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Pues sí que me importa a mí mucho

en Confesiones

Pues sí que me importa a mí mucho…

Pues sí que me importa a mí mucho que Silvia no quiera ahora nada conmigo. Si la muy puta quiere dárselas de virgencita porque se ha echado un novio al que le cuenta milongas haciéndose la estrecha y disimulando que es una perra salida que traga más que una boa con hambre atrasada, pues allá ella y el capullo que se lo quiera creer. Joder, si en los últimos cinco o seis años se la he metido a esa tía hasta por las orejas, y no sólo yo, que siempre ha tenido más rollos por ahí, que le gustan las pollas más que el dinero y sentirse deseada por un tío con una buena polla bien tiesa y dura, le vuelve loca, le pone perra a tope y no para hasta que ya no puede más. Y mira si aguanta, eh, que pocas tías he visto capaces de follar tanto y tan bien como ella.

Si todavía me acuerdo de los numeritos que montábamos los veranos en las playas nudistas de Mojácar —sus padres le dejaban la llave de un pequeño apartamento que allí tienen— en bolas los dos, medio ocultos entre las dunas, poniéndonos cachondos mientras nos miraban otras parejas y consiguiendo un buen grupo de mirones cuando terminábamos follando al final de la mañana. Hasta nos aplaudían al corrernos y muchos, tíos y tías, nos dejaban apuntados los números de sus teléfonos para montárnolo por la noche con ellos. La de tríos que nos hemos hecho, con hombres y mujeres, la de veces que hemos estado con otra pareja y en verdaderas orgías de sexo en grupo en donde esta piba era una de las protagonistas. Hasta nos han pagado un buen dinero por dejarnos grabar follando con un matrimonio de maduritos belgas que se encapricharon de Silvia y de mí polla. Menuda noche, la de veces que me pude correr. Lo publicaron después en un sitio porno de pago y el vídeo ha tenido mucho éxito durante meses, con mogollón de visitas. Y ahora va de novia enamorada de su maromo que no quiere nada conmigo. No te jode, si ya dice el dicho que las más putas son las que se vuelven monjas.

No va a aguantar mucho tiempo, la cabra tira al monte y esta no puede estar con sólo una polla, que lo sé muy bien. Aunque como va cumpliendo años y ya no es una pibita —veintiséis o veintisiete tacos cumple en marzo— igual se lo está montando con el pamplinas ese porque el pavo tiene pelas por un tubo. Va a ser eso, que ella siempre ha dicho que sin dinero la vida es muy jodida y no está dispuesta a vivir de un mal sueldo y ser pobre como somos casi todos los del barrio. Coño, hace dos años nos fuimos a Ibiza, y como nos desparramamos más de la cuenta la primera semana, nos pulimos casi toda las pasta que llevábamos, así que lo único que se le ocurrió para no tener que volvernos a Fuenlabrada fue ligar con tíos ya vejetes, de cuarenta años o así, y cobrarles pasta por follar. Para mí de puta madre, me la tiraba por las mañanas antes de bajar a la playa y a la hora de la siesta y ya de madrugada la tía se lo hacía con algún maromo dispuesto a pagar que se había quedado nota con ella en la discoteca. Me pasé tres semanas a cuerpo de rey, mantenido como corresponde a un gigoló de los buenos. Puta ha sido siempre muy puta.

Cuando terminamos en el Instituto nos apuntamos a los módulos de Formación profesional, yo en la rama de mecánica del automóvil y ella en todo lo relacionado con el trabajo de oficina, de secretaria, ordenador, telefonista, recepcionista y cosas así.

Entré a trabajar en el taller de un familiar de mi padre y enseguida empecé a ganar un sueldo porque se me da bien la mecánica. Un par de años después ya nos estábamos rondando, que a mí Silvia siempre me ha gustado mucho. Entonces ella tenía un novio, estudiante de Económicas, y como el chaval iba jodido de pelas, enseguida se vino conmigo para salir los fines de semana. En cuanto tuve coche no volvió a ver al estudiante, que era un tío majete, que yo le conocía desde el colegio. Eso sí, la Silvi no engaña a nadie, dice a las claras que como ella es una piba guapa que está muy buena, sólo sale con tíos que la merezcan, la traten como a una reina y le den gusto con un buen nabo —le encanta decir nabo en vez de polla.

Con el tipo con el que ahora está de novia no sé yo. Dinero no le falta porque él y su hermano pequeño tienen una cafetería en la parte antigua de Fuenlabrada y un bar de copas por donde la estación de cercanías, muy cerca de donde trabajo. Yo les trato hace años y me llevo muy bien con el más pequeño porque trae el coche al taller y a veces vamos juntos al fútbol, siempre me está invitando a copas en su bar, pero no sé, según cuenta Alicia —la mejor amiga de Silvia— a ella le parece demasiado pijo y un poco serio, que está acostumbrada a mi marcha y a la de otros de por aquí, más en plan poligonero que otra cosa, pero como parece que se trata de dar un braguetazo y pillar a un tío con pelas, pues eso.

Amor no es, eso seguro. Le hablas a Silvi de amor y lo primero que te llama es gilipollas, y lo segundo, maricón. Según ella el amor es la mayor de las equivocaciones que existen en el mundo porque no te permite pensar con claridad, siempre te equivocas y se confunde con las ganas de follar. El amor es sólo para las feas, que así se hacen ilusiones de tener lo que no tienen, y para los maricones, que así se creen ser más mujer. Silvia es muy leída, eh, que siempre ha tenido carnet de la biblioteca municipal y a todas horas está con un libro, que le regalé un libro electrónico que el comercial de los silenciosos nos trajo por navidades a los del taller y no sé la cantidad de ebooks que puede llevar en ese aparato.

Bueno, pues sí, lo digo ya. Echo de menos a Silvia y me jode que haya cortado conmigo y no quiera nada de nada. Si follásemos de vez en cuando pues a lo mejor me jodía menos el asunto, pero ni me ha vuelto a coger el teléfono una vez que me dijo, así, como de pasada, que se había echado novio y ella y yo no nos íbamos a volver a ver. Me jode, sí. No es porque me falten tías o que folle poco, que eso nunca ha sido problema para mí, pero es que siempre he estado muy colgao por la Silvi. Nadie se equivoque, que no estoy enamorado de ella ni nada parecido, pero enchochao sí que debo estar o al menos eso dice mi amiga Alicia.

Alicia siempre ha estado tapada por la sombra de Silvia. Las dos tienen la misma edad, son amigas desde niñas y han estado juntas en todo hasta que Ali terminó los estudios de peluquería y se puso a trabajar en la pelu de su madre, que la pusieron más moderna, unisex y con rollos de cremas, maquillajes, masajes, manicura, depilación, rayos UVA. No veas qué éxito, por allí vamos mogollón de gente joven, las marujas de siempre y algún que otro tarrilla  de los que se cuidan. En cuanto la Silvi cortó y dejó de verme, pues Alicia me entró y yo no soy de piedra, además que está muy buena y más de una vez nos quedamos con ganas de montárnolo a lo largo de los últimos años, que sólo nos detenía la presencia de Silvia. Bueno, que llevamos juntos ya como tres meses, y bien, buen rollo, en plan follamigos, sin complicaciones, con confianza, muy a gusto.

No sé yo si la Ali tendría hambre atrasada, pero no paramos de darle al asunto. Ella termina en la pelu siempre un poco más tarde que yo en el taller, así que me tomo algo y paso a buscarla cuando me da un toque. Normalmente ya está sola porque su madre se ha ido a casa y las empleadas procuran no entretenerse y salir a su hora, así que después de cerrar todo bien, pasamos al despachito que hay junto a la sala de masajes y nos lo hacemos tranquilos.

Alicia es morena, con el pelo muy corto, con flequillo y la nuca rapada —se tiñe, cambia de color de pelo y de tipo de peinado cada poco tiempo, cosa que me pone un montón— alta, delgada, con ojos grandes entre grises y azules —color acero, dice su madre— boca recta de labios rojizos y un cuerpazo fibroso, musculado —nunca ha pisado un gimnasio, dice que es la genética de su madre, de hecho se parecen como dos gotas de agua, una joven y otra madurita— que me resulta muy excitante. Sus tetas no son muy grandes, aunque sí fuertes, duras, separadas, aplanadas en el comienzo y redondeadas hacia abajo, bonitas, con unos pezones tremendos, largos, gruesos, rugosos, marrones oscuros, igual que las pequeñas areolas circulares que los contienen —cómo me gustan, me pongo ciego mamando esos pezonazos. La piel de Alicia está siempre de un bonito color tostado porque se pone en los rayos UVA durante todo el año y no tiene marcas de bikini —de hecho, muchos días va sin bragas y el sujetador sólo lo utiliza para enseñar las puntillas y ponerme cachondo. Tiene marcados los músculos del abdomen y los duros muslos y las largas torneadas piernas parecen los de una deportista o una bailarina. Una espalda recta sin marcas ni señales acaba en un culo muy redondo, duro —demasiado grande según ella, a mí me parece perfecto, cojonudo— con una estrechísima raja y un amarronado ano chiquito que me cuesta aún trabajo penetrar. Su coño lo lleva rasurado, dejando algún hilo de vello púbico del grosor de un dedo —siempre teñido del mismo color que el pelo de la cabeza, ahora muy negro, azabache— que sube hasta cerca del achinado ombligo. Es un pibón de la hostia, y me gusta, joder si me gusta.

Lo bueno de Ali es que el sexo lo vive como si fuera una peli porno. Por supuesto, hace de todo —también lo pide, eh— pero lo que mola de ella es que me trata como si estuviera a mis órdenes, como si yo fuera el protagonista de la peli. Lo primero es lo primero, y tras desnudarse, unas veces rápidamente otras con un bailecito de stripper, me quita la ropa con mucha prisa y se pone a darme unas lamidas a la polla que me ponen muy contento. Enseguida se la mete en la boca para mamarla a tope, y lo hace bien, muy bien, tanto que tengo que decirle más de una vez que no hay prisa. A mí me ponen las posturitas, así que casi siempre se la meto a cuatro patas porque es la que más me gusta y así puedo agarrarme a su excitante culo mientras empujo, además de soltarle algún que otro azote, que eso nos gusta a los dos. Como lo que más me mola es un completo, pues después de mojar bien la polla en su chocho durante un buen rato, follando despacito, la meto en su culo —ya me va costando menos, pero las primeras veces no veas cómo se quejaba y tenía que empujar a tope a pesar del lubricante o dejarlo para otro día— y le pego una enculada de la hostia, deprisa pero sin exagerar, adelante y atrás sin llegar a sacarla del todo, hasta que me queda poco para correrme, se la saco y me acerco a su boca. Unas veces la meto y sigo follando, pero casi siempre es ella la que coge con una mano el tronco de la polla para meneármela arriba y abajo, deprisa, acompañándolo con una comida de capullo cojonuda que me lleva a correrme rápidamente. Le pongo la cara y el pelo bien pringados de semen, porque siempre tengo los huevos llenos a tope de leche, y me gusta que una parte termine en su boca para que lo trague. Con ella no hay problemas. Como muchas veces Ali no se ha corrido cuando yo termino, se hace un pajote, o si quiere polla, se la meto un ratito después, cuando me he recuperado, y le pego un metisaca suave y tranquilo, a cuchara, entrando desde atrás, al mismo tiempo que acaricio el clítoris y sus pezones —dice que cada lamida, mordisquito o caricia que le hago en sus pezones le repercute directamente en lo más profundo del coño. Es lo que más le gusta, y tiene unas corridas tremendas, que duran muchos segundos.

Me gusta mogollón hacerlo con Ali, pero sigo pensando en la puta de Silvia, no puedo evitarlo. Ni mejor ni peor, pero follar con la Silvi era para mí una especie de terremoto sin controlar que me gusta de la hostia. Aunque muchas veces —por no decir siempre— va de reinona y es ella la que decide, la que manda y lleva la iniciativa, de manera que utiliza al tío como si sólo fuera una polla —un nabo, como dice— tiesa y dura, preparada exclusivamente para su uso y su placer. A menudo me decía que yo le gusto porque mi nabo no entra en un vaso de los de cubata, de los de tubo, y ese tamaño es el bueno para ella. Siempre me ha vacilao mucho.

Pasando unos días en Marbella, ya hace como tres años, un guiri se quedó flipao con Silvia. En la playa, cuando íbamos a comer, en la terracita de por las tardes, en la discoteca, en todos sitios aparecía el pavo. Ya me daban ganas de meterle, aunque parecía un armario de tres cuerpos, que no paraba de mirar a Silvia, de darle pitillos, de charlar en un inglés de andar por casa, de pagarle cañas y gin-tonics, de arrimarse para bailar. A la Silvi le hizo gracia, se dejaba querer y le iba poniendo como un verraco con esa manera suya de mirar, de reír, de dejar asomar las tetas, de marcar culo, de pegarse a mí bailando, de enseñar los muslos y las bragas, de pasarme la mano por el paquete, de no dejarse tocar cuando yo lo intentaba. Cuando me dijo que se lo iba a hacer con el guiri —creo que era alemán— pero que quería que yo estuviera para vigilar que el tío no era un rarito, me sentó mal, pero como siempre, dije que sí.

El tipo nos lleva en su coche a una urbanización de lujo, de las de mucho dinero, con vigilantes en la entrada y todo. Su casa es un chalet bien majo, con piscina particular y una parcelita con césped, jardín, tumbonas, farolillos. Música suave molona, buenas copas, petas de buen hachís, rollito simpaticote y la Silvia bailando en plan calientapollas, que lo hace muy bien.

Pasado un buen rato el alemán se pone de pie, acaba el copazo que se está tomando y se desnuda completamente mirándonos a los dos con cara de cachondeo. Una especie de oso peludo, rubio, grande, alto, fuerte y con un pollón de los de peli porno, joder qué trabuco lleva el menda entre las piernas, largo a tope y grueso que parece una lata de cerveza. Mira que yo voy bien de lo mío, pero lo del tío este es de nota. Y Silvia poniendo cara de te vas a enterar lo que vale un peine que ese nabo me gusta.

Pues resulta que al guiri grandote no sólo le pone cachondo el cuerpazo de Silvia. Después de follar con ella y echarle dos polvos sin sacarla, de categoría, largos, a buen ritmo, metiendo fuerte y duro, provocándole a la titi varias corridas bien sentidas y muy sonoras, se dirige a mí y dice algo que no entiendo. Mi primera intención es decirle que paso y que si se acerca a mi culo con ese pollón la vamos a tener, pero no, el tío se arrodilla, siempre sonriente, y me la empieza a comer muy suavemente, lamiendo, chupando, mamando, de puta madre. Las tías son lo mío, pero si un menda quiere darme gusto, por qué le voy a decir no, y este sabe comerse una polla, joder cómo me está poniendo, que ya tengo el manubrio bien tieso y duro.

Y a todo esto la Silvi mirando, partida de la risa y no sé si poniéndose cachonda otra vez, que se está sobando las tetas, así, como quien no quiere la cosa. El rubio dice algo que ni idea de lo que es, pero se coloca arrodillado en el suelo, doblando el cuerpo y apoyándose en el asiento del sofá. Se va a enterar.

El pavo tiene el ojete acostumbrado porque le he metido mis veintiún centímetros de largo por casi seis de ancho sin problemas, empujando con ganas. Cuando la ha tenido entera dentro ha pegado un resoplido como de caballo y se ha puesto después a dar unos grititos que parecen de maricona loca, joder qué pasote. Y la Silvi con un vacile encima que te pasas, animándome a que le encule dándole más caña, más duro y más rápido. Me he corrido cojonudamente y ahí está el menda, cascándose un pajote con el culo lleno de mí semen, que parece un bebedero de patos. Será por vicio. 

Anoche me contó Alicia que Silvia ya tiene curro porque trabaja de secretaria en la gestoría que le lleva los asuntos a los bares de su novio, pero la bomba es que está embarazada, de pocas semanas, pero lo suficiente como para haberle planteado a su novio la situación y pedir soluciones. El tipo se ha caído con todo el equipo y ha aceptado casarse, ya han fijado la fecha de la boda —va a ser en el Ayuntamiento— para dentro de poco —que no se note demasiado el bombo— y el sitio en donde van a vivir. Joder con la Silvi, le va a salir bien lo del braguetazo. Tonta no ha sido nunca.

No lo he dicho todavía, pero esto lo estoy escribiendo porque resulta que la cuñada de Alicia, casada con su único hermano, es sicóloga y como a través de Ali ha conocido el cuelgue que tengo con Silvia, pues me dijo que poner por escrito mí historia seguro que me ayudaría a quitarme el mono que todavía tengo de ella. Cuando terminara de escribir, un sábado por la mañana me recibiría —gratis— en su consulta para leer lo que hubiera escrito y hablar de este asunto, y hoy es cuando voy a consulta con Lucía. Tampoco es que me haga mucha gracia, me da algo de vergüenza por las cosas que cuento y seguro que tengo faltas de ortografía, pero Alicia ha insistido mucho —me dio permiso para escribir sobre ella—y voy a ver si es verdad que logro pasar totalmente de Silvia gracias a esto. Me ha costado varias semanas, pero ya lo he terminado.

—Nota: A partir de aquí ya no está en el escrito que le di a la sicóloga, he seguido después porque también forma parte de la historieta.

Después de leerlo —se ha reído en varias ocasiones— Lucía me dice que ahora tengo una mujer que me gusta mucho y no me maneja de mala manera como siempre hacía Silvia. Le parece significativo que en ningún momento haya descrito físicamente a Silvia y sí a Alicia, señal que es esta la que de verdad me importa y de la otra sólo tengo un recuerdo de algunas situaciones en las que el sexo me gustó o me llamó poderosamente la atención, por lo que a Silvia todavía la identifico con buen sexo o con sexo diferente, y no con situaciones amorosas o sentimentales. Pues vale, eso creo que ya lo sabía yo solito, quizás con palabras más sencillas, pero lo que ni por asomo se me podía pasar por la cabeza es el tratamiento propuesto por la sicóloga:

—Durante un tiempo tienes que tener sexo con distintas mujeres para olvidar definitivamente a Silvia, sin dejar de follar con Alicia, por supuesto. ¿Qué te parece si ahora mismo nos lo hacemos tú y yo? ¿Me dejas comprobar lo del vaso de cubata?

Y que voy a contestar si la sicóloga es la que sabe de esto y me está dando la solución para dejar mi comedura de coco con Silvia. Pues adelante, que a nadie le amarga un dulce.

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