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Dinero

en Confesiones

Dinero

No sé qué hacer, bueno, no sabemos qué hacer. Es una oferta tentadora, mucho, necesitamos el dinero, pero nuestra relación de pareja se puede resentir. Cecilia y yo estamos bien juntos, nos queremos, sé su manera de pensar y no creo que quiera aceptar dinero porque un tío se haya encaprichado de ella y se la quiera follar. Yo quizás sea más pragmático e intento valorar todos los pros y contras, no sólo dejarme llevar por los sentimientos. La verdad es que ahora mismo diría sí, acepto, pero es ella quien tiene que decidir, yo sólo puedo dar mi opinión y apechugar con lo que ella decida, me parece lo más honesto. Partiendo de la base que creo que es repulsivo pagar por follar aprovechándose de la necesidad económica de alguien, pero…

Cecilia y yo, Luis, somos pareja desde hace unos cinco años. Ambos divorciados sin hijos ni más familia, vivimos juntos e intentamos gestionar y llevar adelante, en un pueblo de la sierra madrileña, un local que es bar —desayunos, comidas, meriendas, cenas, copas por las noches— y también es librería de segunda mano, biblioteca infantil y juvenil, organizamos todo tipo de eventos culturales, talleres y cursos de formación, actividades en la naturaleza, aula informática y de inglés... Incluso tenemos montado un gran gimnasio en el sótano del caserón de dos plantas en donde está situado nuestro polifacético bar. ¿Dinero? No demasiado, a pesar que no puede decirse que sea un fracaso, ni mucho menos, vamos tirando sin más, y ahora que hemos modernizado el gimnasio y la terraza veraniega, estamos sin un euro para afrontar los pagos de las nuevas máquinas y la sauna. Estamos jodidos porque el banco nos aprieta con el crédito que tuvimos que solicitar, y no quieren esperar, no atienden a razones.

Berni, Bernardo, es un ricachón de la zona —sus abuelos y padres hicieron dinero criando ganado vacuno de una raza apreciada culinariamente, ahora con denominación de origen, y siendo los dueños del matadero, situado en un pueblo cercano— que vive incrementando sus rentas con la construcción en distintos pueblos de esta zona de varias urbanizaciones de chalets unifamiliares que se han vendido muy bien. De poco más de cincuenta años, casado con una guapa ex actriz televisiva que le ha dado dos hijos —la parejita— estudiantes en USA, es un tipo guapo, con aspecto de pijo fachoso, que se cuida mucho —es cliente asiduo del gimnasio— y tiene fama de ser un ligón que intenta follarse a todo lo que vuela. Y Ceci, la verdad sea dicha, está muy buena.

A sus cuarenta y tres años es todo un bombonazo: de estatura media, delgada, gestos elegantes, cabello muy negro, todavía sin canas evidentes, con una densa y rizada media melena que peina con raya en medio y recoge con cinta o coletero en un moño cuando trabaja. Es guapa, mucho, a pesar del gesto de dureza habitual en su rostro, con frente amplia, pequeñas orejas redondeadas, preciosos ojazos de color azul oscuro siempre brillantes, nariz recta romana, boca grande de labios gruesos de color levemente amarronado, y un cutis siempre tostado —al igual que la perfecta piel de todo el cuerpo— suyo propio, no por la acción del sol ni rayos UVA, que hace resaltar aún más su bonito rostro.

No se cuida especialmente, pero su cuerpo cimbreante es una maravilla, sin gota de grasa, suavemente musculado, con tetas fuertes, duras, grandes para su delgadez, separadas, apuntando hacia los lados, con pezones cortos y gruesos de color marrón, situados en areolas no muy grandes, sin forma definida, difuminadas, del mismo color amarronado. Su estómago abombado, musculado, con un gran ombligo achinado, se continúa tras la alta cintura en un pubis hacia afuera en el que suele mostrar una gran mata de vello muy negro, rizado, denso, enmarañado, que habitualmente Ceci arregla rasurándose todo excepto un gran triángulo con la punta hacia abajo, apuntando justo a su clítoris, ancho y llamativamente grande cuando está en erección. Los abultados anchos labios vaginales son de un color más suave que los pezones y los labios de su boca, se mojan con facilidad, así que brillan y resaltan entre los duros fuertes muslos en los que dan comienzo unas altas, largas y estilizadas torneadas piernas. Espalda fuerte, sinuosa, acabada en un metido en la cintura, al comienzo de sus nalgas altas, alargadas, anchas, englobadas en las grandes redondeadas caderas. Es un culo espectacular, como toda ella. Es una tía buena, desde luego que sí, lo sabe y no se aprovecha de ello, es la mujer más natural y normal en el trato que he conocido nunca.

Es viernes por la noche, hora de copas, combinados y cenas informales, así que el bar está a tope y apenas podemos hablar Ceci y yo —siempre que hay lleno trabajamos ambos en la barra o en lo que haga falta, más otros tres o cuatro camareros y una señora en la cocina— pero ha notado que la miro y sonríe, es consciente de lo mucho que me gusta.

Eva es la mujer de Berni. Fue modelo de publicidad y participó en varias series televisivas —de ahí le viene su nombre artístico, Eva, porque el suyo verdadero es Benita— antes de casarse. A sus cincuenta y dos años es una rubia natural guapa, pasada de quilos pero deseable, resulta tremendamente sexy. Es simpática y agradable, va a menudo por nuestro local —preparáis los mejores gintonics de toda la sierra, la tortilla de patatas es cojonuda y vosotros sois buenas personas— en especial cuando el marido no está en el pueblo, como ahora es el caso. Discretamente, más o menos, liga con jóvenes musculitos del gimnasio y, de vez en cuando, incluso le paga a alguno por follar con ella en un escondido hostal de la antigua carretera que sube hasta el Puerto del león. No es la única madurita de por aquí que lo hace, pero sí la que está más buena de todas ellas y la que menos disimula.

Mi marido es un bocazas. Me ha terminado confesando la oferta que os ha hecho para follar con Ceci. Está loquito por ella, y no me extraña, con lo buena que está también me gusta a mí, así que si aceptáis, apretarle las tuercas, os pagará más

Me lo dice en un momento en el que Ceci ha subido a la primera planta a un acto municipal relacionado con una campaña de recogida de tapones de plástico para una fundación que trabaja con niños enfermos. Colaboramos con el ayuntamiento recogiendo tapones y en distintos proyectos culturales.

—La verdad, Luis, si de mí dependiera, la oferta debería incluirte a ti. Estás muy bueno y me gustaría follar contigo. Voy a ver si convenzo a mi marido y nos lo montamos los cuatro o te tiro los tejos a ti directamente, ¿te parece?

No contesto, sonrío, no sé si es una broma o el exceso de copas, pero si a Ceci y a mí nos hubieran entrado por ahí, la cosa igual podría ser más sencilla. Mi mujer y yo, en vacaciones o estando fuera del pueblo, nos lo hacemos en ocasiones con alguna pareja que nos guste, no sé si somos bisexuales o swingers o simplemente caprichosos,pero los dos disfrutamos en esas situaciones, que no es que lo vayamos buscando, pero si surge y nos agrada, no decimos no.

Son casi las cinco de la mañana, hemos cerrado como hace una hora y tras recoger y limpiar damos por cerrado el día, que comenzará a las siete de la mañana con los primeros desayunos —muchos de los vecinos trabajan o estudian en Madrid o en pueblos más grandes e importantes que en el que vivimos— y los madrugadores del gimnasio. Dos camareros y una profesora de educación física son quienes abren el día. Tenemos diez empleados fijos que cada mes van cambiando de turno —en verano y para celebraciones o eventos no habituales contratamos trabajadores temporales o subcontratamos la actividad— la empresa que mayor número de trabajadores tiene en el pueblo, después del ayuntamiento.

Compartimos un café Cecilia y yo en donde vivimos, en una sencilla y cómoda casa de una sola planta, con muchas habitaciones, de piedra berroqueña, situada a cincuenta metros del bar, que forma parte de la propiedad que fue de los padres de Cecilia —en esta casa nació ella— y ahora es suya, tras el fallecimiento de sus padres hace ya unos años. Estamos en el gran salón en uno de los varios sofás que hay.

—Estoy muy preocupada, Luis. No nos va mal, pero no sé qué vamos a hacer para pagar el préstamo. He pensado en aceptar el dinero de Bernardo

—Ahora estamos cansados, ha sido un día duro, no puedes decidir así. Ven

Nos desnudamos rápidamente tras besarnos ardorosamente en la boca. Ceci se tumba boca arriba en el sofá, se tapa los ojos con uno de sus brazos, abre la boca, y tal y como suele pedirme cuando está muy cansada, nerviosa o especialmente angustiada, me arrodillo en el suelo ante sus piernas abiertas y comienzo a lamerle el coño, suavemente, arriba y abajo, recorriéndolo muchas veces, deteniéndome unos instantes en el clítoris —que ya empieza a mostrarse hinchado, crecido, de gran tamaño en erección, con casi cuatro centímetros de largo y su correspondiente grosor— provocando los constantes gemidos de excitación que emite mi hembra. Está muy cachonda, se moja mucho, pero mucho, y a mí me encantan sus jugos sexuales, densos, perfumados, ligeramente oleosos, que poco a poco me ponen todo el rostro mojado, al igual que sus muslos y, por supuesto, su sexo.

Lo del clítoris de Cecilia es algo especial, llamativo. No sé si su tamaño tiene que ver con la sensibilidad y la excitación sexual, pero cuando se lo estoy comiendo se pone cachonda como yegua en celo. Para mí es como si estuviera mamando un gran pezón o me estuviera comiendo una pequeña y gruesa polla —una sensación que me resulta agradable y excitante porque es mujer, las pollas de verdad no son lo mío— que en cuestión de pocos minutos provoca en Ceci un orgasmo espectacular, tremendamente sentido, largo y gratificante, de manera que queda relajada, adormilada y sin ganas de nada durante mucho rato. Es lo mejor para que se duerma tranquila durante toda la noche. Mañana, o cuando sea, ya se ocupará de mis ganas.

Está tranquilo el local en este momento. Han terminado las actividades extraescolares y no ha llegado aún la hora de la cena o de las copas. Eva está sentada en su esquina favorita de la barra, hablando con Ceci y conmigo de tonterías y cotilleos del pueblo, hasta que acaba de un trago largo su gintonic y parece poner expresión seria en el rostro antes de decirnos:

—Marcial, el director de la agencia del banco, es primo segundo de mi marido, se llevan bien desde niños y son socios en algunos negocios. Por él sabe Berni lo de los quince mil euros que sin falta tenéis que pagar la semana que viene. He venido a haceros una propuesta, mejor en privado

Nos ponemos unas copas y vamos los tres al despacho cercano a la cocina, y allí, tras pasarme la mano por una de mis mejillas en un gesto cariñoso, nos habla.

—Me gustas mucho, Luis, y quiero jugársela a Berni y al cabronazo de Marcial. Mientras solucionáis el pago del resto del préstamo, yo os doy el dinero, sin cheques ni papeles, en cash puro y duro. A cambio, durante unos meses, quiero follar contigo una vez por semana, por ejemplo

Ceci y yo nos miramos con cara de sorpresa. Nos quedamos mudos y sin saber que decir en un primer momento. Ambos damos un buen trago de nuestras copas y seguimos escuchando.

—Soy una cabrona, lo sé, intento aprovecharme de vosotros en un mal momento económico, pero pensad que conmigo no hay riesgo ni de enamoramiento ni de encoñamiento, sólo quiero el sexo que ya no tengo, ni quiero, en casa, y así le jodo a Berni el plan de follarse a Ceci. Quizás sea muy antigua en la manera de entenderlo, pero me parece mejor y menos doloroso para una pareja que el marido folle por ahí a que lo haga la mujer, no sé, es como si fuera lo que se espera de ellos. Además, yo no puedo competir contigo, Cecilia, tu marido lo tienes a salvo, simplemente me va a dar gusto de vez en cuando

Antes que podamos decir nada, Eva ha sacado de su bolso un sobre de color manila que contiene un grueso fajo de billetes. Lo deja encima de la mesa, acaba el gintonic que ha estado bebiendo muy deprisa, se levanta y se despide diciendo:

—El dinero es vuestro de todas las maneras, aceptéis o no. No seáis tontos, usadlo. Hasta mañana, ya me diréis lo que pensáis de lo que os he dicho, no es enfadéis conmigo, por favor, es que me pones muy cachonda, Luis, pero no aguantaría perder el trato de amistad con vosotros dos

Nos hemos quedado atontados, sin reaccionar. Llevamos muchos días intentando eludir la propuesta de Berni —treinta mil euros a cambio de follarse a Ceci dos veces al mes durante un año— dándole vueltas a la cabeza, y resulta que su esposa nos hace otra propuesta similar, aunque eso sí, con el dinero por delante, sin la prepotencia de Bernardo y apelando, en cierta medida, a un sentimiento de amistad.

Nos da un ataque de risa floja durante largos segundos, e inmediatamente, cuando parece que nos serenamos, nos besamos en la boca, con deseo, con urgencia de sentirnos unidos.

Ceci y yo tenemos sexo a menudo, cuando surge, sin programarlo porque sea fin de semana o estemos de vacaciones o situaciones por el estilo. Nuestros preliminares no son largos, nos besamos con intensidad, mutuamente nos acariciamos tras desnudarnos por completo, ella se centra en ocuparse de acariciar mi polla y yo le como las tetas al mismo tiempo que acaricio su culo. Rápidamente estamos preparados para seguir adelante, de manera que se arrodilla en el asiento del sofá de dos plazas que hay en el despacho, apoya los brazos y el torso en el respaldo, levanta hacia arriba y hacia detrás su maravilloso culo, y yo me acerco ya con la polla tiesa y dura para penetrar su mojado coño. De un único rápido y profundo golpe de riñones le meto la polla, sonríe, respira con fuerza, yo me quedo quieto durante unos instantes en los que noto ya las muchas ganas que tiene mi mujer, me recreo en moverme muy lentamente en círculos, sólo unos momentos, porque Ceci me exige que le dé ya una buena follada, acompasamos nuestros movimientos y durante muchos minutos pongo toda mi atención física y sicológica en la polla, en entrar y salir rápidamente controlando las reacciones de mí mujer, quien desde el primer momento se está acariciando su tremendo agradecido clítoris. Tarda poco en correrse, su orgasmo es largo y profundo, como siempre, callado, sólo altera su respiración y da algún que otro ronco corto gemido durante el tiempo que le dura.

No la saco, sigo moviéndome deprisa buscando mi corrida, ya me hace falta, y tanto el roce en el coño como la subida y bajada de la piel de mi tranca, combinado con los espasmos vaginales que durante bastantes segundos sigue teniendo Cecilia —algunos fuertes como pellizcos— colaboran en mi orgasmo, al que llego eyaculando con ganas, soltando media docena de chorros de semen lo más dentro posible. Qué bueno, qué gozada.

Hemos estado unos minutos adormilados, cogidos de las manos y acariciándonos la cara o besándonos en los labios, pero estamos en el trabajo, así que mientras Cecilia se ducha en el cuarto de baño que está dentro del propio despacho, yo me voy a la barra tras asearme someramente. Antes de salir oigo a mí mujer:

—Quizás esté equivocándome, pero vamos a usar el dinero de Eva para pagarle al banco y tú te la follas durante un tiempo. Vamos a cumplir sus condiciones, y espero que lo hagas bien. Reconozco que hasta me hace gracia la situación

A lo mejor debo decir que hemos tenido suerte, pero Bernardo no se va a follar a mi mujer por mucho que ella le ponga y por mucho dinero que tenga.

Cecilia ha dicho que nada de ir a un motel de parejas, dado que Eva y yo vamos a follar porque los tres lo hemos querido o aceptado, no tenemos que disimular entre nosotros, así que nos pide que vayamos a la casa en la que vivimos y lo hagamos con total libertad y naturalidad. En una de las habitaciones, ante una cama metálica, alta, muy grande, con un inmenso colchón, enfrente de la cual hay un gran espejo de pared, ambos nos desnudamos rápidamente, sin dejar de mirarnos ni un momento. De repente, en un ataque por sorpresa, Eva me besa en la boca con pasión, como con hambre, con mucha lengua y saliva, compartiendo ambos un buen rato de muerdos guarros a tope, recorriéndonos toda la boca una docena de veces.

La rubia madurita está muy buena, desnuda gana mucho, quizás se le noten quilos de más en la cintura, el culo y los muslos, aunque no le hacen nada mal, al menos para mi gusto. Alta de estatura, suele llevar muy corto su rubio pelo amarillento, rapándose incluso las sienes y la nuca, le queda muy bien. Me parece muy guapa, con su bonita cara redondeada, en donde destacan ojos color miel, grandes, expresivos, una nariz pequeña, respingona, y labios chupones —siempre pintados de color rojo vivo— que le dan a la boca forma acorazonada. En seguida se hacen evidentes sus tetas grandes, altas, no muy juntas, redondeadas, duras, quizás ya algo caídas hacia abajo y hacia los lados, con pezones gruesos y largos situados en el centro de perfectas areolas circulares, de las que llaman galleta maría. Me pongo ciego actuando como si fuera un pulpo, tocando, acariciando, besando, lamiendo, mamando, chupeteando esos pechos estupendos. Me pide que me ocupe un rato de sus pezones, que ya tiene tiesos y duros como si fueran de piedra. Joder, cómo me gusta sentirlos en la boca, apretar ligeramente los dientes, un poco más fuerte los labios y la lengua, recibir el agradecimiento de la hembra en forma de constantes grititos, gemidos y fuerte respiración.

Eva no se está quieta mientras me ocupo de sus tetas, acaricia mi paquete con una mano y con la otra se ocupa de mi culo, incluyendo tres o cuatro rápidos sonoros azotes, cuyo ruido restallante le provoca un ronco gemido sibilante, de excitación.

—Joder, qué cachonda me pones, qué ganas te tengo

Sus altas redondeadas caderas se continúan en un culo grande, carnoso, con esa maravillosa redondez propia de las mujeres que permite pensar en un precioso melocotón, con los duros glúteos separados por una raja fina, amarronada, igual que el apretado oscuro ano. Con la piel tostada de un bonito color canela y sin apenas marcas de celulitis o piel de naranja ni manchas en la piel salvo alguna que otra peca suavemente beige, es un culo fabuloso, deseable, que estoy seguro que quiero follármelo.

Sus torneadas piernas sujetan unos muslos fuertes, todavía duros, quizás con exceso de peso, pero perfectos guardianes de un sexo completamente depilado —si te gusta el vello en el pubis, me lo dejaré crecer y lo arreglaré como te guste para que te lo comas— que evidencia labios vaginales grandes, anchos, abombados, ahora mismo hinchados y muy mojados, empapados de jugos vaginales. Está cachonda, sí señor. Y yo.

—Me gusta tú pollón, seguro que me va a hacer disfrutar

Se ha agachado en cuclillas ante mí y le está dando un buen repaso con la lengua al cipote, lamiendo arriba y abajo, con mucha saliva, apretando con los labios a lo largo de toda la longitud de la tranca, hasta los huevos, que también reciben su ración de lametones. Después de un ensalivado minuto se pone a mamarme el capullo, con rapidez, utilizando labios, lengua y dientes, sin parar un momento, salvo para meterse la polla entera en la boca durante unos segundos y volver de nuevo a mamar mi hinchado glande. Qué bien lo hace. Le gusta meterse la polla entera hasta tocar mi pubis con sus labios. Tiene su mérito, soy un tipo alto, grande de tamaño y mi polla está en consonancia: veintidós centímetros de largo por seis de ancho y un glande más ancho aún terminado en punta. No todas las mujeres con las que he estado han conseguido metérsela entera en la boca sin tener sensación de asfixia e incluso ganas de vomitar.

Está mirándome a los ojos durante todo el rato con una cierta expresión de cachondeo que me parece que presagia algo bueno para mí. Con mi polla en su boca, sin usar las manos, me hace una mamada cojonuda durante muchos minutos. Adelante y atrás con su cabeza, metiéndosela entera, muy dentro, apretando con lengua, labios, dientes, comiéndome el capullo, con sus manos apoyadas en mis nalgas para empujar levemente de vez en cuando y que le entre el rabo más dentro todavía… Joder con la rubia, vaya comepollas cojonuda.

A mí mismo me he prometido disfrutar de Eva, no ser su juguete sexual aunque pague por follar conmigo. No sé si me explico, no quiero tener un papel pasivo, de puto a la espera  de las órdenes de quien paga y manda. Por lo tanto, dado que me la quiero follar, la cojo del pelo para tirar hacia arriba y que suelte mi agradecida polla, porque es que si no, va a hacer que me corra en cualquier momento.

Me mira sonriente, con los ojos muy brillantes, respirando deprisa, metiendo ruido, con la boca y las aletas de la nariz abiertas buscando aire. Se tumba boca arriba en la cama apoyando los pies sobre la sábana, con las piernas muy abiertas, las rodillas separadas, dejando ver los labios inflamados, empapados, brillantes, suavemente palpitantes, que parecen que fueran imanes para mi polla, que no ha dejado de cabecear levemente hacia arriba, en especial cuando Eva mueve lentamente sus caderas de derecha a izquierda, al mismo tiempo que sube y baja muy lentamente el pubis, sin dejar de sonreír ni un momento, consciente del excitante espectáculo que me está dando, verdaderamente hipnotizador, y comenzando a tocarse el clítoris con la mano derecha. Estaba predispuesto a darme un atracón comiéndole el coño, es algo que me encanta, pero no, me la voy a follar ya mismo hasta por las orejas.

Me tumbo encima de Eva con las piernas juntas por dentro de sus abiertas piernas, los codos y brazos apoyados en la cama, la cabeza pegada a la suya, de manera que puedo besar su boca y comerle la oreja. No se está quieta, restriega su pubis con el mío, coge la polla con su mano derecha y recorre el coño, arriba y abajo, varias veces, lo que me permite darme cuenta de que está muy mojada, mucho. Lleva el duro y tieso rabo hasta la entrada de su chocho, me besa metiéndome la lengua hasta las amígdalas e inmediatamente aprovecho para dar un fuerte golpe de caderas y metérsela de un golpe.

Sí, oh… qué bueno

Es un coño caliente, suave, acogedor, acostumbrado a achicarse y apretar la polla que tiene dentro. Sin problema alguno nos acomodamos ambos al movimiento propio de un metisaca profundo, más bien rápido, que dura muchos minutos, intentando por mi parte subir el ritmo cada poco rato, lo que Eva parece agradecer con sus gemidos, quejidos y la jadeante respiración cada vez más ronca, incluso dando cortos pitidos y silbidos.

Lleva ya un buen rato acariciándose el clítoris con la mano derecha, deprisa, muy concentrada, con los ojos cerrados, boca y nariz muy abiertas, sudando mucho, sin dejar de jadear ni un momento. Hasta ahora apenas ha dicho nada durante todo el polvo, pero según le llega el orgasmo me habla:

Sigue, por favor, no pares, viene, ya, ya…

Un larguísimo ronco quejido que parece salir desde lo más dentro de su cuerpo acompaña su corrida, verdaderamente sentida, provocándole altibajos en la respiración, dando algún que otro hipido, incluso con movimientos instintivos, no controlados. Es un orgasmo muy largo, continuado, que noto en los espasmos vaginales que parecen abrazar mi polla, de manera que apenas puedo resistir mis ganas de eyacular. Suaves silbidos parecen indicar el final de la corrida femenina.

—Ahora tú, un momento

Tras sacarle la polla me he tumbado en la cama buscando recuperar mi resuello. Eva se incorpora, se gira hacia mí, me da un beso en los labios, sonríe todavía con la respiración alterada, e inmediatamente baja la cabeza y se pone a chuparme el rabo con gran cantidad de saliva, cogiéndolo con la mano derecha, subiendo y bajando la piel de la tranca, centrándose en mamarme el capullo y apretando más o menos ligeramente mis testículos con su otra mano.

Tengo su culo entre ceja y ceja. No sé si habría que decir entre ceja y polla, pero ganas sí que le tengo.

En un primer momento Eva no quiere, no está excitada ni predispuesta, le dura el relajo posterior a una buena corrida, quiere acabarme con la boca, pero yo insisto.

—Me va a doler, Luis, es muy grueso tu rabo y casi nunca me han penetrado por el culo

La postura idónea para encular a una mujer no es a cuatro patas, pero es la postura que a mí me gusta y la que más me excita. Puesta de perra, esta mujer es un espectáculo, joder, es un culazo de una vez. Unos besos en los carrillos del culo seguidos de ensalivados lametones en la raja durante un corto ratito, parecen tranquilizar a Eva, que se muestra muy receptiva a los besos en su ano, más aún cuando empiezo a meter la punta de mi lengua, primero un poco y enseguida lo más dentro posible.

Ay, tu lengua, sí… qué rico, qué bueno

Se está excitando otra vez. Le he pasado la mano por el sexo y de nuevo está mojada. Algunas mujeres se ponen muy cachondas con la lengua dentro del culo y esta parece ser una de ellas.

Con mucho cuidado, atento a los temores de la mujer, ayudándome de la mano y tras extender previamente una densa capa de lubricante sexual, he penetrado el culo de Eva sin demasiados problemas. Sí es bueno, sí, apretadito, acogedor, me siento de puta madre con la polla en su culo, adelante y atrás suavemente, intentado que la follada sea tranquila, sin sobresaltos, sin malos rollos dolorosos para Eva, que en algún momento parece notar alguna quemazón y se queja suavemente, pero en ningún caso me pide que deje de sodomizarla.

Para mí, darle por el culo a una mujer es, probablemente, más gratificante que follar en el coño. Tengo la suerte de que a mí mujer le gusta el sexo anal y para nosotros es habitual practicarlo, además de que en las ocasiones en las que nos lo montamos con otras mujeres o parejas también lo intento, y casi siempre han sido excelentes corridas las que he obtenido. Con tíos no me gusta tanto, me he hecho algún que otro culo de hombre, me he corrido agradablemente, pero donde esté una mujer…

Mientras sigo entrando y saliendo de su culo, ahora ya más deprisa, con ganas de lograr mi necesario orgasmo, Eva se muestra muy excitada —sin dejar de gemir, respirando de manera entrecortada soltando sus característicos silbidos— y lleva ya unos minutos tocándose el clítoris. A mí me falta poco, estoysujeto con las dos manos a la cintura de la hembra, a la que ya le estoy pegando una follada de categoría, y me corro dando un largo grito, en voz alta,  soltando muchos chorretes de semen lo más profundamente que puedo, sintiéndome muy bien, de puta madre.

Salgo del culo, me tumbo verdaderamente cansado, y antes de quedar adormilado del todo, oigo a Eva dar un quejido ronco, largo, profundo, que me indica que se ha corrido de nuevo. Se tumba a mi lado, se acerca a mi oído y oigo que dice con voz entrecortada:

—Qué bueno ha sido, no me equivocaba contigo

Me parece que van a ser unos meses entretenidos y bien disfrutados. Vaya máquina de follar que es la rubia Eva.

El día fijado como fecha para pagar la primera parte del préstamo lo hacemos gracias al dinero que nos dio Eva —la sorpresa del director de la agencia del banco es mayúscula— y el resto de pagos están dilatados a lo largo de dos años, ya son mucho menores, mensuales, por lo que no creo que vayamos a tener problemas.

A pesar de la discreción que hemos tenido en lo que se refiere al acuerdo con Eva su marido se ha debido enterar, quizás también de dónde proviene nuestro dinero, y esta noche, ya tarde, se ha presentado en el bar con muy malos modos buscando a su mujer, quien está cenando con un par de amigas. Cuando uno de los camareros me indica el cariz bronco que toma la breve discusión matrimonial y que Bernardo ha salido detrás de Eva muy encabronado, voy corriendo hasta la puerta del bar, en donde veo que está Eva acompañada de sus amigas insultando al marido, separado unos metros por varias personas, intentando evitar que vuelva a darle más bofetadas, tal y como acaba de hacer. Bernardo le grita puta a su mujer, hace intención de lanzarse hacia ella, pero retrocede —hay varias personas grabando con el móvil— sube a su coche y se va. No ha vuelto a aparecer ni por el gimnasio ni por el bar, incluso parece ser que vive en otro pueblo desde hace meses.

Eva tardó varias semanas en recuperar su vida habitual y rutinaria, así que estuvimos algún tiempo sin vernos y sin quedar para follar. Fue Ceci quien me llevó a su casa una tarde para interesarnos por su estado de salud y para que pudiéramos tener sexo la rubia y yo. Mi mujer no se quedó a vernos, aunque se lo llegamos a pedir, y Eva siempre le ha agradecido el detalle.

—Me hacía mucha falta el sexo, pero no me atrevía a deciros nada  

Por supuesto la curiosidad es uno de los componentes de la excitación sexual. Cecilia me ha preguntado alguna vez si me gusta Eva, si follamos bien, si me da placer, si ella queda satisfecha, cómo le gusta hacerlo, qué le pido yo… Normalmente terminamos follando, dándonos gusto y yo le aseguro que es la mujer a la que quiero y la que más me gusta, lo que es verdad.

Cuando Cecilia y yo tenemos tiempo y estamos con ganas nuestras relaciones sexuales suelen durar bastante. Gracias a su clítoris y la gran facilidad de correrse que tiene, lo hacemos durar de manera que es normal que tenga varios orgasmos y yo me satisfago —suelo ser hombre de una única corrida— teniendo un completo. Así lo llamamos en nuestra intimidad.

La primera parte del completo suele ser un sesenta y nueve muy ensalivado, no demasiado largo, que en ocasiones supone la primera corrida de mi mujer. Continuamos con una follada en su coño durante un buen rato, y cuando ya me noto muy cercano a la frontera del no retorno o ella se ha vuelto a correr, paramos, nos besamos en la boca, nos mamamos los pezones, acariciamos suavemente nuestros culos y muslos... Ha llegado el momento de encular a Ceci, habitualmente desde atrás, puesta a cuatro patas, postura que a mí me encanta y que tras muchos minutos de darle por el culo con distinta intensidad y velocidad, permite a la mujer acariciar su clítoris, la mejor manera de llegar a su orgasmo. Yo sigo follándome el culo de Cecilia hasta que estoy a punto de correrme, momento en que se la saco y la llevo hasta su boca para terminar eyaculando dentro. A mi mujer no le gusta demasiado el semen —le recuerda el sabor del bicarbonato, muy desagradable para ella— lo echa fuera de su boca y se lo extiende con las manos por el pecho, como si fuera una crema corporal. Otras veces se acerca a mí, me besa en la boca y me pasa mi leche de hombre para que sea yo quien la trague o lo hagamos a medias, en una especie de ceremonia de compartirlo todo. Es algo parecido a lo de comerle el sexo cuando tiene su menstruación, según Ceci es cuando tiene los orgasmos más intensos, largos y gratificantes. A mí no me molesta, muy al contrario si eso le supone placer.

Han pasado varios meses desde que Eva nos propuso el acuerdo económico-sexual. Nadie ha hablado acerca de que se ha podido terminar el plazo o que el acuerdo ya ha caducado. Seguimos follando al menos dos o tres veces al mes, sin periodicidad marcada, simplemente le pedimos permiso a Cecilia. No ha dicho no todavía. La verdad es que Ceci, Eva y yo hemos sedimentado confianza y una buena amistad, nos llevamos muy bien, estoy seguro que a no tardar demasiado tendremos sexo los tres juntos. Yo estoy deseando y también lo dice así Eva.

Hace casi dos años que sucedieron los hechos que he ido contando. Eva, mi mujer y yo seguimos siendo amigos, tanto, que ahora también somos socios. Hemos conformado una sociedad para la explotación de nuestro local, de un aparcamiento público al aire libre muy cercano al centro del pueblo —junto a la zona comercial y la estación de ferrocarril, en un solar  de Eva— y la piscina veraniega que hoy inauguramos en la parte de atrás de la finca, además de un moderno salón para celebraciones de grupos que ya está funcionando muy bien. Esta noche la peña madridista de la zona tiene su cena anual y el sábado tenemos un banquete de bodas.

Eva se divorció de su marido tras los desagradables hechos sucedidos a la entrada de nuestro bar —a cambio de no denunciarle por agresión, Bernardo accedió a las peticiones del divorcio y le ha sacado mucho dinero, cuatro solares y el gran chalet en donde vive— y hemos consolidado una buena amistad que también tiene connotaciones sexuales. Como parece lógico y natural dada nuestra forma de pensar respecto del sexo, de vez en cuando nos lo montamos en un trío, nos damos gusto cuando les apetece a ambas mujeres. Soy un tipo afortunado, no sólo sexualmente hablando.

  

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La máquina tragaperras con cara de payaso (y II)

Pon una mujer madura en tu vida, te va a encantar

Inés, la amante del tío Jesús – parte II y última

Inés, la amante del tío Jesús

La Academia

Volver a casa tiene premio

El que hace incesto hace ciento (parte 1)

El que hace incesto hace ciento (parte 2 y última)

Call-boy

Como una familia unida

Butaterm: calienta pero no quema

Macho muy macho

La bomba

Alegría

Sinceramente

Telecoño

Gintonic

Un barrio (y 2)

Un barrio (1)

Aquellas vacaciones

Marisa

Nunca es tarde

El cepillo de madera

Me voy pal pueblo

La nueva Pilar

La tía Julia

Nuestra amiga Rosa

Cambio de vida

Carmela

40 años

El punto R