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El que hace incesto hace ciento (parte 1)

en Confesiones

EL QUE HACE INCESTO HACE CIENTO (parte 1)

 De niño y jovencito tenía gran facilidad para los estudios, por lo que aprobaba todas las asignaturas del Bachillerato sin problemas y desde mediados de junio a primeros de octubre estaba libre y también más aburrido que un mono en la jaula durante el caluroso verano madrileño. Mis padres encontraron la solución en cuanto cumplí diez años, mandándome todos los veranos con mi tía Concha, hermana de mi padre, al pueblo de Alicante en donde vive con su marido, Rafael, y sus dos hijas, mis primas Silvia y Marta.

 ¡Qué maravilla!. Gozo como un enano todo el verano: al aire libre, al sol, en la playa, en la huerta y el gran jardín que rodea la casona de mis tíos, todo el día jugando con mi prima mayor y un grupo de amigos del pueblo y veraneantes y una sensación de libertad que en la gran ciudad no puedo tener a lo largo del año. En agosto siempre van mis padres a pasar sus vacaciones (cierran la librería especializada en estudios de Ingenierías de la que vivimos) y más o menos el diez de septiembre vuelven para recogerme y pasar unos quince días en el pueblo de Segovia en donde viven mis abuelos maternos. En octubre vuelvo a comenzar la rutina colegial.

 Fue en ese pueblo alicantino en donde tuve mis primeros amoríos infantiles y adolescentes, en donde dí los primeros besos y mantuve los primeros e ingenuos escarceos sexuales, allí empecé a fijarme con verdadero interés en las mujeres y sus cuerpos maravillosos y en donde, con total sorpresa por mi parte, me hice hombre al estar con una mujer, con varias, y tomé plena consciencia de la necesidad del sexo para todos, hombres y mujeres, además de que desde entonces soy un convencido mirón, voyeur se dice de manera elegante, que logra excitación y placer observando practicar sexo a las parejas.

 Con casi dieciséis años soy bastante alto y grande de tamaño (mi padre es un hombre muy grande y dicen que soy muy parecido a él), ya me afeito de vez en cuando, mi voz es fuerte y grave y mi tía Concha no deja de gritarme (cuantas más de sus amigas y vecinas estén cerca, mejor y más alto, junto con unos cuantos besos, apretones y achuchones contra sus tetas que me ponen rojo de vergüenza) que su sobrino Javi es muy guapo, que cuidado no se lo lleve alguna lagarta de por ahí, que debería tener moto por el bultaco que gasto y cosas por el estilo. Amor de tía, supongo. Compartido, porque mi tía y yo congeniamos muy bien, tenemos gran confianza (nos llevamos veintiún años) y nos queremos mucho, además de que me parece la mujer más guapa del mundo y que está más buena que el pan para mojar; la de pajas que me hago pensando en ella.

 Al margen de que ya llevo unos tres años masturbándome a menudo y que siempre voy salido intentando ver tetas, muslos, culos (en la playa no paro de fijarme y mirar, debo parecer un búho) y cada vez me pongo más excitado con los besos y leves toqueteos con las chicas de la pandilla, mi primer descubrimiento sobre sexo real lo tengo una tarde en la que a la hora de la siesta (en esta casa, desde siempre, es obligatorio dormir la siesta) me despierto antes de lo habitual, bajo a la cocina a beber agua y me doy cuenta que se oyen unos ruidos en el cercano cuarto que se utiliza como despensa. Voy a abrir la puerta para mirar si ha entrado el gato de mi tía (se vuelve loco por los chorizos y salchichones que están colgados), pero me reprimo de hacerlo cuando oigo una voz conocida que dice: date prisa, Lolo, acaba ya. La puerta está entreabierta y logro ver que Fer (Fernanda), la joven que los veranos trabaja en casa de mis tíos como criada, está recostada en la pared del fondo, con las tetas al aire, y Manolo, su novio, se las está besando y chupando como un loco mientras la chica le tiene cogida la polla y se la está meneando con mucha rapidez. 

Mi primera intención es marcharme, pero la escena me atrae como un imán y sigo mirando y escuchando al mismo tiempo que noto que estoy empalmado, mucho. No puedo dejar de mirar las tetas de Fer (son las primeras que veo totalmente desnudas en vivo y no en las fotos de las revistas guarras o fugazmente atisbadas en la playa), grandes y blanquecinas, con las marcas del biquini y unos pezones chiquitos que su novio mordisquea como si fueran un manjar (no me hagas daño, bruto, no muerdas) ni la mano de la chica que menea el hinchado rabo del hombre (sigue niña, sigue, no pares) hasta que este da un gemido y un grito que intenta sea callado y veo como salpica de lefa la bata azul de Fer (guarro, ya la tengo que lavar otra vez). Se dan un suave beso en los labios, hablan algo que no oigo y Manolo se sube el pantalón, coge la gorra (es uno de los guardias municipales de la mancomunidad de pueblos que hay en la zona) y se dispone a marchar. Rápidamente subo hacia mi habitación y antes de que pueda cerrar la puerta entra Silvia, mi prima mayor (tiene un año menos que yo), y me dice: ¿los has visto, eh?; están así casi todas las tardes. Te has puesto cachondo, se te nota empalmado. Anda hazte una paja, quiero verte, yo sólo conozco la polla de Tito y no se la toco nunca aunque siempre me lo está pidiendo porque es un salido.

 Es verdad que estoy con el rabo tieso y duro, me duelen los huevos y los noto llenos a reventar, pero me da corte que Silvia me vea y aún más que me mire tocándome, pero la cara de interés de mi prima y mis ganas pueden más que la posible vergüenza, además de que la curiosidad por ver qué hace ella, me vence. Bajo el pantalón corto que llevo puesto y sale mi polla apuntando hacia arriba (joder, Javi, que grande es; la de Tito es más pequeña), me tumbo en la cama y empiezo a cascármela arriba-abajo con muchas ganas. Me encanta que mi prima esté mirando con los ojos bien abiertos, respirando con cierta ansiedad (¿no te duele al hacerlo tan deprisa?) y sin perderse detalle. Aguanto poco (además me da miedo que se levante mi tía) y me corro con gran gusto por mi parte soltando cuatro o cinco lechazos que me salpican la tripa, el estómago y el pecho. Todavía tengo la respiración agitada cuando oigo a Silvia decir: como mola, Javi, quiero aprender, voy a hacerte una paja mañana.

 Toda esa tarde y la mañana del día siguiente estuve muy contento (y nervioso) ante la posibilidad de que una chica me hiciera un pajote. Quise hablar con mi prima, pero se hizo la despistada y estuvo con otro grupo de amigos en la playa. Después de comer todos nos vamos a dormir la siesta igual que cada tarde y apenas diez minutos después (a mí se me hacen muy largos) Silvia entra en la habitación, cierra la puerta, me hace un gesto de silencio y se acerca para hablarme en voz muy baja (ya están todos durmiendo; quítate el bañador, que yo te vea la picha). Dicho y hecho, estoy desnudo tumbado en la cama y la polla ya da señales de vida, poniéndose rápidamente tiesa y dura ante la curiosidad que muestra mi prima (ayer por la tarde se la estuve mirando y tocando un poco a Tito, para comparar; me gusta más la tuya, es más grande y más bonita) y las ganas que tengo de que empiece. Me arriesgo y le digo algo que me ronda la cabeza: déjame ver tus tetas, seguro que me crece más la polla. Se quita la camiseta y el sujetador del biquini verde que lleva, enseñándome unas tetas picudas muy bonitas, de tamaño bastante más pequeño que las que ayer le vi a Fer (me están creciendo deprisa, dice mamá que las voy a tener igual que ella), con pezones oscuros que me parecen largos y gruesos. Me acerco a una de sus tetas y lamo como con miedo uno de los pezones (¿te da vergüenza?, chupa que me está gustando, chupa más) y después el otro, hasta que voy ya lanzado y lamo, beso, chupo y acaricio esos dos montículos, suaves y duros que me parecen riquísimos y que me están poniendo la polla dura como nunca.

 Déjame tocarte, Javi. ¿Lo hago bien, te gusta?. Me encanta el movimiento arriba-abajo que Silvia le da a mi rabo, primero muy despacio, con muchas precauciones, y después ya más segura y provocando que yo sienta que me voy a correr en cualquier momento (sabes, a veces he visto que Fer se mete en la boca la polla de Lolo y la chupa). Baja la cabeza, lame mi capullo (es como si una descarga de electricidad me recorriera desde la punta de la polla hasta lo más hondo de mi cuerpo) tres o cuatro veces y la mete en la boca sin dejar de mover su mano arriba y abajo. Me está chupando con la lengua dentro de su boca y yo no aguanto más; sin decir nada me corro como si fuera una central lechera, lanzando varios chorros de semen que escapan de la boca de Silvia y manchan sus tetas y su estómago. Joder, qué guarrada, como salpicas. Me ha gustado, creía que el semen sabía peor. No se, no está mal. Estoy muy mojada y con ganas. Mañana me toca a mí, eh. Me voy al baño que se van a levantar.

 Qué estupendo, qué bueno. Cómo me ha gustado. Y mañana quiere que se lo haga yo. Como siga pensando en ello me voy a empalmar otra vez.

 Durante la tarde en la playa y la mañana siguiente debe notárseme como muy satisfecho o muy tontito porque mi tía me gasta alguna broma (¿que te pasa Javierito, es que te has echado novia?; que no me entere yo que es una guarrilla) y en los juegos y charlas con el grupo de amigos estoy bastante distraído y pasota, con lo que me llevo varias broncas. Estoy deseando que llegue la hora de la siesta.

 Esta tarde nada va a haber con mi prima porque tiene hora con el oftalmólogo en Alicante, así que mi tía y mis primas se van en el coche nada más comer y mi tío se va también con prisa, como casi todas las tardes, por algo relacionado con su trabajo (es el director de una agencia de un banco en un pueblo cercano mucho más grande que en el que estamos). Yo me quedo con las ganas y una gran sensación de desilusión. Subo a mi habitación pensando en si me hago o no una paja, recuerdo que quizás esté Fer con su novio en la despensa y la tentación es muy grande. Cuando llego no hay nadie, pero inconscientemente me acerco hasta la habitación en la que en ocasiones la joven se queda a dormir en vez de ir a su pueblo a casa de sus padres y como la puerta está medio abierta, veo que Fer está desnuda (también es la primera mujer que veo desnuda en carne y hueso, aparte de las de las revistas porno que circulan por el colegio) besándose con Lolo, también desnudo. La chica se acuesta en la cama bien abierta de piernas (le veo el coño peludo que se está tocando suavemente con una mano) y el novio se le sube encima y tras unos breves segundos de espera da un golpe de riñones (no te vayas dentro, eh, no seas cabrón) y enseguida empieza a moverse adelante-atrás, no muy deprisa, pero sin parar ni un momento (esto si que es bueno, niña). Llevan varios minutos (yo me he sacado la polla y me la estoy meneando deprisa, casi al mismo ritmo con que la pareja está follando) y Fer se para, se mueve y hace lo posible para que Lolo se quite de encima (quita ya, ya vale, no te corras dentro), lo que parece conseguir porque el hombre se incorpora levemente, se sujeta la polla, la mueve durante unos segundos y le echa el semen encima del estómago y las tetas al mismo tiempo que da un grito largo que no intenta disimular. Se echa al lado de su novia en la cama y queda boca abajo quieto, adormilado, mientras Fer mueve su mano derecha muy deprisa en su coño, en la parte de arriba, con los ojos cerrados muy apretados hasta que gime y respira muy fuerte y los abre dejándolos con la mirada fija en la puerta (yo estoy seguro de que me ha visto, me subo el bañador y me marcho sin llegar a eyacular).

 Vaya metedura de pata, no me he corrido, me duelen los huevos y el bajo vientre y estoy asustado por si me ha visto Fer y me echa una bronca o le dice algo a mi tía o a Lolo. Estoy echado sobre la cama, con la polla dura y un poco asustado por lo que haga o diga Fer, pero no se me olvidan las imágenes de la follada que le ha echado su novio ni el cuerpo desnudo de la joven, no puedo dejar de pensar en ello (como me ha excitado mirarles, ha sido algo tremendo) y de manera mecánica mi mano empieza a cascarme un pajote. Vaya, aquí también te la meneas, eh, mirón. Joder que susto cuando oigo la voz de la joven que me está mirando desde el marco de la puerta que ha abierto de par en par. No puedo estar tranquila follando con mi novio aprovechando que no está tu tía porque al señorito le gusta cascársela mirando a los demás. Hay que joderse.

 Intento decir algo, justificarme, disculparme, pero no logro hilvanar dos palabras seguidas excepto: lo siento, Fer, es que, uff, desnuda, las tetas... La joven se echa a reír (debo estar rojo como un tomate), se sienta en la silla que hay junto a la cama y oigo como dice: sigue, anda, que te va a dar algo con esa polla tan grande y tan dura. Ya me había fijado en la playa que tienes un buen paquete, pero vaya pollón. Hazte la paja, acaba, que ahora voy a mirarte yo.

 Me da vergüenza, pero después de unos segundos ya estoy arriba y abajo con el rabo bien agarrado y con unas ganas de correrme como nunca.Me gusta que Fer esté mirando con expresión de cachondeo, con una sonrisa colgada en los labios y sin perderse detalle. Siento que debo arriesgarme y le digo: por favor, enséñame las tetas, nunca he visto unas tan grandes y bonitas. No dice nada, sonríe, se abre la bata dos o tres botones más y como no lleva sujetador salen las dos colinas grandes, redondas, blancas, con las marcas del bikini y con los pezones marrones que parecen una avellana. Me gusta verla sentada a mi lado; intento tocárselas con la mano izquierda pero no me deja y me aparta la mano con un suave golpe (sigue a lo tuyo, guarro); de repente se pone en pie y termina de desabrochar su bata dejándola bien abierta y enseñándome ese peludo coño del que no puedo  apartar la vista (te gusta, eh; nunca habías visto uno de verdad) y que es como el resorte que dispara mi leche como si fuera una fuente. Qué corrida más buena, qué gusto me da.

 Vaya lechada, Javi, que peligro tienes, mamón. Límpiate, no te quedes dormido, que tu tía y tus primas ya no tardarán mucho. Ya hablaremos tu y yo, mirón. Todavía estoy enfadada contigo.

 Al final la tarde ha terminado muy bien. Silvia no me dice nada, sólo está preocupada de si le sentarán bien o no las gafas nuevas que le van a hacer o si le darán pinta de empollona y yo no le voy a contar nada por si se mosquea conmigo, que las chicas son muy raras.

 Al día siguiente hay mercadillo en el pueblo y la costumbre de lugareños y veraneantes es darse una vuelta para ver si hay algo que merezca la pena (por aquí, además de frutas y verduras, en los mercadillos se vende muy buen calzado y ropa de calidad de los muchos talleres que hay en la zona). Mi tía nos invita a unos refrescos y luego, antes de ir a la playa, ayudo a Fer a llevar las bolsas con las compras hasta casa. Es una joven morena de veinte años, guapa y simpática, que estudia peluquería yesteticista (esteticién)durante el curso y siempre que hay vacaciones trabaja en casa de mis tíos ayudando en las faenas domésticas. Vive con sus padres en el pueblo en donde trabaja mi tío y como su novio vive aquí (tienen pensado casarse en cuanto ella acabe los estudios el año próximo, entre otras razones porque mis tíos le han asegurado que le van a alquilar a buen precio un local que tienen en el centro, ideal para una peluquería), en verano suele quedarse casi todos los días en nuestra casa.

 Javi, no me molesta que nos mires a Lolo y a mí cuando estamos dándonos gusto, pero no se si a él le va a gustar, así que ten mucho cuidado y no pierdas el control si te pones a hacerte una paja, y por favor, que no se entere tu tía, se pondría a dar voces y a saber que pasaría, que ya sabes que es muy suya.

 Pues perfecto, no pensé salir tan bien parado de mi experiencia como mirón con Fer. Pienso seguir haciéndolo cuando tenga oportunidad. Silvia me dice en la playa algo así como esta tarde nos vemos en tu habitación y yo tan feliz.

 Llega la hora de la siesta y mi tía se muestra atenta a que todos nos acostemos, entra un par de veces en la habitación y me ordena dormir un rato tras darme un beso como si fuera de buenas noches. Silvia tarda un poco (qué pesada está mi madre, se ha quedado mi padre en casa, eso es que van a chingar y no quiere que nos enteremos), se echa a mi lado en la cama tras quitarse la camiseta y el sujetador (el otro día tuve que hacerme unos deditos de lo cachonda que me puso verte menear tu rabo) e inmediatamente bajo el bañador y saco mi polla (es bonita con ese color tostado, la de Tito es muy oscura, parece negra) que ya está tiesa y dura, expectante al igual que yo por lo que vaya a suceder.

 ¿Has tocado un chichi alguna vez?. ¿No te dará asco?. Yo me masturbo todos los días y cuando le dejo a Tito tocarme no sabe darme gusto, se pone como loco con mis tetas pero no me acaricia el coño como a mí me hace correrme. Lo importante es tocarlo con suavidad aquí arriba, ¿ves?, como haciendo círculos con el dedo y arriba y abajo, que vaya saliendo mi humedad y así me voy excitando poco a poco y termino teniendo un orgasmo. Prueba tu, despacito, con uno o dos dedos. Sin miedo.

 Mi prima tiene vello en el coño, rubio claro, muy rizado, con mucha menos cantidad que Fer. Me gusta, aunque al principio sí tengo miedo de hacerle daño a Silvia, pero poco a poco le cojo el ritmo y voy un poco más deprisa (sí, así, sigue). Me resulta muy agradable mojarme los dedos con esa especie de aceite que va saliendo y que le da suavidad a mi movimiento (ahora un poquito más rápido, aprieta un poco más). Silvia está tumbada, respirando deprisa y muy concentrada en guiar las actuaciones de mis dedos, que ya van más rápidos y seguros (dame un beso en la boca, corre). De repente parece que se queja (ay, no pares, no pares hasta que te lo diga), pero enseguida pone cara de satisfacción, cierra los ojos y respira muy fuerte durante bastantes segundos (para, ya no más, para). Tengo la mano muy mojada del líquido más bien espeso que sale de su coño (no puedo evitar llevar mis dedos a la nariz para olerlo y después meterlos en mi boca, me gusta, huele y sabe bien) y me doy cuenta de que mi rabo está duro que parece de piedra, así que me tumbo al lado de Silvia y me casco rápidamente un pajote que me alivia el calentón.

 Joder, primito, me has dado mucho gusto; vamos a tener que practicar mucho las siestas de este verano.

 Practicamos durante una semana o poco más. Sus padres la han apuntado para hacer un curso de mecanografía y todos los días después de comer se va con su padre y ya no vuelve hasta media tarde o aún después. En la academia se ha echado un noviete (Paco es muy guapo, Javi, y tu y yo somos primos; échate tu una novia para que os deis gusto los dos) y ya no quiere nada conmigo, así que vuelvo a machacármela yo solo e intento seguir espiando a Fer y Lolo en sus encuentros sexuales.

Esta tarde estoy especialmente cachondo porque me he pasado la mañana en la playa viéndole el peludo a una de las vecinas de mi tía a la que el bañador le quedaba holgado al tumbarse boca arriba, y un poco antes de las cuatro de la tarde dejo mi habitación para ir a espiar a la pareja de novios. No están en la despensa ni en el cuarto de Fer y no me atrevo a ponerme a buscar por la casa o el jardín, así que vuelvo a mi habitación con un calentón tremendo, me tumbo desnudo en la cama y saco mi empalmada polla mientras añoro las tardes pasadas con Silvia. Cierro los ojos y sigo dándole al manubrio, de repente un golpe en un lado de la cabeza y un grito que me traspasa el oído: joder con el guarro tocándose el rabo a todas horas. No he debido cerrar la puerta y mi tía Concha me pilla con la manos en la masa, me puedo ir preparando.

 Vaya con el niño, como ya es mayor no para de menearse su rabito y se da paseos por la casa buscando no se sabe qué para excitarse. No, hoy no está Fer follando con su novio, se han ido a la playa, listillo. ¿Acaso crees que no me entero de lo que pasa por aquí?. Mucho te gusta a ti mirar.

 Mi tía Concha (hay que llamarla así, ni Conchita ni Conchi, aunque algunas amigas le llaman Glory porque dicen que es clavadita a la actriz Gloria Grahame y eso le gusta mucho) cabreada es una especie de volcán en erupción que se va calentando hasta que explota y puede pasar cualquier cosa. Yo estoy con la cara roja de vergüenza, con mi rabo bajo del todo (me tapo con las manos), acojonado y con ganas de esconderme debajo de la cama.

 ¿Te tapas?, ¿te da vergüenza que te vea tu tía?. Te he visto desnudo desde el momento que naciste y tu cosita no me asusta, aunque cosita, cosita no es, tienes un rabo de una vez, te vas a tener que quitar a las mujeres de encima a empujones. Ya puedes llevar cuidado, sobrino.

 ¿Y ahora?, te vas a quedar con el calentón y te van a doler los testículos. Anda, tócate, sigue con tu paja, quiero ver como lo haces. Por supuesto que no hago nada, menuda vergüenza, sigo tapándome con las dos manos y ni miro a mi tía a la cara. Concha se sienta en la cama junto a mi cabeza (no seas tonto, la de veces que de pequeño te daba teta cuando te quedabas conmigo y cómo te gustaba; siempre lo pedías, hasta que te quedabas dormido), abre la camisola que lleva puesta y saca del sujetador sus tetas altas, duras, picudas, con forma cónica, muy levemente caídas hacia los lados, que se mueven como si de un flan se tratara (toma teta, mama mis pezones y no dejes de acariciarlas, mi niño). No tiene que animarme más, se las toco amasándolas y apretando todo el volumen de esas maravillas muy morenas, con las marcas del bikini, que no me caben enteras en la mano, después, las chupo, paso la lengua y los labios, cierro los ojos y me entretengo mamando esos ricos pezones largos y gruesos que mantengo dentro de la boca y que llego a morder (no me hagas daño, no muerdas tan fuerte). Ya no me da ningún corte que mi tía vea que estoy empalmado como el mango de una pala (cuando eras bebé te meneaba la cosita arriba y abajo para que no tuvieras fimosis de mayor, me la metía en la boca para llenarla de saliva y no te dolieran los meneos que te daba) y cuando Concha me agarra la polla con su mano derecha y comienza a subir y bajar mi piel de manera acompasada, no sólo no me asusto, sino que me parece lo más natural del mundo o por lo menos lo más deseado por mí en ese momento (que buena es tu polla, me gusta que la tengas tan dura, larga y gruesa), porque me está poniendo más excitado y cachondo de lo que he estado en mi vida. Me falta poco para correrme (el sube-baja de la mano de mi tía es cojonudo), estoy con los ojos semicerrados y ya ni tan siquiera le toco las tetas. Cuando se acerca a la polla y le da unas suaves, rápidas, mojadas lamidas (sin dejar de mover su mano) me parece que nunca he conocido nada tan suave y agradable, hasta que de repente se mete la polla en la boca, muy dentro, como intentando tragarla entera (madre mía, qué bueno es, cómo me gusta) e inmediatamente empieza a mamar mi capullo con labios y lengua sin detener el movimiento de su mano. Aguanto muy poco rato y me corro dando un largo grito de placer y alegría que coincide con la descarga de media docena de chorros de semen que salpican la cara, el pelo y las tetas de mi tía Concha (vaya, sobrino, cuánta leche tienes; ya puedes tener cuidado con tanta guarra que hay por ahí no preñes a ninguna), que traga parte de la lefa con total naturalidad mientras el resto lo restriega por la piel del rostro y las tetas.

 Javier, de esto ni se te ocurra decir nada a nadie; supongo que lo entiendes perfectamente. Mientras estés aquí no necesitas matarte a pajas ni enrollarte con tu prima Silvia, que nos ha salido un poco demasiado cachondona. De vez en cuando yo te quitaré el calentón, siempre y cuando guardes silencio. Eres mi sobrino favorito y me gusta esa polla tan grande que tienes. Ya hablaremos con calma, pero este verano vas a quedar hecho todo un hombre. Ni se te pase por la cabeza ir con las putas que se ponen en la carretera, antes te la corto, eh.

 Y yo que puedo decir si la mujer que para mí es la rubia más guapa del mundo y además es inspiración de la mayoría de las pajas que me hago me acaba de dar placer como nunca y me asegura que va a haber más. He dormido la siesta como si fuera un bebé.

 Los viernes a media tarde se empieza respirar un ambiente especial en el pueblo, preludio del fin de semana. Muchos de los padres que están de rodríguez en Madrid se acercan a ver a la familia y en el aire se respira una mezcla de alegría de los niños por ver a su padre y la excitación de las esposas (y de los maridos) que van a tener sexo. Mi tío Rafa es un tipo estupendo, simpático y cariñoso que durante la semana siempre está hasta arriba de trabajo, pero como él dice: los fines de semana se han hecho para tomar tranquilamente unas cervecitas, comerse una buena paella, tostarse la tripa al sol y hacer uso del matrimonio. A esto último mi tía Concha y él le dedican tiempo las noches del fin de semana.

 Los niños, si no hemos ido al cine ni hay fiesta en el pueblo, se supone que nos acostamos a eso de las doce de la noche y alrededor de las doce y media ya no hay ruidos por la casa. Fer se ha ido a casa de sus padres y se ha llevado a Silvia porque hay fiestas en su pueblo y Marta es aún muy pequeña y duerme pronto. Llevo ya algún fin de semana intentando pillar a mis tíos follando, pero hasta ahora no lo he conseguido, han sido cuidadosos y dejan bien cerrada la puerta y bajadas las persianas de los ventanales de la terraza de su habitación. Hoy no han tenido tanto cuidado y la puerta está entreabierta como tres o cuatro dedos. En un primer momento ni veo ni oigo nada, hasta que escucho a mi tío, de forma clara, a media voz: ¡te la voy a meter hasta por las orejas, maciza!; ¡qué buena estás!. Plas, plas, lo que supongo son un par de sonoros azotes en las nalgas de la mujer ponen rúbrica a la frase. Ya será menos, supermán. Mucho chiu-chiu y poco ñaca-ñaca. Las risas de mis tíos son el preludio a unos pocos minutos en los que apenas se oye nada salvo el ruido típico de los besos con lengua y mucha saliva y el comienzo de la respiración agitada de dos personas que se están excitando. Cómo me gustas, corazón, qué cachondo me pones.

 Me atrevo a abrir muy lentamente la puerta otros tres dedos más y a mirar (los ojos se me han acostumbrado ya a la oscuridad, aunque entra suficiente luz por las rendijas de las persianas como para ver bien lo que sucede en la habitación) sin asomarme demasiado. Concha está sentada muy arriba en la cama, casi en el cabecero, apoyada en las almohadas, y Rafa lame y chupa sus tetas (qué ricas son, qué buenas están) de manera golosa, bajando poco a poco por el estómago y pasando a los muslos hasta que de nuevo sube hacia el sexo de mi tía (qué mojada estás; tienes ganas, eh) y entierra su boca en el coño (sí, mi rey, sí, cómo me gusta) durante mucho rato, deteniéndose en lo más alto con la lengua y los labios (para, para, no quiero correrme todavía; métemela). Mi tía se pone en una esquina de la cama arrodillada, a cuatro patas, y el marido rápidamente se coloca detrás de ella, con la tiesa y dura polla en la mano (me parece que la tiene muy larga), guiándola hasta el coño, en donde la entierra de un fuerte empujón (ay, corazón; sí, sí, fóllame) e inmediatamente comienza a meterla y sacarla con rapidez mientras sujeta de la cintura a su mujer con sus dos manos y le habla con voz ronca (cómo me pones, gloria mía; te vas a enterar, mi reina).

 Yo estoy muy excitado y ya llevo varios minutos cascándome un pajote sin dejar de mirar y escuchar a mis tíos, que parecen ir en aumento en sus jadeos (me queda poco, amor, ahora te aviso) y en el ritmo de la follada. Rafa se mueve ahora a mucha velocidad y le está dando unos pollazos tremendos a la mujer, que lleva ya un rato dando grititos. De repente se queda quieta, da varios cortos gemidos, respira largamente de manera muy fuerte y algunos segundos después habla con voz entrecortada: sácala ya, no te corras dentro, sácala. Concha se da la vuelta, se sienta en el borde de la cama y se mete la polla de su marido, que se ha puesto de pie, en la boca, moviendo la cabeza adelante y atrás al mismo tiempo que menea el tronco arriba y abajo (que bueno, mi chica, que bien lo haces; no pares). Un grito alto que dura varios segundos me da idea de la corrida de Rafa dentro de la boca de mi tía, que traga el semen mientras sigue chupando, ahora suave y tranquilamente, la polla de su marido hasta que él mismo se separa, besa los labios de su esposa y se tumba en la cama (que placer me das, cariño, que maravilla; ¿te has corrido a gusto?), quedándose amodorrado y muy poco después, dormido.

 Me voy a mi habitación porque necesito acabar de masturbarme, pero nada más entrar oigo a Concha decir detrás mío: ¿te ha gustado?, ¿has visto como se folla mi hombre a su hembra?; sobrino, tienes que aprender a hacerlo bien para darle gusto a las mujeres y que ellas te den mucho placer. No contesto, mi tía cierra la puerta y me conduce hasta la cama (quítate la camiseta y el calzoncillo, vamos) en donde me tumbo boca arriba sin saber qué va a pasar, un poco nervioso, pero con el rabo bien tieso y necesitado de atención. Concha se quita el albornoz blanco que lleva puesto y veo desnudo todo su deseable cuerpo (¿qué es lo que más te gusta de lo que ves?), aún sudorosa, con la piel brillante y una mirada como de desafío y de cachondeo al mismo tiempo, con voz susurrante (mi niño se va a hacer todo un hombre) y, me parece, exhibiéndose de manera muy discreta, moviéndose lentamente (no puedo dejar de fijarme en sus tetas, que parecen tener vida propia y oscilan de derecha a izquierda muy suavemente, como si fueran flanes en un plato, con los pezones muy tiesos y duros) con la boca entreabierta (¿te gusta tu tía o ya es una vieja para ti?).

 Se tumba en la cama a mi lado (cómete mis tetas, ponte a mamar mis pezones) y toca suavemente la polla, los huevos y mi culo mientras me doy un festín maravilloso con esas tetas que me vuelven loco. Ya estoy de nuevo muy excitado y Concha lo nota (súbete encima de mí, con cuidado, no me des con la rodillas o los codos), agarra mi tieso rabo y lo lleva hacia su sexo, sin meterlo, pasándolo arriba y abajo por todo el exterior (está muy mojado) del coño, hasta que lo dirige hacia la entrada de su agujero y me pide que entre (empuja mi niño, empuja sin miedo, mete tu polla muy dentro). En un primer momento no se si la he metido o no, pero empiezo a notar la humedad del coño y el roce en la base del tronco (así, toda dentro; qué gruesa es) y de manera inconsciente empiezo a moverme lentamente hacia adelante y hacia atrás, metiendo y sacando (no te de miedo que se salga, se vuelve a meter y ya está), muy atento a lo que siento (no se si oigo lo que dice mi tía porque los oídos me martillean como tambores), en especial la presión que me dan las paredes del mojado, suave y caliente coño, que me provocan una sensación de excitación y muchas ganas de correrme, al mismo tiempo que no se si quiero que se acabe el sentirme tan a gusto (más deprisa, Javi; vamos, con ganas, con fuerza). No se el tiempo que pasa, pero me doy cuenta de que estoy a punto de eyacular y ni siquiera puedo pensar en si debo o no hacerlo dentro de la mujer, me corro sintiendo que mi semen sale de lo más dentro de los testículos y el orgasmo lo siento a lo largo de toda la columna vertebral, como un terremoto que recorre al mismo tiempo el cerebro, el estómago y la polla. ¡Qué maravilla!. ¡Qué placer!. ¡Qué sensación de descanso más fabulosa!.

He estado a punto de dormirme (despierta sobrino, no te duermas) pero mi tía me da un beso en los labios y dice: es la primera vez que haces el amor, nunca olvides que lo hiciste conmigo, corazón. Me voy, mañana hablaremos y, por supuesto, esto nadie puede saberlo, sobrino. Otro suave beso y me quedo dormido como un tronco.

 Me despierto (estaba soñando con una película de gansters en donde sale Gloria Grahame, teñida muy rubia, como mi tía Concha y completamente desnuda, con mucho vello rubio muy rizado en el pubis) con la sensación de que me ha pasado algo importante porque me encuentro muy a gusto. No me hago una paja a pesar de las ganas, me afeito, me ducho sin que mi tía me lo tenga que ordenar y en la playa me parece que estoy algo distante de la pandilla de amigos (me fumaría un cigarrillo, pero la verdad es que no me gustan), tanto, que me voy a pasear con mi tío Rafael, hablando de fútbol y mirando más o menos discretamente a las mujeres en biquini, hasta un chiringuito en donde compramos cervezas, refrescos y patatas fritas con ali-oli y salsa brava (la moda de este año en la playa). No se me hace raro estar hablando con el marido de la mujer que me ha hecho hombre (no me sale decir la mujer con la que he follado), me parece lo más normal del mundo, e incluso le tomo el pelo porque de fútbol no tiene mucha idea (es seguidor del Castellón, el único de toda la familia que no es un madridista feroz).

 Un poco antes de la hora de cenar llegan mis padres (el próximo lunes ya es agosto) junto con mi tía Pilar, hermana soltera de mi madre y gran amiga de la tía Concha. La cena se convierte en una agradable y tumultuosa tertulia intergeneracional, con protagonismo total para las mujeres, que se ponen al día de los sucesos producidos a lo largo del año y, en especial, de aquellos que atañen a los veraneantes. Mientras, mi padre (Javier) y mi tío, una vez acabada la cena, salen al porche del jardín con la botella de JB, un cubilete con hielos y un gran veguero cubano cada uno (es una especie de ritual veraniego-navideño porque no son fumadores habituales, pero en vacaciones se fuman algún que otro buen puro) a hablar de sus asuntos, que son los mismos cotilleos que los de sus mujeres pero haciendo hincapié en lo maciza o buenorra que están las mujeres de las que hablan. Sorpresa: unos minutos después de comenzada su charla dice mi padre: anda, Javi, vente con nosotros que te van a volver loco con tanta cháchara de mujeres. Por primera vez me siento reconocido como hombre y no como niño, ¿se me notará algo nuevo?.

  

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