cada una de mis locas fantasías sexuales derramadas en el negro tul de los deseos más bajos. Para dar rienda suelta a mis obsesiones sin ponerme colorada. Para obtener lo más íntimo... el incendio y el posterior estallido de lo más preciado de la creación. Para entrar y salir de vidas que acaso nunca hubiera sospechado, hombres a los que jamás hubiera mirado. Para llegar, escuchar, callar y abrir paso así a lo que los desiertos de entendimiento han devorado... alguien habla. Para poner a prueba mi tolerancia y mi racimo de prejuicios, y sonreír al descubrir que ya se han ido de mí. Para explorar los límites de la realidad y cruzarlos a toda velocidad sin mirar más que a mi nariz. Por curiosidad de hembra. Por joder.
Quiero ser una prostituta adicta a su trabajo, de lunes a lunes, full time, para encontrar algo de sentido a esta vida hipócrita de ocultar lo que los demás no quieren ver. Para divertirme con mayúsculas, entre paréntesis y un buen pene con puntos suspensivos. Para alimentar a la hoguera de mis más recónditos placeres y quemarme junto a ellos, que es la idea. Para enfrentar a todos mis miedos, que es la única manera de poder superarlos. Para mirarme en otros espejos y verme salvaje e inocente, puta y decente, con mis pezones en punta y el que dirán entre mis dientes. Para transformarme en la mujer que mis padres jamás soñaron y aún así, ser la mejor hija de todas. Para despedazar a los mitos y sus fantasías de décimo vagón. Para indignarme de los que me llaman con el nombre de sus hijas mientras me cogen, y para aborrecerlos... y aborrecerme por ser aquélla hija, al menos por un instante, pero serlo. Y porqué no, para deleitarme con los penes cabezones y gruesos a los que por saborear me pagan. Mm, porque las putas también gozamos cuando nos gusta... Claro que sí.
Quiero ser una prostituta, por supuesto, nadie me obliga a serlo. Para putear a los hijos de puta que se creen dueños de mí y me reclaman un porcentaje por pasearme por sus calles y mezclarme con sus putas. Para decir "yo lo hago mejor" y sentirme superior por esos quince minutos con un pene entre mis labios, rozándome la garganta, mojándome las entrañas. Para sacarle hasta él ultimo suspiro a tipos mal cogidos por sus esposas ahogadas en el terrible y profundo océano de sus rutinas caracol. Para darles placer a ellas también si así lo disponen... por supuesto... ¿qué mujer negaría el deseo de lamer una vagina ajena alguna vez en su vida?.
Quiero ser una puta con todas las letras y un "vale todo" como presentación. Para vestirme como siempre me ha gustado y mostrar la redondez de mis pechos, el buen tamaño de mis pezones, las perfectas curvas que se disputan supremacía en cada parte de mi cuerpo. Para que puedan mirarme el culo sin temor a que les dé vuelta la cara de un buen bofetón, y se animen a tocarlo, solo si van a comprar. Para sentirme la más deseada mientras a mi paso, los penes se elevan hasta el dolor entre los pantalones y alguna que otra vagina se humedece bajo las braguitas. Para calentarme con ese morbo.
Porque siempre me gusto sentirme una mujer apetecible, con la sensualidad serpenteando en mi andar y el sexo listo, para cuando gusten. Porque me fascina conocer las fantasías más ocultas de la gente. Porque soy una solitaria que vive tratando de comunicarse... y porque esta realidad argentina no me dejó otra alternativa para poder vivir con la renta al día y un buen plato de comida.