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El que viaja a dedo

en Amor filial

Me gusta viajar y perderme en la sensual inmensidad minimizada de los mapas, sentirme despojado de raíces, paria en cada punto que piso, libre con cada parpadeo. Me sedúce mirar las líneas de la carretera y comprender que la libertad es como el horizonte. Lejano, inalcanzable e irresistible... a tal punto que vale la pena ir por ella cuéste lo que cuéste, séa como séa.

Asi voy por los caminos de la vida y de la muerte, cortándo raíces, arrancándo pequeñas eternidades, despojándome de todo lo que pudiéra aferrarme, al fin y al cabo, aferrarse es perder la libertad... el horizonte más allá de la carretera.

Amanéce en el desierto patagónico, gran estepa árida de fuertes vientos provenientes de las moles andinas. Demás está decir que hace frío... mucho frío, suficiente como para creer que perdí mi naríz en la parada anterior, pués no la siento, al igual que a mis dedos, que supuéstamente descánsan en el interior de unos guantes negros de lana dentro de los bolsillos del camperón gris. Y aún así el sol brílla sin nubes que se interpóngan con su grandeza... es rara la estepa patagónica, como la vida, como la libertad, como los horizontes.

Estoy de pie al costado de la carretera, espectánte... a la espéra de algún aventón salvador. A lo lejos un automóvil reflejándo al sol sobre su techo y abriéndose paso entre las aguas de un espejismo creado por éste. Levánto la mano a la altura de mis hombros y estíro el pulgar en toda su dimensión... corrobóro que no perdí mis dedos en el pueblo anterior y me alivia en cierto modo. Mis anteojos negros reflejan los contornos del automóvil acercándose... espéro que páre, por éstos lares es raro ver automóviles pasar con menos de una hora de diferencia entre uno y otro, y ése es un tiempo que no quisiera esperar, al menos, en esta fría mañana.

El automóvil, una coupe Megáne amarilla como los cabellos de Meg Ryan, se detiene metros adelante dejándo una nube de gris polvo tras de si. Córro casi en cámara lenta hacia el vehículo hasta llegar a él. Me asómo a la ventanilla del acompañante, míro hacia adentro sin decir palabra alguna y mis ojos se encuentran con un tipo de unos 40 años al volante y una chica en el asiento trasero, bastante menor que él, tal vez de unos 20 años, que apoyaba su mentón en la cabecera del asiento.

"Hola vaquero, a dónde vas?". Pregúnta el conductor ofreciéndome una blanca sonrisa amistosa de mil dientes mientras con sus manos se aférra al volante y tíra su cuerpo hacia atrás, como queriéndose pegar al asiento.

"A donde séa". La respuesta se deja oír parca y fría como el mismísimo viento que azóta a éstas tierras o el filo plateado de una navaja que añóra la sangre. Mi tupida barba ocúlta a mis labios, que no sonríen. Y tras mis anteojos oscuros, mis ojos observándo.

"Ok, subí, nosotros vamos hasta Gobernador Gregores, así que si no te parece mal, te dejámos ahí". La sonrisa ya no es de mil dientes sino una leve mueca parecida a una desdentada sonrisa de lado. La chica me míra sin ofrecer ninguna emoción, pareciéra disgustada por algo ajeno a mi, quizá el padre o su amante en su defecto, le negó un buen desayuno patagónico. No la cúlpo. Abro la puerta y súbo. El automóvil arránca y retóma su viaje, ya conmigo como pasajero.

"¿Cómo es eso de que vas a dónde séa?. Imagino que tendrás un destino fijo o al menos, pensádo, no?". Ya véo, el tipo es de los que preguntan todo durante el viaje, odian el silencio o las buenas canciones de la radio, quieren saber donde nacíste y hasta cuándo fue la primera vez que te la chuparon. Es aceptable si el viaje es relativamente corto... éste no lo sería, por lo tanto, estaba jodido si pensaba que soportaría su metralla de preguntas idiotas.

"¿Realmente creés que tendríamos que tener todos un destino fijo o pensádo?. Simplemente me déjo llevar, el lugar es lo de menos, la cuestión es tratar de alcanzar el horizonte y hasta dónde se, éste no termina en Gobernador Gregores." Lo miro y el tipo sonríe con su mirada al frente mientras asiente con su cabeza sin decir palabra alguna. Atrás, la chica míra hacia su ventanilla mientras pása el monótono paisaje de estepa.

"Eso es imposible, ¿alcanzar el horizonte?, es absurdo y perdonáme que lo diga, pero no puedo entender cuál es la méta si es que la tiene". Sigue con su sonrisita amistosa y la mirada al frente, pegada en las líneas de la carretera. Sus manos aferradas al volante como garras de cuervo en el hombro de un niño se reflejan en mis anteojos oscuros, luego su sonrisa.

"¿Me estás escuchándo?". Mi voz se tórna aún mas fría y con vestigios de una furia contenida provocada por personas que se limitan a lo que la sociedad propóne, corderos en los campos de lo establecido que beben de las aguas del único río permitido, negándose así la posibilidad de sumergerse en el océano que se nos ha regalado por ley divina o por naturaleza asumida.

"No te está escuchándo, él no sábe hacer semejante cosa, carece de la gracia de oír el mensaje y solo recibe las palabras". La ofuscada vocecita proviene desde el asiento trasero, es nada más y nada menos que la ninfa que hasta ese momento no había emitido palabra alguna, y a la cuál solo le había echado un vistazo antes de subir al automóvil. Giro mi cabeza hacia ella y mis anteojos la reflejan por sobre mis hombros. El conductor continúa con aquélla maldita sonrisa dibujada y con su mirada pegada al gris asfalto sin siquiera escuchar a su dulce acompañante.

"¿Cuál es tu nombre?". Deseo saber quién es la dueña de aquélla voz . Giro por sobre mi cintura hasta prestarle toda mi atención a ese angelito de cabellos dorados cayéndo apacibles sobre ambos lados de su inocente rostro. Unos ojos celestes como un primaveral cielo sin más nubes que sus pistilos oculares invitan a mis deseos de querer volar en ellos. La leve sonrisa contorneándose en sus labios me obligan a derramar sobre ellos mi mirada.

"Sabrina... mi nombre es Sabrina, pero podés llamarme Sabrina". Su sonrisa (la más luminosa que jamás he visto), se encuentra envuelta entre tules de inocencia y agujas de picardía. Su mentón perfectamente femenino por los suaves rasgos cáptan mi atención y obligan a bajar aún más mi mirada. Un cuello fino se refléja en mis oscuros anteojos, luego una musculosa blanca como la espuma del mar insinúando dos pequeños pechos de perfecta ondulez que lo hacen presa de mis deseos más voraces. Vuélvo la mirada hacia el cielo de sus ojos. El conductor aferrado al volante yáce sumergido en su silencio de sonrisita idiota.

"Sabrina... existe un poema, el más bello de todos, escrito con sangre y latidos / no sabía su nombre pero créo que ya lo sé". Hipnotizado por su belleza, perdido en cada línea de su rostro, siento que no existe nada más en el mundo que la parte trasera de ese automóvil y aquél ángel que lo habita. Ella sonríe y levemente baja su rostro sin quitar sus ojos de mi oculta mirada.

"Eso fue hermoso... apuésto que se lo decís a todas las chicas que acarician tu misterio. ¿Acáso puedo saber como te llamás?". Realmente siento que mi otro yo, mi parte perdida, descánsa dentro del cuerpo de esa criatura. Definitivamente nada existe a nuestro alrededor... todo lo demás es una burda mentira, un espejismo sin sentido.

"Billy... mi nombre no es Billy, pero podés llamarme Billy". Por primera vez súrge de entre mis labios una leve sonrisa rodeada por mi crecida barba de chamán . Ella asiente con la cabeza y nunca déja de mirar hacia mis ocultos lagos oculares mientras se muérde el labio inferior. ¿Dónde estabas cuándo te necesité?... ¿Porqué no aparecíste antes de tanto caos y final?, no estaría escapándo de mi mísmo como lo hágo, jamás hubiése transitado el camino de perdición que transito... piénso y la míro. Con sus ojitos oceánicos parece responderme... no importa el pasado, ya es hora... ya es hora. De pronto una metralla de carcajadas estálla dentro del automóvil rompiéndo en pedazos aquélla perfecta conexión de almas. Es el conductor que sin su sonrisita insoportablemente complaciente y arrancándo su mirada de la carretera para llevarla al asiento trasero le grita enfadadísimo a la chica.

"Dios mío, resúlta que ahora la muy puta no solo puede hablar sino que también sonríe... y a un extraño". Es increíble como una persona amable puede convertirse de buenas a primeras en un perfecto hijo de puta. Ella quíta sus ojos de mi rostro y sin decir una palabra, lléva su mirada al tipo, le sonríe irónicamente de lado y vuelve a reflejar su atención en mis anteojos. Herido de muerte en el orgullo y más caliente que Bush observándo la caída de las Torres Gemelas, el tipo aminora la marcha, lléva al vehículo a un costado de la carretera y fréna.

"Puta de mierda, quién te crées que sos?. Conmigo nadie juega zorra hija de puta. Bajáte ya mísmo del auto... merecés morirte arrastrada y sola". El rojo en el rostro del tipo se diseminó con la velocidad de la luz hasta asemejarse a una paleta de frutilla incendiándose. Sabrina no quita su mirada de mis ocultos ojos y obsérvo como el celeste cielo de sus dulces ojos comienza a nublarse hasta convertirse en verdaderos cristales de agua que al rebosar, se derráman en finos hilos de lágrimas plata atravesándo la suave palidez de sus mejillas rumbo al mentón. Aún asi no abandona mi rostro, en el cuál se alója como queriéndo ocultarse dentro de él.

"No escucháste, bajáte puta rastrera, o querés que te báje a trompadas". Exasperadísimo el cabrón se dio vuelta por sobre su cintura para dirigir de lléno su lluvia de insultos a mi lastimado ángel de dorados cabellos.

"Basta, no me insultés más, estoy harta de esto... no te dás cuenta?". Y aquéllos hilos plata se convirtieron en torrentes teñidos de negro corriéndo por cada facción de tan bello rostro. Mis anteojos oscuros refléjan la imagen más dolorosa que jamás reflejáron... me muérdo el labio inferior pero permanézco sentado en mi silencio.

"¿No te querés bajar?... entonces lo hágo yo pedazo de mierda". El muy cabrón gira bruscamente hacia adelante para tratar de bajar del auto, quedándo sentado de frente al volante. Al hacérlo me obsérva con fuertes cargas de ira, puedo sentir como su odio se cláva en mi carne y transpása a mi espíritu. Abandóno lentamente el mar de lágrimas oscuras en el que me había sumergido, a ese bello rostro sumido en la tristeza, para enterrar de lléno mi mirada en los ojos de aquél pequeño hijo de puta.

"Y vos que mirás?. Con vos no es la cosa." Puedo oler su mierda interior, típico hombrecillo frustrado, engañado por la sociedad a la que venéra, exprimidos sus días a cambio de un sueldo miserable, sin sueños, vacío... sin un segundo más de futuro. Inmediatamente, como un refléjo de luz, aparece mi mano fuéra del camperón con una 38 color plata y la apoyo en su frente, entre ceja y ceja. Sabrina grita al ver semejante aparato de muerte. Ni me inmúto.

"Este es el fin mi dulce amigo / Este es el fin... tu fin / De tus planes elaborados, el fin / De todo lo que resiste, el fin ". Un dulce canto similar al canto de un indio acaricia mis labios y el The End de Morrison se derráma sobre los oídos de los allí presentes. Al terminar, sonrío de lado. El tipito tiémbla como una hoja al viento, seguramente se va a mear en los pantalones. Sabrina obsérva perpleja, atónita ante la imagen del arma en la frente del cabrón. El sol se refleja en ella... y el cielo, lo puedo ver.

"¿Estás loco?. Sacáme esa mierda de la cabeza idiota". Desde su frente comienzan a aflorar pequeñas gotas de sudor... seguramente un sudor frío que recórre toda la extensión de su espina dorsal hasta clavársele en la nuca. En sus ojos véo como se acérca el filo de una guadaña.

"Que ironía, pensar que tu horizonte se encuentra en Gobernador Gregores y aún así, no lo vas a poder ver". Sonrío y empújo aún más la 38 contra su frente, tanto que su cabeza se apóya contra la ventanilla del vehículo.

"Sabrina, decíle a éste loco que me sáque ésta mierda de la cabeza... por favor te lo pído". Espasmos enormes crúzan el cuerpo del tipito y el sudor empieza a chorrear sobre su rostro. Sus manos están levantadas a cada lado de su cabeza, con las palmas abiertas. Ya no sonríe, me pregúnto en que lugar de su flácido cuerpo estará el amable hombrecito de sonrisa idiota o aquél hijo de puta que insultaba sin tregua. Sabrina no emíte palabra, un silencio ensordecedor se alója entonces en el interior del automóvil.

"Tranquilizáte hombre y sacáme el arma de la cabeza, te podés quedar con el auto y con la mina, pero quitáme eso de encima, por favor te lo pído". Quién dijo que los hombres no llóran?. Quién cree aún que el llanto es exclusivo de las mujeres?. He visto llorar a más hombres que mujeres en toda mi vida, aunque parezca mentira, y los llantos iban desde unas pocas lágrimas hasta un incontrolable mar de ellas. Ese último es el caso del hombrecillo, lo imaginé. Sabrina permanece quieta en el asiento trasero, con sus ojos rodeados de lágrimas secas y rastros oscuros de su pintura corrída.

"Ya no te laméntes, solo estuvíste en el lugar equivocado con la persona equivocada. Así son las cosas, en cuestión de un segundo el azar puede doblar el curso de tu vida, no te parece?. Además, si tus ojos nunca viéron más allá de Gobernador Gregores, estuvíste cagado desde el comienzo". Apóyo el dedo sobre el frío gatillo y empújo el arma hasta clavar la nuca del tipito contra la puerta del vehículo. Cierra sus ojos lo más que puede mientras chílla como un niño sin su torta de cumpleaños.

"Estás loco hombre, realmente loco. ¿Quién carajo sos?". Inténta incorporarse llevándo su cuerpo hacia adelante pero deténgo su movimiento empujándolo desde la frente con la plateada arma. Con mi mano desocupada levánto levemente a los oscuros anteojos y le hágo un guiño de ojo.

"Soy un asesino fantasma presenciándo toda mi bendita sanción".

PUUUM

El disparo abrió la cabeza del tipito en dos y destruyó al vidrio de la puerta en dónde estaba apoyado. La sangre domina todo el panorama... todo se encuentra salpicado de ella, inclusive la musculosita blanca de Sabri que permanéce en su lugar sin decir nada. Su mirada se encuentra suspendida en algún punto dentro de su mente. La míro y sonrío... ella míra al cadáver, me devuelve la mirada y sonríe... si si, sonríe.

"Billy, siento que serías capaz de morir por mi. ¿Porqué?". Al decirlo, su tono de voz se imúnda de una ternura que me envuelve por completo hasta poseerme el alma mísma. Me pregúnto, ¿porqué no se encuentra espantada por la muerte de su acompañante... sería su amante, su padre o sólo un tipo que la aventaría hasta dónde a ella más le convenía?. No me gústa preguntar, lo detésto, cada uno es lo que es y hace lo que quiere. Sus motivos tendrá para no estar apenáda por aquél pequeño pelotudo. Llévo el arma hacia el bolsillo mayor de mi camperón, tómo un pañuelo del otro bolsillo y limpio las gotas de sangre pegadas en los cristales de mis anteojos. Acto seguido, estíro mi mano hacia ese perfecto rostro angelical y quíto con el pañuelo un par de gotas rojas alojadas en la frente de Sabrina.

"Eres mi chica, lo sé desde que te ví, así como sabés que soy tu chico desde que me víste. No existe una explicación lógica para ello... el amor no es lógico... es". Mi mano permanece aún en su rostro con la excusa de limpiarle la sangre del fiambre a mi lado. Sonríe y cierra sus ojos. Se levánta del asiento por primera vez desde que la vi y ocúpa a mis labios con un beso húmedo y cálido capaz de resucitar a un muerto... si, inclusive a éste chiquitín que yáce inerte y frío a mi lado. Ahora rodéa mi cuello con sus delgados brazos y el beso se hace más profundo. Nóto que está agitada, su respiración acelerada me lléva al quinto infierno, mi sitio predilecto. De pronto se sepára, desháce al beso y lléva su mano al picaporte de la puerta del automóvil para luego abrirla. Una vez afuera, se acérca a mi puerta y la ábre. Sonríe, no imaginaba que los ángeles sonrieran con la fogosidad de los demonios.

"¿Te gústa lo que ves Billy?". ¿Cómo pensar siquiera que podría no gustarme lo que estaba viéndo?. Su diminuta musculosa blanca ahóga a dos pechos redonditos de pezones erectos y su triángulo de Venús se oculta bajo una falda cortísima que apénas le cúbre su intimidad. Sabri se acaricia el cuello con sus dos manos para luego bajarlas lentamente hasta sus pechos a los que tóca ardorosamente apretujándolos entre sus finos dedos. Mientras lo hace muerde con súmo placer su labio inferior y cierra los ojos como conteniéndo en ellos todo el placer de su hermoso cuerpo en plena ebullición. Permanézco sentado con mis piernas fuera del automóvil, disfrutándo de tan excitante imágen con una terrible erección bajo mis pantalones que puede notarse a 30 kilometros a la redonda.

"Billy, quiero que saqués tu pija y empieces a masturbarte delante mío. Deseo ver como me deséas, las sensaciones que te causa el verme tan caliente por vos". Mientras lo dice se pellízca los pezones por sobre la musculosita con sus dedos y gíme como gata en celo en un baldío lléno de gatos alzádos. Desabrochó mi cinturón de tachas plateadas, desabotóno el gastadísimo pantalón de cuero negro y bajo la totalidad del cierre para luego arrojar mi prenda a un costado. El slip palpíta, láte de placer, necesita liberación... y se la doy. Entonces mi pene tieso y caliente aflóra desde mi desnuda entrepierna apuntándo automáticamente hacia el cielo patagónico. Lo tómo con una mano y desnudo al glande bajándo la piel que lo recúbre, ya rojo de gánas de aquélla ninfa. Al volver la mirada a Sabri, el quinto infierno se aloja entre nosotros y el ángel no es más que un demonio entre las llamas de la lujuria. Una de sus manos cruza la ajustada línea elástica de la diminuta faldita y arreméte fogozamente sobre su conchita.

"Mmm Billy, que caliente te póngo... y que loquita me volvés. ¿Querés ver?". Sáca la mano de entre sus piernas y véo como le bríllan los dedos producto de la humedad que emána desde su vagina. Instintivamente comienzo un súbe y baja de mi mano enrrolláda alrededor de mi pene y la carita de Sabri se transforma en la vivísima imagen de la calentura hecha mujer.

"Que rica se ve mi amooor". Su lengua se paséa por la totalidad de su labio superior y se arrodilla ante mi, dejándome una vista perfecta de sus hermosas tetas bajo aquélla musculosita. Póngo mis manos a cada lado de mi cuerpo y espero la dulzura de un gran beso negro proveniente de la boca que más deseo desde que tengo uso de razón, si es que el algún momento la usé.

Puedo sentír la calidez de su lenguita posarse sobre la amoratada cabeza dándome. pequeñas lamídas que lógran estremecer hasta el lugar más recóndito de mi cuerpo. Comienza a introducir la cabecita dentro de su cálida boca... mmm... si que se siente rico, que bien lo háce. Sáca el glande de su boquita y da largas lamídas sobre el duro tronco hasta los huevos, a los cuáles engúlle con devoción. Gíme, se desepéra, le encanta chupar pijas, lo percíbo, lo véo en cada embate de su boca, en cada sobáda de su lengua... mmm... ¿no será la diosa de las mamadas?, si no lo es, es su más fiel seguidora. La tómo de sus dorados cabellos y le clávo la pija en su boca... la empújo, la suelto, le estoy cojiéndo la boca y le encanta. Se la trága toda y no da ni la más mínima señal de que le moléste, al contrario, gíme aún más mientras sus manos se pierden debajo de la faldita, entre los mojados labios de su conchita.

"Que bien la chupás putita, no sabés que gánas de cojerte ya mísmo". Empújo mi cadera hacia atrás y desentierro la pija de su boca. Me mira a los ojos y es esa mirada, la de una auténtica perra calentona. Su boca colorada de chuparla se encuentra empapada de su saliva y mis fluídos.

"Cojéme Billy, quiero que me cójas como nunca lo hicíste. Soy una puta ahora, una puta necesita que la cójas... ya". La tómo por debajo sus brazos y la siento sobre mis piernas. Nuestras bocas se fúnden en un jugoso y acalorado beso... beso que se derráma en saliva por entre los labios. Con ambas manos le quíto la musculosita, que tras superar su cabeza y sus manitas levantadas, cáe al piso... lo sabía, no usa sostén. Emérgen entonces, sus pálidos pechos, copos de miel, redondos, en punta... pezones rosaditos, erectos... y los visito con mi lengua... los empápo de saliva en cada lamída, en cada mordisconcito en celo.

"Mmm Billy, como me ponés... ayyy mi amooor... ayyy". Le muérdo los pezones, uno, luego el otro... junto sus tetas y lo hágo con los dos a la vez... mmm, que tetitas tan deliciosas, se las comería todo el tiempo, se sienten tan tibias, tan calientes. Súbo su faldita y no me sorprende constatar que tampoco lléva braguitas... sin dudas es ella la diosa del sexo carretero, y la ámo. La acérco hacia mi pene hasta que éste quéda a solo centímetros de su vagina empapada, rosada y palpitánte. La levánto, ayudádo por ella, y apóyo mi caliente glande sobre la entrada de su conchita. Lo páso por toda la línea de sus labios empapándomelo de su humedad y hasta puntéo el agujerito de su culito. Asi un buen rato, sé que me lo va a pedir... se que se muére por sentír mi carne dentro de ella.

"Ayyy, ayyyy... dále hijo de puta, cojéme, no aguánto maaaaaaaaasss, ayyy".La déjo caer sobre mi mástil de carne ardiente y siento como se cláva toda en su interior, un interior empapádo y caliente. "Siii Siii, así papiiito, mmm". Se muéve como una loca sobre mi, en círculos, de arriba hacia abajo, parece como poseída por los demonios del placer y la lujuria, y eso me excita aún más, mucho más. Escúcho los ruidos que nuestras pieles lógran con sus humedades... chic chic chic... que bien cabálga, que perfecta jinete sobre la encendida montura de la entrepierna.

"Si puta, así, asiiiiii". Mis huevos mojados por la viscosa humedad chócan contra los labios de tan hermosa e insaciable conchita y el sudor se hace presente en nuestras pieles encendidas.. Estaba por derramarme cuándo ella mordiéndome el hombro y mi cuello grita casi en silencio y con mil suspiros alojados en su pecho.... "Mi amooor acabémos juntos... y ni se te ocurra sacárla". Una explosión emocional nos abárca, temblores zurcándo cada milímetro de cuerpo... ayyy ayyyyy... gritos al unísono y mi leche derramándose a chorros dentro de su concha... ayyy ayyyy.

No háce tanto frío y se debe a que los vientos patagónicos se han debilitado. Continúo sentado en el automóvil, aún Sabri sobre mis piernas... temblándo, como yo, inundados del silencio creádo cuándo las almas se separan de los cuerpos en el mismísimo instante de la descarga. Detrás de mí el cadáver del tipillo con la cabeza abierta y la sangre aún tibia pegada en su rostro de espánto.

Sabrina lo míra por sobre mi hombro, sonríe y me abráza... "Te ámo Jim, siempre te voy a amar". Lentamente sepáro a su perfecto mentón de mi hombro hasta quedar cara a cara. Un mar de lágrimas descienden desde sus ojos celestes como el cielo en primavera. Apóya la 38 plateada sobre mi frente, entre ceja y ceja, sin parar de llorar. Me la quitó en el abrazo... es igual a mi, debí suponerlo. ¿Cómo sabe que me llámo Jim?... no se lo preguntaré, no me gusta hacerlo... es más, créo que será mejor que no lo sépa. Y sonrío... ¿porqué no hacerlo?, estoy enamorada de esta chica, mi chica.

"Jim... éste tipo sólo me dio un aventón, no hice nada con él a pesar de que casi me obliga. Quiero que sépas eso, soy sólo tuya... siempre lo seré". Sus lágrimas rodándo por sus mejillas se refléjan perfectamente en mis anteojos oscuros, como si fuésen estrellitas en medio de la noche más hermosa. Sonrío aún más... no entiendo nada, pero al menos me áma.

"Mi rey, el amor no puede salvarte de tu propio destino". Camila... Cami, si... que ironía, mi propia hermana a la que no reconocí, obviamente disfrazada para la ocasión. Hace tanto tiempo no la veía, es tan hermosa. Hasta sus lágrimas son bellas, ¿cómo es posible que pueda una mujer convertírse de un día para el otro en la única, cuándo antes otra ocupaba supuestamente ese lugar para siempre?. Recuerdo a Pam, la sueño y laménto como lo arruíne todo... nadie túvo la cúlpa.

"Sacúde sueños de tu cabello / Mi niña hermosa, mi dulce / Estúve aturdido... liberáme, dáme paz". La 38 reflejada en mis anteojos oscuros tiembla sobre mi frente. El sol la hace brillar convirtiéndola en un halo de luz, en mi pacificadora.

"Cami... laménto como se dió todo, pero soy ésto, un mal chiste de los dioses, un payaso sobre las tablas de la muerte. Y te amo, lo sabés... pero jamás voy a cambiar". Muérde sus labios, imagino como su visión se distorsiona a medida de que un río de lágrimas cáen incesantemente desde sus ojitos... celestes como dos cristales que imitan el color del cielo. Ja, ¿cómo imaginarlo?.

"Jim, te amo...pero me converti en vos... soy una asesina fantasma presenciándo toda mi bendita sanción".

 

PUUUM.

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