miprimita.com

El funcionario huelebraguetas (I)

en Confesiones

El funcionario huelebraguetas (I)

Lo de trabajar como detective privado ha sido una puñetera casualidad. Yo soy funcionario por seguir los consejos de mi madre una vez terminé los estudios de Económicas, pero como tal, siempre estoy de dinero a la cuarta pregunta, por obra y gracia de los bajos sueldos que nos pagan. Jesús, amigo de la infancia, es policía y colabora en ocasiones con una importante agencia de detectives privados que por su recomendación se ha puesto en contacto conmigo. El asunto es que una de mis compañeras en el Ministerio es la esposa de un famoso periodista —conocido por la mala leche que se gasta en opiniones y comentarios, siempre propios de la derecha más conservadora, y las buenas relaciones que tiene con gente poderosa— que está con la mosca detrás de la oreja convencido de que su mujer le está poniendo los cuernos con algún compañero de trabajo. El seguimiento que han hecho a la mujer durante semanas la exculpa, pero el marido no se lo cree y exige más investigaciones, por lo que en la agencia han pensado que alguien como yo, que conoce el ambiente funcionarial, que se puede mover sin cortapisas por los centros de trabajo por ser delegado sindical y que, además, es compañero de la mujer puesta en duda (no en el mismo despacho pero sí en el mismo área de trabajo) y con un cierto nivel de amistad desde hace tiempo, pues puede ser la clave definitiva para informar al marido. En principio se trata sólo de estar atento a Pepa, la esposa puesta en duda, por si creo detectar algo sospechoso en el trato con los compañeros, en las llamadas telefónicas, en fin, lo que se supone hace un detective, por lo menos en las películas.

 

 Vamos por partes. Que Pepa tenga un rollete por aquí no me extrañaría nada, porque es una mujer simpática, agradable, que se relaciona con normalidad con todo el mundo y aunque no se pueda decir que sea guapa, está muy buena, eso desde luego. Acaba de cumplir cuarenta y cinco años, es de estatura mediana, de pelo castaño claro natural, suele ir teñida de rubia, con una abundante melena rizada, ojos marrones oscuros, labios rectos, nariz romana demasiado grande y un cuerpo impactante: las tetas son grandes, altas, bamboleantes (le encanta hablar de sus pechos y de lencería, de los sujetadores que tiene que usar para contener esas maravillas y de las miradas de deseo que más o menos disimuladas le echamos los tíos); tiene un culo grande, redondo, duro (es una de sus características, es una mujer de carnes prietas, aunque ella asegura que jamás ha pisado un gimnasio ni se cuida especialmente); unas piernas bonitas y torneadas, con muslos fuertes, llamativos. Siempre discretamente arreglada de peluquería y maquillaje, morena de tomar el sol durante todo el año (tiene una terraza solarium en su casa con aparato de rayos UVA), bien vestida, siempre con un puntito sexy (sus escotes y minifaldas a veces podrían considerarse incluso escandalosos; está claro que tiene algo de exhibicionista), zapatos de alto tacón para parecer más alta, medias negras transparentes, es una mujer deseada y deseable por cualquiera al que le gusten las mujeres. Yo el primero.

 

 Lo segundo a destacar. No me voy a poner a espiar a Pepa, compañera de trabajo con la que tengo confianza desde hace años (soy nueve años más joven que ella, y debemos llevar juntos al menos siete u ocho en el mismo Ministerio), pero está claro que quiero ganarme el dinero que me pagan, de manera que pueda quedar bien mi amigo Jesús, al igual que la agencia de detectives y la propia Pepa. A mí me parece bastante obvio que la mujer no lleva una doble vida, así que lo mejor va a ser hablar con ella y, entre los dos, darle solución al asunto y decidir qué es lo que debo informar.

 

 Una de las ventajas de ser delegado sindical es que dispongo de un pequeño despacho en uno de los sótanos del gran edificio en el que radica el Ministerio, lo que me permite un cierto escaqueo del trabajo cuando me apetece y tener intimidad para los asuntos sindicales y mis asuntos personales, llegado el caso.

 

 He quedado con Pepa a la hora de café de media mañana, para charlar de manera confidencial sin miedo a que alguien nos pueda escuchar, pongo en marcha la cafetera de filtros y el calientaleches que tengo en el despacho, me cercioro de que no hay nadie por el entorno y veo a Pepa que ya viene por el pasillo, sonriendo como siempre, con una ajustada camisa oxford azul con un par de botones desabrochados y una falda negra de punto que marca su majestuoso culo, quizás un poco grande, pero fabuloso. Las finas medias negras y los zapatos de tacón alto son un excitante complemento. Espectáculo impresionante, sí señor. No me extraña nada que entre los tíos tenga cierta fama de calientapollas, lo que por otra parte le encanta.

 

 —Hola guapa

 

 Ni me contesta. Tras cerrar la puerta con pestillo, inmediatamente me abraza y nos damos un besazo largo, guarro, con lengua, bien ensalivado. Soy mucho más alto que ella y tengo largos brazos con los que llego sin problemas a su tentador culo, a acariciarlo y apretarlo por encima de la falda.

 

 —¿Llevas bragas?

 

 —Claro que sí, que te has creído. Son chiquititas pero tapan mi chocho, míralo tu mismo

 

 Tras subirle la falda a la cintura, veo un pequeñísimo tanga negro que, por supuesto, no tapa los gruesos labios vaginales perfectamente rasurados, suavemente morenos, mojados, brillantes. Mis manos van al coño como si tuviera imán, apartando la fina y estrecha tela de las braguitas, acariciando arriba y abajo, notando la humedad y las ganas de la mujer, que habla en susurros en mi oído, como siempre que está excitada.

 

 —Cabrón, lo que me haces; tu sí que sabes ponerme a tope

 

 —Guarra, has ido a la cafetería con este tanga para que todos se fijen en tu culazo

 

 —No, hoy no, me lo he puesto para ti hace un momento en los aseos, además, ya me han mirado bastante las tetas

 

 No me extraña, los dos botones desabrochados dejan ver el canalillo glorioso de esta hembra y algo más, sugerido por el sujetador negro con encajes, tipo balconette, que claramente se vislumbra.

 

 Desabrocho mi camisa e inmediatamente lame mis pezones y pasa las manos por el vello del pecho, agarrando el pelo e incluso tirando de él, algo que para ella es detonante de su excitación. Yo también quiero hacer lo mismo con sus pezones.

 

 —Quítate la camisa y saca tus maravillas

 

 Qué bonitas son, qué tetas más excitantes. Grandes, redondeadas, apenas caídas, duras pero suaves, juntas, morenas, con areolas marrones que en su centro llevan unos pezones arrugados, tiesos, duros; van pidiendo guerra, claro que sí, y me pongo a lamer, chupar, mamar, sin olvidar continuar con el suave masaje de mi mano izquierda en el chocho de Pepa.

 

 —Qué mal te portas conmigo, hace dos semanas que no me das gusto; ¿ya tienes una guarra por ahí?

 

 —No, corazón, luego te cuento; sácame la polla

 

 Desabrocha rápidamente mi pantalón y lo baja junto con el slip, agarra con toda la mano mi paquete unos instantes y enseguida coge la polla con la mano derecha para acariciarla suavemente, mientras de nuevo se acerca a lamer y mordisquear, con cierta fuerza, mis pezones.

 

 —Qué ricos son, cómo me gustan tan pequeñitos y duros

 

 La que le parece dura es mi polla y, por lo que habitualmente dice, le encanta su tamaño.

 

 —Eres un chulazo con esta polla tan grande, tan tiesa y dura, métemela

 

 Doblada por la cintura, apoya sus brazos en la mesa en ángulo recto, junta las piernas y se ofrece, jadeando, respirando de manera rápida, hablando en voz muy baja, tanto que no entiendo todo lo que dice. Vaya espectáculo maravilloso mirarla desde atrás y recrearme en esas tetas que ahora están colganderas, en el culo estupendo y el empapado coño en donde la voy a meter.

 

 —Fóllame, me hace falta

 

 Me gusta jugar un poco en el momento de penetrarla y tardar algo más de lo que a ella le gustaría, así que paso y repaso mi capullo por los labios del chocho, acaricio sus glúteos (qué ganas de darle unos buenos azotazos, pero aquí me da corte por quien pudiera oír el característico fuerte ruido), alcanzo las tetas y las amaso unas cuantas veces, acerco a su boca el dedo gordo de mi mano para que lo chupe en plan vicioso (es algo que me excita un montón), vuelvo a refregarle la polla por los labios, unos suaves toquecitos en el culo, nuevos restregones …

 

 —Ya, mi hombre, ya

 

 Me guío con la mano, empujo un poco y adentro; ah, es estupendo meter la polla en un coño caliente, mojado y acogedor. Desde el primer momento nos movemos de manera acompasada, adelante y atrás, sin prisa pero sin pausa. Es lo bueno de follar en un coño lo suficientemente conocido como para saber que va a darte placer, lo haces con total confianza sabiendo que el final de la película va a ser placentero. Cojonudo.

 

 Con cuidado de que no choquen mis muslos con los de Pepa y no metan demasiado ruido, llevo ya un rato dándole una follada dura, fuerte, de las buenas, y cuando mi mano derecha acaricia de nuevo su clítoris, los jadeos y grititos disimulados de la mujer parecen desbocarse hasta que se queda completamente quieta durante cuatro o cinco segundos, lleva su mano izquierda a la boca para taparla y se corre durante mucho tiempo, como siempre, apretando mi polla con unos pellizquitos maravillosos provocados por las suaves contracciones que duran hasta bastante después del clímax de su corrida. Saco el rabo para no correrme dentro y mientras recupero mi respiración observo a Pepa, con los ojos brillantes, la boca y las aletas de la nariz muy abiertas, estirando los brazos, mirándome con una gran sonrisa.

 

 —Te odio, no debería ocuparme de ti, que te tengas que matar a pajas

 

 Como si no lo hiciera en casa cuando pienso en ella. Mi rabo presenta un perfecto estado de erección y no hago demasiado caso a lo que dice porque ya lo ha cogido y le está meneando arriba y abajo con muchas ganas. Nada tengo que decirle, se pone en cuclillas delante de mí mientras yo apoyo el culo en la mesa y se mete la polla casi entera en la boca, para sacarla y meterla muchas veces antes de comerme el capullo de manera glotona con labios, lengua, dientes, otra vez dentro, afuera, adentro, … como en dos minutos me corro lanzando un montón de churretones de semen, la mayoría dentro de la boca —le sujeto la cabeza con la mano para que no la aparte y trague mi leche— y alguno en las tetas, cosa que me encanta. Una corrida cojonuda.

 

 —Vaya pareja de guarros que somos, joder, que soy una mujer casada, con dos hijas, mayorcitas, pero con dos hijas

 

 —De eso precisamente quería hablarte, tu marido ha contratado una agencia de investigación privada para saber si le pones los cuernos y, de puta casualidad, esa agencia me ha contratado a mí para vigilarte en el trabajo

 

 —¿Cómo?, otra vez empieza con esas tonterías. ¿Tú que tienes que ver?.

 

 Mientras nos aseamos en el lavabo que hay dentro del mismo despacho, nos vestimos (me quedo con el tanga negro chiquitín para mi colección de ropa interior guarrilla de Pepa, de vez en cuando se la devuelvo para que se la pongo de nuevo para mí), abrimos la ventana para orear el despacho, ella enciende un cigarrillo rubio (uno de sus defectos: fuma) le pongo en antecedentes y hablamos del asunto.

 

 —Que yo sepa es la tercera vez que contrata huelebraguetas para saber si me follo o no a otros tíos. Se está volviendo imbécil de tanto tratar con políticos y millonarios capullos, además de maricón perdido. Que me pregunte a mí y se deje de chorradas, ya le he contestado varias veces que me tiro a quien me da la gana porque a él sólo le interesan los culitos de tíos jóvenes e intentar que yo le haga una mamada los domingos por la mañana antes de levantarse de la cama para ir a comprar churros

 

 —¿Y no será que me están investigando a mí porque algo sepan?, pero entonces no sé por qué me pagan por estar al loro de ti en el trabajo

 

 —No sé, pero no hay que darle mayor importancia, querrá pedirme algo o hacerse el importante. A ver si hay suerte y quiere divorciarse, le voy a sacar hasta las pestañas. ¿Quedamos el viernes por la tarde en casa de mi prima?

 

 —¿Seguro?, no quieres dejar pasar un tiempo para tranquilizar a tu marido

 

 —¿Ya no te gusto y no quieres quedar conmigo?, voy a tener que contratar a un detective para saber qué haces por ahí y a quien te tiras

 

 Risas, un besazo en los labios y Pepa se marcha hacia su despacho. Minutos después voy yo. En nuestro trabajo tratamos como siempre, con cordialidad, aprecio, pero sin dar una sola oportunidad a que se descubra que llevamos cerca de cinco años siendo pareja sexual, muy buenos amigos, con un comportamiento cariñoso y sentimental cuando podemos librarnos de nuestro entorno habitual.

 

 Como me parece que ya puedo dar mi informe en la agencia de detectives, llamo por teléfono y quedo en ir esta misma tarde de hoy martes. Me piden opinión y la doy en el sentido de que Pepa no tiene ningún amante en su trabajo, a pesar de que de vez en cuando gaste bromas sobre ello y creo que no se cortaría ni un pelo en tenerlo si tomara esa decisión. Agradecimiento por ambas partes, un cheque curiosote y hasta otra. No sé si he quedado bien o mal o se han partido de la risa si a mí me estaban investigando, pero hecho está y me han pagado bien.

 

 El jueves antes de comer me llaman de la agencia para ver si puedo ir esa tarde por otro posible trabajo. Primero me huele a chamusquina, pero decido ir y me llevo la sorpresa de que quieren que me encargue de vigilar a otra funcionaria de donde trabajo, cuyo marido también les ha hecho el encargo de investigarla por la misma razón: cuernos. Me dan un adelanto por si tengo gastos, me hacen unas indicaciones de carácter general sobre lo que debo hacer, unas breves recomendaciones de tipo ético, y acepto, claro que sí. Debo volver en unos diez días.

 

 El nombre y apellidos de la funcionaria —Beatriz— me suenan, aunque creo que no la conozco. Aprovechando una antigua denuncia de salud laboral acerca de la situación de las salidas del aire acondicionado en la zona de despachos en donde ella está, decido plantarme allí como delegado sindical y establecer un primer contacto. Me llevo una sorpresa: la señora es una mujer de unos cincuenta y cinco años, alta, grande, guapa, pelirroja, con un cuerpazo llamativo, simpática, amable y con un puntito vacilón que me gusta. Como aún sigue sin arreglarse del todo el problema del aire acondicionado, quedo en volver la siguiente semana tras haber hecho alguna gestión y hablar del asunto con los encargados del mantenimiento. Mientras, intentaré informarme sobre Beatriz.

 

 En la planta en la que está destinada la funcionaria trabaja como ordenanza mi amigo Pablo. Es un joven de veintimuchos años, educado, amable, recién casado, cotilla muy discreto y, de ahí viene nuestro conocimiento, aficionado al senderismo de montaña y a la búsqueda y recolección de setas. Hace un par de años, paseando tranquilamente por la Pedriza del Manzanares, al pararme a beber agua y sentarme en lo alto de un mogote, a escasos metros veo a un par de hombres con los pantalones bajados. En ese preciso momento uno de ellos, de pie, tiene sus manos apoyadas en una gran piedra y recibe en su culo los pollazos de su compañero de follada. Discretamente me marcho, llamo a Prudi, la hembra de pastor alemán de mi hermana, que me llevo conmigo siempre que salgo al campo, y sanseacabó. La verdad es que no, porque el lunes, según entro en la cafetería del Ministerio, me doy de bruces con el hombre enculado, quien queda visiblemente cortado, alterado y termina acercándose a mí para hablar café mediante. Me cuesta bastante trabajo convencerle de que soy absolutamente respetuoso con los gustos sexuales de cada cual y que no clasifico a los hombres en función de donde les guste meterla o que se la metan y, poco a poco, establecimos la típica relación de amistad laboral, acrecentada porque hemos salido juntos al campo en ocasiones (conoce las setas mejor que nadie y las cocina estupendamente, con una gran variedad de recetas) y por una de sus características personales: se entera de todo lo que pasa en el Ministerio. Es una fuente de información fiable, útil y en gran cantidad.

 

 El viernes a la hora de comer apenas hay nadie en un cercano bar en donde solemos quedar de vez en cuando para comernos un cocido de quitarse el sombrero. Perfecto para preguntar a Pablo sobre Beatriz:

 

 —Coño, Berni (mi nombre es Bernardo, y como me gustan mucho los perros y soy de tamaño grande, algunos amigos íntimos me apodan sanbernardo), esa pelirroja es la tía más maja y simpática de toda esa planta; es swinger como yo, se lo hace tanto con hombres como con mujeres. Si aquí tiene algún rollo, no lo sé. Va de vez en cuando, acompañada por su marido, a un club privado de parejas y ambiente liberal que hay por la carretera de Colmenar Viejo, alguien me dijo que les va montarse tríos con hombres y mujeres. Hay más mujeres de aquí que van por ese sitio, ya te contaré. Los sábados a última hora de la tarde es cuando ese club empieza a funcionar a tope

 

 Vía internet logro enterarme de donde está exactamente el club y tras una llamada telefónica, on line logro una invitación como visitante ocasional válida para el sábado. Iré a echar un vistazo y a ver si coincido con Beatriz.

 

 El viernes a las seis, en un pueblo de la sierra segoviano-madrileña, estoy entrando por la puerta del bar, restaurante, pub, librería, cineclub, cibercafé, sala de actuaciones musicales, exposiciones y celebraciones varias, centro de cursos y clases, ludoteca infantil, piscina y terraza veraniega, propiedad de Eva, prima carnal, gran amiga de Pepa y benefactora de nuestros ocultos encuentros sexuales. Un saludo a la guapa y simpática Eva, apenas unos momentos de charla (está a punto de comenzar la proyección de un documental y hay unas setenta personas que se quedarán a un debate posterior sobre medio ambiente organizado por una universidad) y traspaso la puerta que conecta con el jardín-terraza, al fondo del cual está el discreto gran chalet en donde nos encontramos Pepa y yo siempre que tenemos oportunidad.

 

 Empujo la puerta de entrada e inmediatamente oigo la voz de Pepa con una frase que presagia una tarde de las buenas:

 

 —Rápido, quítate la ropa, que te vas a enterar de lo que vale un peine. No te vuelvas hasta que te lo diga

 

 Desnudo, mirando hacia el interior del salón, siento como llega por detrás la mujer, quien abraza mi pecho con las dos manos e inmediatamente comienza a acariciar y apretar los pezones, al mismo tiempo que noto en mi culo la presencia de algo no habitual.

 

 —Has sido muy malo, Berni, me espías pero no quedas conmigo para darme gusto. Lo vas a pagar

 

 Recibo un par de azotes sonoros en el culo y siento como Pepa restriega un consolador suave y blando a lo largo de la raja del culo, arriba y abajo, varias veces, mientras con la mano izquierda no deja de jugar con mis pezones. Enseguida, sin más preámbulo que un largo guarro beso chupándonos mutuamente las lenguas, un empujón hacia la mesa situada en un costado de la habitación.

 

 —Te voy a romper el culo, maricón

 

 —Sí, pero vamos a la cama, por favor

 

 En la cama, boca arriba, tendido de espaldas sobre un grueso gran cojín de manera que mi culo quede un poco elevado, puedo admirar a Pepa. Qué excitante está desnuda, con los ojos y labios maquillados en color negro, con un collar de perro de cuero negro en su cuello y un arnés también negro, simulando cuero, en el que sujeta una negra polla de silicona, suave, larga, medianamente gruesa, que acaricia como si fuera de verdad y la tuviera que mantener erecta. Cada uno de sus tiesos pezones lleva prendida una pequeña pinza de acero pavonado, unidas por un cordón de cuero, también negro, que cuelga levemente tenso hasta llegar casi a la altura de su redondo ombligo. Lleva como un minuto acariciando mis huevos, se para, los aprieta a modo de despedida y coge de la mesilla de noche un bote de aceite lubricante, embadurna primero la raja del culo arriba y abajo, y después, mete el dedo meñique en el agujero del culo. Tras entrar y salir suavemente, mete el dedo anular, luego el dedo medio y así todos, varias veces, deteniéndose especialmente en el pulgar, que mueve a derecha e izquierda y en círculos.

 

 No hemos hablado nada, salvo algún que otro gemido de excitación por mi parte y la aceleración de la respiración de ambos, durante estas operaciones que apenas han durado tres o cuatro minutos, pero que han conseguido ponerme la polla bien tiesa y dura. Pepa me mira con expresión seria, concentrada, con la boca abierta, comenzando a jadear ligeramente, con la mano izquierda agarra mi rabo acariciando de manera casi imperceptible, subiendo y bajando la mano a cámara lenta, al mismo tiempo que sujeta la polla de silicona con la mano derecha, la lleva hasta el ano y empuja con suficiente fuerza como para penetrarme al primer intento. Sigue empujando de manera constante e introduce toda la larga polla dentro de mí.

 

 —Te gusta, eh, maricón

 

 Contesto con voz entrecortada, ronca, intentando asimilar aún dentro de mí el consolador.

 

 —Sí, me excita mucho, y a ti también, so guarra

 

 Ríe a carcajadas y empieza a follarme con un metisaca continuo, constante y poco a poco, más rápido. No saca la polla entera del culo, pero sí que me da un buen recorrido adelante y atrás, de manera que sus tetas se mueven con un bamboleo temblón, excitante, maravilloso, acrecentado por la presencia del cordón de cuero que golpea suavemente sobre su cuerpo al ritmo de la follada. ¡Qué excitante!.

 

 Pepa se detiene unos momentos para acercarse un poco más a mí, posando las rodillas sobre la cama y doblando un poco el cuerpo hacia abajo. De esta manera mi polla toca sus pechos a cada envite y no tengo ningún problema para situarla entre las tetas para que empiece a hacerme una paja cubana con sus pechos. Yo ni me muevo, la mujer sigue dándome por el culo empujando apenas y con sus manos mueve las maravillosas tetas para masajearme el rabo arriba y abajo. Estoy en la gloria, pero falta un detalle.

 

 —Chúpame el capullo, cómetelo

 

 —No sé si lo mereces

 

 Tarda un ratito en comenzar, como si me estuviera castigando, pero ahora si puedo asegurar que esto es estar en el cielo: sigue empujando muy suavemente follando mi culo, las tetas envuelven el tronco de la polla y ese roce fabuloso me encanta, además, el glande recibe una mamada suave, ensalivada, excitante. ¡Guau!, qué bueno.

 

 Como la postura es incómoda para Pepa, deja libres sus tetas y se emplea a fondo follándome y mamando la polla. Joder, qué bueno. La corrida apenas se demora unos minutos, y como casi siempre que me da por el culo, tengo la sensación de que el orgasmo dura más tiempo de lo habitual, aunque quizás sea menos intenso. No lo sé, pero me da un gustazo tremendo el lento fluir del semen, que la mujer deja entrar en su boca y, tras tragar una pequeña parte (me gusta que lo haga y ella lo sabe bien), lo deja caer sobre las tetas para extenderlo lentamente con las manos como si se tratara de una crema corporal, mirándome a los ojos mientras recupero la respiración y se me va pasando el relajo propio de una buena corrida.

 

 —He estado hablando con mi marido y me ha asegurado que no ha hecho que me investiguen desde que discutimos sobre eso hace dos o tres años. Miente, pero bueno, le he vuelto a dejar claro que si quiero tirarme a un tío o a siete, lo voy a hacer, igual que él con su amante, tan guapo, culto, elegante y joven. Anda que no le jode que sepa lo suyo con los jovencitos. Berni, cariño, cómete mi coño que he quedado con mis hijas para cenar en el italiano ese que tanto les gusta y no quiero llegar tarde

 

 Pepa no suele ser de orgasmo difícil y hoy tampoco. Tumbada boca abajo sobre la cama, con el culo levemente en alto, lo primero que me pide es que chupe su culo con lengua y labios. Se excita, mucho, y cuando después de un buen rato de lamidas muy ensalivadas paso a meter la lengua en el ano, sus gemidos y grititos son muy perceptibles, urgiéndome a que me ocupe de su sexo:

 

 —Cómetelo, vamos; no seas cabrón, dame gusto

 

 Me dan ganas de ser malo y tardar un poco, pero la veo muy cachonda, así que hago que suba más el culo, de manera que me coloco en la cama boca arriba, entre sus piernas, y meto la cabeza como incrustada en su depilado chocho, usando la lengua y los labios como más le gusta. Rápidamente restriega de vez en cuando el empapado coño por toda mi cara, hasta que me centro en el clítoris y en pocos minutos de comérselo con ganas oigo el grito que caracteriza sus corridas, largo, fuerte, sostenido, entrecortado, terminando en la frase que dice casi siempre con voz ronca, muy baja:

 

 —Me matas de gusto

 

 Me seco el rostro con la sábana porque ni veo de la cantidad de jugos vaginales que llevo sobre el rostro y Pepa, tras unos minutos de reposo, se levanta.

 

 —Me voy a la ducha. ¿Te quedas un rato con Eva?. Oye, deberías acostarte con ella, lleva una racha de no follar nada de nada que ya me preocupa. ¿Cuándo eráis novietes os lo montabais?. Tú le gustas mogollón, supongo que lo sabes

 

 Hecha un torbellino, como casi siempre, Pepa se marcha tras ducharse y maquillarse muy cuidadosamente, pasando un largo rato en el aseo, con su gran sonrisa por delante, un cigarrillo encendido y un bonito ajustado vestido negro de punto, que más parece para una cita amorosa que para quedar a cenar con sus hijas. Porque se ha puesto bragas de cuello alto y un sujetador más o menos normal y corriente, que si no me podría pensar que va a verse con otro tío. Un beso cariñoso en los labios y un par de puntualizaciones, por si no me he enterado antes:

 

 —El fin de semana estaremos en la casa de El Escorial con mis padres, así que no me llames y, por favor, folla con Eva, eso sí, me lo tendrás que contar en detalle

 

 Así es Pepa, suelta todo como si tal cosa y me hace dudar a menudo de si debo o no hacer lo que dice o es un simple comentario sin transcendencia alguna. Se ríe a menudo de mí por esto. Se va y ya puedo pasar al cuarto de baño. Necesito una ducha y un poco de tranquilidad.

 

 Eva es de mi misma edad. Nos conocimos en la Facultad cuando ambos estudiábamos Económicas, y durante unas semanas estuvimos saliendo dentro de un grupo de compañeros de estudios sin mayor compromiso ni vida sexual destacable, salvo besos y poco más. Dejó durante un par de años los estudios para ponerse al frente del negocio familiar por enfermedad de su padre y nos perdimos la pista hasta que años después empecé a tratar con Pepa, su prima (más bien es una relación de hermana mayor-hermana pequeña, aunque no siempre está claro quién es quién en estos roles) y buena amiga. Me gusta, como persona y como mujer, por supuesto.

 

 El coloquio sobre medio ambiente está en plena efervescencia, así que me quedo en la barra escondido tras un gintonic (comiendo un pincho de tortilla que aquí es buenísima) lo que me permite observar a Eva a mis anchas, situada de pie en la sala unos metros por delante y participando activamente en las discusiones. Es una mujer alta, delgada, guapa de cara, con unos bonitos grandes ojos grises y labios rojos perfectamente delineados. Cabello muy negro, rizado, que lleva en una melena suelta que llega hasta sus redondeados hombros, siempre levemente morena de piel (da igual que tome el sol de la manera que sea, nunca pasa de un ligero color tostado que a mí me parece muy bonito). Tiene una delgadez engañosa porque es una mujer curvilínea que está muy buena, quizás con tetas algo pequeñas comparadas con las de su prima, por ejemplo, pero con un culo y unas piernas de quitarse el sombrero. Vestida con pantalones negros tipo leggins, su culo queda perfectamente dibujado, alto, redondo como un buen melocotón, duro, de un tamaño perfecto. Joder, qué culo, qué muslos y qué piernas. Seguro que no soy el único que la está observando.

 

 El coloquio ya languidece, desde la mesa ponen punto final, suben el volumen de la música ambiental y la barra se llena de ecologistas pidiendo copas y cosas de comer. Eva me ve y se acerca con expresión risueña.

 

 —Te has quedado, ¿has estado en el coloquio?

 

 —Más bien he estado conversando con la tortilla de patatas, está superior, y te he visto muy interesada en el acto, pero he preferido prestarte atención a ti antes que a los concienciados ecologistas, no sé, razones de estética

 

 Algunas risas en una conversación tontorrona, nos interrumpen varias veces personas que saludan a Eva y charlan brevemente, así que tras hacernos con un par de copas nos dirigimos a una de las pocas mesas vacías del fondo del gran salón.

 

 —Parece que va bien el local

 

 —Sí, costó su tiempo, pero ya llevamos varios años que funciona bien, estoy contenta porque son muchos los que lo conocen y vienen por aquí, se ha convertido en punto de referencia de cuestiones culturales de todo tipo y da trabajo a unas treinta personas entre todas las actividades, la mayoría jóvenes de la zona; sin olvidar que el restaurante va muy bien

 

 —Me alegro, porque has trabajado lo que no está en los escritos y me temo que has renunciado a muchas cosas por sacarlo adelante

 

 Un gesto como de asentimiento por su parte, me acerco y de la manera más natural nos besamos en los labios, después en la boca y una tercera vez nos morreamos dándonos un besazo con lengua de los que deberían ser siempre prefacio de una buena follada. Parece que no me equivoco, Eva me ha cogido de la mano y me lleva a la parte trasera del edificio, a la habitación que utiliza como despacho, en la que entramos besándonos como dos novios adolescentes, cerramos la puerta y nos desnudamos mutuamente con prisas, sin dejar de comernos la boca ni un momento.

 

 —Berni, ¿ahora le estás haciendo caso a Pepa?

 

 —No, Eva, estoy haciéndole caso a mi polla

 

 No se si ha sido una respuesta muy educada, pero mentir, no he mentido. Tengo el rabo tieso y duro como el mango de un martillo, y según miro el cuerpo de Eva me voy poniendo más cachondo aún.

 

 Sus tetas son preciosas, no especialmente grandes, pero sí llamativas: altas, redondeadas, duras, parecen dos quesos de bola un poco aplastados con pezones regordetes, arrugados, de color avellana, situados en una areola circular un poco más oscura. Me encantan, qué bueno es mamar unas tetas como estas. Lo de su culo no es normal: mis manos se van ellas solas directas al culo para amasarlo, acariciarlo, apretarlo, parece tener imán, es fabuloso, redondo, duro, bueno de verdad, de un tamaño perfecto. Creo que es el más bonito y excitante que he visto nunca.

 

 —Hace mucho que no estoy con un hombre, estoy muy salida

 

 No contesto, tras acariciar suavemente los muslos, toco suavemente su sexo, protegido por una buena mata de vello muy negro, denso, muy rizado, y cuando acaricio brevemente el clítoris da un respingo seguido de varios jadeos cortos, roncos, llenos de deseo. Está empapada de sus líquidos vaginales, con los muslos muy mojados en su cara interna.

 

 —Fóllame, me hace mucha falta

 

 Tumbada boca arriba en el gran sofá situado junto a la ventana, con las piernas dobladas y apoyando los pies sobre el asiento, con su rostro expresando una mueca de ansiedad, la imagen de Eva es la de una mujer entregada, necesitada de polla. Por mí no va a quedar, joder cómo me gusta.

 

 Entro con facilidad, empujando de manera continua, provocando un largo gemido de la mujer morena que respira muy fuerte y habla en voz baja, casi retransmitiendo sus sensaciones y respuestas al lento y profundo metisaca que le estoy dando.

 

 —Sí, sí, Berni, qué dentro me llegas

 

 Poco a poco he ido subiendo el ritmo y la fuerza de la follada, empujando con ganas, abrazado a Eva, besando su boca, excitándome aún más con sus grititos y comentarios, que apenas puedo oír con el sonido de chop-chop que provoca la gran mojadura de su coño, su voz ronca, jadeante, mi propia respiración y el ruido de las patas de madera del sofá, que espero aguante hasta el final sin desencuadernarse.

 

 —Ahhh, qué polla; sigue, sigue

 

 Ahora le estoy dando unos pollazos tremendos, de esos que te hacen sentir muy macho, orgulloso de la polla que tienes, al mismo tiempo que mis huevos empiezan a dar señales de vida porque el coño de Eva es ajustado y noto cada envite que le doy.

 

 —Ya, viene; no te corras dentro

 

 Como no se dé prisa se la tendré que sacar ya en cualquier momento, pero no, un grito fuerte y largo me confirma su orgasmo, que dura mucho tiempo, con altibajos subrayados por grititos de distinta intensidad que parecen coincidir con las contracciones de su vagina y unos espasmos que ponen en peligro mi propósito de eyacular fuera.

 

 —Sácala

 

 Así lo hago, me la meneo rápidamente y apenas tardo medio minuto en soltarle una lechada que impacta en su tripa y su pecho con varios densos churretones. Quien diría que también me he corrido con su prima hace tres horas. Guau, qué gusto.

 

 —Gracias, Berni, me hacía mucha falta

 

 —¿Me das las gracias?, entonces yo tengo que hacer la ola por haber podido follar con una diosa

 

 Nos reímos, le damos unos tragos a las bebidas y charlamos un poco de manera inconexa, sin orden pero con ganas de saber el uno del otro, o al menos así me parece a mí.

 

 —No entiendo que una mujer como tú, guapa a rabiar, con ese cuerpazo, simpática, con un floreciente negocio y una posición de cierta influencia en esta zona esté sin marido o sin novio o algo parecido

 

 —Estuve casada tres años con un tío guapísimo, majísimo, que tenía un gran defecto: no soportaba a su lado una mujer activa que quería destacar en su trabajo y hacerse valer por sí misma y no por el marido. Después he estado muy centrada en poner a funcionar el local y salvo muy de vez en cuando algún ligue pasajero, por mi necesidad de sexo, apenas he tratado con hombres

 

 —Conoces a tu prima, dice las cosas y no sabes si es una broma o es una orden por su parte, pero al margen de lo que Pepa haya hablado contigo, te aseguro que me gustas, mucho, y me gustaría poder conocerte, tener trato contigo de la manera que nos vaya surgiendo

 

 —No sé qué decir, tú también me gustas, pero ahora mismo lo que se me ocurre sobre todas las cosas es: sexo

 

 Nuevas risas, nuevos besos y toda una noche por delante. Eva es una mujer caliente, le gusta el sexo y, de manera natural, hace y pide todo aquello que le apetece en cada momento, sin ser egoísta, recibe y da gusto en un intercambio que a ambos nos proporciona el placer que buscamos en el sexo. Sólo me ha puesto un pero, sin llegar a negarse, no me ha dejado penetrar su culo porque nunca se lo han hecho por ahí y le da un poco de miedo el posible dolor. Ya es el final de una noche muy larga y mi polla no está en su mejor momento, así que no he intentado forzar la situación. Ya tengo un claro objetivo vital para los próximos tiempos: darle polla a esa maravilla de la naturaleza que es el culo de esta hembra.

 

 —Fin de la primera parte—

 

Mas de pedrocascabel

Frases y dichos

Felicia

Habilidad familiar

A veces… llueve

Intercambio de parejas

Follar me gusta

La mirada feliz (1ª parte)

La mirada feliz (2ª parte)

Anda que

Cactus

Daniela

Amalia & Cía

Cristina

Dinero

Culo

Aquellos barros trajeron estos polvos

Benditas sean las tetas

Gordibuena y algo más

El ático

Gotas de Maribel

¿Domingas?, sí, gracias

T + m = pc

Hombre lobo no soy, pero

69

Comina

Magdalena

Bisexual me llaman

Las tormentas

La suerte ayuda

La pulsera de cuero marrón

La madura me la pone dura

Dicen que las pelirrojas traen mala suerte

No sé si tengo un problema o es que me quejo de vi

La Duquesa

Las hermanas boticarias

El tío Lucas

Una familia como tiene que ser

Vacaciones originales

Jubilados

Miranda

El Piraña

Miguel, chico listo

Cipriana, la que manda

La odiada prima Fernanda

El islote Fantasma

Chelo o Algunas mujeres se ponen muy putas

Qué tendrá el oro

Veinte años o cosa así

Pues sí que me importa a mí mucho

El amo de Tierraluna

El señor presidente

El coma

El funcionario huelebraguetas (y II)

Tres días en Rabat

La máquina tragaperras roja con cara de payaso (I)

La máquina tragaperras con cara de payaso (y II)

Pon una mujer madura en tu vida, te va a encantar

Inés, la amante del tío Jesús – parte II y última

Inés, la amante del tío Jesús

La Academia

Volver a casa tiene premio

El que hace incesto hace ciento (parte 1)

El que hace incesto hace ciento (parte 2 y última)

Call-boy

Como una familia unida

Butaterm: calienta pero no quema

Macho muy macho

La bomba

Alegría

Sinceramente

Telecoño

Gintonic

Un barrio (y 2)

Un barrio (1)

Aquellas vacaciones

Marisa

Nunca es tarde

El cepillo de madera

Me voy pal pueblo

La nueva Pilar

La tía Julia

Nuestra amiga Rosa

Cambio de vida

Carmela

40 años

El punto R