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Nuestra amiga Rosa

en No Consentido

Nuestra amiga Rosa

Rosa era compañera de estudios en la Facultad de Biológicas de mi novia Luisa, además de ser su mejor amiga y conocerse desde niñas. Simpática, amable, estudiosa e inteligente, cuando Luisa y yo nos hicimos novios inmediatamente congeniamos y nuestro trato era prácticamente diario y constante, propio de jóvenes estudiantes con mucho tiempo libre y, por suerte, con suficiente dinero como para salir, ir al cine, de copas, pasarlo bastante bien, la verdad sea dicha. ¡Qué tiempos más buenos fueron para mí los de los veintipocos años!.

Rosa y Luisa estaban en primer curso de la especialidad de Ecología, con lo que las salidas al campo eran constantes y las excursiones a parajes naturales de toda España se sucedían los fines de semana. Yo me apuntaba siempre que podía por tres motivos: tenía coche y les venía muy bien, me encantaba estar en contacto con la naturaleza y, fundamentalmente, follar con mi novia Luisa, una guapísima rubia que estaba como un tren. Acampadas en tienda de campaña, albergues de montaña, pequeños hoteles y pensiones perdidos en alejados pueblos, campings en playas semivacías, eran lugares propicios para tener sexo con Luisa, amén del ambiente propicio generado en un grupo de jóvenes con muchas ganas de sexo.

Durante un par de años coincidíamos siempre Luisa y yo (me llamo Fernando) y Rosa y Toño, su novio, siendo habitual compartir los cuatro la tienda de campaña o la habitación de hotel y, por supuesto, nos veíamos prácticamente desnudos, follábamos en la cama de al lado y sobre todo, nos oíamos. En alguna ocasión nos acostamos en la misma cama de matrimonio, y en ese caso nos limitamos a masturbarnos de manera disimulada. Para Luisa y para mí era muy excitante (a pesar de que hacíamos como si la cosa no fuera con nosotros o estuviéramos por encima de esa situación) y para Rosa y Toño también, tal y como nos confesamos mutuamente en varias ocasiones.

Cuando Rosa y Toño rompieron él desapareció de nuestras vidas y seguimos saliendo los tres manteniendo nuestra relación de estrecha amistad. Una Semana Santa nos organizamos un viaje a la costa del Levante de Almería a la búsqueda de no se qué árbol autóctono y tras más de diez horas de viaje en mi 127 acampamos (benditos tiempos en los que se podía plantar la tienda en casi cualquier lugar) en una pequeña cala vacía cerca de Carboneras, protegidos del constante viento por unas rocas. En toda la semana no vimos a nadie, ni siquiera a la habitual pareja de tricornios.

Luisa era muy consciente de lo buena que estaba amén de ser bastante exhibicionista, por lo que en cuanto llegamos desnudó sus tetas (grandes, redondas, de poco volumen y unos pezoncitos rosados justo en el centro), se plantó un pequeño pantaloncito corto negro que realzaba el blanco de la piel de sus preciosas larguísimas piernas y apenas tapaba su maravilloso redondo y duro culo (conocido en su facultad como "el dios culo") y nos urgió a Rosa y a mí para que fuéramos a tomar el sol. Rosa se desnudó dejándose un biquini azul que tapaba poco de su enjuto cuerpo: alta, musculada sin una gota de grasa, muy morena de piel (en la facultad los íntimos le llamaban "la Negra"), con una bonita melena rizada de color castaño muy oscuro, rostro agradable con finos labios rojos enmarcando una boca grande; tetas alargadas, planas y muy duras apuntando hacia arriba unos largos, gruesos y rugosos pezones marrones con una gran y llamativa oscura areola; culo muy prieto con forma de pera y duros muslos finos con piernas estilizadas. No era un pibón llamativo al estilo de Luisa pero a mí siempre me había puesto muy cachondo esa piel tan morena de la que emanaba un denso y sensual perfume natural y los pezones grandes y oscuros. Cuando se quitó el sujetador del biquini mi polla dio un bote dentro del bañador y me tuve que poner tumbado boca abajo para disimular que la erección ya era de cierto nivel.

La tarde pasó plácidamente entre risas, intentos de entrar en el agua (estaba helada), bromas sobre el estado de mi rabo (ver a las dos mujeres semidesnudas me tenía loco), los pezones de Rosa (siempre tiesos y duros como pequeñas pollas), el culo de Luisa (fascinantemente excitante) y según anochecía y ya dentro de la tienda, abundantes tragos de ron y whisky que provocaron una conversación, casi confesión, sobre nuestros gustos sexuales. Luisa reconoció cómo le excitaba ver y oír a nuestra amiga follar con su exnovio en la misma habitación, sobre todo cuando Rosa se la mamaba a Toño; Rosa admitió que siempre que podía nos miraba a nosotros cuando follábamos o nos estábamos dando el lote y, desde que estaba sin pareja, se masturbaba recordando mi gusto por penetrar el culo de Luisa; yo acepté tras la insistencia de mi novia que los pezones de Rosa me la ponían muy dura y que me gustaría saber cómo tenía el vello púbico, que imaginaba como un bosque oscuro.

Se fue calentando el ambiente, en especial porque Luisa decidió que tenía calor, se quitó el pantaloncito y de vez en cuando me tocaba suave y lentamente la polla por encima del bañador (sin dejar de hacer comentarios del tipo "mira Rosa, mira que pollón se le ha puesto a mi niño con tus pezones, vas a tener que dárselos para que se calme") mientras seguíamos hablando. Rosa siguió el juego durante un rato e incluso se quitó la braga del biquini para, cuidando que yo no le viera nada, taparse con el abierto saco de dormir. Cuando Luisa le pidió que me enseñara su oscuro peludo ("no seas mala, enséñale el chichi a mi niño que se muere de ganas por conocer esa mata de pelo") se quedó cortada aunque le debió dar reparo tapar sus desnudas tetas y se quedó callada escuchando la incontinencia verbal de Luisa ("Rosita, te está haciendo falta un rabo grandón como el de mi Fernando") y su actitud cada vez más agresiva ("anda cariño, métele mano a Rosa que ahora está sin novio; te la tendrás que follar, ¿vale?") y sexualmente explícita ("a ti te pone mi Nandito, eh; tíratelo ahora, mira qué pollón tiene").

Yo estaba sin bañador y con la polla tiesa, dura y caliente a más no poder, necesitado de follar ya mismo, con la sensación de tener los testículos llenos y pesados y con el rabo palpitante. Llevaba un rato junto a Luisa besándola, chupando sus pezones y acariciando su mojado sexo dispuesto ya a metérsela cuando mi novia se incorpora a medias y mirando fijamente a los ojos a Rosa le dice: "vamos, no seas tonta; estás muy salida y la polla de Fernando es cojonuda; quiero veros follar, él se muere de ganas, a ti también te gusta y a mí me da un morbazo total".

Rosa pone cara de sorpresa e intenta ir hacia la puerta de la tienda de campaña pero Luisa se interpone rápidamente y con una mano le engancha de una pierna y con la otra la empuja hasta lograr que caiga sobre los extendidos sacos de dormir, sujeta los brazos de Rosa con los suyos e interpone las piernas entre las de su amiga para que las mantenga abiertas mientras me dice: "ven, tíratela; fóllate a esta zorra salida; vamos". Dudo durante unos momentos, miro a Rosa mover la cabeza a derecha e izquierda, con los ojos cerrados pero sin decir nada de nada y Luisa me urge de nuevo: "tócale el coño, está muy mojada la muy puta; se muere de ganas". No lo pienso ni un momento más, llevo mi mano al sexo de Rosa y me percato que tiene su tremenda mata de vello oscuro rizado empapada como una fuente; la toco con toda la mano acariciando el coño por fuera y la mujer gime en un par de ocasiones al rozar su clítoris; ¡joder qué ganas tengo de follármela!.

Mi novia se ha arrodillado a la cabeza de su amiga y sujeta sus manos para que no oponga ninguna resistencia; no deja de hablarnos a los dos ("métesela, ya no aguanta más esta perra; escucha como gime") y de calentarse cada vez más ("me estoy poniendo a mil por hora, cabrones") mientras yo ya no aguanto más, avanzo arrodillado hasta situar la polla rozando el coño de Rosa y se la restriego media docena de veces en un movimiento de arriba-abajo, lo que provoca varios grititos y gemidos tenues pero sin hablar nada (ya lo hace Luisa por nosotros dos: "zorra, ya no puedes más; te mueres de ganas"; "maricón, qué quiqui te vas a pegar en ese chochazo") y con los ojos cerrados muy apretados. Mi capullo está mojado por la gran cantidad de líquido vaginal que emana de la mujer, me guío con la mano y empujo suavemente metiendo la polla cada vez un poco más hasta que me agarro con las dos manos a las caderas y doy un fuerte empujón para metérsela hasta el fondo. ¡Qué gusto entrar y salir de un coño suave, caliente, muy mojado y que se agarra a mi rabo como si fuera una ventosa cada vez que estoy dentro!; es un polvazo excelente, placentero, tranquilo y muy excitante. Rosa apenas se mueve pero a cada uno de los empujones va acompasándose a mi ritmo cada vez más rápido; llega un momento en el que mueve el culo igual que yo, respira con fuerza y gime y da grititos cortos incontrolados. Cuando la mujer se corre abre los ojos y grita algo ininteligible parecido a "¡sííííí, aaah; uuummmm!" mientras se queda tiesa como una tabla. Yo noto fuertes contracciones de su vagina durante muchos segundos hasta que parece relajarse y en voz baja dice: "hijos de puta". En ese momento cierro los ojos y oigo a lo lejos a mi novia gritarme: "cabrón, no te corras dentro de ella; sácala ya, ten cuidado". Me sube por la polla una ola incontenible de calor y logro dar un golpe de caderas para sacársela antes de soltar media docena de lechazos tremendos que caen sobre el pubis, el estómago y las tetas de la mujer. Me encanta ver mi semen sobre ella, hay un contraste impresionante entre su oscura piel y mi blanca leche. ¡Qué corrida más buena!.

Me dejo caer al lado de Rosa mientras veo que Luisa se está haciendo un pajote tremendo moviendo sus dedos a toda velocidad sobre el clítoris. No deja de hablar según su costumbre: "qué puta me habéis puesto, cerdos; estaréis contentos, cabrones" y cuando se corre, primero gime durante varios segundos y después dice la frase que siempre que tiene un orgasmo repite en voz muy baja: "ay, mamá; ay, mamá". Se tumba a mi lado y quedamos los tres adormilados.

Bastante rato después tengo que salir a orinar y aunque procuro no hacer ruido ni molestar a las dos mujeres, veo que ambas están despiertas. Luisa dice en voz muy baja: "espera, que tengo que hacer un pis" y sale conmigo; nos alejamos hacia el lugar que usamos como letrina (no hay luna y apenas se ve) y mientras meo oigo a mi novia decirme: "joder, tío, te podrás quejar; qué polvazo; ¿qué te ha parecido?". No se muy bien qué contestar, pero me sale del alma la frase: "cojonudo, un polvo cojonudo" y a ella también la respuesta: " te pone Rosa; eh, maricón; seguro que quieres repetir".

Nos vamos andando cogidos de la mano hacia las rocas del extremo de la pequeña cala y en el corto paseo nos besamos varias veces, primero suavemente en los labios y enseguida lascivamente utilizando la lengua; nos abrazamos y mientras hablamos, de manera casi inconsciente, acaricio sus tetas y amaso su glorioso culo.

"Gracias, cariño, por permitirme follar a Rosa; me ha puesto muy burro la situación y la verdad es que tiene un polvo fabuloso y un coño que parece un guante". "Ella también está loca por meter, siempre ha sido muy calentorra y desde que rompió con su novio se mata a pajas y me ha confesado varias veces que lo hace pensando en ti".

Me gusta lo que oigo y como Luisa no se está quieta y acaricia mi rabo suave pero constantemente, poco a poco empiezo a notar señales de vida en la polla y tomo aún más interés en el cuerpo de mi novia. "Ya era hora, Nandito, la paja que me he hecho no me ha calmado y necesito que me folles"; dicho y hecho, tras un pequeño rato de acariciarnos y meternos mano ya estamos listos, Luisa se tumba boca arriba sobre una gran roca casi plana que aún guarda el calor del sol y rápidamente me pongo sobre ella para meterle el rabo.

Lo bueno de meterla en un coño conocido es que uno se encuentra como en casa: Luisa tiene un chochito mojado y caliente que se ajusta perfectamente al tamaño de mi polla y que siempre que follamos (no para de hablar durante todo el coito diciendo frases parecidas a "como le gustas a mi chichi; no pares, cabronazo") tengo que darle un metisaca lento y constante durante un largo rato hasta que me pide ("al clicli, ves al clicli") que empiece a acariciar su clítoris (con dos o tres dedos apoyados sobre toda la zona clitoridiana que voy moviendo muy rápidamente a derecha e izquierda y en pequeñísimos círculos hasta que se corre al menos tres o cuatro veces). Tiene una gran facilidad para correrse (años después supe entender que era multiorgásmica, es decir, que mientras se mantenía la estimulación seguía teniendo orgasmos) y normalmente son seis o siete corridas, pero en ocasiones jugamos hasta llegar a más de veinte y se que su hermana y ella se han masturbado mutuamente hasta pasar de cincuenta orgasmos en una tarde.

Cuando se ha tranquilizado empieza a ocuparse de mí, por supuesto, sin dejar de hablar ("ahora se va a correr mi niño, que es un maricón y me va a dar por el culo"); se arrodilla y lame mi polla durante apenas un minuto (nunca le ha gustado hacerme mamadas), coge mi culo con ambas manos y lo aprieta con fuerza hasta hacerme daño ("qué bueno estás, cabronazo, te voy a dar lo que te gusta hasta que no puedas más"); se pone a cuatro patas sobre la roca, junta sus rodillas y agacha la cabeza hasta tocar el suelo para ofrecerme su maravilloso culo moviéndolo lascivamente, de manera casi imperceptible.

Entro en ese templo único sin ningún problema (su culo se lubrica de forma natural) empujando de manera constante y siento que estoy dentro de un conocido lugar muy apretado, lo que apenas me permite un movimiento tímido de metisaca que me lleva a eyacular en pocos minutos; ¡qué estupendo es correrse en el culo de esta diosa rubia!. Todavía con mi rabo dentro, Luisa vuelve a masturbarse moviendo sus dedos a toda velocidad hasta correrse gimiendo suavemente y repitiendo un par de veces en voz muy baja: "ay, mamá; ay, mamá".

Saco la polla y ambos nos tumbamos sobre la roca caliente, lo que de nuevo me permite admirar a mi novia: es una diosa rubia, excitante en su belleza y deseable como pocas mujeres, con media melena de un rubio amarillento brillante; grandes ojos azules y labios anchos muy rojos; pechos grandes, redondos, duros, con muy poco volumen y unos bonitos pequeños pezones rosados justo en el centro de cada teta; tripa redondeada con un ombligo que parece un pequeño círculo perfecto; vello púbico amarillo poco denso y muy rizado, formando un triángulo perfecto por encima del coño; muslos fuertes, largos, redondeados y piernas largas torneadas; una espalda preciosa levemente hundida al llegar a unas caderas anchas que se continúan en un culo prodigioso, quizás un poco grande, perfecta y maravillosamente grande. Es impresionante y siempre que la admiro me felicito de tirármela siempre que quiero.

Sin que nos diéramos cuenta Rosa nos ha estado mirando mientras follábamos y ahora se acerca a nosotros. Trae una manta, se tumba entre Luisa y yo, nos tapamos los tres y se pone a hablar con voz grave: "sois dos hijos de puta, me habéis violado; no esperaba algo así de vosotros, es algo que me duele, aunque me he corrido con muchas ganas".

Mi novia y yo estamos callados mientras Rosa sigue con su monólogo: "con Toño teníamos sexo casi a diario, follábamos cuando teníamos un sitio más o menos discreto y si no, lo que de verdad le gustaba era que le hiciera mamadas en cualquier sitio y a todas horas. Vosotros sabéis que le he comido la polla en los sitios más inverosímiles: en clases vacías en la facultad, en el cine, en los servicios de bares y discotecas, en el portal de casa de mis padres, en el parque del barrio, en autobuses, en los probadores de las tiendas, … y la verdad es que siempre me ha gustado y me he excitado como una perra en celo".

"Cuando corté con él se lo tomó muy mal, se enfadó mucho y amenazó con hacerme daño. En las vacaciones del verano pasado pasé sola dos semanas en la casa que tienen mis padres en El Escorial; una noche, cuando volvía de comprar tabaco, un par de hombres se acercan, me golpean en el estómago y la cara y me introducen en mi propia casa en donde con los ojos vendados, amordazada, desnuda y atada colgando de las manos del enganche de la lámpara del salón se dedican durante muchos minutos a tocarme, pellizcarme, acariciarme, meterme mano, chuparme las tetas, el sexo, el culo, todo en silencio, sin decir nada de nada y, la verdad sea dicha, excitándome como nunca lo había estado hasta entonces. Es cierto, estaba total y absolutamente cachonda por la situación (aunque tenía mucho miedo por lo que pudiera pasarme), por los toqueteos de los dos hombres y por mi urgente necesidad de sexo (desde que dejé a Toño no había chingado con nadie, sólo las pajas que casi siempre me hago antes de dormir)".

"Una voz para mí desconocida empezó a insultarme (zorra, golfa, comepollas, lamecoños, puta, pajera, guarra, ...) mientras me golpeaba en la espalda, muslos y culo con lo que me pareció la correa de un cinturón. Una segunda voz se unió a la primera (esta puta está muy cachonda, me parece bien que le demos un escarmiento, pero también me la voy a tirar porque está muy buena) y minutos después, cuando uno de mis raptores había metido dos o tres dedos en el coño y los retorcía al mismo tiempo que pellizcaba con saña mi culo, una tercera voz claramente disimulada se dirigió a los otros dos: descolgad a la puta, quitadle la mordaza y vamos a atarle a cuatro patas a esa mesa baja".

"Dicho y hecho. Atada y totalmente expuestos coño, boca y culo, empezó una loca orgía de sexo en la que dos pollas se turnaban en penetrarme y follarme por todos mis agujeros (hasta entonces nunca me habían dado por el culo y me hicieron bastante daño al desvirgármelo) mientras el tercero no dejaba de insultarme, pellizcarme, golpearme y arañarme. A pesar de todo no pude evitar excitarme como una loca aunque no conseguía correrme y al cabo de lo que me parecieron como dos horas mis dos folladores debieron quedarse secos de semen y con las ganas acabadas".

"El tercer tipo, tras desatarme y colocarme boca arriba en la mesa, se pone a follarme profundamente, con un ritmo rápido, sostenido y constante más propio de una máquina, logrando llevarme a mi máxima excitación, tanto, que al sentir que el hombre se corre echando su leche sobre mi cuerpo, empiezo a tener un orgasmo estupendo que ni siquiera se me cortó cuando bruscamente me arrancan la venda de los ojos y veo que es Toño quien me acaba de dar esa frenética follada (mucho mejor que cualquiera de las de los dos años que estuvimos juntos). No me dieron tiempo a recuperarme de la impresión, entre insultos los tres tíos me empezaron a golpear con sus cinturones, cada vez con más fuerza y saña, hasta que perdí el conocimiento en el momento en que tras la paliza estaban orinando sobre mí. Nunca se lo he contado a nadie y llegué a la conclusión de que sería una tontería presentar una denuncia o algo así; nada podría probar".

"Por lo que os acabo de contar, el que me hayáis forzado me ha supuesto recordar la venganza de Toño y he pasado un mal rato, aunque reconozco que me he corrido y que estoy muy necesitada de sexo". Mi novia y yo seguimos callados sin saber qué decir hasta que Rosa se levanta y se dirige a la tienda de campaña. Luisa me dice al oído: "ve tras ella y dále gusto; es lo que está esperando, házme caso y fóllatela como si el mundo se fuera a acabar".

Entro en la tienda y Rosa está tumbada sobre los sacos de dormir, desnuda y con los oscuros ojos abiertos dando expresión expectante a su rostro. Sin abrir la boca me tumbo sobre ella y directamente me lanzo a por esos viciosos pezonazos que me tienen a mal traer desde hace años. Chupando, lamiendo y mordiendo esas excitantes rugosas montañitas consigo que se estremezca, la oigo gemir y deja de abrazarme para dirigir una de sus manos a mi polla tiesa y dura y la otra la utiliza amasando y apretando mi culo. Me separo lo suficiente para poder bajarme a su sexo sin que ella suelte mi rabo; separo sus piernas y bebo de ella porque está literalmente encharcada; ¡qué maravilloso aroma desprende el coño de Rosa!, qué sensación más excitante embadurnarme la cara de sus perfumados líquidos mientras busco entre la densa mata de vello un clítoris que aparece grueso y palpitante como si saliera a recibirme. Cuando lamo, chupo y mordisqueo con labios y dientes el clítoris, ella empieza a gemir y hablar en voz alta: "qué ganas tengo; sigue, no pares de comerme, quiero correrme ya". Yo tengo otra idea acerca de lo que debo hacer: me incorporo lo suficiente como para agarrarle de los hombros, darle la vuelta un poco bruscamente y según se está poniendo a cuatro patas, penetro su coño de un solo empujón, lo que arranca de Rosa un fuerte grito que me encanta y excita a partes iguales; empujo con fuerza y rapidez desde el primer pollazo agarrándome de las caderas para poder taladrar ese empapado coño con mayor efectividad, lo que hago durante muchos minutos hasta que las contracciones vaginales y, sobre todo, un grito parecido a "¡sííííí, aaah; uuummmm!" me da idea de su largo orgasmo.

Pocos segundos más tarde oigo el conocido "ay, mamá; ay, mamá", pues Luisa ha entrado en la tienda de campaña y se ha estado cascando uno de sus tremendos pajotes mientras me tiraba a su amiga Rosa que, tras descansar sólo unos momentos, me empuja del culo para que acerque la polla a su boca y durante un buen rato me hace la mejor mamada que hasta hoy he conocido; me corro en su boca y traga golosa mi semen haciendo un ruido que me resulta muy agradable.

Durante el resto de la semana la relación entre los tres fue aparentemente normal, como casi siempre y cuando mi novia y yo follábamos en la tienda de campaña, Rosa nos miraba mientras se masturbaba. Nunca volví a tener sexo con ella y cuando unos meses más tarde rompimos Luisa y yo, perdimos por completo el trato de amistad que habíamos tenido. Más de una vez pensé en intentar quedar con ella, pero nunca me atreví.

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