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Incesto, Drogas y Jim Morrison

en Amor filial

Versión ¿mejorada? De unos de mis primeros relatos. Perdonen la ortografía caótica de su antecesor.

 

A veces, cuando la vena se hincha como si fuese un tubo fluorescente y Pam me entierra en ella el plateado y fino pico, quiero morirme.

Pam limpia la roja sangre con algodón y yo siento que a veces me muero, pero es solo el momento... el instante sagrado en el cuál me pierdo en las turbias aguas del ojo de la muerte. Después me levanto, bajo, tomo el colectivo en Plaza Espora y vuelvo a mi casa.

Al llegar no faltan las puteadas en nombre a mi falta de responsabilidad, a los incumplimientos de horarios y la puta que los parió. Es increíble, pero hacen culto a la rutina. Calcan casi a la perfección cada día. Mi madre ceba mates para mi viejo que sentado en el sofá negro del living, mira algún partido de fútbol por televisión mientras asiente con su cabeza a todo lo que mi madre le comenta, obviamente, sin escucharla. Estoy seguro de que si le habla de un amante o la compra con tarjeta de un vestido fino que les endeudó la vida, el muy boludo asiente mirando como a Ronaldo lo bajan desde atrás al borde del área grande. "Sí mi amor, sí". En el cuarto de arriba mi hermana, (de 16 años) con alguna amiga o su noviecito de turno que no suelen durarle mas de dos semanas.

Cuando era más chico, solía pensar que de haberme criado en una familia normal no hubiera caído en éstas cosas, pero con el tiempo contesté a esa duda con la famosa frase de que cada familia es un mundo, y no existen mundos perfectos. Eso era antes porque ahora ya no pienso más, ni siquiera recuerdo lo que pensaba. Gasto muchísimo dinero en drogas como para ocupar mi mente con pelotudeces banales.

Pam ya cumplió 23 años, yo 34, y hace seis que estamos juntos, hace tres que compartimos el extraño viaje de las drogas... pensar que aquélla princesita de cristal se había convertido de una noche a otra en la reina de los grandes vuelos, y yo, desgraciadamente tuve que ver en eso. Juro que no me siento el tipo más feliz del mundo por ello pero se dio así, Pam no quería verme volar sin ella y decidió ser mi copiloto.

Desde que lo hacemos juntos, el ritual del pico no falta a la cita. Me levanta la manga de la camisa, golpea con sus dedos la carne, busca la vena, enrolla la dura goma, entierra la aguja para extraer un tanto de sangre hasta llenar la jeringa para luego mezclarla con la sustancia. Paso seguido y ya terminada la mezcla, la inyecta, extrae la aguja, limpia con algodón y espera su turno.

Desde los parlantes ubicados a los lados de la cama del cuarto en donde realizamos el ritual, no falta jamás la voz de Jim Morrison marcándonos el camino. " ¿Te paraste a considerar cómo vas a sentir la fría pulverización de tus talones bajo las calientes mandíbulas de un oso pardo?" Dice en Shaman´s Blues... claro que no me detuve a considerarlo, pero ya es demasiado tarde para eso.

A ella le gusta coger luego de picarnos. Le gusta ver mis ojos cambiando a medida que la sustancia se confunde en mi torrente sanguíneo mientras la penetro. Le gusta volar acoplada a mi cuerpo, a mi alma. Le gusta sentir el efecto al comenzar el vuelo justo al borde del orgasmo, que a veces no llega.

Jim no canta... ora. "Nademos hasta la luna / Subamos a través de la marea / Rindámonos a los mundos expectantes que pulen nuestro costado / No queda nada abierto / Y no hay tiempo para decidir / Nos metimos dentro de un río / En nuestro paseo a la luz de la luna". Pam canta, o intenta hacerlo pues balbucea un inglés inentendible mientras su vagina se devora a mi pene en un subí y baja que no tiene ritmo pero abunda en ardor. Como amo a esta mujer.

Llego a casa y encuentro a mi vieja cebando mate, mi viejo mirando un partido de la serie Z de Malasia o algo así... diciendo a todo que sí con su cabeza. ¿Querés mate? SÍ, ¿Querés bizcochos? SI, ¿Querés que te den por el culo? SÍ. Patético. Y el cuadro de seguro se remata con la pendeja de mi hermana hablando pendejadas con sus amigas pendejas o el pendejo de su transa de turno.

Subo las escaleras. Odio que sean en espiral, ¿porqué complicarla tanto?, Con los giros que tengo después del ritual de los picos no quiero más que llegar y tirarme en mi cama hasta el otro día. Paso por la puerta del cuarto de mi hermana... entreabierta, que raro, quizá no esté. Me asomo por mera curiosidad y el asombro me toma preso en la celda de la mayor de las sorpresas. Mi hermanita, si, esa niña de 16 años, aquélla nenita que no muchos años atrás me pedía que la lleve a la calesita de la plaza del barrio y le compre caramelos de frutilla o chocolates, estaba frente a su espejo sacando la cola y arqueando su espalda en la acción para ver como le quedaba un mini azul bien apretada que se le pegaba a la carne casi calcando la perfecta ondules de sus caderas. Una remerita pequeña como para una muñeca y no para ella, por la pequeñez del talle, adornaba el resto, que completaba las perfectas curvaturas de aquél adolescente cuerpo.

Mierda, que estaba haciendo, mirar a mi hermanita, la que me faltaba. Además, Pam es una belleza, como si me hiciera falta mirar a otra mina, a mi hermana para colmo. Mejor me voy a dormir que la mezcla al parecer hoy me pegó como la mierda.

Pero no podía moverme de ahí, razonaba con la mente y no con el cuerpo, no podía evitar de ninguna manera observar a mi hermanita luciendo esa ropita que la hacía tan apetecible. Me parta un rayo, que buena esta la pendeja, creo que es hora de dejar las drogas, no me puede estar pasando esto. No hace falta explicar que a esas alturas una erección importante abarcaba a mi pantalón, tan parada la tenía que debí llevar mi cadera hacia atrás para así no hacer tan obvia a la dureza.

Estaba hipnotizado, anonadado, sorprendido mientras sin darse cuenta de mi presencia, ella desfilaba frente al espejo, poniendo caritas sensuales, sacando su colita o sus pechitos que marcaban a sus pezoncitos perfectamente en la diminuta remerita al estilo barbie.

- Hola hermanito, que haces ahí parado tontis... pasá -. Me dijo al verme sin siquiera sorprenderse y con una sonrisa que le abarcaba toda la cara como la luz al día.

- Ehhhh, es que noté que tenías la puerta entreabierta y me asomé, de curioso nomás. Mejor me voy nena, seguí con lo tuyo.- Contesté para volar de ahí e irme a dormir como tenía planeado y tratar de ponerle paños fríos a esa erección que realmente, me estaba doliendo.

- Dale... pasá un ratito. Mira, estaba probándome ropa que me prestó mi amiga, así que me podes ayudar a decidirme si esto me queda bien o no -.

- No Cami, estoy colgado, mejor me voy y mañana me contás bien que elegiste, ¿si? -.

- Porfiiiiiii, dale, pasá y después te vas a dormir... no seas malo -. No me quedó más que pasar, digamos... interiormente rogaba por que me invite a hacerlo. Recordé en ese momento una canción de Morrison en la que describía como un asesino visitaba sigilosamente el cuarto de los suyos, uno por uno... " Tomó un rostro de la vieja galería / Y bajó hasta el vestíbulo / Y fue hasta la habitación donde estaba su hermana". Que así sea me dije por dentro mientras mi hermanita cerraba la puerta tras de mí. Que así sea.

Toda la vida tuve a mi hermana cerca de mí, incluso me abrazó más veces que huellas en las arenas de una playa en pleno verano y me ha besado afectuosamente otras tantas, típico de las hermanas menores, pero ésta tarde es diferente a todas las demás. Hoy la miro y veo a toda una mujer atractiva, de piernas hermosas, mostrándome como le queda una pollerita diminuta que le dibuja cada curvatura de las caderas y una remerita igual de pequeña que insinúa lo que nunca hubiese querido ver... unos pechos de ensueño coronados por marcados pezoncitos de similares a los que podría encontrar en un burdel.

- A ver que opinas... pero no me mientas hermanito, sino me enojo -. Dio media vuelta como si estuviese desfilando por las escalinatas de alguna universidad de renombre internacional ante miles de personas dejándome ver su perfecta figura adolescente. Mientras lo hace, permanezco inmóvil, petrificado, con la mirada clavada en la sinuosa ondules, sin emitir palabra alguna y una erección que empezaba a causarme cierto dolor.

- ¿Y tontis... qué te parece? -. Me dijo sonriendo y parada frente a mí con sus manos apoyadas a cada lado de su cintura esperando mi veredicto.

- Ejeeeeeeem... té queda muy bien... mejor dicho, muy sensual... el tema es para que situación lo pensas usar -. La miró fijamente a sus ojos y ella baja la mirada casi instantáneamente.

- En realidad no hay ningún motivo para usarla, solo que quería que vieras como me quedaba... simplemente eso. Pero, entonces, ¿me queda bien? -. La vocecita de bebita que puso hizo que mis ratones se conviertan en Tyranosaurios Rex en época de apareamiento. No sé si era la mezcla que estaba corriendo por mis ríos sanguíneos a velocidades increíbles o solo la excitación de ver lo visto, pero mi erección me estaba haciendo transpirar y ya los deseos de poseer ese cuerpo eran incontenibles.

- Muy bien... té queda muy bien bebé -. Y no le estaba mintiendo en lo más mínimo. Una sonrisa de cien mil dientes ocuparon su dulce carita y los ojitos se le iluminaron como si fuesen las únicas dos estrellas en el inmenso cielo nocturno. Bajé la mirada hasta sus pechos, luego a sus caderas... que buena está mi hermanita, como gozaría con ese cuerpito de mujer. Mi mente avanza sobre los cadáveres de la legión vencida de los "no deberías". Cuando menos lo esperaba se acerca y me abraza. Yo la abrazo aún más, a tal punto que nos quedamos adheridos pecho contra pechos, pancita contra panza y sí, erección contra ingle.

- Gracias hermanito, sos lo más -. Su carita apoyada en mi hombro hizo que aquéllas palabras con vocecita de bebita se asemejen a un cálido suspiro acariciando a mi oído, una delicada y excitante brisa de verano. Con mi mentón apoyado en su hombro observé como se paraba su colita, la ondulación que nacía apenas culminaba la suave y blanca espalda minada de pequeños lunarcitos. No aguanto más, esto es un suplicio... un dulce suplicio.

Sin separarse de su piel mis manos inquietas se dirigen hacia aquél escultural trasero y lo acaricio. Le estoy acariciando el culito a mi hermana... la que me faltaba. Y miro mientras lo hago, apoyando el mentón en su hombro, lo disfruto, realmente lo disfruto. Recuerdo la sonrisita de Pam, miro mis brazos picados, mi hermana en silencio, mis dedos como garras enterrándose en sus muslos. Que carajo estoy haciendo. Desmadejo tan poderoso y caliente abrazo, me separo de ella, la miro a la cara y esta parece no entender nada. Me siento una mierda.

- Hermanita, perdonáme por favor, no tiene nombre lo que hice -. Dicho esto, doy la vuelta, abro la puerta y cruzó el pasillo apenado y más caliente que una brasa. Entró a mi cuarto, cierro la puerta y lo primero que hago antes de sentarme es oprimir el PLAY de mi equipo de música para tratar de no pensar en lo que acaba de pasar. " ¿Cómo debes pensar e imaginarte cómo me siento en los prados / Mientras vos estás en el campo? / Estoy solo por vos / Y lloro". Shaman´s Blues escupe esa frase. Pam ocupa mi mente ahora. Pam llora en mis pensamientos y me siento peor.

Golpean la puerta y luego se abre, es mi hermana con una sonrisa en la cara y ese cuerpo nacido en el mismísimo Olimpo que primero se asoma, y sin pedir permiso entra y cierra la puerta. - No te sientas mal hermanito, no te hagas drama -. Me sorprendió que no me haya mandado a la mierda cuando le agarré los glúteos pero más me sorprende que venga hasta mi habitación a ver como me encontraba.

- Que buen tema, y ni te pregunto de quién es porque imagino que no escuchas otra cosa que no sea Jim Morrison -. Obviamente no escucho otra cosa y mi hermana lo sabía porque siempre inundo mi casa con sus oscuras melodías, pero sé que lo mencionó para romper el silencio que parió su entrada. Y lo logró.

- Si... es de Mr. Mojón Risin, mi chaman, o sea, Jim cuando estaba con los Doors, una delicia -. Sonreí aliviado, al menos no me estaba puteando herida y eso quitaba el peso de la cagada que hace instantes estuve por cometer. Me siento en el piso apoyando mi espalda contra mi cama y ella lo hace pero al borde de la misma. No quiero ni mirar de reojo, ya que seguramente, encontraría la suave piel de sus hermosas piernas desnudas debido a la pequeñez de su prenda.

- ¿Hermanito, realmente estás enamorado de Pam? -. Que pregunta... normal, pero rara viniendo de los labios de mi hermanita, más aún con los acontecimientos de hace apenas minutos.

- Para toda la vida, ella es mi otra mitad, mi chica soñada, mi realidad, mi dulce sueño -. Clavé la mirada contra un pósters de... si, de Morrison, mientras él decía desde los parlantes. "El barco de cristal se está llenando / mil chicas, mil emociones / Un millón de maneras para pasar el tiempo / Cuándo vuelva te escribiré unas líneas". Sugestiva la frase, en estos momentos me sentía dentro del barco de cristal al que Jim hace referencia y esa mujercita a mi lado era una de las mil chicas... pero que mierda, porque no me saco ésta inmundicia de la cabeza, que me está pasando.

- Que hermoso debe ser que digan eso de una, realmente Pam es una afortunada al tenerte -. Bajó la mirada y sus ojos se nublaron por un instante como el cielo antes de una gran tormenta... lo sé porque al escuchar eso la miré.

- Vamos nena, no te hagas la tonta. Tenes una fila de pretendientes y a más de uno he visto mirarte como si fueras una rosa en el desierto. A mi no... yo no te creo esa de que nadie te mira ni piensa que sos única. - Sonrío, sin mala intención y es que definitivamente me parece que no tiene razón o al menos no se da cuenta de la realidad. Es hermosa, dulce, simpática, creo que es la típica chica que cualquier chico desearía y no lo digo porque sea el hermano, eso está claro.

- No me entendes... yo me refiero a sentirse tan amada por la persona que amas. Veo que no tenes muy en claro la psicología femenina hermanito -. Mocosa insolente... ahora ella me enseñaría las cosas de la vida, la que me faltaba. Acto seguido, se pone de pie, acomoda su diminuta pollerita azul y se recuesta boca abajo sobre mi cama, apoyando los codos sobre la misma y sosteniendo con sus manos a tan divina carita de ángel adolescente.

- No té molesta que me recueste en tu cama, ¿no?.-

- No... para nada hermanita, ¿porqué habría de molestarme? - En ese momento una bola de saliva atraviesa mi garganta con su particular sonido (glup) y no lo puedo evitar, mi mirada se internó en aquélla colita de ensueño que tan hermosa se insinúa debajo de aquél retazo llamado pollera, o mini o como quieran llamarla. En esa posición puedo ver como se calcan esos glúteos, separados por una línea (y no de droga), por la que mataría a mis padres. Me estaba calentando nuevamente en gran manera, y cuando digo esto, me refiero a una erección colosal en mis pantalones... DANGER. ¿Qué carajo hago?. Esto no me puede estar pasando a mí, ¿porqué a mí?.

- Hermanita, quiero que me disculpes por lo que sucedió en tu cuarto, pero no pude evitar llevar mis manos a tu... a tu trasero. - Mientras se lo digo no puedo dejar de mirárselo. Esta situación me supera, no puedo dominarme. Pareciera que estoy en el maldito centro de un maldito tornado y no puedo salir.

- ¿Te gusta realmente?-. Y sonriendo, me dirige la mirada a mis ojos que se hallaban sumergidos en las mismísimas llamas del más profundo de los deseos, enterrados en las arenas de los bajos instintos.

- No te voy a mentir, no solo me gusta... me fascina hermanita... por eso te invito a que en éste preciso instante salgas corriendo de éste cuarto, por favor.- No podía permitir que pasara algo. INCESTO... la palabra y toda la dimensión de su significado se inflamo dentro de mi mente y le dio un respiro a mis fuertes deseos de poseerla.

- ¿Y si no quiero?. ¿Si te doy permiso a que me toques nuevamente la cola?.- Se congela la imagen, el silencio toma la posta. No puedo creer lo que acabo de oír... mi hermana pidiéndome que le toque su bonito culo. ¿Estaré viviendo una experiencia surrealista debido a la mezcla que me metí en la casa de Pam horas atrás?. ¿O simplemente se trataba de un sueño del cuál no podía ni quería despertar?. Lo único cierto es que no creo que Jim haya alucinado jamás como yo en éste momento, ni siquiera metiéndose el ácido más poderoso de su época. "Nademos hasta la luna / Subamos a través de la marea / Rindámonos a los mundos expectantes / que pulen nuestro costado / No queda nada abierto / Y no hay tiempo para decidir / Nos metimos dentro de un río / Es nuestro paseo a la luz de la luna", la dulce voz de los comienzos del Rey Lagarto parecía incitarme a tomar el puñal entre mis manos y sumergirlo en las carnes de la razón.

- Me estás jodiendo... no se juega con esto Camila... somos hermanos.- Los últimos resquicios de razón afloran desde mis labios mientras clavo mis ojos en esos ojos que me miran por sobre su hombro. Y sonríe, la muy turra sonríe cuándo a su edad debería morirse de miedo o por lo menos, sentir dudas al respecto.

- Hermanito... ¿querés o no querés tocar mi colita?. Porque si no lo deseas, me voy y ya, hacemos como que acá no pasó nada.- Mis ojos se abrieron al punto de parecerme a un personaje de Animé, con esos inmensos ojos que reniegan de los rasgos oculares de quiénes los dibujan. La situación me supera... y el silencio me gana una batalla... ahora me parezco al pelotudo más grande del mundo al cuadrado multiplicado por diez.

- ¿Entonces... éste silencio corresponde a un no como respuesta?. Por mi parte, quiero que sepas, siempre esperé el momento de que me veas y me toques... deseo que lo hagas, pero eso ya depende de vos.- Jamás lo hubiese pensado... ni siquiera lo registraba en mi baúl mental de las cosas que jamás serían... ni en mis momentos de grandes vuelos farmacológicos, ni cuando me pique al borde de la muerte. La miro a los ojos, me mira, sonríe, pienso... pienso, hace mucho no lo hacía... demasiada droga supongo. Intenté preguntarle porque deseaba tal cosa pero a veces algunas preguntas es mejor guardárselas en el bolsillo interno de las dudas y pasar a la siguiente ronda.

Me levanto sin quitarle los ojos de la cara, ella no baja la mirada en ningún momento... que segura se ve la pendeja y la envidio por eso... con esa seguridad, a su edad, hubiese evitado más de un dolor de huevos. Me siento en el borde de la cama, y mi mano más atrevida (me refiero a mi derecha), se posa sobre ese perfecto, redondo y firme culito que tan bien la naturaleza (o los pendejos que creía tan boludos), habían formado. Primero acaricio sus glúteos, muy suavemente para luego deslizarme por el final de su espaldita y el elástico de su mini azulada... hasta ese momento, la frontera a cruzar, el límite que me separa del paraíso mismo, de lo prohibido. Acto seguido, uno de mis dedos salta la cerca, se introduce más allá del elástico de la mini y la tanguita... y roza al nacimiento de la línea de tan apetecible culito. Cami suspira y cierra sus ojos como queriendo cocer sus párpados. Los demás dedos se atreven y van a por el botín, pero delicadamente. Otro dedo, y otro más... así hasta que la mano se encuentra ubicada sobre la carne de semejante trasero y es detenida en su travesía por el elástico que no permite el paso de la muñeca.

Ahora mis dedos se cuelan en la línea de su culo y los suspiros de Cami comienzan a superarse a sí mismos a cada momento... se acelera en gran manera su respiración y su mirada se posa en un punto imaginario en frente de ella, mientras con sensualidad extrema muerde su labio inferior.

- ¿Cami... te gusta?.-

- Hermanito, me encanta sentir tus manos, que bien lo haces... no pares por favor.- Su respuesta con vocecita de bebita incendiada me da el permiso para pasar al siguiente nivel. Con la punta de uno de mis dedos alcanzo a rozar parte de sus labios vaginales. Los noto mojadísimos y eso provoca que mi erección alcance valores de increíble dureza. Un suspiro inmenso, el mayor de todos los que hasta el momento mi joven hermana había emitido, irrumpe en la habitación... estaba caliente al cuadrado como una perra en celo.

Desde los parlantes la voz de Jim se derrama por toda la habitación, "Jovencita tenes que amar a tu hombre / Jovencita tenes que amar a tu hombre / Tómalo de la mano / Hacélo entender"... murmuraba "Riders On The Storm"... y claro que lo entendía, lo entendíamos a la perfección.

Me paro, observo aquélla onírica adolescencia recostada sobre mi cama y bajo mis pantalones, que caen hasta mis tobillos junto con el boxer. Me los quito quedando solo en remera mientras Cami, como expectante he imaginando lo que vendría, continúa con su mirada en ese punto imaginario que había creado frente a ella.

Me arrodillo en la cama detrás de ella. Apoyo mi mano izquierda a un costado de su cuerpo para que éste quede suspendido sobre ella sin tocarla mientras con la derecha le acariciaba sus senos por sobre la fina remerita. Puedo sentir la dureza de sus pezones a través de la tela. Como me calientan esos pechos, que deliciosos deben ser. Las terribles ganas me llevan a meter mi mano bajo su remerita... y es ahí cuando el paraíso baja hasta mi cama. Seguramente Jim me debe de estar envidiando sentado en un sofá rojo y rodeado de drogas. Bueno, bueno, envidio sus drogas... faltaría eso en éste momento para que la felicidad sea completa. Sus pechos firmes y redondos, compactos y suaves ceden ante mis caricias y mis leves pellizcos en sus durísimos pezoncitos de burdel.

Le levanto la remerita dejándole la espalda descubierta... que hermosa ninfa, su espalda es blanca como la luna y está regada de pequeños lunarcitos que se asemejan a estrellitas en medio una la pálida noche en llamas. Mis húmedos labios y mi cálida lengua comienzan a recorrer a ese terso firmamento mientras mi mano sigue deleitándose con sus pechos.

Cami acelera cada vez más su respiración al punto de quitarse completamente la remerita y lanzarla contra un cenicero con restos de marihuana y un vaso con olor a vodka... que cae. Ahora, su torso se encontraba completamente desnudo... y admire a esa maravilla de la naturaleza por un instante eterno. "Veo tu pelo ardiendo / Las colinas están llenas de fuego"... Jim describía a ese momento en su "L.A Woman".

Mis dos manos se apoyan a cada lado de su cuerpo y entonces recuesto a mi pene sobre toda la línea de su redondo culito que aún yacía oculto debajo de la mini azulada, para empezar a moverme lentamente de arriba hacia abajo. Cami agarra con notable fuerza a las sábanas y hunde su cabeza en el colchón.

- Por favor hermanito, cojéme, quiero que me penetres... quiero sentir tu carne dentro de mí.- Instantáneamente se tomó del borde de la mini y tiró hacia arriba, dejándosela en la cintura, como si fuese un cinturón. Su culo salía a la luz por primera vez... o mejor dicho, a mis desorbitados ojos. Lo levantó lo más que pudo ofreciéndome a su zona más prohibida, a su infierno encantador, a su Venus incendiada. La tanguita blanca se perdía entre sus cachetes redondos y duros, y hasta podía distinguir como su humedad había traspasado la delgada tela de su ropa íntima. La corro hacia un costado y apoyo mi morado e hinchado glande entre los labios de su vagina.

- ¿La querés putita?.-

- Por favor hermanito, metémela, soy tu putita ahora, cogeme.- Empujé solo dos veces hasta lograr clavársela hasta los huevos y es que las humedades de su entrepierna se asemejaban a ríos de placer, mares de pasión. Comencé a entrar y salir a gran velocidad. Mi hermana arqueaba su espalda mientras con sus manos se prendía de las sábanas como un gato al borde de una rama con temor a caer y hundía sus gritos en el colchón. Estaba en el cielo, sentirme dentro de aquélla cuevita apretada y caliente, una cuevita totalmente prohibida para mí, era como clavarme la mejor de las drogas y vivir para contarlo.

Cuándo sentí que estaba por acabar, intenté salir de su interior pero ella me atrajo con sus talones clavados en mi cintura y comenzó a moverse como una desquiciada loca. Era obvio que quería mi leche dentro de sus entrañas, era obvio que no me rehusaría a inundarla con mi néctar, era mas que obvio la imprudencia fatal de ello... pero cuando el éxtasis esta a segundos, todo vale. Descargué grandes chorros de semen dentro de su vagina, y mientras lo hacía, a mis líquidos se le sumaban los de ella, que también acababa como si fuese una catarata de agua viscosa y caliente.

Caí sobre ella, jadeante, extenuado y confundido. -¿Y ahora?-, me pregunté. Mi pene se puso flácido entre sus labios y desde su interior fluía toda la leche que ofreció mi orgasmo.

Morrison nos llevó sobre el lomo de su serpiente de siete millas a las orillas del lago de la realidad..."Este es el fin, hermosa amiga / Este es el fin, mi única amiga, el fin / De nuestros planes elaborados, el fin / De todo lo que resiste, el fin / Sin seguridad ni sorpresa, el fin / Ya nunca volveré a mirarte a los ojos otra vez / ¿Podes imaginar que seremos tan ilimitados y libres / Desesperadamente necesitados / De alguna manera extraña en una tierra desesperada?"... melodía embriagadora que nos hipnotizo.

Mi cara estaba sobre su cara... como todo mi cuerpo sobre mi cuerpo, se mezclaban los sudores y los aromas, aún los temblores del placer vibraban bajo nuestras pieles. Te amo Pam... perdonáme, pienso.

- Hermanito.

- Que.

- ¿Morrison tenía hermana?.

 

 

 

Nos equivocamos y no estoy triste / Estoy loco / Y estoy mal.

James Douglas Morrison (Orange County Suite).

- ¿Qué te sucede Jim?-, pregunta Pam mientras me golpea el brazo desnudo con sus finos y delicados dedos.

- ¿Porqué lo preguntas?. ¿Me tendría que suceder algo?- esputo exasperado.

- No te enojes. Es que noto que estas como ido... en otro lugar, lejos de aquí.

- Mi amor, por si no lo percataste estamos picándonos. ¿Hace falta que te explique lo que eso significa?.

- Bueno, solo preguntaba. No fue mi intención ponerte de mal humor.- Mira con profundo amor al negro de mis ojos y me entierra suavemente la plateada aguja en la vena menos picada del brazo para extraerme algo de sangre. ¿Porqué diablos en las películas la sangre es roja?. Es oscura, casi negra, como la vida misma. La mezcla dentro de la jeringa con la sustancia de ocasión, droga del infierno y vuelve a clavarme el pico. Mmm, me pierdo en las turbias aguas del ojo de la muerte, bienvenido al éxtasis... ¿o malvenido a la adicción?.

Apoyo mi cabeza contra la pared y cierro los ojos. Mi hermana otra vez, mierda... se suponía que la droga la arrancaría de mis pensamientos al menos por un instante. Mierda, mierda y más mierda... su culito se aferra a mis demonios internos, y sus pechos, y su boca, sus caderas se mueven entre mis neuronas y sus gemidos me atraviesan los sentidos. Todavía puedo sentir la humedad de su vagina entre mis dedos, el golpeteo de su carne contra mi carne... estoy jodidamente enfermo.

- Jim... te amo, y si té pasa algo quisiera saberlo.-

- Amor, no me pasa nada. ¿Podes entender eso?. Nada. Solo es un mal día y no tenes absolutamente nada que ver con eso... ¿Ok?.-

- Lo que vos digas. Veo que no hay caso, hoy estas realmente insoportable. Deberías avisarme por teléfono que tenes un mal día en el cual no queres compartir nada con nadie y nos ahorraríamos así, las caras de culo y el tiempo perdido. Pues bien, ahora me toca a mí. Toma la jeringa.

Amo a Pam, ella es mi vida y mi muerte, mi principio y mi fin, mi norte y mi sur. Sin ella, nada tendría sentido ni razón de ser, sin ella, estaría mirando las flores desde abajo, y no es solo una metáfora. Quizá eso la convierta muchas veces en el blanco de mis golpes bajos en aquellos días enroscados, de malas, y es que por naturaleza, siempre reservamos los mejores golpes para las personas que realmente importan.

Limpio la aguja con un algodón y sonrío mientras le subo la manga de esa camisa horrible que le regaló la madre en su cumpleaños.

- ¿De que te reís nene?.

- Te amo cosita. Perdoname, a veces me pongo más idiota de lo normal.

Le propino a esos labios carnosos un profundo beso, digno de una romántica escena de Hollywood y enrollo la goma en su brazo para luego enterrarle el metálico pico.

Volví a mi casa cuando todos estaban durmiendo, evitar encontrarme con mi hermanita era la consigna... todo sea por no rasgarme las vestiduras de la poca razón que me quedaba. Raro entrar y no recibir las desquiciadas puteadas de mi vieja por desperdiciar mi vida en quien sabe donde, ni el nauseabundo ausentismo con aviso de mi viejo sentado en el sillón negro del living frente a ese televisor que no sabe de otra cosa que no sea fútbol. Raro y refrescante.

Subo la maldita escalera en espiral, la misma que con sus giros, atenta día a día, noche a noche, contra mi andar tambaleante producto del Ritual de los Picos. Un día de estos voy a dinamitarla, prometo que lo haré en cuanto consiga los elementos necesarios. Y de paso lo hago con la casa entera... ¿porqué no?. No es tan mala idea.

Paso por la puerta de mi hermanita e inconscientemente aminoro la marcha. Una bandada de fornidas gárgolas lujuriosas ennegrece el ya oscuro cielo de mi mente y el apasionado fuego de la noche anterior con ella, se expande en mi interior. Mierda, basta de pensar... si hasta hace unos días Pam y los excesos trabajaban full time en mis pensamientos. ¿Porqué diablos no puedo borrarme esas imágenes incestuosas?. Es mi hermana, y para colmo de males tiene solo dieciséis años.

Cruzo el pasillo rápidamente, abro la puerta de mi cuarto, enciendo la luz y oprimo el PLAY de mi equipo de música. Ok, pienso, a ver... que tenemos aquí. Tomo del cajón una pequeña botella de whisky escocés y la llevo a mi boca.

Las primeras notas de la espeluznante "Roadhouse Blues" comienzan a taladrarme la cabeza con la constancia de las malditas goteras de las canillas durante la madrugada, justo cuando el sueño pretende acoplarse a días de insomnio. Es perturbador, pero viniendo de Morrison, me fascina.

"Manteen los ojos en la carretera y las manos en el volante / Sí, estamos yendo hacia el motel / La vamos a pasar realmente bien". La imaginación es cruel, no le pide permiso a la razón y se caga de risas ante el atónito rostro de las buenas costumbres, pues ese párrafo me lleva hasta el interior de mi auto, Camila y yo adentro, excitados, deseosos de nuestras carnes, de nuestros besos, de nuestros sexos.

Otro sorbo de whisky intentando ahogar a los incestuosos demonios... glup glup glup... no hay caso, creo que el alcohol no juega a mi favor, si hasta parece potenciarlos a los muy desgraciados.

De pronto dos golpes en la puerta... TOC TOC. Se me hela el alma que cae hasta mis tobillos mientras el estómago amenaza con comprimirse hasta su desaparición. ¿Quién mierda será?, me pregunto. Por primera vez en mi vida deseo que sea mi vieja para putearme por tener la música bastante alta o mi viejo para contarme que San Lorenzo perdió tres a cero contra Boca Juniors... pero por favor... no Camila, ella no.

- ¿Quién es?-, pregunto con la cara pegada a la puerta.

- Soy yo nene, Cami. ¿Puedo pasar?.

Mierda y más mierda, esto no puede estar ocurriendo. ¿Y ahora?. ¿Qué hago?.

- ¿Qué queres a esta hora nena?. Ya me voy a dormir.

- No seas así Jim. Necesito hablar con vos.

- ¿A esta hora?. Son las cuatro de la madrugada Cami. Dejémoslo para mañana... ¿Ok?.

- Dale, please. Es solo un rato. Prometo no ocupar mucho tiempo. Sé que tenes que dormir, más en el estado en el que estas.

- ¿Es tan urgente?.

- Dejame entrar y te cuento. No me gusta hablar con las puertas.

Por enésima vez llevo la botella a mi boca para derramar en ella un sorbo que me quita la respiración por unos segundos. Me rasco la cabeza, pienso. ¿Porqué a mí?. Tengo una novia a la que amo con locura. Ella me ama. Entonces, ¿por qué a mí?.

- ¿Vas a abrir o no?.

Empujo el picaporte hacia abajo y lentamente abro la puerta.

- Pasá... pero no te tardes Cami, tengo mucho sueño.

- Ya veo, con sueño y malhumorado -, dice mientras entra a mi cuarto.

Al observarla mientras cierra la puerta, de espaldas a mí, se me detiene el corazón, en mil pedazos se rompe todo razonamiento claro y no puedo evitar recordar que hace algunas horas estuve en los fuegos de su interior, en el infierno de su púber entrepierna, en las aguas de la pasión.

Solo lleva un pequeño pijama de color blanco con encajes, sostenido por delgadas tiritas rojas que surcan la suavidad de sus hombros. Es tan exageradamente corto que puedo identificar el comienzo de sus blancos y firmes muslos. Mi mirada se pierde en ellos, no puedo evitarlo. Que ganas de tirarla a la cama y cogerla hasta perder la razón. Me siento en el borde de mi escritorio y ella se para a un lado de la puerta.

- ¿Qué es lo que con tanta urgencia me queres contar?. Espero que valga la pena. Ya tendría que estar, por lo menos, en el quinto sueño.

- No es nada puntual. Solo necesitaba verte y charlar con vos.

¿Charlar a esta hora?. Camila, no sé que tendrás que hacer mañana, pero a mí me espera un jodido día de agenda cubierta.

Sé a lo que se refiere. Prefiero hacerme el desentendido.

- Jim, no pretendo rondar sobre lo mismo ni molestarte con mis cosas de pendeja, pero necesito hablar de lo que nos ocurrió anoche.

Ni siquiera debo rozar una palabra de lo ocurrido si es que quiero que esto no pase a mayores, pienso. Bajo la mirada, la llevó a un vaso ubicado sobre el equipo de música... está vacío, ¿qué hace ese vaso ahí?. La miro fugazmente y esta vez mi mirada se dirige a una foto de Pam junto a otra de Morrison, las dos debajo de un pósters de los Doors. Y vuelvo a Camila... que hermosa es. Sus generosas curvas reclaman lo que no puedo darle, o mejor dicho, no debo.

- Camila, es mejor que dejemos todo así. Lo que hicimos fue un acto imprudente que nos puede arruinar el resto de la jornada. Es mejor que te vayas a dormir y al despertar empieces de nuevo, obviando lo sucedido.

- ¿Es que para vos no fue nada?. ¿No crees que fue mas que una simple cogida?.

- Habla despacio. Tengo una novia, la amo, me ama... y me equivoqué. Perdoname si eso te lastimó, pero no hay que darle tantas vueltas al tema.

- No te creo Jim. Para vos no fue solo una cogida de esas que podes tener con alguna de esas putita drogadictas con las que tratas. Sos un hipócrita y un cagon. Te escapas de esta historia haciéndote el indiferente cuando en realidad te morís de ganas por cogerme otra vez.

¿Quién lo diría?. Una adolescente de dieciséis años a la que hasta hace unas horas creía una pendeja idiota y sin ideas, retrataba mi cobarde accionar de la manera más exacta posible. ¿Cómo responder a esa realidad que me carcomía el alma?. ¿Cómo no traicionar a mis pensamientos sobre el libre albedrío?. Es verdad, soy un hipócrita y un cagon. Añoro los días en los cuales solo la droga me preocupaba.

Se acerca a mí, solo nos separan pocos milímetros. Que hermosos labios... juro que podría comérselos de un solo beso. Bajo la mirada y distingo que no lleva corpiños, puedo ver sus pezones. No puedo evitar que una erección descomunal convierta a mi pija en una daga en llamas.

- Camila, ¿no podes entender que somos hermanos?. Claro que no fue una simple cogida. Lo hice nada más y nada menos que con mi única hermana, menor de edad para colmo de males. ¿Qué queres que te diga?.

- Quiero que me digas la verdad. Que no te engañes ni me engañes.

Morrison rociaba aquella tensa imagen con su sórdida y melancólica "End of the Night" diciendo al borde del llanto musical: " Toma la autopista hasta el fin de la noche / Reinos de éxtasis, reinos de luz / Algunos nacieron para los dulces placeres / Algunos nacieron para la noche sin fin."

- Pareces una nena que necesita que le corroboren lo que piensa para sentirse más segura. Esto no es un juego. Somos hermanos nena... HERMANOS.

- Decime lo que sé, pensas. No seas cagon hermano... decilo.

No puedo decirle la verdad. La obvia verdad que me devora la cabeza hasta los talones. Sería como detonar una bomba atómica debajo de la cama de mis padres. No solo ellos morirían con la explosión. Pienso en Pam, en cuanto me ama. Y pienso en mi hermana... no puede comprender la magnitud del problema. La palabra INCESTO se sube a mis hombros, hundiendo mis pies en el lodo de los culpables de todo.

- Jim, acepta que me deseas con locura. Acepta que en este mismo instante morís por cogerme. Sé que no soy solo yo. Me aliviaría saber al menos que no soy la única que se muere de ganas.

Enterrando su mirada en el negro de mis ojos, me toma de la cintura y aprieta su cuerpo contra mí. Puedo sentir la deliciosa dureza de sus pezones trasluciéndose a través de la delgada tela del pijama apretujarse sobre mi corazón. No puedo soportar esta situación. Es verdad... muero por abrirle las piernas y enterrarle mi pene sin contemplaciones ni pudores, muero por lamerle los senos como si se tratase del ultimo terrón de azúcar sobre la faz de la Tierra... muero por tenerla, por hacerla mía. Pero es mi hermana.

- Basta Camila. Esto no esta bien.

En silencio apoya su rostro en mi cuello y comienza a lamerlo. Me eriza la piel, me eleva al cielo, me entierra en él ultimo de los infiernos, más no puedo ni quiero quitarla de su adorable y ardiente tarea.

El compact disc de los Doors nos redime en la tierna melodía de un suspiro a capella del gran chaman frente a alguna playa californiana en medio de una cálida noche, "Bird of Prey" acaricia a los personajes de la escena: "Ave de rapiña, ave de rapiña / que vuelas alto, vuelas alto / Pasa de largo suavemente / Llévame en tu vuelo."

- ¿Qué estamos haciéndonos Camila?. Nos vamos a lastimar.

Apoya su mano sobre mi pecho y la desliza suave y lentamente hacia la línea de mi cintura, el peligroso camino hacia el dinamitado sur. Al llegar a mi ombligo, se detiene un instante para luego descender rápidamente hasta introducir sus caricias por debajo de mi pantalón. El cielo cae sobre mí, o el infierno... que mas da, a estas alturas ya no importa nada. Las yemas de sus dedos se posan sobre la dureza que implica mi excitación y frotan a mi capullo ardiendo de lujuria. Cierro los ojos, los hundo hasta perderlos en los oscuros huecos del placer absoluto.

Mi hermana logra excitarme como lo hacen las drogas a través de mi torrente sanguíneo, entre latido y latido. Me arranca del impávido paseo por los senderos de una vida confusa y castrada. ¿Será que lo prohibido nos lleva al Bosque Esmeralda del que Morrison hablaba?. Ahora toma con su mano a mi tieso tronco y lo masturba dulcemente, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. Frunzo mis ceños, muerdo mis labios, mientras su lengua continúa sobando con su cálida humedad a mi cuello.

Apoyo mis manos como garras en el borde del escritorio de nogal... le arrancaría un pedazo de tener un poco más de fuerza. Su lengua comienza a descender por mi cuerpo abandonando al cuello, que ya la extraña. Abre mi camisa para que no quede escollo alguno en su indecoroso viaje. Lame mi pecho, a mis endurecidas tetillas, mi abdomen sufre espasmos por su caliente paseo, succiona, chupa, muerde... mmm. El ombligo tiene su lamida especial, y luego el sendero que mis vellos la encaminan mas hacia el sur. Desabotona a un pantalón que ruega con ser lanzado por los aires. Un botón, otro y otro. Lo toma por su cintura y tira hacia abajo. Mis piernas velludas quedan ante su mirada, y mi slip hinchado, placenta de mi pija expectante de sus besos. Lo baja, dios, lo baja.

Su cara se pierde en la extensión de mi pene apuntando hacia el techo, lo observa, lo admira, pasa su lengua por el dibujo de sus labios y luego los muerde. Que placer dilucida su rostro, el mismo que mi rostro gesticula.

Arrodillada ante mí desnudez mira hacia el negro profundo de mis ojos. Puede verme temblar dentro de ellos... soy una hoja al viento, una barcaza en el tormentoso océano. Sonríe... que hermosa sonrisa ofrece mi hermana cuando la felicidad toca a la puerta de su pecho.

Su mano aprieta a mi tieso falo, mientras sus ojos se iluminan como dos lagos de fuego y su rostro acorta distancias con mi entrepierna. Por fin la punta de su lengua roza a mi capullo. Lo lame, limpia las gotas trasparentes de su excitación, un hilo seminal de mi lujuria une a su boca con mi pene. El sexo es poesía, que se joda quien piense lo contrario. Ya no me importa nada.

Sus suaves labios se posan alrededor de mi glande... muero, mi alma se rehusa a seguir en mi cuerpo... amenaza con irse en la próxima lamida. No la escucho, que haga lo que le plazca. Libre albedrío. Con su mano, Camila se pasea por mi tronco, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba, el movimiento adquiere velocidad y por fin, sus labios ocultan en su interior a la pequeña cabeza palpitante. Me quema su boca, su saliva como lava ardiente, su lengua apretando, estrujando, sobando, golpeando.

Abandona su mano a mi tronco y junto a la otra, se entierran con uñas y lujuria en mis muslos desnudos. Ahora comprendo una frase de Morrison que antes no comprendía: "Apreté su muslo, y la muerte sonrió". Mmm, que deliciosa sonrisa tiene mi muerte.

Su cabeza danza entre mis piernas, alrededor de mi pija, enterrando en su boca toda la extensión de la daga de fuego. Desesperada, como si fuese esa su ultima vez de cara a mi ingle, embate a mi pelvis con su rostro incendiado de ojos poseídos por los ángeles del infierno. Mis manos se hunden entre sus cabellos y la ayudan a enterrarse hasta el ultimo centímetro de mi sexo.

¡Que bien la chupa!. ¡De que manera se la entierra en su boca!. Coge con su boca, lisa y llanamente... coge con ella. No puedo evitar jadear ante tamaña mamada, no quiero dejar de jadear. Tampoco ella al devorársela hasta la base.

Mientras me da la mamada del siglo, mueve su pelvis desesperadamente. Entiendo el mensaje y la tomo por debajo de sus brazos, jalándola hacia arriba. Su rostro ahora se encuentra frente a mí rostro. Que hermosa es esa cara de puta deseosa de sexo, colorada, sudada, ansiosa, perversa, salvaje... sus labios están rojos de tanta fricción contra mi pene, su barbilla y su mentón también lo están. Sonríe. Sonrío... y un beso de bocas nos une en una eternidad de lenguas entrelazadas, enmarañadas, desquiciadas.

Morrison se deshace en su delicada "Queen of the Highway" diciendo: "Ella es una buena chica / Desnudos como chicos / Fuera en los prados / Desnudos como chicos / Salvajes como puedan ser", y nos incita a perdernos en la profunda noche esmeralda.

Aún el enloquecido beso de bocas no se deshace, cuando mis manos se entierran en los muslos de mi hermana y comienzo a acariciarlos con ardiente desesperación y notable dedicación. Sin dudas a ella le fascina sean mis manos artífices de tan apasionadas caricias, ya que acelera su movimiento de pelvis contra mí y gime sumida en la locura de ser poseída.

Tomo las tiritas que en la cintura posee su tanguita y jalo hacia arriba, enterrándosela entre los labios de la vagina y la perfecta línea del culo. Cierra sus ojos, aprieta sus párpados hasta perderlos en sus fosas oculares y hunde aún mas su lengua dentro de mi boca. Que deliciosa es su lengua cuando se asemeja a una lanza de mariposas perdiéndose en el infinito de un profundo beso.

- Me volvés loca.

La locura nos amarró en la proa de su buque incendiado y nos hundimos épicamente en las aguas de la lujuria, pienso.

Jalo con mas fuerza a su débil tanguita que cede desgarrándose entre mis manos. Arrojo lo que queda de ella hacia la botella de whisky que hace apenas un instante bebía con la intención de evitar lo que estaba viviendo en este preciso momento. Ironías... mi vida es una gran ironía. Acaso, ¿no pueden verme cogiendo con mi hermana?.

Nada me detiene ahora, su ingle, su pelvis, su pubis de fuego, su deliciosa entrepierna desnuda, su mojada vagina no posee obstáculo alguno para deshacer el sueño y hacerlo realidad. Se posa mi glande entre los labios de su rosada vulva, la miro... me mira... –Sí, ahora.-

Logro penetrarla, otra vez logro penetrarla, y es como sentir que soy Jim Morrison en persona, Dios del sexo, Dionisio vivo, el zar de las drogas... todas para mí.

Chocan las pelvis, golpean mis huevos contra su mojado sexo, las humedades nos abarcan, el cálido aroma del sexo, la pasión desenfrenada. Entro una y otra vez, tiemblan mis piernas, tiemblan sus piernas, el alma nos tiembla. Sus pezones bajo el pijama se entierran en mi pecho, los puedo ver pegados a la delgada tela mojada de sudor.

Que dulce es saborear lo prohibido, que efímera su vida, pero que intensa.

Mis manos se hunden como garras en su culo, abro sus muslos, se meten mis dedos en aquellas calientes trincheras, mientras mi pene se acopla a su vagina. Me aprieta su interior, me exprime, me succiona, me atrapa, me sodomisa en su gloriosa humedad entre llamas.

Mmm, los últimos movimientos son bruscos, torpes, a destiempo. Se contrae su conchita y mi pene activa su estallido. Pronto nuestros jugos se funde en uno solo, un mar lujurioso en sus entrañas, ríos descendiendo luego a través de las entrepiernas. Nos une un grito, el del placer... hasta Morrison parece callar al escucharlo, al sentirlo.

Nos acostamos. Me tiemblan las piernas. El cansancio nos enredó en sus finas redes de seda. La abrazo y la miro hacia sus ojos que me miran. Suspira.

- Camila, voy a decirte esto y luego me habré ido para siempre.

- Sé que pensabas irte.-

Un mar de lagrimas se derraman desde sus ojos. Y trato de no abrir las compuertas de los míos.

- Antes quiero decirte algo.

- También sé lo que vas a decirme, y porque no quiero que nos lastimemos mas, no lo digas.

- No podes saber lo que voy a decirte.

- Si que lo sé, y te vas a arrepentir de decirlo. Por ese motivo es que te vas para no volver.

- No puede ser que lo sepas.

- También te amo Jim.

El silencio nos abarco para siempre, el adiós se ocupo de hacerlo.

Esa noche Jim Morrison coció su boca con hilos de acero, después de arrancar su lengua

Y nos dormimos sin goteras en la madrugada y sin futuro.

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