Lamento no haber escalado todos los muros que nos separaban y salvado todos los abismos que incongruentes se abrían bajo los pies de nuestros ardientes latidos.
No haber pronunciado aquellas mágicas palabras que tu alma oír deseaba, aunque más no sea en una tarde de plaza o una mañana cualquiera, sin velas, sin luna, sin estrellas, sin nada
Lamento profundamente no haber sido lo suficientemente fatal, bello, necesario, inigualable, como para arrasar con todos y cada uno de tus modelos y formas y tenerte abrazada a este amor que era solo tu amor y de mas nadie, y tomarte por la espalda y sentir el fuego de tus muslos y saber que provocaba más que fuego.
No haber dejado huellas, marcas sobre los sagrados valles de tu piel, sobre los profundos océanos de tu corazón, sobre la luminosa presencia de tu alma bella.
Lamento esta diferencia atroz de afectos que nos convoca, esta fatal antónima manera de querernos vos, amarte yo, esta mortal desigualdad que nos seduce y nos arrastra y me apena y me desgarra.
No haber comprendido que amor no está comprendido por dos consonantes y dos vocales sino por dos que son uno y uno que marca cuatro huellas en las arenas de la vida.
Lamento que no existan sentimientos voraces que te acorralen en el rincón de mis ansias ni inmensos deseos que se trepen hasta tu cama para lamerte los pezones y derramarse en tu ombliguito y te hagan buscarme desesperada y sin descanso bajo el cielo de un volver a empezar.
No haber podido penetrarte mas allá de las ganas en aquéllas memorables y encarnizadas noches en las que me jurabas amor eterno bajo las sábanas de nuestro campo de batalla mientras mis dedos se cruzaban detrás de mi espalda.
Lamento que la palabra coger se haya devorado al nosotros una fría tarde de junio mientras mis dudas y mis miedos todos confesaron confundidos que eras una mujer con quien jugar el juego de la carne, la trampa de la pasión... solo eso.
Lo arruiné todo bonita... infligí en vos una herida que no sabe de tamaños ni de profundidades, ni bordes, ni espanto... es herida y como tal te ha dolido... solo que el que se desangró por ella fui yo.
Por estas noches persas derramo mi néctar entre las piernas de doncellas pagas y presas de ocasión, mas los te amo se apilan en mi garganta para siempre, escuálidos de ganas, ausentes de furia, el motivo que los animaba se perdió tras tus pasos más allá del horizonte del olvido.
Cuantos besos he besado, cuantos pechos bajo mis manos y muslos y alas y piernas y lenguas... cuanto sexo despilfarrado, cuanto desconsuelo hundiéndose como hierro caliente en vulvas húmedas o fingiendo valer mis cincuenta pesos.
Lamento haberte perdido pero más lamento haberme matado en tu pecho pues Lázaro resucitó de entre los muertos y más nadie y más nada.