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No te duermas

en Erotismo y Amor

"Duerme, mi dulce amor, descansa sobre mi pecho al son de los latidos que llevan tu nombre; ese lugar que te pertenece.

Duerme que la noche se derrama sobre nuestras pieles y la luna se refleja en esa lágrima suspendida en tu ojo izquierdo. Todo estará bien...

Te amo tanto..."

¿Qué es este nudo en la garganta? ¿por qué siento que el corazón se encuentra dentro de un puño que aprieta y no cede? ¿qué pretende mi alma al desear despegarse de mi cuerpo y perderse en el infinito? ¿por qué estas ganas de que me devore la tierra?

Se desdibuja tu rostro en la humedad de mis ojos, se pierden las líneas perfectas en el tremor de las lágrimas mordidas. Y tiemblan mis manos, los codos crepitan... aletean con persistencia soñando a ser alas de cuervo surcando el azul profundo del cielo. Pero no puedo engañarme, maldición... no es éste un vuelo en plenitud ni el temblor un aleteo de ensueño con brisa incluida. Rueda esa lágrima de tu ojo izquierdo a través de tu mejilla pálida... puedo verme en ella... puedo vernos...

"Te amo mi ángel"

Su cuerpo sobre el mío, presión deliciosa la de sus senos contra mi pecho; su vientre alojándose en mi abdomen, una pierna extendida entre mis piernas, la otra flexionada y clavando el talón detrás de mi rodilla. Los sexos mojados, reposando uno sobre otro luego de los fuegos, aún palpitando de excitación. El brillo de sus ojos enmarcados en un rostro moreno firmado al pie, por unos labios arqueados hacia arriba. Y el amor... ese sentimiento al que había renunciado por no encontrarla, por creerla mera utopía, un imposible. El amor ha nacido desde que la vi.

No existen palabras exactas que puedan describir sensaciones y sentimientos cuando se trata de nosotros, sólo esas ganas de tenernos siempre, de besarnos, de tocarnos, de hacernos el amor, de empaparnos en lujuria y pasión. Y estar sobre ella es... como decirlo... una muestra de que el paraíso bien puede estar en la tierra.

El perfume de sus cabellos, el olor a sexo rodeándonos, el calor húmedo de las entrepiernas, las caricias resbalándose en el sudor de las pieles. Y nuevamente mi erección, esta vez apoyándose a lo largo de su vagina. Un leve movimiento de caderas siguiendo la trayectoria de su hendidura con mi dureza y los latidos apasionados volviendo a levantar armas. Glúteos hacia arriba y luego el suave descenso entre suspiros y jadeos. Pupilas conectadas, mi nombre en su boca, el suyo en la mía y sus manos abiertas sobre mi pecho, empujándome hacia un costado, rodando a través de la cama, obligándome a quedar bajo su cuerpo.

Con las piernas abiertas, aprieta sus rodillas en mis muslos y en un vaivén de caderas restriega su vagina contra mi sexo. ¡Cuánto me excita!

"Mi amor, ahora duerme contra mi pecho, no temas, debes calmarte... estoy a tu lado... aprieta mi mano, entrelaza los dedos en los míos.

Duerme que nada ni nadie podrá separarnos nunca... recuerda nuestro pacto de eternidad... amor... no llores...

... por dios, no llores..."

Esa lágrima rodando en tu mejilla lleva como reflejo al dolor de mi mirada, y se ubica en la comisura de tu boca que empalidece a cada segundo. Fuerzas una sonrisa tibia mientras tu rostro se recuesta calmo en mi pecho. Mi mano derecha te sostiene la cabeza por sobre la nuca. Humedad caliente entre mis dedos, temblor que quiero evitar y no puedo... maldición, no puedo controlar a mi cuerpo trémulo, debo hacerlo... dame fuerzas mi amor...

¿Por qué a nosotros? ¿por qué justo cuando logramos unirnos para siempre? Nos hemos buscado toda la vida y las anteriores, siempre imaginando un rostro que sí existía... y ahora esto. ¿Por qué a nosotros mi amor? ¿tanto mal hicimos que no dejamos de pagar?

Jadeas en el afán de articular palabra alguna; tratas de llenar tus pulmones de aire y pasas la lengua por tu labio inferior. Te cuesta tragar saliva, aprietas mi mano y alojas tu mirada más allá de mis pupilas...

"No hables, mi todo... veo en tus ojos lo que quieres decirme. No hables que hasta en el silencio te siento y te entiendo"

Sus pupilas enterrándose en mis pupilas, esa mirada entre llamas y nubes debatiéndose en el ardid de las pasiones, elevándonos la temperatura como nadie más puede hacerlo. Dicen que los ojos son las puertas del alma... pues desde que nos conocimos entramos en el otro y allí nos quedamos.

Y levantando las caderas, busca con sus labios empapados la punta de mi pene mientras su rostro lujurioso dibuja una sonrisa de lado. Lo encuentra humedecido por líquidos propios y ajenos, lo pasea por toda la extensión de la vulva y presiona a la altura del clítoris. Gime apuntando su mentón hacia arriba... lo muerdo y gimo. Mis dedos se hunden en la perfección de sus glúteos y la empujo hacia mí. Me muero por penetrarla, muere por abarcarme en su interior, nos morimos por hacernos el amor.

Sus pezones se graban en mi pecho, los vientres forman uno solo y mi bálano se posa entre esos labios de fuego. Otra vez las miradas conectadas, otra vez las sonrisas extasiadas, otra vez el beso más esperado de todos lo besos. Labios contra labios, bocas impregnándose de alientos cálidos, lenguas batallando entre ardientes lametazos, beso glorioso de saliva y alma.

Y el glande empujando, labios que muerden su presencia, deslizamiento hacia el interior de su infierno encantador, gemidos in crescendo dentro de las bocas, pubis unidos, testículos apretándose contra el calor de su carne y el vaivén de caderas que marcan la penetración; el sube y baja, el placer limándola por dentro, acariciándome por fuera.

"Resiste mi amor"

Y la explosión dentro de ella, mi semen derramándose en su interior junto a su grito de éxtasis y su orgasmo. Beso hambriento, mordiscos en los labios, mi nombre entre jadeos desde su boca, su nombre agitado desde la mía y mil te amo enlazados en un abrazo eterno. Nos amamos, nada ni nadie podrá separarnos.

Tu mirada alojada más allá de mis pupilas, el intento vano de emitir palabra alguna. Muevo lentamente mi cabeza hacia los lados, no hace falta que digas nada, lo sé mi amor, lo sé. Y otra lágrima descendiendo a través de tu mejilla derecha, abordada por una que ha llovido desde mi ojo izquierdo.

Y mi mano que aún sostiene tu cabeza por sobre la nuca está totalmente mojada. Temblorosa, la quito por un instante y la observo... el carmesí me congela el alma.

Luces rojas bañan a nuestros contornos entre los negros de la noche; balizas, tiras plásticas amarillas, una lata de gaseosa en la acera. Miro hacia un costado. Vidrios rotos esparcidos sobre el asfalto gris y la luz blanca de un farol redondo de vehículo a centímetros de mi rostro. Todo es silencio. Un tumulto de gente a mi alrededor moviendo los labios en charlas que no escucho, lágrimas, gestos en pena. Llevo mi mirada distorsionando imágenes entre humedades y lágrimas mordidas hacia el frente. Tus piernas están juntas hasta las rodillas, más allá se abren hacia los costados tal cuál marioneta sin hilo. De pronto el sonido de un limpia parabrisas... ZUUUUC ZUUUUC ZUUUUC... el asfalto mojado, tus cabellos azabache rociados y la palidez adueñándose de ti.

Y el recuerdo más cercano, nuestra celebración por unirnos luego de tanto buscarnos; ese amor interminable consumándose no sólo de a ratos sino en cada despertar a partir de esta noche; el sueño cumplido... el sueño hecho realidad... y el derrape de un automóvil efecto del asfalto húmedo, y tus manos sobre mi pecho, y mi caída hacia un costado... y el golpe seco, el vuelo de tu cuerpo, mi mano extendida desde el suelo...

"Sé fuerte mi amor, aguanta, por favor, aguanta... tú puedes, tú puedes hacerlo mi amor. No me dejes... no podría vivir sin ti... no puedo vivir sin ti. Ya no puedo decir que duermas, no quiero que te duermas... me has dicho que te lo diga pero no puedo amor... no puedo... no te duermas, no lo hagas, mi todo..."

"Te amo mi Omar... no me iré...juro que no me iré"

 

Dedicado a los días en que la lejanía y los diez minutos…

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