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Tormenta Perfecta

en No Consentido

Nóto latidos en los oídos y se me lléna la frente de fuertes zumbidos que van y vienen. No me puedo concentrar en otra cosa que no séa esa voz gimiéndo y gimiéndo al borde del éxtasis. Tengo la oscura sensación de estar con mis manos naufragándo en el suave mar de una piel que no conózco, en cavidades que mi imaginación le dió forma y aromas, humedades y temperaturas.

Póso el porro entre mis labios y achíno los ojos, píto, conténgo por un instante el humo y lo lánzo hacia un costado. El auto apésta a bar irlandés y abro un poco la ventanilla. La noche está pesada, la humedad se enrriéda en los huesos y el gris cielo sin estrellas pareciéra aplastarse en el asfalto, mientras poderosos flashes de amenazantes relámpagos se contornéan en la oscuridad.

La circulación se interrúmpe vacilante en los cruces sin semáforos y el semiatasco amplifíca la excitación provocada por aquélla imagen sexual de una mujer que no conózco masturbándose alocadamente mientras mi voz atraviesa el tubo del teléfono apoyado en su oreja. Mmm... su calentura le da alas mi mente, que sobrevuela libre por los pliegues más ímtimos de su cuerpo, sus labios, sus pechos, sus caderas, su entrepierna.

Un enjambre de bocinazos me devuélven por un momento a la realidad... la cruel realidad de desear con locura a un cuerpo jamás reflejádo en mis ojos pero si, en mis más profundos ardores de lujuria. Aférro mis manos al volante y continúo con la lenta marcha debido al grueso del tráfico. Imagino lo hermosa que debe ser el vérla serpentear sobre los ejes de su excitación y de los infiernos que su fuego ha de crear. Quemarse en ellos... quién pudiera.

Circúlo por las calles sin un propósito definido durante unas horas tratándo de pensar... de analizar la situación, de ubicar las piezas y de encontrar la solución... pero no la encuentro por más que úrge y úrge dentro de mi cabeza. Tómo el celular que al abrírlo ilumina mi cara con su azulada luz... cuatro... dos... cero... cero... tuuut tuuut tuuut. La voz femenina de mi exaltación atiénde el llamado con un "Holaaa..." y la hoguera de las tentaciones se enciénde bajo los pies de mi locura y dentro de mi pantalón.

-Hola bebé, ¿estás solita?-. Sonrío aferrándo al celular mientras dóblo en una oscura esquina. Es increíble la sensación de éxtasis que créa dentro de mi cuerpo, más increíble si se tóma en cuenta que lo único real entre los dos es la voz y la respiración a través del teléfono, algunas noches de imaginarnos cogiéndo como dos locos y unos pocos mails incendiándonos la compu.

-Hola mi Morrison preferido. ¿Cómo estás?. Chiii... estoy solita y deseaba escucharte-. Una oleada de temblores recórre a éste cuerpo que se encuentra a la merced de la mismísima diosa del más caliente de los infiernos y caen mis párpados vencidos ante los embates de una calentura que crece a niveles colosales.

-También deseaba escucharte-. El grueso vidrio del automóvil comienza a poblarse de pequeñas gotas de lluvia que aumentan de tamaño e intensidad a medida que avánzo. Presiénto que se avecina una gran tormenta, entonces recuerdo haber escuchado por la mañana que el pronóstico del tiempo para el día de hoy anunciaba un alerta meteorológica.

-Mmm... mi hermano se fue con su novia de minivacaciones a la costa y no vuelve hasta la próxima semana. O séa que ocupé su cuarto... y estoy solita-. Vále aclarar que el cuarto de su hermano se encuentra ubicado en la terraza y en él está el único teléfono disponible (sin contar el del living, imposible de usar si no queremos que los padres descúbran a su hija masturbándose), además de la cama y todo lo que ello significa en nuestras calientes charlas nocturnas.

-Qué suerte... Bebé, ¿sabías que por fín pude averiguar en dónde vivís?-. Un pronunciado silencio se acomóda entre los dos... puedo sentír, casi palpar, la tensión creada con mis palabras. No es difícil rastrear el domicilio de las personas si se dispóne de datos personales tales como apellido, nombres y números de teléfono, es tan simple que le daría pánico a más de uno.

-Qué decís?. Jamás se te ocúrra aparecerte. Sabés muy bien que nuestra relación sólo puede llevarse a cabo por teléfono y no de otra manera. No vivo sóla y tampoco está en mis planes conocerte... ok?-. Me arrímo a la acera, páro el motor, bajo en su totalidad la ventanilla, me écho hacia atrás pegándo mi espalda contra el asiento de cuero negro y vuelvo a tomar entre mis dedos al grueso porro, de buena calidad por cierto. Lo ubico entre mis labios y píto. Lárgo el humo mientras obsérvo tras la cortina dulce que acabo de emanar a las luces reflejadas en el asfalto mojado cada vez más por una lluvia que prométe ser bestial.

-Hola, seguís ahí?-. Su voz suéna empapáda de cierto nerviosismo y temor a la vez. Sábe que no miento y que no me gústa contener a los deseos cuándo estos dicen presente y se trépan por mi carne... sábe que vívo el presente... mañana no exíste, y puede que nunca exísta... sábe que razóno con mis instintos y no con mi cabeza. Lo sábe porque hace largo tiempo tenemos largas charlas telefónicas y en ellas no sólo tiene lugar el sexo y sus "pecaminosas desviaciones".

-Aja... sígo aquí-. Una cortina de agua, llanto celestial, me oblíga a cerrar la ventanilla. Píto otra vez al cañón de mi gracia y exálo su tierno néctar. "Pero tengo que dejarte bebé, algunas cosas pendientes requieren de mi atención... ¿no te molésta?".

-No, no... si tenés cosas que hacer todo bien. ¿Pero a ésta hora que tenés que hacer?. Encima la noche se está lloviéndo todo -. Una sonrisita nerviosa se pósa en cada palabra que emíte, en realidad, desconoce totalmente que pueda hacer yo por la noche y con un clima de perros, pero interiormente imagina... ella sabe como imaginar, y eso no déja de tener una fuerte connotación erótica. "Nada, dejá... no tenés porqué darme explicaciones. Nos hablámos en otra ocasión. Pero acordáte... olvidá mi dirección, es una muy mala idea y ambos lo sabémos... sabémos cuál es el límite, ok?".

-Ok Sabri... lo sabémos. No voy a cruzar ningún límite que te perjudique. Bye baby-.

-Bye-. Chuut... tuuut tuuut tuuut. Arrojo el celular sobre el asiento del acompañante y lo obsérvo mientras coliciona contra el oscuro cuero. Por enésima vez píto profundamente al porro entre mis dientes y tras mantener el humo rebotándo dulcemente en mis pulmones, exhálo. Me pierdo en los pequeños pero intensos remolinos del humo chocándo contra el vidrio, tiernos espirales acariciándo la sólida y lisa textura vitral. Afuera el mundo se derráma en una tormenta como pocas he visto. Cortinas de agua únen cielo y tierra. Me excita la lluvia. Apóyo la cabeza contra la cabecera del asiento... imagino a mi Pam recostadita boca arriba sobre la cama de su ausente hermano y méto una mano por debajo de mi pantalón. Rodéo la dureza de mi pene con mis dedos y comienzo a masturbarme mientras que, con la otra mano, continúo sosteniéndo al porro cada vez más pequeño, producto de mis dulces pitadas.

Lentamente elévo la mirada que se tópa con el espejo retrovisor y puedo ver como mis ojos parecen dos bolas de fuego a punto de estallar . Ja ja, nuevamente húndo el cañoncito entre mis labios y le doy la pitada de gracia... mmm. Quíto la mano que me estaba masturbándo interrumpiéndola de su rico trabajo y la páso sobre el vidrio empañado. Se habrá dormido... se ha apagado la luz... ya es hora.

Abro la puerta del automóvil con la lentitud de una babosa con sal sobre su mojado lomo y en cuestión de segundos la lluvia empápa hasta el rincón más inhóspito de mi cuerpo. Me quíto la remera, la arrójo dentro del auto y ciérro la puerta. No exíste retorno posible para el viaje que acábo de emprender... accióno con la fuerza de mis instintos y la razón pierde solo con la idea de lo que puede llegar a ser.

Cruzar las rejas y atravesar el jardín no fue tan difícil como tratar de llegar hasta la terraza aferrádo a una pared áspera y mojada mientras la lluvia te péga de lléno en los ojos. Pero siempre pensé... el que dice que es imposible termina detrás del que lo lógra, y mi peligrosa insistencia hízo que lo lógre. Una vez en la terraza, mi mente solo poseía los contornos de Sabrina en ropa interior y sus gemidos telefónicos retumbándo como si fuésen la banda sonora de mi imaginación. Ahí estaba el cuarto y la amplia ventana que alguna vez ella me había descripto. Sólo falta el envión para terminar, o mejor dicho, para empezar con la fantasía sexual que por éstos días cárcome cada milímetro de mi incendiado cerebro y váya el envión... sólo imaginármela con mi pene en su interior es suficiente para mi.

Decidido, básta de preámbulos y de cuestionamientos... apóyo la yema de mis dedos sobre el vidrio de la ventana pensándo en como hacer para entrar y para mi sorpresa, apénas empújo, ésta se ábre de par en par. No estaba trabada, apénas arrimada... desde hoy tendría que ir pensándo seriamente en dejar de ser ateo, pero sólo luego de saciar éstas gánas enfermas de ella. Crúzo mis piernas a través de la ventana y quédo sentado sobre el márco de la mísma sin tocar el piso. Sálto hacia adentro y tras de mi quéda la tormenta que me háce parecer a un tipo recién salído de las duchas y a la espera del partido de su vida. Gíro hacia mi derecha y la penumbra de una pequeña vela roja me muestra los contornos de mi mayor fantasía... la causa de ésta locura, del descontrol de mis actos, la devoción de mi lujuria... Sabrina, mi Pam de fuego.

Lentamente me aproxímo a la cama que contiene a tan perfecto cuerpo, y a medida que avánzo, la penumbra se ábre páso en la oscuridad, permitiéndome descubrir cada línea, cada curva, cada pliegue. Hasta que al fín puedo distinguirla casi a la perfección. Se encuentra recostada boca abajo y el paisaje ante mis ojos es más de lo que imaginaba, mucho más. Su amplia espalda pálida se húnde creándo una fina cintura que al ensanchárse forman unas caderas dignas de una modelo. Su culo es simplemente es-pec-ta-cu-lar, sin imperfecciones, realmente hermoso. Y toda esa postal del deseo mísmo es coronada por una diminuta tanguita, es decir, un triángulo mínimo de color rojo cubriéndo el nacimiento de su culito y un delgado hilo perdiéndose entre los blancos y redondos muslos. Que delicia.

Sin hacer ruido alguno y tratándo de evitar cualquier movimiento brusco, me quíto el pantalón, al que arrójo hacia un costado de la escena y me arrodíllo a los pies de Sabri, sobre el suave colchón. Tómo mi pene con una mano y comienzo a masturbarme locamente mientras mis ojos recórren una y otra vez toda la extensión de aquélla hembra. Me inclíno hacia ella y no puedo evitar que mi cuerpo aún empapádo por la lluvia, comience a gotear sobre sus muslos y su espalda. Una, dos, tres, cuatro gotas... cinco y más... no contaba con eso... upsss.

Cuándo Sabri atína con voltear su cabeza hacia atrás para ver la procedencia del agua sobre su piel, por instinto o váyan a saber porque oscuro motivo, me avalánzo sobre ella, tomándola de sus brazos y pegándo mi boca a uno de sus oídos. –Hola bebé. Esta vez el teléfono va a observar como te voy a coger- Asustada inténta zafarse de mis manos haciéndo movimientos bruscos pero le es totalmente inútil.

-¿Estás enfermo? ¿Acaso no te dije que ni se te ocúrra aparecerte en mi casa?. Hijo de puta, soltáme y andáte antes de que gríte- La tómo aún con más fuerza empujándola contra el colchón y húndo mi cara en su oreja, entre sus lacios cabellos.

-Sabés que no te conviene gritar putita. Te vas a callar la boca y vas a hacer lo que me plázca, ok?-

-No me hágas esto... por favor, no así, no a la fuerza. Dejáme.- Sollóza mientras una lágrima recórre su tersa y blanca mejilla adolecente y cáe sin pena ni gloria sobre las sábanas.

Tómo con una de mis manos el fino hilo con el que la diminuta tanga rodéa su cintura y la arránco de un solo tirón. Ya nada interfiére para que puéda disfrutar de ese espectáculo único que bríndan esas ondulaciones para el infarto. Muérdo mis labios por el placer que me causa la situación y tras empuñar mi pene como si se tratáse de una daga de carne, lo recuésto sobre toda la línea de ese impresionante culo redondo para luego, comenzar a moverme. Que rico se siente, cálido, apretujado... masturbarme entre éstos deliciosos muslos, tanto soñé con éste momento de gloria... tanto.

-Basta , por favor, andáte hijo de puta, andáaate- Arriba y abajo, me muévo cada vez con más rapidez... arriba y abajo, mmm. Comiénza mi pene a despedir su líquido viscoso de excitación y para mi sorpresa (otra más), nóto en mis huevos chocándo contra su vagina una humedad ajena a mi.

-Pendeja, ¿vés como te gústa?-

-Dejáme, dejáme mal parído- Forcejéa insistentemente pero no lógra zafar ni por un segundo de la presión que ejérce mi cuerpo en general y mis manos en particular.

-Mmm, mi amor, ahora vas a acompañarme al Edén de los placeres- Deténgo abruptamente a mi súbe y baja y tómo a mi pene con una mano dirigiéndolo al agujero de ese culito dígno del primer puesto de las curvas peligrosas y de los pliegues más bonitos. Alójo el glande sobre la cerrada puertita a la que descúbro virgen y salivándolo comienzo a empujar. Imposible.

-Nooo, por el culo no hijo de puta, por atrás nooo-

-Más te oponés, más te va a doler- Vuélvo a ensalivarle el agujerito y empújo.

-Nooo, me duéle, andáte de acá, andáaate- Lógro penetrarle el glande íntegro, ahora el turno del duro tronco. Cada centímetro que éntra es un grito desgarrador ahogándose en la almohada, y es que el dolor la oblíga a morder las sábanas. Para cuándo véo como sus manos se entiérran en los costados del colchón, mi pija se alója en su totalidad en las entrañas de su cuerpo.

-Sabías que lo reservaba como prueba de amor, sos un reverendo hijo de puta, no tenés moral-

-Claro que no la tengo, al igual que vos- El súbe y baja de mi ingle contra su trasero empiéza con su show de humedades y chasquídos. Mmm, que apretado se siente ahí adentro y que calentito... realmente estoy en el paraíso y sin alas, al menos en la espalda. Sabri arquéa su cintura y levánta el culito, abriéndolo aún más. Sé que el dolor la ésta abandonando para dárle lugar al placer de las embestidas, pero también sé que jamás lo admitiría. El sonido que náce de la fricción de nuestros sexos dice presente y el agitamiento en las respiraciones también. Ahora ambos estámos cogiéndo con locura, como si hubiésemos acumulado las gánas noche tras noche tras noche. Quizá fue así, quien sábe.

La sáco de su apretado culito totalmente colorada y me arrodíllo empuñándola en una mano. Sabri se voltéa por sobre su hombro y me lánza una mirada endiablada. -¿Eso es todo putito?. Debí imaginarme que no sos más que un idiota.-

La doy vuelta, dejándola de cara a mi y con sus piernas totalmente abiertas. Por un instante mis ojos se pierden en el bríllo de la humedad entre sus piernas y en los pliegues de su conchita totalmente depilada... que hermosa es, supéra cualquier descripción.

Me agácho lentamente y mientras lo hágo, no quíto mis ojos de su cara de perra en celo. Su vagina palpitante conoce ya el róce de mi lengua y yo el sabor de su excitación. Mmm, le recórro la vulva de arriba hacia abajo como si ésta fuése un helado de sexo y de ardores... que ricaaa. Húndo apénas la punta de mi lengua en ese salado recorrido y la muy perra se arquéa de placer, pareciéra una serpiente sobre las calientes arenas del desierto. –Basta cabrón, ya tenés lo que querías, ahora desaparecé de mi vista-

Tómo sus glúteos entre mis manos y la empújo contra mi cara que, sin más, se entierra entre sus piernas. Entre mis dientes quéda su duro botoncito latiéndo todo el intenso placer que tiembla bájo su piel, y como si hubiése activado su locura, empieza a moverse bruscamente con la furia de la lujuria. Sus gemidos rebótan en la habitación y sus dedos se clávan en mis hombros como si fuésen las suaves garras del cuervo que Jim Morrison mencióna en uno de sus más oscuros poemas referidos a la muerte. Al salir de entre sus piernas, mi mentón y mis labios se encuentran totalmente empapádos de su sabrosa humedad vaginal, a la que saboréo pasándo mi lengua por toda la extensión de mis labios. Sin dudas, el néctar del deseo es el que córre de entre sus piernas.

-Me encantás putita... sos única-

-Andáte a la mierda-

La tómo de la cintura y acérco su triángulo de Vénus a mi incendiada ingle. Tráta de separarse pero no lo lógra, como en toda la noche, sus intentos de quitárme de encima son infructuosos. Me recuésto sobre ella y la penétro por su vagina sin escalas, de una... obviamente ayudádo por su excesiva lubricación. Puedo sentir como mis huevos se aplástan contra los cachetitos de su adorable culito... puédo palpar en mi piel la humedad chorreándo desde su sexo... puédo captar el ardor emanádo de tanta excitación.

Sus grandes pechos redondos y coronados por rosados pezones acompáñan el ritmo de los movimientos del méte y sáca que mi cuerpo provóca en cada penetración. Me tiénta tan dulce frenesí y clávo mis dientes en esas pálidas montañas ebulléndo pasión. Mmm, su cara se desfigura y mientras muérde su labio inferior, véo como sus ojos quédan en blanco por un instante eterno.

Nuestros pechos parecen a punto de estallar, las respiraciones de boca abierta se derráman en cada jadéo y el cielo está a punto de abrírse entre esas cuatro paredes verdolágas.

-Cómo te gústa putita-

-Ca...ca...calláte hijo de pu...ta-

Un rayo de fuego me atraviésa en cuerpo y alma, y tras apretar mi ingle contra su ingle como buscándo atravesarla, descárgo abundantes chorros de leche dentro de tan dionisíaca conchita. Húndo mi grito en un suspiro entre sus cabellos arremolinados por el huracán del sexo y ella, para mi gran sorpresa de la noche, húnde el suyo en una mórdida aloáda en mi cuello, al mejor estilo vampiresco.

Me incorpóro y la míro por largo rato mientras ella se tóma de las rodillas en clara posición fetal y con la mirada pérdida en la ténue llama de la roja vela... que hermosa es. Bájo de la cama y búsco el pantalón que instantes atrás había arrojado sin rumbo fijo. Acá está. Sabri se arrodílla sobre el colchón. Obsérva como mi pantalón lléga hasta mi cintura.

-Sos un hijo de puta-

-Sabías que esto iba a pasar-

-Sos un hijo de puta-

-No lo púde evitar Sabri, perdonáme-

-Sos un hijo de puta-

Mis ojos se pierden en su mirada ensangrentada y su frente transpirada. Me acérco y la tómo del mentón a lo que reacciona alejándose. –Si, soy un hijo de puta, tenés razón-

-Si que sos un hijo de puta... que bien cojés-.

 

(Dedicado para vos, ya sabés de que háblo)

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