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El tío Lucas

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El tío Lucas

El fallecimiento de mi abuela materna me permite conocer una curiosa historia familiar en donde el sexo tiene un papel protagonista

Nota: las anotaciones del cuaderno que figuran en el relato se escriben en un lenguaje modernizado respetando al máximo el texto original y su sentido coloquial

El fallecimiento de la abuela Juana sucedió estando yo de viaje de trabajo por varias ciudades de Gran Bretaña. Me pilló de sorpresa a pesar de su muy avanzada edad, dado que hacía muchos años que no tenía trato con ella ni con esa rama familiar. Mi padre, militar y político franquista, nunca se llevó bien con la familia de su esposa, reconocidos republicanos de izquierda, y el pronto fallecimiento de mi madre en un accidente de ferrocarril terminó de separarme de ese entorno familiar, también porque estuve doce años estudiando en un colegio suizo viniendo sólo por vacaciones, a Levante, dado que estuvo destinado mi padre en distintas unidades de esa zona, lugar en donde se volvió a casar con una adinerada alemana, se retiró como coronel y llegó a ser alcalde de una importante ciudad, además de procurador en Cortes.

El primer fin de semana después de volver a Madrid fui a casa de la tía Rita, hermana mayor de mi madre, para presentarle mis respetos y condolencias. Hacía muchos años que no nos veíamos —es setentona, con varios nietos— me recibió con gran simpatía, de manera cariñosa y me sorprendió al decirme:

Daniel, la abuela te ha legado en su testamento la casa del pueblo, la de sus padres. Siempre quiso que fuera tuya

Ha pasado una semana desde mi visita a Rita y a primera hora de la mañana de un sábado voy en coche para recorrer los aproximadamente 100 kilómetros que separan Madrid del pequeño pueblo de la Sierra Norte —o Sierra Pobre, según dicen otros— en donde está la casa. No sé cuántos años habrán pasado desde la última vez que estuve aquí, pero conduciendo he ido recordando momentos bonitos, felices para un niño urbanita jugando en medio de la naturaleza. La casa me sigue pareciendo impresionante, más ahora que está remodelada y modernizada, se nota que ha estado atendida y cuidada. Sus dos plantas, el porche delantero, ahora acristalado, el amplio jardín, los grandes árboles, la cerca, todo ello lo recuerdo. Ahora hay una piscina en la parte más alejada del jardín, en donde da el sol todo el verano. Lo que no ha cambiado es el frío que hace, no hemos entrado aún en el invierno y vaya aire gélido que sopla.

Por dentro la casa está amueblada y decorada en estilo actual, con detalles antiguos que quiero pensar son los mismos que yo conocí. Localizo fácilmente la caldera en el sótano y pongo a funcionar la calefacción porque la casa parece una nevera.

Sobre la gran mesa de madera de la amplia cocina hay una deteriorada caja antigua metálica, como las de las galletas, conteniendo un llavero con los originales de todas las llaves de la casa, dos sobres y un cuaderno de tapas duras. Dentro de uno de los sobres hay una fotografía y una nota manuscrita de mi abuela, en el otro hay dos folios mecanografiados escritos en inglés, con otras dos fotografías, una antigua y otra más moderna, además de una fotocopia de una carta escrita a mano.

Hola Daniel. Ahora que ya no estoy quiero que conozcas la historia de la familia que repelía o avergonzaba a tu padre y nos separó en tu infancia. El de las fotografías es mi hermano Lucas, varios años mayor que yo, quien murió en Berlín en 1945. Observarás que lleva sotana en una de ellas porque era cura de varios de los pueblos de esta comarca, y que yo sepa nunca perdió tal condición a pesar de la vida que llevó. La segunda fotografía, en la que va con uniforme militar, se la hizo en algún lugar de Rusia en 1943. La joven de la tercera fotografía es hija de Lucas, Juana de nombre, como yo. El cuaderno está escrito por él, además de algunas anotaciones que yo hice al final cuando lo leí y una vez conseguimos enterarnos lo que había sido de él tras la Guerra civil española. La caja con el cuaderno se encontró enterrada en el jardín cuando se hizo la piscina, pero no tengo ni idea de quién la guardó o cuándo pudo hacerse, también contenía una antigua pistola oxidada que verás colgada en una pared del salón y las llaves antiguas de esta casa que también forman parte de la decoración

El cuaderno, grande, con renglones, como si fuera de un colegial, está escrito con pluma y lápiz con una bonita e historiada caligrafía. Contiene anotaciones, no todas fechadas y algunas ya medio borradas, como si fuera un diario disperso. Lo primero que leo —fechado en marzo de 1931— me provoca interés por seguir leyendo todo de un tirón:

Ha venido Doña Carmela, la mujer del veterinario, a confesarse, y como siempre, me he excitado como un verraco. Es caliente la cabrona, y las folladas que tiene con su sobrino, el estudiante que vive en Madrid, y me cuenta con pelos y señales, me ponen verdaderamente salido. Uno de estos días me voy a sacar la polla para que me alivie en el confesionario la muy puta

Joder, lo he tenido que leer tres veces para asegurarme que no me lo estoy inventando. Es la hora de comer, así que me acerco a uno de los dos restaurantes abiertos para los turistas visitantes de fin de semana, está lleno y consigo mesa gracias a Charo, la dueña, una lugareña amiga de mi familia que dice haberme reconocido a pesar de no habernos visto desde niños. Se come cojonudamente, Charo no me ha dejado pagar y tras charlar un poco hemos quedado para tomar mañana café antes que abra el restaurante. Voy corriendo a seguir leyendo.

Está muy revuelto el personal por las próximas elecciones municipales. Todos los derechistas están bastante preocupados porque no saben qué va a ocurrir. Así se jodan, ya va siendo hora que algo cambie. Esta noche he quedado con Luisita en su casa, esas tetitas pequeñas que me caben en la boca me ponen cachondo de verdad, le voy a echar tres sin sacarla, como a ella le gusta, para que goce a modo

En toda la comarca las candidaturas republicanas han obtenido un gran número de votos, muy superior a los de los partidos monárquicos. Las noticias que llegan de otros pueblos más cercanos a Madrid son similares y según la radio parece ser que en toda España pasa lo mismo

Hoy 14 de abril se ha proclamado la Segunda República. La gente lo celebra en las calles, se baila, se grita, se bebe, se festeja, y yo con ellos. ¡Viva la República!

La fiesta de ayer terminó como tiene que ser, estuve follando con Patro en su casa. El marido estaba borracho como una cuba y ella tenía ganas. Buena puta está hecha, con lo poquita cosa que es físicamente y lo bien que sabe lo que tiene que hacer con una polla, follando se mueve como una máquina bien engrasada, y si no me la llevo yo a la cama se hubiera ido con cualquier otro

Todas las señoronas de la zona se deben creer que por confesarse a menudo, encargar misas y rezar la República va a desaparecer. No paran, día sí, día también. Hoy ha venido Carmencita, la hija de Doña Carmela, y me ha contado lo que hace con su novio, un falangista que vive en un pueblo de Guadalajara, que viene de vez en cuando a darse el lote e intentar tirársela y a pavonearse ante los hombres porque tiene pistola. Esta es como la madre, caliente como el pico de una plancha, zorra y folladora. Le he pedido que me enseñe las tetas para ver si el novio le deja marcas con los chupetones y ni corta ni perezosa se las ha desnudado y me ha dejado sobarlas y mamárselas. Muy blanquitas, duras, de buen tamaño, con pezones redondos chiquititos, se ha puesto cachonda, así que me he sacado la polla para ver si está sueltecita y sabe cómo tratarme. Claro que sabe, toca bien el capullo, suavemente, menea la piel del tronco con buen ritmo y cuando le he empujado la cabeza hacia abajo no ha dudado ni un segundo, me la ha lamido con mucha saliva y tras unos segundos se la ha metido en la boca. Le falta práctica pero pone ganas, no ha hecho ascos a tragarse mi leche de hombre y cuando le he dicho que se hiciera una paja aquí, arrodillada, ni corta ni perezosa se ha puesto a acariciarse la pipita del gusto de manera que no ha tardado demasiado en gozar, con muchos suspiros y jadeos. Otra buena puta que debo aprovechar, mejor que vaya aprendiendo conmigo que con otro

No sé si hablarán entre ellas de estos asuntos, pero Doña Concha, esposa del boticario, ha venido a confesarse diciendo que quería mi opinión sobre el uso del matrimonio que hace con su esposo porque no sabe si está bien o mal. Enseguida me queda claro que el boticario no es ningún tonto a pesar de ser un monárquico reaccionario, su señora es una jamona alta y grandona de muy buen ver con sus cuarenta años. Según me dice, a su esposo le gusta que los sábados por la noche, después de cenar y tras compartir una copa de anís dulce y un cigarrillo rubio emboquillado, se desnude dejándose puestas unas medias color humo, ella le chupa la polla durante un largo rato, después hace que se ponga a cuatro patas sobre la cama y se la mete desde atrás para entrar y salir hasta que se acerca la corrida, momento en el que le pide que se dé la vuelta, se coja las tetas, las junte y levante, abra la boca para sacar la lengua, lo que aprovecha para soltarle el semen en la cara intentando que una parte penetre en la boca. En ocasiones se ha quejado a su marido dudando de si hacen bien o son guarradas propias de putas y degenerados, él se enfada, le da unos fuertes azotes en las nalgas y le pide que se prepare para copular de nuevo, de manera que si no consigue ponérsela otra vez bien tiesa y dura le castiga el culo con la zapatilla o con una vara. Todavía lo tiene dolorido de los azotes del pasado sábado y si yo quiero me enseña las marcas rojas de sus glúteos. ¿Qué decir? Hago que entre en la vacía rectoría y espero a que se quite las grandes bragas blancas, se da la vuelta, dobla el torso por la cintura, levanta las aparatosas faldas de su vestido y ante mí aparece el tremendo culazo de la hembra, redondo, carnoso, blanquecino, con más de una docena de marcas rosadas que le dan un aspecto estupendo. ¿Y tú, gozas con tu marido? Sólo a veces, últimamente no y me hago ilusiones con los dedos de vez en cuando, ¿será pecado? No contesto, paso la mano derecha por el peludo sexo de Concha, constato que está empapada e inmediatamente desabotono la sotana y los pantalones para hacer aparecer mi crecido nabo. Me mira fijando la vista en el gran espejo que hay a nuestra derecha, pone cara de agradable sorpresa y respira muy fuerte cuando lentamente le meto la polla hasta el fondo, momento en el que comienzo a follar sin prisa pero con buen ritmo, agarrado con las dos manos a esas grandes nalgas estupendas, recreándome en la faena, subiendo la velocidad cada pocos envites, excitándome aún más con el sonido de tambor que provoca el entrechocar de nuestros muslos. Lo bueno llega cuando la mujer da un corto suave grito, queda quieta unas décimas de segundo y grita de nuevo, no muy alto, durante muchos segundos en los que siento como mi polla recibe apretones y pellizquitos del chocho que me van a provocar la corrida. Consigo sacarla y echar mis churretones de leche sobre el culazo de la boticaria. Cojonudo. Nos hemos aseado y como la veo como si siguiera confusa o esperando algo, le digo seriamente: tienes que darle gusto a tu esposo como te lo pida y cuando quiera, si tú no gozas puedes venir a mí siempre que te haga falta. Vaya con Doña Concha, casi todos los lunes aparece a primera hora de la tarde con ganas de follar y que le dé gusto

Mi oficio tiene algunas cosas buenas e influir en las mujeres es una nada desdeñable, lo que uso en mi beneficio, por supuesto que sí

Antoñito es el hijo del hombre más rico de la comarca, un cabronazo fascista del que dependen muchos para comer y poder trabajar, por lo que se aprovecha todo lo que puede dictando lo que hay que hacer, explotando a sus jornaleros, haciendo y deshaciendo listas negras y pasándose por la piedra, como si tuviera derecho de pernada, a algunas mujeres de por aquí. Pero Antoñito no es como su padre, no sé si por principios éticos o porque es maricón, o mejor dicho, una mariquilla bastante afeminada que se pierde detrás de unos pantalones bien puestos o de una sotana que debajo tenga algo de categoría, como yo mismo. El verano pasado me lo encontré en Madrid en unos billares de mala nota —me confesó que iba a mirar los culos de los jugadores— y como yo en algún sitio tenía que pasar la noche, me invitó a ir al piso que le compró su padre en los aledaños de la Gran Vía. La verdad es que le tiento a propósito desnudándome por el fuerte calor y paseándome desnudo por la casa, así que a la primera de mis insinuaciones se pone a mamar polla como si fuera el mejor de los manjares. Tiene práctica, está claro que se la ha comido a unos cuantos, y enseguida me pone muy burrote, le pido que traiga una aceitera que me sirve para darme aceite en todo el largo de la polla e inmediatamente se pone mirando para Cádiz, como una buena perra. Algo se queja, pero tras varios intentos le meto el capullo y enseguida allá va toda ella hasta dentro. No sé si me estoy vengando pensando en el padre, pero le doy por el culo con ganas, con dureza, con saña, recreándome, satisfaciéndome en oír sus quejas y gemidos cuando llego lo más profundo posible y luego le saco la polla casi por completo para volver a empezar. Durante muchos minutos castigo su culo follándomelo a mucha velocidad y cuando ya no puedo aguantar más, me corro bien dentro. Luego me satisface ver su dilatado agujero por donde sale el semen a borbotones casi al mismo ritmo con el que se está masturbando. Por el pueblo va poco —su padre no le quiere ni ver hasta que se case— pero últimamente siempre encuentra tiempo para venir a visitarme, charlar un rato y que le dé por el culo

Ramona, ferviente republicana, es la dueña de la pensión y casa de comidas que utilizan los viajantes de comercio y cualquiera que se vea obligado a pernoctar por aquí. Cocinan bien, así que procuro comer allí a menudo porque el postre preferido por mí suele ser follar con laMoncha, como despectivamente le llaman los derechistas. No es mujer a la que yo pueda influir por ser cura, somos amigos, correligionarios y lo pasamos bien en la cama, así que cuando tenemos sexo me siento muy satisfecho dado que lo hace conmigo porque quiere, le apetece y le gusta. Ramona es una mujer alta, esbelta, atractiva, muy rubia de pelo y piel, que se separó de su marido por el método del ahí te quedas después que él le dejara sin sentido tras pegarle unos cuantos puñetazos estando borracho. Cuando se despertó de los golpes cogió un palo de escoba y le dio al marido una paliza tremenda delante de la vecindad de la calle en donde vivían, en el barrio de Embajadores. Nadie avisó a los guardias ni intentó impedirlo, así que cuando se cansó de pegarle cogió sus cuatro trapos y se vino a trabajar con su madre a la casa de comidas. Del marido nunca más se supo. A mí me gusta todo tipo de mujeres, al fin y al cabo busco lograr placer, pero si tengo que decidirme por alguna en especial sería lo más parecido a Ramona —ella lleva con orgullo que los suyos le llamemos Moncha— con sus bonitos ojos azules, su cutis delicado, pequeñas orejas, nariz recta, labios anchos y carnosos en la sugerente boca, media melena hasta sobrepasar los hombros, que suele sujetar en cola de caballo, y un precioso cuerpo curvilíneo en donde hay de todo muy bien puesto: tetas altas, separadas, duras, no demasiado grandes, apuntando cada una hacia un lado, con excitantes gruesos pezones. Es delgada, incluso musculosa, y tiene un culo maravilloso, redondo, alto, fuerte, del tamaño justo, que se continúa en unos bonitos duros muslos y piernas esbeltas, largas, muy suaves, como toda su perfecta piel. Es la única mujer que he conocido, aparte de un par de putas de pago, que se afeite el vello del pubis, muy rubio cuando lo deja crecer, porque disfruta mucho cuando le comen el coño —no tengo yo la exclusividad de su cuerpo y por lo que me cuenta folla con quien quiere y cuando quiere, siempre y cuando sepan utilizar la lengua— sobre todo arriba, en la pipita del gusto. Así que con ella ya sé lo que me toca, darle la iniciativa, usar bien mi lengua y la boca entera, dejar que se corra ella primero porque así después se muestra mucho más receptiva a lo que a mí me apetezca y quiera pedirle. Es gritona, desde el primer momento en el que está excitada empieza a dar quejidos y grititos que van subiendo de tono según se pone más cachonda, que alcanzan el máximo ruido en el momento de obtener placer, durando muchos segundos, más que ninguna otra mujer que haya conocido. Mi cara es una especie de charca de saliva y jugos de mujer, quien queda quieta recuperando el resuello durante un minuto, después se pone en acción acariciándome la polla, besa mi boca —siempre me dice: guarro, mira cómo te pones por comerte mi coño— y suele tumbarse para que me suba encima, le abrace —me gusta mucho que seas un hombre tan grande— y le meta el rabo. Me exige una follada rápida, profunda, constante, de manera que se corre otra vez en pocos minutos, un poco antes que yo lo consiga. Cuando terminamos suele comentar: Lucas, me gustas, aunque seas un cura cabronazo que se aprovecha de su condición y del pollón que tienes. Creo que es la única mujer con la que me beso en la boca, al menos conscientemente, deseando hacerlo

Me han mandado un ayudante a la parroquia, un curita joven navarro, sin apenas experiencia pero puesto en su oficio, finito, educado, algo relamido y maricón, está claro. Vaya caída de ojos que tiene con los hombres jóvenes, les va a encantar a la docena de beatas que tenemos, seguro

Doña Margot es la viuda adinerada de la comarca, dueña del estanco y del más importante almacén de ultramarinos, no es mucho de venir por la iglesia, así que me sorprende ver que entre en mi despacho un sábado cuando empieza a anochecer y estoy pensando en la cena. Ya sé Lucas que eres un cura extraño, rebelde, rojo, que no se asusta ante los que mandan, no creas, te tengo simpatía, por aquí hay mucha miseria y demasiado señoritingo. Vivo muy bien, Sebastián, mi difunto marido me dejó dinero, negocios y tierras que garantizan mi futuro y el de mis dos hijas, ya casadas, viviendo en Madrid, en donde paso mucho tiempo con ellas. Pero me aburro y echo de menos tener hombre en la cama, porque siempre he sido caliente y llevo seis años viuda, sin catarlo. Me han contado otras señoras que lo que tienes entre las piernas es algo que merece la pena, lo compartes sin que haya que insistir en demasía y quiero probarlo. Soy mayorcita pero creo que estoy todavía de buen ver, capaz de alegrarle las pajarillas a un hombre, y lo que desde luego no me puedo permitir es andar buscando hombre por ahí como una pilingui, ¿a ti qué te parece? No hay contestación posible, sólo acceder y pedirle que se desnude. Lleva razón en que todavía está buena, mujer madura, muy morena de pelo y piel, no muy guapa, pero con buen cuerpo: tetas grandes caídas hacia los lados, con areolas circulares muy grandes que rodean unos pezones oscuros, largos, gruesos, tiesos y duros. Le sobran algunos quilos en el estómago, pero no le hace mal y lo verdaderamente llamativo es su negro vello púbico, con algunas hebras grises, rizado, denso como si fuera un bosque, ocultando los gruesos labios vaginales, mojados, brillantes, hinchados en cuanto ha empezado a excitarse. El culo lo tiene también muy grande, carnoso, todavía duro, en forma de pera, con un ano redondeado grande, arrugado, oscuro. En cuanto me ha visto la polla se ha puesto muy cachonda, no la deja de mirar con cara de excitación, de ansiedad, hasta que dejo de tocarle las tetas, cojo su mano derecha y la llevo hasta mi paquete. No sé si lleva mucho tiempo sin follar, pero se comporta como si le fuesen a robar mi polla, no la suelta ni un segundo, la pasa por la frente, por sus mejillas, por las tetas, se acaricia los pezones con ella, la mete en el canalillo y la amasa con las tetas, la besa sin cesar, y cuando empieza a lamer con su ensalivada gran lengua da unos grititos que parecen el glugluteo de un pavo asustado, cierra los ojos y se la mete en la boca, primero sólo el capullo durante muchos segundos, sin dejar de utilizar la lengua ni un momento, y poco a poco la va engullendo hasta que le cabe entera y toca mi pubis con sus labios, soltando sin cesar ese curioso sonido. La saca de golpe de su boca, como si se estuviera asfixiando y sin yo decirle nada se coloca en la cama a cuatro patas, con las piernas muy juntas, el culo en pompa, hablando en voz muy baja, repitiendo una frase casi imperceptible: dame gustito, Sebas, dame gustito en el chocho. Está empapada de jugos de mujer y en cuanto le meto la polla cambia los suaves titeosde pavo por gemidos cortos y altos, como si se estuviera quejando, sin dejar de hablar: he sido niña mala, Sebas, muy mala, lo que me hace pensar que le va la marcha y le suelto un par de fuertes sonoros azotes en el culazo, lo que agradece con un gemido más alto y acompasa su movimiento adelante y atrás con el mío. Llevamos muchos minutos follando sin parar, a buena velocidad, montando un escándalo curioso en donde se juntan el ruido metálico de la cama, los gemidos y el hablar ya incoherente de la hembra, el entrechocar de nuestros muslos, los azotazos que le doy cada cinco o seis pollazos, el chop-chop de su empapado coño y nuestras respectivas respiraciones que empiezan a sonar como la sirena de la destilería. La corrida de Margot parece ser de las buenas porque da un grito alto, potente, largo, noto muchos espasmos de su coño en mí tranca y se desploma sobre la cama con los ojos cerrados, la boca abierta y diciéndome: espera, espera, ahora vas tú. Me dan ganas de terminarme con la mano y echar el semen sobre su cuerpo, pero la morena hembra parece revivir, se incorpora sentándose en el borde de la cama y comienza a chuparme la polla, ayudándose de la mano derecha subiendo y bajando la piel a buen ritmo, mientras que la mano izquierda se ocupa de tocar, acariciar y apretar los testículos con maestría. No aparta la boca cuando me corro soltando un buen número de chorretones de leche de hombre, traga la mayoría del semen y el resto lo echa sobre sus grandes tetas, extendiéndolo como si fuera una untura de las de farmacia mientras la observo hacerlo. Ha sido bueno, muy bueno, habrá que repetir pronto

Seguro que las señoras bien del pueblo hablan entre ellas y se cuentan lo que hacen y lo que follan, ya hace tiempo que me tiro a unas cuantas, pero últimamente vienen algunas que ni por asomo podía esperar, como por ejemplo Doña Mercedes, más conocida entre el pueblo llano como sorOrujo, por ser una conocida beatorra de las que tan poca simpatía me tienen y que hasta ha cambiado de confesor, haciéndolo ahora con el curita navarro. Es una mujer joven, casada con el hijo de otro de los caciques de la comarca, sin hijos, con fama de tener un genio y un carácter insoportables, por lo que se cuenta que el marido pasa mucho más tiempo en tugurios de Madrid que en el hogar familiar, mientras ella lleva con mano de hierro la gestión de las tierras en régimen de aparcería y el negocio familiar de venta y distribución de los afamados aguardientes elaborados en una destilería de su propiedad, en la que da empleo —poco salario y muy mala leche— a unos cuantos de por aquí. Don Lucas, usted seguro que comprende mi situación de mujer joven abandonada por el crápula de mi marido, que vive en Madrid como un libertino adinerado. Sé que otras señoras han estado con usted, y yo también lo necesito, no me lo negará, verdad. Ganas de dan de echarme a reír y despacharle de mala manera, pero tengo curiosidad por ver cómo se porta en la cama y es una de las más jóvenes que vienen a mí buscando polla. Más bien baja de estatura, no es guapa, con rasgos vulgares y bastos en su rostro, el uso de gafas de gruesos cristales tampoco le beneficia, rubia con el pelo muy rizado, tiene un cuerpo apetecible, redondo, ancho, recio, con todo grande, sobre todo unas tetas picudas que se mantienen bien tiesas y altas y me la ponen dura en cuanto les hecho la vista encima y un buen culo en forma de pera sujeto en dos muslacos de categoría. Se quita las gafas —apenas ve sin ellas— e inmediatamente se convierte en un pulpo de ocho manos que no para de tocar y palpar mis huevos, el culo, la polla, durante un buen rato en el que se va excitando progresivamente, respirando cada vez más de prisa, hablando en voz muy baja, haciendo curiosos ruiditos parecidos a los de las cafeteras esas nuevas de los bares, que sólo silencia según besa, lame y chupa toda mi polla, de arriba abajo, de abajo arriba, muchas veces, con mucha saliva, pasándose de vez en cuando el capullo y el tronco por toda la cara, hasta que me la sujeta con la mano derecha, con fuerza, y la introduce en su boca. No me la chupa, más bien la está degustando, con los ojos cerrados, centrándose en mamar el capullo durante mucho tiempo, de manera que se la tengo que quitar de la boca porque quiero follármela, cosa que consigo cuando le ordeno que se tumbe boca arriba en la cama con los pies bien plantados sobre el colchón, las piernas muy abiertas y el pubis levantado a la búsqueda de mi nabo. Está muy mojada, entro a la primera sin problema alguno, el chocho es acogedor, bastante estrecho, así que medio incorporado, sujetándome a la cintura y las amplias caderas con las dos manos, empiezo a meter y sacar con buen ritmo, bastante deprisa, cada vez un poco más rápido, mezclando mi respiración agitada con la suya, con los jadeos constantes, con los ruidos de sus líquidos de hembra y, después de un largo rato, con una exclamación en voz baja, muy ronca, de animal herido, que indica su gozo durante muchos segundos. Yo sigo todavía al menos un par de minutos más hasta que mi semen fluye dándome placer. Otra a la cuenta

Me he puesto muy cachondo leyendo las andanzas del tío Lucas. Parece algo increíble. Me voy a cascar un buen pajote a su salud y después voy a dormir una siesta hasta la hora de cenar.

Después de cenar ya un poco tarde me he quedado tomando un par de copas con Charo mientras cierran el restaurante. Hemos recordado situaciones de cuando nos conocimos siendo niños, me ha contado cosas acerca de otros críos de aquella época y de gente del pueblo que conocí, nos hemos reído mucho y poco a poco la cosa se ha ido poniendo más personal, también más sensual. Tras darnos un par de besos en la boca, me pide que esta noche me quede con ella en su casa —es la que está pegando al local del restaurante— y, por supuesto, no voy a ser ni descortés ni tonto.

Charo es bastante alta y grande. Lleva el pelo corto, castaño muy oscuro, peinado con flequillo y raya a un lado. Su simpático rostro tiene siempre una expresión alegre muy atractiva, con sus grandes ojos negros y la boca recta de labios gordezuelos rojizos. Le sobran algunos quilos, pero le sientan muy bien porque los recoge en un par de grandes tetas, altas, redondeadas, bastante juntas, con un canalillo llamativo y dos areolas grandes, circulares, en cuyo centro están presentes pezones gruesos y largos, del mismo tono rojizo oscuro que sus labios. El culo es también de categoría, con el aspecto de un perfecto melocotón, alto, duro, grande, dividido en dos por una raja ancha, rojiza, que protege el redondo arrugado ano. Por delante lleva todo el pubis y el sexo depilados —me dice que tiene una mata de vello densa, grande, del mismo oscuro color de su cabello— de manera que se ven sin obstáculo alguno los anchos y abultados labios vaginales, del bonito color de sus pezones. Muslos fuertes, musculados y piernas más bien delgadas y esbeltas configuran en total una mujer deseable, camera, que me parece que está muy buena.

Hace tiempo que estoy sin hombre, desde antes del verano no follo, estoy muy salida

Y mojada como una fuente, añado yo. Me gusta, se mueve con soltura y no duda en tomar la iniciativa y pedir lo que le apetece con naturalidad, buscando su placer y el mío. Ya lleva un buen rato comiéndome la polla con ganas, deprisa, apretando con los labios, marcando con los dientes, sin exagerar, sin olvidar en ningún momento ensalivar y lamer con su lengua. Estoy tumbado en la cama con el torso algo levantado apoyado en un par de almohadas, por lo que llego con mis manos a las tetas de Charo y a sus excitantes pezones, además de acariciar su culo y el coño desde atrás.

Se ha subido encima de mí, ayudándose con la mano se introduce la polla y se deja caer casi de golpe para sentirla lo más dentro posible. Tras unos segundos en los que los dos estamos muy quietos, como reconociéndonos los respectivos sexos, ella empieza a moverse lenta y suavemente a derecha e izquierda, arriba y abajo, incrementando el ritmo casi de repente, hasta que empieza a moverse como si se tratara de una coctelera, deprisa, bajando todo lo que puede para que se le incruste bien mi rabo, gimoteando, dando grititos de excitación, de ansiedad por correrse. Tarda poco en gozar, con razón dice que está salida, no sé si se orina por el placer o es alguna especie de orgasmo líquido desconocido por mí o una costumbre sexual suya, pero al mismo ritmo de sus fuertes gritos y de las contracciones vaginales le sale un río de lo que yo creo son oleosos jugos de mujer, a chorros. Me encanta, nunca lo había visto, y a mí me sirve como si fuera el último aliciente para que me corra con un buen número de chorreones de semen. Qué bueno, que orgasmo más sentido y largo.

Hemos quedado adormecidos durante bastantes minutos, pero en cuanto da señales de vida, Charo se coloca de manera que pueda chuparme la polla, tratando de excitarme y volverme a poner a tono. No le cuesta trabajo, lo hace muy bien, variado, y me la levanta en pocos minutos. Me apoyo en el cabecero de la cama quedando sentado y ella frente a mí, con la polla dentro, abrazándonos para sujetarnos mutuamente, follando muy lentamente, durante mucho tiempo. Le acaricio el culo y ella también el mío, le mamo las tetas y ella come mis pezones, sin prisa, tranquilamente, sabiéndonos excitados y muy compenetrados, con seguridad que nos espera un buen disfrute. Cuando ya estamos con ganas de corrernos, Charo se tumba boca arriba, penetro el mojado chocho y le echo un polvo de categoría, rápido, fuerte, duro, profundo, hasta que oigo los fuertes gritos que da al llegar al orgasmo y noto la gran cantidad de líquidos que suelta su sexo. De nuevo me sirve como disparadero de mi corrida, larga, gratificante, cojonuda. Esta hembra seguro que tiene un problema para secar las sábanas en invierno.

Llevo aquí menos de veinticuatro horas, he tomado posesión de una casa que me encanta, he comido y cenado estupendamente, he follado con una mujer que está muy buena y me divierto leyendo las andanzas de un cachondo que fue tío-abuelo mío y del que nada sabía. Me gusta, ¡joder cómo me gusta! Gracias abuela. Voy a dormir que me hace falta, Charo ya se ha quedado dormida.

Tempranito por la mañana hemos tomado café Charo y yo después de una ducha reparadora, nos despedimos hasta la hora de comer, y como al menos voy a estar toda la semana en el pueblo, quedamos también tras la cena para tomar una copa. Un beso sella la cita y lo que pueda venir, que espero sea repetir la estupenda follada de la noche anterior. Sigo leyendo a Lucas.

He tenido una fuerte discusión con el padre de Antoñito porque le quiere casar y le ha ennoviado con una joven viuda que vive en un importante pueblo segoviano no muy lejano, de la que todo el mundo sabe que es amante ocasional suya, al igual que lo fue una hermana mayor. Quiere que yo los case lo antes posible y vendrán a verme este sábado. Le he echado en cara el maltrato y la explotación a sus trabajadores y se ha puesto hecho un basilisco, incluso amenazándome de muerte. Los fascistas de por aquí se muestran cada vez más belicosos y hablan a las claras de un posible próximo golpe de estado militar para acabar con la República y los republicanos. Tenemos que estar preparados, estas alimañas carroñeras son capaces de cualquier cosa

Inés, la novia de Antoñito, parece recatada y discreta, pero se nota que sabe más que los ratones coloraos. Sentados ambos ante mí en el despacho de la rectoría reconoce sin disimulos que se quiere casar por el dinero de su futuro suegro, con el que se acuesta de vez en cuando y espera seguir haciéndolo dado que quien será su marido no está muy por la labor de follar con ella, a lo que asiente claramente el afeminado joven. ¿Y nunca has tenido ganas de hacerlo con Inés?, al fin y al cabo te vas a casar con ella.Desnudaos los dos, vamos a ver si conseguimos que te intereses por esta mujer. Ya sé yo que no, pero la joven viudita está buena y tengo ganas de pasármela por la piedra, por supuesto. No es una mujer especialmente guapa, sí resultona, simpática, con un bonito cabello negro que lleva peinado en un alto moño, de estatura mediana, ancha y fuerte, con tetas muy grandes para su tamaño, como dos balas de cañón altas, duras, tiesas, y un culo también grande y duro que parece hecho para azotarlo, ganas me dan. Vaya fiera, en cuanto me ha visto el cimbel se ha tirado a cogerlo, acariciar, lamer y chupar con gula, como si se fuera a acabar el mundo. No deja de hablar, de manera incluso incoherente, pero tremendamente excitada, tampoco deja de tocarme la polla hasta que se da la vuelta, se apoya en mi mesa con los dos brazos, dobla la cintura y con el culo en pompa me urge a que se la meta. Sí, buen coño, todavía estrechito, muy mojado —tiene una increíble mata de vello en el pubis, como un bosque negro que le sube hasta más arriba del ombligo, mayor aún que el vello púbico de Doña Margot, que ya es decir— acogedor y sabiendo cómo recibir una polla. Antoñito no sabe lo que se pierde por no follársela, allá él. Le estoy dando un metisaca de los buenos, adelante y atrás, rápido, profundo, bien agarrado a sus anchas caderas, le suelto de vez en cuando un sonoro azote en el culo que recibe con risas y estruendo. Un par de gritos propios de una mujer caliente y los espasmos de dentro del chocho me dicen que se ha corrido, así que se la saco y me giro hacia el novio, quien está mirando, meneándose el nabo con la boca abierta, excitado, ansioso, y ante un leve gesto por mi parte se arrodilla para mamarme la polla ante el regocijo de su futura próxima esposa, quien le anima a darse prisa y hacerlo bien, insultándole, urgiéndole a que se la meta más dentro en la boca, a apretar un poco mis huevos, a tragarse mi lefa cuando la suelto dando un fuerte grito de satisfacción. Estos dos parroquianos me van a dar buenas tardes de sexo cuando se hayan casado

Ya sé la razón por la que el curita navarro está en este pequeño pueblo de esta inhóspita sierra, ha metido la pata —y algo más— con el hijo de un alto militar destinado en Pamplona y para que no le dieran dos tiros, han tapado el posible escándalo trasladándole a él y mandando a la mili a su amante. Aquí se ha ambientado enseguida, tiene una ruidosa motocicleta con sidecar, va por los distintos pueblos visitando a los fieles y paseando a los jovencitos para que se diviertan. Ya se ha visto la moto parada en algún que otro bosquecillo y en un ribazo que queda bastante oculto de la vista. Otro cura hipócrita, hará carrera si sabe ser listo

No he tenido que sacarme la polla en el confesionario para ver si Doña Carmela entraba al trapo. Ha venido a verme después de hablar con su buena amiga Margot, tal y como me cuenta mientras tomamos un café en la rectoría. Eso de coger la taza con dos dedos y mantener el dedo meñique extendido me hace mucha gracia, en especial porque tal cursilada —es hija de un tabernero segoviano— no sé si se compagina bien con el hecho de decirme a las claras y sin tapujos que quiere follar conmigo. Ni siquiera contesto, simplemente le hago un gesto para que me siga al dormitorio, en donde empiezo a desnudarme rápidamente mientras observo como lo hace ella. Es una mujer delgada, bastante alta —su marido es un tapón rechoncho al que le saca la cabeza— de pelo rizado, rubio oscuro, que cuando deshace el moño que suele llevar le cae hasta media espalda. De rostro agradable con bonitos ojos verdosos resulta atractiva a pesar de su sempiterna mueca de disgusto con la que pasea por la calle, la nariz arrugada como si todo le oliera mal, y ahora sin ropa más todavía, porque es de esas mujeres que ganan mucho cuando están en cueros. Sus tetas no son demasiado grandes, pero a pesar de estar bien metida en la cuarentena puede presumir de lo altas, tiesas y fuertes que son, muy blancas, puntiagudas, con pequeños pezones rosados situados dentro de una pequeña areola del mismo color. Coquetamente se gira para quitarse las blancas bragas tipo pantaloncito que lleva y me enseña su culo más bien pequeño, alto, redondo, duro, quizás un poco masculino, que continúa en muslos y piernas esbeltos, musculados, bonitos. Apenas tiene vello en su sexo, rubio no muy oscuro, lo que le hace parecer inexistente y, lo que no había visto hasta ahora, tiene la zona de la pipita del gusto grande, abultada, como si en su monte de Venus escondiera un botón del gusto parecido a una polla chiquitita. Cuando viene a confesarse me cuenta sus folladas con un joven sobrino del marido que estudia veterinaria en Madrid y me pone muy excitado cuando le pido detalles de cómo lo hacen y siempre baja la voz para decirme que a ella le gusta que la penetre por el culo y le acaricie suavemente el botón del gusto. Pues ahí voy yo tras comerle un rato las tetas y tocarle el húmedo sexo mientras acaricia y menea mi crecido rabo. Le gusta tener la boca llena de polla, está claro, así que nos tumbamos en la cama, yo boca arriba y ella boca abajo, de manera que pueda lamerle su gruesa pipita del gusto al mismo tiempo que ella lo hace con mi polla. Tengo mucha práctica de comerle el coño a la Moncha, pero esta mujer se vuelve loca de excitación según se lo estoy haciendo, de manera que por momentos llego a temer que me muerda el capullo o que incluso se atragante de mala manera por tener mi polla tan dentro, así que le pido que se ponga en la postura que más le guste para metérsela en el culo. Como es bastante alta se arrodilla en el suelo poniendo el torso doblado sobre la cama y me excito todavía más durante el tiempo que tarda en untarse el exterior de su sonrosado ano con unas gotas de aceite que echa en dos de sus dedos, que mete lo más dentro posible, adentro y afuera, varias veces. Aunque ella tiene costumbre me cuesta algún trabajo metérsela —la tienes muy gruesa, Lucas, me va a doler— pero tras varios intentos entra el capullo y poco a poco todo lo demás. Qué bueno, tan estrechito, sintiendo en toda la polla el suave roce del interior de su culo, excitándome más a cada momento, bien agarrado a la cintura, escuchando la música celestial de sus quejidos ansiosos según aumento el ritmo de la follada, que suben de nivel en cuanto acaricio con mi mano derecha su abultado botón del placer —sí, sí, sigue, sigue ahí. Un par de minutos más tarde le estoy dando por el culo muy deprisa, con fuerza, agarrado a sus caderas, siendo ella quien se acaricia intentando lograr placer, boqueando, con los ojos cerrados, dando gritos cortos y rápidos que de repente pasan a ser una especie de alarido largo, con altibajos, que acaba muchos segundos después también de repente —sácala, sácala, ahora ya me duele— y yo me alivio a mí mismo, me complazco en regarle la cara, el pelo y las tetas con los densos lechazos de mi semen para poco después tumbarme en la cama mientras Carmela se asea un poco antes de vestirse. No hablamos nada, aunque se despide diciendo que está muy contenta y pronto volverá para lo mismo. Me da las gracias

Tan guarras, salidas y putas como pueda ser cualquier otra. Estas señoronas de mucho dinero, mucho poder y mucho cura son las mayores hipócritas que se puede uno echar a la cara

Las siguientes anotaciones hechas por Lucas dejan de lado el marcado acento sexual de las anteriores y casi todas se centran en la situación política de las semanas cercanas al golpe de Estado del 18 de julio de 1936, por ejemplo:

Ramona, cinco camaradas más y yo nos vamos esta tarde a Madrid en el autobús del correo. Los rumores de levantamiento militar son constantes y de la comarca se han ido poco a poco la mayoría de los fascistas más significados, dicen que para agruparse en Valladolid y volver después para hacerse cargo de los pantanos que abastecen de agua a la capital

Hoy, 19 de julio, se confirman las noticias de levantamientos militares por toda España. Aquí en Madrid la cosa está que arde, ha habido disparos en algunas calles céntricas y se han refugiado falangistas y golpistas en los cuarteles de la Montaña del Príncipe Pío. Los milicianos nos hemos presentado allí, hemos conseguido armas y al amanecer atacaremos junto a los militares y guardias civiles leales a la República

Me he llevado una agradable sorpresa al encontrarme en Madrid con Antoñito, ha dejado a su mujer en el pueblo y se ha apuntado como voluntario en las milicias que defienden la ciudad. Vive con un guapo fotógrafo cenetista, se les ve a ambos muy acaramelados y enamorados

La guerra es un hecho, Ramona y yo vamos con las unidades de milicianos que marchan a la línea de fuego de la Casa de Campo, la más expuesta hasta ahora. Moncha me pide sexo todas las noches, no sabemos qué va a pasar mañana, así que mejor intentar gozar ahora mismo. Nos corremos como fieras. Me gusta, esta mujer me gusta de verdad, por su físico, porque es apasionada, por su manera de follar, y sobre todo, porque es distinta a la mayoría, tiene criterio propio, sabe lo que quiere en la vida y para el mundo, sus ideas igualitarias son también las mías. Si me he enamorado, mejor que mejor, ya iba siendo hora

No ha sido fácil, pero se ha conseguido detener el avance fascista sobre Madrid y parece que la guerra va a ser larga y dura con posiciones bastante estables

La penúltima de las anotaciones está fechada a finales de noviembre de 1936 y a Lucas se le lee triste y enfadado:

Malditos canallas, bombardean Madrid para amedrentar y desmoralizar a la población civil. Ha muerto el novio de Antoñito en la Gran Vía cuando estaba fotografiando los destrozos provocados en la central de Teléfonos, le alcanzó una de las muchas bombas que ayer cayeron causando muchas víctimas. No he podido hablar con Antoñito, pero me cuentan que está destrozado anímicamente y enrabietado, se ha convertido en uno de los más efectivos francotiradores de su zona del frente

La última anotación está sin fechar:

Me he dado cuenta que llevo meses sin estar con ninguna otra mujer que no sea Ramona, no las echo de menos. Ahora que ambos estamos en el ejército regular estoy más tranquilo al saber que trabaja en un hospital y no en primera línea del frente. Por suerte nos vemos a menudo y el sexo es siempre estupendo con ella

Terminadas las anotaciones de Lucas hay unos cuantos renglones escritos por la abuela Juana.

Sí, es verdad lo que dice mi hermano, era famoso entre las mujeres porque era muy guapo, tan alto y fuerte, tenía mucha labia y se expresaba de manera clara, entendible por todo el mundo, además tenía unos grandes atributos masculinos y un pene muy largo, grueso, levemente curvado hacia arriba, llamativo por lo que cuentan. Decían de él que era incansable y siempre estaba dispuesto para trabajar, para estar de fiesta, para tener sexo. Por lo que yo sé, no paraba de acostarse con mujeres y algún que otro jovencito si se terciaba, no era especialmente selectivo, complacía sexualmente a todo el mundo y a él mismo, claro

No sé las razones que le llevaron a hacerse sacerdote, pero una vez consiguió ser destinado al pueblo de su familia se dedicó más a la política que otra cosa, sin olvidar sus quehaceres como cura, pero con un comportamiento poco acorde con lo que entonces se entendía por ser sacerdote

Durante la guerra Lucas fue comisario político de unidades del ejército republicano del frente de Madrid. No vino nunca por el pueblo e intentó dejar a su familia al margen de su vida militar y política. Desde la entrada de los fascistas en la capital nada supimos de él, dejaron de llegar sus breves cartas y temimos que le hubieran matado en las tapias del cementerio del Este igual que a tantos otros. A nosotros no nos fue mal del todo a pesar de algunas amenazas e insultos —la madre y el hermano pequeño de la Moncha lo pasaron muy mal, les dieron muchas palizas, a ella le raparon el pelo al cero, les quitaron su negocio y la casa familiar, hasta los echaron de la comarca, con lo que terminaron viviendo en un pequeño pueblo de Soria de donde provenían y el hermano huyó al monte con el maquis una vez murió la madre de hambre y pena— quizás por estar alejados de Madrid y que a todos los efectos Lucas seguía siendo cura, lo que probablemente nos protegió, dado que, por suerte, aquellos que más inquina personal podían tener en su contra habían muerto durante la guerra. También llegué a pensar que las mujeres de algunos de los notables que Lucas tuvo como amantes también nos protegieron de alguna manera, los poderosos del nuevo régimen siempre nos trataron con total distanciamiento, con desprecio incluso, pero nada más

Nos llevamos una gran sorpresa y alegría al recibir muchos años después del final de la guerra una carta de Ramona, la Moncha, de la que te dejo copia. Vivía en Moscú y era viuda de mi hermano, con quien se había casado en Cartagena a finales de marzo de 1939, horas antes de embarcar en un pequeño pesquero y partir hacia el exilio en el Marruecos francés. Recorrieron casi todo el norte de África y desde Egipto, tras muchas vicisitudes, lograron llegar a la URSS, en donde Lucas entró a trabajar en una fábrica de tractores y ella estudió para enfermera. La invasión de los nazis llevó a ambos al ejército, no sin que antes Ramona tuviera una hija a la que pusieron de nombre Ivana (Juana), que siempre ha vivido en Moscú trabajando como médico. Físicamente se parece mucho a su madre, son clavadas. Ella no quería volver por Madrid ni tener trato con nadie, pero quería informarnos y dejar constancia que a pesar de todos los pesares y sufrimientos fue muy feliz con Lucas los años que estuvieron juntos. Adjuntaba unos certificados escritos en ruso que alguien tradujo al inglés y también te dejo para que los leas

Los folios en inglés más o menos vienen a decir que de los datos que obran en los archivos del Ejército Rojo se desprende que el tío Lucas participó en la Segunda Guerra Mundial, primero como soldado de infantería en la defensa de Moscú, en donde destacó y fue ascendido al equivalente a sargento primero en diciembre de 1941, así como condecorado en tres ocasiones. En la contraofensiva del Ejército soviético llegó a ascender a capitán, pasando a ser comisario político de una unidad de zapadores. Llegó a Berlín con el grueso del Ejército del frente bielorruso y el 27 de abril de 1945 murió poco antes del mediodía en el asalto a unas fortificaciones del centro de la ciudad defendidas por soldados extranjeros de las SS. Fue condecorado a título póstumo con las más acreditadas medallas al valor, que se hicieron llegar a su esposa Ramona, jefe de enfermeras de un hospital moscovita y también capitán del ejército. ¡Joder con el cura y su mujer!

Ya es hora de cenar y yo he quedado con Charo, quien me sorprende viniendo a casa con la cena en varios tupper, además de un par de botellas frías de buen champán.

No quiero dejarte oportunidad de escapar, así que me he venido con la clara intención de emborracharte para tenerte en mi poder, aprovecharme de ti y follar toda la noche

No le va a costar ningún trabajo, llega vestida con un impresionante largo abrigo de pieles y poco más debajo. Está muy atractiva casi completamente desnuda, excepto por un mínimo sujetador de finas tiras negras que nada tapa, sólo sujeta y levanta, con unas braguitas a juego que todo lo enseñan, medias negras de tejido de tela de araña y zapatos negros de tacón alto. Besos, caricias, unos rápidos tragos a las copas de champán y ya tengo la polla como el mango de una pala.

¿Me pareceré en algo al tío Lucas? Soy alto, grandón y siempre me han dicho que tengo buena polla y que soy un salido, así que por ganas de follar no va a ser, seguro que sí somos de la misma familia.

 

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