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El punto R

en Control Mental

El punto R (I)

"Ya llego, ya me sale; uff, cómo me ha puesto Elvira. Joder, ya se ha metido tres dedos en el coño y a qué velocidad se está meneando el clítoris. Aaaahhh ... ¡Qué gustazo!, ¡qué corrida más buena! … . Ella también ha terminado".

Me voy de mi escondite tras la puerta intentando que mi hermana Elvira no se de cuenta que la he estado espiando mientras se masturbaba. Ha sido una casualidad que pasara por el pasillo y estuviera su puerta entreabierta. Me ha puesto a mil ver cómo se estaba tocando.

Me llamo Ángel, tengo 25 años, soy estudiante del último curso de administración de empresas y dedico la mayor parte de mi tiempo a gestionar una docena de tiendas que tengo con dos socias en Jaca, al pie de los Pirineos.

Desde muy pequeño he sido tímido y bastante vergonzoso con las mujeres; mis tres hermanas se reían de mí siempre que delante de sus amigas y compañeras de colegio me ponía colorado como un tomate, tartamudeaba y terminaba escapando a todo correr. Con el paso de los años aprendí a controlarme y a disimular lo suficiente como para no resultar absolutamente ridículo y poder mantener trato de amistad con distintas chicas y alguna que otra relación amorosa más o menos intensa, pero la sensación de vergüenza e inseguridad nunca la he perdido. Bueno, hasta hace unos diez meses, que no sólo no siento ningún tipo de vergüenza, sino que me he convertido en un manejador de hombres y mujeres a mi antojo, y hasta estoy recuperando el tiempo perdido en lo que a sexo se refiere. ¿Cómo ha sucedido?, pues gracias al poder del punto R.

Siempre me gustó mi tío Alfredo, hermano mayor de mi madre, que desde muy joven salió huyendo de los fogones y cocinas a los que parecía destinado y se hizo en Madrid un nombre (y una apreciable fortuna) dedicándose a organizar viajes para grupos y empresas a los lugares más exóticos y distantes que se pueda imaginar. No hemos tenido excesivo trato (viaja constantemente y tampoco es que venga mucho por su pueblo) pero en todas las ocasiones ha demostrado interés en mí, en mis estudios y aficiones y en las fiestas familiares (es tradicional que celebremos con un gran banquete Santa Quiteria, nombre de mi abuela y de mi madre) se muestra solícito y cariñoso; quizás como un padre a distancia (mi padre murió en mi más tierna infancia).

Precisamente fue el día de su sesenta cumpleaños (vino a celebrarlo con nosotros en el que es el negocio familiar: un coqueto y afamado hotel rural restaurante situado en las inmediaciones del pueblo) cuando comenzó a cambiar mi vida. La cena familiar se alargó hasta bien entrada la madrugada y al final quedamos mi tío y yo charlando junto al fuego, tomando una copa.

-¿Y bien, Ángel, cómo van esas novias; te casarás pronto como por aquí es costumbre o eres más como yo, pillando lo que se puede?.

-¿Novia?, con lo tímido y cortado que soy me parece que no la voy a tener nunca. No hay manera que una chica que me guste se fije en mí. Vamos, que no me como una rosca.

-Anda, anda, ¿mi sobrino tímido y mal follao?. Hay que solucionarlo. La verdad es que no he encontrado nunca el momento de contarte algo que conocí hace muchos años y que forma parte de tu herencia familiar: se puede conseguir casi cualquier cosa que se quiera del resto de personas si sabes utilizar una capacidad que tenemos los hombres de nuestra familia: el control mental que proporciona nuestro punto R.

- Me tomas el pelo. Eso no existe.

- Tu mismo lo vas a ver dentro de un rato. Seguro que el club de alterne de la carretera de Sabiñánigo está abierto. Vamos para allá y te hago una demostración. Más vale un ejemplo que mil palabras. No vas a dar crédito a lo que va a ocurrir.

El club Lady’s tiene el aspecto hortera de una discoteca de principios de los setenta, aunque la docena de mujeres ligeras de ropa que por allí hay no están nada mal. Apenas tres o cuatro hombres se ven junto a la barra. Tras una copa y un rato de vacile con la camarera, mi tío se dirige a una rubia mal teñida, delgada y alta, de tetas redondas blandas, vestida con un corto camisón rojo transparente. Se queda mirándola fijamente a los ojos durante unos pocos segundos, hace un leve gesto con la mano izquierda y la mujer se dirige a mí: "hola, guapo; soy Karen. ¿Tu no te animas o es que las putas de este club no estamos buenas para ti?".

Me coge la mano y me lleva tras una cortina. Entramos en una sala prácticamente a oscuras donde parece no haber nadie y nos dirigimos a uno de los sofás que hay pegados a la pared. Se sienta, saca sus tetas del camisón, se las manoseo y enseguida, sin decir nada, desabrocha mis pantalones, descubre mi ya crecido rabo y empieza a mamarlo con ganas. En apenas un par de minutos estoy cercano a eyacular mientras la puta sigue su rápido y frenético chup-chup. Oigo en voz muy baja a mi tío que se ha acercado hasta ponerse tras de mí: "piensa lo más raro que se te ocurra para correrte ahora mismo para que yo se lo transmita mentalmente a la puta. Vas a comprobar el poder del punto R".

No se qué pensar, estoy deseando correrme y sólo se me ocurre desear hacerlo con los pies de la mujer. En unos instantes (y sin que se haya oído ni una sola palabra), Karen se acuesta sobre el sofá, sujeta mi polla con las plantas de sus pies y sigue meneándomela hasta que salen los chorros de mi leche y le pringan piernas y muslos. Vuelve a sentarse y me la chupa suavemente durante un rato más (un par de veces le digo que lo deje ya, pero no hace ningún caso) hasta que está limpia y reluciente por la saliva. Me la guarda en el slip, sube mis pantalones, cierra la cremallera, sonríe y dice con voz contenta: "muchas gracias, a las copas que habéis tomado os invito yo".

En el coche, camino de casa, mi tío me mira con cara de cachondeo mientras yo no se qué pensar salvo que estoy muy satisfecho tras la mamada.

-¿Ya lo habías hablado antes con ella, verdad?. Es una broma que me gastas.

- Hombre de poca fe, en mi vida había estado en ese club. Tranquilo, en los próximos días voy a darte más ejemplos de control mental y tú también aprenderás a hacerlo. Las posibilidades son casi inagotables y no sólo para el sexo. A mi me ha ayudado mucho durante casi cuarenta años.

Tras el desayuno Alfredo comunica a la familia que él y yo nos vamos a pasar el día a Huesca y que volveremos por la noche.

El viaje en coche se hace un poco pesado por las curvas y el tráfico de camiones, lo que da lugar a que yo reciba la primera charla sobre el punto R: "el abuelo Raimond era del sur de Francia, llegó un invierno a Jaca sin oficio ni beneficio conocidos y el siguiente verano fue elegido alcalde de la localidad y consiguió comprar, a un precio que entonces se consideró baratísimo, la finca en dónde hoy está el negocio familiar. Casó con Orosia, hija de un concejal republicano del pueblo, y murió dejando un importante patrimonio a sus tres hijos varones. Dos de ellos murieron en la Guerra Civil y Alfredo, el más joven, se tuvo que exiliar en Francia durante más de veinte años, perdiendo la imprenta y el taller de coches de los que vivía entonces la familia. Volvió sin un duro y tras casarse con la abuela Quiteria, consiguió recuperar en poco tiempo las posesiones perdidas tras la guerra y construir el hotel-restaurante. Yo soy su único hijo varón y poco después de mi mayoría de edad, me contó todo lo que yo a ti voy a enseñarte; eso sí, practicando que es más rápido y entretenido. Únicamente tienes que saber que los hombres de esta familia tenemos una especie de callosidad en la mano izquierda, bajo el dedo índice, apenas perceptible y que tiene una forma similar a una letra R mayúscula".

Inmediatamente miro mi mano izquierda y sí, antes de que empiece el dedo, como si fuera un pequeño bultito o grano, hay lo que puede parecer una letra R.

Desde aquel día en Huesca ya ha pasado medio año y sólo puedo decir que he conseguido aprobar todas las asignaturas que se me atragantaban en la Facultad; he tenido sexo siempre que he querido y mi situación económica personal empieza a ser muy buena, sin grandes esfuerzos por mi parte.

La primera lección recibida por parte de mi tío se desarrolló en una lencería del centro de Huesca. Entramos a la tienda cerca del mediodía y Alfredo solicitó ver todo tipo de modelos de bragas, tangas, sujetadores, ligas, bodys, camisones, medias. La dependienta, guapa cuarentona, pelo corto castaño, tetas pequeñas muy altas, culo redondo y unas piernas de muy buen ver, empezó a poner mala cara al ver a dos hombres que le pedían todo tipo de artículos a la hora de cierre. Mi tío le miró fijamente a los ojos durante unos segundos, hizo un gesto con la mano izquierda, como si apretara un botón con el dedo gordo y … cosa de magia, la dependienta cerró la puerta de entrada, nos indicó con una gran sonrisa que pasáramos a la trastienda, nos sentamos en unas sillas frente al probador y la mujer comenzó a hacernos un espectacular pase de modelos de lencería. De vez en cuando mi tío le indicaba algo mentalmente a Amparo (así nos dijo que se llamaba) y en cuestión de segundos, la dependienta cambiaba de modelo y de postura siempre con una gran sonrisa en la boca.

Tan interesante desfile me provocó una tremenda erección y mi tío indicó a la improvisada modelo (sin una sola palabra, claro está) que pusiera remedio a la situación: me puse de pie y la mujer me desnudó por completo; se arrodilló y comenzó a chupármela de manera eficaz.

-Ángel, ves indicando mentalmente a Amparo todo lo que quieras que te haga. Piensa tú en ello de manera clara, concisa, visual e indícaselo para que lo realice; hazlo como si hablaras con ella en voz alta.

Tenía unas tremendas ganas de metérsela en el peludo chochito amarronado que nos había estado enseñando todo el rato. Pensé en la mujer doblada por la cintura, agarrada al asiento de una silla y yo entrando desde atrás. Dicho y hecho: estaba tremendamente mojada y cuando se la enterré de un empujón, dio un respingo y sonrió. ¡Qué gozada!. La dependienta nada decía y a mí me apetece que me hablen mientras lo hago; pensé en ello y casi al instante Amparo empezó a quejarse, a gemir, a respirar con fuerza y a decir cosas como: "sí, sí; más, más fuerte, corazón; qué grande la tienes; dame más mi vida, más, …". Se calló porque mi tío le acababa de meter un pollón oscuro, corto y muy grueso que empezó a mamar como si la vida le fuera en ello.

En unos minutos me corrí con ganas como si la noche anterior no hubiera tenido sexo. Me separé de Amparo y ví como Alfredo se corría en su cara mientras ella se masturbaba con prisas, como una loca. La corrida de la mujer no se produjo hasta que mi tío se lo indicó bastante rato después. Cayó al suelo desmadejada y sudorosa. Joder, cómo mola esto del control mental.

Salimos de la tienda con varios paquetes con regalos para mis hermanas, mamá y la abuela. Amparo, la amable dependienta, no nos quiso cobrar tras una insinuación de Alfredo.

"Recuerda algo importante Ángel: siempre que utilices el control mental procura no abusar en ningún sentido, en especial no pidas grandes cantidades de dinero o regalos demasiado ostentosos, porque eso tarde o temprano lo notaría la gente. El secreto es la mejor arma de la que disponemos. Nunca, nunca debes contarlo a nadie que no sea un hombre descendiente nuestro en línea directa y que su segundo nombre de pila comience por R. ¿Por qué crees que te llamas Ángel Ramón y yo Alfredo Raimundo?; no es sólo tradición familiar, es que nos resulta muy útil".

 

 

El punto R (II)

 

 

De repente me entraron unas ganas tremendas de practicar y conseguir dominar el control mental. Se me ocurría un uso tan importante como el del sexo: conseguir aprobar las jodidas tres asignaturas que me iban quedando de un año para otro. Bueno, dijo Alfredo, vamos a ello.

No soy mal estudiante pero todo lo ligado a las matemáticas me cuesta mucho trabajo y el departamento de estadística de la facultad tiene bien ganada fama de no aprobar a nadie con facilidad, en especial el joven catedrático Secundino Girón, que tiene el record de suspensos, yo entre ellos.

Alfredo y yo pedimos una entrevista con Girón y, cosa rara, la amable secretaria lo consiguió en unos breves minutos. Entramos en el oscuro despacho del catedrático que nos recibió con una cara de desdén y desaprobación que casi daba miedo. Mi tío le miró a los ojos, hizo un gesto con la mano izquierda y una sonrisa asomó a la cara del joven Secundino. En menos de media hora ya habíamos revisado mis últimos tres exámenes y el catedrático había llegado a la conclusión que eran más que válidos como para calificarlos con un notable. Milagro.

Y pensar que llevaba tres cursos seguidos de suspensos en sus asignaturas y varios meses intentando ser recibido por el catedrático. Se me ocurrió una pequeña venganza.

Hicimos entrar en el despacho a la secretaria del catedrático y tras la correspondiente persuasión de Alfredo, desnudó a un sorprendido Girón que después fue conminado por la mujer a ponerse a cuatro patas encima de la mesa. El propio cinturón del hombre sirvió para azotarle las blancas y delgadas nalgas, los muslos y las piernas. Despacio, con fuerza, sin dejar ni un centímetro de piel sin recibir su correspondiente cintarazo. La secretaria demostró bastante celo en castigar a su jefe al mismo tiempo que se ponía tremendamente cachonda, lo que manifestó urgiendo al cátedro a comerle un coño rasurado brillante por los jugos vaginales. Jóder qué corrida; los sollozos de la mujer resonaban en el despacho como si llevara toda una vida sin follar. Secundino fue obligado a masturbarse y correrse sobre su maletín de piel. ¿Qué habrá pensado al despertar desnudo, dolorido y con su maletín manchado de semen?.

"Angel, nunca se te olvide que al utilizar el poder mental debes conseguir que nunca te relacionen con los posibles hechos y sucesos que provoques. Para los demás siempre hay que quedar al margen".

Aún sin saber utilizar el poder pero tremendamente contento de poseerlo, estaba deseoso de practicar con él y darme todo tipo de satisfacciones.

Mi mejor amigo desde que tengo memoria es Didier (Desiderio). Es francés, tres años mayor que yo, veterinario y un discretísimo homosexual, tanto como que está casado con Luisa Pina desde que terminó sus estudios.

Hace cosa de cinco o seis años tuve algunas experiencias sexuales con Didier (desde entonces me encanta que me hagan mamadas), lo suficiente como para saber que los hombres no me repugnan, que de vez en cuando puede llegar a estar bien, pero que prefiero el sexo con mujeres.

Didier está secretamente enamorado (simplemente encaprichado, creo yo) de Roberto, el empleado de mantenimiento del hotel de mi familia, considerado en el pueblo como el tío más guapo y macizo de esta zona del mundo. Desde luego, horas de gimnasio no le faltan ni tampoco tablas en el trato con hombres y mujeres: se deja querer y se aprovecha todo lo que puede. Ah, las malas lenguas aseguran que Roberto es bisexual y amante remunerado de algún que otro homosexual del pueblo.

"Luisa Pina, me la empina"; era el grito de guerra que todos los quinceañeros del pueblo berreábamos como gracia y como constatación de que Luisa es un bellezón y está buena como para gritar. ¿Por qué se casó con Didier, homosexual confeso para sus allegados?; probablemente tuvo bastante que ver el hecho de que él tiene dinero y mucho que heredar (su familia es propietaria de un gran casino en el sur de Francia) y a ambos siempre les ha convenido la discreción. Luisa es tan maciza como puta, según cuenta su marido y a mí me gustaría comprobarlo.

Los viernes por la noche, excepto en agosto, porque entonces el pueblo se pone imposible de veraneantes, quedamos un grupo de amigos en un restaurante que está junto al polideportivo. Picamos toda la gama de tapas, pinchos y raciones que les da fama y nos pasamos de copas en un ambiente relajado, amistoso, casi familiar. Nunca somos más de doce y fijos casi siempre somos Luisa, su marido, Iguácel (la alcaldesa) y su marido, José; Mayte y Malena, hermanas ya maduras, de profesión sus cotilleos; Roger, arquitecto, y yo.

Hoy es viernes, son ya las tres de la mañana, el nivel de alcohol ha subido bastante y yo estoy deseando probar mis aptitudes ocultas. Nos vamos separando por las calles del pueblo y al final estamos Luisa, Didier y yo en el portal de su casa. Intento llevar mentalmente al ánimo de Didier que tiene mucho sueño y que se va a acostar ya mismo, mientras que quiero que Luisa me invite a pasar a tomar algo.

Lo consigo. ¿Será control mental?.

Acostamos a Didier en la inmensa cama con dosel en la que duerme (el matrimonio tiene habitaciones separadas) y oigo la frase mágica: "Ángel, vamos abajo a tomarnos una copa".

No he descrito a Luisa Pina: guapa, pelo largo teñido de negro azabache, alta, delgada engañosa, muy curvilínea, sensual, piel morena, elegante, alegre y cuando habla y te mira con sus grandes y marrones ojos parece que te la está chupando. Impresionante.

Pasan los minutos con una conversación banal, con risas y un cierto vacile tontorrón, pero nada de lo que quiero. No hago más que intentar llevar a la mente de Luisa las imágenes sexuales y obscenas que pasan por mi cabeza, pero es evidente que aún no se utilizar el control mental del punto R. Me estoy empezando a impacientar y tras una forzada carcajada por mi parte, me abalanzo sobre Luisa y la beso. Menos mal, recibo respuesta e introduce su lengua en mi boca, se ríe, acaricia de abajo-arriba mis brazos varias veces seguidas y me lleva a su habitación.

Luisa se ha adormilado después de darle unas pocas caladas a un apestoso cigarrillo. Yo sigo sorprendido y satisfecho porque apenas puedo creer que en las últimas horas he follado con la mujer de mi mejor amigo más y mejor que en los últimos cinco años. Al llegar a la habitación nos hemos desnudado con gestos presurosos, siendo la primera alegría la preciosa, mínima, transparente y excitante ropa interior negra que lleva. La segunda sorpresa es que sin avisarme se ha arrodillado para chuparme el rabo como si de una profesional se tratara utilizando lengua, labios, dientes con verdadera maestría ("comer polla me excita a tope") y acariciando mis huevos y muslos con la tetas ("luego me tienes que mamar los pezones un ratito, eh"). Otra sorpresa ha sido ver que su vello púbico lo lleva afeitado excepto un pequeño y denso vellón negro y rizado con forma de delfín ("¿te gusta?; me lo comerás, ¿verdad?").

La mamada es tan buena que temo correrme rápidamente, por lo que tiro de su cabellera hasta conseguir que deje de chupar, le doy la vuelta y tras doblar su cintura penetro un coño empapado que me recibe con mucho calor y gemidos de excitación ("uuaaayy; ¡muévela, cabrón, dame lo que me gusta!") que van creciendo según empiezo a bombear más rápido y fuerte. Se corre casi en silencio y durante bastante tiempo siento las contracciones de su vagina. Ella siempre ha mantenido que tiene orgasmos de muchos minutos de duración y lo parece, desde luego.

Nada más sacarla se gira, besa mi boca y de nuevo se arrodilla para mamármela.

- Voy a durar muy poco si sigues comiéndomela así de bien

- ¿Te excita, eh?; los hombres se vuelven locos con el juego de mi lengua y algunas mujeres también.

La saco de la boca y sin necesidad de decir nada se arrodilla en el borde de la cama ofreciéndome su duro y redondeado trasero: "si me enculas bien te enseñaré un truquillo que he aprendido últimamente". No me cuesta demasiado trabajo meter el capullo y cuando tengo dentro más de la mitad empiezo a sentir que me la empuja hacia afuera y luego la absorbe hacia adentro. El jueguecito es muy excitante, sin necesidad de moverme y casi sin esfuerzo le estoy follando (debería decir que ella me está follando) el culo. Me corro dando un sonoro grito y caigo a plomo sobre Luisa ("¡qué gusto; qué bueno!"), quedándonos en la cama quietos, recuperando la respiración.

Al cabo de un rato está acariciando mi cipote con mano experta y yo le mordisqueo sus oscuros pezones, lo que arranca gritos de deseo en esta caliente mujer ("salvaje, bruto; qué gustito me das"). ¡Cómo me pone!. Me muero de ganas por comerle el coño, lo que me pongo a hacer con verdadero éxito ("sí, sí, dame lengua; no pares, chupa") hasta que empieza a golpear mi cara con su pelvis, a restregarse a derecha e izquierda, arriba y abajo ("sigue, quiero correrme"). Estoy completamente empapado de densos jugos vaginales y salivales, utilizo toda mi cara intentando comerle el sexo y agarro el culo con dedos como garfios para detener el movimiento convulso de mi pareja, cuando un grito largo y contenido ("aayyyyyyy") me indica el orgasmo, largo, seguido de movimientos convulsos durante muchos segundos.

Descansamos (ella fuma tabaco rubio mentolado) hasta que me sienta en una silla de respaldo recto que ha colocado frente al espejo ("me excita verme reflejada"), se sienta en el suelo y chupa la polla con sabiduría. Cuando más o menos recupero la erección se sienta de espaldas a mi cara introduciéndose el falo ("acaricia mis tetas y pezones, por favor") y comienza un lento subir y bajar, excitante y preciso, mientras no deja de hablar cada vez más excitada: "¿estoy buena, eh?; nadie te folla así de bien, so cabrón; te voy a dejar seco, maricón; cómo me pone tu polla; come y chupa mis tetas, cerdo; eres muy malo, un animal muy bruto".

Se ha corrido con profusión de líquidos y yo duro sólo un minuto más ("no la saques, déjala dentro, no te muevas. Quiero sentirla dentro"). Estoy medio adormilado, casi grogui.

"No te duermas, Ángel, mírame mientras me hago una paja, me he excitado mucho".

Dicho y hecho. Se pone en pie, pone su mano izquierda sobre mi cabeza y la mano derecha acaricia frenéticamente el clítoris durante tres o cuatro minutos. Me empuja hacia la cama en el momento del orgasmo volcando la silla y desplomándose sobre mí. Estoy K.O. y me duermo.

- Vaya, vaya; por fin habéis estado juntos y por el aspecto de la cama y de vuestras caras ha sido una noche especialmente movidita. No se si ponerme celoso o alegrarme con sana envidia. Espero que hayáis gozado poniéndome los cuernos.

Didier entra en la habitación de su mujer, abre las cortinas y las ventanas, da un sonoro azote en el culo de Luisa ("ya hablaremos tu y yo, so puta"), una leve caricia en mi mentón y nos insta a bajar a la cocina donde nos ha preparado el desayuno (son las cuatro de la tarde, eso sí). Bueno, parece que no se enfada conmigo. Lo que no tengo nada claro es que anoche yo supiera manejar el control mental, más bien creo que fue Luisa la que quiso acostarse conmigo tanto como yo con ella.

 

 

El punto R (III)

 

Han pasado tres días desde mi maratoniana sesión con la mujer de Didier. Ni he hablado con ellos (están en Francia) ni he salido de casa salvo para ir a trabajar. Alfredo se ha marchado a Madrid y antes me ha repetido hasta la saciedad todos sus consejos sobre el control mental, en especial que lo use para buen fin y no intente hacer daño a nadie. También me asegura que me queda mucho por aprender y practicar. Pues a ello pienso dedicarme con ganas.

Los adornos florales que se utilizan en el hotel-restaurante los preparan y elaboran en la floristería Maristán, de las hermanas Mayte y Malena, conocidas por ser dueñas de las más tradicionales tiendas del pueblo (mercería, pastelería, floristería, lanas, listas de bodas, souvenirs, lencería, zapatería, colchonería, ropa de bebés, … el emporio Maristán) y porque son las cotillas oficiales. Todo lo saben, sea verdad o mentira, sobre todo el mundo.

Lo anterior viene a cuento de una conversación, medio en broma medio en serio, que a la hora del desayuno hemos tenido dos de mis hermanas y yo (mi hermana mayor está divorciada, tiene una niña pequeña y vive en una de las estaciones invernales andorranas, en dónde regenta un restaurante). Siempre nos hemos preguntado si mi madre tiene o no novio (quedó viuda hace más de veinte años) y si tendrá o no vida sexual activa. Dicen mis hermanas que se rumorea que tiene un rollete aquí en el pueblo y que hace más tiempo aún tuvo un romance con alguien de la capital, Huesca. Lo que no saben es quien o quienes son los posibles sujetos. Tengo curiosidad, todo sea dicho. Voy a intentar enterarme gracias al control mental.

Mayte y Malena (desde que tengo memoria todo el mundo se refiere a las hermanas así, como una pareja inseparable) casi siempre están juntas y ejercen su magisterio de cotillas oficiales en una de sus tiendas: la floristería, en dónde todas las tardes toman el té de las cinco y reciben a la legión de marujas y marujones que la gente bien de Jaca tiene en sus filas.

Poco antes de las cinco me acerco a la tienda con la disculpa de que una factura está duplicada. Me hacen pasar al saloncito que tienen en la trastienda ("cuánto bueno por aquí; ya era hora de que vinieras"), deciden no abrir la tienda y dedicarme toda su atención; algo se huelen. Mientras tomo el café y mojo sus deliciosas pastas de almendra no hago más que mirar fijamente a sus ojos, hago el gesto de apretar el punto R y me concentro en intentar influir en sus mentes para que me cuenten lo que quiero saber. De repente Malena dice: "¿Y a ti que te parece lo de tu madre y Roberto?, es joven para ella, ¿verdad?; además con la fama de mariquilla que tiene por ahí. Por supuesto no te preocupes porque nadie lo sabe y su secreto está bien guardado con nosotras; claro, es lógico que una mujer tanto tiempo viuda, aún joven y guapa, necesite sexo, y el tal Roberto está como un queso. Pero eso de que sea extranjero y empleado vuestro, no se, no se, da como mal rollo …"

No digo nada, me callo, sigo tomando mi café y las hermanas no mueven ni un músculo. Siguen con su expresión de no haber roto un plato en su vida, con la falsa sonrisa petrificada y completamente quietas. Están en mi poder. Por cierto, les ordeno que olviden lo ocurrido esta tarde, que callen sus cotilleos sobre mi madre y guardo para más adelante las ganas de putearlas un poco. Ya veremos.

Así que mi madre se lo monta con uno de los guaperas del pueblo: Roberto, el manitas portugués que arregla todo en el hotel y que parece ser también le está arreglando los bajos a mi madre. Me tengo que enterar de primera mano.

Los miércoles libra mi madre (curiosamente, también Roberto) y a menudo baja a Huesca en donde tenemos una gran casona que apenas visitamos salvo en verano, en las fiestas de San Lorenzo. Estoy muy atento a los pasos que da mi madre y en cuanto dice que va a ir a la capital me ofrezco a llevarla en coche con la disculpa de tener que pasar por la biblioteca de la Facultad. Durante el trayecto no me atrevo a intentar aplicar control mental sobre mi madre: ¿miedo a conocer la verdad o respeto por ella?.

En cuanto cierra el portal de la casa aparco algo lejos y vuelvo sobre mis pasos a tiempo de ver entrar a Roberto en casa. ¡El cabrón tiene llave!. Por si necesitaba confirmación de que son rollo, ahí lo tengo. Quiero verlo con mis propios ojos.

Diez minutos después entro por la puerta trasera, procuro no hacer ruido en el jardín y me dirijo a la puerta de la cocina. Doy un respingo mientras me oculto porque en la cocina veo una escena que primero me sorprende, después me cabrea y me pone muy nervioso y, desde luego, me excita.

Quiteria, mi madre, está casi totalmente desnuda, doblada por la cintura, apoyada con los brazos sobre la mesa y Roberto le está metiendo un pollón que parece de película porno. Entra y sale del coño de mi madre a gran velocidad, la sujeta con sus grandes manos de las caderas mientras respira produciendo un sonido que parece una locomotora. Quiteria (no me apetece decir mi madre) se sujeta con fuerza a la mesa y gime en voz alta mientras recibe como unos veinte centímetros duros, tiesos, gruesos, rugosos, rojizos y brillantes por la cantidad de líquido vaginal. A cada golpe de caderas la mujer es empujada hacia delante y llega un momento en el que está con la cara y las tetas sobre la mesa, los ojos fuertemente cerrados y gimiendo sin control. Se corre dando un prolongado grito ("aaaahhhhhhhhhh") y momentos después habla a su amante: "para cariño, para, ya no más; espera un momento, espera, para, para".

Se da la vuelta, se arrodilla en el suelo y empieza a mamar la polla del necesitado Roberto, que tras unos segundos, la agarra del pelo para sujetar la cabeza y empieza a follar la boca de su amante con un metisaca rápido y corto. Aguanta un par de minutos antes de correrse, saca el rabo y suelta media docena de chorros de semen que salpican la cara, las tetas y el pelo de Quiteria, mi madre, quien ahora lame y limpia con cuidado la polla de su follador.

Estoy un poco aturdido, excitado, con ganas de menearme el rabo y al mismo tiempo, un poco malhumorado. Mientras decido si me la meneo, Quiteria y Roberto se cogen de la mano, abandonan la cocina y se dirigen hacia un gran salón que hay en la planta baja. Entro por la puerta de la cocina y con cuidado me sitúo oculto junto a la puerta de la sala. Están hablando en voz baja y melosa, como dos novios.

Quiteria es una mujer que acaba de cumplir cincuenta y cuatro años, que está algo pasada de peso pero que está muy buena: blanca de piel, media melena de color castaño y mechas rojizas, grandes ojos marrones, labios gruesos rojos, tetas grandes, llenas, blandas y suaves; caderas anchas redondeadas que cobijan un trasero grande y duro, piernas largas con muslos gruesos y, será amor de hijo, guapa, muy guapa; siempre arreglada, muy discreta, pero hecha un pincel. Bueno, ahora mismo tiene pinta de putón verbenero propia de las películas porno de la tele: desgreñada, sudorosa, con manchurrones de semen en la cara, el pecho y el pelo; lleva un sujetador rojo de un tamaño mínimo que en ningún momento ha tapado nada de sus grandes tetas; en la cintura lleva un liguero también rojo que descubre y remarca su culazo y el rizado peludo marrón; del liguero se sujetan las medias negras, casi transparentes, que le llegan muy arriba en los muslos. Está muy excitante recién follada, mucho.

No puedo escuchar lo que dicen pero veo perfectamente como mi madre no deja de acariciar la polla (aún sin estar en erección es impresionante su tamaño) y un rato después se pone a chuparla, metiendo casi entera esa tremenda tranca en su boca. Pocos minutos después Roberto coge un frasco de encima de una mesa, se lo da a la mujer y ella empieza a extender una crema por la polla, lentamente, mientras se comen la boca; enseguida, se tumba boca arriba en el sofá y espera la lenta y profunda acometida del hombre en su culo.

Ahora sí que me empiezo a menear el rabo: están dándole por el culo a mi madre delante de mí y ella acepta en apenas tres o cuatro fuertes empujones un pollón inmenso, entero, hasta los huevos, mientras grita de gusto y el hombre comienza a hablar en voz alta: "putita mía, qué guarrilla eres; qué golfa, corazón, ...". El metisaca ya es rápido y fuerte; los dos están callados respirando con fuerza y a la espera de su goce, que se produce casi al mismo tiempo: primero el hombre, que descarga toda su leche dentro del culo y después la mujer, que no ha dejado de acariciarse el clítoris mientras era enculada.

Yo también me he corrido con ganas y apenas he tenido tiempo de eyacular sobre mi pañuelo. Joder, que pasote el de mi madre. Me retiro de la puerta del salón y me dirijo en silencio hacia la puerta. Hoy tampoco me ha hecho falta el poder del punto R.

Estoy mosqueado con mi madre, con las hermanas cotillas, con Roberto y hasta con Didier y Luisa, porque hace ya más de diez días que no se nada de ellos.

El punto R (IV)

 

Decido practicar el poder mental y elijo como sujeto de mi experimento a Chiqui, una exnovia calientapollas que siempre me puso a mil y de quién nada obtuve salvo algún magreo, dolor de testículos y matarme a pajas. De mi timidez siempre se cachondeó más de la cuenta y a todo el mundo le contaba que yo no me comía una rosca con ella. Aunque no lo reconocería abiertamente, he estado bastante resentido con Chiqui desde entonces.

Hace unos dos años que apenas tenemos trato aunque por el pueblo nos vemos a menudo. Me hago el encontradizo a la hora del aperitivo, me intereso por ella, charlamos y reímos, nos vamos a otro bar y poco a poco comienzo a mirar fijamente sus ojos, a darle órdenes que la predispongan a tener sexo conmigo y, tras morrearnos más o menos discretamente, me lleva a su piso.

Nada más cerrar la puerta le ordeno que se desnude y que se exhiba para mí. Creo que tengo razones para estar cabreado con ella porque en su día nunca llegamos a follar; está buenísima: guapa, pelo muy negro y rapado como un soldado, ojos grises muy claros, poca estatura (siempre le dicen Chiqui aunque se llama Carmen), bonitas tetas pequeñas muy picudas, con areolas rosas muy redondas, un culo pequeño alto y prieto, piernas finas y completamente rasurado el pubis.

Me está saliendo la vena sado (me da muy a menudo, la verdad) y creo que voy a castigar a la rubita. Me apetece.

Chiqui está encima de la mesa baja del salón, desnuda, a cuatro patas. He intentado llevar a su mente que olvide pronto la sesión de castigo que quiero propinarle, pero que se joda, ahora lo que quiero es disfrutar pasándome con ella todo lo que me apetezca.

Llevo muchos minutos acariciando y lamiendo con manos, labios y lengua todo el cuerpo de la mujer. Me gusta mucho su coño afeitado, pero creo que nunca hasta ahora había mamado y mordisqueado unos pezones tan largos, gruesos, tiesos y duros; ¡qué maravilla!, ¡qué excitantes!, parecen pollas pequeñitas. Se los muerdo más fuerte de lo debido y los estiro con los dientes Se los muerdo más fuerte de lo debido y los estiro con los dientes (por cierto, creo que no lo he dicho antes de ahora, pero a mí me fascinan los pezones de mujer, me gusta disfrutar de ellos suave y cariñosamente, pero también con dureza. Los pezones grandes y oscuros y esos otros semiocultos por la areola que llaman en brioche son los dos tipos que me subyugan). Chiqui comienza a quejarse ("me haces daño pero me pones a mil; dáme gusto, quiero correrme ya"), al mismo tiempo empiezo a darle unos sonoros y fuertes cachetes en su culo ("aaayyyyyyy, qué malo eres; aaayyyyyyy, cómo me pones") que provocan en mí ganas de darle más fuerte. Cojo el cinturón de mis pantalones, me separo un poco de la mesa y comienzo a azotar el culo que tengo delante. Despacio, con calma, apuntando y poniendo el alma en cada uno de los azotes, disfrutando del sonido del golpe y viendo como van apareciendo multitud de marcas rojas y alargadas. Ahora paso a los muslos y después a la espalda. ¡Cómo mola!; qué pollón se me ha puesto.

Me pongo delante de la mujer y de un golpe inserto la polla en su boca, que me parece un horno muy caliente y acogedor … . Adelante-atrás apenas duro una docena de pollazos, saco el rabo y me corro en la cara y la cabeza. ¡Qué estupendo!. Me encanta ver el semen sobre el corto cabello negro de la mujer.

Estoy sentado tomándome un refresco, la morena sigue excitadísima encima de la mesa, se queja y pide que le meta la polla ("dame gusto, méteme la polla; no aguanto más, por favor; necesito correrme"). La dejo cocerse en su propio jugo sin permitirle que se toque durante el rato que tardo en vestirme y luego le ordeno que se masturbe, lo que hace de manera frenética, con desesperación. Un fuerte y largo grito me da idea de la corrida de Chiqui, que se desploma hasta el suelo. Aquí ya no tengo nada que hacer, anoto mentalmente que esos prodigiosos pezones tengo que volverlos a mordisquear pronto y me marcho contento y satisfecho con mi pequeña venganza.

Cuando llego a casa tengo un mensaje de Didier en el contestador: "ven mañana a cenar a casa. Tranquilo, no hay malos rollos por lo del polvo con Luisa. Estaremos tu y yo solos porque ella sigue en Marsella".

Inmediatamente me viene a la cabeza una idea que más o menos conscientemente me lleva rondando ya unos días, desde que vi a mi madre follar con su amante. Busco a Roberto, charlamos un rato de asuntos relacionados con su trabajo en el hotel y en un momento concreto le miro fijamente a los ojos, aprieto en la mano izquierda el punto R con mi dedo gordo y le ordeno que mañana vaya a las once de la noche a casa de Didier para acostarse con él.

A ver si logro darle una sorpresa agradable a mi buen amigo y de paso puteo un poco al ligón portugués.

Son las nueve de la noche cuando me presento para cenar con Didier. Los primeros momentos parecen un poco tirantes hasta que empezamos a hablar con la habitual confianza y naturalidad: "mira Ángel, el que te folles a mi mujer no me importa, pero es que en un primer momento me dio mal rollo y envidia. Sabes que tú siempre me has gustado también físicamente y supongo que me puso celoso ver contigo a la puta de Luisa. De todas las maneras, prefiero que tu seas quien se la folle (se que desde siempre le gustas mucho) y que no vaya por ahí de cama en cama como la perra salida qué es".

- ¿Vosotros dos nunca habéis tenido nada de sexo?.

- Yo intento ser un marica coherente y consecuente, aunque mi situación familiar y profesional me impide demostrarlo a las claras. Tengo que seguir dentro del armario y buscarme mis rollos cuando viajo por ahí. Aunque, no creas, soy muy caliente, aprecio a mi mujer y se lo excitante que es. Luisa ha conseguido darme gusto en algunas ocasiones (buenas mamadas y también penetro su culo) y en Marsella tenemos un amigo con el que nos montamos algún trío excitante y sabrosón.

- Vaya, pensaba que no te acercabas a ella en ninguna situación.

- A lo mejor nos podemos montar un trío contigo en alguna ocasión.

No contesto, son ya las once, miro a Didier a los ojos para ponerle bajo mi control y le transmito que dentro de un rato se va a tirar al guapo Roberto, que podrá disponer de él como crea conveniente y que en ningún momento me relacionará a mí con esa situación. Después seguimos hablando y apenas pasan unos minutos suena el timbre de la puerta, bajo a abrir y ahí está Roberto. Está guapo el portugués. Le hago pasar y subir hasta el comedor, se saluda amigablemente con Didier, se besan en la boca y yo, discretamente, desaparezco de la escena escondiéndome entre sombras al fondo de la sala y con una copa en la mano.

Roberto y Didier están en un gran sofá, completamente desnudos (dos cuerpos trabajados en el gimnasio, jóvenes y muy cuidados), abrazados y comiéndose la boca con ganas. El comentario de mi amigo al ver la polla de Roberto ha sido: "joder; nunca me he comido una tan grande"; y se ha puesto a acariciársela.

Al cabo de poco tiempo los dos están muy excitados y con los rabos tiesos y duros; desde luego que el ambiente está que arde y a mi me resulta muy excitante desde mi observatorio, en especial cuando Roberto se arrodilla y comienza a hacer una colosal mamada, rápida y profunda, ayudándose con una mano en el tronco de la polla de Didier y metiendo poco a poco un par de dedos en el culo del francés que, en su lengua materna, comienza a hablar demostrando una gran calentura.

Didier se pone en pie, levanta a su amante del suelo y hace que se ponga a cuatro patas sobre el sofá. En pocos segundos empieza a romperle el culo al guaperas portugués, que acepta la polla sin dificultad y parece encantado, dando unos grititos de loca excitada que logran sorprenderme.

Tras una docena de pollazos Didier saca el rabo del culo y lo lleva a la boca de Roberto que chupa con ganas como si el mundo se fuera acabar. Tarda un poco en correrse mi amigo y cuando lo hace da un grito largo, fuerte, intenso como parece que es su orgasmo. Se queda tumbado en el sofá, medio adormilado.

Roberto se acaricia el pollón lentamente para mantener la erección mientras su amante se recupera y en ese momento decido que mi calentón se tiene que acabar. Ordeno mentalmente que el portugués venga a mamármela, lo que hace en un instante. Lo hace bien el muy cabrón; se la mete entera en la boca, succiona y vuelve a sacarla para comenzar de nuevo. Voy a durar poco, cierro los ojos y veo ante mí a mi madre enculada por el pollón tremendo de quien ahora me chupa el rabo; qué morbazo. Pienso en darle por el culo, pero no aguanto más: me corro en silencio y me gusta que se trague hasta la última gota de semen; hasta que no tengo la polla flácida y limpia como una patena no quiero que acabe de lamerme el amante de mi madre. Roberto se corre momentos después dando una serie de fuertes resoplidos.

Dejo a los dos hombres otra vez sentados en el sofá, Didier se agacha para chupar el cipotón del otro y yo me voy a casa. Por mí ya vale.

Han pasado varios días y creo que Didier y Roberto han comenzado una relación pasional que mantiene a mi madre un poco abandonada. Al menos el miércoles no ha ido a Huesca y se muestra irascible y molesta con el portugués. No sé si buscaba yo eso, pero me parece bien.

He hablado por teléfono con mi tío y dice que él también tuvo una temporada en la que se dedicaba a vengarse utilizando el poder del control mental. Mejor que no me pase en ningún sentido y tenga cuidado, es su consejo.

 

 

El punto R (V)

 

 

Yo sigo mosqueado con las hermanas Mayte y Malena, no puedo evitar la sensación de que saben demasiado sobre mí y mi familia; por lo tanto, me parece que ahora les toca a ellas. A ver de qué pie cojean.

A pesar de que siempre todo el mundo piensa en las hermanas cotillas como en una pareja formada por dos iguales, aquellos que tenemos trato personal con ellas sabemos que son distintas y no sólo físicamente. Mayte, la mayor, es rubia, bastante alta, delgada, más simpática y con mejor carácter que Malena, que sólo tiene un año menos, de pelo castaño oscuro, regordeta, y verdadero cerebro gris del emporio de tiendas que poseen en el pueblo. Ya han pasado de los sesenta años, son viudas desde hace más de quince (menudo cachondeo ha habido siempre en el pueblo con esto, dado que ambas enviudaron el mismo mes del mismo año), sin hijos y nadie les ha conocido desde entonces novio o amante.

Empiezo a dejarme ver por las tardes por su floristería y consigo que en un momento en el que se queda sola Malena caiga en mi poder suficiente tiempo como para programar un encuentro a solas dos días después en Huesca.

Estamos Malena y yo en una sala de nuestra casa de la capital. Durante el viaje en coche ha caído sin problema alguno en mis redes y mientras tomamos una copa (ella se precia de no tomar nunca toma alcohol) consigo que me cuente todos los cotilleos y secretos que su hermana y ella conocen y manejan. Ya quisiera la prensa del corazón: de todo el pueblo saben algo y en todo se meten y, lo que me parece peor, obtienen beneficio económico en gran número de ocasiones.

Ya me he enterado que mi madre siempre ha estado colada por José, marido de Iguácel y director de una sucursal bancaria y que Iguácel, la alcaldesa, y Roger, arquitecto municipal, son amantes desde hace años. Mi hermana pequeña, Cecilia, es lesbiana, tiene una novia en la capital y de vez en cuando tiene encuentros con Luisa Pina; Elvira, mi hermana mediana, no parece tener ni novio ni rolletes y, lo que jamás pensé ni podía suponer: en las cercanías del pueblo hay una finca en dónde se pueden alquilar caballos, motos, todoterrenos, quads; al menos en teoría, porque su principal actividad es la de servir de tapadera a una especie de "supermercado del sexo" en donde se puede obtener por encargo cualquier cosa que sexualmente apetezca y se pueda pagar. Mayte y Malena visitan este lugar para satisfacer sus deseos sexuales. Su amiga Blanca es la dueña. Vaya, vaya.

Digo yo que ya puestos a contar cosas, Malena, guapa, ¿cuáles son esos gustos?. Pues resulta que la hermana mayor es una bollera cachondona que se muere de ganas por lamer coñitos jóvenes que también le permitan disfrutar de una auténtica lluvia dorada que le moje la cabeza y las tetas. Y Malena es aficionada a ser tratada como sumisa traviesa que necesita ser atada, inmovilizada, insultada y castigada por su mal comportamiento. Bueno, bueno, bueno.

Me he excitado por dos motivos: primero, voy a castigar a esta guarra con ganas si físicamente está aún mínimamente deseable y segundo (y no menos importante), me ha contado que su hermana y ella están buscando un socio que las aligere del trabajo de gestionar y administrar sus distintos negocios de cara a una próxima jubilación. Por lo que me cuenta, ahí hay mucho dinero a ganar y ¿quién mejor que yo para llenarse los bolsillos?.

Tras llevar a su mente que yo puedo ser el mejor socio y que su hermana y ella deben preguntarme antes de decidir nada, le ordeno que se desnude.
Me llevo una sorpresa al ver que lleva ropa interior de auténtico lujo, excitante, de color amarillo chillón. No está mal; no es una jovencita, pero lleva bien sus sesenta años: pelo corto oscuro, bajita, barrigona, tetas caidonas que desbordan el sujetador, una cuidada y rizada mata de vello oscuro en el pubis, piernas gruesas y un culazo redondo totalmente obsceno que queda muy excitante con el tanguita de encaje amarillo que nada le tapa. Me acerco y le arranco el sujetador de un tirón dejando a la vista dos grandes botijas de pezones tiesos y areolas muy grandes. Sin encomendarme ni a dios ni al diablo le suelto dos bofetadas, fuertes y sonoras; mi polla da un brinco cuando en lugar de una queja oigo: "gracias; por favor, sigue y azótame, eso me va a excitar mucho". Dicho y hecho: con el cinturón le pego no menos de una docena de azotes fuertes en la espalda, el culo y las piernas. Como me resulta bajita, le pido que se suba a un sillón, que levante los brazos y me centro en azotar las tetas de Malena mientras la insulto a voz en grito: "golfa, pajera, comepollas, perra, puta, …". Al quinto o sexto cintarazo mi rabo parece el mango de una pala. No le pego muy fuerte, pero el sonido de los azotes y las tenues marcas rojizas en la piel de esas tetas grandes, caídas y llenas como melones, me excitan como si nunca hubiese follado hasta entonces. "Vamos puta, ¿a qué esperas?, mi polla quiere marcha; túmbate en el sofá, abre las piernas y vamos a follar que voy como una moto".

Es fabuloso meterla en un coño suave, caliente, mojado, mientras te van diciendo con voz ronca, suplicante, agitada y entrecortada: "sigue, no pares, por favor; me gusta mucho, sigue, sigue".

Está claro que Malena es de fácil orgasmo. El metesaca la lleva a correrse varias veces en pocos minutos con un estruendo importante, sollozos y grititos histéricos incluidos. A punto de eyacular la saco de su chocho y termino sobre su cara y cabello, todo bien salpicado por mi lechada. ¡Qué corrida más guapa!.

Me ha gustado follar con Malena. Camino de vuelta a Jaca nadie diría al verla dormitar en el coche que se ha corrido como una loca y que ha implorado mis azotes y bofetadas. No se me va a olvidar volver a estar con ella, no señor.

Ha sido muy comentado en el pueblo el que las hermanas Mayte y Malena Maristán hayan decidido hacerme socio de todos sus negocios. Todos mis conocidos y familiares me han felicitado, en especial José, el director de la agencia bancaria en donde hemos realizado todo el proceso. Como para su banco es una operación rentable, días más tarde de la firma de los contratos me invita a comer en el mejor y más caro restaurante de Huesca. Es un hombre agradable, educado, culto; siempre con un puntito de tristeza o melancolía. Tras los postres, en un reservado y ante unas copas decido sondear su situación matrimonial.

Me resulta fácil controlarle mentalmente e inmediatamente empieza a hablar: "Iguácel y yo llevamos muchos años casados y, desde luego, no me puedo quejar en ningún sentido, aunque su dedicación a la política y mi trabajo en el banco nos deja poco tiempo para estar juntos. Además, sexualmente ya no nos entendemos como antes; me gustan las mujeres, pero de vez en cuando necesito comerme una polla. Tú me gustas desde que te conozco, espero no ofenderte si te pido que me dejes hacerte una mamada".

Ante tal ofrecimiento no se puede decir no sin ser desconsiderado. José ha echado la cortina que cierra el reservado, se pone en cuclillas ante mí y tras bajarme pantalón y slip empieza a acariciarme el rabo con su ancha lengua. Lo hace muy bien, con maestria, de manera que rápidamente la erección es propia de las grandes ocasiones. Ya va mucho más deprisa, ayudándose de la mano en la parte baja de mi tronco y apretando suavemente los testículos. Me corro echando media docena de lechazos dentro de su boca, traga todo mi semen, se relame y mientras quedo un poco traspuesto en el sillón, se menea su rabo hasta que acaba corriéndose en pocos minutos.

Tras recomponer nuestros atuendos sigo intentando indagar un posible interés de José en mi madre. "Sí, me gusta Quiteria, mucho, pero después de la aventura de varios meses que tuvimos ella ha preferido tener un amante, más joven y manejable que yo. La echo de menos porque es una gran mujer y estupenda amante".

Prefiero dejar en su mente la idea de que no hemos tenido sexo y le animo para intentar volver a ligar con mi madre.

Mi madre lleva varias semanas insoportable. Prácticamente no se habla con Roberto y creo que ahí está el problema. No me he atrevido a poner en práctica con ella el control mental, pero como sucede que esta tarde estamos solos en casa, lo intento mientras tomamos café.

Estoy un poco cortado cuando fijo mis ojos en los suyos, hago el gesto de apretar el punto R con la mano izquierda e, inmediatamente, consigo que empiece a contarme su vida sexual: "siempre he sido una mujer caliente; tu padre y yo hacíamos el amor casi a diario y su muerte me supuso cortar con el sexo durante mucho tiempo. Ni siquiera me masturbaba porque tenía la idea de que iba a ser peor. A los cinco o seis años de enviudar empezó a venir por el hotel un viajante de piensos compuestos que se dio cuenta rápidamente de mi necesidad de sexo. Le rechacé durante semanas, pero una noche no pude más y durante seis días no salimos de la habitación. ¡Qué polvazos me echaba el tío!. Después de unos meses le prohibí venir por el hotel y nunca más he sabido nada de él. Despertó en mí unas ganas que creía perdidas y desde entonces, me he acostado con todos los hombres que me han gustado. He intentado ser discreta y aquí en el pueblo he procurado no tener ningún asunto, pero si las camas de la casa de Huesca hablaran tendrían mucho que contar. José, el del banco, siempre me ha gustado mucho pero Roberto, el portugués, ha sabido darme gusto como ningún otro. Hace semanas que no quiere nada conmigo y me masturbo todas las noches para que se me pase el calentón. ¡Cómo echo de menos mamar ese tremendo pollón!".

Colorado me puse tras oír la última frase, aunque después de ver a mi madre en acción ya nada me va a asustar. Bueno, sólo me asustan las ganas que tengo de follarme a Quiteria.

Le ordeno que vaya a masturbarse a su dormitorio y, por supuesto, olvide que ha estado hablando conmigo. Estoy muy cachondo pero no me atrevo aún a dar el paso de follar con mi madre.

Estoy pensando muy seriamente en cascarme una paja cuando recibo un mensaje de Luisa Pina que me alegra un montón: "Qué tal estás, Angel; acabo de llegar de Marsella, de casa de mis suegros y como me he aburrido bastante estoy pensando en organizar una cena en casa para los habituales de los viernes y algunos más que se me ocurran. Ya sabes que estás formalmente invitado; ni se te ocurra faltar porque te mato. Besos y placer". Ahora sí que me la meneo pensando en el cuerpazo de Luisa y me corro mezclando imágenes de ella y de mi madre.

 

 

El punto R (VI)

 

 

Es viernes, son las doce de la noche y estoy en casa de Didier y Luisa. La cena ha sido espléndida aunque los primeros momentos fueron un poco epatantes dado que las tres jóvenes camareras que han servido la mesa han aparecido desnudas, cubiertas por unos escuetos delantales negros con puntillas blancas, cofia blanca y zapatos de altísimo tacón. Nos hemos mirado todos a la cara, con el consiguiente regocijo de nuestros anfitriones, y luego hemos seguido como si nada, eso sí, observando con interés la desnudez de las tres atractivas mujeres.

Los habituales de los viernes se han visto incrementados con Roberto, que ejerce el papel de algo parecido a "amigo íntimo del anfitrión muy conocedor de la casa" y Blanca, la dueña del "supermercado del sexo" de las afueras del pueblo que es quien ha traído a las tres camareras; por cierto, tiene un puntito que me gusta: delgadita, rubia y con expresión impertinente en la cara del tipo "ya se yo lo buena que estoy y lo cachondo que te pongo".

Tras el café pasamos a un salón dónde hay distintos sillones y sofás alrededor de una gran pantalla de proyección. Nos distribuimos por los asientos según nos parece y las camareras sirven multitud de copas de champán. Poco después el salón queda a oscuras y comienza una película en la pantalla. Podemos ver primero una secuencia en las que dos hombres se están mamando el rabo el uno al otro practicando un glotón sesentaynueve; la cara apenas se les ve, pero está claro que son Didier y Roberto. Tras unos minutos de masculinas mamadas, la pantalla queda dividida en cuatro ventanas y en una se ve a dos mujeres que también se practican una mutua comida de coños. Las caras están disimuladas, pero son Luisa Pina y mi hermana Cecilia las que se masturban oralmente con gran habilidad. En otra de las ventanas un hombre y una mujer están echando un furioso polvazo: todos reconocemos a Roger, con una polla larga y estrecha, taladrándole el sexo a una gritona Iguácel colocada a cuatro patas. En la cuarta de las ventanas hay una mujer encapuchada atada por las manos a una viga del techo; está recibiendo un buen castigo con una vara de azotar por parte de otra mujer que a su vez es penetrada con un consolador por una de las camareras que nos han servido la cena; vaya numerito que se tienen montado las hermanas Mayte y Malena.

El sonido de las distintas películas está acompasado de manera tal que se pueden escuchar los resoplidos de Roger, los gritos calientes de Iguácel, los insultos y azotes de Mayte a su hermana, el chup-chup de Roberto y Didier y los gemidos excitados de mi hermana y Luisa.

La proyección me resulta excitante y mi polla empieza a sentir los efectos; me la saco para acariciarla suavemente y me doy cuenta que no soy el único: como estoy sentado en un sofá al final del salón veo como José se está comiendo la boca con Blanca, que está totalmente desnuda (pechos como dos manzanas, muy duros, con pezones chiquititos, cintura de avispa, caderas redondeadas albergando un culo pequeño y redondo y, a lo que parece, ni un solo vello en el cuerpo) mientras le tiene su mano enterrada entre las piernas y recibe, a su vez, un buen meneo de rabo por parte de la mujer.

Las películas siguen su evolución natural y ya se han producido varias corridas por parte de los "actores", que se afanan de nuevo en lo que parece una serie de folladas continuas, sin final. Es muy excitante, más aún cuando Luisa Pina se desliza hasta situarse a mi lado, coge mi cabeza, me da un muerdo largo, chupón y baboso, y tras sonreír, se arrodilla para mamarme suavemente la polla. ¡Qué bueno!.

A mi izquierda, Iguácel (cuerpo ancho y rotundo, morena, pechos más bien pequeños con pezones en brioche semiocultos por una oscura areola, caderas anchas, culo y muslos gruesos; un peludo inmenso, rizado, muy poblado) también está arrodillada y le está mamando a Roger su largo y estrecho rabo; se queda mirando hacia mí y con expresión divertida me lanza un beso. Observo que Mayte está tumbada en el suelo entre las piernas de nuestra alcaldesa lamiéndole el sexo con verdaderas ganas. A la derecha, un poco más adelante, una de las jóvenes camareras muerde y estira con los dientes los pezones de Malena que jadea sonoramente y da grititos entrecortados cada vez que otra de las camareras le da un sonoro azote en el culo con una zapatilla.

Luisa Pina me ha puesto la polla más tiesa y dura que en toda mi vida; se levanta del suelo y se sienta entre mis piernas para introducírsela en su coño tremendamente caliente y empapado, muy mojado, mucho, dándome la espalda para poder ver lo que pasa en el salón y en la pantalla.

Me sobresalto al ver que en el centro de la pantalla se ha abierto una quinta ventana en la aparece José enculando con fuerza, casi con rabia, a una mujer que a cuatro patas le está mamando a Roger su rabo escandaloso; ambos hombres se mueven de manera acompasada y coinciden al entrar al mismo tiempo en el culo y la boca de la ensartada Quiteria, mi madre. Joder, qué follada más tremenda le están pegando y que actitud de golfa salida tiene mi madre. Luisa se da cuenta en dónde tengo posada mi mirada, me besa suavemente y dice en mi oído: "es muy caliente y muy puta; nos la tenemos que follar tu y yo juntos, ¿verdad, corazón?; seguro que te va a gustar". Me pone aún más cachondo oír los gemidos y quejidos de Quiteria; no puedo quitar la vista de la pantalla y a pesar de que ya le estoy dando fuertes pollazos a Luisa Pina, me fijo más en la zorra de mi madre.

La estocada final que me hace correrme con un grito y eyacular como si fuera una fuente de semen es ver a Quiteria gozar como una loca descontrolada mientras sus dos amantes arrojan en su cara no menos de una docena de densos lechazos que parece vayan a rebozar en semen toda su cabeza. Segundos después, José y Roger, ya relajados, comienzan a reír e insultar en voz baja a mi madre, que acepta con cara de gusto que ambos hombres orinen sobre su rostro hasta que apenas se noten los restos de semen.

Sí, me parece que Luisa Pina lleva razón: mi madre es muy puta y me la voy a tirar, tenga o no que utilizar con ella el poder del punto R.

No recuerdo exactamente cómo terminó la noche, aunque hubo todo tipo de folladas y desmadres de sexo en grupo. Mientras me aguantó el rabo y el champán no me lo impidió participé en todo lo que se montaba, pero no dejaba de pensar en las imágenes de Quiteria que había visto en la pantalla. Días después pedí a Didier una copia y durante algún tiempo me he estado matando a pajas viendo la soberbia y excitante actuación de mi madre y sus amantes, aunque sigo sin atreverme a dar el paso de controlarla mentalmente para follar con ella.

De repente, unas semanas después, se me pasó el calentón, el encoñamiento, el cabreo, la rabia y todo posible resentimiento sexual con respecto a mi madre. ¿Motivo?: apareció Rosa en mi vida.

 

 

El punto R (VII)

 

 

Desde que entré en la Universidad siempre me había fijado en una atractiva estudiante de Medicina con la que coincidía en la Biblioteca y con la que, a pesar de mi timidez, había intercambiado saludos en media docena de ocasiones. Me gustaba mucho y con el paso de los cursos tomé algún café con ella y logré enterarme que ya era médico y estaba preparando sus oposiciones al MIR con la intención de continuar estudios de traumatología en algún gran hospital de Madrid. Jamás me había atrevido a tratar de ligar o intimar e, incluso, me había desilusionado al verla de copas y en actitud cariñosa con compañeros del Hospital provincial de Huesca.

Bueno, ahora soy capaz de tener control mental sobre cualquier persona; ¿por qué no intentarlo con ella?.

Me parece imprescindible describir a Rosa: melena castaña hasta los hombros con algunas mechas de distintos tonos de rojo; bastante alta y grande, con largas piernas torneadas; de agradables rasgos, morena de piel, ojazos oscuros penetrantes, gruesos labios rojos; curvas muy evidentes, tetas de buen tamaño, culo grande y rotundo. Es una mujer atractiva, deseable y para mí, guapísima. Desde luego, está muy buena y me gusta mogollón.

Llevo unos días dejándome ver por la Biblioteca pero ella no aparece. El destino se pone a enredar cuando una de las bibliotecarias se cae de una escalera y no me queda más remedio que ofrecer mi coche para ir a Urgencias del hospital. Allí está: el médico que recibe a la accidentada es Rosa y, sorpresa, se acuerda de mí: "hola, Angel; cuánto tiempo sin verte; ahora hablamos, ¿vale?".

Casi tres horas después la bibliotecaria está enyesada y lista para ir a su casa y yo he conseguido quedar con Rosa para esa noche en un céntrico bar de la ciudad. ¡Y sin usar el poder del punto R!.

Son las tres de la mañana y hace unos minutos he tenido uno de los mejores orgasmos de toda mi vida. ¡Qué maravilla, qué mujer, qué polvazo, qué corrida!. Rosa me parece fabulosa y miro como sigue moviendo frenéticamente sus dedos sobre el clítoris mientras intento que no se me baje la polla del todo y no se salga de su coño. En un par de minutos se corre con muchas, rápidas y apretadas contracciones, un largo y suave grito y al final una frase medio entrecortada que me hace gracia ("¡ay, mamá; ay, mamá; qué bien, qué gusto!"). Nos tumbamos en la cama de su dormitorio y quedamos adormilados durante un largo rato. Despierto con una sensación de humedad que me gusta, en especial cuando me doy cuenta que Rosa me está lamiendo el rabo con gran dedicación hasta que logra ponerme con una erección de las de record mundial; se sube encima de mí, se mete la polla bien dentro y me cabalga muy lentamente moviendo las caderas en círculo, con un ritmo lento y acompasado. Maravilloso.

Llevamos bastantes minutos así y mi polla es un madero tieso que entra y sale del coño de mi pareja según sube y baja con un ritmo tremendo, salvaje. Su respiración es como la de un búfalo al ataque y se corre durante muchos segundos quedándose quieta y repitiendo de nuevo lo de "¡ay, mamá; ay, mamá". A mí me parece que es multiorgásmica.

Como se tumba boca abajo en la cama me parece lo más indicado metérsela en ese glorioso culo redondo, grande, prieto, fuerte; lo consigo sin mucha dificultad y sin ninguna queja por su parte; me gusta sentir la polla apretada, ajustada, caliente. Nunca había tenido el rabo en un culo tan acogedor y tan lubricado por sus propias humedades; me muevo entrando y saliendo con gran facilidad y cuando eyaculo sobre la espalda y ese estupendo trasero, aumenta mi placer al oír la risa alegre y franca que provoca mi lechada en Rosa. De nuevo nos dormimos.

No he hablado de una característica curiosa que a mí me excita sobremanera: su olor. Su piel despide constantemente un suave pero penetrante perfume natural (¿almizcle, jazmín?) que hace pensar inmediatamente en el sexo; seguro que nadie es inmune a ese maravilloso estímulo olfativo. A mí me pone a mil por hora.

Como sigue durmiendo cuando despierto, decido apuntarme un tanto y preparo un desayuno de los de película que llevo a la cama. ¡Qué guapa está Rosa recién follada!. Le gusta el detalle y mientras tomamos el café creo llegado el momento de saber más de esta mujer que me tiene loco. Como a pesar de mis preguntas nada me cuenta y simplemente sonríe cambiando de tema, miro fijamente a sus bonitos ojos, aprieto el punto R de mi mano izquierda y llevo a su cerebro el que me cuente su vida. Éxito total.

"Tengo 27 años y llevo más de cuatro en Huesca. He nacido en Alicante en una conocida, conservadora y acomodada familia; allí viví casi toda mi vida y me casé nada más cumplir los 20 años, casi por imposición familiar, con un notario, prometedor político regional y perteneciente también a la burguesía más rancia y carca. Unimos en aquel matrimonio abolengos, relaciones políticas y todo tipo de negocios a mayor gloria de la burguesia valenciana. Sólo hubo un pequeño fallo: a mí me importaban un bledo las expectativas de negocio y, desde luego, una vez conocí realmente a mi esposo, él me importó menos todavía.

Mi marido era 15 años mayor que yo, conocido donjuán entre las aburridas esposas de las familias notables alicantinas y, disimulándolo todo lo posible, bisexual capaz de convertirse en maricón perdido si la polla del rubito de turno merecía la pena. Y el muy cabrón tenía buen ojo para los tíos, eso debo reconocérselo: le he visto en bastantes ocasiones penetrar a algún joven muy rubio, comerle la polla a dos jovencitos a la vez y correrse como una yegua en celo empalado por algún conveniente pollón.

Al poco de casados me confesó su doble vida, me permitió observar sus juegos sexuales con hombres y mujeres y siguió dándome rabo todos los sábados por la noche intentando preñarme (y metiéndomela por el culo durante la siesta de los domingos en casa de sus padres; eso le ponía más que nada), lo que nunca consiguió que para eso se inventaron las pastillas antibaby. Cuando descubrió que tomaba anticonceptivos me dio una soberana paliza (lo que repitió en numerosas ocasiones antes de follarme) y prácticamente me secuestró en casa: sólo podía salir para ir a la Facultad y para ver a mis padres, a los que de nada hubiera servido confesarles la situación. Jamás lo entenderían.

Planeé una venganza que además me permitiera liberarme de esa vida horrible y me salió bastante bien: uno de los habituales amantes de mi marido era un guapísimo gibraltareño que de vez en cuando hablaba conmigo y me tiraba los tejos con mucha gracia y al que llegué a confesarle lo que pretendía hacer. Su ayuda fue fundamental.

Nos acostamos una docena de veces hasta conseguir que mi marido nos sorprendiera. Se alarmó en principio, me llevé varias bofetadas y puñetazos, pero luego intentó sacar provecho de la situación montando numeritos sexuales entre los tres. Le gustaba mucho la gran polla del gibraltareño y de paso me sometía a vejaciones y humillaciones que le ponían muy cachondo. Lo que nunca supo es que yo grababa con varias cámaras de vídeo todo lo que en nuestro gran dormitorio sucedía.

A mi ex casi le da un infarto cuando vio una copia de la cinta de vídeo de su actuación conmigo y el guapo rubito, aunque eso no fue nada comparado con el ataque de nervios de mis suegros al ver los primeros planos de mi marido ensartado en una polla y dando grititos de gusto como una loca de opereta. El vídeo fue un rotundo éxito en todo Alicante y el resto de la Comunidad Valenciana; algunas imágenes se han difundido por Internet.

Mi petición y pretensión de divorciarme fue inmediatamente atendida y conseguí rápidamente el traslado a la Universidad de Huesca y una suficiente cantidad de dinero que me permite seguir los estudios sin problemas ni agobios. De mi familia, mejor no hablar: mi padre me abofeteó la única vez que me acerqué a él tras el suceso, mi madre me insultó y después del divorcio me desheredaron, para regocijo de mi hermano.

Amigos, conocidos, compañeros de estudios, simplemente se desentendieron de la situación y pasé a ser una apestada social con fama de puta.

Mi ex marido es ahora funcionario de la UE y vive en Bruselas y el gibraltareño marchó a Inglaterra tras recibir varias palizas que supongo encargadas por mi suegro. Abandoné Alicante sin mirar atrás y no creo que vuelva en mi vida.

No he tenido novio en los años que aquí llevo y me he centrado en intentar aprovechar mis estudios al máximo, lo que voy consiguiendo. Sexo, poco y sin ataduras, aunque me encanta, la verdad sea dicha y espero recuperar pronto el tiempo perdido."

Espero que sea conmigo, porque esta mujer me encanta.

Me he despertado tras pasar la mañana durmiendo en la cama con Rosa (no se trata sólo del placer de gozar del sexo con esta mujer maravillosa, lo que me alegra es la sensación de estar con alguien especial; ¿me estaré enamorando?) y he encontrado una cariñosa nota en la almohada en la que me invita a cenar en su casa dentro de tres días, tras salir de su turno de guardia en el hospital. No faltaré.

 

 

El punto R (VIII)

 

 

Tras volver a Jaca tengo en el contestador un mensaje de mi hermana Elvira: "Angel, tenemos que hablar. Estoy confusa y para mí es urgente. Quedamos hoy en el bar de Tomasa a la hora del aperitivo, ¿vale?".

Son las dos de la tarde y ya me he tomado varias cervezas esperando a Elvira. Tomasa es un hombre o mejor dicho, nació físicamente hombre pero mujer se ha considerado siempre y es uno de los escándalos permanentes para la gente bien del pueblo dado que es bastante loca, no se corta un pelo intentando ligar con todo hombre que le guste, tiene bastante éxito y a todos los efectos es una guapa mujer treintañera que dirige un bar que se ha convertido en lugar de cita de progres y todos los que no queremos ser nadie en el estatus clasista del pueblo. El bar siempre está de bote en bote.

"Qué haces tu solo, corazón, con lo guapo que estás, anda que yo te iba a hacer esperar; no se puede una fiar de los chochos que están todos locos, hazme caso; Angel, tu me necesitas a mí que te voy a tener como a un rey; ya verás como te gustan mis mamaditas". Llega Elvira cuando Tomasa ya se me está acercando demasiado, como casi siempre que vengo.

- Bueno, hermanita, ¿cuál es ese problema tan urgente?.

- Buscando una película he cogido por error una cinta de vídeo que tienes en tu habitación en la que salen mamá y nuestra hermana Cecilia, además de otras personas del pueblo. Me ha preocupado ver a nuestra madre así y quiero que me expliques que significa lo que en la cinta se ve. No me ha gustado, pero me he excitado, eso sí.

- Bien claro está que mamá tiene una vida sexual bastante entretenida y Cecilia se lo monta a tope con mujeres. Del resto, en la propia cinta se ve. ¿Qué tiene de malo si nadie lo hace obligado?. ¿Tu no tienes sexo cuando te apetece o con quien quieres?.

- Pues no, la verdad; yo hace un par de años que no hago nada de nada porque no me gustó en su día el sexo con mi novio Andrés y ahora no me apetece estar con nadie. Casi nunca me excito.

- ¿Pero es que no te gusta gozar y correrte?. ¿Has probado distintas posturas, distintas maneras de hacerlo con hombres y mujeres?.

- He estado con distintos hombres y no me ha gustado casi en ninguna ocasión. De vez en cuando me masturbo, pero no me apetece estar con ninguna otra persona.

Durante esta alucinante charla no hemos parado de tomar cervezas y me parece que estoy algo borracho y quizás sea eso lo que me lleva a proponerle a Elvira que vayamos a casa para seguir hablando tranquilos. En el camino miro fijamente a sus ojos, aprieto el punto R y nada más llegar a su habitación comienzo a preguntarle por su vida sexual. Mi hermana tarda poco en comenzar a hablar:

"Con mi novio estuve follando a menudo durante el tiempo que duró nuestro noviazgo pero casi nunca tuve un orgasmo, sólo lo conseguía cuando yo me masturbaba; además, nunca me hizo gracia que me metiera su rabo en la boca o en el culo y era lo que más le gustaba. Cuando terminé con él probé con varios amigos, pero en cuanto querían usar mi boca o darme por detrás cortaba con ellos. Desde entonces sólo me corro haciéndome unas pajas tremendas y no se si echo de menos estar con otra persona, pero ver el vídeo donde sale mamá me ha removido más de la cuenta, supongo. No me ha gustado verla con sus amantes, pero creo que por primera vez en mucho tiempo me he excitado de verdad."

No creo que Elvira sea una estrecha o que pase del sexo, se trata simplemente de encontrar lo que le gusta o de estar con una persona que no sea un capullo como su ex novio. Sigue mi hermana en mi poder contestando todo lo que mentalmente le pregunto: "de lo que se ve en el vídeo me ha llamado la atención el trío que se montan Iguácel, Roger y Mayte; nunca me atrevería a reconocerlo, pero me han puesto muy cachonda".

Bien, bien, bien; ya se lo que mi hermana necesita y es mi deber de buen hermano procurárselo.

Mientras tanto, saco mi tiesa polla e indico a Elvira que me haga un pajote, lo que hace con dedicación y buena mano consiguiendo que me corra en pocos minutos.

Ordeno a Elvira que mañana por la tarde esté en nuestra casa de Huesca y que ahora se masturbe pensando en el trío que tanto le ha gustado.
En su habitación la dejo meneándose el clítoris y tras pasarme a ver a Mayte, también consigo controlarla y quedar con ella para ir a la capital. Mañana va a ser un buen día de sexo para mí porque he decidido ser parte del trío.

Esto del punto R es una maravilla, no sé cómo he podido vivir tantos años sin conocerlo y utilizarlo. Ahora mismo tengo a mi disposición a dos mujeres que me van a dar placer como yo quiera.

Mi hermana Elvira está muy buena, se parece mucho a mi madre y eso me excita todavía más: guapa, alta, melena de color castaño, grandes ojos oscuros, labios gruesos, tetas grandes, duras; caderas anchas, culo grande y alto, piernas largas y prietos muslos. Lleva un pequeño piercing de acero en el ombligo que le sienta muy bien y se arregla el vello púbico con coquetería.

Mayte no se parece físicamente a su hermana Malena; es rubia teñida, alta, delgada y con un cuerpo bastante bien conservado a pesar de estar ya en los sesenta años: pechos pequeños aplastados que apuntan a los lados con largos pezones, culo redondo pequeño, largas piernas y el vello del pubis totalmente afeitado. Hasta ahora no había observado que lleva un tatuaje de alambre de espino al final de la espalda; ¿será por sus tendencias masoquistas?.

He llevado al ánimo de las dos mujeres que actúen con total libertad buscando su placer y después olviden que soy yo quién ha estado con ellas. Inmediatamente, Elvira se pone en cuclillas ante mí para chupar la polla tiesa y dura que tengo desde hace rato e indica a Mayte que se tumbe en el suelo para que le coma el chocho; está claro que a mi hermana le gustó el vídeo.

Debe ser verdad que a Elvira no le gusta hacer mamadas porque me embadurna de babas el rabo pero no la come nada bien; tendremos que practicar a menudo. La rubia maneja muy bien su lengua y en pocos minutos mi hermana se corre con bastante estrépito; me gustan sus grititos y jadeos. Inmediatamente le ordeno que orine sobre Mayte que, al recibir el abundante líquido, no deja de moverse para mojarse el rostro y las tetas, dando grititos, gimiendo y abriendo y cerrando la boca para que algo le entre dentro. Como no ha parado de menearse el clítoris a gran velocidad se corre casi en silencio y con una expresión en la cara de gusto total. Ahora me toca a mí; estoy muy, muy burro y tengo ganas de correrme.

Mayte está a cuatro patas sobre una mesa baja y le estoy metiendo un consolador que parece una gran polla negra, larga, gruesa, nervuda, algo torcida hacia arriba (en el sex shop me han dicho que es copia del pollón de un famoso actor porno). Está en el séptimo cielo mientras empujo con mi mano en un metisaca lento y profundo y no deja de hablar en voz baja: "sigue así, sí; así, suavecito". Mi hermana Elvira está mirando con ojos como platos, se pellizca los pezones y pasa de vez en cuando la mano por su sexo; de repente, se abalanza sobre mí, me arrebata el consolador y lo introduce en el coño de la rubia dando un fuerte empellón que provoca un grito en la penetrada. Durante muchos minutos mantiene un ritmo fuerte, rápido y constante que llena la habitación de los gemidos de Mayte, que parece estar muy a gusto. Estoy muy excitado, me acerco a la rubia y empotro mi tiesa y dura polla en su babosa boca que me follo sin parar; al mismo tiempo, oigo a mi hermana insultar a la mujer objeto de nuestra lujuria: "cerda, zorra, golfa, comepollas, lamecoños, tortillera, puta, pajera, guarra, chupaculos, ..." . No puedo más, eyaculo procurando que toda mi leche caiga en la boca que me estoy follando, lo que no consigo y pongo perdido el suelo.

Supongo que las dos mujeres se han corrido, porque las veo derrengadas sobre el suelo del salón, yo me ducho rápidamente y duermo una corta siesta, anotando antes mentalmente que mi hermana Elvira es muy caliente y merece mucha más atención por mi parte.

 

 

El punto R (IX)

 

 

Hoy he quedado en ir a cenar a casa de Rosa. Me visto un puntito elegante, compro flores, bombones, un par de botellas frías de champán y a las nueve de la noche estoy pulsando el timbre de la puerta. Rosa abre ("estaba deseando que vinieras"), sonríe al verme, besa suavemente mis labios y me hace entrar en la pequeña casa.

Estamos tomando champán tras la cena, charla intrascendente, nos reímos por todo, algún beso, un bombón de vez en cuando, leves caricias y toqueteos … nos vamos excitando poco a poco.

Rosa me mira, se pone un poco seria y tras coger mi mano dice: "sabes, Angel, el otro día no te conté toda la verdad sobre mí y mi matrimonio. Mi marido me ponía los cuernos con mujeres y hombres, pero yo también tuve varias aventuras con algunas de las mujeres que mi marido se follaba. Le cogí el gusto a tener sexo con mujeres y llegué a participar a menudo en los numeritos y orgías que mi marido se montaba; eso le daba argumentos para humillarme y castigarme delante de sus ligues, aunque nunca se dio cuenta de que era precisamente eso lo que me excitaba y hacía gozar. Como yo fui más lista que él y grabé sus actuaciones sexuales, conseguí que el divorcio me fuera favorable.

Aquí sólo he tenido un rollo con una mujer: mi compañera de estudios Mariana. Le he pedido que venga más tarde a tomar una copa para presentártela y para que se de cuenta y sepa claramente que he terminado con ella. ¿Te molesta lo que te cuento?.¿Te parece mal?; no quiero desilusionarte."

¿Qué contestar?. No deja de ser una sorpresa, eso sí, excitante. Me acerco a su boca y nos besamos con verdadero deseo. En ese momento llaman a la puerta. Rosa va a abrir, se saluda con una guapa pelirroja que la besa en la boca y pone cara de pocos amigos cuando me ve a mí allí. "Esta es mi amiga Mariana. Ángel es mi novio y me gustaría que fuera pronto mi pareja". Pone cara de cabreo la mujer y a mí me suena la frase maravillosamente.

Los tres ya llevamos un buen rato hablando y tomando champaña como si nada ocurriera pero el ambiente se puede cortar con un cuchillo y si las miradas matasen, la rubia ya hubiera puesto varios clavos en mi ataúd. Decido en ese momento aportar mi poder mental a la reunión y en pocos momentos consigo tener a ambas mujeres controladas mentalmente. Ahora mando yo.

Ordeno a Mariana que cuente su versión de la relación que ha tenido con Rosa e inmediatamente se pone a hablar: "desde que conocí a Rosa quedé enamorada de ella. Apenas me costó un par de días llevarla a mi cama porque es bastante zorrón y ese puntito sadomasoquista que tiene coincide con mis gustos y deseos, así que en estos últimos tres años hemos tenido unos polvazos fabulosos a pesar de que de vez en cuando necesita una polla para sentirse realizada sexualmente. Eso no me importa demasiado, pero es tan guapa y sensual que tener sexo con ella es maravilloso por lo que no pienso dejarla en manos de ningún gilipollas, sea hombre o mujer. Considero que es mía y voy a luchar con todo para mantenerla conmigo". Bueno es saberlo.

"¿Qué opinas, Rosa?", pregunto con ánimo de conocer una respuesta que espero me sea favorable.

"Es cierto que Mariana ha significado un bonito capítulo de mi vida, en especial desde un punto de vista sexual; le tengo aprecio, pero no estoy enamorada de ella y eres tu quien me gusta y con quien quiero probar a tener una relación duradera". Mi ego engorda casi tanto como mi polla. Llevo a la mente de ambas mujeres la idea de que se desnuden y comiencen a besarse, que monten un numerito lésbico para mi distracción y excitación.

A Mariana no la consideraría guapa: corta melena pelirroja rizada, rasgos duros en la cara, delgadita y no muy alta pero con unas tetas espectacularmente duras, altas y fuertes: impresionantes, como si fueran dos grandes y perfectos flanes, moteadas de pecas, con pezones color caramelo que parecen dos pequeños dedos gordos rodeados de una gran areola canela. Son muy grandes pero, curiosamente, le quedan muy bien en su menudo cuerpo. Está buena la bollera.

Rosa debe ser de mi misma opinión porque se ha puesto a mamar, lamer, chupar y mordisquear esas estupendas tetas como si le fuera la vida en ello. ¡Qué repaso le pega a esos prodigiosos pechos!. Desde luego la pelirroja tampoco se queda quieta: casi a empujones lleva a Rosa hasta el sofá sin dejar en ningún momento de comerle la boca y acariciarle el sexo. Se están poniendo muy cachondas y es Mariana quien toma la iniciativa de empezar a lamerle el coño a su pareja que se abre de piernas con un gemido que suena a desesperación por gozar. Joder, a mí también me están poniendo a mil por hora. Empiezo a masturbarme lentamente.

Se sitúan ambas en una postura más cómoda en el sofá y se hacen un sesentaynueve verdaderamente vicioso. Me encanta ver sus caras empapadas en saliva y jugos vaginales; no paran de lamer, chupar, morder el objeto de su deseo. Es Rosa quien primero da señales de estar próxima al orgasmo: coge y sujeta la cabeza de su pareja con las dos manos y la dirige para que la lengua, los labios, la nariz, la barbilla, la cara entera recorran el coño arriba y abajo hasta detenerse por fin en el clítoris. Se corre con intensidad, soltando varios fuertes gemidos y durante un par de minutos.

Mariana ha seguido tocándose para no bajar el nivel de su excitación y ahora le exige a su compañera de sexo su parte de placer. No lo voy a consentir; si mando yo, se lo voy a demostrar: ordeno a Rosa que se adormezca y a Mariana que se prepare para darme gusto. Me parece una buena manera de dejar claro que Rosa va a ser para mí el obligar a la lesbiana a darme placer sexual de cualquier manera que me apetezca.

Dicho y hecho: tras mamarme la polla durante muchos minutos decido penetrar el culo pequeño y redondo de la mujer; me cuesta mucho trabajo, demasiado; según empujo para que entre el capullo empieza a quejarse de dolor; no hay manera ni con medio tubo de lubricante vaginal. Decido pasar a sus maravillosas tetas y me doy un festín durante muchos minutos, dejándoselas marcadas con pellizcos, chupetazos y mordiscos más fuertes de lo habitual. Le pido que juegue con mi culo y logro que meta muy dentro de mi ano su lengua; me resulta muy excitante el juego de metisaca que durante unos minutos realiza con maestría y apenas me da tiempo de correrme apuntando mis lechazos a su cara. "Traga, puta; traga mi leche". No dejo que se corra; que se quede con las ganas.

Mentalmente ordeno a ambas mujeres que recuerden la sesión sexual que hemos tenido Mariana y yo, al mismo tiempo que no pueden olvidar que su relación cariñosa y sexual ya ha terminado. Rosa es para mí y para nadie más.

 

 

El punto R (X)

 

 

Hace ya más de una semana que mi madre ha puesto de patitas en la calle a Roberto el portugués a quien sorprendió mamándole el rabo a Didier en un rincón apartado del jardín del hotel. Desde entonces Roberto vive en casa de Didier y Luisa Pina.

El asunto me está dando algún que otro problema porque hasta que encontremos a alguien capacitado que lo sustituya soy yo quien realiza el trabajo de mantenimiento. Tampoco es agotador, pero me lleva bastante tiempo diario y me está impidiendo bajar a Huesca para encontrarme con Rosa, quien a su vez está concentrada terminado sus últimos exámenes. Hablamos por teléfono todas las noches y he aprendido que tener sexo por teléfono es excitante y placentero, pero no es lo mismo que en persona, la verdad.

También tiene sus cosas interesantes, son muchas las personas que pasan por el hotel-restaurante y hoy mismo me he llevado un regalo que no esperaba. Es la hora de la siesta y acabo de cambiar una bombilla en el pasillo del segundo piso cuando escucho un ruido proveniente del último apartamento: una mujer está dando gritos en voz bastante alta de manera cadenciosa y poco a poco va subiendo el ritmo. Parece que alguien se la está chingando y el nivel de los gritos y jadeos de la mujer va in crescendo.

Nunca lo he hecho hasta ahora, pero me muero de ganas de mirar qué está pasando. No puedo resistir la curiosidad y utilizo mi llave maestra para abrir y entornar la puerta: en el salón del apartamento no hay nadie; el ruido proviene de uno de los dos dormitorios, me acerco sigilosamente y miro dentro: un hombre muy alto, grande y musculoso se está follando a una mujer también muy grandona arrodillada en la cama. Tiene el cuerpo doblado por la cintura y está agarrada al cabecero, recibiendo unos tremendos pollazos que la mueven adelante y atrás y también mueven la cama produciendo un ruido de golpeteo, acompañando los fuertes gemidos y gritos que da la mujer.

Me fijo en ella y veo a una rubia cincuentona de tetas grandes como melones con pezones oscuros y largos a los que está pellizcando con fuerza el gigantón; tripa redonda que ahora le cuelga, un culo muy grande y, a lo que parece, el sexo afeitado sin un solo vello; tiene puestas unas medias negras de red que le llegan muy altas en los gruesos muslos. ¡Joder! que follada le está pegando el tio grandón al chocho (cada dos o tres pollazos da un fuerte y sonoro azote en el trasero con unas manos que parecen remos) de la gritona mujer y qué cachondo me está poniendo verlo. Me saco la polla y empiezo a cascarme un pajote; casi me da un infarto cuando oigo una suave voz que dice junto a mi oído: "qué desperdicio, chaval, no te toques; ven conmigo a ver si nos lo montamos bien".

Tras cerrar la puerta del otro dormitorio, una mujer que parece una copia joven de la que está siendo follada en el dormitorio de al lado me desnuda rápidamente y antes de que yo pueda decir nada ya me está chupando el rabo con maestría. Tras unos minutos quiero metérsela pero no me hace ni caso y como lleva el pelo muy corto, sólo consigo tirar hacia arriba de sus orejas para que suelte su presa, la empujo hasta la cama y copio la postura que me puso cachondo mirando al gigante y la grandona (por cierto, siguen metiendo un montón de ruido y la mujer ya da unos gritos de verdadero escándalo). Qué estupendo es meterla en un coñito suave, caliente, mojado, acogedor, estrechito, … . La mujer está muy excitada y enseguida tiene un orgasmo largo, gritón y tengo la sensación que muy mojado (¿será de esas que dicen que eyaculan al correrse?). Yo apenas duro una docena de pollazos más y la saco para pringarle la espalda con mis chorros de semen.

"Hola, me llamo Dora; qué cachonda me han puesto los gritos de mi madre; menos mal que estabas por aquí. ¿Quién eres?".

Hechas las presentaciones me visto, le digo que tengo que seguir trabajando, me da un beso en los labios y nos despedimos hasta la hora del aperitivo nocturno en el bar del restaurante para tomar una copa. Aunque no parece molesta por haberme colado en sus habitaciones practico el control del punto R para cerciorarme, mientras la gritona ya se ha callado por lo que supongo que ya han dejado de follar.

El bar del hotel-restaurante está hoy bastante lleno por una celebración familiar así que Dora y yo nos vamos dando un paseo hasta el centro del pueblo, al garito de Tomasa. Es una mujer simpática de treinta años que me pone al corriente de su vida mientras tomamos unas copas: "mi madre emigró desde Cartagena a Badalona y se casó muy joven con un primo lejano ya mayor cuyo mérito fue vender dos locales muy céntricos que tenía a una caja de ahorros que se los pagó a precio de oro. Murió en la fiesta de celebración de mi bautizo y Pepa, mi madre, se encontró viuda con veintitrés años y bastante dinero. Supo desde el primer momento manejarse muy bien y comprando y vendiendo pisos en zonas periféricas de la ciudad se ha hecho de oro. Hemos pasado media vida viajando y ahora que parece haber encontrado en Ludovico su media naranja está buscando comprar algo por aquí para establecerse y jubilarse en un retiro dorado. Igual nos puedes echar una mano".

Las dos, Dora, las dos manos con lo buena que estás. No me atrevo a decírselo, pero la expresión de mi cara es bastante explícita.

Recibo en el móvil una llamada de Rosa (tengo algo de conciencia culpable por estar ligando con otra mujer) que está muy contenta por haber quedado entre los doce primeros de la oposición y así podrá elegir plaza en Madrid. Tiene guardia dos días seguidos y va a ir a Madrid a gestionar papeleo, por lo que quedamos en vernos dentro de una semana; mutuamente nos reiteramos las ganas de estar juntos que tenemos y tras un beso, colgamos.

Dora, que me parece se ha puesto seria tras mi cariñosa conversación telefónica, dice que ha quedado con su madre en el restaurante del Palacio de Congresos, me pide que vayamos para presentarme y hablar de las posibilidades inmobiliarias del pueblo.

En uno de los reservados están terminando de cenar la madre de Dora y el gigantón que tiene por novio. Me saludan atentamente (no me parece que sepan que esta tarde les he visto en plena función sexual) y pasamos todos a tomar café y a charlar acerca del pueblo y la comarca, que parecen conocer bastante bien. Me cuentan que quieren comprar una casa tipo chalet con terreno a su alrededor y lo más céntrica posible. No les preocupa demasiado el precio y me pagarán una buena comisión. Todo se andará.

Tras unas copas tengo ganas de enredar y saber más de esta familia peculiar. Voy mirando fijamente a los ojos de los tres, hago el gesto de apretar el punto R y sin ningún problema todos quedan mentalmente controlados. A ver qué cuentan de sí mismos.

Que empiece Pepa, la madre: "he pasado los últimos treinta años trabajando sin grandes agobios, haciendo dinero fácil en la compra-venta de pisos, viajando con mi hija por todo el mundo y buscando sexo sin compromiso; hasta que hace tres años contraté a Ludovico como chófer y guardaespaldas y ahora es imprescindible para mí, no sólo desde un punto de vista cariñoso sino sexualmente hablando: sabe darme lo que me gusta con esa polla magnífica que me vuelve loca. Ya va siendo hora de echar raíces definitivas y ver pasar tranquilamente el tiempo junto a un hombre que me gusta y al que aprecio. El negocio se lo paso a Dora y que lo trabaje o lo venda".

A ver qué cuenta Ludovico: "tengo cuarenta y ocho años, soy serbio, fui militar profesional y tras la guerra de Yugoslavia en donde perdí a mi mujer y mi hijo decidí marchar a Francia a trabajar para una empresa de guardaespaldas. Así conocí a Pepa y ella ha conseguido darme nuevas alegrías en lo sentimental y en lo sexual. Estoy dispuesto a quedarme a su lado hasta cuando ella quiera".

Le toca a Dora, la hija: "estoy cansada de viajar y ya he decidido vender el negocio de mamá y con el dinero pasar mi vida en algún lugar tranquilo en dónde pueda ocuparme de una pequeña tienda que me entretenga mientras busco a los hombres de mi vida. Para qué conformarse con uno solo con todos los tíos que hay". Buena declaración de principios.

Sigo juguetón; como los tengo controlados y el reservado es perfectamente discreto (una buena propina al camarero también ayuda) ordeno a Pepa y Ludovico que se vayan calentando para follar y a Dora que se ponga a mi lado para meterle mano mientras observo a la otra pareja. En pocos minutos el ambiente se ha caldeado como si estuviéramos en el infierno: Ludovico se ha desnudado y está en pie con los brazos en jarras (el tipo es impresionante: todo músculos y una polla tremenda), recibiendo una colosal mamada por parte de Pepa, sentada, semidesnuda, con los ojos bien abiertos y disfrutando en su boca de esa polla morena, larga, gruesa, muy grande, verdaderamente llamativa, hasta a mí me están dando ganas de comérmela.

Dora está a mi lado mirando excitada; tiene agarrado mi rabo y lo menea arriba y abajo con rapidez mientras dice a mi oído ("varias veces lo hice con él antes de que se enrollara con mi madre y después ya no me he atrevido a intentarlo de nuevo, pero me he masturbado muchas veces recordando ese pollón"). No quiero que me haga una paja y ella quiere rabo, así que sin dejar de mirar la fabulosa comida de polla de Pepa, me siento en una silla y pongo sobre mí a la joven, que se mete el rabo e inmediatamente comienza un sube-baja lento y profundo que agradezco.

Mamá Pepa es una gran glotona comepollas y cuando varios lechazos tremendos salen por ese grandioso rabo, chupa y lame intentando no perder ni una gota, lo que es imposible y su cara, pelo, cuello, tetas se ponen llenas de semen. Me encanta ver el semen sobre el cabello de las mujeres y la rubia cincuentona está guapa y excitante bien pringada de semen lo que me hace correrme en silencio con un orgasmo estupendo. Dora apenas dura unos segundos más y se tapa la boca para no gritar mientras disfruta su orgasmo (por cierto, de nuevo parece eyacular cuando se corre).

Decido ordenar a Ludovico que no folle a Pepa, que se reserven para cuando estén en sus habitaciones; doy por terminada la reunión no sin antes dejarles claro que yo seré quien les proporcione la casa que quieren comprar. Por hoy ya vale. A descansar.

 

El punto R (XI)

 

 

Recibo una llamada de Luisa Pina que no contesto y me deja un mensaje: "ya me han dicho que se te ve muy ocupado últimamente con unos forasteros; coño, ¿teníais que despedir al portugués y mandarlo a mi casa?. Eso es una táctica tuya para poder follarte a tu madre; cabronazo, recuerda que yo también quiero hacérmelo con ella. Me marcho a París unos días porque esto parece un nido de amor de maricones y ya no lo aguanto; a mi vuelta espero que tu y yo nos veamos para pasarlo bien".

Bueno, no deja de ser una promesa. Mientras tanto, hoy hemos contratado a una joven colombiana (a mi hermana Cecilia se le han encendido ojitos de deseo al verla) para que se haga cargo del mantenimiento del hotel-restaurante.

A mi me viene de perlas porque de esta manera recorro el pueblo con Pepa, su madre y Ludovico a la búsqueda de su futuro hogar. Pronto dan con lo que quieren: un precioso palacete situado en una ladera arbolada de una de las salidas del pueblo, como a trescientos metros del centro, rodeado de una hermosa valla de piedra y lejos del bullicio cotidiano; no tienen mal ojo, desde luego. El problema va a ser comprarlo.

El palacete es conocido como la Casa del cañón (en los últimos días de la guerra civil se emplazó un cañón en esa finca para disparar contra las columnas de refugiados que intentaban huir, provocando verdaderas masacres en la carretera de Francia) y pertenece a los padres de Chiqui, la que fuera mi novia. De nuevo me hago el encontradizo con la pequeña Chiqui.

Directamente la controlo mentalmente y pregunto por la situación económica familiar y las posibilidades de comprar el palacete; las respuestas me satisfacen: "mis padres se divorciaron hace seis años y mi madre está como loca por vender la casa, recibir su parte, dejar definitivamente a mi padre y marcharse a vivir a Zaragoza junto a sus dos nietos. Mi padre no anda bien de dinero, pero no querrá vender a pesar de la prisas por cumplir con la sentencia del divorcio. Lo considera una cuestión de prestigio social".

No tengo ganas de más con Chiqui así que me dirijo directamente a ver a su madre. Carmen proviene de la familia bien del pueblo por excelencia y su abuelo fue el sempiterno alcalde de Jaca, lo que hizo que se aprovechara todo lo posible durante cuarenta años. No me despierta ninguna simpatía pero sí una cierta admiración por lo bien que se conserva a sus cincuenta y tantos años: no muy alta, pelo corto rizado muy negro, guapetona, ojos muy claros, delgada con curvas bien puestas. Me saluda fríamente, con total displicencia y en un par de minutos la tengo en mi poder y le obligo a hablar: "estoy deseando poder vender la casa y marcharme de Jaca pero mi ex marido no acepta a pesar de que era de mi familia. Sólo se me ocurre convencer a mi ex con una grandísima cantidad de dinero que le asegure una buena vejez o con algún escándalo que quiera evitar sea conocido en el pueblo".

Bueno, bueno; algo voy conociendo. Descarto lo de pagar una gran cantidad de dinero y maquino algo que seguro que me va a permitir lograr mi objetivo.

Son las diez de la noche y llevo una actividad frenética desde primeras horas de la tarde preparando la función que espero me de las armas para conseguir mi objetivo. Me encuentro en el salón principal de la Casa del cañón con Virgilio (exmarido de Carmen), Ludovico y Pepa; los tres desnudos y convenientemente controlados mentalmente gracias al punto R. Yo estoy cómodamente sentado con una cámara de vídeo en las manos.

Mis órdenes mentales surten efecto: Virgilio, bajito, calvo, gordo y fofo, está desnudo en cuclillas encima de un sofá chupando el rabo a Ludovico (apenas le entra en la boca) mientras Pepa restriega los melones y el coño depilado contra la espalda, el culo y las piernas del gigante serbio. Una leve indicación por mi parte y la mujer se arrodilla para meter su lengua en el culo del dueño del pollón inmenso, que se abre de piernas para que Pepa pueda entrar más dentro. Tras varios minutos Ludovico sujeta la cabeza de Virgilio y empieza un ritmo de metisaca tremendo; una follada salvaje en la boca del calvorota. Llamo a Pepa para que me de gusto y como quiero seguir grabando el vídeo me pongo en pie para que me la coma. Qué bien lo hace; en pocos minutos me corro en su boca y no la saco hasta que la tengo completamente limpia y brillante. Le ordeno que se masturbe y se quite de en medio.

Poco después Ludovico eyacula en la boca de Virgilio dando un bramido que parece la sirena de una fábrica. Grabo como el calvo sigue lamiendo durante bastante rato el tieso y duro rabo que no sólo no se baja, sino que parece ponerse como un trozo de metal ardiente que tiene como destino el agujero del culo de Virgilio. Media docena de fuertes empujones provocan quejas, gritos y lloros del penetrado, hasta que de manera verdaderamente cruel y con un golpe de riñones poderoso, el pollón entra casi completo en el torturado culo. Una docena de pollazos bestiales rompen el agujero de Virgilio que aguanta como puede la corrida de su follador. Todo está grabado y bien grabado en el vídeo.

Una copia de la cinta de vídeo de Ludovico y Virgilio ha llegado por correo a poder de Carmen. Dos días después se procede a la firma de la compraventa de la casa y la finca, lo que me proporciona una muy bonita cantidad de dinero y el agradecimiento de Pepa y su hombre.

Hablo por teléfono con Rosa y reiteramos que en una semana nos veremos en Huesca, en su casa. Ya tengo ganas.

Mientras tanto, Luisa Pina no ha vuelto de Francia, por supuesto, de Didier ni noticia desde que vive su amoroso romance con Roberto. Logro convencer sin necesidad de persuasión a Mayte y Malena, mis socias, de que le vendamos la tienda de lencería a Dora, quien a su vez alquila una vivienda cerca del negocio.

Me ha invitado a cenar esta noche como agradecimiento por mis gestiones.

 

El punto R (XII)

Me gusta Dora y cuando tras tomar unas copas en su casa empezamos a besarnos y meternos mano me entran ganas de conocerla mejor que hasta ahora, sexualmente hablando, por lo que centro mi mirada en sus ojos, realizo el gesto de apretar el punto R y le insto mentalmente a que cuente sus secretos sexuales; quiero saber qué le gusta de verdad.

"Desde muy jovencita he visto a mi madre tener sexo con muchos hombres y alguna que otra mujer. Conozco todo tipo de posturas y maneras de hacerlo y casi nada me sorprende. Me gustan los hombres, he estado en tríos con dos hombres y con dos mujeres y en sesiones de sexo en grupo; también he tenido apasionadas folladas con mujeres, pero nunca me he atrevido a meterme en el sadomasoquismo y creo que me pondría a mil castigar a una mujer. He visto a Ludovico y a mi madre maltratar e incluso torturar con saña a hombres y mujeres (son miembros de un club BDSM de Madrid y han tenido varias criadas sumisas), pero nunca me he atrevido, a pesar de lo muy cachonda que me pone el asunto". Me encanta, dulce poesía para mis oídos; algo habrá que hacer.

En mitad de un bonito magreo con Dora (al mismo tiempo que me va informando de lo que es el sexo no convencional o BDSM) recibo una llamada que me sorprende; más bien me alucina: "buenas noches, Ángel; soy Carmen. Como no he tenido oportunidad de darte las gracias por tu mediación en la venta del palacete me gustaría invitarte a una copa, si no te parece demasiado tarde o fuera de lugar. Si ahora no puedes lo dejamos para los próximos días".

Me parece que ya se con quién vamos a tener una sesión de tipo sado. Acepto encantado la sugerencia de Carmen y le digo que venga a casa de Dora. Apenas tarda quince minutos en llegar y ni siquiera le dejo tiempo para ver que conmigo está Dora: miro fijamente a sus claros ojos grises, aprieto el punto R de mi mano izquierda y ordeno mentalmente que se desnude y se prepare para darnos placer. Se conserva espléndidamente y está buena a pesar de su edad madura; poquita cosa como su hija Chiqui pero todo muy bien puesto; en especial unas tetas muy picudas, con areolas rosas de gran tamaño y pezones oscuros gruesos, largos, tiesos y duros; ¡qué maravilla!, como si fueran dedos gordos. Se van a enterar esos pezones.

No se si lo he dicho antes de ahora, pero a mí me encantan los pezones de mujer (bueno, también algunos de hombre), me gusta sentirlos por la piel, ser acariciado por ellos, como si se pasearan por mi cuerpo, sentirlos apretarse y detenerse en distintas partes de mi cuerpo. Me fascina y me excita sentirlos pasar por mi cara, por los labios, por el pecho, por la espalda, por la polla y los huevos, por las piernas, por el culo (me muero de gusto cuando hacen intención de penetrarme con unos grandes, tiesos y duros pezones de mujer). Uno de mis mayores placeres es jugar con ellos, con suavidad y con dureza, y que jueguen con los míos (si saben maltratarlos, mejor). Es algo que me pone a mil por hora.

Hemos tapado los ojos a Carmen con un antifaz negro de los de los aviones y con un par de medias negras hemos atado sus manos y piernas a una mesa baja, de manera que la madura morena está a cuatro patas sobre la mesa y totalmente expuesta y disponible para lo que queramos. Dora está muy excitada, con mirada ansiosa, respirando con fuerza y exigiéndome comenzar a castigar a nuestra víctima, que está expectante, callada y sin quejarse. Prefiero ver cómo se comporta mi ansiosa pareja y le ordeno que empiece tal y como le apetezca.

De momento se complace en acariciar durante un buen rato el sexo peludo de Carmen mientras la insulta en voz dura y baja: "guarra, cerda; tienes que depilarte el chocho para mí, so puta; me gusta rasurado para que mi lengua coma todo sin encontrar ni un pelo, golfa". Varios azotes fuertes y sonoros, con la mano abierta, ponen fin a cada frase, a cada insulto, de manera que el culo va tomando un bonito color rosado. Sube el nivel de la voz de Dora según se hace evidente su excitación ("chupacoños, mala puta; te voy a marcar el cuerpo entero"), da pequeños tirones del vello púbico de Carmen y golpea el pequeño y redondo culo con mi cinturón. Los cintarazos suenan secos, duros y espaciados para que Carmen sienta todos y cada uno de ellos. Se queja en voz baja pero aguanta muy bien la azotaina; me acerco a su coño y mi mano se empapa: está muy excitada.

Dora se entretiene en coger a la mujer de la cola de caballo de su pelo para tirar hacia arriba, levantarle la cabeza y abofetearla con fuerza. A la quinta o sexta vez decide que quiere cambiar de postura y ata a Carmen del enganche de la lámpara del techo del comedor, de manera que queda con los brazos muy estirados y prácticamente de puntillas. En ese momento es cuando ya no puedo esperar más para ocuparme de sus llamativos pezones; me pongo en pie y restriego mi cuerpo contra ellos sintiendo esos maravillosos trozos de carne oscura y dura, cojo con cada una de mis manos sus pezones y aprieto, estiro, doblo a derecha e izquierda, arriba y abajo, clavo mis uñas y muerdo con fuerza. ¡Qué gozada, qué excitación!. ¡Qué polla se me ha puesto!.

La mujer se queja y da gritos de dolor, pero también de excitación; está mojada como una fuente y mueve sus caderas de manera convulsa intentando buscar la polla gloriosa que ahora tengo, lo que no le permito.

Dora deja de mirar, me aparta y pellizca cruelmente las tetas de Carmen sin dejar de insultarla ("te gusta, eh, zorra; te voy a dar gusto, so perra; vas a sufrir, puta"); vuelve a coger el cinturón y se pone a azotar esos tremendos pezones, apuntando con cuidado y descargando fuertes correazos que provocan gritos de la maltratada y una mayor excitación de mi duro rabo. Me pongo detrás de Carmen, penetro su mojadísimo coño y me sujeto de las caderas para darle unos buenos pollazos en un metisaca muy rápido; voy a durar poco.

Me he corrido verdaderamente a gusto, de esas veces en las que parece que el corazón se detiene durante los segundos que dura la corrida y le he soltado toda mi leche dentro. Rápidamente Dora ha soltado a Carmen para volverla a poner a cuatro patas, cogerla del pelo y obligarla a comerle el coño; no ha dejado de golpearle el culo y la espalda con el cinturón hasta que ha tenido un orgasmo largo y escandaloso. Ordeno a nuestra víctima que se masturbe y después que olvide con quiénes ha estado esta noche. Cuando mañana se vea las marcas en el cuerpo va a alucinar la muy puta.

Estoy cansado y Dora ya está adormecida en la cama. Mañana será otro día.

Tengo una llamada perdida de mi tío Alfredo. Le telefoneo y tras saludarnos me dice: "me cuenta tu madre que estás medio ennoviado con una guapa médica. Es el momento de saber que el poder del control mental del punto R se pierde tras el nacimiento del primer hijo varón. Supongo que lo tendrás en cuenta si decides ir adelante con esa mujer. Ya sabes la razón de mi perenne soltería".

No me ha gustado saberlo, esto del control mental del punto R es como un juguete maravilloso que concede todos los deseos, y no se qué decisión tomar. No tengo ganas de pensar en mi relación con Rosa, mañana es cuando vuelve de Madrid y nos veremos en Huesca.

Joder, llevamos dos días follando como locos; nunca pensé que podría tener tantas erecciones ni aguantar tanto ni correrme tantas veces. Rosa me dice que llevaba casi dos semanas sin sexo, ni siquiera una paja, y la creo: me va a dejar seco. Es una mujer maravillosa desde un punto de vista sexual: guapa, maciza, ardiente, complaciente, … sigo pensando y sintiendo que no sólo me gusta por el placer que me proporciona, sino que para mí es alguien verdaderamente especial; creo estar enamorado, aunque desde que he descubierto que se puede llegar a perder el poder del punto R me planteo qué tipo de relación quiero con ella, desde luego que no quiero dejar esta fabulosa relación sexual, pero ni se me pasa por la cabeza perder este prodigioso poder.

Bueno, lo mejor es no exagerar; al fin y al cabo ni Rosa ni yo hemos hablado hasta ahora de matrimonio o de hijos. Tranquilidad y a seguir pasándolo bien. Además, siempre tengo la posibilidad de convencer a quien sea gracias al control mental que proporciona el punto R.

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