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Tres días en Rabat

en No Consentido

Tres días en Rabat

 Una pareja es retenida unas horas en un hotel de lujo de Rabat por unos ladrones que necesitan esconderse

 Chusa y yo —Román— nos conocemos hace algo más de veinte años. Cuando entré a trabajar en la tienda ella llevaba ya cerca de un año y fue la encargada de irme enseñando la manera de trabajar y las normas de obligado cumplimiento en una tienda de artículos de lujo dirigidos a un público de alto nivel económico y en ocasiones muy conocido, por lo que exigen confidencialidad, discreción y distanciamiento en el trato. Tardé más de dos años en atender yo solo a un cliente y mientras me iba formando realizaba tareas propias de almacén y de ayuda a los y las dependientes. Cimenté una buena amistad con Chusa, por aquel entonces novia de uno de los encargados. Estuve en su boda, en la celebración del nacimiento de su hija y pocos años después en la separación, momento en el que con la expansión comercial de la marca cada uno fuimos destinados a una nueva tienda y, me da la impresión, eso ayudó a que nos echáramos de menos y nos convirtiéramos en amantes, cuando ambos cumplimos nuestros treinta y dos años.

 No vivimos juntos por la hija de Chusa, y nunca ha querido dar el paso decisivo conmigo a pesar de haberle propuesto en distintas ocasiones la posibilidad de casarnos. Bueno, estamos bien, somos como un matrimonio (de hecho, ante otras personas nos presentamos habitualmente como marido y mujer) con las ventajas de no vivir juntos, nos tenemos cariño y fundamentalmente somos buenos amigos que comparten su vida y se acuestan cuando les apetece, por suerte para mí muy a menudo, dado que soy un tío caliente, nos lo montamos a gusto y, que conste, Chusa está muy buena.

 Nos hemos ayudado todo lo que hemos podido en la vida laboral y en la actualidad cada uno de nosotros es encargado senior de una de las sucursales —hay cuatro en Madrid— de la tienda, lo que nos permite vivir bien, sin problemas económicos.

 Como está de vacaciones de verano, la hija de Chusa va a pasar tres semanas con sus abuelos en el pueblo de las costa asturiana de donde son naturales. Eso nos va a permitir a la madre y a mí estar quince días en Marruecos, país que visitamos a menudo, cuando disponemos de algunos días libres.

 Llegamos al aeropuerto de Rabat al mediodía y como es un día nublado, espeso, de los de mucho calor que no son habituales por aquí, no salimos a comer fuera del gran hotel, sino que aprovechamos el aire acondicionado del restaurante para darnos un buen homenaje con la fabulosa comida marroquí, que tiene su continuación en la gran cama de matrimonio de la habitación.

 Cómo me gusta esta mujer: alta, delgada, de movimientos ágiles y elegantes, rubia con mechas más oscuras, con melena aleonada que llega hasta sus hombros, guapetona de grandes ojos verdes, labios rojos gruesos, un cutis perfecto, siempre morena en su rostro y en todo el cuerpo, sin marcas de bañador, con tetas de buen tamaño, duras, casi como un queso de bola con pezones grandes, suavemente marrones dentro de una pequeña areola un poco más oscura. Espalda sinuosa que llega hasta un culo perfecto, redondo, duro, sostenido por unos muslos musculados y unas piernas fuertes, torneadas. Es un cuerpazo que se adorna con un tatuaje pequeño y discreto (son las iniciales de su nombre y el mío entrelazadas con varios adornos arabescos, yo también llevo el mismo tatuaje en el mismo lugar) en el lado izquierdo de su tripa muy cerca del pubis, surgiendo a la vista los gruesos labios sin apenas vello púbico, que de tan rubio apenas se nota. Me parece perfecta, para mí es una diosa, que a sus cuarenta años hace volverse a más de uno y más de tres por la calle para contemplarla y que me pone a mil por hora en cuanto la veo desnuda.

 A ella le encanta el efecto que me provoca, sonríe, se arrodilla en el suelo ante mí y coge la polla ya crecida y dura, acariciando con manos suaves, expertas, por todo el tronco. Me agarra con todos los dedos de la mano derecha un poco más abajo del capullo y sube y baja la piel del rabo mientras con la otra mano acaricia los testículos, sin dejar de mirarme a los ojos, con expresión de niña traviesa. Poco después saca algo más que la punta de la lengua y pasa y repasa sus sugerentes labios hasta que están brillantes y muy mojados; hace intención de lamer el capullo, pero no, se echa atrás, sonríe como pidiendo perdón por ser mala y vuelve a sacar la lengua, a acercarse al glande, a no chuparlo y así varias veces, dejándome con las ganas, aumentando poco a poco la velocidad y la presión del sube y baja de su mano y las caricias en los huevos. Vuelve a acercar su lengua a mi capullo, y antes de que pueda echarse atrás de nuevo, sujeto su cabeza con las dos manos y la empujo hacia mi rabo, en una especie de lucha ficticia que acaba como los dos queremos: mi polla entra de un solo empujón en su boca y empieza inmediatamente a chuparla entera acompañando con la lengua y los labios el metisaca que le estoy dando. Durante un par de minutos sigo follándome su boca, empujando y sacándola mientras sujeto su cabeza con la mano, hasta que me da un empujón y se levanta del suelo, corre hacia la gran cama y se coloca a cuatro patas, con las piernas juntas, luciendo su precioso culo y siseando, gimiendo de excitación. Ahora soy yo quien restriego la polla por todo su mojado coño, pero no se la meto a pesar de sus grititos; lo repito media docena de veces hasta que Chusa levanta un poco más el culo y entonces, de un solo golpe, penetro esa especie de volcán activo que es su chocho mojado y caliente. Desde el primer momento el sonido de chop-chop que provoca la entrada y salida de la polla me indica que está muy excitada. Ahhh, qué bueno es follar con una mujer que te conoce, que sabe tus gustos, que se adapta a tu ritmo y que está deseando darte placer mientras también busca el suyo propio.

 Los pollazos son ya de categoría, el ruido constante de mis muslos chocando con los suyos anuncia que ya nos queda poco a los dos y es ella quien primero llega al orgasmo, dando un grito fuerte, ronco, mantenido durante muchos segundos, que acaba con otro grito corto mucho más fuerte. Se derrumba sobre la cama mientras yo me meneo la polla a la búsqueda de mi necesaria corrida, que rápidamente llega, cojonuda, larga y sentida. Eyaculo sobre el cuerpo de Chusa, pringándola con muchos chorros de semen, algo que a los dos nos encanta.

 Nos quedamos intentando recuperar la respiración, boqueando con esa maravillosa sensación de relajo que queda tras el orgasmo, sonriéndonos y con ganas de descansar un poco. Un beso en los labios y a dormir una pequeña siesta. Cuando Chusa se corre sólo con mi polla, sin necesidad de tocarse el clítoris o de que lo haga yo, se cansa más y tarda más tiempo en recuperarse.

 Joder, qué pasa, qué ruido es ese, ¡qué ocurre!. Me despierto sobresaltado, ni siquiera se si estoy soñando, hasta que noto unas fuertes manos que me sujetan de los hombros mientras oigo decir en español con acento norteafricano:

 —Eh, españolitos, cerrad la boca y no digáis nada. ¿Hay más gente en la suite?, contestad por señas y ni os mováis

 Tres tíos están en la habitación, llevan la cabeza y la cara tapada con un turbante y una especie de ancho pañuelo oscuro y portan pistolas en las manos que nos enseñan como advertencia

 —Vaya, vaya, si estabais chingando; eh, me gusta la zorra, es una tía buena

 —¿Quienes sois?. ¿Que queréis?. Dejadnos en paz, por favor, llevaos el dinero de las carte...

 No he podido terminar la frase, uno de ellos me ha dado un fuerte golpe en la cara y otro un golpetazo tremendo en los huevos. Caigo al suelo y quedo dolorido y atontado, aunque noto como me levantan y me dejan de pie, con las manos a la espalda atadas a una de las verjas que sirven como puerta de la gran terraza-jardín de la habitación.

 —Si alguno de los dos habla o se queja, dale fuerte a este cabrón en los huevos

 Logro despejarme un poco para ver como Chusa está atada igual que yo a la otra cancela de la verja. Uno de los tres tíos le está tocando las tetas y le dice cosas en voz baja que no puedo oír, mientras ella mueve la cabeza a derecha e izquierda intentando evitar las lamidas que el tipo le quiere dar en la cara.

 —Deja a la puta, tenemos cosas más serias en las que pensar ahora, ya habrá tiempo

 Risas de dos de los hombres, que se juntan sentados en uno de los sofás del salón hablando en un español salpicado de giros propios de argot y palabras árabes y en francés que no entiendo. En una antigua bolsa militar uno de los hombres lleva empaquetados gruesos fajos de dinero, son billetes usados de cien dólares —llevan la cara de Benjamin Franklin— que coloca sobre una mesa baja. Otro de ellos saca de una mochila de cuero que parece pesar bastante como cien o más lingotes de oro, pequeños y no demasiado gruesos, de los que llaman asiáticos; los apila en el suelo debajo de la mesa. El tercero saca una pequeña bolsa de gamuza del bolsillo y enseña a sus socios lo que creo son unas piedras preciosas que no puedo ver bien, pero que excitan las risas de todos ellos.

 —En voz muy baja pregunto a Chusa si está bien, y me hace un gesto con la cabeza arriba y abajo

 —¿Qué te pasa a ti, tarao?, ¿quieres que golpee a tu zorra?

 El más joven de los tres se ha levantado del suelo como con un resorte y me ha vuelto a pegar un golpe en los testículos con el cañón de la pistola. No es un hombre ni un joven, me acabo de dar cuenta que es una mujer, una chica joven, que pega fuerte; oh, mis huevos, qué dolor.

 El que parece llevar la voz cantante se acerca a mí:

 —No seáis gilipollas, comportaos bien y no os pasará nada. Si no hacéis caso, sufriréis. ¿Lo entendéis los dos?

 Asentimos y ellos siguen a lo suyo.

 —Aquí no nos van a buscar, pero tampoco podemos pasar demasiadas horas, tenemos que contactar con Zora para que venga con un coche cuando se calme la situación un poco por ahí fuera y podamos salir de la ciudad. El palo ha sido bueno, muy bueno, mucho mejor de lo que yo esperaba, pero nos van a buscar más y pagarán más a la policía para que nos encuentren. Hay que tener cuidado y pensar bien los pasos que vamos a dar, con calma

 Mientras la joven cuenta los fajos de billetes y uno de los hombres cuenta los lingotes, el tercero llama por un móvil y habla en árabe con alguien durante apenas un minuto.

 —Está todo muy vigilado. Lo último que saben de nosotros es que se nos ha visto huir a pie por el camino de la playa, hacia el barrio de Takadoum. Buscan a dos hombres, según dicen en la radio. Eso nos va bien. Lo están poniendo todo patas arriba

 Terminada la cuenta, lo que les pone muy contentos, eufóricos, vacían dos grandes bolsos de mano de nuestro equipaje y en ellos guardan dinero y lingotes, por separado.

 Se han quitado el turbante y el pañuelo que tapaba sus caras; los dos hombres llevan barba de varios días y el pelo largo mal cortado, uno es más joven que el que entiendo es el jefe, que debe tener mi edad y la chica, muy morena, tendrá veintipocos años. Siguen mirando las maletas para ver qué contienen. A mí me gusta que Chusa se ponga lencería sugerente, erótica, así que cuando ven las bragas, bodys, sujetadores, se empiezan a cachondear y, me temo, a excitarse.

 —Mira la putita, se disfraza para poner cachondo a este cabrón; ponte algo de esto, que te veamos

 —Te vamos a soltar las manos, vas a ir a lavarte la leche de tu hombre y te pones un conjunto que tenga transparencias y te ponga pinta de guarra. No seas imbécil y haz lo que te pidamos o lo vais a pagar de muy mala manera

 Sueltan a Chusa, que se dirige con cara de temor e intentando taparse el sexo con las manos (no tiene mucho sentido dado que desde hace más de una hora la han visto completamente desnuda) hacia la zona en donde están los aseos de la suite. Entra en la bañera (es una piscina de tamaño para cuatro personas, situada a ras de suelo y con posibilidad de hacerla funcionar como jacuzzi) después de sentarse a orinar en uno de los retretes.

 —Tu tía está muy buena. Si la quieres vender, por aquí están muy solicitadas las rubias macizas y aunque ya es madurita sacarías un buen precio en dólares o en hachís. Los moracos con dinero están hartos de follarse morenitas

 —Sal de agua, ponte sexy y ven para acá que te veamos. Amina, ¿a ti no te interesa este pavo?, tiene buena polla

 La tal Amina no contesta, se acerca a mí y cuando creo que me va a dar otro golpe en los huevos, lo que hace es tocarme el paquete con las manos, valorando y apretando un poco.

 —No está mal, quizás un poco viejo, pero con buena polla si dura empalmao; igual nos lo hacemos tu y yo a la vez, ¿vale?

 —¿Qué pasa zorra, es que tenemos que machacar a tu hombre para que hagas lo que te decimos?

 Chusa se ha puesto una especie de camisón corto que apenas le llega a la altura del sexo, completamente transparente, que deja ver debajo un sujetador muy pequeño que levanta las tetas pero no las tapa y un tanga minúsculo, de los de hilo dental, todo ello negro. A pesar de su cara de miedo y la inseguridad con la que camina hacia donde le indican, está muy atractiva y deseable, lo que no pasa desapercibido para los dos hombres que la miran con deseo.

 —¿Dónde está el mueble bar?. Amina, pon unos whiskys, también para esta tía, vamos a animarnos un poco. Seguimos vivos y con mucho dinero, hay que celebrarlo. Siéntate aquí, rubia

 Después de dos copas se han puesto contentos, están tranquilos y mientras charlan magrean a Chusa los dos hombres, con calma, sin prisas pero sin parar, primero los muslos y el culo y un poco después suben hasta las tetas. Mi mujer lo lleva mal.

 —No, por favor, dejadme en paz, no seáis cabrones, así no puedo

 El tío más joven quiere comerle la boca después de chuparle las orejas y mejillas, lamiendo como si fuera un perro. Chusa se aparta una y otra vez, quita la cabeza e incluso le empuja con las manos, lo que provoca las risas de los dos hombres, hasta que el de más edad parece mosquearse.

 —Mira puta, vamos a estar juntos unas horas y tu estás muy buena, nos gustas, así que vas a darnos placer y a entretenernos como te pidamos, porque si no...

 Hace un gesto con la mano hacia la joven, que se acerca a mí con una sonrisa que me parece una mueca macabra, y como si tal cosa me pega dos fuertes bofetadas que me dejan aturdido y, de nuevo, un golpetazo en los testículos. Sabe pegar la muy puta.

 —Ves, Amina es buena pegando, se excita castigando y haciendo daño, así que procura no darle motivos de demostrarlo con vosotros, porque una vez le toma gusto al asunto no hay quien la pare

 De nuevo me golpea en la cara, varias veces, sonriendo mientras me mira a los ojos.

 —Vale, joder, déjale, nuestra putita se va a portar muy bien y nos va a dar gusto, ¿verdad?

 Le han quitado, arrancado más bien, la ropa interior a Chusa y está arrodillada sobre una mesa baja de madera. Se la esta chupando al hombre más joven, que hace comentarios en árabe y se ríe contento por la mamada. El hombre de más edad se acaricia suavemente la polla, grande y gruesa, de tamaño llamativo. Se acerca a la mujer y la empuja para que se ponga a cuatro patas. Le gusta lo que ve.

 —Buen culo y buen coño, estás muy buena, rubia, si no tuviéramos prisa, mañana te vendería a un moraco rico; vamos a ver como follas

 —No, no sigáis, por favor, dejadme, no me folléis

 Como cuatro explosiones resuenan los azotazos que el hombre da en el culo de Chusa, que parece asustarse. El joven se la vuelve a meter en la boca y el otro se sujeta de la cintura de la hembra con las dos manos, con fuerza, al mismo tiempo que con su polla tantea en busca de la entrada del sexo. Al tercer o cuarto intento penetra de un solo y fuerte empellón en el coño, lo que provoca un quejido de la mujer, seguido inmediatamente de suaves sonidos, que me dan idea de que está excitada.

 —¿El maricón de tu hombre no sabe follarte o es que la tiene pequeña para ti?

 El más joven se ha corrido en la boca y la lefa cae junto con saliva, manchando las tetas y la mesa sobre la que Chusa sigue a cuatro patas. El otro hombre empieza a darle una follada tremenda, a mucha velocidad, casi sin sacarla, al estilo conejo, con fuertes golpetazos muslos contra muslos y los huevos chocando contra el coño. La respiración de los dos es agitada, ansiosa, cada vez más sonora, y, es evidente, con la mujer entregada y deseando correrse, lo que sucede varios minutos después, con un fuerte grito, ronco, durante muchos segundos, terminando con otro grito corto algo más fuerte.

 El hombre sigue a lo suyo, a toda velocidad, sudando como una fuente, castigando los glúteos de Chusa agarrándose a ellos como si tuviera garras en vez de manos y sin hacer ningún caso de las quejas de ella, a la que la larga follada ya supone un maltrato evidente.

 —Ay, me duele, déjame, déjame ya

 El grito que pega el hombre al correrse parece como el de la liberación de una fiera, fuerte, largo, sentido. Saca la polla y da un empujón a Chusa para que se levante de la mesa.

 Se sienta el hombre en un sofá, da un trago al vaso de whisky y dice en voz alta, con la respiración aún agitada:

 —No está mal. Ven, límpiame con la lengua, muy suave, vamos

 —Por favor, no, ya te has corrido

 La joven Amina llega sin que me de cuenta, por lo que el golpe que me da en los huevos es doblemente doloroso.

 —No aprendes, rubia. Limpia suavemente

 Llora Chusa, hipando en voz baja mientras lame la polla. Amina me tiene asustado, está a mi lado y me toca los huevos apretando un poco, después coge mis pezones con dos dedos y los pellizca apretando muy fuerte, ríe, vuelve al sofá, toma un trago del vaso y habla con los dos hombres:

 —Ya os habéis divertido con la zorra rubia, ahora hay que pensar lo que vamos a hacer. Aquí sólo podemos pasar la noche. Echarán en falta a dos turistas que acaban de llegar y no salen de la habitación, igual tienen contratadas excursiones

 El hombre de más edad llama por teléfono a la tal Zora, hablan en árabe salpicado de palabras en español y saco la conclusión de que han quedado para mañana por la mañana cerca de la puerta del hotel. Eso es lo que él explica después a los otros dos.

 —Mañana temprano vendrá Zora con un coche. Saldremos por la puerta con estos dos, como si fuéramos clientes que buscan taxi o como si fuéramos a subir a los autocares de las excursiones y ellos llevarán las bolsas con el botín. Nos marchamos de la ciudad en dirección a Fez, sin prisa, parando en distintos sitios, como si fuéramos dos parejas en viaje de placer. Ahora tengo hambre

 —Eh, puta, pide cena para dos personas, pero en cantidad; que traigan dos botellas de champán, que se note que estáis de celebración

 Chusa se acerca al teléfono, pero está llorando y Amina llega rápidamente, abofetea a la mujer y se dirige a mí:

 —Te voy a soltar y vas a hacer lo que hemos pedido a esta inútil. Si no me gusta como lo haces, le rajo las tetas

 Mientras pido la cena, abundante y bien regada, tengo a uno de los hombres junto a mí con una navaja abierta apoyada en mi cuello; lo mismo hace la morita Amina con Chusa.

 —Vamos a la terraza, cuando llegue la cena estaremos ocultos y vosotros dos dentro de la piscina, disfrutando de vuestras vacaciones. No os digo lo que os pasará tanto a vosotros como al camarero si dais algún paso en falso, ¿entendido?

 —Por favor, dejadme pasar al cuarto de baño o me lo hago encima

 Mi petición es atendida. Chusa está metida en el agua en la pequeña piscina que hay en la terraza y yo me pongo un albornoz, de manera que recibo al camarero cuando trae la cena, firmo la factura y no hay ningún problema.

 —Bien, vamos a cenar, vosotros dos sentaos en ese sofá y que no os oiga ni respirar

 Alargan la cena durante mucho tiempo, beben bastante y después toman café compartiendo un par de cargados porros, que marean sólo con el humo. Mientras, sin hablar, Chusa y yo estamos sentados, cogidos de la mano, tapados con un albornoz puesto por encima y con miedo a lo que vaya a pasar porque se están poniendo muy eufóricos.

 —Vaya parejita de enamorados; ven rubia, acércate, ponnos la polla dura

 —No por favor, más no, dejadme ya

 —¿Queréis excitar a Amina?, bueno, también tiene derecho a pasarlo bien

 La joven norteafricana nada dice, se acerca a nosotros y mirándonos fijamente se desnuda lentamente, como si estuviera bailando una canción. Delgada, no muy alta, muy morena de pelo y piel, destacan en su rostro sus bonitos grandes ojos oscuros y en su cuerpo, musculado, fibroso, unas tetas pequeñas, altas y tiesas, como si fueran limones puestos de punta, con pequeños pezones oscuros, una mata de vello negro rizado en el pubis y un culo pequeño, redondo, duro. Tiene unas piernas musculadas, delgadas, muy bonitas, en las que lleva varios tatuajes que es difícil apreciar lo que son. Está buena y si no me diera tanto miedo lo que vaya a hacer seguro que me la hubiese puesto dura ya mismo.

 No deja de mirarnos con una expresión de dureza en el rostro y lo que a mí me parece un punto de locura en sus ojos, brillantes, como brasas encendidas. Sigue moviendo la cabeza y las manos como si bailara una lenta melodía que sólo ella puede escuchar.

 —Zorra europea, que te crees, que porque eres rubia y tienes dinero, puedes seguir haciendo y diciendo lo que quieras; no, puta, no, ahora mando yo. Ven a ponérsela dura a estos hombres, rápido, a cuatro patas, como una perra salida

 Dos fuertes bofetadas rubrican el breve parlamento y Chusa hace lo que le ordena la joven mora, arrastrándose hacia el otro sofá, llorando y con cara de tener miedo. Los dos hombres se ponen en pie, se quitan las sucias sudadas camisas que llevan y uno al lado del otro se ponen muy cerca de la mujer. No se qué hacer, me da miedo la reacción que la mora pueda tener con Chusa.

 —Bájales los pantalones, desnúdales

 Los hombres desabrochan las hebillas de los gruesos cinturones de cuero de sus pantalones vaqueros y ayudan a quedarse completamente desnudos, con las pollas tiesas y con una gran sonrisa de oreja a oreja ante el nuevo festival de sexo que parece se les viene encima en forma de rubia maciza.

 —Deja de llorar y de echar mocos o te voy a enseñar lo que es dolor

 Amina se ha acercado hasta el grupo y coge uno de los cinturones. Suavemente lo pone sobre la espalda de Chusa y también lo mueve por el culo y los muslos:

 —Con las manos y la boca, puta, pónsela ya bien dura a los dos. Tu, españolito, ponte en pie en medio de la habitación

 Eso hago, con las manos en la nuca, tal y como me ordena, esperando el castigo que estoy seguro voy a recibir por cualquier motivo y en cualquier momento, dado que me parece que la mora se está excitando.

 Mientras tanto, Chusa está chupando, mamando y meneando sin pausa las dos pollas de las que tiene que ocuparse, una de ellas grande, larga, gruesa y la otra larga, estrecha, oscura. Sigue lloriqueando, hipando suavemente y comiéndose mocos y saliva, mientras los hombres no hablan nada, sólo dirigen la actividad de la mujer poniéndole las manos en la cabeza y diciéndole de vez en cuando algún insulto, en español y en árabe.

 De repente Amina levanta el cinturón, se dirige hacia mí y recibo dos rápidos fuertes cintarazos en la espalda, que me hacen sentir dolor; joder, cómo quema.

 —Deja ya de llorar y sigue mamando, a los dos

 Chusa pasa de una polla a otra cada pocos segundos, mama adelante y atrás al mismo tiempo que el hombre más joven se mueve como si le estuviera follando la boca, y el hombre de más edad se lo toma con más calma y deja que sea la mujer la que lleve la iniciativa en la mamada, sin prisa, pero sin pausa.

 Amina está cachonda, su respiración agitada, sus movimientos poco controlados lo indican, y se toca las tetas con la mano izquierda. Sigue moviendo el cuerpo como si bailara esa canción que sólo ella conoce. Me mira, vuelve a poner esa expresión que no presagia nada bueno para mí y recibo otros dos fuertes correazos en el pecho. Cómo duele.

 —No pegues en la cara a ese cabrón. Dentro de pocas horas tienen que parecer turistas normales que salen de excursión

 La joven le hace caso al jefe, porque los siguientes azotes los recibo en la espalda. Seis, siete, ocho, espaciados, fuertes, duros, haciendo mucho daño.

 —Nooo, basta ya, basta, no le pegues más

 El grito de Chusa me sobresalta y también sorprende a nuestros captores durante unos segundos, después los tres se echan a reír y el más joven levanta a mi mujer tirando del pelo, la obliga a apoyarse en el respaldo de uno de los sillones doblada por la cintura y el culo en alto, de manera que penetra sin problemas el coño a su alcance. Se sujeta en la cintura y le da una follada rápida, fuerte, dura, con muchas ganas.

 El hombre de más edad se dirige hacia Amina, se besan en la boca durante unos segundos, comiéndosela el uno al otro en plan guarro, goteando saliva, y se sientan en el sofá, con la joven puesta encima penetrada por la gran polla del jefe. La joven se mueve como una coctelera, arriba, abajo, adelante, atrás, derecha, izquierda, en círculos, … deprisa, sin pausa alguna, se está pegando una follada salvaje que dura varios minutos; de repente se para, habla en voz alta en árabe, tres o cuatro frases cortas, y da un grito, fuerte y largo, hasta que se derrumba sobre el sofá. El hombre no se ha corrido, me mira, mira hacia donde están follando Chusa y el otro tipo, se ríe a carcajadas y se dirige, tocándose la polla, hacia la pareja.

 El que está follándose a Chusa eyacula como un surtidor, dentro del coño y también sobre el culo y la espalda de la mujer rubia. Se aparta cuando llega a su lado el otro hombre, que se queda mirando unos momentos y enseguida comienza a tocarle el chocho a la rubia, a sacar la lefa y llevarla hasta el culo, a extenderla por la raja y a meterle los dedos en el ano bien pringados de la leche del otro hombre. Mi mujer se queja y pide que la dejen en paz, solloza, grita, y consigue llevarse varios duros correazos en la espalda, propinados por la mora.

 —Puta rubia, ¿crees que no voy a darte por el culo?. Sujétame a la zorra, que no se mueva

 Intento dar un paso hacia delante para acercarme, pero Amina me enseña la pistola que tiene en la mano, sonríe, me obliga a ponerme de rodillas con las manos en la nuca y me coge del pelo.

 —Tu sólo a mirar, buey, aprende a ser hombre

 Chusa se queja y llora, aunque no intenta resistirse. El hombre más joven la tiene sujeta de los hombros y el otro empuja varias veces intentando penetrar el culo. Por fin, logra meter el capullo, lo que provoca un grito de dolor de la mujer, y empujando de manera constante entra toda la polla, entera, hasta donde llegue ese ariete largo y grueso.

 De vez en cuando mi mujer y yo tenemos sexo anal, pero no se la meto con facilidad, mi polla es grande, pero no es un pollón como el del tipo que se la está follando ahora, así que entiendo las quejas y gimoteos de Chusa y el que el hombre pida a Amina que mire en los aseos a ver si hay lubricante porque se está rozando el rabo con el metisaca lento que le está dando al culo de la hembra.

 La mora me levanta del suelo cogido del pelo, con la pistola apuntando a mi cabeza, y me lleva a tirones y empujones a buscar un aceite lubricante que está sobre la mesilla de noche. Me acerca al sofá en donde está Chusa y me obliga a ponerme de rodillas a la altura de su culo:

 —Dale aceite por toda la polla, vamos, si se queja le corto los pezones a tu rubia

 El hombre sonríe, habla en árabe provocando las risas de sus dos compañeros y se gira hacia mí, que con las dos manos bien pringadas de aceite, las paso arriba y abajo por toda la polla, varias veces, sin prisa.

 —¿Te gustan las pollas, españolito?, igual te arreglamos el culo después. Ahora el culo de tu putita, mete los dedos

 Eso hago, primero un dedo, luego dos juntos, con mucho aceite, que quede muy suave. Chusa no dice nada, sólo mira hacia adelante con cara asustada ante lo que pueda venir y mantiene la postura doblada sobre el sofá. El hombre no ha dejado de menearse suavemente la polla y la tiene tiesa y dura como un pepino de buen tamaño, brillante por el aceite, tensa, con la venas hinchadas como surcos de un terremoto. Me aparta con un pequeño golpe en la cabeza y Amina me obliga a quedarme arrodillado, con las manos a la espalda, con mis ojos a un palmo del ano de Chusa, lugar en donde el pollón del hombre de nuevo intenta entrar dos, tres veces, a la cuarta penetra y empuja lenta pero fuertemente hasta meterla entera.

 —Me duele, sácala, por favor, déjame

 Lentamente comienza la follada del culo. El tío saca el tronco casi entero y luego empuja hasta tocar con los huevos en el chocho de la mujer, que se sigue quejando a cada envite, aunque es evidente que ya no hay roces dolorosos gracias a la acción del lubricante. Veo y oigo la polla entrar y salir sin ninguna oposición, el arrugado ano está grande, perfectamente abierto, y Chusa da unos leves gemidos (me parece que ya no son quejas por el dolor y sí por el interés de que se acabe la enculada lo antes posible) desde que el hombre ha empezado a meter con más ritmo, cada vez más rápido, más duro, sacando menos la polla y buscando correrse.

 Han pasado por lo menos diez minutos y el metisaca es de nivel, con el tipo fuertemente agarrado a los glúteos de la mujer, que ya respira agitadamente, y acompaña la follada con un buen movimiento atrás y adelante acompasado con los pollazos del hombre, que con los ojos cerrados parece cercano a eyacular, lo que hace dando un grito fuerte, ronco, sacando la polla del culo, apuntando hacia mi cara, manchándome con dos o tres chorros de semen y acompañando las carcajadas de Amina y el otro hombre con sonoras palmaditas en el culo de Chusa.

 —Igual te llevo conmigo mañana, me mola como me das gusto. A tu buey, no, a no ser que lo quiera Amina o aprenda a tragar mi leche

 Más risas, nos mandan al aseo para que nos lavemos en la bañera y después nos dejan tumbados en el suelo, desnudos, atadas las manos a las patas de uno de los pesados sofás. Los tres se meten un rato a la piscina de la terraza y después de fumar hachís se tumban a dormir en los sofás tras hablar el jefe por teléfono brevemente con Zora.

 —No hagáis tonterías. Quedaréis libres temprano por la mañana si os portáis como os digamos. No habléis y descansad

 Chusa ha dormido tres o cuatro horas, se la ve agotada, y yo también lo he conseguido a ratos. No hemos podido hablar, salvo una frase apenas susurrada que dice mi mujer:

 —No podemos ir con ellos, de ninguna manera, mañana hay que escapar

 Deben ser las siete de la mañana y estamos todos levantados en el centro de la suite escuchando las indicaciones del hombre de más edad, que ha vuelto a hablar por teléfono.

 —A las ocho estará Zora en la zona de los autocares con un coche preparado para salir de la ciudad. Todos nos vamos a vestir como si fuéramos turistas utilizando la ropa de los españolitos y saldremos mezclados con los clientes del hotel que van a las excursiones programadas. Estos dos llevarán las bolsas con el oro y el dinero, y en el último momento las cogeremos nosotros para meterlas en el coche y marcharnos. Si no hacéis ninguna tontería, quedaréis libres sin daño alguno, al más leve mosqueo por mi parte, os mataremos a los dos. Tu, cabrón, pide un buen desayuno y después nos vestiremos para salir

 Tras desayunar —nos han dejado tomar café y comer algo— han ido mirando en nuestras maletas y tras afeitarse, los dos hombres han cogido unos polos de algodón que les da aspecto de turistas, mientras que Amina viste un vestido floreado de Chusa, poniéndose además una gran pamela. Dan el pego perfectamente. A nosotros dos nos dicen la ropa que nos debemos poner y después nos dan las bolsas conteniendo su botín.

 —La zorra vendrá a mi lado con el oro y el buey estará con Amina llevando el dinero. Todos juntos, sonriendo, sin prisa pero ligeritos, en dirección a los autocares y sin vacilaciones, atentos a mis indicaciones

 No hemos coincidido con nadie en los pasillos ni en los ascensores, pero el hall es un hervidero con docenas de personas de diversos países que se preparan para ir a las excursiones del día. Salimos a la calle, a pocos metros hay aparcados dos decenas o más de grandes modernos autocares, y cuando salimos hay un lío de impresión de aquellos que están buscando el autobús que les corresponde, conductores, empleados del hotel, lugareños intentando vender souvenirs, agua, refrescos, té, dulces, de manera que andamos muy despacio en medio de mucha gente y cuando el jefe localiza unos metros más adelante a la que debe ser la tal Zora, giramos hacia ella, en el momento en el que un par de autocares empiezan a moverse marcha atrás para marcharse. Chusa me hace un rápido gesto con la cabeza, suelta la pesada bolsa que lleva sobre las piernas de su vigilante y sale corriendo entre la gente hacia la puerta del hotel sin dejar reaccionar a quienes nos acompañan, que tampoco pueden hacerlo cuando yo golpeo con la bolsa a Amina en el estómago y sin soltarla salgo corriendo a toda velocidad detrás de Chusa, esquivando gente y varios autocares que ya están maniobrando para salir de la zona.

 Veo a Chusa entrar en el hotel y oigo detrás de mí fuertes gritos en idioma árabe y, de repente, suenan disparos, dos, tres, muchos más. Entro en el hotel al mismo tiempo que varias docenas más de aterrorizados turistas (algunos se tiran al suelo gritando) y localizo a Chusa mirando por un ventanal, llego a su lado, cojo su mano, me aprieta fuertemente, y veo como en la calle, a veinte metros, hay tres cuerpos en el suelo, uno lleva uniforme de policía y los otros dos son los hombres que nos han retenido desde ayer. La bolsa con el oro está tirada en la calle. Llega una furgoneta policial y entre varios uniformados intentan meter en ella a una mujer joven que lleva un vestido de flores, que se resiste todo lo que puede y recibe varios golpes, seguidos de unos cuantos más dentro de la furgoneta. Chusa aprieta mi mano y dice:

 —Vamos a la habitación, recogemos y nos volvemos a casa

 En el hotel todo son disculpas y buenas palabras para todos los turistas que nos queremos marchar. Al final, nos invitan a estar todo el día de hoy —gastos pagados— mientras se hacen cargo de los trámites del cambio de billetes de avión y mañana a primera hora, aquellos que se quieran marchar, dispondrán de transporte gratuito al aeropuerto y un trato vip hasta embarcar en el avión. Aceptamos, pedimos comer en la suite y mientras esperamos, nos metemos en la gran bañera activando el jacuzzi.

 —Román, con las ganas que veníamos estas dos semanas para descansar y estar tranquilos

 —Cariño, quiero disculparme contigo, debería haberme enfrentado a esos cabrones, haberles plantado cara

 —Para qué, ahora quizás estaríamos los dos muertos o nos hubieran torturado y de todas las maneras iban a conseguir lo que querían. Gracias por mantener la calma y por aguantar, porque se que lo has hecho para evitar que me castigaran. Sabes, me he alegrado de ver muertos en el suelo esos dos hijos de puta, y sabiendo como las gasta la policía de aquí, la morita Amina lo va a pasar muy mal; que se joda

 Llaman a la puerta, salgo a recibir la comida (viene todo adornado con flores y presentado de manera exquisita), sirvo un par de copas de champán muy frío y pongo la televisión un rato después. Según cuentan —mi francés no es muy bueno—, la policía busca a una cuarta integrante de la banda de extranjeros, esto lo recalcan varias veces, que robaron en una importante agencia de cambio de divisas el día anterior y han matado a un heroico agente de policía en el tiroteo producido. Dan pocos detalles, dicen que los ladrones han pasado la noche escondidos cerca de la playa en casa de algún cómplice, ponen de manifiesto la eficacia policial y destacan que se ha recuperado casi todo lo robado, excepto una cantidad de dinero sin especificar que se supone está en poder de la mujer en búsqueda. Difunden una foto de una mujer de unos treinta y cinco años —suponemos que es la tal Zora— y ofrecen una cantidad de dinero por informaciones que permitan detenerla. Ponen algunas fotografías de los cuerpos en la calle ante el hotel y brevemente una foto policial de Amina, con la cara claramente marcada por golpes.

 A nosotros nadie nos dice nada ni nos ha preguntado en ningún momento, por lo que pensamos que nada nos relaciona con los ladrones y su estancia en el hotel. Mejor que mejor.

 Hemos dormido casi toda la tarde, así que lentamente preparamos las maletas, momento en el que Chusa me pregunta:

 —¿No es esa una de las bolsas de viaje que nos cogieron?

 —Sí, vamos a ver qué hay dentro

 Hay dinero, los paquetes de dólares que vimos contar a los ladrones. Abro uno de los paquetes, (están envueltos en suave film de cocina o algo similar) y cuento cien billetes de cien dólares, como hay cincuenta y cinco paquetes, eso significa que la maleta contiene como medio millón de euros. ¡Joder!, por eso me pesaba esta mañana.

 —¿Qué hacemos con este dinero?

 —Nos lo llevamos y si en el aeropuerto dicen algo, la maleta no es nuestra, una mujer la ha dejado junto a nosotros un mpmeto antes, pero mañana no van a pararse a buscar nada entre los turistas que nos marchamos por miedo al tiroteo, querrán echarle tierra al asunto, seguro

 Encargamos cena, nos informan que ya tenemos vuelo y billetes para mañana con destino a Madrid y dejamos transcurrir la noche en una especie de duermevela, sin apenas hablar, admirando el cielo estrellado en las tumbonas de la terraza, acariciándonos y dándonos algún que otro beso, pero sin buscar sexo.

 Por la mañana nos vamos como cien personas en dos autocares, despedidos como si fuéramos personajes de gran importancia, con dulces, flores, música. En el aeropuerto, lo mismo, entramos en un avión sudafricano con destino a Barajas sin que nos miren los equipajes y menos aún lo que llevamos como bolsas de mano. En Madrid sólo se preocupan de que los perros huelan los equipajes en busca de droga y, ante un importante número de periodistas y cámaras televisivas que preguntan sobre lo sucedido en Rabat, Chusa y yo nos escabullimos como podemos con las maletas a la búsqueda de un taxi. Lo hemos conseguido.

  

 

 

 

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