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sosrevreP

en Dominación

Para comprender este relato es necesario leer "Perversos", original de Sasha Dupont Baros, que podrán encontrar en el siguiente enlace:

http://www.todorelatos.com/relato/59712/

 

Leer el título con un espejo apoyado en la parte derecha de la pantalla

***

 

 

sosrevreP

(La mirada de Adrián)

 

Aún puedo sentir el hierro frío apretando mi sien derecha, la firmeza endeble del dedo sobre el gatillo, el temblor en las manos, la estela del sudor frío descendiendo por mi nuca. Todavía rebotan pálidas en mi memoria, las imágenes de la desolación entre noches de sexo barato y excesos homicidas, las cuatro líneas de la excitación, las copas del entusiasmo, el humo de las fuerzas, las entrepiernas mojadas, el estallido y más nada. Sólo la desesperanza como compañera fiel; abismal y negra desesperanza desgarrándome latido por latido. Y por fin ella, mi respuesta, la conclusión de la búsqueda, mi verdad, mi todo, lo tan necesitado " Mi ángel oscuro, somos y seremos los perversos jugando en los destinos, sólo que ahora no tan solos, observándonos siempre, juntos hasta el fin de los tiempos. Te amo Mi Adrián."

El reloj de pared despedaza al tiempo con el peso de sus agujas y hace varios minutos estoy aferrado a su tic tac asesino. Sabe que odio esperar, que me desespera estar colgado de esas malditas agujas de reloj pensando en que pudo sucederle. Ella es lo más puntual que existe y si me impacienta esta espera quizá sea su culpa, mejor dicho, la de su puntualidad.

He llenado varias veces este vaso con tequila y cada vez que veo el fondo, con el borde entre mis labios, sus ojos de pantera me hablan de amor... y de odio, pues somos bestias perversas, intensas, profundas. Una mancha en la pared me recuerda a las manchas que pueden llevar nuestras almas, no más que la de muchos que están espiando mi espera entre estas líneas. Asumimos lo que somos y con ello caminamos por los senderos de la vida, no somos hipócritas ni nos mostramos como corderos cuando nos brillan colmillos de lobo.

Media hora devorada por el reloj y si continúo con los vasos de tequila, terminaré con la nariz clavada en el piso o los dientes rodando por el mismo ¿Le costará demasiado tomar el maldito celular para avisarme si está en camino o decidió que prefería contar nubes? En fin, he descubierto que tengo una importante colección de botellas de vodka vacías debajo de mi escritorio y lo peor, me he quedado sin marihuana. Solía fumarla en cantidades industriales durante mi adolescencia pero con el correr de los años el vicio fue cediendo por decisión propia, hasta ocupar sólo simples vuelos de ocasión.

Casi una hora pendiente del reloj y nada. He caminado por toda esta mugrosa habitación memorizándome cada puto detalle; una grieta en el ángulo superior izquierdo de la puerta de entrada, en la pared un cuadro de Morrison sin camisa, levemente torcido hacia la derecha, la aguja más larga del reloj con una curva imperceptible hacia arriba, la cicatriz de mi muñeca derecha enrojecida y yo sin una puta pizca de marihuana.

De pronto dos golpes en la puerta aniquilan el reinado del silencio. No puedo dejar de inquietarme, ella jamás golpea. Trato de no pensar, el infierno de mi pecho eleva sus llamas hasta chamuscar cada resquicio de mis pensamientos. Si es la policía estoy bien jodido. Al tomar el picaporte y halar hacia mí me encuentro con una rubia de ojos celestes, cabello derramándose sobre sus hombros, vestida de blanco como si se tratase de un ángel de luz; falda corta, piernas delgadas y níveas, descalza. Detrás de ella, los ojos verde-amarillos de mi oscura, con un largo vestido negro enmarcando sus curvas, sus cabellos más allá de la cintura y una sonrisa perversa dibujándose en su cara. Me detengo en su mano derecha, unas sandalias blancas.

- ¿Adrián? – pregunta tímidamente la extraña rubia mientras aprieta sus labios y agacha la mirada.

- ¿Quién eres tú? – respondo sorprendido y altivo.

"¿Que diablos se propone? ¿Acaso se ha vuelto loca? Espero que sus explicaciones sean lo suficientemente convincentes como para no encabronarme. Dijo que vendría sola y no me gustan las sorpresas" Sonrío sin entender nada de lo que estoy viendo, no puedo evitar fruncir el ceño levemente.

- Ella es Mara, Adrián... y quiere saber lo que es intensidad – dice mi oscura mientras entra a la habitación apoyando sus manos sobre los hombros de ese ángel cándido de pies descalzos. Muchas veces hablamos sobre las oscuridades que llevaba dentro, en lo más profundo de su alma, y ahora puedo distinguir el motivo de este encuentro. Pretende enseñarme esas oscuridades, la superficie tórrida de sus sombras, el interior ardiendo.

-Desvístete, Adrián – ordena la Perversa con todas las negruras en su mirada.

Sin articular palabra, sonriendo en mis oscuridades, tomo los bordes de mi pantalón de jeans azul profundo y tras quitármelo lo arrojo hacia un lugar que desconozco. Lentamente me dirijo hacia el cuadrilátero del placer; sábanas de seda blanca como le gusta a mi oscura "para contrastar sombras y brillos" Bestias nocturnas midiendo movimientos, marcando territorios con las miradas de amor y de odio en proporciones idénticas. "Ahora entiendo tu juego" Me siento en el borde de la cama y jamás quito la mirada de aquellos ojos de pantera.

-¿Quieres que la desvista para ti?, está asustada, cáptalo en su mirada, huele su miedo – sonríe de lado con sus ojos sumergidos en el fuego de las perversidades, sumida en sensaciones que la excitan y la desgarran - No debes tenerlo chiquilla, no debes tenerlo – acaricia la pantera con su voz mientras acercándose hasta lograr la mínima distancia, posa su dedo índice sobre el hombro pálido del ángel de luz y hace una línea transversal hasta el otro hombro, quedando a sus espaldas. Dos ángeles totalmente distintos, los extremos opuestos, el rubio de luces y el negro perverso.

Mis pupilas incrustadas en la suavidad de esas dos pieles, las manos abiertas como garras sobre la cama, ubicadas detrás de mi espalda, una pierna levemente cruzada sobre la otra y mi erección latiendo debajo del slip que aprieta cada vez más. "Me excita ver como atraviesas los límites mi oscura... y saberte excitada por eso. Puedo oler la lujuria que destila tu alma y percibir el calor que desprende tu sexo"

- Relájate, entrégate – le susurra mi oscura a la presa, una mano sobre ese hombro albo, sus labios rusientes apenas apoyados, recorriendo la curva que la llevará al cuello y una navaja en la otra mano. Brilla el filo, plata muerte descansando tenso en la siniestra de uñas negras, al costado del cuerpo "Oscuridades... la muerte forma parte de las sombras y al cruzar los límites, todo es posible." Mara comienza a desprenderse los botones de la parte superior de su vestido blanco. En su mirada reside el miedo a las profundidades del bosque esmeralda. En sus pupilas puedo ver las ganas de hacer algo que la haga sentir viva. Es una hipócrita más que ha suprimido sus instintos e impulsos naturales durante toda su pequeña vida. Saben muy bien a lo que me refiero.

Tres botones nacarados y al llegar al cuarto, la navaja de la pantera dibuja una elipse en el aire hasta posarse debajo de él. Su mirada posee el fuego de las perversidades y en las pupilas ese infierno encantador, bella mirada derramándose sobre mí, amándome y odiándome, segura de cada movimiento, desbordando intensidades, disfrutando lo que es. La punta plateada empuja hacia arriba y el botón se dispara contra el suelo. Sólo queda uno, y corre la misma suerte. Sus ojos de pantera jamás pierden de vista a las oscuridades de mis pupilas, ubica la navaja entre sus dientes "la perfecta imagen de un ángel oscuro... mi ángel" y con sus garras de uñas largas hala la tela hacia atrás. Excitante caída acompañada por las manos de la cazadora, luego su nariz en la línea de la espalda, en la curvatura de la cintura y el filo helado de la navaja acariciando la piel pálida. Mara siente un escalofrío que la recorre de pies a cabeza; se encuentra en las profundidades del bosque esmeralda y ya es demasiado tarde para escapar. "El camino a la negrura no tiene regreso"

- Desvísteme tú, usa la navaja – la reto. Le encanta que la rete, me encanta hacerlo. Quita la navaja de entre sus dientes. Una carcajada seca se desprende de su boca, acompañada de una mirada cargada de odio que derrama sobre mí. Puñales de gozo que se clavan en mi alma y abren heridas, surcos que sangran... sangre que le pertenece.

- Lo disfrutas ¿verdad?– entrecierra los ojos potenciando su odio – Disfrutas que te traiga una presa y vea tu deseo – la mano armada a un costado de su cuerpo, el filo ansioso raspando con movimientos de lado sobre la tela negra de su vestido.

- Tanto como tú, Ximena, tanto como lo disfrutas tú – mis labios se arquean imperceptiblemente, sonrisa perversa desafiando a su igual. Se deslizan las sombras a través del mapa de las almas, laten intensidades bajo las pieles, la furia contenida se expande en el pecho. Oscuros hambrientos de brillos, sedientos de inocencia.

- Mara, toma esa silla – la pantera ordena encendida de odio mientras se muerde el labio inferior – colócate frente a él, deja tu deseo surgir – el ángel de luz la observa impávida, con el alma temblando y pendiente de la navaja. Ximena roza con un dedo la recta entre omóplatos – No te quites el sujetador.

La presa obedece sumisa, camina hacia donde se encuentra la silla azul y la ubica frente a mí. Sus cabellos dorados acarician sus hombros, sus senos se insinúan bajo la seda, sus labios apretados y sus manos comenzando con la resta de prendas, la falda, la braguita, su sexo depilado, sus glúteos, toda su piel. Siento el temor en sus movimientos, lo huelo. Sí, el miedo se puede oler, como el amor y el odio, como la vida y la muerte. Tras quedar sólo con el sujetador, se sienta en la silla con las rodillas pegadas una a la otra y las manos sobre ellas. Observa sin gestos ni seguridades, perdida en un pavor que le arrebata latidos y la convierte en una niña en medio de la noche más oscura. Pero la excita, eso la excita.

La Perversa viene hacia mí sigilosamente, moviendo las caderas de un lado a otro y enterrando en mis pupilas el fuego amarillo de sus ojos. Apoya sus rodillas sobre la cama y luego sus manos para gatear a mis espaldas. Siento el frío de la navaja posarse a la altura de mi cuello y luego el sonido del filo plata abriéndose paso en la tela de mi camisa negra, que desgarra, con precisión para luego arrancarla con sus manos. "Quiero verte oscura" y al girar la cabeza hacia atrás la navaja entre sus dientes blancos, la mirada inyectada de odio. Vuelvo la vista hacia ese ángel rubio, una mano metida en su entrepierna, un gemido de placer derramándose desde sus labios, dos dedos cruzando la línea de su sexo, interior suave y húmedo. Sonrío envuelto en el placer que me provoca esa imagen "Te gusta oscura, te gusta saberme excitado"

Toma la navaja de entre sus dientes y la apoya levemente sobre un costado de mi torso desnudo. Filosa travesía hacia un lado del slip. Su mentón apoyado sobre mi hombro derecho, cuatro ojos oscuros y perversos, dos miradas entre llamas sobre el ángel de luz. Tiembla su labio inferior mientras se penetra con los dedos en desesperada masturbación y en el aire el olor de su miedo, "me fascina el aroma del miedo, nos fascina"

Filo plata rozando mi piel, frío asesino desgarrando la tela de mi slip, excitación atravesando mi espalda, oprimiendo mis sienes, endureciendo mi sexo, proyectándose en suave gemido que se confunde con el de Mara. "Me enloqueces ángel de oscuridad, como sólo tú sabes hacerlo" y enlaza en una mano a la tela rota mientras que con la otra, provista del plateado acero, corta el costado restante. Mi sexo se abre paso entre la tela, hasta aparecer erguido, pleno de lujuria.

- Nunca los labios, Mara – amenaza mi Perversa, marcando las pautas, dominando la situación, proclamándose ama y señora, única dueña de esos besos – No oses tocar sus labios con los tuyos – sus ojos amarillos inyectados de furia, tormenta en sus pupilas, tempestades de sensaciones.

Mara asiente con su cabeza, está impregnada de miedo, y excitada. Entiende el mensaje, acepta como lo ha hecho toda su vida, se suprime, calla. Una sonrisa extasiada arquea a mis labios, "que fuerte eres oscura, cuanto poder de mando, me gusta, me excitas más y más"

Ximena acerca su boca a la mía, pasa la punta de su lengua entre mis labios y se aleja. Muero por esa boca, por ese beso, me relamo y percibo el sabor de su saliva. Su rostro enfrenta al de la niña, sonríe de lado y le lame los labios de manera furtiva. Mara abre los ojos en actitud de sorpresa, pero no se aleja - Pruébalo. Sólo así y sólo ahora.

Con movimientos de felina, la oscura se ubica nuevamente tras ella, lleva la navaja hacia el desconcertado pecho blanco apoyando el filo de la punta bajo el sujetador, justo entre los pechos, para luego halar hacia arriba en luminoso elipse de plata y corte final. Quedan desnudos los senos del ángel, pezones rosados en punta, piel enrojecida por las llamas de la excitación "Cuando las oscuridades se presentan, ni siquiera los ángeles más luminosos pueden resistirse a su llamada"

Ximena se aleja para sentarse en un sillón negro ubicado en uno de los extremos de la habitación, el más oscuro, el más frío y húmedo. Cruza sus piernas bronceadas, apoya la navaja en su regazo y lleva sus pulgares al mentón. Infiernos en la mirada espía, sombras abrazando latidos, orden silenciosa. Ella domina todos los movimientos, no hacen falta palabras, los ojos también hablan y están ordenando el comienzo de las acciones piel contra piel. La función debe comenzar.

 

 

 

 

"El camino de las negruras no tiene regreso"

Estalla en las mentes esa frase, una y otra vez.

 

 

 

 

Extiendo mi mano como si fuese parte de "La creación de Adán" de Miguel Ángel, pero en este caso Adán es mujer y Dios un hombre que pretende las sombras de ese trono celestial. Mara toma la mano ofrecida y se arrodilla ante mí. Observa la erección como si se tratase de lo único que desea en el mundo. Torbellinos celestes en sus ojos, una lengua húmeda paseándose en sus labios, relamida en celo. Posa sus manos en mis caderas y acerca lentamente su rostro a mi vientre. Lo besa suavemente, marca con su saliva el camino del deseo.

- Aráñalo – es la orden de la pantera desde aquél rincón entre sombras. Su voz es un tizonazo exacto rasgando el lienzo de las respiraciones extasiadas "Ordena amada oscura, ordena..." Las uñas del ángel de luz apenas aprietan, débil paseo que no provoca marcas, no deja estelas, no abre heridas. Otro ser medroso de atravesar los límites impuestos por las buenas costumbres "Niña, es mejor que le pongas pasión o terminarás aburriéndome"

Miro hacia el rincón habitado por mi amada, contornos negros, en su rostro dos llamas amarillas de madera ardida, en su regazo un brillo plata. Sonrío y muevo la cabeza hacia los lados – Nadie como tú.

Rechinando sus dientes, Ximena abandona los velos de la oscuridad y se ubica tras la niña. Posa sus manos bronceadas sobre las manos pálidas del ángel de luz y le marca el camino – Las uñas, clávalas – y las uñas se clavan, firme presión sobre mi carne, excitantes garras "Pero nadie como tú, nadie" y de entre mis labios se escapa un gemido de placer que traduce las sensaciones de goce, los fuegos internos.

 

- Te amo - le digo perdido en sus ojos, mientras mi boca es ocupada por otro gemido.

- Te odio – me dice con sus párpados a media asta, ofreciendo una mirada intensa, furiosa, rebosante de negruras. Y se aleja abandonando las manos pálidas de Mara, dirigiéndose nuevamente al rincón entre sombras para sentarse en ese sillón negro que la abraza y así continuar observando un espectáculo que no le es ajeno.

- Guíala Adrián. Guíala con tu sexo en su boca – entre dientes gruñe la oscura mientras que con una de sus manos se acaricia el cuello "Cuánto me excitan sus odios tomando las riendas de la situación... como me excita su odio..."

Mara deposita sus labios suavemente sobre el glande y lo besa. Siente el sabor del líquido transparente que se derrama desde esa punta caliente, lo saborea sumida en la desesperación de querer más. Tal y como lo pidió mi amada perversa, mis manos se extienden como garras sobre su cabeza y los dedos enlazan a esa hermosa cascada de cabellos rubios. La empujo hacia mí, le marco el camino, le impongo los ritmos mientras muevo mis caderas y siento como mi sexo se pierde dentro de su boca. Su rostro desencajado es espejo del mío, siento fuego en mi entrepierna, veo en sus ojos celestes las tormentas de la lujuria. Y clava sus uñas, las desliza filosas y salvajes dejando estelas carmesí en mis caderas blancas, sigue a las trazas de su excitación "Ni siquiera los ángeles de luz pueden evitar ceder ante las acometidas ardientes de las oscuridades, así de endeble es el blanco camino de la pureza"

- Perra, me lastimas – y acelero mis movimientos, le doy fuerza y velocidad a las embestidas. Sus labios, sus dientes, su lengua, su garganta, todo ocupado por mi dureza, el infierno de mi carne. Cierro los ojos, las muelas se frotan entre sí, se liman, se friccionan, retienen el estallido que se asoma en mi garganta.

- No acabes en su boca – ordena Ximena al verme a punto de desbordar mi esencia. Detengo el vaivén salvaje y quito lentamente mis dedos de entre esos cabellos rubios. Mara aleja su boca de mi pene que brilla empapado de saliva y por un instante sus pupilas se reflejan en la gota espesa asomando desde el bálano enrojecido. Una vez de pie, mira hacia el rincón habitado por la oscura "No te tardes más, quiero que me penetre, quiero que me coja... ordena eso" puedo sentir su clamor, sus ganas exigiendo, la pulpa de su alma obligando.

Permanezco sentado sobre la cama, la espalda en línea recta contra la pared y ese ángel pálido frente a mí. En sus ojos de presa, el deseo de recostarse sobre el filo y abrir su herida; en el brillo de sus labios ensalivados, el hambre de durezas, de fuegos sobre carnes. Y mi oscura en su palco de sombras, observándolo todo sin perder un sólo detalle, ni siquiera el de mis ojos enterrados en su mirada amarilla. "Deseas con locura que la coja, mueres por ver mis ojos en el momento de penetrarla una y otra vez"

Mis garras de uñas recortadas por ansiosos dientes en la espera que ha pasado se ubican en los suaves glúteos de la chiquilla y la empujan hacia mí con rudeza. Bestia nocturna preñada de salvajismo y los dedos que se hunden en la pálida carne, envite que la sienta sobre mí y, abierta de piernas, se ofrece húmeda "Vamos putita, las oscuridades reclaman. ¿La quieres en tu interior? Pues la espera ha terminado"

El falo rígido apoyando su punta entre los labios suaves y mojados de esa vagina, mis dedos perdiéndose en la hendidura de sus glúteos y ese calor acuoso deslizándose alrededor de mi sexo, devorándome poco a poco. Tope en mis testículos, comprimiéndose contra la parte inferior de esa vulva; líquido viscoso quemando, ardiendo y luego, el choque de pelvis, el chasquido de humedades, la fricción más caliente que el universo puede presenciar, dos sexos saciando ganas.

Mara, enloquecida sobre el hierro candente, mentón apuntando hacia las grietas del techo, cabellos rubios ondulándose sobre su espalda desvaída, nalgas abriéndose en cada golpe de carnes, estallando en sonidos desesperados y mis ojos clavados en los contornos sombreados de mi amada "Sólo tú mi Perversa... sólo tú" Me excita como nada su cara invadida por la lujuria, la mordida en su labio inferior, la sonrisa de lado; y arrecio en los embates, corrupto penetrando a la inocencia, deshaciéndola en cada golpe, en cada chasquido... arrancándole todo brillo puritano.

- Esto soy, Perverso. Esto también soy, mi amado – dice y sonrío de lado, con los ojos envueltos de negruras – Muérdelo Mara, le gusta que le muerdan – y siento los dientes del ángel de luz sobre mi hombro derecho, poderosa mandíbula cerrándose en mi carne, arrancándome un gemido de placer y de dolor "¿Acaso no van de la mano?"

Mi bella sabe desatar a la bestia oscura que vive dentro de mí, a ese asesino fantasma presenciando toda su bendita sanción. Y me abandono a las profundidades de la noche más negra, a la locura que los fuegos provocan en los cuerpos y en las almas, me pierdo de las realidades para acariciar a los filos de la alienación y mi mano derecha se cierra en el cuello de Mara. Aprieto, las uñas dejan su marca carmesí y embisto cada vez con más fuerza "Perra, así es como querías que te cogieran, esto deseaste desde que cruzaste la maldita puerta" y en sus pupilas de presa sumisa, el miedo, la excitación, el odio. Sí, los ángeles también odian cuando la muerte les toca el culo. Miro a mi amada, muerde sus labios, brillan las negruras de sus ojos, se excita y me excita más allá de todo límite.

Mara se defiende como puede y muerde hasta donde sus fuerzas le permiten, quema su mordida en mi carne y mi mano se cierra aún más "No juegues en las negruras si no sabes como moverte en ellas" Abre su boca en busca del aire que le estoy negando, sus ojos enrojecidos son círculos de fuego encendiéndose mientras la vida se le escapa entre mis dedos. Cuántas ironías tiene la vida. Y embisto con furia, las pelvis colisionan salvajemente una y otra vez, los vientres se pegan, sus pezones rosados se clavan en mi pecho... y aprieto hasta dejarla morada.

Se tensan todos sus músculos, la vagina apretando a mi sexo mientras este se desliza dentro de su cavidad. Gimo de placer, tengo poder sobre su vida y sobre su muerte, quiere gritar pero el aire le es negado, golpea mi pecho con sus manos, me rasguña, abre surcos de desesperación. Una lágrima se asoma en su ojo derecho, mi oscuridad reflejándose en ella "Puedo arrebatarte todos tus sueños y anhelos en sólo cuestión de segundos, puedo arrancarte todos los latidos y respirar de tu último aliento... ¿querías negruras? bienvenida a las oscuridades"

- Maldito, no la mates – y el filo plata de la navaja se apoya en mi cuello, bajo el mentón que tantas veces besó. Que frío es el acero cuando la carne quema. Y al girar la cabeza encuentro sus ojos amarillos encendidos de odio y excitación, su aliento en mi rostro, el olor de su placer, esa sonrisa perversa "Cuanto me calientas, me arrancas de este mundo... nadie como tú... nadie" Una sucesión de espasmos recorriéndome la espalda, sudor frío en mi nuca, ardor en mi entrepierna, gemido constante y el estallido desde mis profundidades, un chorro copioso de semen derramándose dentro de esa vagina.

La mano suelta a la presa, ya azulada, y ésta trata de aspirar todo el aire con suma desesperación. Su carne responde al líquido caliente que la impregna en su interior y estalla como nunca jamás lo había hecho. Enloquecida se mueve sobre mi dureza en retroceso, grita extasiada, furiosa, desesperada, tiembla como hoja al viento. Grita y luego de gritar, grita aún más fuerte hasta caer desmayada sobre mí.

Miro a mi todo, a mi igual. Círculos amarillos de fuego, el reflejo de mis lagos negros en ellos y esa navaja acariciándome con su filo por debajo del mentón. Los senos de Ximena se apoyan en la espalda pálida del ángel dormido, mientras en mi pecho sudado aún se hunden esos pezones rosados "La inocencia rodeada por los corruptos, el blanco de la pureza manchado por el negro de los Perversos."

En sus pupilas mis pupilas, en sus negruras mis negruras, rostros acortando distancias, labios mordiéndose de deseos hasta congregarse en el beso tan esperado; suave búsqueda de lenguas, lamidas de felinos en celo, ronroneos entre llamas, caricia de bocas y la unión apasionada, enloquecida, enamorada.

 

 

 

 

"Somos espejos amada"

"Somos espejos amado"

 

 

 

 

Perversos, sí... somos Perversos. Recorremos el camino hacia las oscuridades sin temores ni limitaciones, nos mecemos en el filo de la vida y disfrutamos de las heridas que se abren. No le escapamos a nuestros instintos, no renegamos de nuestras esencias, no huimos de las fauces de los deseos más mórbidos. No somos hipócritas, saben bien a lo que me refiero. Vivimos con la muerte asegurada y el placer latiendo en los pechos, vivimos cada instante como si se tratase del último. Vivimos querido lector, VIVIMOS.

Un movimiento entre nuestros cuerpos, tos que deshace al silencio. Es Mara que recupera lentamente el conocimiento. Se abren sus párpados y el celeste resquebrajado en rojo se encuentra con ese, nuestro beso apasionado. Le arde su sexo, aún es invadido por espasmos esporádicos mientras chorrea el semen derramado en su interior. Se siente aturdida, dos senos que se aplastan en su espalda, el rostro empapado de un sudor que no es el suyo y su mirada de terror al reflejarse en el filo plata de la navaja bajo mi mentón. Que frágil e insulsa se torna una persona cuando descubre que los sueños no saben igual al ser vividos, que decadente es oler esa desesperanza que los embarga al descubrirse débiles.

- ¡¡¡Hijos de puta!!! están locos – grita aterrada una y otra vez con su rostro desencajado, demonio rubio rebosando ira. "Deberías agradecer que al menos puedes sentir odio, pequeña idiota" Apoya sus manos abiertas contra mi pecho y empuja para salirse de entre nosotros. El miedo tiene un olor particular y esta chiquilla apesta de él, lo suda, lo expira, lo derrama en humedad y aliento. Quizá creyó que podría envolverse de sombras sin mancharse el alma, pero no es lo mismo hablar de negruras que transitarlas.

Salta de la cama, cae de bruces sobre el piso. Su mirada se detiene en la perversidad de nuestros ojos, en los contornos de dos iguales y las imágenes comienzan a borroneársele, producto del llanto que la embarga. Se pone de pie mientras nuestras risas desaforadas estallan en sus oídos. Atónita observa las bocas abiertas, las gargantas rojas, los dientes blancos, esa perversidad que no puede entender – De que mierda se ríen hijos de puta, díganme que carajo les causa tanta gracia – reímos con más fuerzas, llora más desgarrada.

Corre por la habitación recogiendo su ropa, blancura desparramada por el suelo como la inocencia que ha perdido para siempre – Son unos enfermos, hijos de puta... están enfermos – grita y llora "Me pregunto que es ser un enfermo para esta niña, pues en mi forma de ver las cosas, enferma es ella... viviendo sin vivir, amputándose los deseos, escondida tras una muralla de inhibiciones, perdiéndose en una vida minúscula, desvalida, inútil."

Y los amarillos en los negros, y las llamas del odio en las hogueras del amor, y el beso apasionado. Perversos abrazados hasta el fin de los tiempos, nacidos para enlazar sus oscuridades. El filo plateado se pasea a través de mi cuello para alojarse en el hueco de mi pecho, dibuja una equis "Soy tuyo, eres mía" Ximena sonríe y me besa en los labios introduciendo salvajemente su lengua dentro de mi boca.

Y entre nosotros la imagen de aquella espalda blanca dirigiéndose hacia la salida mientras se acomoda el vestido y tropieza con mis pantalones "No vayas a caerte pendeja" No movemos ni un sólo dedo en tratar de detenerla, no hace falta. Nuestra marca de sombras ha quedado grabada para siempre en su alma.

La mano sobre el picaporte, gritos, insultos y más llanto. Reímos ahogados en el beso casi demoníaco, extasiados, poderosos. El golpe seco de la puerta nos deja a solas con nuestras negruras, esas de las que nadie regresa... y en el beso impregnado de odios, la más profunda entrega.

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