Podría suponerme inmensamente triste en esas lunas cuando en vano te espero sentado al borde de una cama helada de ausencia o en las tibias aguas de la nostálgica bañera, pero es inútil, vos impregnaste a mi alma con el vital aroma de la sensación más poderosa que jamás haya sentido... esa que me devolvió el ensueño y la felicidad.
Sublime fue toparme con vos en esta vida, en esta vorágine brutal que nos acerca, en esta diferencia de sentimientos que nos destruye y nos deja con las manos vacías, los labios sin besos que valgan la vida, sin latidos que esgriman motivos.
Sublime poder evocarte hoy en la distancia y emocionarme, y sentirte, y desearte, y casi casi casi olerte en esta memoria inaudita que me acorrala entre las cuerdas de tu olvido sabido pero por mi no asumido. Hasta puedo humedecerme las manos en el torrentoso río de tu lujuria y quemarme en la hoguera de tu entrepierna... puedo, aunque parezca una mentira más de las tantas que te he propinado.
Sublime desearte en la no posesión, en el imposible que golpea pero no mata, en la seguridad de que no habrá vuelta de página, y a la vez poseerte como un pétalo de rosa que aroma permanentemente tu dulce recuerdo.
Sabes... creo que uno resigna los mejores latidos a los acontecimientos, a los adioses de mierda que se prenden del sístole y tiran hacia abajo, al final de un solo punto y ausente de los otros dos que lo hagan suspensivos.
Uno se acostumbra a la no perpetuidad de las cosas, a que hoy amor, mañana camas vacías, a no trascender los límites, a no aferrarse para no sufrir... que hipócrita somos.
Yo conservo en mis manos cada centímetro de tu piel, los relieves más precisos, las curvas más osadas, la temperatura, la humedad, la textura, en mi boca el sabor a eternidad... esa eternidad tan efímera, la cálida saliva lloviendo sobre mi ingle, el sudor de la pasión y la incomparable dulzura de tu corazón que me ha mostrado el camino hacia la felicidad.
Yo conservo el silencio y las palabras, tu quejido, tu suspiro que profundo se desliza a través de mis hombros, tu respiración al galope, tu inocencia incendiada, tus hielos también, quien no los tiene.
No tengo un solo reproche para vos, ni siquiera por tu ausencia, ni siquiera por tu partida, menos por este hoy que me devora la vida sin pena ni gloria... y es que pensarte es tan embriagador, tan necesario, que arrasa con cualquier dolor.
Gracias por arrancarme el corazón y mostrárselo a mis ojos, por enseñarme el camino, por guiñarle un ojo a mi gris soledad.