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Una familia como tiene que ser

en Confesiones

Una familia como tiene que ser

Casarse con Patricia conlleva entrar a formar parte de su familia, en la que sólo hay mujeres

No voy a mentir. La idea de formar familia con Patricia no me produce demasiada alegría. Sí, es una mujer maja, buena persona, simpática, guapetona, caliente, folladora cojonuda, pero de ahí a un matrimonio o a ser pareja más o menos definitiva, no sé, de momento no me hace gracia especialmente. Bueno, ya tengo treinta y cinco años, no vivo mal, soy funcionario del ayuntamiento de la ciudad levantina en donde vivo, no tengo familia —mis padres murieron antes de mis treinta años en un accidente de automóvil— y el sexo se me da bien, follo a menudo con tres compañeras de trabajo que no son sólo follamigas sin más, tenemos un buen nivel de amistad. Voy tirando bastante bien.

Patricia es compañera mía, trabaja en la unidad Informática y yo de cara al público en la Hacienda municipal. Nos conocemos hace unos siete años, desde una fiesta de jubilación de una compañera en la que ambos nos pasamos de copas, me ofrecí a llevarle a casa en mi coche y aparcamos en una zona oscura para follar. Me hizo la mejor mamada que nunca me habían hecho. Desde entonces quedamos dos o tres veces por semana, solos o con otras amistades, tenemos gran confianza, somos buenos amigos —se portó maravillosamente tras el fallecimiento de mis padres— pero ni ella ni yo nos consideramos novios o algo así, por lo que me extrañó la propuesta que me hizo días atrás estando aparcados cerca del portal de su casa:

Mira Martín, yo tengo treinta y tres años y ya va siendo hora de tener un hijo. Tú y yo nos gustamos, juntos lo pasamos bien y el sexo es bueno entre nosotros, me parece que podíamos ser pareja, casarnos incluso

No sé qué decir, me pilla tan de sorpresa que no contesto —debo tener los ojos como platos y la boca abierta cazando moscas— y sigo escuchando.

A ti te gustan mucho las mujeres y eso no lo vas a perder nunca. Si nos casamos podrás seguir follando con quien quieras, llevarlas a casa, por qué no, no te voy a pedir exclusividad porque sería algo absurdo, pero quiero que seas padre de mi hijo o hija, quiero quedarme embarazada. Me gustaría que formáramos una familia, piénsalo, por favor, y después de volver de Cartagena lo hablamos

Me besa en los labios, cuatro, cinco piquitos seguidos, como siempre hace, antes de darme un muerdo largo, baboso, guarro, con su lengua como gran protagonista, recorriendo el total de mi boca, al mismo tiempo que coge mis manos, las lleva hacia su culo para que lo acaricie, para que lo haga también en sus muslos, mientras sus manos no están quietas y enseguida llegan a mi paquete, apretando y acariciando por encima del pantalón.

Me encanta tu pene, que reaccione tan rápido, que esté tan tieso y duro, eso es que te gusto mucho

Otro muerdo sin dejar de apretarme la polla y después empieza a desnudarme. Besa y lame cada parte de mi cuerpo que va quedando sin ropa, se detiene en el pecho —le gusta besar y mamar mis pezones, además de enredar las manos en el vello— durante unos segundos y pide ayuda para quitarse la ropa.

Está buena Patricia —Paty le llamamos todos— y es una mujer atractiva. De mediana estatura, morena de piel, lleva media melena hasta los hombros con cabello ondulado muy negro, brillante, denso, tapando sus pequeñas orejas; varía de peinado a menudo y en ocasiones también se tiñe en tonos castaños, rojizos y hasta en dorado oscuro. Sus bonitos grandes ojos negros, muy expresivos, y la boca recta de labios gordezuelos siempre húmedos, son llamativos, sugerentes. Es delgada pero fuerte, curvilínea, de espalda sinuosa, con bonitos elegantes hombros que dan paso a unas tetas altas, separadas, de buen tamaño aunque no especialmente grandes, no me caben en las manos, duras pero flexibles, acogedoras para mi boca, picudas, con areolas circulares pequeñas, oscuras, al igual que los gruesos y largos pezones, que me vuelven loco cuando me los como.

No le sobran quilos, su estómago es ligeramente abombado con un bonito gran ombligo, continuándose en un pubis peludo, con una mata negra, densa, rizada, que arregla y suele teñir del mismo color del cabello cuando cambia de color de tinte. Los labios vaginales merecen comentario especial: son gruesos, anchos, abultados, oscuros, brillantes —se moja mucho y con gran facilidad— muy sensibles a las caricias, parecen amoldarse a la polla como si fueran de suave látex. No es muy aficionada Paty a que le practique sexo oral —alguna vez me ha dicho que está convencida que los que nos gusta comer coño somos maricones que, o no lo sabemos todavía o no hemos salido del armario— pero cuando se lo hago, tiene unas corridas rápidas, muy sentidas, con orgasmos tremendos en cuanto me centro un corto rato de tiempo en su clítoris.

El culo de Paty es fabuloso. Alto, fuerte, duro, redondo, sin marcas ni imperfecciones, ella dice, quizás por coquetería, que es demasiado grande, a mí me parece perfecto. Su estrecha raja marrón esconde un ano arrugado, pequeño, oscuro, que se abre como una flor en cuanto lo acaricias con los dedos o la lengua —eso sí que le gusta y excita— siendo habitual que tengamos sexo anal cómodo, sencillo, fácil, placentero para ambos. Se moja tanto su sexo que los oleosos densos jugos vaginales sirven de lubricante de la polla y rara vez utilizamos aceites o vaselina. Tengo unas corridas cojonudas dentro de su culo y Paty, cuando goza, lo hace con facilidad por todas las vías posibles.

Muslos fuertes, estilizados al igual que las bonitas piernas. Es elegante vistiendo, casi siempre de sport, aficionada a la ropa interior erótica, siempre va sexy. Merece el calificativo de maciza, de sexo que camina, hace volverse a muchos hombres a su paso y tiene a menudo varios amantes a la vez. Yo le conozco al menos uno más últimamente, uno de sus antiguos jefes, aunque no le suele gustar hablar del asunto conmigo.

Se nota que tiene muchas ganas de darme gusto, se ha centrado en mamar mi polla, en menear suavemente, sin pausa, el tronco, en acariciar y lamer mis huevos, en acercar sus dedos y la punta de la lengua a mi culo, en hacerme todo aquello que sabe me gusta de manera especial.

¿Te acabo con la boca o prefieres otra cosa?

No contesto. Con la mano derecha sobre su cabeza empujo hacia abajo para que me termine con una de sus mamadas, que son comidas de polla prodigiosas. Es la mejor comepollas que he conocido, y lo de su lengua…

Patricia tiene el don de excitar con la lengua mejor que ninguna otra mujer que yo haya conocido. Su lengua es larga, ancha, flexible, como casi todas, supongo, pero sabe utilizarla como ninguna otra, sabe afilarla, encogerla, ensancharla, lamer, puntear, envolver, ensalivar, en cualquier parte de mi cuerpo. Cuando su puntita acaricia mis testículos o entra en mi ano o pasea por el perineo o el glande de mi polla, me dan ganas de gritar de excitación, de ansiedad sexual, de ganas de que continúe, al mismo tiempo que necesito que me termine. Es cojonudo. Es una artista.

Me queda muy poco, Paty lleva varios minutos mamando mi capullo al mismo tiempo que con una de sus manos menea la polla en un movimiento arriba-abajo, de tornillo, rápido, fuerte, preciso, como si guiara el semen y le ayudara a salir, y con la otra mano aprieta con mayor o menor suavidad los huevos, acercándose cada pocos segundos a la boca del ano, apenas entrando, simulando el movimiento muchas veces hasta que penetra metiendo el dedo índice entero, sacándolo, volviendo a meterlo. Me corro, grito de placer sintiendo profundamente mi orgasmo, eyaculando en la boca de Patricia media docena de chorros de denso semen blanco, observando cómo me mira a los ojos con expresión no sé si risueña o de chica traviesa, enseñándome cómo lo mantiene en la boca, cómo se lo traga, limpiando después con la punta de la lengua, suavemente, recogiendo hasta la última gota de leche de hombre, para acabar besándome en la boca profundamente, de manera que pueda sentir el sabor de mi semen y compartir con ella lo que aún le quede en la boca. Joder, qué corrida, qué gusto, qué bueno.

Tienes mucho semen, denso, muy blanco. Seguro que me vas a preñar a la primera

No hago caso, sólo me doy cuenta que al igual que en algunas otras ocasiones ella no se ha corrido. Nunca sé si es que obtiene su placer al ver cómo da gusto a sus amantes o es que no necesita tener orgasmos cada vez que tiene sexo. Se lo pregunto de vez en cuando, suele rechazar mi ofrecimiento de darle gusto como ella quiera y me dice que habitualmente antes de dormir se masturba en casa, ella sola, a veces con la ayuda de un consolador. Le gusta y le da satisfacción.

Patricia vive con su madre viuda, Josefina, y su hermana gemela Cecilia. No he tratado demasiado con ellas, son personas educadas, amables, y para este próximo fin de semana me han invitado a pasarlo —aprovechando que lunes y martes son fiesta— en una casa que tienen en Cartagena. El viernes a las cuatro de la tarde se presentan a recogerme en un cochazo Jaguar precioso, me dicen que conduzca yo que ellas tienen poca práctica en carretera y salimos en dirección a la ciudad cantonal murciana, tenemos por delante algo menos de hora y media de viaje si el tráfico es normal, bueno, conduciendo esta maravilla de coche igual da. ¡Qué lujazo!

Me llevo una sorpresa dado que la casa de Cartagena es un gran chalet de dos plantas situado en una tranquila zona residencial bastante céntrica, de ambiente burgués y vecinos evidentemente adinerados. La casa de al lado es de la hermana mayor de Josefina, también viuda, quien vive todo el año en Cartagena y se ocupa de cuidar ambas edificaciones y el precioso amplio jardín con piscina que comparten.

El otoño es bastante caluroso, por lo que no está de más tomar el sol en la piscina a pesar de estar ya a media tarde. Lo que no sé si está de más o de menos es ver a las tres mujeres en topless con una mínima braguita de bañador. Me he puesto cachondo, lo han tenido que notar, pero disimulan con total naturalidad, me ofrecen una copa y algunos aperitivos a modo de merienda —hemos encargado para cenar un arroz murciano, acompañado de mojama y almendras, en un restaurante cercano— y yo sigo la conversación como puedo, tapándome la erección con una toalla, mientras no pierdo detalle de los cuerpos de las mujeres que me rodean. Paty tiene una cara de cachondeo que no es normal, me mira como si nada pasara y no pierde detalle de mí calentón.

Josefina es una mujer de cincuenta y seis años que se conserva bastante bien. Algo más baja que sus hijas, lleva el cabello corto, peinado con flequillo, teñido de castaño con suaves mechas rubias. Me parece guapetona —Patricia y ella se parecen mucho en los rasgos del rostro y el color moreno de pelo y piel— pero tiene un cuerpo mucho más rotundo que su hija, con tetas muy grandes ya caídas hacia los lados, algo sobaqueras, con pezones oscuros y grandes, dentro de areolas como galletas maría, un poco de estómago y un culazo de una vez, grande, en forma de pera, todavía alto y duro, que desborda dentro de una braguita azul muy pequeña para su tamaño. Parece que lleva arreglado o rasurado el vello púbico, porque ni se ve ni se nota y el tanga se puede decir que no oculta nada. Tiene piernas fuertes y anchas que no están nada mal. Su voz suave es del tono afectado propio de esas mujeres que hablan pero parece que al mismo tiempo te la están chupando, demasiado amanerado para mí gusto.

Cecilia es la hermana gemela de Patricia — me dicen que es la menor porque nació la primera— pero no se parecen demasiado. Es guapa, lleva el pelo muy corto, teñido de un rubio ceniza que le queda muy bien, sus ojos son de color caramelo, con la boca pequeña y redondeada, su cuerpo es más estilizado que el de su hermana y más o menos de la misma estatura. Tetas más bien pequeñas, bonitas, altas, duras, como si fueran dos gruesos limones puestos de punta, con pezones largos, de un suave color tostado, sin areola visible, de ese tipo que a veces llamamos pitones que caen hacia arriba. Su piel es menos morena que las de su madre y hermana, es delgada, con un culo más bien pequeño, alto, muy redondo, duro, bonito, perfecto para lucir pantalones ajustados, al igual que las piernas altas, finamente torneadas. Tampoco se le nota el posible vello púbico a pesar de llevar una braga tanga que no puede ocultar nada. Es muy callada, apenas interviene en la conversación, siempre parece estar observando de manera atenta.

Para los aficionados a las anécdotas diré que las tres mujeres comparten una peculiaridad física: su blanca dentadura tiene como característica que los dientes superiores delanteros —los que solemos llamar paletas— están ligeramente separados. Son muchos los hombres que piensan que las mujeres con esa particularidad son las más calientes, siempre dispuestas para satisfacer a un hombre, las mejores folladoras, por eso lo cuento aquí.

No aguanto la erección que tengo, empiezan a protestar mis huevos y el bajo vientre, así que me levanto dando a entender que debo ir al aseo, pero apenas puedo empezar a caminar porque Josefina me coge con firmeza del brazo, sigue contándome algo sobre esta casa y me acompaña hasta un amplio cuarto de baño en la planta baja, entrando conmigo, mirándome a los ojos y diciendo con su suave voz:

Ya me ha dicho Patricia que estáis pensando en ser pareja o en casaros. Me parece muy bien, pero debes saber que en esta familia las mujeres estamos muy unidas, no tenemos secretos entre nosotras y compartimos muchas cosas. No puedo permitir que ahora mismo lo estés pasando mal, excitado, cachondo, porque a nosotras nos guste exhibirnos, lucir el cuerpo tomando el sol

Todavía no he abierto la boca y me quedo a medio camino porque Fina —así le llaman sus hijas— ha metido su mano por la cinturilla del bañador y me saca la polla, para rápidamente terminar quitándome el slip de baño.

Ya sé yo que Paty tiene buen gusto y buen ojo para los hombres. Martín, tienes un pene al que hay que llamarle pollón, y qué testículos más grandes y pesados

Me está manoseando a gran velocidad, con destreza, tocándome los huevos con una mano y la polla con la otra. Le ha dado tiempo a quitarse la braguita —es cierto que está rasurada— a meterme el rostro entre sus tetazas y a llevar mis manos hasta su gran culo, sin dejar de hablar de manera en exceso cursi. Ha dejado abierta la puerta del cuarto de baño y veo a Paty a través del espejo, observando sonriente, mirándome a los ojos y haciendo un gesto alegre, como para que siga adelante.

De perdidos al río o algo así, me estoy dando un banquete con las tetazas de Josefina, joder, sí que son grandes, carnosas, todavía duras, excitantes, con los grandes pezones que se le ponen duros y tiesos como para cortar cristales. Joder, me estoy poniendo palote, palote.

Cómo quieres darte gusto, Martín, tú eliges

Por supuesto, el culo, ese culazo tremendo que, cuando la mujer se da la vuelta para apoyar los brazos en el lavabo, parece que me guiña un ojo de complicidad con el agujero del ano, redondo, grande, oscuro, rugoso.

¡Qué espectáculo! Fina está con la piernas rectas, muy abiertas, doblada por la cintura, las tetas colgando, el culo en pompa, diciéndome que espere un momento porque se va a dar lubricante. Durante unas décimas de segundo dudo de si preguntar o no por ponerme preservativo, pero paso del asunto. Allá voy, sujeto la polla con la mano derecha, llevo mi mano izquierda hasta la cintura para agarrarme, pongo el capullo a la altura del ano y empujo de manera constante, con fuerza, sin prisa. Entro como el cuchillo en la mantequilla, con facilidad, sin problema alguno, todo lo profundo que puedo llegar, e inmediatamente comienzo a follar adelante y atrás. Cuando esta cincuentona aprieta el culo parece que me va a romper la polla, aunque la sensación última es que la tengo envuelta entre blandos algodones que me la están acariciando, como si una fuerte mano enguantada en suave seda me hiciera el mejor de los pajotes. Ahhh, qué gusto, eyaculo dentro del culo como si fuera un géiser de semen, en un orgasmo largo y sentido.

Te dejo en este cuarto de baño para que te asees. Parece que te ha gustado, me alegro

Me dan ganas de darle las gracias o de preguntar si quiere esperar a que me recupere para poder darle gusto, pero se marcha sonriente tras recoger su braguita, no sin antes decirle a Patricia:

Atiende a tu novio, dentro de poco traerán la cena y el arroz hay que comerlo caliente

Entra Paty, me da un suave beso en los labios, abre la mampara de la ducha y según estoy bajo el agua se pone a hablar.

¿Te ha gustado?, Fina tiene un culo capaz de darle gusto a cualquier pene. Ha quedado muy contenta, seguro que ahora se está masturbando en su dormitorio

¿No te molesta que haya follado con tu madre?

No, por qué, me gusta que tengas placer y Fina es una mujer mayor, pero muy deseable

Entiendo poco del asunto, más bien nada, y antes de poder seguir la conversación —Paty me está secando con una gran toalla, sin cortarse en palpar y tocarme el paquete de manera sensual— oímos a Cecilia que nos llama porque acaban de traer la cena.

Es una bonita noche, calurosa, con cielo estrellado, perfecta para compartir en el jardín unas copas y un par de porros de los que me he traído mientras suena en un fabuloso reproductor digital una suave y agradable música ambiental años setenta-ochenta. La cena ha sido muy buena, con una charla insustancial pero divertida, para pasar un rato agradable, sin mención alguna ni recuerdo a la actuación de Josefina. Como si nada hubiera ocurrido.

Ya que vas a ser parte de la familia, Martín, creo que debes conocer nuestra situación también desde el punto de vista económico. Yo siempre he sido ama de casa y de mis hijas ya sabes que son funcionarias igual que tú, nos parece que es bueno trabajar y tener responsabilidades. Mi difunto esposo no era un gran trabajador precisamente, pero tuvo la suerte de heredar de su hermano mayor unos terrenos en un pueblo de Almería que parecía no valían nada, pero se los compraron a buen precio para construir un gran complejo turístico. Ese mismo año, en el sorteo navideño de lotería compró treinta y tres décimos del mismo número porque había soñado con él. Agraciado con el primer premio, falleció de un ataque al corazón cuando lo estábamos celebrando unos días después. No pudo disfrutarlo, pero su mujer y sus hijas, sí, y ahora tú también en cuanto formes parte de nuestra pequeña familia

Deben pensar que soy tonto porque no sé qué decir, simplemente sonrío, lo que quizás entiendan como aceptación por mi parte del discurso de Fina. Tengo que hablar con Patricia seriamente.

Ante mi sorpresa Cecilia se me acerca, me da un suave beso en los labios, acaricia por unos instantes mí mejilla y dice con gesto contrito:

Me parece muy bien el paso que ha dado mi hermana. Ya me gustaría a mí tenerte de novio para tener un hijo contigo. Sí, Paty, te tengo envidia, la verdad sea dicha

Pareces tonta, Ceci, Martín va a ser mi esposo y padre de mis hijos, pero no hay nada que le impida ser padre de los tuyos, ¿verdad mamá?

Como hemos hecho siempre, mis niñas, hemos compartido todo lo que tenemos y ahora también, Martín ya forma parte de nuestra familia y actuará como tal

Doy un trago a la copa que me estoy tomando mientras valoro la posibilidad de salir corriendo o de esconderme aunque sea dentro del vaso, pero Paty se me acerca, me da un beso, luego otro más largo y sensual, me levanta del sillón y coge mi mano para llevarme hacia el dormitorio.

Tenemos que hablar, qué le has dicho a tu familia que ya dan por hecho que nos vamos a casar

Pues la verdad, Martín, que vamos a ser pareja para tener un hijo y que lo razonable es que nos casemos. Ya ves lo que supone, vas a tener a tu disposición una vida regalada con tres mujeres atendiéndote en todo y sin limitaciones de ningún tipo. Te he elegido porque me gustas, eres guapo y listo. Estoy segura que no vas a rechazar lo que te he propuesto y las muchas ventajas que conlleva

Durante su monólogo me ha ido desnudando y ahora acaricia suavemente pero con firmeza mi polla mientras besa mis pezones. Estoy empalmao como un mulo, tal y como ella sabe ponerme, al mismo tiempo que en mi cabeza se enfrentan las prisas sexuales con las ganas de tomar una decisión sobre la situación con Paty y su familia. Cuando empiezo a devolverle los besos y las caricias, me parece —no quiero decir me temo porque no sé si me estoy tirando a la piscina sin mirar si hay agua— que está clara la decisión tomada por mí parte.

Me apetece hacerme el culo de esta guapa morena y compararlo con el de su madre, pero es ella quien rápidamente toma la iniciativa cogiendo mi polla y llevándola a la entrada de su coño. Entro de un solo golpe con la misma facilidad de siempre en ese caliente océano de oleosos jugos sexuales, suave, mullido, capaz de hacerme notar las paredes vaginales en todo el tronco del rabo.

Un metisaca tranquilo, profundo, constante, de muchos minutos, arrodillado en la cama con Paty boca arriba agarrada a mis muslos, moviéndose a mi ritmo, acariciando mis testículos, dejándose castigar un poquito los pezones tal y como a mí me gusta. Guau, qué gustazo, que polvo más de puta madre.

Poco a poco hemos ido aumentando la velocidad, Patricia detecta siempre que se acerca mi orgasmo sin necesidad de decirle nada y hoy no es una excepción.

Córrete dentro, lléname de semen

Allá voy, con todas las ganas del mundo, eyaculando como un géiser, gozando de verdad, con un orgasmo largo, sentido profundamente. ¡Qué bueno!

Ella se ha hecho una paja muy rápida mientras yo estoy acostado a su lado recuperándome, apenas está unos segundos tranquila tras su sonora corrida —termina con un fuerte y ronco grito— se coloca tumbada con las piernas en alto, rectas, los pies apoyados en la pared por encima del cabecero de la cama, moviendo suavemente el pubis, dando una especie de leves golpecitos hacia arriba. Según ella es la postura ideal para quedarse embarazada, para impedir que el semen salga de dentro de su vagina y llegue lo más dentro posible del útero hasta alcanzar las trompas de Falopio.

Margarita es la hermana mayor de Fina, tiene sesenta y tres años. Es una mujerona amable, simpática, agradable, sin hijos, por lo que trata a Paty y Ceci como si lo fueran, con gran cariño y confianza. Me pide un cigarrillo y se para a hablar conmigo cuando me acabo de levantar de la cama, momento en el que estoy solo en el jardín.

Me pareces el hombre idóneo para esta familia de hembras. Te he estado observando, eres tranquilo, de mente abierta, te gustan mucho las mujeres y sé que tienes buena polla. Además, eres muy guapo y está claro que no eres tonto, si sabes adaptarte aquí vas a vivir como un dios. Quédate con nosotras, me has gustado

Me da un beso en la frente, como si me estuviera santificando o dando su aprobación, sonríe, acaricia suavemente mí paquete poniendo una expresión traviesa en su rostro, y se marcha.

Cecilia se acerca tras la marcha de su tía, comparte conmigo el cigarrillo que estoy fumando, me sonríe y se pone a hablar.

Yo no soy posesiva ni celosa, bueno, ninguna lo somos de manera especial, pero quiero decirte que quiero tener al menos un hijo y aunque apenas nos conocemos, no se me ocurre nadie mejor que tú. Yo no soy muy ligona, me gusta el sexo, sí, pero puedo pasar sin ello, además que me cuesta trabajo entablar amistad o incluso una relación pasajera con los tíos, y no me veo dedicándome a un aquí te pillo aquí te mato hasta quedarme embarazada. Ven conmigo, mamá y mi hermana siguen durmiendo

En su dormitorio Ceci se quita la larga y ancha camiseta que usa a modo de camisón. Se luce ante mí para que vea su cuerpo durante varios segundos, lo suficiente como para ponerme cachondo. Empezar el día admirando a una mujer así es gratificante y verdaderamente excitante. Se acerca, acaricia mi rabo y me come la boca con ganas, con mucha saliva, guarramente, abrazándome con su otro brazo para que esté muy cerca de ella.

Los pezones de mujer son algo verdaderamente especial para mí. Tocarlos, besarlos, lamerlos, apretarlos y estirarlos un poquito, mamarlos, dar algún que otro mordisquito… me pone a mil por hora, es una de las mejores maneras que conozco de ponerme cachondo, con la polla tiesa y dura como el mango de una pala. Y Cecilia tiene unos pezones cojonudos, excitantes, fabulosos, al igual que sus bonitas pequeñas tetas.

Ven, vamos a follar

Se tumba de través sobre la ancha cama con las piernas muy abiertas esperando que me suba encima, lo que hago rápidamente. Compruebo con mi mano que está muy mojada, empapada, así que guío mi rabo hacia el brillante coño, apoyo el glande durante un par de segundos, sin empujar, y después entro con total facilidad, todo seguido, hasta el final.

La rubia Ceci respira metiendo ruido como una olla exprés, acompañándose de jadeos y grititos constantes que dan idea de su excitación y ansiedad sexual. Acompaña mi movimiento adelante-atrás empujando con las caderas, levantando el pubis buscando que mi polla le llegue muy dentro, hasta el momento que doy por terminados los preámbulos, caigo sobre su cuerpo, apoyo mis brazos sobre la cama y me agarro a sus hombros con las manos para estar bien sujeto y empezar a follármela deprisa, profundamente, sin descanso, aumentando el ritmo cada pocos envites. Tiene el coño apretadito, suave, acogedor, le estoy pegando una follada de puta madre, de manera que ya hace un ratito que ha aumentado el volumen de sus jadeos, el movimiento circular de su mano derecha sobre el clítoris y el abrazo de su brazo y mano izquierdos sobre mi espalda.

Sigue, sigue, no pares

Intento aumentar el ritmo y casi me sobresalta el alto grito que indica el orgasmo de Cecilia, largo, durante muchos segundos, manteniéndome abrazado con fuerza, sin dejar que me mueva, buscando mi corrida dentro de ella, lo que consigue en cuanto noto en la polla los pellizquitos provocados por sus espasmos vaginales. Ufff, vaya fiera, o es muy caliente o llevaba mucho tiempo sin follar.

Quedo adormilado intentando recuperar la respiración junto a una derrengada Ceci. Oigo a Fina y Paty hablar en el jardín, por lo que me pongo la camiseta, el bañador y salgo de la habitación a tiempo de desayunar. La cara de satisfacción de ambas mujeres dentro de un ambiente de tranquilidad y complicidad me da a entender que se han dado cuenta que he estado follando con Cecilia. Nada dicen, simplemente Patricia me da un beso de buenos días antes de preguntarme cuantas tostadas quiero.

Este largo fin de semana va a cambiar mi vida, y dado que estoy de acuerdo pienso celebrando follando como si el mundo se fuera a acabar. Se pueden ir preparando estas hembras.

Han pasado algo más de seis meses desde que sucedió lo que aquí escribo. Patricia luce su tripita embarazada de cuatro meses y medio, está muy guapa, con todas sus curvas más redondeadas si cabe, con las tetas más grandes y unos pezones increíbles. Seguimos teniendo sexo a menudo, aunque procura no tragar mi semen porque dice que le provoca acidez de estómago.

Hace tres semanas Cecilia nos ha dado la alegría de confirmar que también está preñada. Fue verdaderamente emotivo y organizamos una cena por todo lo alto para celebrarlo. Se le empiezan a notar cambios en su cuerpo, seguimos follando, de momento sin limitación alguna.

Lo de mi suegra —sólo uso este término en broma— sigue como comenzó. De vez en cuando me coge por su cuenta y me satisface tal y como más me apetezca en ese momento. Ella goza unas veces sí y otras no, igual que sus dos hijas, parece marca de la casa.

Alguna que otra vez he seguido follando con mis amigas del trabajo. Sin problemas ni malos rollos por parte de nadie, con pleno conocimiento de Patricia, quien incluso me ha visto hacerlo con una de ellas. Cojonudo.

Mi vida ha cambiado por completo, tengo una familia que va a crecer en poco tiempo, me he mudado a casa de mi suegra y Paty y yo nos casamos dentro de dos semanas en el ayuntamiento de Cartagena. Todas las mujeres de esta casa me aseguran que voy a tener dos hijas porque ambas van a ser niñas, sin duda alguna. Me estoy pensando seriamente en tomar la excedencia de mi trabajo para dedicarme a ser el hombre de la casa tal y como todas me han pedido. Por dinero no va a ser y me hace ilusión retirarme con menos de cuarenta años. He tenido mucha suerte, creo. 

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