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El funcionario huelebraguetas (y II)

en Confesiones

El funcionario huelebraguetas (y II)

 

La casualidad lleva a un funcionario a investigar la vida sexual de unas compañeras de trabajo, lo que le proporciona sexo y ser contratado por una agencia privada – En dos partes.

 

 He estado con Eva en su casa hasta después de comer hoy sábado. He perdido la cuenta de las corridas que ha tenido y las veces que yo he conseguido eyacular. Estoy hecho fosfatina, así que tras un beso y un hasta luego he vuelto a Madrid, he ido un momento a mi casa a cambiarme de ropa y alrededor de las ocho de la noche salgo de la carretera de Colmenar poco después de pasar la Universidad Autónoma, tras realizar un cambio de sentido, localizo fácilmente la pequeña urbanización en donde está situado el club liberal.

 

Por fuera es un chalet muy grande similar a la media docena que por aquí hay, con un gran jardín arbolado y una zona de aparcamiento para un par de docenas de coches, ahora prácticamente llena. Una discreta placa metálica advierte que es un club sólo para socios y un amable trajeado portero, con aspecto de ser un tremendo amasijo de músculos, me abre la puerta. Nada más entrar hay una mesa en donde una pareja de sonrientes azafatas, tipo pibón rubio de los países del este europeo, vestidas con traje de chaqueta granate y camisa blanca transparente —ninguna de las dos lleva sujetador, así que puedo admirar dos bonitos pares de tetas— comprueban mi acreditación en un ordenador y ponen en el ojal de mi chaqueta una tarjeta con la leyenda visitante. Traspaso una cortina de terciopelo y me encuentro en una especie de pub inglés, decorado con buen gusto, en tonos granates, con muchos espejos y luces indirectas. Hay bastantes mesas rodeadas de cómodos sofás con una o dos parejas sentadas en la mayoría de ellas, no se ven hombres ni mujeres solos y yo me siento en un taburete de la barra pidiendo un gintonic a un camarero rubio, musculoso, que va vestido únicamente con una pajarita y un mini slip, ambos de color granate. Al fondo del bar, tras escuchar unas sonoras risas, detecto la presencia de Beatriz, acompañada por dos hombres con los que habla amigablemente y con quienes unos minutos después marcha hacia el interior del club; decido ir detrás y entrar hasta donde lo permita mi condición de mirón visitante.

 

Lo primero que uno se encuentra es un vestuario en donde los socios pueden dejar la ropa a una impactante guardarropa de grandísimas tetas, vestida sólo con zapatos de tacón, medias altas, y un mini tanga (todo de color granate, debe ser el color oficial del club). Yo tengo que seguir vestido. La iluminación es cada vez menor según se avanza a lo largo del pasillo. A la derecha he dejado una sala completamente a oscuras en donde se adivina la presencia de varias personas que tocan, palpan y acarician a los que allí entran y a la izquierda hay otra habitación con las paredes llenas de ventanillas a distintas alturas que permiten ver desde fuera lo que está sucediendo en otra sala más grande a la que no tengo permitido el acceso como visitante que soy. Me acerco a mirar y localizo a Beatriz, sentada en un sofá circular, completamente desnuda excepto un mínimo pequeño sujetador negro que eleva sus tetas pero nada tapa de ellas. Uno de los hombres que la acompañaban en el pub está sentado a su lado, masturbándose con lentitud mientras mira como el otro hombre, de pie delante de la mujer, recibe la mamada golosa que ella le está propinando, sin usar las manos, con la polla bien dentro de la boca, entrando y saliendo, sin llegar a sacarla del todo.

 

Está buena Beatriz. Se nota que es una mujer madura, de formas redondeadas, pero está buena, muy camera, tiene un polvazo. En ese cuerpo hay tajo: tetas muy grandes, llenas, caídas hacia los lados, que parecen suaves, blandas y acogedoras, con pezones rojizos de tamaño tremendo (la mujer se los acaricia mientras trabaja la polla con su boca), un culo de buen tamaño, excitante, que no puedo ver bien del todo y unos muslos gruesos, fuertes, duros, que protegen el sexo completamente depilado. Si no estuviera tan hecho polvo tras la noche pasada con Eva, mi rabo daría señales de vida inteligente viendo la actuación de la funcionaria investigada.

 

Un comentario en voz baja de una mujer que está a mi lado mirando por una de las ventanillas, dirigido a su acompañante, un hombre muy alto que se la tiene metida en el coño desde atrás, me da una pista sobre la funcionaria y su esposo:

 

Mira con qué rapidez se la menea el marido de Beatriz, le vuelve loco ser cornudo consentido y mirar a su esposa hacerlo con otros

 

En la otra sala parece muy cercano el desenlace porque hay al menos tres o cuatro parejas observando al trío, que ha cambiado un poco la situación: Beatriz está arrodillada en el suelo delante del tío que le está pegando ahora una follada tremenda en la boca, sujetando la cabeza de la hembra con las dos manos, mientras el marido está de pie cascándose un pajote a toda velocidad. El follador se corre en la boca y Beatriz echa fuera todo el semen, sujetándose y elevando sus tetazas con las manos de manera que la mayor parte caiga sobre ellas, lo que consigue. El marido acerca aún más la polla a la cara de la mujer, y se corre lanzando muchos disparos de leche que impactan en la cara, el pelo y las tetas de su esposa. Dentro de la sala se oyen algunos aplausos y palabras de felicitación. La mujer que está siendo lentamente follada a mi lado vuelve a dirigirse a su hombre:

 

Con tanta leche Tita se va a poner ciega, mira, ya empiezan

 

Una mujer regordeta, rubia, cincuentona, más bien baja, con tetas y culo muy grandes, espectaculares, se ha acercado a Beatriz y ambas se besan varias veces en la boca de manera guarra, comiéndose boca y lengua con ganas, hasta que la más bajita se lanza a por las tetas de la pelirroja, lamiendo, chupando y tragando el semen que las adorna; yendo después a lamer los churretones que aún manchan la cara de Beatriz. Cuando parece que la tal Tita ya ha limpiado y tragado toda la leche de hombre recibida de los dos donantes de Beatriz, esta se da la vuelta y se arrodilla en el sofá a cuatro patas para recibir un tremendo trabajo de comida de coño por parte de la mujer bajita, que se afana con ganas en dar gusto a su partenaire.

 

A mí ya me vale por hoy, creo que me voy del club y me hago una idea de su actividad, que no es para un invitado vestido y sin posibilidades de aliviar los calentones. Dejo de mirar por la ventanilla y oigo a la mujer que comenta para su hombre dar un suave grito, al tiempo que masculla:

 

Qué soso eres, pero que gusto me das

 

He rellenado un pequeño cuestionario y dejado mis datos porque se pondrán en contacto conmigo desde el club por si quiero darme de alta como socio de pleno derecho. Lo pensaré, pero no sé si es lo mío. Me voy a casa, necesito dormir tranquilo y descansar.

 

El domingo ha sido de descanso activo, porque he ido temprano a casa de mi hermana a llevarle churros (menos mal que he sido previsor y he comprado bastantes porque ha venido su novia desde Lugo, en donde vive y trabaja como médico), recoger a Prudi y luego, como a las diez de la mañana, a casa de Eva (se ha llevado una sorpresa y una evidente alegría). He desayunado con ella y hemos subido a dar una vuelta por Navacerrada a pesar de la niebla cerrada y algunas rachas de frío viento, con lo que apenas nos hemos encontrado con nadie. Eva y Prudi han hecho buenas migas; mejor que mejor.

 

Comemos en casa de Eva (nos hemos llevado del restaurante una paella de categoría), tomamos café y charlamos hasta que los besos y las suaves caricias me han puesto en estado de erección, suficiente para echar un polvo suave, tranquilo, relajante, entrando desde atrás, a cuchara, eyaculando sobre ese culo fabuloso del que muy pronto empezaré a ocuparme como se merece. Después nos quedamos dormidos tumbados en el suelo, abrazados, tapados con una manta y con la perra entre nosotros. Muy hogareño el asunto.

 

El lunes temprano hablo con el jefe de mantenimiento encargado del aire acondicionado, me hago el eficiente delegado sindical comunicando a Beatriz y sus compañeros de despacho que en unos diez días estará todo arreglado, buenas palabras por parte de todos y quizás un exceso de simpático agradecimiento por parte de Beatriz, quien según me marcho me da discretamente un post-it amarillo en donde está su número de móvil y una frase:

 

¿Me viste en el club?

 

Esto promete. Me paro a hablar con mi amigo Pablo.

 

¿Estuviste en el club liberal?, ¿te gustó?

 

No sé si me gustó, la que me pareció que tiene un polvazo es Beatriz, está muy buena esa pelirroja

 

¿Había más mujeres de por aquí?, ¿no estaba una bajita que llaman Tita?

 

Si es una rubia bajita con grandes tetas y culazo, sí, sí que estaba, se puso a comer semen como una cerda

 

Es una loba, más bollera que otra cosa, que se hace a unas cuantas del Ministerio, no creas. Es la que aficionó a la mayoría de las funcionarias que van por el club. Si tienes interés ya te contaré

 

Voy por la tarde a la agencia de detectives para informar que de momento no hay ningún motivo evidente para pensar que haya algún hombre con quien la funcionaria investigada esté relacionándose y que, en todo caso, podría ser una mujer, dados los gustos que evidencia en un club de parejas al que va con el marido, copartícipe de las experiencias sexuales. Me piden que siga una semana más con este asunto y me avanzan que tienen interés en contar conmigo para un nuevo encargo. Bien va la cosa.

 

Tengo tres llamadas perdidas de Pepa. Veamos qué quiere.

 

Ya sé que me has hecho caso con lo de mi prima, me alegro, vaya bombón que te estás comiendo, cabronazo. A ver si ahora te enamoras y te olvidas de la pobre Pepa, si tengo que buscarme otra polla por ahí, dímelo

 

Un ratito de broma, otro de conversación en serio, con moraleja final por su parte: Eva está radiante, contenta y un puntito ilusionada, a ver cómo me comporto con ella.

 

Casi todos los días de esta semana me he estado viendo con Eva en su local y en su casa (tiene unos horarios de trabajo que no siempre le permiten acercarse a Madrid con normalidad, por lo que lo más cómodo para ambos es que yo vaya a su pueblo) y, por supuesto, follando. Me gusta mucho y gozo mogollón, no sólo por el placer de los orgasmos en sí, sino por la sensación de descubrimiento de una mujer que está buenísima y que se entrega a mí sin reservas de ningún tipo desde el primer momento. He tenido un par de noviazgos a lo largo de mis casi cuarenta años, pero una vez tranquilizados en lo que a sexo se refiere, poco teníamos que decirnos, espero que con Eva no me suceda lo mismo porque yo también estoy ilusionado con esta relación.

 

Lo difícil va a ser dejar de lado algunos de mis hábitos, como por ejemplo, tirarme a todo lo que se mueve, dejando aparte mi rollo con Pepa, por supuesto, asunto que de momento nos sobrevuela a los tres pero que ninguno hemos hecho intención de hablar. La nota que me dio Beatriz ha estado guardada en el cajón de la mesa del despacho y me apuesto conmigo mismo a que si la telefoneo y lo coge intentaré follármela, y si no lo coge, tiraré el papel a la papelera y se acabó. Lo coge.

 

Te vi visitando el club, Bernardo, no sé si te fijarías en mí

 

Por supuesto que sí —debo decirle Bea, así me dice que la llaman sus amigos— no te quepa ninguna duda de que envidié a los dos hombres que tenías contigo

 

Bueno, dado que eres un hombre guapo, de mente abierta, seguro que eso lo podemos solucionar

 

Como socios del club, Beatriz y su marido pueden invitar a un par de personas al mes con todos los derechos, así que antes de que acabe la mañana recibo un mensaje en el móvil en el que el club me comunica que he sido invitado para el próximo sábado, durante un máximo de doce horas. Como mi hermana va a ir a Lugo a visitar a su novia, lo utilizo como disculpa diciendo a Eva que yo la voy a llevar en el coche y me quedaré el fin de semana. Tampoco es malo que descansemos un poco, llevamos una gran intensidad en poco tiempo, nos hemos dicho mutuamente. Con Pepa nunca quedo en sábado o domingo, y desde que estoy viendo a su prima no dice nada de que follemos. Otro asunto que no debo olvidar.

 

De nuevo alrededor de las ocho de la noche el musculoso portero del club me abre la puerta y las estilizadas rubias azafatas de la entrada comprueban mi invitación mientras admiro sus bonitas tetas apenas veladas por la camisa transparente. Hablan brevemente por teléfono y casi de inmediato Beatriz y su marido —Félix— salen a buscarme hasta la cortina de entrada. Están prácticamente desnudos, él lleva un mini tanga negro y Bea un brevísimo sujetador negro con el que levanta sus grandes tetas. Un apretón de manos del marido y un beso en los labios de la mujer, que deja asomar levemente la punta de la lengua para meterla entre mis labios, son la bienvenida, dirigiéndome después hacia el guardarropa.

 

Aparte de unas cómodas sandalias japonesas de color granate que facilita el club, no llevo nada más. Bea y Félix alaban mi cuerpo y rápidamente se fijan en la polla, morcillona, pero con evidentes ganas de ponerse dura.

 

Félix no se va a atrever a decirlo, pero los dos estamos deseando mamar tu pollón

 

Nada digo, simplemente avanzo por el club siguiendo a mis guías, lo que me permite regodearme en la contemplación del cuerpo de la mujer, que me gusta más ahora que estoy físicamente muy cerca: alta, guapetona, ancha de espaldas, con un culazo en forma de pera de un gran tamaño, muslos y piernas anchos y fuertes, tetas muy grandes caídas hacia los lados (en el guardarropa le he pedido que se quitara el pequeño sujetador que llevaba, tras darme un beso, lo ha hecho, al igual que el marido ha dejado el slip), tripa y estómago con algún exceso de kilos que no le sienta nada mal y el sexo depilado, mostrando unos labios gruesos que guardan lo que parece ser un chochazo de impresión. Bastante morena de piel para ser pelirroja, en conjunto es una madura muy excitante. Me pone cachondo, y cuando entramos en una sala completamente a oscuras (excepto un pequeño neón de luz azul muy suave que representa un cuerpo de mujer acariciado por varias manos) en donde rápidamente me palpan, soban y tocan las manos de tres o cuatro personas, es Bea la que se da la vuelta, me mete la lengua hasta la garganta y echa mano a mis pelotas durante unos segundos, para después acariciar de manera experta el tieso y duro rabo. Lentamente vamos avanzando por la sala a oscuras, parando para que la mujer y yo nos besemos de manera guarra, saliveando, comiéndonos la boca y mamando la lengua, y que su marido —estoy seguro que es él— me acaricie el culo con las dos manos y hasta me de algún que otro lametazo en la polla, hasta que digo al oído de Bea:

 

Llévame donde te pueda follar

 

Con la mano derecha tiene agarrada la polla y me conduce sin soltarla hacia una sala con un mínimo de luz azulada, llena de colchonetas y grandes sofás, en donde no parece haber nadie en ese momento. Entramos los tres hasta el fondo de la habitación (en la pared hay un neón representando con trazos difusos una pareja abrazada en evidente actitud de follar) y la mujer me lleva a sentarme a una gran colchoneta, en donde inmediatamente sigue besándome con verdadero vicio y menea suavemente mi rabo, arriba y abajo. Yo me encelo con sus tetas grandes, suaves, blandas, acogedoras, con esos grandes pezones que me encanta mamar y mordisquear, provocando grititos de excitación en la mujer. El marido se ha tumbado de manera que su cabeza está a la altura del pubis de Bea, con lo que llega fácilmente a besar sus muslos y el sexo, y tras quitar las manos de su mujer, a lamer mi polla, suavemente cinco o seis veces, poniéndose a mamarla con todas las de la ley poco después. No sólo no me molesta, sino que me está gustando, aunque en apenas un minuto quito su cabeza con la mano para pedirle a la mujer que se dé la vuelta, se tumbe sobre su lado derecho e, inmediatamente, metérsela desde atrás en el mojadísimo chocho, que parece un volcán en ebullición, muy caliente y mojado.

 

Ay, Berni, que pollón, está muy dentro

 

Le estoy dando unos pollazos tremendos, adelante y atrás, con ganas, chocando con su gran culo y agarrado a las tetas, con fuerza, castigando sus pezones. No se queja, al contrario, no hace más que dar cortos gritos cuando se la meto todo lo que puedo y coincidiendo con la velocidad del metisaca, repite en voz muy baja como si se tratara de un mantra:

 

Más, más, más

 

Por mí que no quede, estoy muy excitado dándole una follada de las que se recuerdan durante tiempo. El marido de Bea está detrás de mí, mirando con gran atención sin dejar ni un momento de menearse la polla.

 

Queda poco, belleza, ¿dónde quieres mi leche?

 

Elige tú

 

La boca. Quiero echarle el semen en la boca. Me incorporo hasta ponerme en pie, haciendo ella lo mismo, se dobla por la cintura y baja hasta la altura de mi necesitada polla, abre la boca, saca la lengua doblándola hasta tocar la barbilla y con las manos levanta sus tetazas, de manera que cuando eyaculo pringo su cara, las tetas y dirigiendo la polla con la mano soy capaz de meter un par de buenos chorros en la boca, urgiéndole a que lo trague:

 

Traga, traga

 

Una corrida cojonuda, de las que se nota salir de lo más profundo de la médula espinal. Joder, qué bueno.

 

Félix sigue cascándose un rápido pajote con una mano y con la otra extiende mi semen por las tetas y la cara de Bea, que se ha sentado en un sofá con el culo en el borde del asiento. La hembra se masturba a mucha velocidad, con los ojos cerrados, la boca abierta, sobándose las tetas, apretando los pezones con la mano izquierda y jadeando como si fuera una olla exprés. Se corre con rapidez, gritando en voz muy alta, durante muchos segundos, quedando después recostada contra el respaldo del sofá, esperando recibir en las tetas la lefa de su marido, quien eyacula mucha cantidad, y termina dirigiéndose a su esposa con voz un poco chillona:

 

Qué guarra eres Bea

 

Hemos estado varios minutos callados, recuperando el resuello y tratando de vencer esa especie de desgana somnolienta posterior al orgasmo. Entran dos parejas en la sala metiéndose mano y comiéndose la boca los cuatro en un amasijo de manos y cuerpos que sólo de verlo nos cansa, por lo que salimos y seguimos recorriendo el club.

 

Vamos a asearnos y mientras piensas que te apetece hacer

 

El cuarto de aseo es compartido por hombres y mujeres, mientras me ducho junto con el matrimonio, el culo de Bea me tienta, me pide marcha, de manera que lo toco y palmeo valorando su dureza y después acerco mi boca al oído de la mujer:

 

¿Y si jugamos con tu culo?, me muero de ganas por darle unos azotes y follármelo

 

Vaya, ¿eres chico malo?. Me gusta el sexo anal, pero tú la tienes muy gruesa, no sé, podemos probar. Félix tiene que estar presente porque le excita mucho mirar cuando me dan por el culo, le pone como una moto y así puede insultarme como le gusta

 

Me dirigen hacia una sala bastante grande que está señalada en la pared con un neón de una coctelera, no sé qué significa, quizás que todo vale, porque hay varios grupitos follando: un trío montándose un trenecito en el que un hombre penetra a una mujer que está doblada por la cintura apoyada en la pared y él a su vez está siendo enculado por el tercero de la partida o dos mujeres que se están comiendo la una a la otra como perras en celo mientras varias parejas miran situadas en círculo a su alrededor mientras se meten mano o un hombre y una mujer —lleva puesto un arnés sujetando una buena polla de silicona— que penetran a una mujer alternándose tras media docena de pollazos, al mismo tiempo que otro hombre le folla en la boca. No está mal, hay variedad.

 

Al fondo de la sala hay unas gradas con tres anchos escalones almohadillados, allí nos dirigimos, nos sentamos mirando lo que hacen otras personas, mientras Félix ha ido a por aceite lubricante. Apenas tarda un minuto, no dice nada, pero no deja de acariciarse suavemente su rabo largo y estrecho.

 

Bea está sentada en el escalón de abajo y yo en el de arriba, de manera que cómodamente me está chupando la polla desde hace un par de minutos, sin prisa, suavemente, con mucha saliva, deteniéndose en comerme el capullo y masajeando mis bolas con una mano mientras que con la otra acaricia mi culo, apretando, amasando, recorriendo la raja arriba y abajo; me está poniendo muy cachondo y mi polla lo nota.

 

Félix, ponle aceite a Berni y luego a mí

 

Siguiendo la orden de su esposa el marido embadurna mi crecido y tieso rabo con una buena cantidad de lubricante, utilizando sus dos manos, pasándolas arriba y abajo más veces de las necesarias, me parece a mí. Después pasa a extenderlo por la raja del culo de Bea, arrodillada a mi lado a cuatro patas, metiendo sus dedos en el agujero lentamente: dentro, fuera, un dedo, dos, moviéndolos en círculo, muchas veces, complaciéndose en ello de manera evidente porque su rabo empieza a ponerse tieso. Ya estoy con ganas de empezar a actuar, y lo primero son media docena de rápidos azotes con la palma de la mano, que hacen que el culazo de la mujer suene como un tambor. Guau, qué bueno es.

 

No creo que yo sea especialmente aficionado a castigar a las mujeres que me follo —suponiendo que ellas acepten, claro está— pero me excita y complace apretar con los dedos y mordisquear un poquito más de la cuenta unos pezones excitados (me he llevado alguna que otra bofetada de Pepa por hacerle daño en sus maravillosas tetas, aunque no le molesta que le deje alguna pequeña marca, dice que es señal de que hay pasión) y, por supuesto, azotar un buen culo que suene con fuerza y quede señalado con las marcas rosadas y blancas de los dedos. No siempre, pero cuando me apetece me resulta tremendamente excitante, y el culo de Bea se merece un homenaje. Uno, dos, … hasta siete azotes fuertes y sonoros, separados entre sí, que provocan que mi polla presente una erección de época, vibrante, con las venas hinchadas como si fueran a estallar. Le voy a dar por el culo como si me fuera la vida en ello.

 

Los dos primeros intentos son fallidos, probablemente por exceso de lubricante, pero a la tercera vez logro meter la punta del capullo y el ano se abre a mi presión sin mayores problemas. Bea se queja, pero jadea de excitación, y sigo empujando de manera constante ayudándome de la mano derecha, mientras que con la izquierda me sujeto de su cintura. Ya está dentro toda la polla, apretada en el ajustado culo. Me gusta.

 

Félix no deja de menearse el rabo a toda velocidad, acercándose a su mujer para decirle insultos e improperios en voz baja:

 

Qué puta eres, qué guarra

 

Yo estoy haciendo un buen movimiento adelante y atrás, sin prisa, pero cada vez con más recorrido, sacando un poco más la polla y empujando después un poco más fuerte. La mujer lo nota, se queja de manera suave, pero su respiración entrecortada y los breves grititos que da me indican que no debo parar. El marido sigue a lo suyo:

 

Zorra salida, perra viciosa

 

Ah, ah, ah; cada uno de los jadeos de Bea me acerca más al orgasmo, me falta poco y quiero correrme ya, igual me da como esté de excitada o no la mujer. Estoy sujetándome con las dos manos de la cintura y los glúteos, agarrando, pellizcando con mucha fuerza, pegándole ya una follada, rápida, dura, cojonuda. Ya viene, ahí voy.

 

Ahhhhh, qué bueno

 

Buena corrida. Todo mi semen lo expulso dentro de su culo y cuando saco la polla me gusta cómo queda abierto su ano, lleno y pringado de mi leche, del aceite lubricante, de sudor y de no sé qué más. Placer añadido para mí, que me siento para recuperarme.

 

Félix se acerca a su mujer, repitiendo insultos sin parar en voz muy baja, prácticamente inaudible, meneándose la polla a todo trapo, se detiene un momento, da dos bofetadas que me parecen fuertes a Bea en sus mejillas e inmediatamente se corre sobre la cara y el pelo de la pelirroja, soltando varios chorros blancos, densos, largos. También se sienta a descansar varios metros alejado de su mujer.

 

Bea se acerca a su marido gateando por las gradas, se coloca arrodillada junto a él y lleva una mano al coño, empezando a masturbarse con verdadera necesidad. Apoya la cabeza sobre los muslos de Félix y se mete la rendida polla en la boca, como si fuera un chupete o algún placebo, cierra los ojos y se pega un pajote de una vez, que termina rápidamente con un grito fuerte y largo, coincidente con su orgasmo. Cuando deja de boquear se sienta junto al marido y tras unos segundos descansando, se besan suavemente en los labios varias veces, de manera cariñosa, quizás amistosa. Me parece que aquí ya no hago nada, me despido con un apretón de manos y buenas palabras, me ducho y marcho a mi casa. Tengo ganas de dormir.

 

Antes de dormir telefoneo a Eva como si estuviera en Lugo con mi hermana y su novia, charlamos apenas un minuto porque tiene mucho lío en el restaurante y nos despedimos mandándonos un beso y diciéndonos que nos echamos de menos. Por mi parte es verdad.

 

El informe definitivo sobre Beatriz (no entiendo para qué lo ha pedido su marido si participa de las costumbres sexuales de su mujer, pero allá cada cual con sus motivos y su dinero) no difiere en nada del primero, así que no hay ninguna razón para creer que tenga un amante fijo en el Ministerio. En la agencia de detectives me plantean su interés por contratarme a tiempo parcial siempre y cuando haga un cursillo que ellos me pagarían. No necesito pensarlo demasiado, acepto.

 

Pepa me llama por teléfono a primera hora del lunes y quedamos a tomar café. Le propongo bajar al despacho sindical y accede. Hoy viene vestida como para entrar a matar, con un vestido vaquero azul oscuro que le llega apenas a medio muslo, abrochado por delante (es un decir, porque lleva desabrochados dos botones a la altura del pecho y los dos últimos de la falda) que pone en evidencia sus rotundas curvas. Ni tomamos café ni hablamos más allá de un breve saludo, nos besamos con vicio y rápidamente termino de soltar los botones de su vestido.

 

Un sujetador negro completamente transparente realza las maravillas de Pepa y unas bragas tipo culotte, igualmente transparentes, que le llegan sólo a mitad del culo, me dejan ver su sexo depilado y el arreglado pubis en donde está dejando crecer el castaño vello púbico en forma de largo estrecho cordón, en dirección al ombligo.

 

Qué buena estás, cuánto me gustas

 

Ya lo sé, cabronazo, aunque ahora tienes donde elegir

 

¿Y eso?

 

¿Vas en serio con Eva?, deberías hacerlo

 

Eso espero, aunque me conoces y no sé si sabré comprometerme de manera definitiva

 

Todos sois iguales si tenéis a mano más de un coño, pero ya eres mayorcito y deberías madurar de una vez. Eres un tipo guapo, simpático, listo, con quien da gusto estar, y tu polla es de lujo, pero no merece la pena que te prodigues tanto teniendo la posibilidad de establecer una relación de verdad con Eva

 

¿Me pides que deje de estar contigo?

 

No, eso ya lo hablaremos los tres, pero creo que mi prima merece la pena. Ven, necesito hombre

 

Debe ser verdad, porque sin desnudarse, con el vestido desabrochado, las tetas fuera del sujetador y las bragas por debajo de las rodillas, me da un repaso rápido, primero en la boca, después acariciando y apretando mis pezones y lanzándose con urgencia hacia mi polla, que desnuda bajando mis pantalones hasta la altura de los tobillos. Se dobla para poder lamer el capullo unas cuantas veces y en cuanto nota que la tengo convenientemente tiesa y dura, se da la vuelta para apoyarse en la mesa tras quitarse el vestido y dirige la polla con su mano hasta el empapado coño, en donde penetro con total facilidad.

 

Sííí; joder, qué ganas tengo de polla

 

El polvo ha sido bueno. Teniendo siempre presente que alguien pudiera oírnos, le he pegado a Pepa unos pollazos de puta madre durante muchos minutos, de manera que cuando he acariciado su clítoris ha tardado poco tiempo en correrse, dando uno de sus gritos fuertes y largos, que he tratado de disimular tapando su boca con la mía durante los muchos segundos que ha durado su orgasmo. Se derrumba sobre uno de los sillones de oficina y yo meneo mi rabo arriba y abajo mientras espero por si tiene a bien aliviarme el calentón.

 

Cabrón, todos los días deberías darme gusto

 

Debe considerar que merezco atención porque agarra la polla y me atrae hacia el sillón en donde está sentada, aprieta con delicadeza mis hinchados testículos al mismo tiempo que los acaricia y con la mano derecha masturba adelante y atrás el tronco con su habitual destreza. Duro poco, eyaculo tres o cuatro chorros de densa lefa sobre las tetas (se preocupa de que no salpique ni la cara ni el pelo) y me siento en otro sillón a su lado. Pepa enciende un cigarrillo tras abrir la ventana y cuando lo acaba, nos aseamos, un beso suave en los labios y marchamos juntos a la planta del Ministerio en donde están nuestros puestos de trabajo.

 

Hablaré yo primero con mi prima de nuestra situación, ya te contaré

 

Tengo muchas ganas de ver a Eva y después de comer con Pablo el ordenanza (me pone al día de un montón de cotilleos la mayoría de los cuales no me interesan) en un restaurante chino al que vamos a menudo (justo al lado hay una casa de masajes también china, con media docena de masajistas que acaban siempre con final feliz), decido ir al pueblo y darle una sorpresa. Hoy es día de clases de diversos cursos en el local y con los monitores trabajando, Eva no está demasiado ocupada, por lo que tras la sorpresa inicial, tomamos un café y de manera natural, nos dirigimos hacia su casa. Le cuento lo de la agencia de detectives y el cursillo que haré en unas semanas, nos reímos y, por supuesto, empezamos a besarnos y acariciarnos. Qué guapa es. Cuánto me gusta.

 

Excitados y con ganas de gozar no tardamos en irnos a la cama. Por cierto, es una cama de tamaño muy grande, más bien baja y con un colchón especial que traen desde Londres. Me encanta, es como una especie de piscina de sábanas, mantas, almohadas y cojines en donde el sexo se disfruta sin temor alguno a la falta de espacio. Se folla cojonudamente.

 

Quién dijo miedo. Tras varias ocasiones anteriores en las que he penetrado el culo de Eva sólo con la lengua y los dedos, sin ningún tipo de dolor ni rechazo por su parte, sino todo lo contrario, con excitación bastante evidente, creo que ha llegado el momento de intentar follarme esa maravilla.

 

Le pido que se arrodille en la cama y flexione su cintura para ponerse a cuatro patas, con las piernas juntas para levantar y destacar su prodigioso culo. Le gusta y se excita mucho cuando tras amasar, acariciar y lamer su perfecto culo, beso el ano y lo como con labios, lengua e incluso dientes, mamándole, con mucha saliva, muy suave, muy dentro. Sus exclamaciones, grititos y jadeos evidencian la excitación, creciente cuanto más dentro penetro con mi lengua. Después de varios minutos empiezo a meter los dedos de mi mano derecha impregnados de suave aceite lubricante —de rosa mosqueta— empezando por el meñique y, uno tras otro, hasta llegar al dedo gordo, cinco, seis veces cada uno de ellos, sin prisa, pero sin pausa alguna, pasando después a introducir juntos el índice y el medio, no muy dentro al principio, intentando abrir la entrada del ano, pero un poco más cada vez, hasta que consigo meterlos dentro, moviéndolos adelante y atrás, a derecha e izquierda, sin olvidarme en ningún momento de acariciar suavemente con la mano izquierda los labios del sexo y el clítoris, buscando excitación constante y creciente.

 

¿Te duele?

 

No, noto los dedos ahí, pero no me duele

 

Estoy muy excitado, me muero de ganas por penetrarte

 

Sí, hazlo, quiero probar de una vez por todas

 

Sigo acariciando el mojado sexo mientras que con la mano derecha dirijo la polla hacia la entrada del culo, todo bien empapado de lubricante. No va a ser fácil porque los duros glúteos, fuertes, tersos, parecen cerrar la raja como si estuvieran protegiendo el ano, así que con ambas manos separo los carrillos haciendo un poco de fuerza e intento de nuevo

empujar con la punta de la polla, tiesa, dura, brillante. Me parece que lo hago con un poco de miedo, fallando los primeros intentos, por lo que meto dos dedos juntos media docena de veces y aprovecho la pequeña abertura conseguida para volver a empujar, ya con más fuerza, y logro meter el capullo entero.

 

Ay, Berni, cómo quema; no pares ahora

 

Empujo de manera constante sujeto a la cintura de Eva con ambas manos y poco a poco meto todo mi rabo en el culo.

 

Lo noto, qué grande, qué lleno lo tengo

 

Apenas me muevo, aunque de manera instintiva tanto la mujer como yo, comenzamos un lento baile adelante y atrás, que en unos segundos empieza a ser más rápido, con más recorrido, moviendo la polla dentro del culo.

 

¿Te duele?, ¿la saco?

 

Ay, sí; no, no, sigue, sigue

 

Así lo hago, aun suavemente, pero follando, sin sacar la polla, ya con movimiento de metisaca.

 

Oh, cómo noto tu polla; me gusta

 

Con cierto cuidado pero buscando mi placer, estoy follándome un culo maravilloso. Qué excitante, cómo siento la polla apretada, como si estuviera envuelta y sujeta por todos lados por una mano de seda suave y fuerte a la vez.

 

Sácala ya, no lo aguanto; me quema por dentro

 

Eso hago, lentamente, hasta tenerla toda fuera. La tengo muy roja y la noto dura de verdad. Me gusta ver el ano dilatado, grande y redondo. Aprovecho para meter la lengua lo más dentro que puedo, lo que agradece la dueña del culo con exclamaciones de gusto y excitación. Para ser la primera vez que meto mi polla mucho ha aguantado Eva, que se da la vuelta para tumbarse boca arriba, abrirse de piernas y recibir una comida de coño de las que tanto le gustan. Se corre en poco tiempo y, como con ella me sucede siempre, me siento satisfecho y contento por su orgasmo.

 

No dejo de menearme la polla porque estoy muy cachondo, necesito correrme y a ello me dedico mientras miro como la guapa morena se ríe y me anima en voz baja con cariñosas palabras. Allá va todo.

 

Ahhhh

 

Qué gusto, coño. Qué bueno es el sexo.

 

«Ni en la oficina ni con la vecina» o «donde tengas la olla no metas la polla», eran frases muy utilizadas hace años que ahora se oyen poco, pero de las que me acuerdo porque, aunque no comparto la idea que transmiten ni el trasfondo conservador que las acuñó, quizás las deba hacer mías y centrarme en lo que tengo ahora mismo, que verdaderamente merece la pena: Eva y de vez en cuando mis desahogos con Pepa. ¿Para qué quiero más?. Ninguna de las dos ha puesto pegas a la situación actual hasta el momento, aunque seguimos posponiendo el hecho de hablarlo a las claras y, por un mínimo respeto y cierta hipocresía, Pepa y yo ya no quedamos en casa de Eva. Realmente sólo me importa de verdad lo que quiera Eva, no quiero perderla. Ya veremos, porque conociéndome igual me tengo que aplicar aquello de que «la cabra tira al monte», en mi caso, al monte de Venus.

 

Fin de la segunda parte—FINAL del relato—

 

 

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