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La odiada prima Fernanda

en Confesiones

La odiada prima Fernanda

En todas las familias hay historietas relacionadas con la simpatía o antipatía que despiertan unos u otros familiares. En mí caso, la persona odiada era la prima Fernanda. De mi misma edad —treinta y siete años, ella es diez días más joven— soltera igual que yo, no tenemos trato de ningún tipo y de niños sólo nos veíamos un día al año, el 31 de julio, cumpleaños de nuestro tío Fernando, padrino de bautizo de ambos, soltero sin hijos y millonario. Sí, yo también me llamo Fernando. Original el asunto, eh.

Mis padres y los de mi prima le han hecho siempre la pelota al tío Fernando —en realidad es familiar lejano desde el punto de vista de la consanguinidad— por lo que nos pusieron su nombre a ambos intentando agradarle y tratando de conseguir su dinero en forma de herencia para el sobrino preferido, supongo. De ahí viene el odio hacia mi prima, que debe ser el mismo que ellos me tenían a mí. Recuerdo desde mi más tierna infancia tardes de domingo interminables, muy aburridas, en casa del tío Fernando, comiendo unos pasteles muy grandes, bebiendo quina con nombre de santa porque abría el apetito —sabía a rayos— y siendo consciente de la antipatía y distanciamiento entre dos familias, la mía y la de mis tíos —su madre y la mía son hermanas que nunca se han llevado bien. La prima Fernanda, al igual que yo, se aburría como una momia —apenas jugábamos juntos, ni siquiera hablábamos y al acercarnos a la adolescencia dejamos de tratar por completo, ambos fuimos fieles al enfrentamiento familiar. Cuando terminaba el ‘Carrusel deportivo’ los hombres comentaban los resultados de fútbol —lo único que nos asemeja familiarmente es que todos somos forofos del Madrid— y ya nos marchábamos cada uno a nuestra casa, unos en metro y otros en autobús, ni juntos ni revueltos. Así durante años, hasta que marché a estudiar Económicas a Zaragoza y mi prima se fue a Granada a estudiar Derecho. No volvimos a coincidir, ni siquiera cuando fallecieron nuestros respectivos padres en un breve intervalo de tiempo, yo estaba fuera de España y ella estuvo hospitalizada por un repentino ataque de apendicitis. Nuestras madres —hermanas entre sí— no han vuelto a verse ni hablarse desde hace muchos años, como si no se conocieran.

Hace cuatro semanas falleció el tío Fernando, quien llevaba residiendo en México más de diez años. Un notario se ha puesto en contacto conmigo para citarme el próximo lunes, a primera hora de la tarde, para la lectura del testamento.

Unos minutos antes de la hora prevista llego a la oficina notarial y al salir del ascensor golpeo accidentalmente a una mujer que está en el descansillo.

—Perdón señora, se me ha escapado la puerta

—¿Fernando?

—¿Fernanda?

Ambos acercamos las caras y nos damos un par de besos. La he reconocido, pero realmente no la recordaba así. Nos sonreímos mutuamente y nos miramos valorándonos discretamente.

Casi tan alta como yo, muy rubia, pelo corto con flequillo, levemente maquillada, me parece guapa de cara, con sus bonitos ojos azules de siempre. Le lanzo varias miradas para valorar su cuerpo y me llevo una agradable sorpresa: delgada con curvas, vestida de manera sport elegante, tiene un culo de una vez y sus muslos musculados se continúan en unas preciosas piernas. A pesar de la chaqueta de su traje, me parece observar que tiene tetas de tamaño pequeño. Parece que está buena la prima Fernanda, que se ha dado cuenta de mis miradas, sonríe y dice:

—Vamos a entrar a ver qué es esto, no te parece

La lectura del testamento del tío Fernando me deja contento pero confuso. Salvo una casa de dos pisos en un pueblo playero de México que ni sé dónde está, un automóvil Ford Ranger y 15 mil dólares que van a parar al joven mexicano que ha convivido con él estos últimos años —mi padre siempre dijo que el tío Fernando era homosexual, bueno, decía maricón— todo lo demás lo heredamos a partes iguales Fernanda y yo. Una vez se paguen los altos impuestos, son algo más de diez millones de euros, tres céntricos locales comerciales actualmente alquilados, cuatro pisos también alquilados en una zona pija madrileña y su casa, el gran piso de la calle Vallehermoso a dónde siempre íbamos el día de su cumpleaños. Eso sí, ahora viene lo bueno, hay una cláusula que tiene cojones: si el 31 de julio del año próximo tanto mí prima como yo seguimos solteros, ninguno de los dos heredará y todo irá a parar a varias ONG, que vienen perfectamente detalladas. Mientras tanto, ella y yo recibimos para compartir 70 mil euros que podremos gastar hasta ese día, más el uso también compartido del domicilio del tío Fernando.

Tras recibir del notario dos juegos de llaves de la casa, dos talonarios de cheques y dos tarjetas de crédito de la cuenta corriente a nombre de ambos en donde están los 70 mil euros, nos citamos para el día clave de julio del año próximo y mi prima y yo entramos en una cafetería cercana en donde nos derrumbamos en la mesa más alejada, ambos con cara de sorpresa.

—Joder, Fernanda, qué pasada. La verdad es que es una pasta gansa, nunca pude pensar que el tío tuviera tanto dinero

—Además que sí, pero tiene guasa lo de casarse para poder heredar. ¿Tienes novia?

—No, ni he tenido intención de casarme nunca. ¿Y tú?

—Tampoco, he quedado muy desengañada de dos noviazgos que he tenido

Pedimos dos gintonics, charlamos de nuestros trabajos, de lo que hemos hecho en los últimos años, de cómo están nuestras madres, de todo un poco, nos reímos de las situaciones que vivíamos hace años en casa del tío Fernando, y seguimos dándole vueltas al asunto de la herencia y la condición impuesta para ambos. Pensamos en pedir otra copa, pero los dos tenemos curiosidad.

—Vamos a ver el piso, estamos muy cerca

El portero nos saluda con deferencia y de manera discreta nos da el pésame por la muerte del respetado Don Fernando. Nos acompaña hasta la puerta del piso y se despide.

Entrar en el piso nos da algo de mal rollo, tanto Fernanda como yo ponemos mala cara, pero cuando recorremos las habitaciones —no lo recordábamos tan grande— sonreímos ante los muchos detalles de buen gusto de muebles y decoración —se nota que ha sido modernizado no hace demasiado tiempo.

El dormitorio del tío Fernando es muy espacioso, con una cama de gran tamaño y varios espejos que la reflejan, incluyendo uno en el techo.

—Vaya con el tío, le iba el sexo, está claro

—¿Tú crees que se lo haría con la mujer aquella tan seria y callada que le cuidaba?

—No lo sé, a mí me daba miedo, pensaba que era una bruja, siempre vestida de negro, sin decir nada, mirando como si estuviera cabreada

—¿Y de mí también pensabas eso?

Voy a contestar pero no puedo. Fernanda se ha acercado hasta abrazarme e inmediatamente nos estamos besando. Lo hacemos durante mucho tiempo, con ganas, sin disimulos, a tornillo, recorriendo con la lengua la boca del otro, de manera guarra, ensalivada, excitante.

Nos detenemos y ambos empezamos a quitarnos la ropa con prisa, mirándonos a los ojos y a las partes de cuerpo que vamos desnudando. Mi prima me parece una mujer físicamente muy deseable. Es bastante alta, rubia natural, con preciosos grandes ojos azules, labios rectos rojizos y una atractiva sonrisa. Su cuello fino y estilizado se levanta en medio de unos elegantes redondeados hombros que parecen proteger sus tetas, de tamaño más bien pequeño, altas, separadas, duras, terminadas en punta, con pezones gruesos de color rojizo situados en medio de una qranulada pequeña areola circular del mismo color. Ni gota de grasa en todo el cuerpo, su plano estómago da paso a un levemente abombado vientre que se continúa en unos anchos labios vaginales, coloreados igual que los pezones, protegidos por muslos musculados, perfectos, que se sujetan en finas y torneadas largas piernas. La recta espalda de Fernanda es de un leve color tostado, sin marcas ni manchas, al igual que todo su cuerpo. Al llegar a la cintura, las redondas, suaves y bonitas anchas caderas engloban un culo grande, redondo, prieto, duro, con dos medias lunas perfectas separadas por una estrecha raja que esconde el pequeño ano, coloreado de suave marrón, arrugado y apretado. Está muy buena y mi polla da fe de ello.

—Vaya, Fernando, parece que te gusto

—Claro que me gustas, mira cómo me pones

—Ven, estoy muy cachonda

Nos tumbamos en la gran cama, nos abrazamos, y tras un nuevo excitante beso comenzamos una especie de combate en el que cuatro manos y dos bocas recorren dos cuerpos, sin parar, sin inhibiciones ni falsos pudores, buscando la propia excitación para llegar al placer.

Sus pequeñas tetas me encantan, son duras pero suaves, con pezonazos gruesos, tiesos, fabulosos para mamarlos. Me pongo ciego chupando, mamando, mordisqueando; ¡cómo me gustan los pezones de esta hembra!

Tengo una buena polla, larga y gruesa. Recta, de color tostado, diecinueve centímetros y medio por casi doce de circunferencia, con un capullo redondeado más grueso, algo más claro. Fernanda se muestra complacida con mi tamaño —lo dice varias veces— y no deja de acariciar y apretar mí ya crecido rabo.

La humedad oleosa que empapa sus labios vaginales los hace brillar, tiene poco vello púbico, muy rubio y rizado, apenas se nota, como si estuviera depilada. Acaricio el clítoris suavemente masajeándolo con dos dedos durante largo rato, de manera que Fernanda da evidentes muestras de estar muy excitada, apretando los ojos, abriendo y cerrando la boca, respirando de manera entrecortada, hablando en voz baja, ronca, gimiente. Me resulta muy excitante.

—Estoy salida, dame polla

Me gusta que hable y pida sin disimulos. Me coloco tras ella, tumbados sobre el costado izquierdo y penetro su sexo de un poderoso golpe de riñones todo lo dentro que puedo llegar. Escuchar el largo gemido de mi prima me resulta muy gratificante. El interior de su sexo es acogedor, caliente, suave, estrecho. Muevo la polla a derecha e izquierda, arriba y abajo, varias veces más en círculo, hasta que empiezo a moverme adelante y atrás, con un metisaca que la mujer inmediatamente acompaña, estirando las piernas, poniéndose tensa por momentos, pidiendo un ritmo más rápido.

No dejo de acariciar sus pezones, pero con la otra mano acaricio el agujero de su culo, muy suavemente, al mismo ritmo de la profunda follada, mojando mis dedos en su aceitoso jugo vaginal. El bonito ano parece que me guiña un ojo cuando meto y saco el dedo meñique varias veces sin que se queje de ninguna manera, lo mismo sucede al meterle el dedo medio.

—El clítoris, juega con el clítoris

Fernanda demanda correrse, por lo que masajeo el clítoris con mis dedos, con suavidad hasta que la mujer me exige más fuerza. No dejo de follar su coño ya a buen ritmo, con un corto recorrido de la polla, al estilo conejo, provocando grititos y jadeos continuos de la mujer, acompañados por el sonido de chop-chop de sus densos jugos sexuales. Llevamos así varios minutos, de repente se estira tiesa como una tabla de planchar y grita en voz alta, con voz ronca, como si le saliera de lo más profundo:

—Aaaaaaay, sííííííí, aaaaaay

Su orgasmo es muy largo, son muchos, muchos segundos, durante los cuales no dejo de sentir como sus espasmos vaginales aprietan mi polla con distinta intensidad. No me resulta fácil aguantar sin correrme.

Saco el rabo cuando Fernanda se desploma tras dar un último corto gritito, parece como si perdiera el sentido, con los ojos cerrados, intentando recuperar la respiración, aleteando las ventanas de la nariz, gimiendo suavemente en voz muy queda. Pasado un rato me mira, sonríe y dice:

—Ahora tú

Falta me hace. Tengo la polla como el mango de una pala y quiero que ella me dé gusto.

—Te lo haces muy bien, primito, te has ganado una buena corrida

Un beso en los labios, agarra mi polla con una mano subiendo y bajando la piel suavemente, sin prisas, sin pausas. Con la otra mano acaricia todo mi cuerpo, deteniéndose un rato en los huevos, hasta que tumbado como estoy boca arriba, pone la cabeza a la altura de mi polla y comienza a lamerla arriba y abajo, con mucha saliva, sin dejar ni un milímetro, repitiendo, una y otra vez, sonriendo mirándome a los ojos, con expresión lasciva, lujuriosa. Me gusta mucho, pero quiero más.

—Súbete a mi polla, dame marcha

El chocho de mi prima está de nuevo mojado y no sé si es que folla poco, pero me parece estrecho y ajustado. Mejor que mejor para mí nabo.

Al principio mueve las caderas lenta y suavemente en círculos, arriba y abajo, recreándose en la jugada. Me habla, me gasta alguna broma, pero calla cuando poco a poco aumenta la velocidad, el recorrido es más corto y el movimiento de las caderas es más profundo, como si mi polla se moviera enterrada en su coño. Me falta poco y quiero correrme a lo grande: en su culo, desde el primer momento que lo he visto le he deseado.

Empujo hacia arriba y saco mi crecido rabo del coño de la mujer, muy mojado, bien tieso y duro, provocando suaves suspiros de desencanto en ella. Le pido que se arrodille en la cama, cerca del borde del colchón. Separo con mis manos las apretadas anchas nalgas y acerco mi boca para lamer varias veces el agujero chiquito y meter la punta de la lengua lo más dentro posible —casi nunca falla, muchas mujeres se excitan como perras salidas sintiendo la suavidad de la lengua dentro del culo, les gusta a rabiar— después llevo dos dedos al empapado coño, los mojo en los densos jugos y penetro el culo intentando suavizarlo, coloco el capullo apoyado en el ano y empujo, fuerte, apretando de manera constante.

—No, no, por ahí me va a doler

Ya está dentro. El capullo se ha abierto paso lentamente y es el momento de empujar con ganas, de manera continuada. Ya tengo toda mi polla dentro del apretadísimo culo.

—Me lo rompes, sácala, me quema por dentro

Las quejas de Fernanda sólo consiguen excitarme aún más. Poso mis manos abiertas en la cintura, me sujeto apretando sus glúteos y me muevo lentamente adelante y atrás.

—Es un culo fabuloso, lo usas poco, está claro

—Ay, me duele, la tienes muy gruesa, pero me gusta

Empiezo a follar más deprisa. Me detengo durante unos momentos y le doy dos fuertes azotes con las dos manos al mismo tiempo, en los dos carrillos a la vez, con lo que consigo no sólo que mi prima se queje un tanto sorprendida, sino que su culo reaccione apretando todavía más mi rabo. Qué bueno es.

Llevo ya varios minutos de una follada fuerte, profunda, bastante rápida, sintiendo la polla perfectamente apretada, oyendo la respiración agitada de la hembra, que sigue quejándose en voz muy baja y que me parece evidente está muy excitada.

Me falta poco, así que saco la polla de su perfecto escondite, hago que Fernanda se dé la vuelta y rápidamente la acerco a su boca.

—Saca la lengua y pósala en la barbilla, rápido

Abre la boca, saca la lengua doblándola hacia abajo y en ese instante tengo mi corrida. ¡Qué bueno, qué gusto! Me encanta ver la cara de mi prima llena de churretones de semen, algunos de los cuales han entrado en su boca. Estoy dudando si se cabreará conmigo, pero cuando veo que se bebe mi leche de hombre mi placer se acrecienta, más aún cuando mirándome a los ojos pone cara de viciosa de película porno, pasa suavemente la punta de la lengua por el capullo llevándose cualquier resto de semen que pudiera quedar. La sensación de abandono que me queda tras el orgasmo ha sido larga y placentera, por lo que estoy satisfecho y quizás un poco alucinado con la actuación de Fernanda.

—¿Te ha gustado?, parece que pones cara de sorpresa. Igual estás pensando que soy muy puta, y sí, lo soy cuando un tío me gusta y me pone cachonda

—Me ha encantado, he quedado un poco sorprendido de lo bien que te lo montas

—Aquella niña rubia, aburrida y antipática con la que ni hablabas se convirtió en una mujer que merece la pena en todos los sentidos, te lo aseguro

—No lo pongo en duda, tengo intención de seguir investigando

Nos hemos duchado, encontramos un par de albornoces y telefoneamos para que nos traigan unas pizzas y bebidas. Psicológicamente ya hemos tomado posesión de la casa.

—Lo he pensado y creo que voy a pedir la excedencia en la empresa. Con el dinero que disponemos hasta julio del año próximo se puede vivir pero que muy bien

—Sí, creo que yo también lo voy a hacer, pero queda lo de casarse

—Eso es lo más fácil. Nos casamos tú y yo, si nos aguantamos seguimos juntos y si no es así nos divorciamos después de heredar

Se ríe mi prima a carcajadas.

—Anda que… Fernando y Fernanda casados. ¿Y nuestras madres?

—No les decimos nada, después de cobrar la herencia, si decidimos seguir juntos, ya se lo contaremos

—De acuerdo, acepto

Un apretón de manos sella nuestro acuerdo mientras nos echamos a reír. Nos besamos suavemente en los labios un par de veces e inmediatamente un beso de los de verdad, de los que preludian follar.

Fernanda se separa tres pasos para quitarse la bata y exhibir su cuerpo ante mí. ¡Qué buena está! Estoy empalmao como un mulo, qué ganas tengo de follármela. Le pido que se tumbe en la cama boca arriba, y en cuanto abre los bonitos muslos, me lanzo sobre ella besando las excitantes tetas al mismo tiempo que le pido que coja mi polla con su mano y la dirija al coño.

Se excita durante muchos segundos restregando la cabeza de la polla por los mojados labios vaginales, arriba y abajo, hasta que da un corto ansioso grito, lleva el capullo a la entrada y yo empujo de manera constante para meter entero mi rabo tieso, duro, caliente como una barra de hierro. Otra fuerte exclamación de deseo me da idea del calentón que tiene mi prima, lo que me anima a empezar un tremendo movimiento adelante y atrás, constante, duro, profundo.

Llevo ya muchos minutos de una follada tremenda, Fernanda se ha corrido con un fuerte grito ya hace rato, pero yo no me he detenido ni un momento buscando mi placer, y por lo que dice con voz entrecortada, de nuevo está excitada. Me queda poco, no me voy a preocupar por la mujer y ni siquiera pregunto si puedo o no correrme dentro, eyaculo como una fuente muchos churretones de semen que me salen de lo más hondo de la columna vertebral, pasan por la próstata, recorren los huevos y salen por la polla como si fueran disparos. Joder qué bueno, qué corrida más cojonuda.

Me tumbo en la cama intentando mantener la sensación de gozo y buscando el necesario descanso al mismo tiempo que oigo decir a Fernanda:

—Estoy a medias, cabronazo

—Hazte una paja, vamos, quiero verte

Duda unos instantes, se coloca a cuatro patas sobre la cama, lleva su mano al coño, mueve los dedos arriba y abajo varias veces y enseguida se centra en acariciar su clítoris. Está atractiva en esta postura, doblada por la cintura, con la cabeza agachada apoyada en la cama, masturbándose deprisa con dos o tres dedos, con los ojos cerrados, boqueando, la lengua fuera, aleteando los orificios de la nariz, gimiendo en voz muy queda, moviendo el culazo de manera incontrolada. Decido aportar algo a su excitación y me arrodillo tras ella para poder llegar al arrugado orificio marrón que parece dar luz a su maravilloso culo, que lamo, chupo, penetro con la punta de la lengua arrancando grititos de excitación de Fernanda. Dura apenas un minuto, da un corto grito, como de sorpresa, suelta el aire de los pulmones con fuerza e inmediatamente sigue quejándose en voz baja mientras continúa meneándose el clítoris hasta que se queda completamente quieta tumbada sobre la cama, abre los ojos sin fijar la mirada y recupera el resuello poco a poco con una mueca sonriente en la cara.

—Si nuestro matrimonio va a tener sexo como hoy, duraremos mucho tiempo juntos

Hoy es 31 de julio del año siguiente, mi esposa Fernanda y yo salimos del despacho del notario tras haber tomado plena posesión de la herencia que nos dejó el tío Fernando. Nos sentamos en la misma mesa de la cafetería en la que estuvimos hace algo más de un año y tras pedir dos gintonics leemos una carta que en sobre cerrado nos ha entregado el notario. Tras una serie de saludos cariñosos, el tío Fernando hace referencia a la herencia:

“…es a vosotros a quienes corresponde heredar el dinero que he hecho durante mi vida, no por ser familiares míos, sino porque después de tantos años de aguantarme en la infancia y de ver como vuestros respectivos padres se enfrentaban por un dinero que ni siquiera era suyo, supongo que es lo más justo. Espero que los años de distanciamiento no hayan provocado resentimiento u odio entre vosotros, nada me gustaría más que os llevarais bien, tuvieseis amistad e incluso fueseis matrimonio felizmente casados…”

 

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