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Las hermanas boticarias

en Confesiones

Las hermanas boticarias

tenemos fama de conservadores, incluso de ser demasiado antiguos, lo que me hace valorar y apreciar más aún la secreta vida familiar que llevo. Si supieran cómo me lo monto

Concha y yo llevamos casados veintisiete años. Tuvimos un noviazgo relativamente rápido para lo que se estilaba en la época y una vez su madre me dio el visto bueno, que coincidió con mi ascenso —gracias a su recomendación, estoy completamente seguro— a cajero de agencia en el banco en el que hoy sigo trabajando, nos casamos a mediados de un mes de mayo, cuatro años después tuvimos a nuestra única hija, y hasta hoy, vivimos a gusto y puedo decir que nos queremos, además de seguir manteniendo encendida la llama del sexo. Follamos a menudo, no como simple necesidad física, sino con interés, con ganas y como parte importante de nuestra vida de pareja.

Me llamo Manuel, tengo cincuenta y dos años, dirijo la más importante agencia de banco de la pequeña pero importante ciudad castellana en la que vivimos. Cuando me casé lo hice enamorado, siendo consciente de dar un braguetazo impresionante con la hija mayor de la viuda más rica e influyente de la ciudad y parte de la provincia. Todo salió bien y seguimos juntos.

Concha tiene cincuenta años. Se conserva muy bien físicamente, de estatura algo más alta que la media, ancha, fuerte, sin llegar a ser gorda es muy redondita. No se puede decir que sea especialmente guapa, aunque destacan en su rostro unos grandes bonitos ojos marrones y una atractiva boca de labios chupones, tiene cabello castaño oscuro levemente ondulado que lleva bastante corto casi siempre peinado con raya a un lado y con flequillo, es una mujer amable, simpática, con genio y carácter cuando hace falta, que resulta atractiva por muchas razones, como sus llamativas grandes tetas, altas, redondeadas, prietas, juntas, con un tremendo canalillo y oscuros pezones de buen tamaño. Desde siempre sus pechos son una parte central de nuestra mutua excitación, que le acaricie suavemente las tetas con las manos durante un buen rato por encima de la ropa que lleve puesta y pase luego a usar lengua y boca con un poquito más de presión y dureza, ya directamente sobre la piel, eso pone a esta hembra muy cachonda, con ganas de follar casi ya mismo. Como somos consumidores de películas porno —casi adictos, se podría decir— nuestras prácticas sexuales siguen muchas de las pautas que en ellas se ven, y últimamente mi mujer no se suele quitar el sujetador —siempre lleva ropa interior sexy, que compra en Madrid y Barcelona según mis gustos— prefiere sacarse las tetas por fuera de las copas, así piensa que se muestran más tiesas y duras, que no se caen, de lo que está muy orgullosa dada su edad, y a mí me gusta que se deje puestas las medias, de las que llegan un poquito más arriba de medio muslo. Tiene gran habilidad para tocarme suavemente la polla, el capullo, mejor dicho, con la punta de los dedos de las dos manos, lentamente, apenas rozándome, de manera muy excitante, verdaderamente enervante, capaz de aumentar mi ansiedad porque a estas alturas estoy ya muy palote, besándonos guarramente en la boca, con mucha lengua, sin dejar de acariciar y besuquear sus tetas, ya con un puntito de dureza, apretando, chupeteando, mordisqueando, estirando los agradecidos gruesos pezones. En cuanto paso la mano por su depilado chocho —cuando lo deja crecer tiene una increíble mata de vello castaño oscuro, muy denso y rizado, que en confianza llamamos nuestra selva— noto que ya está muy excitada y mojada, con ganas de recibir mí polla que ya tengo bien tiesa y dura —es algo de lo que todavía puedo presumir, sigo con mi rabo como cuando era un chaval, siempre preparado y dispuesto— así que me tumbo en la cama boca arriba, bien apoyado en las almohadas, para que Concha pueda subirse encima de mí, su postura preferida, arrodillada con una pierna a cada lado de mis caderas, se ayude de la mano para guiar mi polla y metérsela tras restregarse el coño, ya empapado, arriba y abajo unas cuantas veces. Se deja caer de manera que le llegue profundamente, lo más dentro posible —sí, qué grande es; cómo me llenas, cómo me gusta— queda quieta unos instantes, con los ojos cerrados, sintiendo la polla bien dentro, y empieza el juego sacándola casi entera, volviendo a bajar de golpe, otra vez arriba, de nuevo para dentro, ya con ritmo, cogiendo velocidad, y empezando a emitir gimoteos cortos en voz muy baja. No le dejo que se toque el clítoris tal y como pretende —en ocasiones le tengo que ordenar que ponga sus manos a la espalda e incluso sujetárselas yo— para que no se corra, pues en ese caso tarda demasiado en recuperar su interés por mi corrida y me tengo que terminar yo solo meneándomela con la mano.

Con una de mis manos ocupándose de sus pezones —los tiene tremendamente sensibles una vez está excitada— y la otra acariciando el culo, Chusa está cachonda a más no poder, deseando correrse, intentando tocarse el clítoris y hablando en voz muy baja, de manera casi inaudible:

Cómo me excitas, cabronazo, dame gusto ya

No para de subir y bajar el pubis ayudándose con los muslos y yo empujo hacia arriba acompasándome a su movimiento, de manera que está recibiendo una buena follada, profunda, y yo estoy a gusto, notando la presión de las paredes vaginales en toda mi tranca, observando la excitación de mí mujer, llenándome los oídos con sus roncos quejidos —ay, Manolo, lo que me haces; sigue, sigue— acariciando ya el clítoris de Concha, con fuerza, con velocidad, vigilando su cara que parece tener expresión de sufrimiento, hasta que en pocos minutos la cambia por otra de alegría, gozo, placidez, gritando de manera contenida durante muchos segundos en los que no dejo de notar en la polla apretones y pellizquitos provocados por los espasmos vaginales que tiene durante todo su orgasmo. Se derrumba sobre la cama una vez me descabalga y queda muy quieta un buen rato, descansando e intentando sosegar la respiración, mientras yo me acaricio suavemente la polla para que no se baje.

Cuando mi mujer se recupera —siempre me parece que tarda demasiado— besa suavemente mis labios, aparta mi mano de la polla y es ella quien me acaricia suavemente, mirándome a la cara, hablándome al oído —ahora te toca a ti, te voy a hacer lo que te da gusto— besándome de nuevo cariñosamente y colocándose de manera tal que pueda chupármela sin esfuerzo. Lo hace muy bien, me costó años que me diera buen sexo oral sin poner pegas ni se quejara ni me dejara a medias, pero practicamos bastante, le terminó gustando y excitando, así que ahora es una excelente comepollas que sabe dar con el punto exacto de mi excitación.

Morbazo añadido me da contemplar a mi disposición su cuerpo de carnes todavía duras y prietas, con el culo grande, alto, redondo, que me encanta acariciar, pellizcar, darle un azotito sonoro de vez en cuando, llevar un dedo ensalivado a la raja estrecha y oscura que divide en dos este excitante gran melocotón, subir y bajar por ella haciendo intención de entrar en el arrugado ano, sin llegar a penetrarlo, simplemente empujando lo suficiente para oír a Concha decir con voz suave, ronca:

Eres muy malo, me vas a poner cachonda otra vez si sigues así

Claro que sé que se va a excitar otra vez, pero ahora soy yo quien lleva la iniciativa y me preocupo más de mi corrida que de la suya, así que sin dejar de acariciar suavemente toda la zona del ano, el perineo y la parte más baja del coño, metiendo un poquito el dedo tanto en el chocho como en el culo, apenas un centímetro, para mantenerla contenta, me doy un buen homenaje con sus pezones, chupando, mordisqueando, estirando, escuchando con satisfacción sus leves quejas —me haces daño, no aprietes— mientras ella continúa con la mamada, hasta que le digo que se sitúe a cuatro patas sobre la cama, con el culo cerca del borde del colchón, me pongo de pie tras ella, le doy un par de azotes más fuertes de lo preciso y guiándome con la mano busco la entrada de su chocho, ya empapado de nuevo, palpitante por recibir mi polla. Entro con total facilidad y rápidamente mi rabo demuestra que está en terreno conocido, que se encuentra como en casa, empezando un metisaca rápido, profundo, duro, aumentando el ritmo al mismo tiempo que Concha se pone a mil por hora —ay, ay, sí; más, corazón, más— y acompasa su movimiento al mío, escuchando los ruidos producidos por el chocar de nuestros muslos, el chop-chop de sus jugos vaginales, nuestras respiraciones roncas y ansiosas y el grito que le caracteriza cuando tiene su orgasmo, largo, contenido, como si quisiera disimular su placer.

Le saco la polla del coño y no dejo que se quede amodorrada recuperándose porque tengo necesidad de correrme, por lo que incluso tengo que ayudarle dándole un pequeño tirón de pelo y suaves golpecitos en la cara con la polla.

Ven, siéntate en el borde de la cama, levanta las tetas y abre la boca, vamos

Me meneo la polla a toda velocidad con la mano derecha, sujeto con la izquierda su cabeza para que no se eche para atrás, vuelvo a ordenarle que abra bien la boca, y me corro con todas las ganas del mundo. Ahí va eso, joder qué bueno. Ah… media docena de chorros de blanco semen impactan en la cara, el pelo y las tetas, algo entra en la boca de Concha, quien pone cara de satisfacción y me besa en la boca para que yo note el sabor de mi propio semen —sigues siendo todo un machote, corazón— y traga la leche de hombre cuando se lo pido, mirándome a los ojos, como a mí me gusta.

¿He sido una buena guarrilla para ti, mi amor?

Mi contestación es otro beso en la boca, unas leves mutuas caricias en la cara, acomodamos la ropa de cama y nos echamos a dormir.

Es un sábado propio del otoño de esta zona, bastante frío a primera hora de la mañana, brumoso en el entorno próximo al río Ebro, más luminoso y soleado a mediodía, pero ya sin calor, preludio del próximo duro invierno. Salimos a tomar el aperitivo ya cerca de la una del mediodía junto con Macu, la hermana de mi mujer, viuda desde hace seis años y mi amante desde hace un par de ellos.

Concha y Macu se llevan tres años, no tienen más hermanos y ambas son farmacéuticas, regentando juntas las tres farmacias que su madre, también farmacéutica, les legó en la ciudad. Cada una de las dos hermanas ha tenido una hija —tienen la misma edad, se llevan muy bien desde niñas, ambas están estudiando en Madrid en la facultad de Farmacia, qué si no— y siempre han estado muy unidas, de hecho vivimos en la misma céntrica gran casa que fuera de sus padres, nosotros en el primer piso y Macu en el segundo. Mi cuñado Paco murió de un ataque al corazón cuando iba conduciendo camino de la capital de la provincia, era un buen tipo al que seguimos echando de menos, en especial su esposa, tanto que hace unos dos años, inmediatamente después de haberme hecho una buena mamada, mi mujer me sorprendió con la siguiente proposición:

Manolo, tú te llevas bien con Macu y le tienes cariño, y yo la quiero mucho, así que no la puedo ver tan triste, melancólica y mustia como está desde que murió su marido. Sí, ya sé que debería echarse novio, está muy salida, pero no quiere saber nada de nada a pesar que hay varios que la rondan, ni por asomo los toma en serio, así que he pensado que por qué no os hacéis amantes, para disfrutar del sexo tú y ella, para follar de vez en cuando

No doy crédito a lo que acabo de oír. Debo estar con la boca abierta y los ojos como platos por la sorpresa, porque Concha se acerca, hace una suave caricia en mi mejilla, me besa como de pasada y sigue hablando.

Me parece la mejor solución, todo queda en casa y Macu necesita hombre, por suerte tú vas perfectamente bien de tu polla y nunca te faltan ganas de sexo, así que seguro que a las dos nos satisfaces sin mayores problemas. Lo he hablado varias veces con mi hermana, ha quedado bien claro que soy tu esposa y lo tuyo con ella sería sólo sexo. Nada le gustaría más, te tiene aprecio y físicamente le gustas mucho desde siempre, aunque no sabe si tú querrás, ya le he dicho yo que sí. He hecho bien, ¿verdad?

Aunque parezca mentira así empezó mi relación sexual con Macu, un viernes por la noche después de cenar juntos en su piso los tres, compartir una película policiaca tomando unas copas —públicamente apenas tomamos alcohol salvo las cervezas del aperitivo y alguna copa de buen vino en las comidas, pero en privado somos buenos aficionados al gintonic— y marcharse Concha al piso de abajo tras sonreír y darnos un beso a cada uno deseándonos mucho placer. Han pasado dos años.

Saludamos a medio pueblo que a esta hora, entre el mercadillo semanal y las cañas sabatinas, está en la calle. Nos llevamos bien con toda la gente de nuestro entorno social, vamos a tres o cuatro bares de los más acreditados y pasamos un buen rato, picamos algunos aperitivos, tomamos varias cervezas, conversación entretenida, simpaticona, comentando la semana, seguimos con algunas raciones y más cerveza, así que quizás estemos los tres un pelín perjudicados cuando nos vamos, de manera que en vez de acercarnos a alguno de los restaurantes en los que solemos comer decidimos ir a casa a tomar café y quizás alguna copa, tras comprar unos pasteles en la acreditada pastelería de la plaza a la que dan la entrada trasera y el garaje de nuestra casa.

Mi cuñada es un poco más alta que mi esposa. Se parecen mucho en los rasgos de la cara, Macu tiene los ojos más claros y la boca recta de labios más finos, además que su cabello es más claro que el de su hermana y lo lleva más largo, en melena medianamente rizada hasta más abajo de los hombros. Tiene un cuerpo en el que hay de todo bien puesto y bien repartido, sin la rotundidad de curvas de la hermana mayor, pero sin que falte nada de nada, con bonitas tetas no demasiado grandes, separadas, altas, musculosas, apuntando cada una hacia un lado, picudas, terminadas en una pequeña areola circular un poco más oscura que su piel, portando cada una un largo y estrecho pezón. Es más estilizada que Concha, pero también fuerte y ancha, con anchas caderas que contienen un buen culo en forma de pera, duro, como todas sus carnes, con muslos atractivos y piernas delgadas. Su vello púbico es casi rubio, más bien ralo y corto, últimamente se lo rasura porque se lo he pedido para comerle el coño a tope, tal y como a ella le gusta.

Mientras tomamos café con los pasteles, Concha ha puesto una película porno en la televisión del salón —vamos a ser malos, no os parece— e inmediatamente nos desnudamos los tres entre risas y comenzando a excitarnos. Qué bueno es ver a las dos hermanas desvestirse luciendo para mí su ropa interior: mi cuñada lleva un pequeñísimo sujetador negro completamente trasparente, al igual que la braguita tanga a juego, está muy excitante, lo mismo que mi mujer, con un sujetador rojo de esos que levantan pero dejan al descubierto todo el pecho —ya me había parecido que hoy en la calle se le notaban mucho los pezones— y un tanga del mismo color que nada tapa. Tengo ya la polla como una barra de hierro.

Hace dos años este asunto comenzó de manera tal que Macu y yo follábamos, casi siempre en su piso, y Concha no estaba presente, pero poco a poco esto cambió, en parte gracias a la pornografía y la costumbre de ver películas para excitarnos, así que ya es habitual que estemos los tres juntos cuando follamos, aunque sí es verdad que mi esposa y yo mantenemos una cierta intimidad y lo hacemos a solas, sin Macu, cuando así nos apetece.

De vez en cuando intento que nuestros tríos lo sean de verdad, todos para todos, pero las hermanas se resisten a tener sexo entre ellas aparte de algún que otro beso, suaves caricias y poco más, así que cuando estamos los tres juntos yo soy el centro de atención, lo que no deja de ser cojonudo.

Tengo buena polla, ya he dicho que todavía me funciona como el mecanismo de un buen reloj suizo, pero no he contado que mis diecinueve centímetros de largo por más de cinco de ancho son un gran atractivo para mis dos mujeres, quienes se ponen como motos besando, lamiendo, chupando, mamando, el tronco y el glande, primero una, luego otra, después las dos al mismo tiempo, metiendo en el juego mis testículos, el perineo, la raja del culo, la entrada del ano… Una vez se soltaron Concha y Macu en el sexo oral lo han convertido en una de sus preferencias —y también mía, por supuesto— de manera que a los tres nos sirve de excitante estímulo preámbulo de las folladas. A mí cuñada le encanta recibir sexo oral, así que es habitual que se tumbe boca arriba con las piernas bien abiertas y los pies plantados sobre el suelo o la cama, según en dónde estemos, de manera que me arrodillo para comérselo durante un buen rato y dejo al capricho de mi mujer jugar con la polla, los huevos y el culo. Se le ocurre de todo, tiene imaginación, pero bendita sea la película porno en la que descubrió que podía darme besos negros y meterme la lengua dentro del culo. Guau, cómo me gusta, qué excitante es recibir la comida de culo de Concha mientras Macu se retuerce de gusto según le estoy comiendo el coño.

Mi cuñada es más de clítoris que otra cosa, le gusta que se la meta en el chocho o en el culo —conmigo ha descubierto el sexo anal, nunca lo había hecho, y rápidamente se ha acostumbrado— porque así se excita, pero sus corridas vienen siempre del clítoris, así que suele tener un primer orgasmo según se lo estoy comiendo, se recupera con rapidez y enseguida está dispuesta para continuar. Es incansable, se puede correr más de una docena de veces seguidas simplemente descansando unos cuantos minutos entre cada vez. Mi mujer también se corre casi siempre gracias al clítoris, pero necesita el estímulo de ser penetrada por mí, llegando a correrse en ocasiones sólo con el actuar de mi polla, lo que suele darle orgasmos fuertes, muy sentidos y largos, tardando mucho más que su hermana en recuperarse y no teniendo más de dos o tres por sesión sexual. En la variedad está el gusto, por lo menos el más importante: el mío.

Ya desde hace un tiempo Concha y yo utilizamos juguetes sexuales —aprovechamos los viajes de vacaciones para comprarlos— en nuestras folladas, y como a Macu también le ha hecho gracia el asunto, las dos son aficionadas a penetrar mi culo con pollas de silicona, se excitan como perras salidas poniéndose un suave arnés que sujeta un consolador más bien blando y no excesivamente grande, me dan por el culo con él, me lo meten en la boca simulando una mamada por mí parte, aprovechan para insultarme —llamarme maricón y cabronazo les encanta— y decirme de todo, y al final una de ellas me suele hacer una mamada mientras la otra sigue dentro de mí culo o jugamos al trenecito, metiéndosela yo a una mientras la otra me da por detrás. Eso me permite follármelas por el culo casi siempre que me apetece, a lo que ambas eran bastante reacias por su conservadora educación y, sobre todo, por miedo al posible dolor, pero se puede decir que lo entendemos como una especie de amistoso intercambio: tú me das por el culo, luego te doy yo a ti y todos contentos.

Las grandes tetas de Concha parecen especialmente hechas para que de vez en cuando me haga una paja cubana, rica, muy rica, excitante, capaz de ponerme tremendamente palote y llegar a correrme cuando me coge el ritmo con el movimiento de sus manos apretando bien las tetas, envolviendo mi polla con ellas, ayudándose con la lengua, chupando y mamando el capullo. Además es una perfecta disculpa para antes darnos un masaje con aceites, para pringarnos el cuerpo suavemente, acariciándonos sin parar, lentamente, poniéndonos cachondos sin ninguna prisa.

Macu tiene un puntito masoquista que nos resulta muy excitante a su hermana y a mí. Nos dimos cuenta porque a menudo, en nuestras sesiones de sexo, repetía que era mala, traviesa, guarra, zorra, pedía algún que otro azote en el culo y cosas por el estilo, así que de vez en cuando le hacemos centro de nuestros juegos y nos excitamos castigando sus pezones y su culo, atando sus manos, poniéndole en posturas incómodas y humillantes, sólo un poquito de bondage, pinzas de acero, algo de suave fusta, de correa de cuero, de vara… Tengo que controlar a Concha en ocasiones porque se le va la mano con facilidad según se va poniendo cachonda. Al final nos corremos los tres muy a gusto y hasta la próxima ocasión que nos apetezca.

Últimamente me he encaprichado de pedir a mis mujeres que salgan a la calle sin ropa interior, por ejemplo si vamos a cenar, al cine, a alguna reunión social. Me ha costado conseguirlo, pero ahora ya me van haciendo caso y es un excelente estímulo para follar después, al volver a casa.

No te puedes quejar, corazón, tienes dos buenas putillas sólo para ti, dispuestas para tu pollón

Es verdad, Concha lleva razón en lo que dice, doy gracias a los dioses del sexo por ello. Pocos hombres deben estar tan satisfechos y contentos como yo lo estoy es los últimos tiempos. Un par de veces al año el banco organiza reuniones para sus directivos en las más importantes capitales de provincia, y es habitual que tras las sesiones de trabajo muchos de mis compañeros recurran a los servicios de prostitutas, yo hace bastante tiempo que paso del asunto, no lo necesito, estoy bien servido en casa.

Por cierto, recordad que el próximo viernes vienen las niñas y estarán diez o doce días, intentemos no meter la pata y ser discretos con lo nuestro

Hoy es de nuevo sábado y tras pasar un momento por las tres farmacias, como siempre hacemos, vamos a tomar el aperitivo antes de comer. Hemos quedado con mi sobrina y mi hija en uno de los restaurantes más conocidos y típicos, dado que han venido acompañadas de dos compañeras de estudios para pasar unos cuantos días y vamos a darnos una entripada de las buenas en su honor. Saludamos a muchas personas, amistades, conocidos, clientes, simples convecinos, sabemos perfectamente que tenemos fama de conservadores, incluso de ser demasiado antiguos, lo que me hace valorar y apreciar más aún la secreta vida familiar que llevo. Si supieran cómo me lo monto, la envidia que me tendrían por follarme a las dos hermanas boticarias. Me encanta el asunto.

 

 

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