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La Academia

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LA ACADEMIA

El trabajo en esta empresa de servicios, que también es academia de informática por las tardes, me surgió para sustituir a un amigo, programador como yo, quien tras su boda, a la vuelta del viaje de novios, le contrató en mejores condiciones una empresa competidora. Lo que van a ser tres semanas se convierten en un contrato de un año para trabajar de cuatro a ocho y media de la tarde, incluyendo alguna que otra clase en los cursos de programación que se imparten. No está mal pagado y me viene muy bien como complemento a mi trabajo de por las mañanas en el departamento de informática de un conocido hípermercado. Ando un poco justo de tiempo, pero lo voy solventando bien.

 Buen ambiente con mucha gente joven, con veintiocho años yo soy uno de los empleados mayores, y el aliciente añadido de conocer a bastantes mujeres, las de la empresa y las que vienen a los cursos. Sin pareja y bastante quemado tras la separación de mi novia después de cinco años de relación, enseguida me intereso por algunas compañeras y alumnas, con las que tras la jornada de trabajo tomamos una copa en un cercano pub donde competimos en el campeonato de máquinas pin-ball que se celebra entre los clientes. He sido siempre un verdadero artista jugando en estas máquinas, así que enseguida me hago imprescindible en el equipo de la oficina. Lo pasamos bien, la verdad, y como las risas, las copas y el cachondeo entre jóvenes permiten relacionarse con total normalidad y confianza, empiezo a quedar para salir los fines de semana con un grupo, habitualmente de tres o cuatro parejas, y una de las secretarias, Ana, cuya actividad principal suele ser salir los sábados a la sierra madrileño-segoviana y los domingos a cines y teatros. Los viernes por la noche, el campeonato de pin-ball y copas a tope.

 Lo primero que se puede decir de Ana es que es una mujer de veinticinco años tremendamente simpática, siempre riendo y alegre. Morena de piel, con el pelo entre rubio y castaño claro que lleva con media melena rizada hasta los hombros, me parece guapa, con unos ojazos marrones verdosos llamativos y unos labios rojos que destacan en su bonito rostro. Es bastante alta, delgada, curvilínea y tiene de todo bien puesto. Siempre vestida con ropa sport, los pantalones ajustados le sientan de vicio a su culo perfecto. Nos llevamos bien desde el primer momento y ya el segundo de los viernes de pin-ball nos estuvimos besando y metiendo mano, jugueteando sin más, cuando la acerqué en el coche a su casa. Este sábado está lloviendo a mares y no salimos a la sierra, así que quedo en recoger a Ana a primera hora de la tarde en el portal de casa de sus padres, con quienes vive. 

¿Que te apetece que hagamos?, está la tarde echada a perros y con pinta de no parar de llover.

 Podemos ir a tu piso a follar, porque estoy salida como una mona y tu me pones, Lucio. Vamos, si no te parece mal ni te escandaliza que te lo pida.

 Como me va a parecer mal si le tengo a esta guapa mujer unas ganas locas y llevo una temporada sin comerme un colín y matándome a pajas. Como vivimos relativamente cerca, diez minutos más tarde nos estamos besando en el ascensor que sube a mi casa. Nada más entrar y cerrar la puerta nos desnudamos mutuamente, con prisas, y antes de ir hacia el dormitorio me paro un momento a admirar a Ana. ¿Te gusta lo que ves?, vaya pollón que se te está poniendo.

 Anita está buena y es una estupenda compañera de cama. Es caliente y le gusta llevar la iniciativa en muchos momentos, además de no parar de hablar: hace mucho que no meto y me hago muchos dedos yo solita por la noches; fóllame, dame gusto y no te vayas dentro; sácala antes de correrte porque no tomo nada.

 Besa con lengua muy bien, pero lo que más me apetece es mamar y comerme sus tetas redonditas, no muy grandes, altas, un poco aplastadas, como si fueran un queso de bola (no son  grandes, pero tengo pezones juguetones, ¿verdad?) con excitantes oscuros pezones situados en el centro de una pequeña areola circular. Qué manjar y que morbazo me da que tenga media docena de pelos largos, rizados, suaves alrededor de cada pezón, me encanta chupárselos y apretar un poco con los dientes y sentir en mi lengua ese vello. Estoy empalmao como un garañón por lo que cojo con las palmas de mis manos su culo redondo, duro, alto, como si fuera un perfecto bonito melocotón, y apretando acerco a la mujer hacia el borde de la cama (dámela ya, métela); flexiono un poco las piernas y me coloco para llevar el capullo hasta la mojada entrada de su hinchado sexo y empujar suavemente primero (empuja, tío, fóllame) y dar después un golpe de riñones para llegar lo más dentro posible (sí, sí, cómo me gusta). Hace ya varios minutos que le estoy dando una follada fuerte y rápida y Ana me ha abrazado con sus largas piernas, empujando al mismo ritmo que mis caderas le pegan un metisaca rápido y profundo que va acompañado de los constantes gemidos de la mujer, mi fuerte respiración y el sonido de chop-chop que sus líquidos y el movimiento generan. Todo ello lleva a Anita a correrse con un grito contenido, ronco, largo, que dura muchos segundos, los que duran también las incontroladas y fuertes contracciones que su vagina regala a mi polla. Se la saco en cuanto calla y deja de moverse, quedándose con los ojos cerrados intentando recuperar la respiración (espera un poco, espera).

 No dejo de menearme suavemente el rabo para que no se me baje, aunque estoy necesitado ya de algo más. Ana abre los ojos, sonríe (qué corrida más buena, cómo me gusta tu rabo), se sienta en el borde de la cama, coge con su mano derecha la polla, da media docena de lametones al capullo y la mete en la boca, primero sólo tres o cuatro dedos y luego casi entera, bien dentro. Con la mano izquierda tiene cogidos mis llenos huevos apretándolos suavemente y con la derecha sujeta la polla muy cerca de la base, mientras le da una mamada estupenda. Voy a durar muy poco, pero decido no avisar y me corro como si fuera un surtidor de semen, metiéndole dos o tres buenos churretones de leche en la boca y salpicándole otros dos o tres en la cara y el rubio pelo. Guau, qué cojonudo. Espero a que siga durante unos segundos lamiendo y limpiando con la punta de la lengua (es algo que me encanta y lo hace muy bien) mi ya morcillón rabo, me tumbo en la cama y veo a Ana reír mientras se restriega mi leche por la cara y las tetas (eres una central lechera, Lucio, qué peligro tienes).

 Nos hemos quedado dormidos como una hora y al despertar preparo un par de copas que bebemos en la cama tapados, hace frío y sigue lloviendo, y en la televisión tenemos puesta una antigua película de cine musical. Estamos medio abrazados y no dejo de tocar suavemente sus muslos y el culo acercándome cada vez más al sexo, mientras hablamos de anécdotas sucedidas en la academia y nos reímos con las simpáticas ocurrencias de Anita. Su pubis tiene una densa mata de vello castaño claro, muy rizado, que lleva recortado y, poco a poco, cada vez más mojado según continúo acariciándola. Tras un par de largos, guarros y ensalivados besos en la boca, me agacho con dirección a su sexo y empiezo a lamer arriba-abajo, despacio primero y con un mayor ritmo según voy entrando en su coño con la lengua y recibo la aprobación de la mujer (sí, cómetelo; me gusta mucho). No quiero que se corra así y me deje tan excitado como estoy, así que pasados como tres minutos le doy la vuelta para que se ponga arrodillada a cuatro patas con la cabeza bajada apretada contra las almohadas, me sujeto a su cintura y tras ayudarme con la mano, meto la polla en ese volcán caliente que es su coño (dame duro, empuja) y comienzo una follada intensa, rápida y profunda que desata una serie de gritos, gemidos y exclamaciones de Ana, además de mi fuerte y sonora rápida respiración (no te vayas dentro, no seas cabrón), lo que acaba cuando a punto de eyacular de un golpe saco el rabo y mi orgasmo se acompaña de varios densos lechazos que impactan en las tetas, el vientre y el vello del pubis de la excitada mujer, quien se masturba el clítoris a gran velocidad durante apenas unos segundos y aprieta los ojos mientras dura un largo grito que coincide con su corrida. De nuevo quedamos adormilados abrazados bajo las mantas.

 El fin de semana ha sido de sexo a tope. No hemos salido para nada y sólo nos hemos movido de la cama para abrir la puerta a los repartidores de comida rápida o para ir al cuarto de baño. Me gusta Ana y el sexo con ella es cojonudo porque le gusta correrse, pero también dar placer y no se corta un pelo a la hora de pedir (hacía mucho tiempo que no echaba tantos polvos tan seguidos cambiando tanto de postura ni usaba la lengua con tanta intensidad) ni en el momento de dar gusto. No me ha dado su excitante culo cuando se lo he pedido (casi nunca lo hago por ahí y me da un poco de miedo con esa polla tan gruesa que tienes) pero me ha dicho que pronto lo intentaremos. Bien, esto va a tener continuidad.

 Entre las alumnas de los cursos de informática hay una chica muy joven, acaba de cumplir los dieciocho años, que está quedada conmigo y que en cuanto hay un descanso  se viene a mi lado a charlar mientras echan un cigarrillo los fumadores y me pregunta cuestiones de tipo personal que no se muy bien a que vienen. A mí me parece guapa y sexualmente atractiva, pero me da mucho corte pasarme de la raya por Ana y porque realmente no se de que va esta jovencita. Es la propia Ana quien me habla de Mercedes, así se llama: la tienes loquita, Lucio, me ha preguntado si me molesta que hable contigo y si tu y yo somos pareja. Le he dicho que es muy libre de hacer lo que quiera, al igual que yo, y que somos buenos amigos que nos lo montamos según nos apetece.

 Mercedes no se suele quedar nunca a las partidas de pin-ball porque su padre pasa a recogerla en coche casi todos los días, según la joven porque es muy estricto y mosqueón y no quiere que se eche novio ni trate demasiado con hombres. Hoy que Ana se tiene que marchar pronto porque este fin de semana va al pueblo de sus abuelos por una fiesta familiar, Mercedes se queda en el pub diciendo que no tiene ninguna prisa porque sus padres se van a visitar a la familia que tienen en Ávila y ella se queda a dormir con su abuela.

 Ten cuidado, Lucio, que va la niña muy lanzada y te arriesgas a que aparezca el padre con la escopeta; tíratela con ganas y después me lo cuentas que seguro que me pongo caliente, es la despedida medio en broma medio en serio que me da Ana al mismo tiempo que un cariñoso suave beso en los labios y un hasta el lunes, pásalo bien y no te cortes, guapetón.

 Físicamente, la joven Mercedes (Dita para sus amigos) es una mujer de mediana estatura, pelo liso rubio muy claro que lleva en melena hasta media espalda (casi siempre lo peina en una gruesa coleta) y rostro agraciado con ojos grises claros. Es más bien delgada, aunque de complexión fuerte y ancha; tiene tetas, eso es muy notorio, grandes y altas, y un culo de buen tamaño que se continúa en muslos y piernas recios. Está buena, es la típica joven guapetona, camera, camera. Tiene un polvo, desde luego que sí.

 Dita aguanta bien las copas, como si estuviera acostumbrada, y cuando la reunión se deshace más o menos a las doce de la noche me pide que le acerque a casa de su abuela (subo, saludo y bajo rápidamente para invitarte a tomar algo aquí cerca) y en diez minutos ha vuelto de nuevo sin darme tiempo a aburrirme.

 Mi abuela es un cielo, me deja hacer lo que yo quiera, por eso me quedo con ella de vez en cuando. Vamos, que te va a gustar el sitio si no lo conoces.

 El local es un bar de copas dividido en varios ambientes incluyendo una pequeña pista de baile y una zona con sofás poco iluminada en donde hay varias parejas morreando y a su rollo. No está mal el sitio, música de todo tipo y para todas las edades, sin excesiva gente y fundamentalmente parejas de entre veinte y cuarenta años.

 ¿Vienes a menudo por aquí?, Dita.

 De vez en cuando, si salgo con una amiga y con su novio, aunque me voy pronto porque mi padre es un agonías y tengo que estar en casa a la hora de la cena. A veces vengo con un amigo, bailamos un poco, nos besamos y poco más.

 Charla insustancial, simpática, tontorrona, y la joven deja claro lo que quiere cuando me besa apasionadamente metiendo su lengua hasta la garganta y se abraza como un pulpo durante muchos segundos. Después se separa y pasa su mano derecha por mi paquete, apretando y valorando lo que toca (¿te gusto?, no se si se te ha puesto dura o es que no tienes ganas).

 No he dado aún respuesta cuando de nuevo me besa profundamente, sin dejar de acariciarme en la entrepierna. Acabamos las copas y aparcamos con tu coche aquí cerca; van muchas parejas y se está tranquilo.

Junto a la valla de un polideportivo hay una gran zona de aparcamiento con muchos densos árboles, de manera que apenas hay luz y se ven como una docena de coches con parejas dentro y algún que otro mirón escondido entre las sombras. Aparco separado de otros coches y Dita se lanza a por mi boca en cuanto apago el contacto sin dejar de tocar el bulto de mi entrepierna (me parece que sí te gusto; vámonos al asiento trasero; ¿tienes una toalla?, deberías ponerla, yo me mojo mucho).

 Dita es cosa seria, con aspecto de fiera cuando se suelta la trenza. Le ha pegado un repaso cojonudo con su lengua y la boca entera a la polla durante varios minutos, de manera que no me he corrido porque he conseguido separarla y así calmarme un poco. Desnuda está buena, con sus grandes tetas blancas de pequeñas areolas rosadas y pezones redondos chiquitos y se comporta como una experta, llevando la iniciativa y buscando el placer de su pareja, de manera que ni me extraño cuando dice: no me la metas en el coño porque todavía no lo he hecho con nadie, quiero esperar, métela detrás si quieres o te hago una mamada, tu eliges.

 La coloco arrodillada y doblada por la cintura encima del asiento del coche, de manera que tengo acceso fácil a su culo blanco, grande y prieto. Está muy mojada (los tíos me dicen que soy como un río) y con su mano extiende los líquidos que empapan su coño y muslos hasta el amarronado agujero del culo, metiéndose un par de dedos sin problema alguno y poniéndome a mí aún más cachondo al ver como lo hace. No espero más, guiándome con la mano derecha pongo el capullo pegado al ano y empiezo a empujar de manera constante hasta que penetro sin dificultad ese acogedor culo, que me recibe sin oponer ningún problema y apretando con fuerza el tronco de mi polla. Es una maravilla (¿te gusta?; la noto muy dentro, como mola que sea larga y gruesa) y cuando Dita empieza a moverse lentamente atrás y adelante decido que quiero correrme pronto, así que le hago humillar su cabeza contra el asiento para que levante un poco más el culo (me excita poner una mano sobre la cabeza para que las mujeres mantengan la cabeza baja cuando están a cuatro patas) y comienzo a sacar y meter la polla sin prisa, aunque cada vez más rápido (así; sigue, sigue) hasta que le estoy pegando una follada tremenda, sujetando su cabeza con la mano izquierda y tocándole el clítoris de su empapado coño (tiene muy poco vello, muy rubio, y lleva toda la razón al decir que se moja como una fuente) con la derecha, de manera que la joven lo recibe con grititos y exclamaciones que se unen a mi fuerte respiración. La rápida corrida de Dita me sorprende un poco porque estoy muy concentrado en mi follada, pero durante muchos segundos emite sonidos cada vez más bajos repitiendo varias veces claramente: ay mamá, que zorra soy. He seguido sin parar con mi fuerte metisaca y mi orgasmo tarda ya muy poco. Me encanta descargar mi lechada dentro del culo y sacar de golpe la polla de manera que parte del semen quede en la entrada del agujero, que ahora mismo está grande y muy abierto. Ha sido una corrida cojonuda, y menos mal que he sido previsor y puse un par de toallas en el asiento posterior del coche porque esta chica se corre soltando líquido como si estuviera orinando, una barbaridad; ¿será algún tipo especial de eyaculación femenina?.

 ¿Te la chupo un rato?, seguro que te la pongo dura otra vez sin problemas. Esta joven es un portento, no hay que dejarla de lado, desde luego que no, aunque por hoy ya me vale. La llevo a casa de su abuela, un beso en los labios y te ha gustado, ¿a que sí?; ¿soy buena putita para ti?; quedaremos más veces, me mola tu polla.

 La directora de la academia es Gisela, una mujer cercana a los cuarenta y cinco años con la que apenas he tenido ningún trato. Siempre educada y amable, desprende sensación de autoridad a pesar de su aspecto bastante juvenil. El lunes me llama a su despacho poco antes de acabar la jornada y tras hablar de aspectos relacionados con un nuevo curso que empezará en breve y en donde daré clases de programación estructurada, nos damos cuenta de que hemos pasado bastante rato de conversación (espero no haberte retrasado o haber impedido algo, ya se que te llevas muy bien con Anita, somos amigas y hablamos de vez en cuando). No digo nada, aunque es cierto que hoy apenas he podido hablar con Ana salvo un rápido saludo y a modo de compensación por su parte se empeña en invitarme a tomar una copa en un pub distinto al que habitualmente vamos la gente de la academia. Por supuesto, acepto. Charla amistosa, risas y un rato muy agradable que tras un par de gintonics toma otro cariz cuando de la manera más natural nos besamos varias veces, cada vez con mucho más deseo, con más ganas de continuar.

 Vaya, es la primera vez que beso a mi jefe, y me gusta. Después de la broma y tras unas sonrisas cómplices, Gisela me besa con ganas, con ansiedad y dice después: ¿vamos a mi casa?. Imposible decir no.

 Hemos tardado poco en su coche y nada más entrar en el precioso pequeño apartamento nos desnudamos mutuamente besándonos con pasión (se nota que le gusta usar la lengua) entre prenda y prenda. Gisela es de estatura media, delgada y estilizada, lleva su negrísimo pelo muy corto, peinado hacia atrás y recogido en una pequeña coleta. Ojos negros, labios rojos y un bonito cuerpo sinuoso en el que no hay ni una gota de grasa. Sus tetas pequeñas son llamativas porque acaban en punta, levemente hacia arriba, con pezones marrones de tamaño grande. Una perfecta piel color canela claro, caderas amplias que albergan un culo redondo, alto, respingón y muslos musculados que protegen un pubis con vello muy negro, como el pelo, con bonitos labios vaginales, gruesos y un poco más oscuros que el resto de su piel. Piernas finas y largas terminan de configurar su aspecto juvenil, que junto con lo buena que está desmienten que pueda tener cuarenta y algunos, no los aparenta o al menos a mí no me lo parece.

 Sin dejar de besar mi boca, sus manos anidan en mi rabo crecido y en los huevos. No para de acariciar, apretar, de subir y bajar la piel de mi polla y tras muchos segundos, doblándose por la cintura, baja su boca para besar muchas veces y lamer durante un largo rato toda la extensión de la polla, ya tiesa y dura, para pasar después a los testículos, a los que da un verdadero recital de lengua y labios durante al menos otro par de minutos. No recuerdo a ninguna mujer que me haya chupado durante tanto tiempo seguido en unos preliminares ni que se haya detenido tanto en lamer mis huevos y meterlos en su boca. Me gusta, joder si me gusta.

 Durante todos estos minutos he estado acariciando sin parar sus tetas (esos pezones que crecen y engordan al aumentar su excitación me ponen loco y como no se queja cuando los aprieto y estiro, me cebo en ellos), que me parecen muy excitantes. Se levanta, coge mi mano y nos dirigimos hasta un sillón blanco sin brazos, de gran tamaño, bastante bajo, situado en una esquina de la sala junto a dos espejos que revisten la pared (primero méteme la polla en el coño, mójala bien y cuando te lo pida encúlame, porque es lo que más me excita). Gisela se ha situado arrodillada en el sillón, apoyando los brazos y la cabeza en el respaldo (es articulado y lo ha bajado para estar en una situación más cómoda); yo también me arrodillo en el ancho asiento, de manera que quedo detrás de ella y meto mi polla en el mojado y caliente coño apenas sin empujar (que ganas tengo, Lucio). Se mueve adelante-atrás lentamente sintiendo la dureza de mi tiesa polla, muy concentrada, con los ojos cerrados, totalmente pendiente de su excitación durante más de un minuto, hasta que le oigo pedir: pónte aceite, por favor, necesito que me des por el culo; la saco, extiendo por toda la polla una buena cantidad de un lubricante cuyo bote ha dejado junto a mí, lleva sus manos a los glúteos y como de si una ofrenda se tratara, separa ambos carrillos dejando ver un ano de color un poco más oscuro que el resto de su piel, que parece palpitar a la espera del rabo tieso y duro que le acerco (se bueno, chúpame; usa tu lengua, cómetelo). Me gusta que lo pida, lamo arriba y abajo la raja de su culo con mucha saliva y me detengo en el agujero para acariciarlo con la punta de la lengua muchas veces (más, más; qué rico), aparto sus manos y con las mías sujeto y separo con fuerza las dos medias lunas del culo para meter la lengua lo más dentro que puedo, como si de una polla mojada se tratara (cabrón, me matas de gusto), adentro y afuera durante muchos segundos. Es el momento de meter la polla, a mí ya me urge.

 Aprieto de manera constante y el capullo entra a la primera sin impedimento (sí, sí); qué sensación más buena es estar dentro. Empujo un poco más y allá va toda la polla inundando este excitante culo (me lo rompes, me partes en dos). Me encanta el sexo anal, aunque demasiadas mujeres ponen reparos de todo tipo y no he practicado demasiado, pero estoy seguro que hay pocos culos tan acogedores, calientes y apretados como el de esta atractiva morena, a la que le encanta tener mi polla: que bueno, que polla tienes; me gusta sentirla dentro. Es un culo gratificante, en pocos minutos de un metisaca rápido y cada vez más fuerte eyaculo dentro con una larga corrida y un orgasmo de los buenos. Saco la polla y me encanta ver el ano bien abierto.

 En ningún momento de la enculada me ha dejado que le tocara el clítoris (después me acabas) y en cuanto recupero algo el resuello me pide que le de gusto con la boca: (los tíos sois unos cabrones, os encanta que os mamemos la polla pero luego nos coméis poco el coño y el culo, con lo que perra que me pone) comienzo a besar y chupar su sexo empapado, protegido por una bonita gran mata de pelo negrísimo, muy rizado, como una selva. Tras varios minutos me tira del cabello para levantarme y se apropia de la polla, mamándola con vicio, con toda la boca, y acariciando mis testículos y el culo con las manos. Se detiene en mi agujero acariciándolo en círculos y metiendo un largo y tieso dedo medio, que saca y vuelve a meter varias veces, lo que ayuda mucho para que de nuevo tenga una tremenda erección. Gisela se monta sobre mí y la mete muy lentamente, ayudándose de la mano. Apenas se mueve al principio y lanza suaves gemidos de excitación que poco a poco van creciendo según comienza a moverse. Termina cabalgándome a toda velocidad, de manera desbocada, y se corre dando un alto y largo grito, quedándose completamente quieta durante bastantes segundos durante los que siento las contracciones de su vagina que aprietan mi polla y logran que vuelva a eyacular. Joder, que pasada, vaya manera de empezar la semana laboral.

 Anita y yo estuvimos hablando después del fin de semana de sexo que pasastéis juntos y le pedí permiso para follar contigo. Somos muy amigas a pesar de la diferencia de edad y sabe muy bien que estoy salida desde que rompí con mi ex hace ya muchos meses. Alguna vez hemos compartido un tío bueno o hemos alquilado un boy macizote para darnos gustazo a tope y, desde luego, tu tienes una polla de lujo, en eso lleva toda la razón Ana. ¿No te molestará lo que digo?. No creas que te estamos valorando como un simple objeto sexual que podamos intercambiarnos, pero follar es importante para nosotras y el buen sexo, de manera discreta, es una bendición. Tu nos gustas, Lucio, y Anita está muy interesada en ti. No pierdas la oportunidad, de todo lo que puedes tener con nosotras.

 Que le puedo contestar salvo buenas palabras y mostrar mi satisfacción por la situación, además de dejar claro que yo también me siento muy interesado por Ana. Así quedamos, duchazo rápido, un beso y hasta mañana, que yo tengo que madrugar.

 Camino a casa en un taxi no puedo dejar de pensar en que creo que he tenido suerte y que me voy a poner ciego a follar durante una buena temporada. Luego, si además surge algo más serio con Ana, pues ya se verá. Tengo sueño y ganas de descansar. 

 

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