miprimita.com

Un Espectáculo Dantesco

en Hetero: Primera vez

- Esto es un espectáculo dantesco.- dice Luisina a la salida de un restaurante cinco estrellas mientras se aferra a mi brazo y observa a una docena de niños menores de diez años como se trepan sobre una montaña de bolsas negras de basura en busca de su cena. Clava uno de sus finos tacos aguja entre dos baldosas y repite enardecida... – Esto es un espectáculo dantesco.-

- Ves – le digo resignado y con un nudo en la garganta. – He allí la profunda noche de Argentina, de futuro saboteado, las esperanzas deshaciéndose tal cual suspiro en el viento... que impotencia... que ganas de llorar.

- Si... que ganas de llorar. Estos zapatos me costaron trescientos malditos pesos.

- Ellos serán hombres, ¿no te das cuenta?.

- Si si si... malditas calles de Buenos Aires y malditas sus baldosas.

Hace mas de un año que Luisina pretende dejar de ser la típica modelito sin cerebro, y para ello tomó medidas tales como leer a los grandes autores de la literatura española, ir a cuanta obra teatral se le cruzara en el camino y conocer a otro tipo de personas... mas cultas, dice ella. Se esmera, intenta e intenta, pero nadie puede nadar contra su propia naturaleza. Interiormente lo sabe.

Por mi parte, trato de apoyarla, me esfuerzo por arrancarle su arraigado narcisismo idiota y esa frialdad hacia los demás, pero Lu es incorregible... perfecta en cada curva, cada línea, cada pliegue... hermosa por donde se la mire, hasta que habla.

- Amor... olvide decirte que hoy debería llegar mas temprano a mi casa. Es que el cabello reclama con urgencia un necesario y refrescante baño de crema. ¿No té molesta?.-

Suerte, me digo, mientras dentro de mi cabeza retumba la campana que anuncia el final de otro round. Cuatro horas continuadas con esta dulce mujer han sido suficientes para mí.

- ¿Molestarme?. Todo sea por tu belleza.- Un beso sobre los labios, tan frío como nevisca antártica, tres o cuatro sonrisas, en demasía arrugan, dice. No me toques el cabello, te he dicho que lo tengo hecho un desastre, mi amor, ¿qué no entiendes?. Ok, me voy... nos hablamos, dice mientras levanta el brazo para detener a un taxi y zambullirse en el oscuro asiento trasero. Nos hablamos, alcanzo a balbucear, mientras ese rostro perfecto desaparece entre el feroz trafico de Corrientes y Florida.

Comencé a caminar hacia la inmensa Avenida 9 de Julio, pateando papeles, latas de cerveza, filtros de cigarros y observando... esta noche la calle se encuentra atestada de parejas tomadas de la mano o abrazados, sonriendo el excedente de sus latidos, perdiéndose en los ojos del otro... mas allá de ellos.

¿Es que el amor ha decidido esta noche salir a la calle?. ¿Se han complotado en mi contra todas las parejas de la maldita ciudad?. Un poco de razonamiento, claro que no, tan solo esta noche puedo ver claramente que siempre evité apreciar las felicidades ajenas para no desnudar la infelicidad propia.

- Che, flaco.- Escucho al pasar por el costado de una montaña de bolsas negras ubicadas en una esquina. Ignoré el llamado a pesar de que iba dirigido a mi persona... solemos convertir en entes invisibles a las personas que con su sola presencia, nos ponen cara a cara con la miseria, en el ultimo peldaño del abandono y el olvido, mostrándonos así lo que seríamos de haber nacido en el sitio equivocado. Nos incomoda pensar que podríamos ser ellos... lastima la realidad... y evitamos ese "espectáculo dantesco".

- Che, vos flaco. El de la camisa fina.- No me quedó otra alternativa que voltear hacia ellos, es mejor no mostrarles los dientecillos blancos de perro pequinés a una pandilla de leones.

- ¿Sí?.-

- ¿Tenes un cigarro?.-

Eran dos tipos altos y delgados, de aspecto andrajoso. Ambos poseían sendos sobretodos negros que se desparramaban sin complejos por el piso y grandes gorros oscuros de lana que cubrían, seguramente, la mugre de sus cabellos.

Cuando me acerqué con el paquete de cigarros en una mano, noté que detrás de ellos sobresalían unos caños cromados tapados con una manta de varios colores.

- Uhhh... un Marlboro -, dijo uno de ellos examinando el largo y la textura del cigarro como si se tratase de un auténtico habano cubano proveniente de las oficinas gubernamentales de mismísimo Fidel Castro. - ¿Me darías otro, man?.-

- Quédatelos.- le dije arrojándole el paquete para que con su mugrienta mano ataje en el aire su recorrido. No moriré por un paquete de cigarros, mi vida no vale un maldito paquete de cigarros, pensé.

Fue en ese momento, cuando el paquete aterrizaba en la oscura palma, que la manta multicolor detrás de ellos cayó al piso y descubrió de entre las sombras a una joven de unos dieciocho años sentada sobre una silla de ruedas.

- Ella es Soledad, mi hermanita -, me dijo el que tenía el motín en mano. – El puto volantazo de un borracho le tiró un auto encima y ahí la tenes. Inválida, inservible y virgen.-

La chica tenía la cabeza rapada, un piercing en su ceja izquierda y otro en su labio inferior, una remera negra grande con la estampa de Jim Morrison en el frente y sus piernas, delgadas como ramas en pleno otoño, con las rodillas pegadas y los tobillos muy separados uno del otro. Una imagen realmente deprimente, penosa... pero me detuve en la inmensidad de su pálido rostro, en esos dos enormes ojos húmedos, resignados, acabados, de brillo azulado trasluciendo el dolor que en su alma se alojaba.

- Loco, ¿no tenes un porrito? -, me preguntó el otro mientras apoyaba su oloroso culo en uno de los brazos de la silla de ruedas.

- Me pedís cigarrillos, me pedís porro... ¿no querés que te pague un pasaje a Barcelona para ver a Joaquín Sabina? -, le respondí ofuscado, con mi mirada abarcando a ese rostro de ángel caído por la desgracia y la perra suerte. Que destino cruel el de algunas personas.

- Mas respeto cabrón, ubicate o acaso crees que estas hablando con tus compañeritos de oficina. Acá mandamos nosotros, pedazo de puto. -

- Ya lo sé, disculpas si los ofendí, no fue mi intención. Pues me tengo que ir, que disfruten de los cigarros. Ha sido un placer.- La mano se estaba poniendo dura y mi orgullo solo logró embarrar la situación, lo único que deseaba era irme cuanto antes de ese hervidero. Cuando intenté dar media vuelta una pesada mano se posó sobre mi hombro.

- No... blanquito, vos te quedas acá. Noté que miras a mi hermana mas de lo debido, creo que te gusta. ¿No es así?.-

No podía decirle que su hermana no me gustaba en lo mas mínimo, que su aspecto me daba lastima, el tipo se encabronaría más y realmente no quería eso, claro que no. Permanecí en silencio, ella solo miraba con esos ojitos tristes a punto de llover. No emitía palabra alguna, es como si ya no tuviese mas nada que decir, como si su cuerpo careciera de fuerzas.

- Chicos, no se confundan, es muy bonita pero tengo novia... solo miraba.- Mi voz temblaba como un junco en medio de una tormenta, y mis manos acompañaban a ese temblor interior en conjunto con mis piernas.

- Cabroncito, te gusta... ya lo sabía, jajaja. Viste Soledad, ya tenemos quien te rompa la cosita de una vez y para siempre.-

Por unos instantes creí que se trataba de una broma, pero sus miradas me decían todo lo contrario. Mierda, me dije, no puede ser. Esto no puede estar sucediendo. No a mí. ¿Qué hago?. Pensé en correr pero esa idea se evaporó cuando uno de los tipos, imaginando mi intención de huir, sacó de su sobretodo un arma plateada y larga como el mismo Obelisco. Mi rostro palideció y mis labios se secaron. Esto no puede estar sucediendo, me repetía, mientras la luna se reflejaba en el grueso cañón dirigido hacia mi frente.

Soledad, la joven, bajó la mirada y continuo sumergida en las aguas de su gris silencio. La miré... sentí pena por ella, mucha pena... parecía que ya nada le importaba, que le resultaba exactamente lo mismo tener su primera vez ahora o nunca jamás. Duele ver el vacío de la muerte reflejado en los hombros caídos de alguien, duele por dos si ese alguien tiene toda una vida por delante.

- Bueno flaco, es hora de darle una alegría a mi hermanita.-

- ¿Están hablando en serio?. Ustedes están totalmente desquiciados.-

- ¿Qué estas esperando cabroncito, que te pegue un tiro en la cabeza?.-

Jamás temblé tanto como en ese momento, mi cuerpo era un resumen de ondulaciones y cosquilleos, el reflejo de una imagen sobre las aguas de un charco agitado. Peor cuando el largo del arma apoyó su brillante orificio de fuego sobre mi frente, entre ceja y ceja... en menos de un segundo mi presión se encontraba en un estado de descompensación tal que las piernas parecían no querer sostenerme.

- ¿Qué esperas?. No tenemos toda la noche, blanquito.- No quedaban dudas... realmente estaban desquiciados y peor, hablaban en serio. Ella permanecía impávida, fuera de este mundo y su mierda, sin un solo gesto que demuestre que estaba, al menos, viva. Me detuve en su mirada, directo a sus pupilas, debajo de sus córneas... no tengo muchas opciones si es que quiero seguir vivo, tripa y corazón, pensé, mientras más rápido, mejor.

- ¿Tiene que ser aquí?.-

- Encima que vas a coger gratis, ¿pretendes hacerlo en el Hilton Hotel?. Cabrón, basta de rodeos o te vuelo la tapa de los sesos.- Sus altos y harapientos cuerpos se separaron dejándome el camino abierto hacia la pequeña inválida que permanecía entre las sombras... ¿Dónde más?.

Me arrodillé en el piso y mi rostro quedó a la altura del suyo... pobrecilla, tan joven y sumida en la desgracia. Miré hacia los tipos y estos mostraban sus espaldas... quizá era el momento para huir despavorido, pero me bajarían a tiros apenas hiciera tres pasos.

- Soledad, no es mi intención lastimarte, es esto o mi muerte. Espero que puedas entenderlo y perdonarme si esto no es lo que soñaste para tu primera vez.-

Su silencio se quebró cuando aquéllos pálidos labios dejaron caer una voz, casi un susurro, que atravesó las sombras del rincón. – ¿Cómo te llamas?. Al menos quisiera saber tu nombre.-

- Omar, me llamo Omar.-

- Omar, mis hermanos están locos, mucho que ver tiene el pasado que nos tocó vivir. Por supuesto que no tenes la culpa de ello, pero tus pasos te trajeron a la calle equivocada en la hora equivocada. Espero que vos puedas disculparme, sé que desearías tragarte un litro de orín antes de tocarme... lo sé.-

- Ya veo.- Sentada en esa silla de ruedas se encontraba el sentido común que hemos perdido entre cenas y paseos por los cómodos pasajes de una vida en la que, no tener un televisor ultimo modelo, es sentirse un poco más fracasado.

- ¿Y cabrón?. ¿Que mierda estas esperando, que te matemos como a un perro?.-

Volví a mirarla a los ojos y pretendí imaginarme que frente a mí, se encontraba Lu, mi hermosa y vacía prometida, pero con el rostro imperfecto y sucio.

Cayeron mis párpados tal cual telón de seda mientras mis labios se dirigían temblorosos hacia aquellos labios macilentos, desvaídos. Fue entonces cuando un enorme beso abarcó nuestras bocas y entrelazó a nuestras lenguas. No puedo creer que este haciendo esto, pensé. Perdón Luisina, juro que no quedaba otra opción.

La cara de mi prometida giraba en mi mente en un torbellino de confusiones, sus sonrisas, sus miradas, sus roces prohibidos, su dulce vocecita y todo su narcisismo... su maldito narcisismo. El beso se tornó más ardiente cuando Soledad rodeó con sus manos mi cuello y me empujó contra ella. ¿Quién creería que esta niña besa de maravilla?, me pregunté sorprendido. Dudé por un instante de su virginidad y todo ese rollo, pero rayos... que importaba, en juego estaba mi vida, un arma de brillo plateado esperaba mi tropiezo para escupir su fuego, mi muerte.

Confieso que su lengua jugando dentro de mi boca, sus pequeños mordiscones en mi labio inferior y el cálido aliento de su respiración, lograron que aquella harapienta y descolorida joven me excitara en gran manera. Aumentaron mis pulsaciones, producto de alocados latidos y mi pene comenzó a endurecerse hasta el dolor.

No tardé en llevar mis manos hacia su espalda para que, con vehemencia, las yemas de mis dedos naufraguen en su inmensidad. Que hermosa sos Lu, me repetía incesantemente dentro de mi cabeza, que hermosa y que deliciosa manera de besar. Me acerqué lo que más pude al cuerpo que tanto placer me daba, hasta lograr sentir los latidos de su corazón rebotando contra los míos. Toc toc... Toc toc... galope coronario, excitación en pleno vuelo. Sus dedos entrelazados en mi nuca fueron ganando fuerza y perdiendo altura, pues al darme cuenta, los sentí tomándome de la cintura.

Mis suaves caricias se trasladaron a sus hombros de salientes huesos... que flaca estás Lu, jamás estuviste así... deberías comer más. Descienden los roces hasta toparse con sus pequeños pechos... pequeños pensé y abrí los ojos. Para que diablos se elevaron mis párpados... la realidad dura como el asfalto me golpeaba en los ojos y en las pelotas. Esa sucia remera con la cara de Jim Morrison traía en su interior a una joven calva y digna de desfilar entre las nefastas consecuencias de un capitalismo caníbal. Pero sus ojos, que hermosos ojos, que dulce brillo.

- ¿Qué haces puto?. ¿Apenas empezaste y ya pretendes bajar el telón?.- vociferó uno de los tíos mientras me pateaba en el culo.

- ¿Quién dijo que terminé?. Solo tomaba aire.-

- ¿Estás insinuando que mi hermana te da asco?. Pedazo de mierda.-

- No pongas en mi boca palabras que no dije.-

Soledad me abarcó con esos ojos preciosos y pude ver en ellos la tristeza de mi rechazo. Pobre diabla, estaba apenada al ver que mi intención era solo la de correr lo mas lejos posible de aquél lugar y perderme en el horizonte. ¿Qué me está pasando?. Hoy me ganaré el cielo, me dije.

Los ojos se cerraron otra vez y mis labios volvieron a acoplarse a sus labios. Si supieran con que amor y delicadeza besaba esta mujer. Nunca antes me habían besado de esa manera. ¿Si Luisina besaba bien?. Besaba. Y no en demasía, los labios se resecan y pierden su brillo, decía.

Posó sus manos en mis glúteos, y los apretó. Mi pene se apretujó contra sus piernas delgadas y muertas... el ardor de la lujuria contra mi pantalón. Sentí como sus dedos atravesaron la cintura de mi pantalón y se aferraron a mis nalgas, paso siguiente plantaron sus roces en mis huevos. Que profundo y enorme placer... Lu, no sabía que escondías nuevas formas de hacerme excitar. Se fusionaron las bocas, las lenguas se entrelazaron y la respiración fue solo una. Luisina, nunca antes había sentido esto. ¿Lo tenías escondido?. Siempre tan fría y esta noche todos los ángeles negros del deseo se deslizan bajo estas pieles.

Mis ojos se abrieron, y nuevamente la bizarra realidad ante mí. Soledad me miró más ya no vio rechazo en mí. Tomé los bordes de su mugrienta remera y la jalé hacia arriba. Levantó sus brazos mientras la prenda se deslizaba lentamente hacia la desnudez.

- No miren o esto se termina acá. ¿Entendieron?.- Gritó mientras la remera caía sobre una rueda de la silla.

- Si hermanita, no te preocupes. Es que solo queríamos corroborar que este tipo no se haga el boludo.-

- Y basta de insultarlo, mamones. No se merece todo lo que le están haciendo. Bastante tiene con hacerlo conmigo, un fenómeno de la naturaleza.- Se miraron entre ellos sin entender nada. No podían creer que su silenciosa hermana los reprendía como si fuesen dos infantes. Pensar que minutos antes era ella, la viva imagen de la muerte sobre ruedas.

Ya no cerraría los ojos, tal vez por lastima a que note mi rechazo, quizá porque me estaba gustando lo que estaba viendo... quien sabe. Su chato vientre, sus costillas marcando las huellas del hambre en su tórax, su ombligo, sus lunares esparcidos por la inmensidad de esa piel herrumbrosa y descuidada, el nacimiento de sus pechos pequeños y juveniles, los perfectos círculos de sus pezones en punta, endurecidos por la pasión y por el frío de la brisa. Mis manos fueron partícipes de las primeras caricias incendiadas por aquellas regiones de belleza oculta, zonas vírgenes e incólumes de roces prohibidos.

Mis labios retornaron a esos labios, y el beso mas envidiado por todos mis besos pasados encendieron la luna de la noche más rara de todas. Lenguas friccionándose, bocas devorándose en deliciosa cena de placeres. Y sus pechos abarcados por las palmas de mis manos, apretándolos, magreándolos, sobándolos.

Jadeo una vez, luego otra y luego dejé de contar pues era imposible lograr números exactos. Alejé mis labios de los suyos y los dirigí famélicos hacia esos pechos en punta... mmm, labrados, firmes y algo ásperos, pero no por eso menos suaves.

Arqueó su espalda apretando sus párpados como reteniendo toda la pasión contenida y me puse de pie ante ella. Bajé la bragueta de mi pantalón y este se enredó entre mis tobillos. Desde allí pude observarla detenidamente y sonreí maliciosamente... las cosas que el destino nos impone en el camino. Brillaban los caños cromados de la silla de rueda, pero jamás como lo hacían esos bellos ojos claros.

Tomé de los desflecados y sucios bordes de su pollera y la subí hasta su cintura. Una bombachita diminuta se imponía a la culminación de la noche. Soledad permanecía con sus ojos cerrados. Quizá le daba vergüenza esa situación, tal vez la apenaba la manera de cómo todo se dio, quien sabe.

Mis labios se hicieron susurro en su oído, - Voy a penetrarte Sol.- Sonrió y no pudo evitar sonrojarse como una manzana madura, a punto de caer del árbol.

Tomé sus marchitas piernas y las abrí lo más que pude. No fue fácil, tampoco imposible. Con una mano empuñe a mi erecto pene y arrodillándome traté de ubicarme entre sus piernas. Todo mi cuerpo cayó sobre ella, rechinó la silla de ruedas y su vagina húmeda y trémula se abrió como una nueva flor comenzada la primavera. Se posó mi glande entre sus labios y tras empujar varias veces me metí dentro de ella.

Las paredes de su mojada conchita palpitaban alrededor de mi apresado y apretujado pene. Nos movíamos como locos, las caderas, las ingles, los vientres, los pechos, el insistente crujir de la maldita silla, el chasqueteo de nuestros sexos, la lujuria entre llamas.

Un profundo jadeo se hundió en mi pecho mientras sentía como acababa con mi pija dentro de ella. Con sus manos en mis nalgas me llevó contra su hendidura y un chorro de semen le inundó las entrañas de calor.

Permanecimos un largo rato jadeando en nuestros oídos, con los cuerpos pegados y los sexos chorreando entre nuestras piernas. Nada existía alrededor... ni siquiera me acordaba de esos dos energúmenos.

- Es la primera vez que soñé desde siempre. Gracias por hacerme sentir bella y querida. Sé que fue duro para vos, espero sepas perdonarme.-

No dije nada. Sonreí de lado y subí mi pantalón. Ella se puso la remera... Jim me empezaba a caer bien... raro. Sus ojos claros volvieron a nublarse y decidí quitar mi mirada de ellos. Los tipos se dieron vuelta y me miraron. – Gracias, te debemos una.-

- Muchachos, - los iba a putear como nunca lo había hecho con nadie, pero callé... por ella callé, - Espero que no vuelvan a cometer estos actos de vandalismo. Tienen chances, es cuestión de saber mirar.- Saber mirar, como si lo supiera.

Comencé a caminar hacia la inmensa Avenida 9 de Julio, pateando papeles, latas de cerveza, filtros de cigarrillos, observando dentro de mi mente las imágenes vividas. Llevé mi mano hacia el bolsillo de mi pantalón con el afán de tomar un necesitado cigarro. Mierda, recordé que se los había dado a esos dos apestosos. Sonreí al recordarlo. Y esos ojos poblaron mis pensamientos... los ojos de Soledad.

Nadie supo que ocurrió aquella noche, jamás lo sabrán... es algo muy mío.

A los dos meses, me casé con Luisina. Siete años han pasado de aquella ceremonia en el altar católico y su anillo de unión eterna. Tenemos dos hijos, tres perros, una casa de dos pisos, un auto, una camioneta, dos amantes y cero pasión... es increíble como se apagan las llamas del deseo cuando el amor dice, es hora de sentarnos a la vera del camino. ¿Si somos felices?. No creo en esa palabra, en este mundo careta la felicidad es un tesoro que no todos pueden darse el lujo de disfrutar.

¿Soledad?. No la volví a ver jamas. Pero todos los viernes a la noche desde aquel extraño día, paso por esa esquina, a veces solo, a veces con Luisina. Siempre con la esperanza de verla y decirle que nunca la pude olvidar. Ella fue lo mas real y hermoso que me pasó en la vida, fue el aire fresco que mi alma necesitaba, el complemento para evitar que mi vida continuara insípida y sin sentidos.

Sueño con perderme en esos ojos de ángel, con decirle que quisiera volver a reflejarme en esos lagos oculares de tranquilidad y amor.

Luisina clava por enésima vez su maldito taco aguja entre dos baldosas. – Esto es un espectáculo dantesco.- dice a la salida de un restaurante cinco estrellas mientras se aferra a mi brazo.

La observo y golpeo la mirada contra el piso. – Aja, "esto" es un espectáculo dantesco.-

Mas de THECROW

El lado oscuro de la fiesta

Putas, las piernas abiertas de Argentina

Sexo, drogas y dolor

Cría Cuervos

La fragilidad del olvido

Tres lágrimas

Nena, no te duermas

Árbol de fuego

La cama de los sueños

Cosas del destino, burlas de mi suerte

Cortos de Crow: Entierro

Respirar

Adolescencia otoñal

Malvinas, la puta helada

Poema N°3: Si quieres

Poema N°2: Por quien vivo y por quien muero

Perversos

Poema N°1: Te doy

Contengo sombras

Entre sábanas de seda

Cortos de Crow: Todo negro

El Naufragio del Te Erre

El Ocaso de Caro

Una cogida con alas y sin piernas

El amante perfecto

Un día menos en este puto infierno

El filo de las drogas, su herida y el abismo

A Trazada

Ángeles caídos

Cortos de Crow: En el nombre del padre

Todo por Jim Morrison

Asesinato en tercera persona

Cría cuervos...

El viejo, su mundo personal y la chica

Sangre ...

Confesiones de una puta

El árbol de fuego. Nuestra morada

Ojos violeta

(Leedor) de una sola mano

Heroína

Todo negro

Yo, su hija, la más puta

Alas de una dama oscura

Confesión de un suicida por amor

Todo por Jim Morrison

Respirar (de rosas y claveles)

Jugando al límite

Un día menos en el infierno

No te duermas

Derrames de Silencio

Ángel crucificado

Hermana mía

Incesto, drogas y Jim Morrison (2)

Incesto en Do Menor

La Cama de los Sueños

Cosas del destino, burlas de mi suerte

El ocaso de Caro

Violación consentida

sosrevreP

Siempre más

Los hombres también lloran

eNTRE sÁBANAS dE sEDA

Laura va

Un espectáculo dantesco

iNCESTO, dROGAS y jIM mORRISON

iNVÓCAME

Héroes de hielo

Poema Nº19: Fuiste

Leedor de una sola mano

Hermanita mía

Los Cortos de Crow: En el nombre del padre

Entierro

La hipocresía de los hipócritas

Poema Nº18: Teníamos

Los cortos de Crow: Contengo sombras

Ella es mi chica

El Blanco Filo Del Slencio

Los cortos de Crow: La revancha sobre el gatillo

Poema Nª17 (Mi testamento)

Disfraces

Ángeles Caídos...

Cría cuervos...

Memorias de un adicto (version mejorada)

Un día menos en el infierno

25 de febrero, De Luces y De Sombras

Oscuridad En El Piano

Poema N°16 (Designio)

Poema N°15 (No Te Dejo)

Incesto en Do Menor

Poema N°14 (Te Amaré y Después... Te Amaré)

El Árbol De Fuego

Poema N°13 (¿Perdonarte?)

La Cama De Sus Sueños

Poema N°12 (Volviendo a Vos)

Poema N°11 (Mi Morada)

Poema N°10 (Tuyo y Mía)

Poema N°9 (Usted)

Duermes...

Perversos (2)

Meet the angel of death

Meet the angel of the dark flame

Interview with the female mystery

Poema Nº8: Quiero amarte siempre

Alejandría

Derrames de Silencio

A feast of Morrison

Todo negro

Sangre

Memorias de un adicto

¿Vale La Pena Amar?

Todo Por Jim Morrison

El Ocaso de Caro

La vida de Laura...

Maldito Océano Atlántico

Incesto, Drogas y Jim Morrison

Cosas del Destino, Burlas de mi Suerte

Poema (07: Si Queres)

Poema (06: Tengo Que Decirte Adiós)

La Terminal

Los hombres tambien lloran

Confesión de una puta

Bife y Mollejas

Llorá... pero no olvides

Poema (05: El Adiós Que No Escuché)

La puta y el gran falo

Poema (04: Llevate)

Poema (03: Sublime)

Poema (02: Logros En Vano)

Poema (01: Lamento)

Tormenta Perfecta

El que viaja a dedo

Incesto, Drogas y Jim Morrison

Pam, mi dealer y yo

Argentina Beauty (1)

Naty y yo... amor eterno

El divorcio

Será hereditario?

Que hicimos Naty...