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Todo Por Jim Morrison

en Lésbicos

Ella baila dentro de un aro de fuego y aleja el reto con indiferencia.-

James Douglas Morrison

 

 

Mis manos hurgan en la masa con atención desmedida... las palmas estiran, los dedos rehacen. La apoyo sobre el mármol gris de la mesada, y apelotonándola, la preparo para la lluvia de golpes que se le debe propinar, según mi madre. Comienzo el golpe desde abajo, elevando la mano, que en forma de martillo se acerca al techo. El descenso es rápido, y toma velocidad a medida que se acerca al punto de impacto. Pluf... se deja oír el estallido de mi puño sobre la bola blanca y homogénea. Tengo ahora, la mano enterrada en aquella blandura, como envuelta en las fauces de alguien. La vida es un puño incrustado en el fango de las elecciones, y sus consecuencias.

Mi cuarto se encuentra al final de un pasillo, que comunica con el living principal, a cada habitación de la casa. Una cama pequeña, un escritorio lleno de libros, un placard azul y cuatro paredes vestidas con laminas y fotos del Rey Lagarto, le dan forma a mi guarida. Ese es mi lugar en el mundo, el sitio en donde residen mis intimidades, el punto de encuentro con mis amigas. Un cartel con la frase "no pasar", cuelga de la puerta. Obviamente, esta dirigido pura y exclusivamente a mis padres, que a disgusto, acatan la orden.

A pesar de contar solo con quince años, tengo todo bajo control. Una muy buena posición económica, producto de un apellido de peso, me ha llevado a conocer medio planeta antes de tener mi primer menstruación. Mis estudios se han desarrollado en los mejores institutos del país, y en cada uno de ellos, formé parte de sus grupos selectos.

Sin animo de resultar una ególatra, no me sonroja confesar que soy hermosa... tanto que me han ofrecido cientos de veces, incursionar en el mundo del modelaje. No me place en lo mas mínimo ese universo de explotación... no me hace falta. Alta, piernas largas, una cintura que despierta la envidia de todas mis compañeras, una cola redonda y firme... resultado de horas de gimnasia, pechos incipientes pero provocativos, y una cara digna de ser parte de una propaganda de cremas humectantes, hacen de mí, a la chica mas deseada, al lugar que vaya.

En mi actual instituto, soy la reina escolar que más tiempo ha permanecido en esa condición. La corona ha sido otorgada democráticamente cada año, mediante el voto de todos los alumnos. Este año, la reelección se dio con cifras aplastantes... el noventa por ciento pensaba que era la más bella de todas. Que se joda el otro diez por ciento... me es indiferente este estúpido titulo. Pues, que se jodan también los que me votaron. Nada les debo. Solo a Jim.

 

- "Una vasta playa radiante y una fresca luna enjoyada / Parejas desnudas corren por su tranquila orilla / nos reímos como tontos niños locos, presumidos / en los cerebros de algodón de la infancia." Que hermosas palabras... solo él puede darle brillo a las palabras. Lo amo - y mis ojos se pierden en los pantalones de cuero negro, de mi amado Rey Lagarto, estampado en una foto al pie del poema.

- ¿Tanto te gusta Jim Morrison?. No lo voy a negar, el tipo está para amarrarlo a la cama y violarlo hasta el cansancio; pero seamos realistas, se encuentra en un cementerio parisino, a tres metros bajo tierra – asegura Xoana, mi mejor amiga, mientras se sienta en el borde de mi cama.

- En la sección sexta del cementerio de Pére Lachaise, para ser más exactos. Es un gigantesco camposanto que reúne a mas de un millón de difuntos, entre los que se encuentran grandes artistas y pensadores. – musito sin quitar la vista de mi bello monstruo negro vestido de cuero.

- Maldita perra, no me digas que también has estado en ese lugar.

- Claro que no. Cuando mis padres me llevaron a París, solo tenía siete años, y lamentablemente, desconocía totalmente la existencia de Jim. Simplemente lo sé, porque he leído hasta la ultima línea referida a él. Inclusive puedo decirte el tamaño de su pene – sonrío de lado.

- No puedes saber su tamaño – y devuelve la sonrisa.

- Claro que lo sé. Te he dicho que leído todo sobre él.

- Pamela, que puta eres – vociferó entre risas - ¿Cuánto medía?

- Lo suficientemente grande como para tomarla en su extensión con las dos manos, y no cubrir su largo.

- Mierda... eso si es un gran pene. Aunque no he visto los suficientes, como para comparar tamaños y formas. Tu, ¿has visto alguno?- pregunta llena de curiosidad.

Del interior de una caja de madera ubicada detrás de un oso de peluche, tomo un porro de buen grosor y lo poso entre mis labios, ante la mirada atónita de Xoana. Un encendedor con los contornos de un Jim con anteojos, le dará vida al misil de opio. Chiiic... la llama se eleva como si fuese una serpiente luminosa, presta a lamer al dulce capullo. Pito, hundiendo mis pómulos, apestando a mis pulmones. – No voy a mentirte, jamás he visto uno, salvo en videos o revistas. Pero si toqué, y hasta masturbé, el pene de algunos de los chicos con los cuales me besé, en alguna que otra fiesta de curso. ¿Queres pitar?

- Joder, ¿desde cuando fumas marihuana?

- Xo, ¿queres o no?

- Dámelo – lo toma entre sus dedos y lo lleva a su boca. – Es que desconocía que estuvieses fumando esto. Pero volviendo al tema... ¿no has tenido tu primera vez?

- Si tanto te interesa saberlo, jamás un pene se hundió en las humedades de mi entrepierna, Aún no me han cogido como dios manda, o mejor dicho... como dios propone – mi amiga, absorta – Y no te sorprendas por ello, pues así lo he querido. Tengo mis motivos.

Me recuesto sobre la cama, mirando hacia un punto inexistente en el techo, mientras Xo me pasa el porro. – Lo que daría por hacerlo con Jim. Juro que le entregaría hasta el ultimo rincón de mi cuerpo – la cabeza del cigarro prohibido se enciende al darle una profunda pitada. – Me calienta mucho pensar en él. Joder, ni vislumbras cuanto me calienta.

- Sos tan hermosa, tan perfecta, tan mujer. – agrega Xo - No es posible que exista un solo hombre en este mundo, capaz de no caer rendido ante tu belleza. Si te sirve de consuelo, seguramente Jim lo haría contigo, sin pensarlo siquiera una sola vez. ¿Me pasas el porro?

- Viciosa... eres una diablilla; no quiero ser la creadora de una nueva adicción para ti. Tómalo, pero con calma.

- Nada de adicción. Si tú lo haces, ¿por qué no podría hacerlo? – Así somos las adolescentes, jamás queremos ser menos, y no nos importa que esté en juego, con tal de cumplir a rajatablas aquella extraña regla. Admito que fumo desde hace un par de años, y a escondidas del mundo correcto que me rodea; es el vicio que me une a mi amado, nuestro vínculo cósmico.

- "La cama aparece como una blanca barcaza fúnebre de mariposas, en un extremo de la habitación, adornada con redes y velas. Somos forajidos"... bueno, en nuestro caso, forajidas – recito al viento.

- ¿Qué dices?. ¿Eso causa el fumar esta porquería? – dice Xo, entre risas y ojos rojos.

- No idiota. Es el fragmento de un poema Jim. Esta cama, esta charla, las fotos, el ambiente... el conjunto hizo que la recuerde. No sé... es que dijiste que te parecía hermosa, perfecta, muy mujer. Pienso exactamente lo mismo de ti.

- ¿Hermosa yo... perfecta?. Pamela, no te burles. Lo he comprobado, ya no quedan dudas... tía, estas totalmente drogada – dijo mofándose del comentario. Claro que no estaba drogada; un porro fumado entre dos, no provoca más que un leve enrojecimiento en los ojos. Lejos estaba de ello.

- No me estoy burlando, ni estoy drogada – afirmo, mientras la recorro con la mirada – Simplemente te observó, y no puedo obviar lo bella que eres. ¿Es eso un pecado?

- No, claro que no lo es; solo que no estoy acostumbrada a oírlo - dice, con una sonrisa que refleja su timidez - Gracias, viniendo de la reina del instituto, es más que un halago.

El ambiente se impregnó de miradas furtivas, sonrisas forzadas, profundos silencios; creando así, un clima de marcada tensión. Jim observaba provocativo, desde todos los puntos del cuarto... con sus ojos negros desafiando a quien lo mirara, con sus labios carnosos prestos a posarse sobre la piel del deseo. Una botella vacía de whisky, se asomaba por debajo del escritorio; hasta podía presentir la existencia de una gota añeja, colgando desde el borde de su pico. Y Xoana, debatiéndose entre el asombro y el espanto; envuelta en un manto de nervios. Sus dedos sobando con suma prestancia, la suavidad de sus rodillas, y sus ojos inquietos, sin saber como diablos hacer, para evitarme.

 

" El clima se alteró como una danza visible / Mujeres de la noche / Maravillosos sacramentos de duda / Saltaron amenazadoras en explosiones de miedo y culpa / en el socavón del útero bajo el cinturón de la bestia"

- No lo dudes, es más que un halago. Y ya que estamos en ronda de confesiones, me place decirte algo – Xo abre los ojos sin saber ya que esperar - Debajo de esa blusita, te traes dos pechos de perfecta redondez, mucho más grandes que los míos; siempre quise saber como se verían tus pezones.

Profundo silencio, palabras atoradas, palidez tiñendo su rostro; totalmente desorientada y confundida - Pamela, ¿estás loca? No pretenderás que te muestre las tetas. Lo haría mientras nos bañamos en el baño del instituto, pero aquí me resulta totalmente fuera de lugar.

- ¿Qué tiene de malo querer verte los pechos? Si me llevo por lo que insinúan, deben ser magníficos; por lo tanto me parece tonto, que esto te ruborice – observó como comienza a dudar, mientras le doy la enésima pitada al porro.

- Pechos magníficos, belleza y perfección... pero tú eres la reina.

- Niña, que eres humilde y complicada. Te digo que tienes un par de tetas dignas de ser vistas, y sales con esa modestia eclipsándolo todo. Pero que va... tanto pensar en el largo pene de Jim, hizo que me caliente más de la cuenta.

- ¿Que quieres que te diga?. Jamás pensé que me dirías esas cosas; mucho menos que pretendas verme las tetas – dice con una tímida sonrisa en su cara.

- Pues no le veo nada de malo; inclusive no tendría problemas en mostrarte las mías. Pero no te compliques... déjalo así. Solo que necesito el pene de alguien entre mis piernas. Manos que recorran todo mi cuerpo, besos que saliven cada rincón de mi piel. Me place sentir la dureza de una buena pija, enterrándose entre los labios de mi vagina. Testículos acariciando los muslos mientras gozo con una santa penetración. Pero basta de esto, que voy a terminar masturbándome aquí mismo – tras desnudar mis más profundos deseos, me incorporo... quedando sentada en el centro de la cama, con las rodillas apuntando al techo, pegadas a mis hombros. Mis faldas cortas, dejando ver el dibujo de mi vagina, bajo la tela blanca de mi ropa interior. Claramente, podía verse como el hilo de la tanga se perdía entre mis muslos. Xoana estaba boquiabierta... no podía creer lo que sus oídos habían escuchado. Mucho menos, la visión que le estaba ofreciendo.

- No sé que decirte. Me has tomado por sorpresa; en mi vida imaginé oír de tus labios tales cosas – musita, como si las palabras se negaran a salir de entre sus labios.

- No digas nada. Solo anímate a mostrarme tus pechos... hazlo por tu amiga, please – y con una sonrisa inocente, junto las palmas de mis manos a la altura de mi mentón, en posición de rezo.

- Que eres jodidamente persuasiva. ¿Alguna vez te han dicho que no? Mejor no respondas – se arrodilla sobre la cama, mientras le doy la pitada final al porro – Prohibido reírse, opinar en contra, chismorrear lo ocurrido, y tocar... ¿Ok? – aclara.

- A todo que sí... lo juro por el automóvil de mi hermoso Jim– y elevo mi mano, a manera de juramento.

- Pues bien, ahí voy – agarra los bordes de su blusa y tira hacia arriba. No creí que fuera tan sensual ver a una mujer quitarse la ropa; la pausa, la tierna timidez con que lo hacia, realmente convertía al instante, en una perfecta muestra de erotismo.

Como suponía, no llevaba sostén, y sus pechos, grandes, redondos y firmes, se ofrecieron a mi vista. La blusa cayó hacia un costado de la cama, y el rostro incendiado de Xo, pretendía llevar su mirada hacia cualquier parte, salvo a mis ojos. Sus pezones se veían preciosos... círculos oscuros de piel erizada, protuberancias de perfecta redondez.

- Me has dejado sin palabras – digo mientras mis ojos no abandonan ni un segundo, a sus tetas – Realmente me has dejado sin palabras – repito, esta vez... casi en silencio.

- Gracias... no creo que sea para tanto, pero igualmente te lo agradezco – dice.

Sin abandonar mi posición de rodillas en punta y piernas levemente abiertas, me acerco a ella, que permanecía inmóvil, sentada en el borde de la cama. – No tienes porque agradecerme nada... solo estoy diciendo la verdad – las distancias se acortan cada vez más... tanto que siento el aroma de su aliento mentolado, en mi rostro.

- Pam, no me asustes – dice sin alejarse un centímetro.

- No es mi intención asustarte. Tan solo, como te dije antes, hablar de Jim me calienta sobremanera; y como sé que en este momento, un pene no puede satisfacer el ardor que llevo entre mis piernas... me encantaría que lo hagas tu.

Se detienen los relojes, se ahogan los latidos... aceleran su ritmo, mientras la sangre fluye con mayor rapidez, y espasmos imperceptibles comienzan a tomar, cada centímetro de nuestros cuerpos. Si los ambientes llevaran el color de las sensaciones, este seria rojo carmesí; claro que sí.

- Pamela, ¿has enloquecido?. Soy una mujer... tu mejor amiga. ¿Qué no ves?

- Mi mejor amiga, una mujer hermosa, jodidamente modesta. Una mujer que no puede evitar mirarme la vagina – abro mis piernas mientras se lo digo. – Una mujer que se excita con el solo hecho de imaginarme mojadita. ¿O me equivoco?.

- No sigas. Estas totalmente loca – dice con palabras, lo que no puede evitar con los hechos.

 

"Recreemos el mundo / El palacio de la concepción está en llamas / Mira, contempla como se quema / Toma color junto a los carbones calientes / Eres demasiado joven para ser vieja / no necesitas que te lo digan"

 

- Debes comprender que no existen limites para los deseos; los ardores reclaman, y no podemos desoírlos – le digo, clavando mi mirada en el fondo de sus pupilas – "El momento de dudar ha pasado / No es tiempo de revolcarse en el barro / Inténtalo, solo podemos perder", es la idea acertada de Jim, plasmada en uno de sus temas; no se pierde nada, si nada tenemos. Xoana, él nunca se equivoca... te deseo, me deseas... y no podemos escaparle a eso.

- Basta Pamela... te ruego que no sigas. Quizá lo mejor sería irme antes de cometer un grave error, del que nos arrepentiremos toda la vida – las palabras que escupe le ordenan, retirarse de la cama, pero su cuerpo no las oye; puede más el deseo... la lujuria asesina cualquier atisbo de razonamiento. Sus rodillas permanecen hundidas en el colchón, y sus pechos ofreciéndose a mis ojos.

- Xo... no hables más, no tiene caso. Me place tocar tus pezones – digo acercándome lentamente hacia ella.

- No me hagas esto, por favor. Además, lo has jurado por el automóvil de Morrison – dice con una sonrisa forzada.

- Xoana... mi Rey Lagarto jamás tuvo automóvil.

- Eres una jodida mentirosa – dice antes de sumirse en un silencio permisivo.

Apoyo las yemas de mis dedos sobre aquellos pezones oscuros, y para mi sorpresa, noto que se encuentran erectos, cálidos, expectantes. Los acarició dulcemente, haciendo círculos, despertando a la furia del volcán en su interior; anular e índice se ocupan de pellizcarlos y frotarlos. Era delicioso verle el rostro mientras lo hacía, pues en su afán de ocultar su excitación, mordía sus labios, arqueaba la espalda, fruncía sus ceños.

Me alejé unos centímetros, apartando a mis dedos de su caliente labor; ella continuaba con sus ojos cerrados, y los ceños fruncidos. Sin previo aviso ni palabras de por medio, me quité la remera, dejando mis pechos libres en su desnudez. Inmensa fue la sorpresa que se llevó, al verme de esa manera... y digo inmensa, porque sus ojos parecían salirse de sus órbitas.

- Ahora te toca a ti – le digo, y apoyando mis manos sobre el colchón, sonrió de lado.

- ¿Pretendes que te toque los pechos?

- Pretendo que hagas lo que más te plazca. Soy toda tuya

- No puedo hacer esto. Mejor me voy – razona, no así su cuerpo, que ni se inmuta.

 

"Bailad ahora o morid impecables y gordas / en vuestros apestosos asientos / con el cinturón aún puesto para el vuelo"

 

- Te hubieras ido, si así realmente lo deseabas. Vamos niña modesta, haz lo que te plazca.

Fue en ese instante cuando sus manos se posaron en la turgencia de mis pequeños pechos, abarcándolos en su totalidad; apretujándolos con enorme deseo entre sus dedos inquietos. Mis pezones se hincharon al punto de amenazar con estallar de placer, y una serie de minúsculos espasmos surcaron mi cuerpo, de pies a cabeza. Mis rodillas permanecían apuntando al techo, solo que la excitación provocó que incliné mi cuerpo hacia atrás, dándole sin dudas, una perfecta visión de mi carnosa vagina marcándose bajo la ropa interior.

- Xoana, me encanta sentir como manoseas mis tetas; no creí que eso me excitara de esta forma – y la miro con aquella mirada que la lujuria logra en las mujeres.

- No digas nada; las cartas están sobre la mesa. Estamos varadas en el punto sin retorno, y de nada sirve arrepentirse. Has dicho que haga lo que me plazca, pues solo calla y déjate llevar – dijo sorprendiéndome como nunca pensé que lo haría. Nada es incorruptible, nada es imposible, absolutamente nada es invariable; menos cuando la razón se disputa en las entrepiernas. La maldita perra había tomado la iniciativa, convirtiéndome en el objeto de sus deseos.

Se agachó, llevó su rostro a la altura de mi panza, e introdujo delicadamente su lengua dentro de mi ombligo, para lamerlo de manera excitante. Sus manos tomaron los bordes de mi falda, y tirándola hacia arriba, la dejaron enroscada alrededor de mi cintura. Postal erótica la que sus ojos disfrutaban, pues mi cuerpo inclinado hacia atrás, mis codos enterrándose en el colchón, mis rodillas en punta, y mis piernas abiertas, ofrecían el ardor que se alojaba entre mis piernas.

Cerré los ojos, y la imaginación me llevó hacia los aposentos de mi amante cósmico, la bestia de cuero negro, la serpiente del pecado. Anteojos negros ocultando el fuego de sus ojos penetrantes, cabello brillante al viento, sonrisa sarcástica... el chaman del sexo apocalíptico, empuñando su enorme falo, frente a mi desnudez. Jimbo, te amo... por ti lo haré todo; no me importa nada más que tu figura obscena. "La política del éxtasis es real" decías mientras cogías con cuanta puta se cruzaba en tu camino; son tus palabras el resplandor de la verdad, pensé.

Cálida brisa sobre mi pubis, y una opresión en los labios de mi vagina; la boca de Xoana comenzaba a sobarme con dulzura, las partes más calientes y mojadas, aún atrapadas bajo la tela de la bombacha. Con su mentón, ayudaba a comprimir y descomprimir sobre el dibujo de mi sexo. Inmenso el placer recorriendo cada hendidura de mi cuerpo, innumerables las pequeñas descargas que alimentaban a mis ardores.

- No esperes más; chúpamela por favor. Necesito sentirte con urgencia – le rogué abriendo mis piernas al máximo, y aplastando mi cabeza contra el colchón.

Sus manos tomando los bordes de la bombacha, para llevarla sensualmente hacia abajo, sin apuros; y su respiración acelerada sobre mi abierta vagina, provocándome escalofríos y una avalancha de placer. Ese fue el comienzo del fin, pues una mujer me estaba iniciando en el arte del orgasmo entre dos.

 

"Fuimos descendidos interminablemente desde un profundo sueño / despertados al fin del día por guardianes preocupados / y conducidos a través de la selva bañada en rocío / hacia la rápida cima, con vista al mar"

 

Como una daga caliente y húmeda, su lengua arremetía contra mi pubis, mi entrepierna, la línea de mi vagina, el comienzo de mi cola... todo era placer y más placer. Las yemas de sus dedos se enterraban en mis muslos, apretándolos con la desesperación del éxtasis; abriendo a mis nalgas para dejar totalmente expuesto a mi palpitante ano, como nunca antes lo habían hecho. No pude evitar comenzar a jadear sin parar... en ese momento, nada me importaba en el mundo mas que aquella lengua indiscreta y viciosa.

Cuando esa serpiente carnosa y caliente, hizo presión contra mi vagina, y se introdujo entre mis labios... sentí que el universo colapsaba, y yo junto a él. Quise jadear por enésima vez, pero solo pude emitir un silencioso acezo, abriendo mi boca y cerrando los ojos. Estaba lamiendo dentro de mí... podía sentir como entraba y salía, como se movía en forma circular, apretándose entre mis paredes interiores. Comencé a moverme contra su cara... llevaba y traía a mis caderas, se arqueaba mi espalda, se doblaba mi cintura, se hundía mi abdomen... desfallecía de excitación.

Alcé la mirada por sobre los hombros de Xoana, y vi lo obvio; también estaba que explotaba de calentura, pues mientras me devoraba la entrepierna, introducía los dedos en su vagina a gran velocidad. Eso me excito aún más. – Mi amor ¿te gusta? – le pregunté entre jadeos.

– Me calienta sobremanera chupártela – respondió, sin quitar su boca de las humedades de mi sexo.

Un grito lujurioso se soltó desde mi interior cuando tomó entre sus dientes, a mi inflamado clítoris, y lo apretujo suavemente. Mis manos se aferraron a las sábanas tal cual garras, y mi rostro dibujo miles de expresiones, todas referidas al éxtasis y sus fuegos. Otro grito, el padre de todos los anteriores, se dejó oír interminable, delicioso; y el estallido de la lujuria se derramó en la boca de Xoana. Acabé como nunca antes lo había hecho, empapándolo todo con el mar de mi interior.

Mis piernas cayeron vencidas, mi boca permanecía abierta y seca; mi dulce amiga se encargó de lamer todo vestigio de humedad, mientras acababa entre jadeos y espasmos. Abrí mis ojos y se posaron en una foto de mi Jim, en la que estaba sonriendo. Mi amor, por ti... todo por ti.

- Xoana, ha sido una gran noche – le dije.

- No tengas duda de ello – dijo mientras su rostro cansado, se apoyaba en mi panza plana.

 

 

Mi mano permanece enterrada en aquella blandura, como envuelta en las fauces de alguien. Claro que si, la vida es un puño incrustado en el fango de las elecciones, y sus consecuencias. Un par de golpes más, y la masa estará lista para visitar el horno.

Suena mi celular... es mi profesor de historia, un loco adinerado que no sabe otra cosa que enseñar por las tardes, y pajearse por las noches.

- Hola profe, ya tengo el vídeo casero que me pidió... Usted me dijo sexo entre dos mujeres, pues lo tendrá; obviamente debe abonar la cifra acordada... claro que confío en usted, pero primero el dinero... Ok, hoy a las cinco en el bar de siempre. Nos vemos. Bye.

Viejo pajero, una fortuna por un simple vídeo casero. Pero todo sea por ti, mi amado Jim... la semana que viene ya tendré el dinero, que mis padres se rehusaron a darme, para ir a visitarte. Besaré tu busto pecaminoso, y prometo coger como una loca, sobre tu tumba... allí será mi primera vez, como te lo prometí. Te amo.

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