miprimita.com

Carmela

en Confesiones

Carmela

Tengo casi 50 años y estoy felizmente casado desde hace tres con una mujer maravillosa, a la que quiero a rabiar y con la que además me entiendo muy bien desde un punto de vista sexual, lo que para mí es fundamental. Sin embargo, durante mucho tiempo, mi cerebro y mi sexo tuvieron una fijación total con Carmela.

Era una compañera de trabajo de la que me encapriché sexualmente (¿me enamoré?) desde que la vi por vez primera. Pequeña de estatura, rubia y redonda, muy redondita. No despierta pasiones por donde pasa, ni te la levanta simplemente por el hecho de fijarte en su cuerpo, pero para mí fue el máximo posible, lo más deseado, la realización de fantasías íntimas y un recuerdo sexual de los más calientes y placenteros que tengo.

Sólo follamos dos veces en los más de seis años que estuvimos trabajando juntos. Ha pasado el tiempo pero aún la recuerdo a menudo, me excito pensando en ella e incluso mis juegos sexuales habituales y mis fantasías y ensoñaciones suelen repetir lo que con ella realicé. Se puede decir que me abrió el camino de mis preferencias sexuales. Aquí me limito a contar el sexo que tuve con ella.

Entré una noche de viernes en el bar que hay en la esquina de la calle en la que está el periódico en el que trabajamos. Una discusión con mi jefe, el cansancio de toda la semana, la moral un poco baja, la que entonces era mi novia fuera de Madrid durante varios días, ... y sin ganas para hacer nada de nada salvo tomar un par de copas mientras comento la próxima jornada futbolística con el camarero.

En una de las mesas está Carmela con una de las secretarias, Elisa. Me saludan y siguen con su charla y sus risas. Después de mi segundo gintonic y tras entretenerme con la charla futbolera del camarero y otro de los clientes habituales estaba pensando ya en recogerme, cuando recibo una palmadita en la espalda al mismo tiempo que me dicen: "Luis, que solito estás, anda que con lo serio que te pones en la oficina no hay quien trate contigo en plan amiguete. Ven a invitarnos a una copa que mañana no hay curro".

La frase de Elisa y la risa de Carmela me animan a sentarme a su mesa. Al cabo del rato está claro que todos queríamos reírnos, a la vez que pasarnos un poco con el alcohol. Pedimos tres rondas en poco tiempo.

Siempre me había gustado esa joven pequeña de tamaño y nada llamativa pero guapa y, para mí, tremendamente sensual. Riéndose y en un ambiente alegre me parece la mujer mas atractiva y deseable del mundo. No se muy bien cual es mi actuación, pero Elisa se debe percatar de algo y con prisa, alegando que es tarde y su novio se va a enfadar si la telefonea y no está en casa, se marcha tras gastarnos alguna broma relativa a que debemos portarnos bien.

Un rato más de charla alegre e insustancial que no recuerdo, otra copa y ya estamos Carmela y yo caminando por los oscuros y solitarios pasillos que dan acceso al aparcamiento de la empresa. Al bajar la escalera un pequeño tropezón (y el exceso de gintonics) me lleva a poner mi mano no muy suavemente en el culo de la rubita. Me quedo cortado y con más miedo que vergüenza espero su reacción, me preparo para una bronca o algo peor, pero desde luego me sorprende oír: "Ya era hora gilipollas, creí que nos íbamos y ni siquiera ibas a intentar besarme".

Para que esperar más, me abalanzo sobre su boca mientras la abrazo y mi sexo empieza a notar que algo va a pasar.

¡Qué maravilla!. Al igual que los primeros encuentros sexuales de jovencito, empiezo a tener todo tipo de sensaciones al mismo tiempo que no dejo de sorprenderme de la voracidad de la boca de Carmela que me come la lengua, los labios y toda la boca besando, chupando y mordiendo con una sensualidad maravillosa y haciendo gala de rapidez y habilidad manual para dejar al aire mi polla tiesa, dura y ya necesitada de cuidados urgentes.

Casi no me ha dado tiempo a desabrochar los botones de su camisa cuando empieza a subir y bajar la mano por mi rabo y a morderme la oreja mientras cuchichea: "que gruesa la tienes maricón; cómo me gustan así, ¡so cabronazo!". ¡Guau!. ¡Por fín!. La ilusión de mi vida sexual, una mujer apasionada que habla, grita y me insulta mientras lo hacemos. ¡Joder con la rubia poca cosa y modosita en el trabajo!.

Nos parece oír un ruido y nos metemos atropelladamente en su coche, en los asientos traseros. Falsa alarma.

Me estoy comiendo unas tetas pequeñas, puntiagudas, de las que caen hacia los lados, muy duras y con pequeños pezones oscuros, rugosos, rodeados de algún largo pelo que no veo pero saboreo, al mismo tiempo que agarro con fuerza un culo redondo, prieto y grande e intento colocarme para meter mi boca entre los gorditos muslos de Carmela.

"Estáte quieto, cabrón, que me estás poniendo como nunca. No me chupes el coño, quiero que dure mi excitación. ¡Sigue con mis tetas y dame el rabo!". Música celestial para mis oídos, acompañada de un sonoro chup-chup realizado en mi polla por una boca ansiosa, ensalivada y nada temerosa de usar también los dientes.

De nuevo puedo comprobar que el exceso de alcohol retarda la eyaculación, en condiciones normales me habría corrido muchos minutos antes.

"Dame tu coño Carmela, deja que te la meta por favor, que ya no aguanto". "Ni se te ocurra correrte marica de mierda; la quiero dura, más rato y como yo te diga. ¡Aprieta mis tetas, no pares!".

Ya no puedo más. Entre la forzada postura intentando comerle el coño, el olor fuerte y excitante, mis manos pasando de las tetitas al culo maravilloso y la mamada dura, fuerte y tremendamente babosa, me corro con un pequeño grito y con la sensación de que era uno de los mejores orgasmos de mi vida.

No soy Supermán. Si se me baja tardo en estar dispuesto, pero en lo que me parece un minuto estaba otra vez empalmado al ver a Carmela tragar mi leche con ganas, sorbiendo, haciendo ruido, manchándose cara y tetas y diciendo después: "prepárate cerdo porque tienes que darme gusto, voy a mil y no me vas a dejar así. Empieza a mamar mi chochito y chúpame también el culo, ¡vamos cabrón!".

¡Qué maravilla!. ¡Qué excitante!. ¡Más, más, más!. Me gusta. Me encanta.

Cuando consigo situarme tras ella para lamer y comer ese culo maravilloso y ese sexo casi sin vello, Carmela parece una fuente de ricos jugos vaginales. Está muy excitada, respira con fuerza y mueve el culo hacia mí como si se estuviera follando mi lengua. "No se te ocurra parar hasta que yo te lo diga, ¡sigue marica, sigue!".

Yo estaba esperando una corrida escandalosa por su parte, pero no, se queda quieta durante unos segundos, musitando bajito y suavemente una especie de aaaaayyyyy. Sigo chupando su coño ahora más suave y lentamente, esperando sus órdenes que llegaron con un hilo de voz:"Ya, ya vale, no quiero más; para, déjame ya".

Se sienta en el más que mojado asiento, reclina la cabeza en el respaldo y cierra los ojos. "No me toques. Siempre que follo con un tío, después de un rato me tengo que masturbar. Mírame si quieres pero no me toques ni me hables, cáscatela si te hace falta."

Joder, para qué más. Tengo el rabo otra vez como un martillo pilón. Empiezo a meneármela mientras miro a Carmela que se toca muy suavemente el clítoris; con los ojos cerrados habla en voz muy baja, repitiendo algo así como: "cerdo, tu eres un cerdo, como todos; cerdo y maricón".

No aguanto mucho rato, me corro como un loco intentando que mi leche salpique y manche a Carmela que poco después se corre dando un pequeño gritito y respirando con fuerza durante bastante tiempo.

Tras unos minutos nos arreglamos las ropas y ella, con una actitud que me parece avergonzada, me urge a que baje del coche mientras arranca el motor.

Coño, vaya corte que me llevo. Después de una estupenda sesión de sexo con la mujer que más deseaba desde años atrás, ..... No sé qué hacer, torpemente bajo del automóvil y ni digo una palabra mientras ella se marcha. Con los faldones de la camisa por fuera del pantalón mal abrochado, la chaqueta y el portafolios cayéndoseme de las manos, buscando las llaves de mi coche, ... la cara de tonto que se me debe quedar mientras intento reaccionar; bueno, pues no esperaba que así acabase "mi gran noche con Carmela".

El lunes intento hablar con ella. No baja a tomar café a primera hora ni desayuna en el bareto habitual en el que muchas veces coincidimos. No coge el teléfono. Antes de salir a comer tengo un rato y me acerco a su despacho. Elisa, su secretaria, me dice que ha estado fuera y que por la tarde va junto con una delegación de la empresa a un congreso o algo similar que se organiza en la zona de hoteles cercana al aeropuerto. Con una disculpa tonta consigo que me informe del nombre del hotel y del horario del congreso.¡Coño, necesito verla!.

Según el programa a las seis de la tarde había un descanso en el congreso. Allí me planto con ánimo de ver a Carmela y hablar con ella.En la cafetería está rodeada de gran número de personas, la mayoría de mi empresa, por lo que apenas puedo saludarla. Me parece que intenta esquivarme y claramente se muestra contrariada al verme.

¿Ayuda del destino?: mi jefe aparece por la puerta, se muestra encantado de mi presencia allí y dirigiéndose a Carmela le oigo decir: "aprovecha que Luis está aquí y dale los datos del congreso para que haga una reseña que nos guste. Luego tomamos algo los tres y hablamos de ello". A eso de las once de la noche el pesado de mi jefe se da por satisfecho del breve artículo que preparo y se despide dejándonos ante unas copas a Carmela y a mí. Bueno, ahí la tengo; es lo que quería, ¿no?.

"¿Que tal estás?, he intentado ponerme en contacto contigo durante todo el día".

"Y para qué, ¿acaso tenemos que hablar de algo?".

"Mujer, lo del viernes para mí fue placentero, además de algo deseado hace tiempo y querría saber si .....". No me dejó terminar.

"Pero Luis, ¿quieres que te de las gracias?, ¿quieres que deje claro lo macho que me pareciste?. Te aseguro que me gustó, pero no fué para tanto".

"No me jodas, Carmela. Quiero hablar contigo de ti y de mí. Siempre me has gustado y lo del viernes fue importante y satisfactorio, al menos para mí. Hacía mucho tiempo que quería estar contigo y, desde luego, no creo que merezca que me trates como a un idiota que sólo piensa en su polla o que quiere pillar coño sin más porque no ha sido mi forma de actuar, al menos conscientemente".

"Quizás lleves razón, no puedo evitar estar a la defensiva y un poco agresiva. En los últimos tiempos mis experiencias sentimentales con los hombres han sido muy malas y como no se vivir sin el sexo, me he intentado autoconvencer de que todos sois unos cerdos con el cerebro en la bragueta. Te diré que ni de lejos estoy dispuesta a tener ningún tipo de relación estable, ni siquiera estoy dispuesta a pensarlo, así que no intentes nada de nada, no tiene sentido".

"Me dejas cortado y con pocas respuestas por mi parte. Me había ilusionado con la posibilidad de conocerte mejor. Quizás sí tengamos oportunidad de tener una amistad exclusivamente sexual. Lo del viernes me encantó y tu me gustas mucho".

"¿Sí?. No hicimos nada de nada. Ni siquiera follamos. ¿Qué es lo que te gusta?. ¿Te van el sadomaso suave y el bondage?. Es lo que estoy dispuesta a practicar actualmente con cualquier tío que se deje. Quiero mi satisfacción sin compromisos de ningún tipo y si decido probar algo nuevo soy yo quién decide qué y cuándo".

" Aquí tienes a un voluntario para lo que quieras que se muere de ganas por follar contigo. Vamos, cojamos una habitación en el hotel; ¿quieres?".

Benditas palabras. En ese momento no sabía que iba a encontrarme con mis deseados y verdaderos gustos sexuales, al menos entonces, tras una noche con Carmela.

La habitación tiene un gran espejo de pared que refleja la mayor parte de la cama de matrimonio situada en el centro.

"Desnúdate mientras paso al cuarto de baño y deja una lamparita encendida. Me gusta ver la polla que voy a comerme y la cara de cantamañanas que se les pone a los tíos cuando me ven desnuda".

La primera en la frente. La cosa empieza bien, como a mí me gusta.

Se presenta ante mí con urgencia, como con prisa. Desnuda por completo, mirándome con cara de cachondeo y bien segura del impacto provocado por su pequeño pero curvilíneo e impactante cuerpo. Me mira fijamente mientras se pasa las manos por sus tetas puntiagudas. "Siéntate en el suelo y deja de mirarme como un gilipollas. Maricón, ¡quítate los calcetines, guarro! y empieza a lamer mi sexo, perro."

Dicho y hecho. Apoyo la espalda en la cama y empiezo a chupar su sexo coronado por una mínima mata de pelo muy rubio, casi transparente. ¡Qué rico!. Empieza a mojarse en abundancia y a empujar contra mi lengua con fuerza. "Vale ya cabrón. No quiero correrme sin tratarte como te mereces. Chupa mis tetas y juega con mi culo".

Sentado en la cama saboreo esas dos tetas pequeñas y duras con dos pezones oscuros verdaderamente excitantes. "¿Te gusta que me deje pelos largos alrededor de los pezones, verdad?. Todos los maricones os ponéis cachondos así, como si mamarais las tetas de un jovencito. Cerdo, ¡toca mi culo!; ¡juega con él!".

Me ponen verdaderamente a mil su tono despectivo, sus insultos y sus tetas. Le masajeo el culo con fuerza mientras siento crecer mi rabo. "Cabrón, el caso es que sabes excitarme. Mete el dedo en mi culo, sigue jugando con él".

Ya llevo un buen rato mamando sus pezoncitos y metiendo y sacando un dedo de su culo cuando mi polla dice que se acabó. Me corro casi como un niño, sin apenas tocarme, sólo por la excitación del momento. "Serás guarro. Me has pringado los muslos y la tripa con tu leche asquerosa. Límpiame, recógelo todo con la lengua, no dejes ni una gota y prepárate a sufrir como no te empalmes de nuevo ahora mismo".

¡Que maravilla oir todo eso dedicado a mí mientras lamo mi corrida sobre su cuerpo!. Pero ... mi polla ha decidido que no es aún momento de volver a crecer y ponerse como un cacho de madera.

"El señorito se permite correrse cuando quiere y luego su rabo de mierda no se pone como a mí me gusta. Pónte de rodillas sobre la cama y enséñame esa polla floja. Te voy a comer, so maricón".

No miente. Empieza a chupar mi rabo pasando enseguida a darle mordisquitos suaves, otra vez a chupar y mordisquitos más fuertes cada vez; me gusta y mi polla parece algo más gorda y grande. "¿Te gusta un poco de marcha?, ahora la tendrás so cerdo".

Se separa de la cama buscando algo y un momento después siento un golpe en la polla acompañado de un ruido similar al de un suave cachete. Me ha dado con mi cinturón en todo el capullo, con suavidad, pero medio me asusto. ¿Me da miedo el posible dolor o que tras un segundo y un tercer golpe mi rabo se ponga tieso y duro?. "Vaya, vaya; el maricón se pone a tono con un poquito de ayuda. No vas a correrte sin darme gusto o te voy a azotar de verdad. ¡Túmbate en la cama!, voy a follarte y procura tenerla dura como a mí me gusta durante un buen rato".

La coge y se la mete despacio y con suavidad en su coño empapado al mismo tiempo que respira con fuerza. Me empieza a cabalgar, despacito, pero metiéndosela muy dentro. Con los ojos cerrados habla en voz muy baja: "eres tan cabrón como todos los demás, sólo quieres mi coño y que yo te de gusto; seguro que tienes más tías por ahí a las que engañas como a mí; cabrón, cabrón, marica, cerdo".

Va subiendo la velocidad al mismo tiempo que el tono de voz y unos minutos después me está follando a toda pastilla mientras repite constantemente: "cerdo, cerdo, cerdo, ...".

Como en la ocasión anterior, se corre sin escandalizar. Un fuerte suspiro, un par de pequeños grititos y se tumba a mi lado. "No me hables ni me toques. Quiero masturbarme".

Suavemente y sin prisa, con los ojos cerrados y musitando palabras ininteligibles está durante muchos minutos acariciando su clítoris. Cuando termina ni siquiera abre los ojos mientras dice: "Luis, eres un capullo como todos. Déjame dormir unas horas y luego seguimos. Ni se te ocurra hacerte una paja, descansa hasta dentro de un rato. Quiero que estés potente".

Yo tengo una erección curiosa, pero ni se me ocurre pensar en masturbarme. Tardo un buen rato en dormirme, mientras Carmela descansa como una bendita con algún que otro ronquido suave. Cuando despierto ella me está mirando. Tiene una expresión de ansiedad (¿deseo?) en la cara que me hace darme cuenta de que se está masturbando.

"¿Que haces?, ¿quieres que te acaricie?, ¿te ayudo?. Deja que yo te lo haga".

Aparta su mano del sexo, la pasa por mi nariz y boca y me mira a los ojos con seriedad en su rostro: "no te he tratado bien, quiero resarcirte pero sólo lo haremos de la manera que yo diga. ¿De acuerdo?. No quiero preguntas, sólo que hagas lo que yo te diga"

No me deja contestar, me besa mientras acaricia mi polla con sus manos. Tras unos besos baja a la altura del rabo y empieza a mamar con rapidez, con fuerza y utilizando una de sus manos para apretar, estrujar y arañar, cada vez con más fuerza, mis pezones.

"No hables, sólo actúa como yo te diga. Me vas a follar, pero antes quiero excitarme de verdad, quiero estar como una yegua en celo, como la perra que soy. Acaríciame con tus manos y boca como te apetezca, aunque lo que me va a poner bien de verdad es lo que yo te haga o lo que diga que me hagas".

"Vamos, muerde mis pezones sin que te importe hacerme daño; chupa y muerde mis tetas con ganas, mete tus dedos en mi culo y muévelos dentro, pellízcame el culo con fuerza; ¿quieres tirarme del pelo?, ¿quieres tirarme del vello del pubis?. No hables y actúa; ponme muy, muy cachonda. Vamos, maricón de mierda".

Yo sí que voy a tope. Hago lo que Carmela me pide (me exige) y mi polla es como un volcán a punto de explotar. "No voy a aguantar mucho más, para o termina con mi erección, ¡por favor!; dame tu chocho, deja que te la meta".

"No hables cerdo. Todavía quiero que me hagas más cosas, quiero ponerme más cachonda y tienes que aguantar. Empieza por chupar mi culo, mete la lengua dentro, ¡vamos!; más dentro, más. Mueve tu lengua".

A cuatro patas me ofrece su culo. Meto mi lengua intentando llegar lo más lejos posible al mismo tiempo que procuro no llevar mi mano derecha a mi polla. Ya es un sufrimiento tanta excitación, siento el rabo lleno, hinchado a rebosar, tirante y tenso como nunca. "Dáme por culo maricón, estás deseando. Me muero de ganas, encúlame y córrete dentro cuando yo te diga. ¡Vamos cerdo de mierda, entra en mi culo!".

Pocas veces había enculado a una mujer hasta entonces. Casi siempre con reparos ante el posible dolor por el roce y a que se arrepintiera la tía de turno si había alguna dificultad. Pero ahora se que no va a haber ningún problema. Tengo la polla bien empapada con los jugos vaginales de Carmela y empujo, sin prisa pero sin pausa, hacia arriba y con fuerza. Entra mi capullo con bastante facilidad y enseguida más de la mitad del rabo está dentro. "Cabrón, ésto te gusta. Ya sabía yo que eras un mariconazo. Vamos, folla con ganas. Mi culo no se va a romper, cerdo maricón. ¡Sigue, sigue!".

Sí tengo ganas, sí. Ahora ya no valen los jueguecitos, ahora ya sólo vale una polla más excitada que en toda su (mi) vida que busca satisfacerse. El movimiento de metesaca lo aguanto sólo unos pocos minutos, ¡qué corrida más buena!. Grito de gusto y me desplomo sobre la rubia, que ha estado pajeándose mientras le daba pollazos. Ella sigue tocándose durante unos minutos más mientras yo no saco el rabo de ese escondite tan estupendo de su culo.

Se desploma sobre la cama y así estamos durante un buen rato, hasta que oigo como entre sueños: "Me estás aplastando. Déjame, tengo que orinar. Sácala de mi culo, por favor". (¿Estoy soñando, ha dicho por favor?).

"Has dicho por favor, ¿te pasa algo?". "Luis, eres retrasado o qué. Me estoy meando. Quítate de encima que me lo hago aquí. No seas burro, joder."

No quiero sacar mi polla del culo de Carmela. Una idea lejana y oculta se está abriendo paso en mi cerebro. "Háztelo aquí. Siempre he querido que una mujer se orine junto a mí después de follar y además, quiero seguir sobre ti y con la polla dentro".

"Idiota, que me meo. ¡Deja de jugar, tengo que ir al baño!, vamos".

"Sabes que te digo, yo también tengo necesidad de mear y me apetece hacerlo ya. Si quieres orinar házlo aquí". Sin más meo dentro de su culo mientras veo reflejada en el espejo la expresión de estupor en la cara de Carmela. ¡Qué gusto!.

La meada en su culo y la cara de sorpresa que ella pone han sido probablemente los momentos que más satisfacción me han dado durante los últimos años.

"Cabrón, me llenas con tu meada; la noto caliente. ¡Para, deténte!. ¡Joder, para!".

Al poco rato oigo una risa ahogada mientras noto una nueva humedad a la altura de las piernas que me indica que ella ha decidido orinarse en la postura en la que estamos. Me ha gustado, ¡joder! sí me ha gustado; tanto que Carmela al notarlo me dice: " marica, te estás empalmando otra vez. Quítate de encima, saca la polla que me aplastas. ¿Sabes?, has conseguido excitarme con tu guarrada".

"Bueno, pero me parece que quiero otro numerito. Quédate a cuatro patas en el suelo y empieza a gatear por la habitación. ¡Vamos coño, ahora mando yo!".

Desde que leí un libro de Henry Miller he tenido la secreta esperanza de realizar algo parecido: "venga tía, camina a cuatro patas por toda la habitación, despacito, ya te diré yo cuando ir al baño". Al mismo tiempo golpeo el suelo con mi cinturón alredor del cuerpo de Carmela. Nuestra imagen reflejada en el espejo me parece que es como una bocanada de aire caliente, ¡joder que excitación!.

"Atrévete maricón, haz lo que de verdad te excita. Vamos, a qué esperas, ¡cobarde!, ¿no tienes cojones o no sabes lo que te gusta?".

¡Plaf, plaf, plaf! ... Tres, cuatro, cinco azotes secos, fuertes, sonoros, rotundos, con ganas disimuladas durante años. Nunca lo había hecho hasta ahora, pero siempre lo he deseado. Ese culo redondo y grande marcado por líneas rojas y gruesas ...¡Qué cojonudo!. ¡Qué excitante! ¡Qué maravilla!. ¡Qué ganas contenidas!. Mi polla late como nunca exigiendo ya una liberación que todo mi cuerpo también pide.

"Al baño, rápido, siéntate en la taza y hazme la mejor mamada que sepas". Mientras libera su culo de mi orina, Carmela comienza a chupármela con ganas. Sus labios, los dientes, la lengua; entrar y salir, meter y sacar ... . "Guarra, zorra, golfa, mamona, sigue y no pares hasta que yo te lo diga, ¡vamos!, sigue guarra, sigue puta ...".

Me agarro a sus rubios cabellos apretando su cabeza contra mi polla. No grito muy fuerte, creo, pero aún la recuerdo como la mejor corrida que hasta entonces he tenido: "Ahhhhh, sigue, no pares; traga mi leche, ¡puta! ....".

Casi me caigo con la flojera de piernas que me produce este largo, profundo y necesitado orgasmo. Tras unos segundos durante los cuales Carmela sigue chupando mi rabo, me separo de su boca dejando un reguero de saliva, semen, sudor ...

"Cabroncete, ¿así que tus fantasías van de ésto, eh; de darle un poquito de cinturón a las tías?. Tienes que aprender a dar más fuerte con la correa, mariquita. ¡Joder, cómo te pone el insultarme!. Un poco más y me ahogas con tu lechada. Seguro que ahora ya no me das polla y me tengo que masturbar".

No estoy yo para alegrías con el rabo. Me siento en la banqueta que hay junto a la bañera y con los ojos semicerrados estoy viendo como la rubia se masturba con ganas, masajeando el clítoris con rapidez, con prisa. "Maldito cerdo, me pones cachonda y luego nada de nada; maricón de mierda, no te trabajas mi coño; eres como todos ...".

Con lindezas similares está masturbándose apenas durante dos o tres minutos. Tras correrse se va a la habitación, masculla entre dientes algo similar a "lo guarra que soy, mira que mearme en la cama" y se queda rápidamente dormida en el suelo.

Me despierto anquilosado sobre la moqueta de la habitación. Estoy solo, con sensación de cansancio y en el espejo del cuarto de baño encuentro un pequeño papel con un "muá, cabrón" escrito a bolígrafo y firmado con una C mayúscula.

Se acabó la historia. Han pasado varios años desde que estuve con Carmela; apenas hemos coincidido otras dos veces desde ese día (con muchas otras personas a nuestro alrededor) y jamás ha querido hablar por teléfono conmigo o contestar a un mensaje de correo. Una serie de circunstancias me hicieron cambiar de empresa durante esos días y he estado viajando como corresponsal en ciudades de todo el mundo. Nunca más he vuelto a ver a Carmela y no se nada de ella.

Mas de pedrocascabel

Frases y dichos

Felicia

Habilidad familiar

A veces… llueve

Intercambio de parejas

Follar me gusta

La mirada feliz (1ª parte)

La mirada feliz (2ª parte)

Anda que

Cactus

Daniela

Amalia & Cía

Cristina

Dinero

Culo

Aquellos barros trajeron estos polvos

Benditas sean las tetas

Gordibuena y algo más

El ático

Gotas de Maribel

¿Domingas?, sí, gracias

T + m = pc

Hombre lobo no soy, pero

69

Comina

Bisexual me llaman

Magdalena

Las tormentas

La suerte ayuda

La pulsera de cuero marrón

La madura me la pone dura

Dicen que las pelirrojas traen mala suerte

No sé si tengo un problema o es que me quejo de vi

La Duquesa

Las hermanas boticarias

El tío Lucas

Una familia como tiene que ser

Vacaciones originales

Jubilados

Miranda

El Piraña

Miguel, chico listo

Cipriana, la que manda

La odiada prima Fernanda

El islote Fantasma

Chelo o Algunas mujeres se ponen muy putas

Qué tendrá el oro

Veinte años o cosa así

Pues sí que me importa a mí mucho

El amo de Tierraluna

El señor presidente

El coma

El funcionario huelebraguetas (y II)

El funcionario huelebraguetas (I)

Tres días en Rabat

La máquina tragaperras con cara de payaso (y II)

La máquina tragaperras roja con cara de payaso (I)

Pon una mujer madura en tu vida, te va a encantar

Inés, la amante del tío Jesús

Inés, la amante del tío Jesús – parte II y última

La Academia

Volver a casa tiene premio

El que hace incesto hace ciento (parte 1)

El que hace incesto hace ciento (parte 2 y última)

Call-boy

Como una familia unida

Butaterm: calienta pero no quema

Macho muy macho

La bomba

Alegría

Sinceramente

Telecoño

Gintonic

Un barrio (1)

Un barrio (y 2)

Aquellas vacaciones

Marisa

Nunca es tarde

El cepillo de madera

Me voy pal pueblo

La nueva Pilar

La tía Julia

Nuestra amiga Rosa

Cambio de vida

40 años

El punto R