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Volver a casa tiene premio

en Confesiones

Volver a casa tiene premio

Después de varios años fuera de Madrid vuelvo a casa y constato que me llevo varios premios importantes en la lotería del sexo.

 Dicen que para gustos se inventaron los colores y para follar más aún. Estoy de acuerdo que en el sexo todo vale siempre y cuando a nadie se le obligue a nada y se respeten las decisiones personales, sobre todo poder decir no, pero a pesar de que ya tengo una edad y, por suerte llevo mucho recorrido hecho en estos asuntos del follar, jamás podría haber identificado a mi buena amiga Berta con una exhibicionista convencida, convicta y confesa, adicta al sexo delante de extraños y salida como una perra en celo cuando la observan mientras folla. Aunque tras mi vuelta a casa me he llevado más sorpresas, eso sí, todas agradables.

 Dicho lo anterior, quede muy claro que me alegro un montón, porque tras el descubrimiento se me han abierto expectativas de sexo con Berta (puedo dar fe que le tenía ganas desde hace mucho tiempo) y con otras personas que ni por asomo pensé podría suceder alguna vez.

 Conozco a Berta desde hace unos veinticinco años (soy dos semanas mayor que ella y los dos cumpliremos próximamente cuarenta y ocho) cuando siendo ambos funcionarios en prácticas hicimos amistad junto con un grupo de ocho personas jóvenes que estábamos en situación similar. Entonces era una mujer bastante llamativa, no porque fuera especialmente guapa, que ni lo era ni lo es, sino porque tenía (y tiene) un cuerpazo de una vez y, en particular, un par de tetas impresionantes. Una tía buena y camera, pero de las de verdad, de las que te vuelves a mirar por la calle; además de persona maja y buena amiga.

 Jóvenes, solteros, con ingresos fijos, sin pareja casi ninguno, el grupo de amigos y amigas, que fue creciendo, se convirtió en caldo de cultivo de ligues, noviazgos, rupturas, sexo sin compromiso más o menos oculto o a las claras, y hasta tres o cuatro matrimonios. A pesar de que nuestros destinos funcionariales nos separaron por distintos centros de trabajo de Madrid, Alcalá de Henares y Tres Cantos, el grupo ha seguido su amistad y trato durante años (el número de miembros crece y decrece en función de la incorporación y desaparición de nuevos compañeros de trabajo, amigos, amigas, novios, novias, parejas, esposos y esposas de los diez fundadores), más aún en el caso de Berta y yo (me llamo Miguel) que junto con Luis y María José, marchamos destinados al Ministerio de Agricultura, junto a la Glorieta de Atocha, y todos los días nos veíamos y tomábamos café juntos a primera hora de la mañana.

 Berta se ennovió rápidamente con Luis (con mala leche algunas compañeras apostaban cuánto tiempo tardaría en quedarse preñada de él para pillarle como fuera), un tío alegre, simpático, muy conservador, varios años mayor que el resto del grupo, que a todos nos pareció que sería el marido perfecto para ella (y viceversa), mujer muy de su casa, deseosa de casarse y tener hijos en una familia tradicional española, tal y como su familia, de padre militar, le había inculcado. En cosa de año y medio se casaron (tras la fiesta posterior a su boda fue la primera vez que follé con Eugenia, con la que me casaría tres años más tarde), tuvieron una parejita de hijos, él dejó la Administración y se dedicó a la Informática con bastante éxito (hace unos dos años vendió su empresa a una multinacional y ahora, con menos de sesenta años, está retirado viviendo de las rentas en un pueblo de la sierra madrileño-segoviana en donde reside el matrimonio, con sus hijos  estudiando en Londres) y ella siguió con un plácido destino de funcionaria, eso sí, siempre maciza a tope y con esas tetas prodigiosas que ni dos partos han podido deslucir. ¡Qué buena ha estado toda la vida!.

 Sólo una vez en todos estos años tuve sexo con Berta. Ella había discutido fuertemente con Luis, entonces aún eran novios, y me telefoneó para charlar, dar una vuelta, tomar algo. Estaba indignada con él, furiosa, porque iba retrasando constantemente las posibles fechas de boda y a última hora, cuando la llevé a su casa en el coche, nos estuvimos besando y metiéndonos mano. Nos calentamos y conseguí ponerme ciego con sus grandes tetas, pero no quiso follar, no me dejó metérsela, así que me hizo una paja cojonuda. Nunca más hemos tenido nada de nada.

 El último viernes no festivo de cada mes quedamos, desde siempre, a comernos un buen cocido madrileño en un excelente restaurante familiar situado en la calle Huesca, propiedad de un hermano de María José. Hoy hemos acudido a la cita catorce personas y yo soy el centro de las conversaciones y preguntas porque hacía como ocho o nueve años que no venía ningún viernes, dado que he estado destinado en Bruselas, en la Administración de la Unión Europea, y hasta me ha dado tiempo a divorciarme de Eugenia durante mi ausencia. Tras la comida y la larga tertulia posterior quedamos María José y su marido Eduardo, Berta y su marido Luis y yo (Eugenia no ha aparecido, y yo me alegro porque aunque no nos llevamos mal del todo, tampoco quedamos como la seda tras la separación), quinteto, seis con mi ex, conocido por el resto como el club del gin-tonic, dada nuestra predilección por dicha bebida tras cualquier tipo de comida, celebración o salida nocturna.

 Vamos Miguel, canta, que ocho años dan para mucho hasta en Bruselas y si hacemos caso a lo que Eugenia nos ha contado, te los has pasado de vicio con las belgas y las funcionarias de media Europa.

 Oye, oye, ¿es verdad que a las belgas lo que más les gusta es que se la metan por el culo?. Te habrá encantado el asunto, tío.

 A saber qué os habrá dicho la bruja de Eugenia, porque yo he estado currando como un cabrón, sin tiempo para nada y ella aquí en Madrid sí que ha hecho lo que ha querido y con quien le ha dado la gana. Seguro que las amigas lo sabéis mucho mejor que yo. Pero bueno, no voy a mentir, he tenido un par de asuntillos que me quitaban el hambre de sexo, pero poca cosa.

 Que nos conocemos, hermano, que te gustan las mujeres más que los goles del Madrid y tu no estás ocho años de vacío llevándote peor que regular, por decir algo, con tu mujer.

Medio en broma medio en serio charlamos varias horas, mesacan con facilidad parte de mi vida en Bruselas, que por otra parte ha sido bastante sosa y aburrida, y llegado el momento de irnos Luis se despide de Berta (me quedo en Madrid porque mañana vamos a ir mi hermana y yo al pueblo a ver a mi madre que está algo pachucha) a quien voy a acercar en mi coche al barrio de Chamartín, en donde vive su hermana y yo también desde el divorcio (en realidad somos vecinos de portal de un moderno edificio muy grande, con cuatro escaleras y ocho ascensores). En el coche vamos riendo, gastándonos bromas recordando anécdotas de la época en la que nos conocimos, hasta que según está encendiendo Berta un cigarrillo, apenas fuma, se fija en una tarjeta que olvidada llevo en el salpicadero (¿ese es el club liberal que está en La Piovera, no?; he estado alguna vez, está muy bien) y que es publicidad del club privado del que me hice socio en Bruselas y que también tiene sedes en Madrid y Palma. No digo nada pero quedo muy sorprendido de la frase de Berta, y según vamos llegando a casa de su hermana (¿nos tomamos la penúltima, vale?; hay un pub muy majete ahí mismo junto a tu casa) me comen las ganas de preguntar y saber acerca de la presencia de Berta en ese club.

La verdad es que a lo largo de la tarde ya nos hemos tomado más copas de las supuestamente aconsejables, pero ambos tenemos ganas de hablar o por lo menos, no tenemos ganas de marcharnos y quedarnos solos. En una mesa bastante reservada del público en general y acompañando la bebida con unas sabrosas tapas que cada cierto rato va pasando en bandejas una camarera, me dedico a recrearme mirando a Berta (está más guapa con el paso de los años y lleva el pelo teñido de rubio con mechas oscuras, con media melena que le queda muy bien) hasta que me lleno de fuerza y confianza para preguntar: ¿y de que conoces el club liberal?; no se, no me pega con la idea que de ti tengo.

Vaya con Miguel, así que debo ser tontita, según tu opinión y no puedo ir a clubes de ambiente sexual.

No, mujer, pero no me cuadran los cambios de pareja, el exhibicionismo, el sexo rápido aquí te pillo aquí te mato, tríos o historias de sexo en grupo con la idea que tanto de ti como de Luis tengo de toda la vida. Que siempre fuisteis muy tradicionales y conservadores, pelín fachillas a veces.

Los años en Bruselas te han separado más de lo que parece de la vida cotidiana del grupo de amigos. Supongo que todos hemos cambiado mucho o poco, no se. Anda pide otra copa mientras telefoneo a mi hermana, le digo que esté tranquila que estoy aquí y me voy a retrasar o que baje si le apetece verte y así seguimos charlando.

 La verdad, Miguel, Luis y yo hemos sido siempre bastante calientes, el sexo era una importante parte de nuestra vida matrimonial y cuando nuestros hijos se hicieron mayores y dejaron nuestra casa, aprovechamos para desmadrarnos en aquellas cuestiones que nos parecía teníamos pendientes y, por ejemplo, durante un tiempo viajamos mucho por toda Europa en cuanto teníamos unos días libres y creo que hemos follado en todas las ciudades conocidas del continente. Por cierto, de mi cambio se puede decir que una parte de culpa la tienes tu, porque al marcharte a Bruselas ya muy encabronado con tu mujer nos dejaste las llaves de vuestro apartamento de la playa de Mojácar y allí descubrimos el nudismo, entendido como exhibición del cuerpo, y el sexo al aire libre a la vista de quien pudiera estar mirando. Para mí fue un maravilloso íntimo descubrimiento, excitante y placentero como nunca pude imaginar. Luis se cansó enseguida de la novedad y en muchas ocasiones se quedaba en la piscina del edificio o tomando copas en algún bar del cercano centro comercial, mientras yo me pasaba las horas muertas en la playa, desnuda, tomando el sol, mirando y dejándome ver, observando a las parejas que, más o menos disimuladamente o simplemente a las claras, tenían sexo. La de veces que me he masturbando sabiendo que me estaban mirando, y cómo he gozado sabiéndome observada y deseada por hombres y mujeres.

 Mi matrimonio es hoy en día una acuerdo de conveniencia, primero porque nos seguimos teniendo mucho cariño, amistad y confianza, después porque da mucha desgana cambiar la vida a la que se está acostumbrado y por último porque la empresa de Luis también era mía al cincuenta por ciento y si estamos juntos pagamos bastantes menos impuestos del dinero que aún nos renta anualmente.

 Entonces, ¿sexualmente ya no sois pareja?.

 Nada de nada. Luis apenas se interesa ya en el sexo, está mayor, como él dice, y si surge un par de veces al año, no me importa aliviarle con lo que más le gusta y ya está. No se si tendrá algún rollete en el pueblo, no me extrañaría porque la polla le sigue funcionando y él se relaciona con todo el mundo, pero es muy discreto y a mí igual me da, no pregunto.

 ¿Y tu?.

 Mucho quieres saber, Miguelín, pero yo sigo teniendo mis necesidades y he descubierto nuevas situaciones, por eso he estado en ese club varias veces, siempre invitada por una persona que creo aún no conoces: Evelin, socia de mi hermana Eva, quien también ha ido alguna que otra vez por el club.

Eva, hermana menor de Berta y miembro ocasional del grupo de amigos. Sí, sí que me pega para ella lo del club liberal y las prácticas propias del exhibicionismo en lo que recuerdo, una especie de copia joven de Berta en lo físico, y completamente distinta en su manera de pensar y enfocar la vida, al menos en lo que hasta ahora yo creía de la hermana mayor.

 ¿Te has quedado pensativo?.

 No, simplemente me preguntaba cuantas cosas más desconozco del grupo de personas del que siempre he formado parte. Según pasan los años todo va cambiando y no se si me gusta o no, aunque igual da, las cosas son como son en cada momento y ya está.

 Qué tal, pareja, buenas noches, parece que la estáis echando larga. He decidido venir a veros, aunque espero no estar interrumpiendo nada, si me tengo que ir me lo decís, no os de corte.

 Eva siempre fue muy agradable y simpática, me da dos besazos, se deja halagar cuando la miro con insistencia y le digo lo guapa que está y se sienta con nosotros. En varias ocasiones tonteamos y nos dimos el lote (benditas tetas las de estas hermanas) sin llegar a follar, pero me hizo una mamada estupenda que aún recuerdo. Está muy guapa, la verdad sea dicha, con el pelo muy corto, casi al estilo militar, teñido muy negro, quizás con algún quilito de más, pero muy bien repartido por el cuerpo, y las tetas siempre llamativas, de las que luce la parte superior por el abierto escote de la camisa blanca que lleva.

 Ha sido aparecer tu, hermanita, y se le alegran los ojos a Miguel, vaya, vaya.

 No seas mala, Berta, que las dos hermanas me alegráis todo entero. Estáis guapas y deseables como pocas mujeres he visto. Además, que os consta desde que nos conocemos lo mucho que siempre me habéis gustado porque jamás lo he ocultado y os lo he dicho en distintas ocasiones.

 Risas, vacile tontorrón, alguna broma y la conversación decae al cabo de un rato hasta que Berta se levanta y dice que se sube a dormir (me duele un poco la cabeza y mañana tenemos que hacer cien quilómetros de ida y otros tantos de vuelta), me da un suave beso en los labios (bienvenido de nuevo, Miguel, me alegra tu vuelta a Madrid y el que nos vayamos a ver a menudo; te hemos echado de menos) y le guiña un ojo a su hermana mientras dice: si sois malos, que lo seáis mucho. Hasta mañana.

 Bueno vecino, el ambiente está un poco cargado aquí y hay mucha gente con demasiado espíritu alegre de viernes noche, así que mejor me invitas a una copa en tu piso, no te parece. Dicho y hecho, por supuesto.

 Apenas hemos hablado nada andando hasta casa, pero sí nos hemos reído mucho y el ambiente entre ambos está eléctrico. Yo tengo unas ganas de mujer, de esta mujer, que se me deben notar mucho y que por suerte son compartidas, porque nada más entrar en el ascensor Eva y yo nos besamos con naturalidad, con deseo, apasionadamente y sin parar hasta llegar a la puerta de mi casa. Seguimos besándonos tras entrar en el piso (déjame entrar al cuarto de baño; ponte cómodo y prepárate porque voy lanzada) y rápidamente me desnudo por completo, me siento en una esquina del sofá del salón tras dejar todo con muy poca luz indirecta y espero a Eva, que apenas tarda un par de minutos y aparece ante mí completamente desnuda. ¡Qué maravilla!. Algunas mujeres deberían estar obligadas a llevar un cartel en el que dijera que desnudas son peligrosas para la salud cardiovascular de quien las mira. ¡Joder, qué buena está!.

Ver desnuda a Eva es un espectáculo excitante y placentero: de estatura algo más que mediana, la recuerdo con el pelo castaño claro, aunque ahora lleva su cortísimo pelo teñido de negro muy negro, rasgos suaves en su rostro, con bonitos e impactantes ojos grises y labios rojos que se humedece con la punta de la lengua según me mira con una expresión que yo interpreto como te vas enterar lo que vale un peine. Según se acerca hacia mí sus tetas grandes y duras, que se mueven con un leve balanceo a derecha e izquierda, son la visión más deseable que se pueda tener, dos colinas morenas perfectas, de pezones grandes, tiesos y duros situados en el centro de una gran areola circular amarronada. La piel perfecta, morena de tomar el sol o rayos UVA, sin imperfecciones. Consciente de su atractivo (estás bien empalmao Miguel, igual es que te gusta lo que ves) se gira lentamente de manera que muestra su culo alto, redondo, de duras nalgas, quizás un poco grande, pero que me parece perfecto, sujeto sobre unos muslos musculados, duros. Sigue girando hasta que me fijo en su estómago apenas un poco abultado y el casi liso vientre que protege su sexo depilado excepto un fino y corto cordón a la brasileña. En el lado izquierdo del pubis tiene un pequeño tatuaje (entrelazadas las letras griegas alpha y omega, principio y fin de todas las cosas). ¡Que cuarenta años más fabulosos tiene esta mujer!.

 Me levanto del sofá y antes de abrazarla noto como mira mi polla valorándola, con expresión de deseo, de lujuria contenida. Nos abrazamos para besarnos y lo primero que hago es amasar, apretar, lamer, besar y mamar las tetas de Eva, con pasión, con gula, durante un buen rato, disfrutando en especial de esos pezones que son un manjar que me excita como hace mucho tiempo no me ponía y que la mujer aprecia mientras acaricia mi rabo y los testículos con sus dos manos (vaya pollón que tienes, lo recordaba así de grande y me encanta). No puedo  aguantar más, agarro los cachetes del duro culo y aprieto hacia mí para acercar el sexo a la polla, y sin esperar más ni decir nada penetro el mojado sexo (sí, sí; qué ganas tengo, tío) que noto suave y caliente como si estuviera dentro de una chocolatera y acogedor como una mano con guante de seda. Estupendo.

 Desde el primer momento hemos congeniado en el ritmo y la velocidad propios de la follada, estamos echando un polvo de puta madre, mientras Eva jadea suavemente al mismo ritmo que nuestro movimiento y me urge a seguir bombeando (no pares, voy a tardar poco). Le estoy dando unos pollazos tremendos mientras ambos nos sujetamos el uno al otro con cierta dificultad (soy bastante más alto y grande que ella) y antes que pueda proponerle cambiar de postura para que estemos más cómodos y estables, empieza a dar unos cortos grititos y gemidos que van subiendo de intensidad (sigue, ya viene) en cada entrada de mi rabo hasta el fondo y que culminan con un grito alto y continuado que dura los muchos segundos que también duran las contracciones que su vagina regala a mi polla. Se separa de mí, se derrumba sobre el sofá y tratando de recuperar el resuello dice en voz baja y entrecortada: espera, ahora vas tu.

Hace unos veinte años salimos media docena de veces fundamentalmente para besarnos y meternos mano en mi coche (y no se si yo de alguna manera buscaba en Eva el estar con su hermana Berta) y cuando yo ya no podía más, me masturbaba con gran habilidad por su parte y recuerdo una mamada excelente que me hizo una de las ocasiones. Me parece que por ahí van hoy los tiros: que polla más buena tienes; deja que te la chupe.

Durante muchos minutos he recibido una mamada perfecta, de manual, suave, con mucha saliva, la polla dentro de la boca en un constante sube y baja de la cabeza y las manos de la mujer bien ocupadas, sin dejar de menearme el tronco arriba y abajo, acariciando y apretando los llenos testículos y jugando con un dedo bien ensalivado en la raja de mi culo, deteniéndose un poco más de la cuenta en la entrada del ano. Excitante a más no poder, voy a durar poco, cuando Eva se detiene unos segundos, se sonríe (qué rica está, vaya pollón) y se centra en comerme el capullo suavemente con labios y dientes mientras no deja de lamer a gran velocidad con su lengua. No digo nada, simplemente eyaculo como si el mundo se fuera a acabar, dando un grito largo y fuerte, soltando media docena de chorros de semen, de manera que la mujer deja entrar en la boca dos o tres y el resto pringan su cara y el negro pelo. ¡Qué gozada, vaya corrida!.

Estás hecho un campeón o es que ibas muy, muy quemado; vaya lechada, Miguel. Tenía ganas de estar contigo, es una fijación de hace años. Un beso en los labios, una carantoña en la barbilla, un poco de limpieza con una toalla y nos quedamos adormecidos abrazados en el sofá, tapados con una fina manta de viaje que siempre está allí.

Suena un teléfono que no logro identificar y todavía muy dormido oigo a Eva decirme: es mi hermana, se va al pueblo a ver a nuestra madre y no me espera. Vámonos a dormir a la cama, es muy temprano todavía. Eso hacemos.

No recuerdo estar en la playa, pero con esa sensación despierto, como si estuviera en el agua, suavemente mecido por las olas. Tampoco es la resaca de los gintonics, es Eva, arrodillada al pie de la cama chupando mi rabo, que ya tiene un aspecto morcillón importante (me gusta metérmela cuando aún no está del todo dura). Se sube a la cama y pone una rodilla a cada lado de mis piernas, guía mi polla con su mano, se la introduce en el ya mojado coño e inmediatamente se pone a mover lentamente las caderas, a derecha e izquierda, adelante y atrás, en círculos, suavemente (me pone a tope que crezca dentro de mí) pero con ritmo continuo. En apenas un minuto la noto ya bien tiesa y dura, con una erección de las buenas, y Eva también (cabrón, cómo me excitas) porque empieza a subir y bajar cada vez más deprisa (qué bueno, Miguel; qué mojada estoy), respirando muy deprisa, gimiendo, dando grititos cada vez más largos y fuertes, hasta que se para por completo durante unos breves segundos y un grito largo, sostenido, me da noticia de su orgasmo, que mi polla nota por las fuertes contracciones vaginales que la aprietan y se convierten en la señal de salida para mi corrida, larga y sentida en lo más hondo de mi cuerpo. Un polvo estupendo para empezar la mañana.

Lo de empezar la mañana es un decir, son las cinco y media de la tarde cuando salgo de la ducha y oigo a Eva hablar por teléfono con su hermana Berta y después telefonear a un restaurante cercano (¿te gusta la comida china?) que en pocos minutos nos envía comida para un regimiento que devoramos palillos en mano mientras semidesnudos, hablamos:

¿Qué tal estás?. Qué ganas tenía de follar contigo. Cuando supe de tu vuelta a Madrid me alegré mucho y no he dejado de darle la lata a Berta para que te invitara a cenar o algo parecido. No me he atrevido a plantarme en tu casa a pesar de ser vecinos, lo que he sabido hace apenas una semana; me daba mucha vergüenza y ni siquiera se si tienes pareja o novia o algo por ahí.

Estoy muy contento y un poco alucinado. No pensaba tener tanta suerte en mi regreso a Madrid. No, no tengo pareja, he quedado demasiado tocado por el divorcio aunque ya haya pasado más de un año y ni me he planteado buscar novia. No se si soy un poco mayor para ello.

Anda, anda, si estás estupendo. Estás muy bueno y guapo, y tienes un aspecto de hombre interesante tremendo con esas pocas canas tan blancas. Yo siempre he pensado que quien de verdad te ponía era mi hermana y como sigue viviendo una especie de redescubrimiento del sexo y de sí misma, temía que sólo te acercaras a ella.

No es ningún secreto que siempre me ha gustado Berta y que me parecía un imposible por su carácter conservador y la forma de entender el matrimonio y la familia, o al menos eso he creído siempre. Pero como no fijarse en ti, eres una mujer de bandera, estás muy guapa y tremendamente excitante y desde siempre he tenido un gran recuerdo de ti.

Y las tetas, ¿no?. Que se que para ti eso hace mucho; bueno, como para todos los tíos.

Unas risas, un café tras la comida y seguimos charlando, en especial de la vida de Eva, que a sus cuarenta años se ha convertido en una empresaria de éxito (se cansó de trabajar como psicóloga para un gran Ayuntamiento, sin medios ni aprecio del trabajo realizado por parte de sus jefes, uno de los cuales era su ex-marido) con media docena de tiendas de lencería de mujer (importada de Venezuela, Colombia, Brasil, Costa Rica) en otros tantos centros comerciales de Madrid. En dos semanas abro, junto con mi socia venezolana Evelin, otra tienda en Getafe. La ropa interior de calidad, sexy y no necesariamente de alto precio es muy apreciada por las mujeres (y por sus hombres). Nos va muy bien.

Son las nueve de la noche del domingo, Eva se acaba de marchar a su casa tras darnos un besazo en la puerta del ascensor y yo pongo la radio para enterarme de los resultados de fútbol. ¡Joder qué fin de semana!, hacía años que no follaba tanto y tan seguido. Ha sido tremendo y no pensé que pudiera recuperarme tan rápido y tan bien para echar tantos polvos, pero las manos, la boca y la lengua de Eva hacen milagros y no se corta un pelo en pedir y dar todo aquello que le apetece y le gusta. Me ha hecho la mejor paja cubana, chupándome al mismo tiempo el capullo, de toda mi vida y a media tarde me ha estado excitando el culo con la lengua durante muchos minutos, hasta que de nuevo se me ha puesto dura la polla y le he podido echar un polvo de despedida. ¡Qué mujer!. Hemos quedado en tomarlo con calma, pero me ha invitado ya a la fiesta de inauguración de su nueva tienda, con la promesa de sexo posterior. Y además ha ganado el Madrid. Fin de semana perfecto.

Desde mi vuelta de Bruselas mi trabajo como jefe de un gabinete de estudios del Ministerio en el que estoy destinado es bastante relajado porque tengo por debajo de mi jefatura un montón de jóvenes dispuestos a hacer méritos, así que me puedo tomar con bastante calma todo, me limito a controlar el trabajo de los demás y dispongo de tiempo para mí, lo que no me ha sucedido durante años en la vorágine que supone trabajar para las instituciones europeas, que pagan bien, pero te estrujan a conciencia. No me sorprende la llamada de Berta el jueves a media mañana, de hecho tenía esperanzas de que sucediera más pronto que tarde: ¿Y si comemos juntos?.

Quedamos en un conocido restaurante italiano cercano a la Plaza de Castilla, lugar que nos viene bien a ambos. La entrada de Berta es muy apreciada por los hombres que estamos en el local porque lleva el abrigo en el brazo y luce un ajustado vestido gris de punto cuatro dedos por encima de la rodilla que pone de manifiesto las abundantes excelentes curvas de la teñida rubia,  que se hacen notar más aún con los altos y finos tacones de los zapatos.

Un par de besos, un comentario amable, se sienta a la mesa y rápidamente ordenamos la comida y unas cervezas para ir esperando.

¡Qué guapa estás!, este vestido te queda de dulce. Estás impresionante.

 No me hace gorda?, con estas tetas y este culo que tengo o llevo sayones para disimularlos o todo lo que me pongo realza las curvas y me veo con exceso de quilos.

Anda, no te quejes; estás perfecta y te llevas las miradas de todos los hombres, como acabas de comprobar.

 Mientras comemos charlamos de distintas cosas hasta que Berta saca a colación lo que verdaderamente le preocupa: Y con Eva, ¿qué ocurre?. Me ha dicho que lo pasó de fábula y que habéis quedado ya para el día de la inauguración de la tienda en Getafe, bueno, para por la noche.

Sí, fue un fin de semana de los que me están haciendo falta unos cuantos. Estuvo muy bien, la verdad.

Envidia me da, sinceramente. Oye, ¿yo te sigo gustando o pasé a la historia?.

Berta, ¿acaso lo dudas?. A ver, ¿qué es lo que te preocupa?, tu no me preguntas por un ataque de celos hacia tu hermana ni nada por el estilo.

Me estoy haciendo vieja, Miguel, estoy muy cerca de los cincuenta y creo que me da miedo dejar de ser apetecible para los hombres. Durante años he sido bastante recatada, temerosa de sobresalir físicamente y, probablemente, no valoraba mi cuerpo salvo para mi marido, pero ahora mismo, con lo que me gusta ser admirada y deseada, no me ha sentado bien que nada más volver a Madrid después de muchos años pases un fin de semana de sexo a tope con mi hermana, siete años más joven. Es una tontería, lo se, pero me he sentido muy mal. Y ni es culpa de Eva ni tuya, por supuesto, es que me ha dado tal bajón que me dan ganas de llorar. Llevo más de tres meses sin follar y a lo mejor es eso.

Cara compungida, ojos llorosos, le cojo la mano con la mías: Berta, ni eres vieja ni los hombres vamos a pasar de ti. Eres una mujer llamativa por lo buena que estás y eres perfectamente consciente de que todos te miramos con deseo y ganas. ¿Lo de Eva?, surgió, por suerte para mí, y espero que tenga continuación. No tiene nada que ver ni con su edad ni con que me guste más o menos que tu. No seas niña que nos conocemosy tu sabes desde siempre que has sido la mujer que más ha inspirado mis fantasías eróticas, junto con mi ex.

Tengo una idea, después de comer, ¿por qué no me invitas al club del que eres socio?; seguro que me animo y se me va la depre si se la levanto a unos cuantos tíos que me estén mirando mientras me paseo por el club.

Por mí, de acuerdo, pero si se trata de ponérsela dura a alguien, ya sabes que me voy a poner como el mango de una pala si te veo desnuda. En realidad, sólo de pensarlo, ya estoy a medias.

Bueno, pero eso lo solucionaremos después de que me de una buena ración de exhibición y autoestima; me está haciendo falta desde hace tiempo. A primera hora de la tarde el ambiente suele estar muy bien en el club, poca gente, pero muy seleccionada. Eso es que lo conoce bien, supongo.

Tras un café rápido tardamos poco en llegar a una zona residencial bastante pija situada en los alrededores del popular barrio de Canillejas. Un gran chalet (en realidad, dos unidos) de dos plantas, sin ningún tipo de identificación exterior salvo una pequeña placa dorada junto a la puerta escrita en tres idiomas, rodeado de jardín y árboles frondosos, es la sede de un club liberal elitista (la cuota anual es bastante alta) que sólo admite miembros presentados por otros miembros y permite también la entrada a sus invitados, siempre y cuando vayan en pareja. No pueden entrar hombres ni mujeres no acompañados por alguien de distinto sexo. Los homosexuales suelen solventar esta norma haciéndose acompañar por mujeres (u hombres, las lesbianas) invitadas de su confianza.

Tras pasar la recepción, en donde me identifico como socio y dejamos los abrigos que llevan al guardarropa, entramos en un bar tipo pub inglés de buen tamaño, adornado con muchos espejos y luces indirectas, en donde hay tres barras distintas llenas de altas banquetas y una docena de mesas bajas rodeadas de grandes sofás. En estos momentos hay una decena de personas en el bar, aparte de los camareros, que no nos quitan ojo desde el momento que entramos.

Berta dirige las operaciones (prefiero que lleve la iniciativa) y me dirige a una mesa situada en un rincón desde donde se ve todo el local. Pedimos unos gintonics y mi amiga está verdaderamente nerviosa, ansiosa, con los ojos brillantes, expectante, vigilando todo lo que sucede.

No dejan de mirarnos. Eso ya me gusta.

No me extraña, no hay ninguna mujer que se te pueda comparar.

¿Tu crees?. ¿Nos vamos dentro con el semáforo a ver quienes nos entran?. Me quiero poner cómoda, mucho, quiero que me miren bien a gusto.

El semáforo es una pequeño dispositivo de plástico con forma de caja plana que los presentes en el club se ponen en la ropa o pegado al cuerpo y según el color, los demás saben hasta donde pueden llegar contigo (rojo: sólo mirar; amarillo: mirar y hablar; verde: todo es posible). El color se ve incluso en las salas más oscuras que hay en el local. En el bar no se suele llevar porque si alguien te interesa te acercas y hablas al igual que en cualquier otro bar, pero en el interior del club es habitual ponérselo y a lo largo de la permanencia en el local se suele cambiar de color varias veces, según interese. Todos los semáforos llevan dentro un condón fácilmente accesible y los distintos empleados del club facilitan preservativos al instante. 

Al dejar el bar hay una zona de pequeñas cabinas atendida por un par de camareras. En cada cabina, conectada con el guardarropa, se puede dejar la ropa, se puede pedir que traigan vestimenta erótica, juguetes sexuales y también llamar por línea telefónica a alguno o alguna de los y las jóvenes profesionales del sexo con los que el club tiene contacto (hay un pequeño catálogo digital de fotografías consultable en una pantalla, tanto de ropa como de juguetes y personas) para que acompañen a la pareja durante toda la presencia en el club y actúen como se les indique (los tríos y el sexo interracial son demandados en ocasiones, aunque la inmensa mayoría prefieren el sexo con los miembros del club presentes en cada momento).

Mi problema comienza a ser serio cuando Berta solicita una braga tanga negra minúscula de estrecho cordón redondo y empieza a desnudarse por completo. Quítate toda la ropa, Miguel, que quiero presumir de hombre a mi lado y con lo bueno que estás y lo que tienes... Ya estoy empalmao como un verraco cuando mi amiga termina de quitarse la ropa. Por favor, Berta, que buena estás; mira como me pone tu cuerpo. ¡Qué tetas!.

Luego, Miguel, tienes mi palabra de que hoy follas conmigo; pero necesito darme una vuelta desnuda por el club, contigo a mi lado. Lo necesito como el respirar.

Berta y su hermana Eva se parecen mucho físicamente, pero después de tantos años de desear a la hermana mayor, cuando tengo delante esas tetas fabulosas (son más grandes que las de Eva, aunque quizás un poco más caídas hacia los lados, menos redondeadas y los pezones más pequeños, con las areolas no tan grandes, de un bonito marrón oscuro) no puedo controlarme y se las toco y chupo como en un ataque desesperado, mientras mi mano derecha la llevo hasta el pubis completamente depilado y ya mojado, hasta que me repite: espera, corazón, vas a tenerlo todo dentro de un rato. Un suave beso en mis labios e intento calmarme. No me resulta fácil.

Salimos de la cabina hacia el interior del club (el recorrido o el circuito lo suelen llamar). Yo voy desnudo completamente, salvo por unas zapatillas parecidas a las que se usan en las piscinas y Berta lleva el pequeñísimo tanga que nada le tapa pero que realza las caderas con su culo majestuoso y los duros muslos. Lleva puestos los zapatos negros de altos taconazos de aguja. Los dos lucimos nuestros semáforos en amarillo, Berta lo lleva pegado en el lateral del brazo (que no me tape las tetas ni un poquito) y yo en el pecho.

Es evidente que la mayoría de las parejas que estaban en el bar han decidido seguir el recorrido de Berta y mío, porque en el pasillo que sólo tiene iluminado el suelo, situado al salir de las cabinas, nos encontramos con cierta expectación y enseguida saludan a mi amiga dejándose querer (los semáforos están en verde por parte de todos ellos). De momento ella nada dice, sonríe y sigue caminando despacio hacia delante cogiéndome de la mano y señalándome en voz baja aquello que le parece reseñable (¿has visto que pubis más peludo tiene la gordita?; el guiri rubio tiene polla de peli porno; que tío más grande el calvo peludo y que polla más pequeña). Se detiene al terminar el primer pasillo recreándose en las miradas que recibe de todos los tíos (y de algunas mujeres) y siempre sonriente, con expresión de satisfacción, elige entrar en una sala oscura en la que hay varios sofás circulares, sin respaldos, algunos ocupados.

Nos sentamos en el sofá situado en el medio de la habitación y enseguida se ponen a derecha e izquierda dos parejas (¿me dejas que me desmadre un poco?; aquí tu eres mi hombre. Por supuesto, sólo voy a follar contigo y sólo tu me vas a dar placer; no eyacules si te lo haces con alguna de estas guarras, yo soy quien te va a dar gusto). Hago con la mano un gesto de aceptación, de que haga lo que quiera, y cambia el color de su semáforo a verde, con lo que los dos hombres sentados junto a nosotros se acercan rápidamente para hablarle al oído a Berta y yo me retiro un poco acercándome a la mujer morena que está a mi derecha. También cambio a color verde.

Muy alta, muy delgada, con una gran melena negra, de unos treinta y pocos años; está buena con sus tetas pequeñas, muy duras, altas y tiesas (parecen un limón puesto de punta con pezones pequeños muy redondos). Lleva el sexo depilado excepto un ancho cordón negro, como de dos dedos de grosor, que le llega muy arriba, hasta el ombligo. Tiene un bonito culo redondo, más bien pequeño, que luce dándose la vuelta constantemente porque se sienta en el sofá sobre las largas piernas recogidas. Empieza hablando en alemán, hace un gesto de disculpa y dice con bastante dificultad: no hablag españolo, tu guapo; mamo polla, tu metes, ¿sí?. Miro hacia Berta que está embelesada dejándose comer la oreja por los dos tíos que ya tienen la polla tiesa y pasan sus manos muy suavemente por los muslos, el culo y las tetas de la mujer. Otra mujer, ya mayorcita y ajada, se ha sentado muy cerca de ellos y se toca las caídas tetas, muy grandes, apretando con fuerza y estirándose sus largos pezones, sin perder detalle.

Vuelvo a mi alemana, quien me está acariciando los brazos y los muslos y de repente, sin más, dobla el cuerpo hacia delante y lame la punta de mi crecido rabo una docena de veces, se mete la polla lo más dentro posible de su boca y empieza un buen sube y baja lleno de saliva.

Berta está masturbando la polla de sus excitados amantes, arriba y abajo, no muy deprisa pero con buen ritmo, primero uno y luego el otro. Se deja dar algún beso en la boca por parte de la mujer que los observa y que se está acariciando el clítoris con mucha rapidez y necesidad. Los dos tíos están como locos mamándole las tetas y tocándole el culo.

La mujer que me la está mamando se detiene, se pone de rodillas con el culo mirando hacia mí y dice con voz ronca: meteg, ¿sí?, meteg polla. Me pongo rápidamente el condón que contiene el semáforo y compruebo que tiene el coño mojado y caliente como un gel de lava y según voy dándole pollazos cada vez más fuertes y profundos da unos grititos cortos y altos que terminan siendo como un largo alarido cuando se corre pocos minutos después. Se la saco porque estoy muy caliente e intento no correrme, aunque me cuesta mucho no continuar hasta eyacular. Me quito el preservativo sin terminar de usar y la alemana se da la vuelta para volver a chuparme la polla, pero cuando le indico que no quiero más, me besa suavemente en los labios y se va.

Me siento con la respiración un poco más acompasada y miro hacia el grupo de Berta de donde ha desaparecido la mujer de las grandísimas tetas caídas y los dos hombres están casi derrumbados sobre el sofá mientras mi amiga les está cascando un pajote tremendo a los dos a la vez, con un movimiento de manos muy rápido, que les lleva a correrse con unos cuantos chorretes de semen que Berta recibe con gran alegría sobre su cuerpo, que queda marcado y brillante por las muchas salpicaduras de lefa.

Tengo que hacer pipí, Miguel. Acompáñame. Ambos nos ponemos el semáforo en amarillo y seguimos hacia adelante buscando los aseos. ¿Te has corrido, corazón?; yo tampoco. Los aseos son compartidos y mientras Berta está orinando y yo me aseo un poco con agua y las toallas que me facilita la discreta encargada de los servicios, me dice: ahora paseamos un poquito más, que se vean bien las manchas de semen, como un trofeo, y en el circo romano nos damos gusto tu y yo. Me encanta ser guarra y sucia, me hace sentirme puta y me pongo muy perra, mucho.

El pasillo llega a una zona que está a oscuras por completo. Sólo una mínima luz señala la salida y  mientras lo atravesamos, multitud de manos tocan y recorren mi cuerpo y, supongo, el de Berta, que me lleva de la mano y no deja de dar suaves gemidos y exclamaciones de excitación, deteniéndose en varias ocasiones durante unos pocos segundos para que la toquen más y mejor.

El circo romano es una sala circular bastante grande con las paredes recubiertas de espejos (como casi todo el club), con gradas escalonadas de suave madera pobladas de multitud de grandes cojines y distintas zonas de intensidad y color de luz. En el ruedo hay algunos muebles para uso sexual (reclinatorios, sillones de dos plazas, grandes bajos butacones sin respaldo y en una pared una estructura metálica para amarrar a los apasionados del BDSM, que suelen refugiarse en esta sala las madrugadas de los fines de semana) y es habitual que varias parejas, tríos o grupos compartan el espacio, cada uno a lo suyo. Las gradas suelen estar pobladas de aquellos con ganas de mirar, que habitualmente son muchos.        

No hay nadie en el ruedo cuando llegamos, pero en las gradas hay varias parejas. ¿Sabes?, la primera vez que vine fue con Evelin, su marido y otro amigo, era muy tarde por la noche y después de recorrer el club estaba terriblemente excitada y en esta sala estaban castigando duramente a una mujer madura a la que le habían atado las tetas con cuerda. Me asusté de lo mucho que me excitó aquello, en especial ver a todo el mundo pendiente de ella, observando sus reacciones ante los azotes, las tetas amoratadas y poniendo cachondos a todos. Se quita el tanga que aún lleva puesto, lo lanza hacia las gradas (en donde rápidamente un hombre lo recoge y acerca a su cara), me mira a los ojos con una expresión de loba en celo, me lleva de la mano hasta acercarnos a uno de los grandes butacones que está en una zona medianamente iluminada en color azul pálido, acaricia mi polla media docena de veces, respira con ansiedad y le oigo decir: fóllame, corazón, dame gusto. Lo necesito.

Nos sentamos abrazados en el borde del gran butacón y lo primero de todo son sus tetas, por supuesto. Sin prisa pero sin pausa, acaricio, amaso, aprieto, lamo, beso, chupo, mordisqueo y mamo esas maravillosas tetas que tantas veces me he comido en mis sueños y fantasías solitarias y con otras mujeres. Por fin son mías. Durante varios minutos me dedico a las tetas pero no me olvido de acariciar su gran culo con intensidad, pasando a los muslos, muy mojados, y al depilado coño. Estoy muy excitado y Berta lo dice en voz alta: cómo estás, vaya pollón; todas y todos los que nos miran se mueren de ganas por comerte la polla. Dámela, es para mí, que me envidien.

Me está comiendo la polla de manera magistral, pero llevo ya demasiado tiempo excitado y quiero follármela. La pongo de rodillas, a cuatro patas, sobre el gran butacón y le hago que baje la cabeza, que la humille para que su maravilloso culo se me muestre en su total esplendor. Plas, plas, un par de fuertes sonoros azotes en esos majestuosos cachetes y penetro su coño de un continuado empujón, hasta dentro (sí, cariño, sí). ¡Qué cojonudo!. Por fin me la estoy follando.

Los primeros segundos los paso moviendo la polla dentro del mojadísimo y acogedor coño, a derecha e izquierda, en círculos, arriba y abajo (fóllame, Miguel; me muero de ganas), hasta que empiezo un metisaca lento pero constante que enseguida se adapta a los movimientos adelante y atrás de Berta. Qué follada más buena me estoy pegando, que bien se siente mi polla dentro de este coño apretado y caliente; dan ganas de quedarse así toda la vida, pero necesito ya correrme y aumento el ritmo hasta el máximo que puedo, provocando los gemidos de la mujer, cortos y con la respiración muy agitada, acompasados con los pollazos que le doy y mi propia respiración. El grito que acompaña mi orgasmo tiene que ser largo y alto, aunque no me doy cuenta ante la avalancha de placer que me proporciona mi corrida y los muchos chorros de semen que lanzo al interior del coño de Berta. Tardo un poco en sacar mi pringado rabo de la mujer, que se queda medio tumbada sobre un costado, masturbándose muy rápidamente el clítoris durante cosa de un minuto, hasta que se corre calladamente, muy quieta, durante muchos segundos, como si le hubiera dado un aire. Termina diciendo con voz ronca: qué bueno, qué gusto; te voy a limpiar. Coge mi ya morcillona polla y se la mete en la boca de manera que chupa muy suavemente cinco, seis veces, y luego limpia el capullo con la punta de la lengua (tu leche me gusta, la tendré que beber a menudo).

Hemos llegado hasta la zona de duchas con ganas (me ha gustado mucho ver como al andar salía mi semen del chochazo afeitado de Berta y le iba manchando los muslos) ya de salir del club, en donde hemos pasado más de tres horas sin apenas darnos cuenta. Llevo a Berta hasta donde dejó estacionado su coche y la noto un poco azorada, no se si avergonzada. Antes de que salga de mi coche le pregunto:

 ¿Estás cansada?, te veo muy callada. ¿Estás bien?.

 Sí, un poco cortada por lo que puedas estar pensando de mí. ¿Te ha gustado?. ¿Crees que soy demasiado guarra?.

 Berta, por favor, he estado con una maravillosa mujer a la que deseo desde hace muchos años. Me has dado mucho placer y respeto totalmente tus gustos sexuales. No exageres ni digas tonterías.

 ¿Estás dispuesto a repetirlo?.

 Siempre que tu quieras o hasta que de mí te canses.

 Me da un beso suave en los labios, después un beso mucho más largo, y nos separamos. Llevo apenas unas semanas de vuelta en Madrid y he conseguido satisfacer algunos de mis sueños y fantasías de muchos años y lo mejor de todo es que va a tener continuación. Me encanta que mi vuelta a casa tenga premio.

Tras la visita con Berta al club liberal no hemos tenido más contacto hasta hoy, viernes de una semana más tarde, en que recibo una llamada telefónica suya que no puedo atender en el momento y me deja grabado un breve mensaje: mañana es la fiesta de inauguración, te aviso que Eva ha invitado a Eugenia y va a ir con un amigo con el que debe estar saliendo. Que no te de mal rollo, yo voy con Luis y ya se que Eva y tu habéis quedado después para follar. Me dais envidia. La semana que viene igual podemos quedar, ya hablamos. Un beso.

 No me preocupa que mi ex mujer vaya a una fiesta con quien sea, yo voy a ir con Eva y tampoco tiene que molestarle a Eugenia, supongo, aunque siempre ha tenido un pronto celoso muy suyo y le ha molestado no figurar por delante de todo el mundo, en especial las mujeres de su entorno.

La inauguración es un acto un poco demasiado solemne al principio con presencia de algunos miembros de las embajadas de los países de donde se importa la lencería, discurso breve de un concejal de Getafe acerca de la importancia de la iniciativa privada y bastantes personas presentes en el amplio local, cada una de las cuales recibimos un presente por parte de la empresa dueña de la tienda (a mi me toca como regalo un pequeñísimo calzoncillo tipo braga, blanco y transparente). Con las primeras copas y canapés, más un poco de música caribeña marchosilla en el hilo musical de la tienda, la cosa cambia y se pone de manifiesto muy buen ambiente. Yo estoy en un grupo con Luis, Berta, Eva, su socia Evelin (guapísima venezolana, ya madura, pasada de quilos, pero que está buena de verdad), su marido, Benito (que tiene una evidente pluma), y otros dos integrantes del grupo de funcionarios amigos: María José y Eduardo. Nos reímos, las dueñas de la tienda intentan atender a todos los presentes, media docena de guapísimas jóvenes y tres musculados tíos, que son los y las dependientes de la tienda, animan a todo el mundo con su simpatía, alegría y buen rollo (y sus llamativos cuerpazos) y como una hora tarde aparece Eugenia con su amigo, Pablo.

Perdonad, nos hemos perdido con el puñetero GPS y hemos ido a otro centro comercial. Hola a todos. No hay mal rollo en los primeros momentos, Eugenia y yo nos saludamos amistosamente (un par de besos en las mejillas), me presenta a Pablo así como con desinterés y poco a poco vamos aumentando el grupo, con lo que discretamente no estamos juntos y apenas ni nos vemos. Le echo alguna mirada de lejos y me parece que el divorcio le ha sentado muy bien: está muy guapa y atractiva, como siempre ha sido, una rubia guapetona, alta, delgada engañosa con un cuerpo curvilíneo espléndido, y sobre todo, un culo perfecto y espectaculares piernas.

Berta y Luis se acercan a mí con ganas de broma o de malmeter, no lo se (joder, Miguel, si el tal Pablito podría ser vuestro hijo, tiene poco más de treinta años), pero sólo consiguen que me ría en un tono demasiado alto, de manera que veo como Eugenia clava en mí una mirada asesina, que conozco demasiado bien, desde los tres o cuatro metros que nos separan. Eva se acerca y dice en mi oído: tu ex no tiene mal gusto, pero me gustas mucho más tu que el ligón de gimnasio que se ha traído. Tengo ganas de ti, estoy salida. Beso suave en los labios, breve apretón de manos y cada uno por su lado en la fiesta.

Música celestial para mis oídos y, desde luego, hay que reconocer que el tal Pablo es guapo, modernito en el vestir, músculos trabajados en el gimnasio y como doce o quince años menor que Eugenia (ella tiene cuarenta y cinco, muy bien llevados, eso sí). Enhorabuena si es lo que le gusta y que disfruten.

María José y Eduardo siempre fueron buenos amigos y tras mi divorcio parece que tienen más trato con Eugenia que conmigo. Ambos están solícitos, amables y divertidos (siempre han tenido un envidiable sentido del humor, como pareja e individualmente) y me alegro de volver a charlar con ellos que, me parece, se están pasando un poco con las copas y todos los comentarios los enfocan desde un punto de vista sexual.

A eso de las doce y media de la noche quedamos como la mitad de los que en un principio acudimos a la inauguración y se decide continuar la fiesta en la discoteca que está en el mismo centro comercial. Berta y Luis se despiden de mí (nos vamos, tenemos que hacer bastantes quilómetros y no queremos beber demasiado; esta semana hablamos, ¿vale Miguel?) y yo me instalo en una mesa con María José y su marido, Eva y el animado grupo de dependientes de la tienda que tienen a su alrededor un montón de tíos y tías con ánimo de ligar (con razón, porque son nueve jóvenes impresionantes). 

Habéis seleccionado a los empleados por su físico, supongo.

Pues sí, en un alto porcentaje. ¿Te gustan las chicas?, están muy buenas, eh. Igual quieres quedar para luego con alguna, bueno, o alguno.

Sí, no estaría mal, pero me pones mucho más tu, que quieres que te diga.

La charla con Eva la interrumpe María José, diciéndole algo al oído que está valora con gesto de interés y aceptación, por lo que ambas se acercan a mí y con actitud zumbona me habla María José: ya va siendo hora de dejar la fiesta y pasar a otros asuntos, ¿no te parece?. Siempre me has parecido un tío bueno y tu ex siempre nos ponía a todas los dientes largos y las bragas mojadas cuando contaba lo bien dotado que estás y lo mucho que te gusta disfrutar del sexo de todo tipo. Eduardo se lo va a montar con Evelin y su marido, que le va bastante que le penetre un tío; que te parece si Eva, tu y yo nos lo hacemos.

Miro a Eva, que asiente con un gesto (he reservado habitación en el hotel que hay aquí mismo porque estaba segura que dirías sí), y con cierta prisa nos vamos despidiendo de todo el mundo. Un gesto lejano es la despedida con Eugenia, quien se está morreando con su amigo Pablo.

El hotel está muy cerca y llegamos andando en dos minutos (detrás de nosotros tres vienen Evelin, Eduardo y Benito). En el ascensor me besa María José metiéndome la lengua hasta las amígdalas y pasa su mano por mi paquete, valorándolo y tocando con firmeza, mientras yo acaricio los dos culos que tengo a mano. Le tengo muchas ganas al culazo de Eva. Estoy excitado, mucho.

Que bueno es poder ver a dos mujeres desnudas dispuestas a tener sexo contigo. Eva, tan maciza y llamativa con sus tetas espléndidas y un culo de infarto y María José, con su pelo teñido de rojo oscuro, corto y muy rizado, alta, muy delgada, con tetas casi planas, muy duras, musculadas, con areolas y pezones pequeños, un sexo peludo arreglado en forma de perfecto triángulo, también teñido del color del pelo, y un buen culo no muy grande, alto y prieto sujeto en piernas largas y estilizadas. Que contraste más excitante entre dos mujeres, completamente distintas, pero ambas deseables y con ganas de follar, que es lo que ahora mismo me importa.

La iniciativa la lleva María José, que se pone a comerle la boca a Eva de manera golosa, viciosa, mientras yo abrazo a las dos mujeres, beso sus lóbulos, orejas, cuellos y nucas y restriego mi ya crecido rabo por el culo de ambas, distintos y deseables. Las dos me besan la boca, primero una y luego la otra, hasta que coinciden y nos damos unos cuantos guarros besos los tres  a la vez con las lenguas sin parar, lo que nos provoca llenarnos la cara de saliva y unas fuertes risas.

María José se lanza a por mi boca, me da un muerdo largo, chupón, baboso, y tras sonreír, se pone en cuclillas para mamarme la polla con ganas, con vicio, metiéndosela muy dentro, durante muchos segundos cada vez. Mientras, acaricio y chupo las tetas maravillosas de Eva durante varios minutos sin dejar de tocar y amasar el culo que hoy tanto me atrae (¿me vas a dar tu culo?, me muero de ganas de follarlo). No quiero esperar más y la saco de la boca de María José, doy un suave azotito en las nalgas de Eva y sin decir nada, sólo sonríe, se arrodilla en el borde de la cama ofreciéndome su duro, grande y redondeado trasero: si me enculas bien te enseño un truco que te va a gustar. No me cuesta demasiado trabajo meter el capullo impregnado de un suave gel lubricante que la otra mujer ha sacado de su bolso y me ha extendido con sus manos hasta recubrir todo el rabo y cuando tengo dentro algo más de la mitad de la polla, empiezo a sentir que me la empuja hacia afuera casi por completo y luego la absorbe de nuevo hacia adentro. Adelante y atrás, suavemente, sin esfuerzo por mi parte y sintiendo sobre el rabo la presión del culo. El juego es muy excitante, sin necesidad de moverme le estoy follando (debería decir que ella me está follando a mí) ese soberbio culazo. Cuando he recibido más de una docena de empujones atrás-adelante ya no puedo aguantar más, me corro dando un largo y sonoro grito mientras suelto mis lechazos muy dentro. Cuando saco el rabo caigo a plomo sobre la cama, en donde también se pone Eva boca arriba, de manera que María José le masturba delicadamente con sus dedos y lengua durante varios minutos consiguiendo que tenga un tranquilo relajante orgasmo.

Ahora me toca a mí, me habéis puesto muy cachonda y necesito correrme. La noche ha sido larga, mucho, y las dos mujeres me han exprimido hasta dejarme seco y sin fuerzas (aunque María José ha estado mucho más pendiente de hacérselo con Eva y obtener placer de ella que de meter conmigo) y como ya no soy un chaval, media pastilla de Viagra en dos tomas ha hecho maravillas durante el maratón sexual. He terminado echando un polvazo con Eva gracias a la estimulación oral que María José nos ha dado a los dos (es una verdadera artista con la lengua) hasta que, con la polla ya bien tiesa y dura, me pongo sobre la mujer y me lanzo a por sus tiesos pezones. ¡Qué manjar!. Se queja varias veces porque aprieto más de la cuenta con los dientes y además le sujeto con mucha fuerza de los cachetes del culo, como si le estuviera dando un gran pellizco. Paso la mano por el coño para cerciorarme que está bien mojada, y empujando con fuerza (qué dura la tienes) le meto la polla. Que bueno es entrar y salir de este coño caliente y mojado, que se agarra a mi rabo como si fuera una suave mano cada vez que estoy dentro. Es un polvazo de puta madre. Eva se ha abrazado a mí con fuerza sujetándose de mis hombros y a cada uno de los empujones mueve el culo y las caderas igual que yo, respira con fuerza, jadea y da grititos incontrolados, que van subiendo de nivel hasta que se corre con un gemido fuerte y largo. Yo sigo con la rápida follada durante varios minutos más, hasta que eyaculo todo el semen que me queda, que debe ser poco, con fuerza y verdaderas ganas de gozar. Ya no puedo más, tengo que dormir y caigo en la cama como un tronco.

Ha llamado Eduardo, marido de María José, a eso de las diez y media de la mañana y nos levantamos con huellas de la batalla nocturna. Tras ducharnos, Eva decide quedarse con su socia Evelin para ver como va el primer día de apertura de la tienda y yo marcho hacia Madrid llevándome en el coche al matrimonio. ¿Habéis tenido buena noche?, tenéis cara de haber dormido muy poco. Yo casi no he pegado ojo, Evelin y su marido iban bien calientes y les gusta hacer de todo. Me voy a pegar una siesta de las buenas. Por cierto, ya quedaremos contigo y Eva, ¿no?, hacéis una pareja muy excitante y seguro que nos lo montamos bien los cuatro a la vez.

Yo alucino en colores. En muchos años de trato no pude tener noticia o sospecha de que Eduardo y María José no fueran un matrimonio tradicional en sus gustos sexuales. Se lo planteo a ambos y es la mujer quien contesta: bueno, todos cambiamos y evolucionamos nuestros gustos con el paso del tiempo y en nuestro caso fue algo que los dos llevamos a la par. Primero tuvimos varios tríos con otra mujer o con otro hombre (Eugenia, tu ex, es muy aficionada como bien sabrás) y alguna sesión de sexo en grupo, y Eduardo le cogió afición a hacérselo con un hombre de vez en cuando y a mí cada vez me gustan más las mujeres, aunque mejor acompañadas por una polla. Por suerte dentro de nuestro círculo de amigos hemos encontrado partenaires con los que hemos congeniado sin problema alguno y han evolucionado junto con nosotros, por lo que no hemos tenido que embarcarnos en ninguna aventura dudosa por ahí. Llámalo algo así como una cierta revolución sexual a los cuarenta y pocos años. De ti ya sabíamos por Eugenia que siempre has sido muy marchoso y abierto en tus relaciones. Nos alegra que estés de vuelta, no sólo por el sexo, claro.

Berta me telefonea el miércoles a media tarde: ¿nos vemos un rato?; aún no tengo ganas de irme para el pueblo. Quedamos cerca de su trabajo en la cafetería de un hotel muy tranquilo a pesar de su céntrica situación. Como siempre, la entrada de Berta en el local provoca miradas y gestos de aprobación por parte de los hombres que allí estamos.

Un beso en los labios (hola, ¿llevas mucho esperando?, vámonos a una mesa) y mientras el camarero nos trae dos copas puedo fijarme con detalle en lo sexy que viene vestida esta atractiva mujer: camisa azul pálido abierta un par de botones, por lo que tengo una buena perspectiva de sus tetas y veo parte de un sujetador gris de encaje que da la impresión de tener mucha dificultad en contener esos senos fabulosos. Una ajustada falda azul oscura más bien corta complementa el atuendo. Ahora que me has echado una buena mirada, ¿que te parece lo que ves?. A lo mejor tienes ganas de disfrutarlo; ¿habrá habitación para nosotros en el hotel?.

Una habitación doble con cama de matrimonio (con un gran espejo de pared que refleja casi toda la habitación y, desde luego, la cama entera) es nuestro rápido destino. Debería estar enfadada contigo, ni me has llamado desde el sábado y me he tenido que enterar por Eva que pasasteis con María José toda la noche.

No seas mentirosa, quedaste tu en llamar y en la fiesta ya sabías que María José estaba intentando montárselo con Eva y conmigo.

Es que me parece que no te llamo la atención, que no te fijas en mí, sólo en otras y no lo aguanto. Este juego me suena, ya lo hemos jugado otras veces, pero no me importa porque lo que quiero es follar con ella, y si tengo que regalarle el oído, pues se hace y ya está.

Por favor, Berta, eres la mujer más deseada por mí y la tía más buena que he visto en muchos años. Mira como estoy, me pones a mil. No miento, según termino de desnudarme se ve que tengo la polla tiesa y dura como en las grandes ocasiones.

El conjunto de tanga y sujetador semitransparentes de color gris que lleva puesto Berta es verdaderamente excitante (me lo ha regalado Evelin, es colombiano), apenas tapa nada y deja verlo todo, pero me acerco rápidamente por detrás y se lo quito, prácticamente le arranco las dos prendas. Beso su boca como un poseso y me agarro a las tetas con fuerza, como si se fueran a escapar, bajo mi cabeza para mamarle los pezones apretando con los labios y los dientes y aprovecho para cerciorarme de que su sexo está mojado y ya preparado. Le doy la vuelta para que apoye brazos y manos en la cama, empujo su cabeza hacia abajo para que también la ponga sobre la cama, me sujeto a la cintura con las dos manos y de un único golpe meto la polla en ese caliente empapado coño. Ni hablar le dejo, comienzo un metisaca tranquilo y profundo durante bastantes minutos en los que Berta no deja de lanzar grititos cada vez que llego muy dentro, después la saco y ayudándome con la mano derecha refriego el capullo por todo el empapado coño, arriba y abajo, hasta que me echo un poco hacia atrás, suelto un par de fuertes sonoros azotes en las duras nalgas, empujo con las manos los carrillos del culo hacia derecha e izquierda, me agarro a ellos con mucha fuerza y apoyo el mojado cabezón de mi polla en la  amarronada entrada del ano (Miguel, no, que a mí me duele; no, ahí no). Las palabras de la mujer me excitan todavía más y son el comienzo de mi constante empujar hacia adentro. Me cuesta algún trabajo, pero consigo meter el capullo (ay, ay, con cuidado) e inmediatamente, después de escupir varias veces sobre mi tranca, sin ninguna prisa y sintiendo como el culo me aprieta, introduzco entera la polla. Que sensación más estupenda.

Berta no se ha perdido ningún detalle mirando todo el tiempo al espejo y aunque ha hecho intención de quejarse, empieza a moverse suavemente, despacio, de manera que mi rabo va entrando y saliendo cada vez un poco más (más saliva por favor). Estoy muy excitado, así que me sujeto de nuevo con fuerza a la cintura y empujo con un ritmo ya mucho más rápido (despacito, despacito) al mismo tiempo con la mano derecha acaricio el clítoris de la mujer (sí, corazón, sí). Le estoy dando por el culo con todas las ganas del mundo cuando Berta se para, queda en silencio  y durante unos segundos parece una estatua con una mueca de ansiedad en el rostro. Tiene una corrida tremenda, con sollozos, gemidos y gritos (sácala, sácala) que termina cuando se desploma sobre la cama.

Yo sigo con la polla que parece una barra de hierro, me la meneo suavemente para que no baje mi excitación y como Berta no parece decidida a actuar, le doy la vuelta para que quede boca arriba y me arrodillo con una pierna a cada lado de su cuerpo, de manera que estoy a la altura de sus tetas en el momento que comienzo a hacerme una paja de las de verdadera necesidad. En un par de minutos estoy listo para correrme, doy un par de suaves golpes en las mejillas de la todavía medio adormilada mujer para que abra la boca y eyaculo como si fuera una central lechera, con lo que media docena de largos y densos chorros de semen pringan pelo, cara y senos. Joder que gusto, que orgasmo más bueno. Acerco la polla a la boca de Berta para que me la limpie con la lengua, lo que hace muy suavemente dándome una docena de largas lamidas.

Joder Miguel, me has roto el culo y cuanto más me quejaba más fuerte empujabas. Eres un sádico. ¡Qué manera de soltar leche!.

La próxima vez traeremos lubricante sexual, porque tienes un culo cojonudo. Qué corrida más buena.

Los tíos según cumplís años os vais pareciendo todos a la hora de meterla en caliente y obtener placer. A mi marido lo que le pide el cuerpo, las poquísimas veces que me pide sexo, es excitarse dándome unos buenos azotes en el culo y después que le haga una mamada mientras me llama de todo. Se corre como un salvaje dentro de mi boca diciéndome lo puta que soy con multitud de sinónimos.

Bueno, ya probaremos eso. No te quejes porque tu también te has corrido a gusto y te olvidas de que le has preguntado a Eva por lo que hicimos la otra noche, ¿o no?. Siempre has sabido por Eugenia que el sexo anal me encanta, ¿iba a dejar pasar sin hacerme un culo tan bueno como el tuyo?.

No ha habido tiempo para más, Berta tiene que ir hasta el pueblo serrano en donde vive y yo intento hablar con Eva cuando llego a casa, con la intención de que nos veamos, pero está en una reunión con la empresa que les lleva la contabilidad de las tiendas y la cosa va para largo. Nos despedimos hasta el fin de semana.

He cenado un poco y tengo puesta la televisión con una antigua película de vaqueros y pistoleros cuando suena el teléfono y me llevo una inesperada sorpresa: ¿Miguel?, soy Eugenia, ¿molesto?.

No, por supuesto que no, buenas noches.

Es que he estado pensando acerca de lo de vender el apartamento de Mojácar y creo que no debemos hacerlo. ¿Quedamos mañana por la tarde para hablar sobre ello?.

Hemos quedado en un bar de copas también cercano a mi casa pero distinto al que voy con Eva; en ese ya nos conocen y no quiero comentarios de ningún tipo.

Hola, tu llamada fue una sorpresa. Dos besos, una sonrisa y nos sentamos al fondo del local con un gintonic cada uno. Como siempre, Eugenia viste de sport, sencilla pero elegante. Está muy guapa.

Cuéntame,¿que idea tienes sobre el apartamento de la playa?.

Aunque en el acuerdo de divorcio quedamos en venderlo, la verdad es que no me parece necesario si nos ponemos de acuerdo en el uso y disfrute del mismo por parte de ambos; además que en estos momentos de crisis nos van a pagar muy mal por un apartamento que está ubicado en un sitio perfecto: bonito, tranquilo, con todo tipo de servicios en los alrededores y sin masificación posible de construcciones y personas. Creo que debemos quedarnos con él.

Yo hace muchos años que no voy, pero la verdad es que siempre me pareció una buena compra, tiene pocos gastos de mantenimiento y recuerdo con mucho cariño los buenos momentos que pasamos juntos allí, y con añoranza nuestras historietas sexuales, no te creas.

Anda, anda, que te lo estás montando de puta madre con las dos hermanas tetonas. Nuestra amiga Berta no se puede estar callada y todo me lo cuenta. Te estás dando unos homenajes de cuidado con esas dos lobas salidas. Bueno, no creo que te estés planteando algún tipo de relación sentimental con Eva, supongo, aunque igual estoy hablando en exceso.

No. Somos realistas ambos y tenemos muy claro que lo único que tenemos en común es el sexo, mientras dure.

La charla continúa agradable y con buen rollo por parte de ambos y los gintonics nos dan ese puntito de alegría y relax que nos permite comportarnos de manera civilizada, cosa que en los últimos años muy pocas ocasiones hemos conseguido.

¿Y tu que tal estás?, ¿cómo te va?.

Bien, supongo. El trabajo en la Facultad me sigue interesando a pesar del recorte de medios económicos que hemos sufrido y que es difícil encontrar estudiantes con verdadero interés por los estudios de bioquímica, sólo se preocupan de cuestiones de dinero en laboratorios de la empresa privada. De otros asuntos, mejor no hablar.

Oye, Miguel, realmente tu y yo ¿por qué nos separamos?. Le he dado vueltas últimamente, desde que volviste a Madrid, y no logro encontrar una razón determinante que nos llevara al divorcio, salvo el encabronamiento y la tozudez de las que ambos hicimos gala. Me han preguntado las amigas más de una vez y no he sabido dar respuesta cierta y clara. Sí, muchas cosas distintas como que a ti siempre te han vuelto loco las mujeres, aunque reconozco que te han buscado a ti más que tu a ellas, pero no logro determinar ni la razón ni el momento en que se produjo la definitiva ruptura.

Miro a Eugenia, sonrío, acerco mi rostro al suyo y nos besamos suavemente en los labios. Yo también me lo he preguntado y aunque cuando me fui a Bruselas ya no estábamos en nuestro mejor momento, la separación influyó mucho en no se muy bien qué asuntos, pero hubo un momento en el que los dos sólo veíamos como solución el divorcio. Y eso hicimos, por suerte sin intentar hacernos daño o no demasiado, al menos.

Un largo rato de silencio, alguna leve sonrisa compartida, una caricia al cogernos de las manos, otro suave beso, alguna mirada a los ojos con expresión de vamos a follar que es lo que necesitamos ahora, terminamos las copas y cogidos de la mano nos vamos a mi casa. Ni siquiera hablamos, simplemente nos desnudamos en silencio con la naturalidad y normalidad que dan tantos años de confianza y tras otro beso, este mucho más pasional, me detengo durante muchos segundos a mirar a Eugenia: cabellera aleonada un poco por debajo de los hombros, de color muy rubio, enmarcando un rostro de agradables rasgos en donde destacan unos impactantes ojos de color gris azulado o verdoso, según la época del año, y unos sugerentes labios rojos. Su piel tiene un bonito color tostado (se preocupa de tomar el sol durante todo el año) y sus pechos son altos, duros, no muy grandes, como si fueran una ancha copa de champán que termina en punta, con pezones del tamaño de una avellana situados en el centro de una areola redonda de color rojizo oscuro. Su vientre abombado se continúa en un pubis en donde el abundante rizado vello rubio no oculta unos anchos labios vaginales enmarcados por muslos fuertes y largos que coronan unas esbeltas preciosas piernas. La recta espalda serpentea al final para acabar en un culo redondo, alto, duro, espectacular, tremendamente excitante. ¡Joder cómo me gusta!; es una delgada engañosa, guapa, de gran sensualidad y, para mí, la mujer más deseable. Y ella lo sabe, desde luego.

Lo primero que hace Eugenia es coger mi polla con fuerza (piensen lo que piensen las hermanas tetonas este rabo es mío y de nadie más) y acariciarla mientras yo toco y beso sus bonitas tetas. Dicen que follar es como montar en bicicleta, nunca se olvida, y es más cierto todavía con alguien a quien conoces bien y por quien sientes, además de deseo, cariño.

Estamos tumbados en la cama y Eugenia se ha doblado hacia abajo porque me está mamando el rabo como en nuestros mejores momentos (qué bien me comes la polla, corazón); su lengua es como una traviesa serpiente que se ensancha y engorda o se hace fina y larga según dónde esté lamiendo de manera tal que consigue que mi polla esté pendiente de las fabulosas chupadas que estoy recibiendo. El rabo lo tengo tieso, duro y rojo como nunca (vamos mi niña, ven túmbate) y tengo unas tremendas ganas de metérsela, lo que hago tal y como siempre le ha gustado: de un solo golpe, con fuerza, notando sus ganas y su mojada excitación. Cuando unos minutos después ya estoy empujando con un rápido ritmo adelante y atrás buscando mi placer, noto como Eugenia se corre durante bastantes segundos, quedándose quieta y lloriqueando en voz muy baja mientras siento las contracciones de su vagina, hasta que un corto y fuerte grito pone fin a su orgasmo. No aguanto más, suelto media docena de chorros de densa y blanca lefa que la mujer recibe dando unos suaves gemidos de satisfacción y relax. ¡Qué gozada!.

Un beso suave de reconocimiento entre dos personas que se conocen perfectamente y quedamos dormidos durante un buen rato.

Ya llevo un año en Madrid y mi vida sentimental no ha cambiado demasiado, sigo teniendo sexo con Berta y Eva (ya de manera más tranquila y espaciada en el tiempo) y Eugenia queda conmigo  dos o tres veces al mes o pasamos algún fin de semana en la playa como hacíamos antiguamente, por lo que me he comprado un potente coche. Con todas ellas he tenido algún que otro numerito (tríos, sexo en grupo) en los que María José y Eduardo han sido protagonistas y sigo visitando el club cuando alguna me lo solicita. No me puedo quejar, aunque quiero plantearme de nuevo una relación seria y constante con Eugenia. Ya lo hemos hablado y los dos tenemos ganas, así que sólo falta decidirse y respetar unos pequeños límites que nos hemos impuesto.

Como dice Luis, volver a casa tiene premio, y me encanta.

  

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