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Cambio de vida

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Cambio de vida

Con cuarenta y siete años tuve algunos problemas cardiovasculares y los médicos me aconsejaron que cambiara de vida si tenía oportunidad. Sólo y sin relaciones estables, rescindí mi contrato en la constructora en la que trabajaba recibiendo una cantidad de dinero con la que he comprado una coqueta cafetería en un tranquilo barrio residencial de Ponferrada, la capital de El Bierzo. Después de toda una vida viviendo en el centro de Madrid ahora noto una calma y un sosiego que me gustan y en los momentos en los que me ataca el aburrimiento cojo el coche y me doy un atracón de naturaleza. La cafetería se la tengo subarrendada a una pareja de jóvenes homosexuales; yo sólo la piso para tomarme alguna copa de las que tengo prohibidas (hay por aquí un orujo sublime), comerme el estupendo botillo que cocinan y para cobrar el día primero de cada mes.

Vivo en el ático de una casa de tres pisos en la que sólo somos dos vecinos. En el primero y el segundo, unidos, viven Marimar y su madre Agustina, dos simpáticas y amables mujeres que tienen fama de ser de las más ricas de la zona. Me invitan a comer constantemente y me han ayudado presentándome a todo el mundo en la ciudad. Marimar tiene treinta y pocos años, es una mujer bajita de larga melena muy negra, guapa con unos ojazos oscuros tremendos, unas grandes tetas muy llamativas y, de cintura para abajo, un evidente exceso de quilos y de volumen: tiene un culo muy grande y duro que se sujeta en dos muslazos prietos que parecen columnas de mármol. Está buena y me ha descubierto varias veces intentando mirar dentro de su escote y valorando ese culazo que tiene. No creo que se haya molestado. El exceso de quilos no le impide vestir con pantalones ajustados, escotes (se nota que está muy contenta de sus tetas), minifaldas y ropa que hace muy evidente sus curvas.

Le he pedido a Marimar que me acompañe a León para un día turístico, acepta y al día siguiente salimos camino de la capital. Al sentarse en el coche se quita la parka de piel que lleva y me parece evidente que algo puede pasar: lleva una camisa blanca sin cuello con un largo escote en uve que muestra casi entero su profundo y apretado canal entre las tetas, realzadas por un bonito sujetador de encajes transparentes y una minifalda de cuero negro que deja al descubierto la totalidad de sus muslos embutidos en unas medias negras. Me quedo mirándola embobado y ella también lo hace con descaro y un cierto cachondeo. No pasamos de Astorga y cogemos una habitación en un hotel pegado a la autovía.

Marimar está adormilada tras una estupenda sesión de sexo. ¡Guau, qué fiera!. Nada más entrar en la habitación (ella la ha pedido con cama de matrimonio) se quita la camisa y la falda y de un tirón se arranca el sujetador para desnudar unas fabulosas tetas redondas, altas, llenas, duras, con pezones muy oscuros anchos y largos. Se quita la calada braguita blanca y veo una mata morena de vello que parece la selva del Amazonas ("me puedo afeitar si a ti te gusta"), su excitante culazo redondo y unos duros muslacos gruesos. Durante todo el tiempo hemos follado sin que se quite las medias negras que le llegan muy muy arriba en los muslos. Es un puntito de coquetería que me encanta; todo un detallazo por su parte.

El primer polvo ha sido rápido; la he tumbado en la cama y sin más preámbulo que comerle las tetas durante unos segundos le meto en el encharcado coño la polla, que ya está como un hierro al rojo y necesitada de urgente solución. Es un coño suave, caliente, muy mojado y ajustado; me gusta mucho. Se mueve de manera acompasada con mi metisaca y me resultan muy excitantes sus gemidos, que poco a poco van subiendo el tono. Eyaculo como si fuera la central lechera asturiana y oigo a Marimar decirme: "cabrón, no la saques; sigue, ya llego; sigue más, más, aaahhhhhhh …". Durante bastantes segundos sigo sintiendo sus contracciones vaginales y leves golpecitos contra mi pelvis.

Ni siquiera hablamos; apenas pasan unos minutos y se gira en la cama hacia mi rabo morcillón, lo lame suavemente y después lo mete entero en su boca. La excitación bucal da sus frutos y de nuevo la tengo tiesa y dura, se sube sobre mi polla, se la introduce poquito a poco (ayudándose con la mano, con los ojos cerrados mientras respira con fuerza y da cortos grititos) y cuando la tiene metida entera me folla subiendo y bajando y moviéndose a derecha e izquierda como si de una coctelera se tratara; a gran velocidad, con un fuerte chapoteo provocado por la gran cantidad de líquido vaginal que genera y subiendo el tono de sus grititos y exclamaciones. Es una gozada ver cómo se mueven esas bonitas tetazas arriba y abajo hasta que se las sujeto (tengo manos grandes pero no logro coger la teta entera con una mano) y oigo que dice: "sí, los pezones; cógelos, apriétalos un poquito", lo que hago con bastante fuerza hasta que se corre dando un grito largo y prolongado. Me descabalga, se tumba a mi lado, acaricia la polla suavemente mientras va recuperando el resuello y después se arrodilla en la cama para darme una estupenda mamada. En un par de minutos me corro en su boca y al momento de terminar me besa introduciendo parte de mi leche en mi boca, dándome un beso largo, baboso y guarro. Me ha gustado mucho.

"Pensarás que soy una puta, pero me tienes cachonda desde el primer momento que te vi y como yo soy muycaliente me parece que podemos llegar a un acuerdo ventajoso para los dos que nos de gusto a menudo. ¿Qué te parece?". ¿Qué se le puede contestar a una mujer que me acaba de dar las dos mejores corridas de los últimos tiempos y que se ofrece a seguir dándome placer?. Hago lo que me parece más indicado: empiezo a mamar y comer sus tetas gloriosas durante un buen rato, me entretengo en los largos y gruesos pezones mordisqueándolos con un poquito de saña ("me gusta mucho, sigue; dame mordisquitos"), luego bajo lamiendo por su tripa redondeada coronada por un achinado ombligo y llego a ese bosque oscuro de negros rizos en donde localizo un clítoris que está deseando ser chupado ("sí, sí, suavecito; por favor, házlo suave"). Se corre dando un largo y fuerte resoplido y durante todo el rato sigo chupando hasta que me separa la cabeza ("para ya, para; ya vale"). Se moja como una fuente, estoy empapado.

Ha sido un día tremendo, ni siquiera hemos parado para comer (apenas unas copas del mueble bar de la habitación y una bolsita de aperitivos) y me he corrido cinco o seis veces. Todo un éxito.

Marimar parece insaciable, apenas descansa unos minutos tras un orgasmo e inmediatamente está dispuesta de nuevo; he tenido que utilizar la lengua y los dedos en tantas ocasiones como la polla. Es una mujer muy excitante, le encantan las posturitas y no se corta por nada (me ha excitado como un verraco lamiéndome el culo y metiendo y sacando la lengua bien dentro del ano) y pone todo el interés del mundo en darme gusto (como no podía metérsela en el culo ha mandado al botones del servicio de habitaciones a comprar un lubricante anal a la farmacia y no ha parado hasta que lo he conseguido; ha sido un polvazo estupendo).

Al volver a Ponferrada nos topamos en el descansillo de la escalera con Agustina (unos segundos antes nos estábamos comiendo la boca en el ascensor como dos adolescentes despidiéndose hasta el día siguiente) que nos saluda muy cariñosa y zumbona. Supongo que nos ha visto.

Llevo ya varios días seguidos de sexo salvaje con Marimar: en cuanto su madre sale un rato por ahí ella sube a mi piso a follar como una loca. Yo encantado, claro está. Me llevo una sorpresa (menos mal que al menos estoy vestido) cuando en una de esas ocasiones abro la puerta y quien entra es Agustina y no su hija.

"¿Extrañado?, me gustaría hablar un rato contigo a propósito de tu relación con Marimar". Estoy esperando algún tipo de reproche por su parte por lo que no deja de confundirme la historia que me cuenta durante toda esa tarde.

"Yo he nacido en un pequeño pueblo minero cercano a Villablino. Siempre he sido muy caliente y con catorce años me dejó preñada mi novio quien poco antes de la boda murió en un accidente en la mina, del disgusto aborté y mi padre aprovechó para echarme de casa. En Ponferrada entré a servir en casa de Don Tomás, un estraperlista de la posguerra que se convirtió en un rico prestamista, que se encandiló enseguida con mis tetas y a los dieciocho años me puso una mercería en la zona más céntrica de la ciudad. Durante casi treinta y un años, todos los días sin faltar uno solo, Don Tomás (jamás me permitió llamarle de otra manera) llegaba a la mercería a las siete en punto de la tarde, subíamos al dormitorio del primer piso y hasta las nueve yo tenía que darle gusto. Durante esas dos horas me follaba sin parar y su corta y gruesa polla jamás se cansaba de eyacular. Le gustaba decirme que yo era su puta para todo (me lo gritaba siempre que me la metía en la boca) y cuando no hacía las cosas como él quería o algo no le gustaba se volvía brutal y me azotaba con la correa de su cinturón, lo que le excitaba aún más. Estando embarazada de mi hija y a una semana del parto no quise hacerle una mamada y me zurró durante más de una hora hasta que se corrió tres veces en mi boca y después orinó sobre todo mi cuerpo. La tarde anterior a su muerte me obligó a mamársela durante todo el tiempo mientras me azotaba en el culo. Me dejó varias pequeñas cicatrices que aún tengo.

Era un cerdo lascivo y bestial, pero mantuvo su palabra y en el testamento estaba todo arreglado para que yo me quedara con una docena de los mejores locales comerciales de la ciudad; vendí la mercería, compré y revendí varios pisos y locales y en muy poco tiempo conseguí una bonita fortuna, un nombre respetable para mi hija y, lo que más me satisfizo, eché de la ciudad a los dos hijos de Don Tomás que acuciados por las deudas me vendieron a bajo precio el patrimonio que fue de su padre".

"Tengo cincuenta y siete años, me dedico a incrementar mi dinero, mi influencia en la ciudad y a intentar pasarlo bien, en especial cuando Marimar y yo salimos de viaje por toda Europa, nos alquilamos unos boys musculosos, de culito prieto y polla larga y follamos hasta que no podemos más.

Todo esto te lo cuento para que sepas que he tenido una vida difícil, que mi moral es tan amplia como me apetece y que el bienestar mío y de mi hija está por encima de todo.

No creo que tu intención con Marimar (y la suya contigo, por supuesto) vaya más allá de una buena amistad, de follar lo más a gusto posible, de pasarlo bien, … . Le llevas veinte años y ahora ella está muy contenta metiendo a todas horas, pero no le gusta comprometerse y es bastante zorra, así que no va a renunciar a los tíos musculitos que por ahí se tira".

Era ya de noche cuando Agustina soltó lo que de verdad quería: "Marimar y yo no tenemos secretos; me ha dicho mi hija que eres un buen follador, que la tienes larga y gruesa y que me vas a gustar, así que espero que quieras follar conmigo igual que lo has hecho con ella; no te vas a arrepentir". Dicho lo anterior y cuando aún no he podido reaccionar, se desnuda rápidamente quedando ante mí una mujer bajita que está un poco pasada de peso pero está aún buena: media melena suelta teñida de color castaño oscuro, labios gruesos, tetas muy grandes, ya caídas pero llenas y duras, caderas anchas con un trasero grande, piernas con muslos gruesos redondeados y el sexo depilado excepto un pequeño triangulito castaño en lo más alto del monte de Venus; en conjunto una mujer deseable que, desde luego, representa varios años menos de los que dice tener.

"¿Te gusto o te parezco muy mayor?". Mi polla es quien contesta y da muestras de estar ante una mujer dispuesta para el sexo porque ha crecido lo suficiente como para que se note en mi pantalón; Agustina se acerca, me desnuda ("voy a darte gusto con la boca como le hacía al cerdo de Don Tomás, aunque ya hubiera querido él un pollón como el tuyo") me acaricia con pericia la polla hasta ponerla tiesa y dura, se arrodilla y mirándome a los ojos comienza a chuparla lentamente. Sujeto la cabeza de sus cabellos, meto y saco el rabo de esa fabulosa boca viciosa de manera que no deje de mamar ni un momento (¡joder cómo me ha puesto!). No quiero correrme todavía, le obligo a levantarse y darse la vuelta apoyada en el respaldo del sofá y se la meto ("qué bien, qué dura está; sigue, sigue") en su agradecido y mojadísimo sexo para darle unos buenos pollazos ("así, qué bien; sigue, más fuerte; más, más rápido") buscando mi orgasmo que no llega a pesar de las fuertes contracciones vaginales y del grito largo y poderoso que da Agustina al tener su primera corrida.

Tengo que detenerme para recobrar el aliento a pesar de que el rabo exige seguir y la mujer se sienta a mi lado para descansar; el golpeteo de la sangre acelerada en mis oídos me despista hasta que de nuevo soy consciente de Agustina arrodillada, mirándome en actitud de adoración a mi polla oscura, larga y gruesa. Me encanta una lengua de mujer que sepa excitarme, para mí es un placer añadido que engrandece mis corridas y esta madura es la mejor comepollas que he conocido hasta la fecha, se nota su práctica de años. Su lengua se ensancha y engorda o se hace fina y larga según dónde esté lamiendo de manera tal que en todo momento consigue que no sólo la polla sino el cuerpo entero esté pendiente de lo que hace. Me ha puesto en un estado tal que le da alegría ("cómo me gusta tu polla gordita y grande; me excita mucho, mucho"), se sube encima y tras meterse la polla se mueve arriba-abajo, en círculos, a derecha e izquierda, con mucha rapidez y provocándome rápidamente una corrida cojonuda.

Sigue moviéndose durante un par de minutos y su casi callado orgasmo transforma los rasgos tensos de su cara en la representación del relajo y la tranquilidad, me moja aún más (es un rasgo que comparten madre e hija: producen una gran cantidad de líquidos vaginales) mientras sigue teniendo contracciones y poco después descabalga para darme un beso y quedarnos ambos tranquilos.

Al día siguiente la hija apareció por casa a primera hora de la mañana con cara de guasa y pitorreo: "¿te gustó Agustina, su boca te dejó seco o aún te quedan ganas de estar con alguna otra mujer?".

Milagros de la naturaleza, mi rabo parece que está tontito y tengo una erección escandalosamente visible ("vaya, vaya, cabronazo, ¿eso no será por mí?"). Me apetece jugar: llevo de la mano a Marimar hasta el cuarto de baño, entro en la ducha, abro el grifo para que salga agua tibia con fuerza y mientras beso la boca ansiosa de la mujer la empujo hacia dentro de la baja y amplísima bañera. Ya estamos los dos empapados y parezco un pulpo: no paro de tocar, acariciar, apretar y besar a Marimar, que no deja de acariciar mi rabo y apretar mi culo con fuerza ("no tienes casi culo, mariquilla, pero me gusta mucho") mientras gime y habla en voz muy baja y sensual ("me excitas mucho, cabrón, cómo me pones; penétrame, rápido").

Se da la vuelta y apoya las manos en la pared, penetro de un golpe seco y fuerte su sexo ("aaaah; sí, sí; métela con fuerza") y empujo con ganas en un rápido metisaca mientras siento que me pone a mil el ruido provocado al golpear su grandísimo culazo con mis muslos. Es fabuloso sentir la cabellera negra, larga y mojada, el perfume a sexo que genera su coño, la tremenda suave mata de pelo que envuelve su sexo y sus gemidos y grititos ("aaayy, aaayy; sí, sí; más, más") que van subiendo en intensidad. Tengo un orgasmo corto pero intenso, sigo con la polla dentro, más morcillona que otra cosa, ("no la saques, maricón; sigue dentro") y en poco tiempo ella grita alto y fuerte ("síííííí, cómo me gusta, síííííí") mientras sus movimientos incontrolados hacen que mi polla, ya triste y blanda, se salga.

Seguimos un buen rato abrazados bajo la lluvia de la ducha, me suelto, cojo un frasco de gel y empiezo a lavar su cuerpo al mismo tiempo que ella lo hace conmigo, Qué estupendo masajear esas curvas rotundas y sentir sus manos recorrer todo mi cuerpo. Qué sensación de suavidad y relajo.

Ya han pasado seis años desde que llegué a Ponferrada y sigue mi vida bastante plácida y tranquila, aderezada por una estupenda amistad con mis vecinas. Sigo teniendo sexo a menudo con Marimar y, de vez en cuando, con Agustina; sinceramente, creo que es la madre quien más gusto me da. Hasta ahora no he conseguido una sesión con las dos a la vez aunque me consta que es lo que hacen cuando salen por ahí de viaje. Ya veremos si lo intento.

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