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Nunca es tarde

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Nunca es tarde

Dos o tres veces al mes voy a un balneario urbano (SPA, dicen otros) en donde alivian mi estrés y tensiones cotidianas, no tanto por mi trabajo (soy profesor universitario, reconocido botánico y habitual conferenciante sobre temas de ecología, por lo que viajo a menudo y tampoco es que me mate trabajando) como por mi soledad sentimental y sexual (llevo más de diez años divorciado y sin compromiso); vamos, que en el SPA hay una serie de profesionales del sexo con las que me echo unos polvos cojonudos. Lo descubrí gracias a una alumna con la que intenté ligar y que allí se saca un sobresueldo de vez en cuando.

Hoy es viernes y hace bastante calor; no tengo prisa, así que después del desahogo sexual estoy paseando tranquilamente por el barrio de Estrecho, cerca de Lope de Haro, como hacía treinta años atrás, cuando por allí vivía en un piso que una tía lejana me alquiló a bajo precio cuando entré a estudiar en la Universidad. ¡Qué tiempos!. Me debo estar haciendo viejo porque a cada paso que doy y a pesar de los muchos cambios urbanos que se han producido, cada tienda que reconozco, cada bar, todo tiene su lugar en mis recuerdos y algunos hasta anécdota propia.

Sin ni siquiera pensarlo me he dirigido a la calle Dolores y me he detenido ante el portal de la casa en la que viví siete años. Está con la fachada arreglada y más blanca de como la recordaba, tiene un elegante portal lleno de espejos y las grandes terrazas cerradas y convertidas en ventanales. Doy media vuelta y me marcho camino de dónde está aparcado el coche.

Antes de dar tres pasos oigo a mi espalda una voz de mujer: "pero … ¿Rodri, eres tu?; no puede ser, ¿qué haces por aquí, sabes quién soy?". Por supuesto que reconozco a María Jesús, que comenzó a estudiar Biológicas conmigo y hasta que se marchó a Periodismo fue buena amiga y novieta ocasional. Dos besos, abrazos con gestos de mutua sorpresa y, en seguida, ambiente de confianza y complicidad. Chusa siempre habló rápido y no ha cambiado, apenas logro entender "ahora vivo en tu antiguo piso; ¿tienes prisa?, sube a verlo". En nada se parecen el piso de estudiante sin apenas muebles y con carteles de propaganda política a modo de decoración en las paredes y el piso grande, luminoso, decorado con gusto que es ahora. "Cuando volví de Italia fui a ver a tu tía por si me alquilaba el piso y lo que hizo fue vendérmelo a buen precio. Llevo aquí ya ocho años". "¿Y tu, qué haces, qué me cuentas de tu vida?".

Después de unas cuantas copas y tras resumir a Chusa mis aventuras y desventuras de treinta años, me fijo con detenimiento en ella: siempre resultó atractiva, aunque no especialmente guapa, con cortos cabellos muy negros, oscuros grandes ojos y un culo grande muy provocativo. Con el paso de los años ha conseguido un rostro con profusión de pequeñas arrugas, sigue con su bonito negro pelo muy corto y ha ganado quilos y volumen en sus curvas; desde luego, resulta sexy; es una mujer de cincuenta años que aún está buena; me gusta.

"¿Y tu vida italiana?, ¿qué ha sido de ti?". "Lo sentí mucho cuando marchaste a estudiar Periodismo y después perdimos el contacto; conseguí enterarme de tu boda con un italiano y se de tu actual trabajo en televisión".

Durante buena parte de la noche me contó la historia de un matrimonio lleno de desamores, discusiones, un marido brutal y un divorcio muy difícil que al final le sirvió de estímulo para crecer personal y profesionalmente. El exceso de copas, tabaco y palabras nos hace dormimos uno junto al otro, sin desvestirnos, en el gran sofá del salón.

"Eh, dormilones, que son las diez de la mañana; ¿por qué no os vais a la cama?". Veo a una joven que me mira con cara de pitorreo y dice: "hola, soy Patricia, la hija de María Jesús". Supongo que yo también la he saludado mientras entre sueños, confusión y resaca sigo a Chusa a su habitación dando algún que otro traspié.

Son las seis de la tarde según mi reloj. He dormido como un cesto a pesar de estar vestido. Chusa está despertándose, se estira y saluda: "es la primera vez en mucho tiempo que duermo tan profundamente". Con total naturalidad me da un suave beso en los labios que provoca en mí una especie de descarga eléctrica y cuando, tras observarme con expresión divertida, de nuevo me besa (ya con menos naturalidad) la descarga se convierte en un cortocircuito que provoca el incendio de todo mi cuerpo, de manera tan evidente que la mujer pregunta: "tu y yo éramos amigos con derecho a roce pero nunca llegamos a follar, ¿quieres ahora?, últimamente estoy salida y muy necesitada".

Dicen que nunca es tarde y mi respuesta es un beso ansioso, largo, húmedo que nos deja sin respiración. Con prisas nos quitamos las ropas y empezamos a acariciarnos con suavidad, como con miedo ("coño, parecemos dos novios quinceañeros"). Tiene varios pequeños tatuajes en su cuerpo ("a mi ex marido le excitaban mucho") que me complazco en descubrir, besar y lamer: un delfín en un tobillo, una flor cerca del pezón derecho, una especie de ratoncito en el glorioso culo, dos letras semitapadas por el denso y rizado negro vello púbico ("malditas sean las iniciales de mi ex") y un pequeño arabesco en la parte interior del muslo ("es por una novia que tuve, una historia que prefiero no recordar").

Mi excitación es tremenda pero no se muy bien cómo actuar, lo que Chusa parece adivinar ("haz todo lo que quieras y te guste, no te cortes"). En este punto es cuando mi rabo empieza a necesitar cuidados, la erección es de las que hacen época y mi amiga empieza a chupar arriba y abajo una tremenda polla. "¿Tienes condones?". Horror, nunca llevo; los uso sólo en el SPA y allí me los facilitan.

"Espera, seguro que Paty tiene". En apenas un minuto Chusa ha vuelto a la habitación con una caja de preservativos y diciéndome: "entonces, por delante, por detrás o en mi boca, ¿qué prefieres?". No lo dudo ni un segundo: "tu culo, corazón, siempre me ha puesto a mil; no sabes la de veces que me masturbé pensando en él".

Es un culo grande, redondo, aún duro y alto, con una bonita piel morena sin marca alguna de bañador. Según Chusa, su marido siempre le decía que era la parte de su cuerpo más lujuriosa y por ello casi siempre se la follaba por el culo. Desde luego el tipo no era tonto, es un culo espectacular y, joder, con qué facilidad he entrado (con el dedo le he puesto en la entrada y a lo largo de la raja una buena cantidad del suave gel que ha sacado de la mesilla de noche) y qué sensación más estupenda es estar dentro. Me encanta el sexo anal, aunque me he follado pocos culos tan acogedores, calientes y apretados como el de María Jesús; meter la polla en esta maravilla es una experiencia verdaderamente gratificante y en pocos minutos de un metisaca fuerte y rápido me corro dejando que mis chorros de semen queden dentro.

En ningún momento de la follada ha querido que le tocara el clítoris ("luego, Rodri, después me das gusto a mí") y en cuanto me recupero un poco y logro sacar el rabo me pide que se lo haga con la boca: comienzo a besar y chupar su sexo mojado, protegido por una gran mata de pelo negrísimo. Tras varios minutos me tira del cabello para levantarme y se apropia de la polla, mamándola con lengua, labios y dientes y acariciando mis huevos y el culo con las manos. De nuevo tengo una erección cojonuda y Chusa se sube encima de mí y la mete muy lentamente, ayudándose de la mano, en un coño empapado, caliente y ajustado. Apenas se mueve durante un largo rato y lanza suaves gemidos de excitación que poco a poco van creciendo según comienza a moverse más rápido y fuerte. Termina cabalgándome a toda velocidad y se corre dando un alto y largo grito, quedándose completamente quieta durante bastantes segundos durante los que siento las contracciones de su vagina que aprietan mi polla y logran que vuelva a eyacular. En apenas unas horas llevo tres corridas, más que en algunos de los últimos meses de mi vida sexual; teniendo en cuenta mis cincuenta años, creo que está muy bien; yo por lo menos me siento cojonudamente satisfecho.

De nuevo es noche cerrada y me despierto porque tengo hambre. Chusa está muy dormida, así que me levanto, me pongo una bata que está sobre una silla y tras salir del cuarto de baño me dirijo a la cocina.

Armado de una cerveza, pan de molde y como media tortilla de patatas voy al salón y a oscuras me siento en el sofá. Nos hemos debido dejar encendida la televisión porque está puesta sin sonido y, ¡coño!, si es una peli porno.

"Hola, ¿te acuerdas de mí?"; me sobresalta una suave voz de mujer que suena a mi lado, aunque inmediatamente caigo en la cuenta de que tiene que ser Patricia, la hija de María Jesús.

"Disculpa, ni te he visto, aún estoy un poco dormido y desorientado; me parece que tengo que presentarme, soy Rodrigo un antiguo amigo de tu madre de los tiempos de la Universidad". Me pongo en pie con la intención de darle la mano a Patricia y lo único que logro es que la mujer empiece a reírse: "se nota que esa bata no es tuya, aunque no está nada mal lo que descubre". Joder, mi rabo y los huevos al descubierto, me quedo cortado sin saber qué decir hasta que las risas acaban y oigo a la joven: "siéntate, por favor, estaba mirando la película porno para hacerme una paja; déjame terminar que estoy cachonda".

Dicho y hecho, mueve el cuerpo hasta quedar casi derrumbada en el amplio sofá, abre las piernas y lleva su mano derecha al desnudo depilado sexo para inmediatamente moverla muy deprisa con dos dedos estirados posados sobre la zona del clítoris. Con la mano izquierda se abre la corta camisola que lleva puesta y se hacen evidentes dos tetas que me parecen muy grandes y redondas, con pezones largos y gruesos que pellizca y estira mientras no deja de menearse el clítoris. Me mira como con la mirada perdida hasta que cierra los ojos, abre la boca respirando con fuerza y en tres o cuatro minutos se corre dando un sonoro resoplido, quedándose rígida como una tabla, tocándose aún durante bastante tiempo, cada vez más despacio, hasta que normaliza su respiración, abre los ojos, sonríe, se acerca a mí para besarme en la mejilla y decir: "me voy a dormir, hasta mañana". "Hola mamá, tu amigo está pero que muy bien, cuídale, por favor".

Chusa ha visto la parte final de la masturbación de su hija apoyada contra la puerta del salón, se sienta a mi lado, da un largo trago del vaso de cerveza, besa levemente mis labios y dice: "tengo hambre, vamos a cenar algo; no te molestes con Paty, es bastante exhibicionista, sabe que está muy buena y le encanta que admiren sus tetas grandes". "Vaya, una peli porno, seguro que sacamos ideas para dentro de un rato".

Comer, lo que se dice comer, no comemos demasiado, pero un rato después sigue encendido el televisor y yo estoy sentado en una de las sillas del comedor mientras Chusa me besa y acaricia cada vez con más intensidad ("tengo muchas ganas de comerte el rabo; te vas a enterar de lo que vale un peine"). No se si es verdad que está necesitada de sexo y practica poco, pero me está haciendo una mamada y comida de polla excelente, con una lengua vibrante que sube, baja, aprieta, lame y chupa, uniéndolo a besos, mordisquitos, chupetones y todo lo que con labios, lengua y dientes puede hacerse. Muy excitante.

Me ha puesto muy bruto, mucho, mucho, pero no tengo ganas de correrme en su boca, así que doy un tirón de sus cortos cabellos hacia arriba (me gusta escuchar un quejidito que más bien me parece un gemido de aceptación) y tras hacer que se doble por la cintura apoyada en el respaldo de la silla penetro de un fuerte empujón su empapado coño para continuar con un movimiento rápido de metisaca. Me agarro a sus caderas apretando con fuerza (no puedo dejar de admirar el glorioso culazo moreno y mentalmente apunto que me lo voy a follar todas las veces que pueda) y según bombeo voy apretando más y más ("me gusta, me gusta; no pares") hasta que más que agarrar pellizco esas dos fabulosas medias lunas morenas ("sí, sí; más, más").

Se corre unos cinco minutos después dando un grito fuerte y largo ("aaayyyyyyy") y yo sigo dándole pollazos hasta que siento como si fuera a explotarme el rabo, saco apresuradamente el cipote y eyaculo sobre el culo y la espalda, lo que añade gusto a mi placer.

Me derrumbo sobre el sofá, quedamos totalmente relajados apoyados uno en el otro (me gusta mancharme con mi propio semen y extenderlo con mis manos por culo y la espalda de Maria Jesús) y antes de dormirme me da tiempo a percatarme de que Patricia nos ha estado espiando desde la puerta. Bueno, si le gusta, por mí estupendo.

Chusa está en el cuarto de baño, desnuda, sentada en el bidé y a través de la puerta abierta la observo con sensación de familiaridad y complacencia. Supongo que es domingo porque he estado hojeando los dominicales de los periódicos que ha debido traer Paty junto con los churros que hemos comido en la habitación, ni siquiera se a que hora. Me encuentro en un estado de satisfacción acompañada de tranquilidad y un puntito de ilusión respecto de la mujer morena con la que llevo unas cuarenta horas follando. Entro a ducharme yo también y al pasar a su lado beso a la mujer en los labios y le hago una suave caricia en uno de sus pechos mientras noto no sin sorpresa que aún hay vida en mi polla.

Dentro ya de la ducha tengo una erección curiosota y me apetece jugar: abro el grifo para que salga agua tibia con fuerza, cojo a Chusa de la mano y mientras beso su boca la empujo hacia dentro de la amplia bañera ("vaya, vaya, ¿ese pollón no será por mí?"). Ya estamos los dos empapados y parezco un pulpo: no paro de tocar, apretar y besar, mientras ella acaricia mi rabo y pellizca mi culo con fuerza hablando en voz muy baja ("cómo me pones; penétrame, fóllame").

Se da la vuelta y apoya las manos en la pared, pero no es su coño lo que busca mi polla, así que penetro muy poco a poco su culo ("aaaaah, maricón; sí, sí; empuja, empuja") hasta que con más de media polla dentro aprieto con ganas hasta el final y empiezo un lento metisaca, poniéndome a mil el ruido provocado al golpear su culo fabuloso con mis muslos mojados, amén de los grititos ("aayy, aayy; sí, sí, más, más") que da y que van subiendo en intensidad según le acaricio el clítoris.

Tengo un orgasmo corto pero intenso, sigo con la polla dentro ("no la saques; sigue dentro, sigue") más morcillona que otra cosa y no dejo de mover mi mano a toda velocidad hasta que Chusa grita alto y fuerte: "síííí, aaauuu; ya, ya, para, para".

Permanecemos un rato abrazados bajo la lluvia de la ducha, me suelto, cojo el frasco de gel y lavo su cuerpo al mismo tiempo que ella lo hace conmigo, Me encanta masajear sus curvas y sentir sus manos recorrer mi cuerpo.

"Ya es hora de comer, ¿otra vez me vais a dejar sola o podéis pasar un rato sin follar?". La voz de Paty nos saca de nuestro mojado ensimismamiento, nos aclaramos y Chusa desaparece camino de la cocina mientras me afeito y me visto por primera vez en dos días.

Después de comer muy bien y tras un reposado café, la joven (callada, seria y quién sabe si enfadada) me acompaña hasta el lugar en dónde dejé el coche para poder meterlo en el aparcamiento de su casa (de manera tácita su madre y yo hemos dado por hecho que esa noche también me quedo). Tiene un par de tetas verdaderamente llamativas y me descubro varias veces mirándole el atractivo canalillo. Apenas habla nada y como de sopetón dice: "mañana lunes tengo clase a las diez, ¿me llevas en tu coche a la Facultad?"; "sí, claro, yo también tengo que ir, ¿qué estudias?"; "estoy en el último año de Estadística y he empezado una tesis doctoral". Nada, ni una sola palabra más.

El final del día lo pasamos Chusa y yo recordando nuestros tiempos de estudiantes hasta que nos acostamos más bien temprano (Paty desapareció en su habitación y no ha dado señales de vida) y ante los requerimientos de sexo por su parte y el evidente estado de agotamiento de mi polla, me pongo a lamer suavemente su sexo guardado por una mata espesa de vello muy negro (¿será teñido?) hasta que bastante rato después tiene lo que me parece un largo orgasmo. Nos dormimos.

Se nota que es lunes y el tráfico es muy denso, lento y pesado. Patricia y yo estamos en el coche atascados al comienzo de la carretera de Colmenar y ante su silencio me concentro en las noticias de la radio, por lo que me sobresalta oír a la joven decir en voz baja: "os ví a mi madre y a ti hacerlo en la ducha y del calentón me he masturbado varias veces; la verdad es que os he estado espiando cuando folláis y he sentido envidia de no estar en el lugar de mi madre. ¿Por qué no me llevas a tu casa para meter?; por favor, estoy muy cachonda y tu me pones mucho". Inmediatamente alarga su mano hasta tocar por encima del pantalón mi sorprendido rabo y lo acaricia y amasa con destreza logrando en pocos segundos una reacción prometedora. "Se que la otra noche te fijaste en mis tetas; ¿querrás que te haga una paja cubana?".

No se muy bien cómo he salido del atasco pero en poco más de quince minutos estamos en casa, desnudos, acariciándonos y besándonos tendidos sobre la cama, buscándonos como animales en celo, con deseo y verdadera necesidad el uno del otro. Es estupendo meterla en el coño apretado, suave, mojado y caliente de Paty; me muevo lenta y pausadamente, lo que me pone muy bien y me recreo escuchando los grititos, suspiros y fuertes jadeos de la joven ("qué gorda la tienes, cómo me llenas; muévete, muévete; sigue así, así; más fuerte, más") que es bastante escandalosa. Tardo poco en eyacular, lo que provoca una airada reacción de mi pareja: "que no se te baje, cabronazo; dame polla, no pares ahora, sigue". Mi rabo no lo entiende del todo y tengo que empezar una sesión de lengua y dedos intentando buscar el gozo de la mujer ("cerdo, con mi madre gastas todas las fuerzas de tu polla; sigue, sigue, cabrón"), cosa que consigo tras un largo rato (se queda rígida hasta que abre los ojos, sonríe y besa mis labios) y quedo con la mandíbula dolorida y la lengua al borde del colapso, empapado de sus jugos y mi saliva, entre otras cosas porque está completamente rasurada.

Ahora que la puedo mirar a mi antojo me doy cuenta de que Paty está muy buena y sólo se parece a su madre en los grandes ojazos oscuros y en la preciosa y perfecta piel morena. Es una mujer de veintipocos años con bonitos rasgos, melena aleonada de color castaño oscuro con mechas rubias, espigada de piernas largas delgadas, con un bonito culo pequeño redondo y prieto, el sexo completamente depilado salvo un fino y alargado cordón de vello y unas impactantes grandes tetas: redondas, duras, morenas, con largos y gruesos pezones y areolas pequeñas muy oscuras. Tremendas.

He quedado adormilado en la cama y cuando miro a Patricia veo que está dormida boca arriba. Me pongo a lamer suavemente su sexo (supongo que poco después despierta aunque ni se mueve) y en pocos minutos está tan mojada que subo hasta poder penetrar suavemente ese excitante coñito sin vello. En pocos minutos más le estoy dando unos poderosos pollazos al mismo tiempo que ella regala mis oídos: "cabrón, dame rabo, me lo debes de antes; Chusa no te dice estas cosas, ¿verdad?; empuja, empuja así".

Le estoy dando marcha con ganas, suenan nuestros muslos rítmicamente al chocar y el pesado cabecero de madera de la cama suena como un tambor. Se corre con un grito que se debe oír en todo el edificio ("aaayyyyyy; qué gusto").

Me detengo, descabalgo, coloco mis rodillas a la altura de sus hombros y acerco el rabo a su boca ("ahora no; estáte quieto, espera un poco") que abre tras varios buenos pollazos sin contemplaciones ("no pares hasta que yo te diga, vamos"). Me excita moverme adelante y atrás en su boca, rozando las tetas con mi culo de manera que noto sus pezones erectos; al poco se sujeta las tetas con ambas manos y las menea para que sienta los pezones alrededor de mi agujero. Me corro dando un pequeño grito y pongo perdida su cara cuando saco la verga de la boca. ¡Coño, qué bueno!.

Desde siempre me fascinan los pezones de mujer, para mí son algo muy especial y mi ex mujer siempre decía que soy un fetichista cuya fijación son los pezones. Puede ser: me gusta besarlos, chuparlos, mamarlos, morderlos con distinta intensidad, pellizcarlos y, desde luego, pasearlos por mi cuerpo: por mi pecho, la espalda, los huevos, la polla, el culo (me excita que hagan intención de penetrarme con los pezones). Me pone a mil por hora jugar con unos pezones cuanto más grandes mejor y también que jueguen con los míos.

No tengo muy claro cuál es la situación que se plantea con madre e hija ahora que he follado con las dos y tampoco se si debo decírselo a Chusa o simplemente dejarme llevar por la situación hasta que explote. Mis dudas quedan resueltas la noche del día siguiente cuando, tras cenar los tres en su casa y con una evidente carga de electricidad estática entre las dos mujeres, Paty inicia una conversación como si yo no estuviera presente: "mamá, Rodrigo me gusta; tu sabes que me excitan los hombres maduros y después de haber follado con él no tengo intención de renunciar a tener sexo cuando a los dos nos apetezca". ¡Tierra, trágame¡. ¿Es ahora cuando se monta la bronca, salgo trasquilado y tengo que dejar esta casa y no volver?. "Hija mía, te conozco más de lo que crees y en ningún momento he puesto en duda que te ibas a tirar a Rodri. No hay hombre que dejes escapar sin follártelo si sabes que me lo estoy haciendo con él o intuyes que me gusta o me interesa al margen del sexo. Eres un poco puta, la verdad".

"Madre, ni tu ni yo tenemos nada que echarnos en cara respecto de los hombres que mutuamente nos hemos quitado. ¿Te excita que folle con las dos o acaso te pone saber que Rodri nos compara y a pesar de tu edad no sales perdiendo o es que te duele ser menos puta que yo?".

¡Plaf, plaf!, dos sonoras bofetadas mueven la cabeza de Paty a derecha e izquierda y me parece advertir que ambas mujeres ya han jugado antes a este juego, que gustan de ello y que así se excitan sexualmente.

Chusa se dirige hacia mí, besa mi boca con lascivia durante varios minutos mientras mira a su hija a los ojos y de un empujón me dirige hacia Paty que inmediatamente pasa a comerme la boca con urgente excitación.

Estamos los tres desnudos y desde luego en ningún caso llevo yo la iniciativa. La madre está tras de mí abrazándome, restregando sus tetas contra mi espalda (cómo me gusta sentir los pezones) y dándome golpecitos con el pubis (siento su vello y eso me encanta) en el culo. La hija besa mi boca, chupa y muerde mis pezones y tiene agarrada la polla como si se la fueran a quitar, hasta que se arrodilla para chupar el rabo y Chusa se arrodilla para chupar el culo. ¡Guau!. Las dos parecen querer competir en destreza; mi culo es chupado, lamido, mordido y penetrado por una lengua casi mágica que me excita y pone muy burro; la polla es comida y mamada con tal dedicación e intensidad que creo que jamás ha estado tan grande, tensa, hinchada, roja y sensible.

Madre e hija se colocan arrodilladas frente a mí y se van pasando el cipote de una a otra hasta que las dos al mismo tiempo me la comen. Una de ellas ha metido un dedo o dos en mi culo con lo que me corro como si fuera la primera vez en mucho tiempo. No dejan que se escape ni una gota, lamen y tragan mi leche dejándome limpio en unos segundos.

No me dejan descansar (¿serán conscientes de mi edad?). Lenta y suavemente empieza la madre a lamer el rabo y lo huevos mientras la hija se sienta sobre mi cara y restriega el sexo sobre ella con un movimiento tan lento como el de su madre.

Paty me folla con su pelvis girando, subiendo y bajando mientras intento ayudar con mi lengua; estoy medio ahogado en líquidos sexuales. La madre sigue acariciando mi verga intentando una nueva erección.

Patricia se corre dando un grito corto y fuerte y durante muchos segundos creo que me va a ahogar con los golpecitos que sigue dando a mi boca y rostro con su sexo. La madre ha seguido acariciándome con suavidad, sin prisa pero sin pausa y consigue que tenga una polla tiesa y dura, amén de una excitación tal que no puedo esperar. Ambas mujeres están tumbadas sobre la alfombra, elijo a la más cercana (Chusa) para ponerla a cuatro patas e intento penetrar su culo, lo que me resulta imposible ("Paty, trae el lubricante y extiéndelo en su culo"). El rabo parece el mango de una pala brillante por el gel, arremeto de nuevo contra el agujero tostado y poco a poco voy metiendo el capullo hasta poco más de media polla, obteniendo exclamaciones de la mujer ("más fuerte, sí, sí; más dentro, más") que me ponen más cachondo todavía. Un par de sonoros azotes en esas grandes nalgas duras y prietas y una orden gritada para la hija ("sujeta a tu madre por los hombros, que no se mueva") dan paso a una follada tremenda ya con toda la polla dentro del culo. Los rápidos movimiento me llevan a eyacular con lo que me parece una lechada larga y potente.

Se desploma la enculada y caigo sobre ella hasta que al cabo de un rato puedo sacársela (roja, inflamada, dolorida, rozada) y quedo dormido sobre la alfombra.

Despierto con la agradable sensación de estar bañándome en la playa, abro un ojo y veo como Paty está besando mi pene. Después empieza a lamerlo muy suavemente, introduciéndoselo muy dentro en la boca durante muchos, muchos minutos hasta que se pone lo suficientemente tieso y duro como para subirse sobre él y echarme un polvo sin apenas moverse. Se corre dando varios grititos y se baja para tumbarse a mi lado en la alfombra e inmediatamente quedar dormida. Mi rabo se derrumba como si se desvaneciera y el sueño y el cansancio hacen su trabajo de manera que quedo fuera de combate. Joder, que ya no soy un chaval; pero qué contento estoy.

Se cumplen ya cinco meses desde mi reencuentro con María Jesús y seguimos en un plan de relación amistosa y cariñosa en donde el sexo juega un papel importante. Paso más tiempo viviendo en su casa que en la mía y la verdad es que nos llevamos muy bien y estamos bastante a gusto. Ahora nos vamos juntos tres semanas de vacaciones a México. Con Patricia me acuesto siempre que ella quiere (decide cuándo y dónde sin darme oportunidad a que yo elija) y sólo en dos ocasiones más madre e hija me han compartido, eso sí, siempre con el previo numerito de la discusión y la bronca entre ellas. Por mí, cojonudo; mientras la polla aguante.

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