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El que hace incesto hace ciento (parte 2 y última)

en Confesiones

EL QUE HACE INCESTO HACE CIENTO (parte 2 y última)  

Este sábado es especial por el reencuentro de muchas familias y de amigos que se ven de verano en verano, así que el ambiente en el mercadillo es alegre, distendido y los bares están llenos de gente con ganas de celebración. La paella de hoy ha sido espléndida, la tarta de chocolate que hace mi madre (Rosa) en ocasiones especiales es totalmente orgásmica y tras una copita de champán para los mayores (están muy cariñosos y tontorrones, gastándose bromas que sólo ellos entienden) y café para todos, a dormir la siesta todo el mundo.

 No me puedo dormir ni quiero. Me acerco con mucho cuidado al dormitorio de mis tíos a ver si hay suerte y los pillo follando, pero la puerta está cerrada a cal y canto. Siguiendo por el pasillo del primer piso está el dormitorio de mis padres y me encantaría poder verles a su rollo, pero también está cerrada la puerta. Desilusión. Sigo andando hacia la escalera pensando en hacerme una paja o intentar ver a Silvia cuando oigo ruidos en la habitación de la tía Pili, cuya puerta sí está entreabierta. Miro y casi doy un grito de sorpresa (y de alegría) al ver que está desnuda, arrodillada sobre la cama, doblada por la cintura reposando la frente en la almohada, tocándose el sexo con la mano derecha y respirando fuerte. Vaya culazo más estupendo que se le ve en esta postura. Ya tengo la polla bien empalmada y me la estoy tocando con ganas cuando Pili se mueve, se tumba boca arriba se empieza a magrear las tetas (son bastante grandes) con la mano izquierda y se mete los dedos de la mano derecha en el coño, adelante y atrás, volviendo de nuevo a respirar con fuerza. Como me estoy poniendo, qué dura la tengo. Mi tía coge algo de color blanco que tiene a su lado y lo restriega varias veces arriba y abajo por su peludo coño; no se qué es, pero se lo mete dentro y empieza a mover la mano muy deprisa, adelante y atrás, como si estuviera follando. Da unos gemidos suaves muy seguidos y un largo grito que intenta disimular apretando la boca contra la almohada y que me pone más excitado todavía. Me voy a marchar al piso de abajo, hacia mi habitación, porque ya no aguanto sin correrme, pero oigo decir con voz aún entrecortada: pasa Javi, no te de vergüenza, cierra la puerta; vamos, entra.

 Acaso crees que no te he visto. Ya me ha dicho Concha que te gusta mirar y he supuesto que lo intentarías ante lo evidente que era que tus tíos y tus padres iban a follar en la siesta. He dejado la puerta sin cerrar a propósito. Acércate y deja de tocarte. Hago lo que me dice sin pensar en nada y quedo de pie al lado de la cama, bastante cortado y sin saber qué hacer, aunque mi polla parece tener vida propia, está tiesa y dura dando pequeños tirones hacia arriba como si pidiera atención o estuviera desbocada a la búsqueda de placer.

 Lleva razón Concha, tienes una verga que es un pollón, larga, gruesa, bonita, algo curvada hacia arriba y acompañada de dos huevos grandes y bien llenos. Me gusta mucho. Al mismo tiempo que me inspecciona, mi tía ha estado tocando la polla y los testículos, con lo que estoy aún más excitado y necesitado de meneármela. Túmbate en la cama a mi lado. Cuando lo hago, Pili baja la cabeza y lame el rabo, pasando suavemente la lengua varias veces por todo el capullo y después metiéndosela en la boca, hasta el fondo, (umm, casi no me cabe, me llenas la boca entera) durante bastantes segundos cada vez, todo ello bien empapado de saliva y dejándome temblando de excitación y ganas de correrme. Tengo la respiración agitada y debo estar metiendo algún ruido (te voy a acabar sobrino, a ver cómo es tu leche de hombre), más todavía cuando mi tía empieza un rápido sube y baja con la boca metiéndosela entera, mientras me masajea los huevos apretando con suavidad y recorriendo con un dedo mojado en saliva la piel que hay camino del culo (esto me vuelve loco las cuatro o cinco veces que me lo hace). Debo durar apenas un minuto, me corro con verdaderas ganas, teniendo un orgasmo fabuloso y debo soltar muchos lechazos de lefa porque cuando abro los ojos veo a Pili con la cara manchada de semen y lamiendo la punta de sus dedos con los que recoge los pringazos que tiene en las tetas. Vaya, vaya, Javi, pareces un surtidor; qué leche más buena. Me parece que estas vacaciones voy a usar poco mi querido y gratificante consolador, bueno, si tu tienes ganas de pasarlo bien de vez en cuando, claro. Por supuesto, ni se te ocurra decirle nada a nadie, ni siquiera a Concha, eh; ya hablaré con ella si hace falta.

 La tía Pilar es hermana de mi madre, cinco años menor. Es soltera y con fama de ser muy independiente y distante (incluso antipática en el trato), dedicándose a ejercer su carrera de abogado en un famoso bufete madrileño. Durante el año viaja a menudo y apenas la vemos y es en las vacaciones de verano y navidades cuando se relaja con la familia, según sus propias palabras. Es una mujer alta, morena de pelo (ella lo tiñe más negro aún), que suele llevar bastante corto y siempre muy elegante a la hora de vestir y en sus gestos. Según mi padre y mi tío (se lo he oído varias veces y a mí también me lo parece) está muy buena y tiene un cuerpazo curvilíneo que llama la atención en la playa, con sus tetas grandes, un culo de impresión y unas piernas largas con duros muslos. En tres o cuatro días de tomar el sol se le pone la piel muy morena (tiene por costumbre tomar el sol desnuda en la azotea de la casa de mis tíos, aunque nunca he podido verla a pesar de llevar varios veranos intentándolo) y mi tía y mi madre la apodan como la Negra, porque ellas tardan bastante más en ponerse morenas como el betún.

 Durante toda la tarde estoy contento, pero también algo confuso. En pocos días he pasado de intentar darme unos besos y algún magreo con las chicas de la pandilla, de matarme a pajas, de tratar de ver desnudas a las mujeres en la playa o en casa, a recibir placer por parte de mi prima Silvia, de Fernanda, de mis tías Pilar y Concha, con la que he follado por primera vez en mi vida. Es una situación que casi ni puedo creerme, pero quiero más, necesito follar, quiero follar. Voy a hablar con Concha en cuanto esté sola.

 El domingo por la tarde hay fútbol, viene el Levante que está en segunda división a jugar con el equipo del pueblo, que ha ascendido a tercera. Toda la familia (y casi todo el pueblo) se va al campo municipal con merienda incluida, pero yo me quedo en mi habitación alegando que me duele la tripa y también Concha, porque realmente no le gusta el fútbol (ella sólo se preocupa de si el Madrid gana).

 Y a ti que te pasa, sobrino; desde cuando te duele la tripa por comer mi guiso de calamares y mejillones; ¿o es otra cosa?. Ha estado hablando Pilar conmigo y me parece que se perfectamente lo que te ocurre, lo que quieres. No me deja ni hablar, ordena que me quite el bañador que llevo puesto e inmediatamente se desabrocha la bata que suele vestir en casa, se quita la ropa interior y queda ante mí desnuda, tan guapa y deseable como la reina que es: con esa melena corta rizada tan rubia, con los oscuros ojos grandes que parecen dos brasas encendidas, los gruesos y rojos labios, siempre sonriendo, las tetas maravillosas, en punta, con los pezones tiesos y duros como dos pequeñas pollas, la tripa redondita bajo la cual está el coño protegido por una densa mata de rizado vello púbico, muy rubio, dorado; los duros muslos, las piernas largas, torneadas y, dándose la vuelta con mucha lentitud, con los brazos en jarras y como si no fuera el asunto con ella, su precioso, alto y llamativo redondo culo, ese melocotón que es la envidia de todas las mujeres de la playa, enmarcado en unas caderas altas y anchas. ¡Qué mujer!; no va a haber nunca otra que me guste tanto como ella. Seguro.

 Vaya con el rabo de Javi, si parece el mango de un martillo. ¿Te gusta tu tía Concha, verdad?. Se sube a la cama, con la piernas muy abiertas y a ambos lados de las mías coge la polla con su mano derecha y como con miedo la mete muy poco a poco en su mojado coño. Uff, que calentón tengo, estoy ansioso por ver qué hace mi tía y cuando comienza a moverse lentamente arriba-abajo, sin ninguna prisa, sintiendo entrar y salir mi crecida polla (ay, sobrino, que bueno es  sentirse llena del todo) me parece que estoy en un paraíso que sólo puede ir creciendo. Desde hace ya un rato Concha sube y baja muy deprisa, sujetándose en mi pecho con las dos manos, quejándose en voz muy baja, hasta que con la mano derecha se empieza a tocar en lo alto del coño (si te vas a correr, sácala, eh; no te dejes ir dentro) y poco después ya está gimiendo de manera continuada, hasta que de repente da un grito, se queda quieta unos segundos durante los cuales noto como su coño me aprieta el rabo varias veces y después, rápidamente, se tira en la cama a mi lado (espera, espera un poco), respirando aún de manera entrecortada.

 Tienes que aprender la importancia del clítoris para que las mujeres gocemos, aquí en lo alto del sexo; no se te olvide nunca. Ven, súbete encima de mí y métela. Pongo las piernas una a cada lado de los muslos de Concha y me guío con la mano para meterle la polla. Noto una gran humedad, caliente, viscosa, muy suave. Casi sin darme cuenta empiezo a moverme adelante y atrás con rapidez, con ganas de correrme y tener mi deseado orgasmo (avísame cuando te quede poco, no puedes irte dentro de mí) que llega casi sin darme cuenta, pero que me hace sentir como si un terremoto de gusto estallara en mi interior. He quedado medio adormilado junto a mi tía (menos mal que me he movido, niño, vaya cantidad de leche que fabricas; tienes que tener cuidado para no preñar a ninguna ni por ahí, bueno, ni por aquí).  He dormido una siesta cojonuda hasta que he oído que volvían los del fútbol y me he levantado tan contento.

 Esta mañana ha amanecido lloviznando y con un aire muy molesto, así que la familia ha decidido no ir a la playa y realizar una excursión a un pueblo del interior, algo alejado y prácticamente abandonado, en donde tuvo su origen la familia de mi tío Rafael. Bien pertrechados de bocadillos, tortillas de patata y neveras con bebidas, en dos coches nos metemos todos, incluida Fer, y partimos con ganas de pasarlo bien. La verdad es que es una zona de baja montaña, arbolada, muy bonita, con abundancia de riachuelos y regatos, y merece la pena la hora y media larga de viaje por carreteras comarcales hasta el pueblo en el que sólo viven tres abueletes que pasan el verano (venden bebidas y tabaco a los turistas que de vez en cuando por aquí vienen) y en otoño vuelven al litoral. Paseamos, jugamos entre las casas abandonadas e incluso derruidas muchas de ellas, comemos todos juntos la merienda que llevamos y como hace rato que dejó de llover y salió el sol, nos vamos repartiendo por sitios tranquilos para echar la siesta, marca de la casa de esta familia. Fer y Silvia no dejan de hablar y reír en voz baja junto con la pequeña Marta, así que sigo andando por el pequeño pueblo hasta que encuentro, tras una pared caída, un lugar con mucha hierba entre sol y sombra, me tumbo e inmediatamente, me dan ganas de masturbarme. Mientras me lo pienso (creo que estoy lo suficientemente alejado del resto de la familia como para estar tranquilo a lo mío) me parece escuchar unos ruidos a mi izquierda, miro y descubro unos pocos metros más allá, entre los árboles, una tienda de campaña azul, y junto a ella, sobre mantas y toallas, una pareja, ambos completamente desnudos. En un primer momento me parecen dos mujeres por el pelo muy largo y rubio que lleva el hombre, pero en cuanto veo la polla tiesa y dura que tiene el tipo se disipan mis dudas.

 La mujer, muy rubia también, alta y muy delgada, está con el culo puesto en alto arrodillada a cuatro patas y el hombre, arrodillado tras ella, le está comiendo el coño y el culo con verdadera gula. En alguna revista porno lo había visto, pero en vivo me parece mucho más excitante, de manera que ya estoy cascándome la polla mientras el rubio sigue dándose un festín y la mujer da algún que otro suave gritito de excitación. ¿Te gusta ver como se lo come?; a mí me encanta que me lo hagan. La tía Pilar está a mi lado y no se pierde detalle de la escena que sucede a cinco metros de nosotros. Se ha bajado el pantalón corto que lleva y las bragas y se toca el sexo peludo arriba y abajo con su mano derecha (Javi, deja de tocarte y méteme la polla; rápido y sin ruido) mientras mira a la rubia pareja y mantiene los ojos y la boca casi cerrados, dando sensación de estar muy cachonda. Me pongo detrás de Pilar, tal y como me pide, y dirijo con la mano mi rabo, que entra con total facilidad en ese horno suave, caliente y muy mojado que me acoge como un cuchillo que corta mantequilla (qué ganas tengo; date prisa, no podemos tardar).

 La pareja que estamos mirando se ha movido de manera que ella ahora está doblada por la cintura apoyada con las manos en un árbol mientras él le está dando desde atrás unos pollazos tremendos y, de manera acompasada, ambos gimen y dan gritos cortos y suaves que van creciendo en intensidad, tanto como la respiración de mi tía (sigue, sigue, no pares), que mientras entro y salgo de su coño con mucha velocidad se está tocando el clítoris sin parar hasta que da un grito largo y bastante alto, detiene su movimiento, se separa de mí y se sienta en el suelo; más bien parece que se derrumba (espera un poco, sigue con tu mano). Me tengo que correr, estoy muy excitado y los gritos que señalan los orgasmos de la pareja me ponen con más ansiedad todavía, hasta que cierro los ojos, logro eyacular y creo que doy un grito que espero no haya sido demasiado fuerte. Abro los ojos porque oigo a Pilar reírse (joder como me has puesto de leche, que puntería tienes, cabrón; tengo que ir a lavarme) mientras la pareja se ha acercado un poco y aplauden sonriendo al ver a mi tía que se va corriendo con el pelo negro, la cara y la camiseta manchados por media docena de pringazos de semen.

 El día ha terminado bien y tras cenar me duermo contento, pensando en que me gustaría probar a comerle el chocho a alguna de mis tías; vamos, que estoy deseando poder hacerlo. Me ha gustado mucho verlo.

 Marcelo es mi mejor amigo de los veraneos. Vive en Roma, su madre es italiana, y pasa aquí los veranos con la familia de su padre. Nos llevamos muy bien y como somos de la misma edad nos preocupan los mismos asuntos, en especial el sexo y las chicas, claro está. Todos los veranos me trae de Italia un montón de revistas pornográficas que luego yo se las paso a los amigos del colegio. No me atrevo a contarle que he follado con mis tías, pero sí que he visto hacerlo a Fer con Lolo y a mis tíos. Es un tema de conversación apasionante para él porque mi tía Concha le encanta (igual que hago yo se mata a pajas pensando en ella y hasta tiene varias fotografías de mi tía en biquini, de las que nos hacemos en la playa, para estimularse y empalmarse) y me pide todo tipo de detalles. Me cuenta que algunas noches espía a la media docena de putas que se ponen en una zona oscura y poco transitada del camino de la playa y que se masturba viéndolas dar servicios sexuales a los clientes. Quedamos para ir esta noche a mirar, espiarlas y cascarnos un pajote.

 Son las diez de la noche y en vez de entrar a la última sesión del cine, como hemos dicho en casa que íbamos a hacer, damos un rodeo por la parte de las rocas de la playa y nos situamos tras una de esas rocas en la zona a la que las putas llevan a sus clientes. Pocos minutos después viene una pareja, situándose cerca de donde estamos. Es una mujer más bien gorda y bajita, con el pelo moreno muy rizado y que rápidamente se queda desnuda (tiene unas tetas que parecen dos cántaras y un culazo impresionante) ante un hombre joven que parece volverse loco de excitación ante esas curvas tan voluminosas y al que llama mucho la atención (a mí también) ver que la mujer lleva completamente rasurado el sexo, sin un solo vello. El tipo está empalmado como un verraco y la mujer, tras dejarse admirar el chocho sin pelo durante unos segundos y recibir un corto magreo en las tetas y el culo, se pone en cuclillas para hacerle una mamada. Joder, que chupadas más tremendas le pega al cipote del tipo, adelante y atrás a mucha velocidad, al mismo tiempo que sube y baja su mano derecha a lo largo del tronco de la polla del joven, que tarda poco en eyacular y echa su leche en la arena porque la puta está lista y no deja que el semen entre en su boca. Se visten rápidamente y se marchan. Me estoy poniendo a mil.

 Mira, Javi, ahí viene mi preferida; está muy buena la rubia y a mí me parece guapa, me la follaría ahora mismo. Una mujer con media melena aleonada teñida de rubio, alta y grandona, se acerca hacia las rocas seguida de un tío mayor bajito y muy ancho (es el dueño de un bar de la zona de pescadores del pueblo en donde preparan unos caracoles cojonudos) que no deja de tocarle el culo y hablarle a la mujer al oído mientras se acercan al lugar en donde estamos.

 Quítate la ropa que te vea del todo, rubia, que estás muy buena y me pones muy cachondo, mucho; siempre vengo aquí para estar contigo, eres la que me gusta.

Yo me quito todo y hago lo que me pidas, pero que luego se te vea un detalle en la propina, paisano, que por aquí viene mucho tacaño.

Desnuda por completo la rubia está buena, con tetas grandes, un bonito culo en forma de pera y unos muslos musculosos muy morenos. El hombre tiene una polla muy gruesa que la mujer chupa durante un buen rato (que bien usas la lengua, chica; eres la mejor puta de por aquí), hasta que se apoya en una de las rocas (están a unos seis o siete metros de Marcelo y de mí, los dos con el rabo en la mano y tratando de no perder detalle de la follada sin que nos puedan ver) y queda casi sentada, de manera que el tipo le mete la polla con facilidad, la sujeta de la cintura por la espalda, se pega a ella y le chupa las tetas sin parar, metiendo mucho ruido (no me muerdas, chupa lo que quieras pero no muerdas) y dándole un metisaca rápido, constante y muy sonoro (te mojas, rubianca; te gusta mi polla, eh) que acaba al poco rato con un grito fuerte y corto del hombre que señala una corrida que debe ser buena (hostia, que bueno, que gusto me sabes dar). Charlan un poco mientras se visten, el hombre da tabaco y varios billetes (gracias rumboso, ven más a menudo) y se marcha mientras la mujer se retrasa un poco bebiendo agua y limpiándose con una toalla y con papel higiénico que saca de su bolso. Me gusta ver como lo hace, me excita. Cuando ya no está el hombre a la vista oímos: Eh, vosotros dos, los mirones; salid de ahí antes de que llame a mis compañeras y os demos una paliza. Vamos, mocosos, rápido. Os parece que soy gilipollas o ciega y no os iba a ver de miranda y con las pollas tiesas. Mucho morro tenéis, aquí hay que pagar por todo, so listillos. Venga, salid de ahí.

 Me da tiempo a guardarme el rabo y Marcelo y yo nos miramos con cara de vergüenza, sin saber que va a pasar, mientras quedamos ante la rubia mujer. Qué pasa tíos, venís a sacar gusto del trabajo que hacemos las putas pero sin que os cueste, sin pagar nada, o es que sois maricones que se ponen a tono viendo el culo y la polla de los tíos que por aquí vienen. ¿Os la mamáis entre vosotros?, ¿os dais por el culo?. Marcelo reacciona antes que yo y con cara de no haber roto un plato en su vida y en voz baja contesta a la mujer: no, señora, perdónenos, pero es que nunca hemos follado ni lo hemos visto hacer y como nos han dicho en el pueblo que aquí hay una mujer rubia que está muy buena y da gusto mirarla, pues hemos venido a intentar verla a usted y nos hemos puesto cachondos.

 Se ríe, la rubia no puede dejar de reírse al ver nuestro azoramiento y la sensación de timidez que de los dos parece desprenderse. Le da una larga calada al cigarrillo, nos mira de nuevo y dice: me parece que sabéis mucho vosotros, demasiado, pero me ha hecho gracia lo que dices. Vámonos un poco más lejos por si vienen mis compañeras y os la lían parda. Caminamos hacia otra agrupación de rocas unos veinte metros a la izquierda sin decir nada, tras la mujer, que anda deprisa por la arena sin dejar de fumar y no se discernir si lleva cara de cabreo o de cachondeo. Se sienta apoyada en una de las rocas lisas (no puedo dejar de echarle unas miradas a los duros muslos que enseña hasta llegar casi a las ingles por el corto vestido blanco que lleva) mientras nosotros quedamos enfrente de ella. Acercaos, no os voy a morder, acaso os creéis que aquí venimos por amor al arte o a pasar el rato, nos ganamos la vida como podemos aguantando a tanto baboso que hay y a muchos veraneantes y lugareños salidos y mal follaos que necesitan que les hagamos lo que sus mujercitas y novias no quieren darles.

 Me parece que hay que romper el silencio que se instala y digo con voz tímida: tiene que disculparnos pero no habíamos caído en ello, y aunque llevamos poco dinero, por favor acéptelo y tenga claro que tiene todo nuestro respeto, además de que es cierto lo que nos habían dicho, está usted muy buena.

 No estoy seguro de si he metido la pata con esto último porque su rostro pasa por varias expresiones distintas antes de contestar: ¿os habéis corrido?, no, ya se nota que no, así que aún no os he dado nada y yo no cobro por lo que no trabajo. ¿Queréis contratar mis servicios?, eso ya es otra historia. Los dos contestamos casi al unísono sin pensarlo: sí, señora, nos gustaría hacerlo con usted.

 Se ríe, tira la toba del cigarrillo, se incorpora del todo y se quita el vestido casi de un tirón. No lleva ninguna ropa interior y aparece completamente desnuda ante nosotros (quitaos la ropa que quiero veros en bolas). Está buena, con tetas grandes morenas sin marcas de bañador, un poco caídas, una buena mata de vello púbico de color castaño, esos muslos morenos duros y estupendos y un buen culo grande que tampoco tiene señales de bañador alguno.

 Los dos nos hemos quitado el pantalón corto y la camiseta y presentamos las pollas tiesas y duras. Se nota que sois jóvenes y no hay que ayudaros demasiado para que os empalméis como corresponde, mejor; acercaos aquí. Nos toma a cada uno con una mano de la polla y las menea suavemente arriba y abajo (no están mal, no; podéis chuparme las tetas a ver si os gusta) mientras nos lanzamos cada uno a una de sus tetas. Me gusta que tenga pezones largos y gruesos, me encanta mamarlo y apretarlo con los labios (no me atrevo a morder) y con mi mano derecha acaricio, aprieto y amaso el culo (la mujer se ríe y más aún cuando paso a tocarle el peludo) durante un buen rato.Marcelo está muy excitado, respira con mucha fuerza y lo dice: quiero correrme, ¿puedo meterla?. De nuevo se ríe la mujer rubia, suelta mi polla (tu a esperar, no te lo hagas con la mano) y se apoya en la roca para que mi amigo se acerque (vamos, métela) y le introduzca el crecido rabo al segundo intento. Yo estoy mirando intentando no masturbarme, aunque sí me toco muy suavemente, y noto como el metisaca rápido y urgente de Marcelo va a acabar en cualquier instante, lo que sucede tras un grito alto y largo que coincide con un montón de lechazos que salpican los muslos de la mujer (ha dado un golpe de caderas y ha dejado la polla de mi amigo fuera de su coño en cuanto ha notado que empezaba a eyacular). Ibas bien quemao, tío; ahora tu, el de la polla grande.

 Me acerco y la mujer toma mi rabo con su mano para ayudarme a entrar (no está mal, nada mal). Por unas décimas de segundo me ha venido a la cabeza que igual el coño de la puta no es el más limpio o higiénico del mundo, pero sí que está bien mojado y caliente y antes de que empiece a moverme adelante y atrás noto como mi polla recibe varios apretones, como si una mano me cogiera la polla dentro del coño y apretara y soltase como jugando. Joder, qué pasote, como me gusta. Quiero que acabes dentro, chaval, me está gustando la polla que tienes. No tardo ni dos minutos, no puedo aguantar y suelto mi leche como si fuera un surtidor, al mismo tiempo que siento como tiemblan mis piernas al correrme. Qué bueno ha sido.

 La rubia se llama Sole y nos acepta el dinero que llevamos, que no es mucho, despidiéndonos amablemente: venid a meter cuando queráis, que os haré rebaja por guapos y buena polla, pero no vengáis de mirones porque os daremos una paliza.

 Lo de ir a ver a las putas tiene consecuencias, tanto para Marcelo como para mí. Un amigo de su abuelo nos vio y mi italiano amigo es considerado en su casa como todo un hombre, casi un héroe, de manera que su tío le ha dado dinero por si quiere volver a repetir, eso sí, llevando condones, según le dicen. Un compañero de Lolo, el novio de Fer, también nos vio y Fer se lo ha terminado contado a mi tía Concha, quien de manera muy discreta me llama a su habitación una tarde en la que mis padres están en Alicante visitando a unos amigos (siempre se suelen quedar dos o tres días con ellos) y enseguida estoy con la mosca detrás de la oreja porque también está Pilar, que de buenas a primeras me pega dos bofetadas fuertes, sonoras, que me hacen tambalear, mientras Concha empieza a abroncarme: no te había yo avisado que nada de ir con las putas, so cabrón; acaso aquí no te están dando gusto tus tías, no tienes bastante. Y ahora qué, querrás que dejemos que nos la metas sin saber lo que hayas podido pillar. Serás cerdo. Durante muchos minutos mis tías me dan un repaso de impresión, sin gritar en exceso, pero sin parar de ponerme verde. En un momento de respiro intento dar explicaciones, pero según abro la boca Pilar me da un rodillazo en los huevos que me deja hecho polvo, derrumbado sobre la cama y con las manos sujetándome los doloridos testículos. Vale, lo siento, lo del rodillazo sobraba, pero lo mereces por capullo. ¿Es que la puta te dio algo especial que no te demos en casa?. Los tíos sois todos gilipollas. Anda, a ver qué tienes, quita las manos.

 Mis doloridos huevos no son obstáculo para tener la polla tiesa y dura, de manera que estoy sentado en la cama con el bañador quitado y con una de mis tías a cada lado (no te dolerá mucho cuando estás bien empalmao) preocupándose de si estoy bien o el rodillazo me ha provocado daños peligrosos en mis partes (lo mejor es que te masturbes para descargar tensiones y así se te pasará el malestar; que burra eres cuando te pones, Pili). No quiero hacerme una paja (me hace falta, pero me hago el ofendido por la regañina que me he llevado y espero por si alguna se pone a la faena), así que Pilar (me parece que tiene conciencia culpable por el rodillazo) es quien con suavidad coge mi crecido rabo y empieza a subir y bajar la piel a ritmo lento, como con miedo (anda, cuéntanos lo que pasó y lo que hiciste con la puta).

 Decido que lo mejor es decir la verdad, así que todo lo cuento y lo único que me callo (no se bien la razón, pero es algo que me gustó mucho y lo guardo para mí) es lo de los apretones del chocho de Sole en mi polla y pongo énfasis en que me puse muy cachondo viendo a la mujer rubia desnuda a mi lado diciéndome que la tengo grande (claro, es que esas guarras saben como poner tontos a los tíos y tu no tienes experiencia). Llegados a este punto tengo ya un pollón de campeonato (vaya con el de los huevos doloridos) y la tía Pilar me está haciendo una paja cojonuda mientras lamo, mamo y me como las tetas de Concha (eso sí, echo en falta que me la chupen igual que otras veces, pero escucho decir a una de mis tías: hasta que no vayas al médico y te pongan antibióticos, ni meter ni mamadas, por capullo). Me corro soltando varios chorros tremendos de semen que nos pringan a Pilar y a mí y me despiden de su lado aún con cara de enfado, pero partiéndose de la risa: vete a tu habitación a dormir la siesta que mañana iremos al médico y ni se te ocurra estar con ninguna mujer en unos días o te la cortamos de verdad, salido. Se quedan riéndose.

 El médico tuvo que hacer esfuerzos para no soltar la carcajada ante las explicaciones de mis tías, me recetó tres inyecciones de antibióticos a poner en días consecutivos y me despidió diciéndome muy serio: condones, acuérdate de llevar siempre preservativos si vas detrás de prostitutas.

 Fernanda lleva unos días seria conmigo, como si estuviera resentida. Una mañana en la que todos han ido ya a la playa y yo me he retrasado buscando un libro para devolvérselo a Marcelo, se acerca a mi habitación: Javi, ¿sigues enfadado conmigo?, siento haberle contado a tu tía lo de las putas, pero en ese momento me pareció que era mejor que lo supiera.

 No, si no me he enfadado; me asusté un poco por su reacción, pero ya está todo pasado sin mayores problemas que los tres pinchazos que me han metido.

Los tíos sois la hostia y cuando se os pone dura ya ni pensáis ni miráis más allá de la punta del capullo. Lo entiendo en un jovencito como tu que siempre está con ganas y matándose a pajas, pero es que sois iguales toda vuestra vida.

 

Será casualidad, pero estoy casi empalmao, con la polla algo más que medio morcillona. Y Fer se da cuenta.  Ves, es que ni hablar se puede con vosotros, ya te estás poniendo burrote.

Lo siento, pero no lo puedo evitar, te miro mientras hablamos, recuerdo tu cuerpo tan excitante, te veo follando y ya ves como me pongo. ¿Seré raro?.

Raro, no, un poquito especial sí porque vaya pollón que tienes. Joder, Javi, déjamelo ver. Yo encantado de quitarme el bañador y quedarme en bolas.

 Fer está tocándome la polla y los huevos desde hace un par de minutos. Como si la estuviera adorando, la mira por arriba y por abajo, la toca suavemente, lame todo el tronco y le da besos en el capullo para inmediatamente repasarlo con la punta de la lengua, aprieta ligeramente los testículos y se los mete en la boca, primero uno, luego el otro (qué ganas te tengo a ti y a tu polla larga, gorda y dura desde que te la vi la primera vez) y vuelve a lamer todo con suavidad, con mucho cuidado. Cómo me ha puesto, estoy cachondo de verdad, con unas ganas terribles (Fer, no aguanto más, quítate la ropa; dame gusto por favor).

 Estoy tumbado en la cama boca arriba y Fernanda, tras desnudarse, se sube encima, pone sus piernas a ambos lados de mi cuerpo y se mete mi polla muy despacito, ayudándose con la mano, metiendo solo el capullo, sacándolo, volviendo a meterse un poco más del tronco y entrando y saliendo durante muchos segundos, como a cámara lenta, hasta que empieza un constante folleteo arriba y abajo (qué cojonuda es, cómo me gusta que me llene todo el coño) que la obliga a tenerla entera dentro. Poco a poco va aumentando el ritmo (serás cabrón, no hay manera de resistirse a tu polla) y llega un momento en el que siento que mi rabo y yo estamos en una atracción de feria (arriba, abajo, derecha, izquierda, en círculos, apretando con fuerza, …), me sujeto con una mano al culo de la mujer y con la otra no dejo de tocar sus tetas mientras que Fer me ha agarrado los testículos y los aprieta (un poco fuerte en ocasiones pero me gusta) y suelta según le parece (no te corras dentro de mí, luego te acabo yo; no seas cerdo). Me cuesta no dejarme ir y eyacular, pero veo a Fernanda con los ojos cerrados, con una mueca en la cara como si estuviera sufriendo, subiendo y bajando a mucha velocidad, moviendo sus caderas y el pubis con un ritmo de baile desenfrenado y cuando le voy a decir que no se si voy a aguantar, la mujer tiene un orgasmo sonoro, largo, que parece muy sentido y que provoca sus contracciones vaginales durante un buen rato. Me descabalga tirándose a un lado de la cama y queda fuera de combate intentando recuperar la respiración (espera, espera un poco).

 La hostia, Javi, yo nunca me corro sólo con polla, necesito menearme el clítoris, pero hoy ha sido la leche, que corrida más buena y larga. Qué peligro tienes, cabronazo. Ahora te toca a ti.

 Duro poco. Estoy tan excitado que la mamada que Fer me hace provoca mi corrida en apenas veinte segundos, soltando un montón de chorros de semen que provoca que la mujer se eche a reír ante la imposibilidad de tragarlo todo. De verdad que eres un peligro. De esto, ni mu a nadie, ¿vale?. Si me atrevo igual repetimos otro día; no se. Me da un suave beso en los labios, se mete en el cuarto de baño y la oigo cantar en la ducha. Yo marcho a la playa con el libro de Marcelo y tan satisfecho.

 No me doy ni cuenta, pero el veraneo en la playa se está acabando. Mis padres vuelven a Madrid este domingo después de comer y en unos ocho o diez días volverán para recogerme y marchar al pueblo segoviano de mis abuelos. Se me acaba el chollo y no puedo ni pensar en como voy a encontrar mujeres que follen conmigo en Madrid durante el curso. De lo que no me olvido es de Sole, la rubia (la he visto en el mercadillo semanal y me ha hecho un muy discreto gesto de saludo que he correspondido). Marcelo ha ido tres veces más a meter (siempre lleva un condón en el bolsillo y lo muestra muy orgulloso a los amiguetes) con otras de las mujeres que por la noche se ponen en la playa (le gusta mucho una joven pelirroja que según dice hace unas mamadas bestiales) y no hace más que decirme que vuelva con él. Este domingo le acompaño.

 Será porque es domingo, pero a nadie se ve por el oscuro camino de la playa. Hay cuatro mujeres fumando, todas con cara de aburrimiento, que nos reciben con los tópicos de su profesión (vaya, dos guapines por aquí, ¿vienes conmigo?; ¿buscáis mis mamadas?, son las mejores; ¿queréis que os apañe a los dos a la vez?) hasta que dos de ellas muestran total desinterés cuando Marcelo hace un gesto a una pelirroja y Sole dice en voz alta: este es mío, chicas. Me coge de la mano y me lleva a la playa, hacia las rocas un poco más alejadas (así que te has atrevido a volver por aquí, igual es que te gustó) y antes que pueda decir nada se quita el pequeño sujetador negro y la minifalda vaquera que lleva (sí te debe gustar lo que ves porque ya la tienes dura). Sí está buena, sí.

 Sí señora, claro que me gusta usted y lo que me hizo. He pensado en ello muchas veces, me pareció estupendo, muy excitante.

Ya sabes que me llamo Sole, no tienes que tratarme de usted, no soy tan vieja y tenemos confianza porque nos conocemos desnudos.

 Me ha ayudado a quitarme la camisa y el pantalón corto e inmediatamente comienza a acariciarme los huevos y la polla (yo también recuerdo que tienes una buena tranca). Le toco las tetas y el culo (tócame lo que quieras, a ti te dejo porque me gustas) y estoy presentando armas en cuestión de segundos y deseando meterla para sentir los apretones que tanto me gustaron. Lo debe intuir porque tras echarse hacia atrás para recostar la espalda y el culo en una roca plana, lleva mi polla con su mano al coño y me pide que empuje, lo que hago con suavidad hasta tenerla entera dentro. Por supuesto, del preservativo que me ha dado Marcelo ni me acuerdo. Pongo mis manos sobre la roca a ambos lados de la cabeza de Sole y empiezo a empujar lentamente (un poco más deprisa, no tengas ningún temor) y casi doy un grito de alegría cuando empiezo a sentir como el coño coge mi polla y la aprieta, la suelta, la vuelve a apretar. Es cojonudo y lo digo en voz alta (esto sólo se lo hago a los amigos, no te creas que a todos) mientras voy sintiendo que me voy a correr y poco después aviso a la mujer (me voy, me voy) que me contesta: dentro, chaval, que yo lo note. No se si lo nota, pero tengo una corrida fabulosa, un orgasmo largo y fuerte. Me quedo apoyado sobre la mujer, reposando, normalizando el resuello, y noto que Sole está tocándose el clítoris muy deprisa, por lo que de manera automática, sin pensarlo, la beso en los labios un par de veces y me separo un poco para que pueda mover la mano sin obstáculo alguno. Se corre de manera callada, con los ojos cerrados y respirando muy fuerte.

 Chaval, nunca te han dicho que a las putas no se las besa. Eso se deja para las esposas y las novias no para las que cobramos por follar.

Quedo un poco cortado, pero contesto lo que siento: me pareció que era lo normal, yo ya me había corrido y te tocaba a ti y me han dado ganas de besarte.

Eres un cielo, todavía no estás maleado y tienes mucho que aprender. ¿Vas a volver otro día?.

 Le explico que tengo que marcharme para Madrid en los próximos días (yo vivo y trabajo en Madrid todo el año excepto en verano que vengo aquí a tomar el sol, bañarme en la playa y a trabajar menos de lo habitual), me desea buen viaje y para mi sorpresa, saca del bolso una tarjeta de un local (puedes llamar por teléfono a partir de las cinco, estoy casi todos los días hasta la madrugada) de una zona muy céntrica que conozco bien. Si nos vemos en Madrid ya nos saludaremos y si no, el próximo verano seguro que estoy por aquí. Hoy invito yo, chico guapo. Enciende un cigarrillo, me hace una carantoña en la barbilla y se va.

 Marcelo está alucinado. Ha visto la escena final y no se lo puede creer (la puta no te ha cobrado y te da un teléfono para que os podáis ver en Madrid; joder, tío, como mola). La tarjeta la guardo como oro en paño, por supuesto, y estoy seguro que telefonearé a Sole porque el invierno me temo que se me va a hacer muy largo.

 Es viernes al mediodía, Marcelo se ha ido esta mañana para Barcelona, en donde toma el avión para Roma, y mañana vienen mis padres a por mí. Concha me dice: después de comer iré a tu cuarto para ayudarte a recoger y hacer la maleta contigo.

 La sagrada hora de la siesta queda hoy alterada por una Concha muy activa y algo tristona (que mal me pone que se acaben las vacaciones y tengas que irte; no me acostumbro a pesar de los años) que en cuanto marchan Rafael y Silvia rápidamente me prepara la maleta (los libros, tebeos y revistas guarras las guardas tu en la bolsa grande de deporte, acuérdate).

 Este verano ha sido especial para ti, no lo olvides y ten presente lo que Pilar y yo te hemos ido diciendo. Estoy orgullosa de haberte hecho hombre. Para mí ha sido algo importante y, por favor, no te aproveches de esa polla tan buena que tienes porque se te van a acercar mucha mujeres. No dice más, me da un beso en la frente y se va muy emocionada.

En el coche de mi padre voy medio dormido (nos hemos levantado a las seis de la mañana) y triste. Todos los veranos me pasa cuando dejo la playa, pero este año, mucho más. A mi lado va  la tía Pilar, que ha decidido que como le deben muchas vacaciones en el trabajo este año va a pasar un par de semanas con sus padres en Segovia. Bueno, igual así me aburro menos y me tengo que hacer menos pajas.

  

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