miprimita.com

Miguel, chico listo

en Confesiones

Miguel, chico listo

Un dieciochoañero descubre el sexo de manera distinta a como pensaba

Me faltaban pocas semanas para cumplir dieciséis años cuando una tarde mi tía Carmen me hizo una paja. Fue el comienzo del verano en el que descubrí el sexo, no de la manera que yo había supuesto hasta entonces, pero desde luego encontré lo que necesitaba.

Estamos en los primeros días de julio, en la casa de mis tíos en la playa de Mojácar, en donde estoy casi tres meses todos los veranos junto con la tía Carmen, hermana menor de mi madre, y mis primas, sus dos hijas gemelas de diez años menos que yo.

Mi familia no es muy normal para la época en la que se desarrolla este relato, principios de los setenta. Mis padres están separados —no existe el divorcio en la rancia España franquista, así que por el método del ahí te quedas, mi padre vive en Londres como funcionario encargado de una oficina de promoción del turismo español, tiene vacaciones en invierno y suelo pasar las Navidades con él y algunos fines de semana durante el curso escolar— y yo se supone que vivo con Rosa, mi madre, sempiterna viajera —ahora está colgada de México y se pasa casi todo el año allí con la disculpa de la tesis doctoral de su licenciatura de Historia, aunque según mi abuela es más bien un mexicano guapo, moreno, alto y grande el que la tiene bien cogida. En realidad son mis abuelos maternos, Amancio y Marina, quienes me cuidan al mismo tiempo que gestionan el negocio familiar, una conocida céntrica cafetería. Sólo salen de Madrid —de quince de julio a veinte de agosto cierran por vacaciones— para ir a un chalet que tienen en el pueblo de Navacerrada, así que en cuanto termino el colegio marcho junto con mis tíos, quienes residen en Almería, lugar en donde está destinado Pablo, como juez que es.

Mi tío se queda de rodríguez y viene a la playa todos los fines de semana —tiene un precioso Peugeot 504 nuevo y le encanta conducir— y tres semanas en el mes de agosto, así que Carmen y yo tenemos mucha confianza porque pasamos bastante tiempo juntos, además que somos amigos, lo pasamos bien y nos reímos a todas horas. La quiero un montón.

Desde hace un par de años no paro de hacerme pajas, siempre estoy caliente y todos los días me la casco incluso más de una vez. En la playa más todavía, porque aunque por aquí no hay demasiados turistas —mayoría de alemanes e italianos— al ser un lugar apartado, muchas mujeres —también hombres— se esconden, más o menos, en las zonas rocosas y más discretas de las playas, se quitan los bikinis y bañadores para tomar el sol e incluso bañarse desnudos. Se puede considerar que las playas de Vera, Mojácar y Carboneras son zonas nudistas conocidas por toda Europa gracias al boca a boca. No suelen aparecer los guardias civiles, así que nada pasa a pesar de la hipócrita moral de la época.

Sepp y Paco también vienen todos los años de vacaciones, tenemos la misma edad, buena amistad y nos pasamos el tiempo que estamos en la playa intentando ver mujeres desnudas. Hoy ha habido suerte, junto a la playa del Sombrerico han plantado tiendas de campaña unos alemanes y en el roquedal se han puesto a tomar el sol cuatro parejas, todos desnudos, entrando y saliendo del agua, jugando en la arena, besándose, tocándose. Los tres nos la estábamos cascando mirando bien ocultos, Paco ha terminado rápidamente una gayola tremenda echando un montón de chorros de semen, gritando de gusto, nos han descubierto los nudistas y hemos tenido que echar a correr, de manera que Sepp y yo —Miguel es mi nombre— nos hemos quedado con las ganas y las pelotas hinchadas. Como ya casi es la hora de comer marcho para casa, donde ya están la tía Carmen y mis primas.

—Vienes acalorado, no debes correr tanto con este sol tan fuerte

No contesto, claro, pero Carmen me conoce muy bien.

—A lo mejor es otra cosa, ya me contarás, ya; bebe agua, anda

Terminada la comida —siempre ayudo a recoger y lavar los platos— mi tía acuesta la siesta a las gemelas y yo también lo hago, como casi todos los días. A estas horas hace un calor tremendo, sahariano, moruno, como por aquí dicen. Sigo excitado, con malestar en el bajo vientre y con la sensación que me van a explotar los testículos de lo llenos que están. Duermo desnudo, hace mucho calor, así que de manera natural cierro los ojos intentando repetir las imágenes de las mujeres desnudas en la playa —en especial una rubia de pelo muy corto con unas tetas grandes, blandas, bamboleantes y un culazo tremendo— agarro mi polla tiesa con la mano derecha y me la meneo suavemente arriba y abajo.

—Así que era eso, guarro, no paras de hacerte pajas

La cerradura de la puerta no tiene pestillo y no he estado atento a poner la silla como obstáculo, por lo que me llevo un buen susto cuando entra mi tía. Estoy cortado, abochornado, la polla se desinfla según aumenta mi sensación de vergüenza.

—No pares, a ver si te vas a poner malo ahora que estás a medias. Anda, trae, déjame a mí

Carmen se sienta en el borde de la cama, a mi izquierda, y con la mano derecha acaricia mi sorprendido rabo, que de nuevo empieza a ponerse tieso y duro.

—Tienes una polla bonita, larga y gruesa, la de veces que te la habré meneado cuando eras un bebé para evitar que tuvieras fimosis. Ya estás hecho todo un hombre, habrá que tener cuidado en donde la metes. Me parece que voy a hablar con Pilar, a ella le van mucho los chicos jóvenes y tú estás todo el día dándole a la zambomba

No sé qué ha querido decir, pero mientras habla, la tía Carmen no ha parado de meneármela, arriba y abajo, deprisa, tapando y destapando mi capullo, de manera constante hasta que me corro como si fuera un surtidor de leche. Guau, qué gustazo. Qué bueno es que te hagan un pajote, mucho mejor que hacerlo uno mismo.

—Vaya con Miguelito, cómo me has puesto. No te creas que esto vaya a ser todos los días

Me parece que se refiere a las manchas de semen que le he echado en su camiseta o quizás a otra cosa, porque se marcha rápidamente al cuarto de baño y después cierra la puerta de su dormitorio, como cuando viene el tío Pablo los viernes por la noche y se ponen a follar. A pesar de la oscuridad a veces veo algo por los huecos que dejan las persianas bajadas —como hace tanto calor las ventanas siempre quedan abiertas— e intuyo lo que hacen, la postura en la que follan. En ocasiones sólo oigo los ruidos de la cama, algún que otro quejido, palabras sueltas, lo que me pone muy excitado y me lleva a masturbarme como un mono del zoo.

La verdad es que con Eduardo, vecino del barrio, amigo y compañero de clase, alguna vez nos hemos hecho pajas el uno al otro, pero el pajote que me ha hecho mi tía me ha gustado mucho más, no hay comparación posible.

Los vecinos más cercanos a la casa de mis tíos —a cincuenta metros pasadas las rocas de la playa— son Pilar y Samuel, un matrimonio de poco más de treinta años ella y diez más él, sin hijos, que viven aquí todo el año y son dueños del restaurante más famoso de la zona, situado en plena montaña de Mojácar, con unas vistas preciosas. Pilar y mi tía son muy amigas y yo estoy deseando que venga a tomar el sol a la playa de delante de nuestra casa porque se quita siempre la parte de arriba del bikini —por esta zona apenas se ven mujeres en bañador, sólo en bikini, y las italianas usan unos muy chiquititos que tapan muy poco y son la envidia de las demás mujeres— y mi tía parece que se ve obligada a hacerlo también, por lo que me pongo ciego a mirar tetas. ¡Cómo me gustan las tetas!

Mi tía Carmen es de estatura mediana, más bien delgada pero ancha, de cabello rizado color castaño, aunque se tiñe de rubio muy rubio. Siempre sonriendo, es verdaderamente agradable y simpática. A mí y a mis amigos nos parece muy guapa. Tiene ojos marrones, labios rojos gordezuelos y una nariz pequeña de la que está muy orgullosa. Sus bonitas tetas no son muy grandes, pero sí redondas, fuertes, como un queso de bola con pezones chiquitos y pequeñas areolas circulares de color canela. Tiene un culazo grande —ella siempre dice que le hubiera gustado tener menos culo y más tetas, pero mi tío responde que más vale tener que desear y así está muy buena— duro, sujeto en muslos fuertes y piernas finas. La de pajas que me he hecho —y me hago— en su honor. Es mi mujer preferida, seguida de cerca por su amiga Pilar.

Morena de pelo y de piel, Pilar es llamativa. Es bastante alta —más o menos de mi misma estatura, y yo soy alto porque me parezco a mi padre que pasa del metro ochenta. Lleva el cabello largo hasta media espalda, suavemente ondulado, muy negro —color ala de cuervo, según mi tía— que recoge en una gruesa trenza o en un rodete cuando está trabajando en el restaurante. Hasta hace poco a mí y mis amigos nos debía ver como niños pequeños, porque ni caso nos hacía y parecía que ni tan siquiera se daba cuenta que nos poníamos a mirarla como búhos, con ojos como platos. Sus ojos gris-azulados resaltan en un rostro de rasgos suaves, con una boca recta de labios rojizos. Cuello largo, delicado, hombros redondeados, bonitos, que dan cobijo a unas tetas impactantes: grandes, altas, separadas, fuertes, caen un poco hacia los lados y hacia abajo, terminando en punta, en unos pezones largos y gruesos que cada vez que se le ponen tiesos a mí y mis amigos se nos ponen las pollas duras —eso si ya no estamos empalmaos como el mango de un martillo de tanto mirarles a Carmen y a ella. Siempre está muy morena con la piel amarronada, y lo que me llama mucho la atención, sin marcas de bikini en la espalda o las tetas. Sus piernas son muy largas, finas, torneadas —según la tía Carmen es lo mejor que tiene— con muslos musculados y un culo redondo, alto, respingón, que he vislumbrado varias veces al cambiarse de bañador en la playa y que juraría que también lo tiene moreno y sin marcas de bragas. Es una maciza, una tía buena, que si no fuera por el cariño que tengo a Carmen, sería la preferida en mis ensoñaciones sexuales.

Sepp, mi amigo alemán, dice que Pilar es la mujer más guapa que ha visto en su vida, primero por ser morena —según él en Alemania todas las mujeres son rubias o casi— y segundo por las tetas fabulosas que tiene, y eso es algo de lo que él entiende porque su madre y su tía —con quienes vive— tienen unas tetas muy grandes que en la playa todos hemos visto muchas veces porque no se cortan en lucirlas a todas horas. Mi tío dice que cuando se ponen sujetador lo que usan son capazos de recoger fruta.

Pilar fuma poco, lo hace con gestos elegantes, echando el humo como si se tratara de una actriz de películas. Ahora mismo Carmen está bañándose en la orilla con las gemelas y yo ya no sé cómo colocarme para que no se me note que estoy empalmao y no tener que dejar de mirar a Pilar. Madre mía, esas tetas…

—Te la pongo dura, verdad

Con la mano intento apartar la bocanada de humo que la mujer ha dirigido hacia mí mientras quiero disimular que me estoy poniendo rojo como un tomate.

—Carmen ha estado hablando conmigo. Después de comer te acercas hasta mi casa. Te estaré esperando y, por supuesto, ni se te ocurra masturbarte antes de ir

La polla me pega un bote dentro del bañador, no sé qué decir, menos mal que mi tía me saca del embrollo cuando vuelve chorreando agua y jugando con las niñas.

—Ya va siendo hora de comer, vamos a recoger

Son cerca de las cuatro y media de la tarde cuando llego a casa de los vecinos, nervioso, expectante, un punto ilusionado, no sé qué pueda ocurrir. Tras abrir la cancela de la puerta trasera voy andando hacia la piscina cuando oigo que me hablan —me sobresalto— desde una de las ventanas de la cocina.

—Vaya Miguelín, que crecido estás, ya eres todo un hombre

Samuel, marido de Pilar, está fumando un cigarrillo mientras toma un café. Está desnudo —qué peludo es su pecho y qué mata de vello tiene en el pubis, casi le tapa la polla larga que veo que tiene— nos saludamos con un apretón de manos y me sonríe cuando vuelve a hablar.

—Mi mujer te espera en la piscina, pasadlo bien, yo me tengo que ir a trabajar

Hacia allí voy y quedo sorprendido porque Pilar está completamente desnuda tumbada boca arriba en una tumbona blanca, adormilada. Es la primera vez que veo a una mujer completamente desnuda y tan cerca de mí, aparte de las fotografías de las revistas guarras que Sepp nos trae desde Alemania todos los veranos. Se da cuenta de mi llegada y se pone en pie.

—Hola Miguel, me he quedado dormida. Samuel se ha excitado mucho cuando le he dicho que ibas a venir y le he tenido que aliviar. Ven, acércate, ¿quieres tomar algo?

Ni puedo contestar, debo tener una expresión en la cara como si fuera bobo y no aparto los ojos del sexo de Pilar, casi oculto por el negro, denso y rizado vello del pubis. Me gusta, me parece muy bonito y excitante.

—¿No has visto nunca una mujer desnuda?, ¿ni siquiera a Carmen? Bueno, qué dices, ¿te gusto?

—Las he visto en revistas y alguna turista de lejos en la playa, pero tú eres tan guapa, me gustas mucho

—Eso parece, el bañador se está levantando como una tienda de campaña

Pilar se acerca a mí, se arrodilla y con ambas manos baja el bañador hasta el suelo y me lo quita. Sonríe mientras dice:

—Carmen lleva razón, tienes una buena polla, huevos grandes y culo bonito

Me sorprende dándome un par de rápidos azotitos en el culo, coge mi mano y nos dirigimos hacia otra parte del jardín, entre sol y sombras, en donde nos sentamos en un gran sofá de mimbre lleno de toallas y cojines de todos los tamaños. Me gusta su culo, me he dado cuenta que no tiene ninguna marca de bañador.

—Así que te matas a pajas, eh; bueno, es lo normal

Sigo deslumbrado por estar junto a Pilar desnuda, mis ojos van de la boca a las tetas, al sexo, los muslos…

Acaricia suave y lentamente mis testículos media docena de veces, pasando después a mi crecida polla. Qué maravilla, qué sensación más placentera.

—No tenemos prisa, no pasa nada si te corres rápidamente o si tardas un buen rato. Yo lo que quiero es que goces y lo pases bien. Ven dame un beso

Acerco mi boca a la suya y apenas rozo mis labios con los suyos. Noto como la mojada lengua de Pilar recorre mis labios y enseguida empuja para entrar en la boca. Qué bueno es, de manera inconsciente yo también introduzco mi lengua y poco a poco me arriesgo a lamer y chupar el interior de la boca de la mujer, tal y como ella hace conmigo. Me he besado algunas veces con la hermana de Paco, con una chica italiana —tiene fama de guarrilla— en el cine de verano de Vera y con un par de vecinas de Madrid, pero no es lo mismo, esto es estupendo, rico, mucho mejor. Estoy con el rabo más tieso y duro que en toda mi vida, pero no quiero que esto se acabe, quiero durar mucho rato y probar muchas más cosas, las que quiera enseñarme Pilar.

La mujer no ha dejado de acariciar suavemente la polla y los huevos. Me sonríe y baja la cabeza hasta poder lamer el capullo. Es estupendo, que suavidad más buena, que excitante, cómo me gusta. Siento los huevos muy llenos, pesados, como si algo estuviera moviéndose por dentro.

—Buena polla gastas, Miguelín, vaya banquete se está dando mi mujer; qué envidia. Me voy ya, cariño, no llegues demasiado tarde, hoy tenemos muchas reservas para la cena y un grupo numeroso de alemanes que celebran un cumpleaños

Se acerca, besa a Pilar en los labios, me mira y como si fuera un arrebato, acerca su cara a la mía y también me besa los labios, apretando un poco contra la boca. No sé qué hacer, y cuando me besa una segunda vez, durante más tiempo y lamiendo con la punta de la lengua mi boca cerrada, le devuelvo el beso. Me gusta sentir sus labios sobre los míos y que me chupe la lengua y el interior de la boca. No sé si hemos estado mucho tiempo besándonos, pero me ha parecido poco, me he puesto muy cachondo y apenas entiendo lo que dice porque los oídos me martillean como si fueran un tambor.

—Bien, no me decepcionas, esperaba que fueras chico listo. Me parece que así va a ser

Samuel se marcha tras mirarme con expresión de cachondeo y Pilar rompe a reír.

—Miguel, qué bueno. Cuánto me alegro, cómo me gusta, verás que bien lo vamos a pasar los tres este verano

No me hago idea de nada, simplemente siento la presión en mi bajo vientre, la necesidad de que pase algo que libere mis testículos y los movimientos incontrolados de mi picha, dura y tiesa como nunca la he tenido; se está moviendo como si tuviera vida propia.

Pilar se arrodilla en el suelo, acaricia mi polla mirándome a los ojos y dándome algún que otro beso mientras me anima a que le toque las tetas. Lo hago como con miedo, pero enseguida quedo hipnotizado por ese tacto especial que tienen, una maravillosa mezcla de dureza y suavidad, y por los pezones duros y tiesos que parecen pegarse a mis manos y a los labios. Cuando la mujer morena se mete la polla en la boca y chupa la punta como si se tratara de un gran chupa-chup, no aguanto más. Me corro como nunca hasta ahora, con los ojos cerrados, sintiendo que mi semen sale de lo más profundo de los huevos, del estómago, de los adentros de las tripas. Qué gusto me da. Ohhhhh.

—Ha sido una buena siesta para mí, he bebido la leche de dos hombres muy guapos. ¿Te ha gustado?

Qué puedo decir, si casi me dan ganas de llorar del placer que he sentido, aunque una duda terrible me asalta en cuanto vuelvo a tener los pies en la tierra. Pregunto con voz temerosa.

—Pilar, ¿soy marica?

—¿Por qué?

—Me ha gustado mucho cuando Samuel me ha besado y eso debe ser de maricas

—Claro que no, no seas tonto, eso es de chicos listos, como dice mi marido. Eso significa que estás por encima de lo que algunos suponen es lo normal, de definiciones y de situaciones predeterminadas por otros. Lo vas a pasar bien, vas a gozar mucho y en cada momento podrás tener en el sexo aquello que más te guste o te apetezca. Eso no es de maricas, eso es de hombres y mujeres inteligentes, verdaderos privilegiados que saben elegir porque saben lo que quieren y, además, pueden decir no o sí con verdadero conocimiento de causa, porque lo han probado

No sé si lo entiendo del todo pero me quedo algo más tranquilo, al menos de momento. Prometo que nadie va a saber nada de esto, salvo quizás la tía Carmen y tras recibir de Pilar un beso en los labios, vuelvo a casa satisfecho, deseando que se repita lo de esta tarde.

La tía no me pregunta nada, simplemente me recibe con una sonrisa de oreja a oreja y me abraza con alegría. Como no he quedado con los amigos —van a pasar el verano yendo a clase para recuperar cada uno de ellos un par de asignaturas suspensas, así que casi sólo nos veremos los fines de semana— paso el resto de la tarde leyendo. Me acuesto pronto y la polla se me pone muy tonta en cuanto me pongo a pensar en Pilar, tengo que hacer mucho esfuerzo para no masturbarme, y lo mismo me sucede a primera hora de la mañana.

En la playa me cuesta mucho disimular la polla empalmada que tengo desde el preciso momento que ha aparecido Pilar. Tengo unas ganas locas de tocar y besar sus tetas, y me parece que ella se da cuenta, sonríe y me cita en su casa a la hora de la siesta. Después habla en voz baja con Carmen durante un buen rato, riendo ambas y haciendo comentarios que no logro oír, pero me parece evidente que se refieren a mí.

Nada más entrar por la puerta trasera Pilar me llama hacia la piscina. Samuel y ella están desnudos tomando el sol en una toalla blanca de tamaño muy grande puesta sobre el césped.

—¿Te gusta tomar el sol desnudo? Quítate la camiseta y el bañador, ven con nosotros

Me sitúo entre ambos, un poco cortado y sin saber qué hacer. Pilar pone una mano en mi culo desnudo y con la otra atrae mi cabeza para besarnos en la boca. No me preocupa la presencia de su marido, dado que apoyándose sobre su brazo derecho nos mira sonriente mientras fuma.

Ya tengo la polla dura y el masaje que Pilar hace a mi culo apretando, pellizcando suavemente, acariciando y pasando un dedo arriba y abajo por la raja, me está poniendo muy cachondo. Llevo ya un par de minutos besando y chupando las ricas tetas de la mujer —qué maravillosas son, qué ricas— cuando habla Samuel.

—Me dais mucha envidia y me estáis poniendo muy excitado. Yo también quiero

Sigo comiéndole las tetas a la mujer al mismo tiempo que noto como su marido se acerca, besa primero mi cuello varias veces, suavemente, también el lóbulo de la oreja, lame con la punta de la lengua —me gusta— y después mueve la cabeza hasta que logra besarme en la boca. Le devuelvo el beso, muy largo, con ganas, pensando en la explicación que me dio Pilar acerca de poder elegir lo que de verdad me guste. De momento, esto me excita, pero es que también me gusta, no sé cómo decirlo.

Samuel acaricia mi rabo desde atrás y su mujer se lo acaricia a él mientras ella y yo nos besamos. Noto algo tieso y duro que me toca el culo, como si me estuviera dando golpecitos incontrolados, y caigo en la cuenta que se trata de la polla de Samuel. Estoy muy excitado, no sé si voy a aguantar, aunque no quiero correrme todavía, quiero esperar más, quiero ver qué ocurre.

—Vaya par de pollas

Pilar se ha incorporado de manera que besa mi rabo y después el de su marido. De los besos pasa a dar lametones, cinco o seis a cada uno, repitiendo muchas veces, hasta que dice:

—Samuel, dale gusto a Miguel, le queda muy poco

El hombre baja su cabeza, coge con la mano mi polla tiesa y dura, casi pegada al vientre, y se la mete en la boca, medio entera las primeras veces y totalmente entera después, hasta tocar mi pubis con sus labios. Qué bueno es sentir la lengua levemente áspera, la humedad y suavidad de la saliva, el subir y bajar de los labios por toda la polla acompañados de la puntita de la lengua. Ay, ay, me parece que me van a explotar los huevos.

La mujer no ha parado de besarme en la boca y en el pecho, en los pezones, además de pasar uno de sus dedos mojado en saliva por la raja del culo. Me gusta mucho que se pare en el agujero, empujando levemente como si fuera a entrar.

Me corro cerrando los ojos, me parece que grito y me inunda el gusto. Eyaculo echando muchos hilos de semen y veo como Samuel bebe y traga mi leche. Creo que me dura más rato que cuando me hago una paja. Es estupendo.

—Me encanta verte gozar

Me he puesto un poco separado de ellos dos porque Samuel se ha subido encima de su mujer, tumbada boca arriba en la toalla, las piernas abiertas, con las plantas de los pies apoyadas en el suelo, y rápidamente le mete la larga polla, bien tiesa y dura. Entra con total facilidad, con seguridad, paseando por terreno conocido. Pilar abraza a su marido con brazos y piernas en cuanto él comienza a meter y sacar el rabo, adelante y atrás, deprisa, sin parar ni un momento.

Cómo me gusta. Nunca había visto follar, aparte de algunas fotos de revistas alemanas y lo que me imagino que hacen mis tíos cuando intento atisbarles a través de la persiana, pero me gusta mucho ver como el hombre empuja con sus caderas, subiendo y bajando, deprisa, respirando muy fuerte, concentrado en lo que hace, sudando. La polla entra y sale tiesa, dura, brillante, como muy roja. La mujer gimotea suavemente y poco a poco va subiendo el nivel hasta que minutos después da un grito fuerte, muy largo, que dura hasta que deshace el abrazo, cierra los ojos y queda como dormida recuperando la respiración. Su marido sigue moviéndose durante bastantes segundos más, lanza el aire de los pulmones hacia afuera metiendo mucho ruido y termina con el cuerpo levantado, los músculos en tensión, como si estuviera soldado a Pilar por el sexo.

Samuel se levanta, se tumba junto a su esposa e intenta recuperar el resuello. Ahora su polla está blanda, impregnada de semen y líquidos de la hembra. Da un beso en la cara a Pilar y también queda adormilado.

Yo también me he dormido un rato y despierto porque noto como si estuviera entrando en el mar y ya me llegara el agua a la altura del nabo. Pilar y Samuel están tumbados a mis pies y me están lamiendo la polla y los huevos. Se ríen.

—Hola dormilón. Otra vez te has puesto con una buena erección, como se nota que eres joven

Empalmao sí que estoy y cuando los dos suben hasta ponerse a mi altura y comienzan a besar y acariciar todo mi cuerpo, se agita mi respiración y me pongo a la espera de lo que puedan hacerme, porque es lo que quiero, que los dos me den placer.

Hombre y mujer acarician, besan, lamen, chupan todo mi cuerpo, lentamente, sin prisa, durante mucho tiempo, repitiendo una y otra vez, recreándose en lo que hacen, llevándome a una excitación como nunca he sentido, obligados a detenerse, muchas veces, para tratar de calmar mi ansiedad. Samuel se centra en acariciar, amasar, besar y lamer mi culo, jamás podría llegar a pensar que me gustara tanto, que fuera tan rico sentir la lengua subir y bajar a lo largo de la raja, que la sensación de humedad me provoque tanta excitación, que cuando mete la punta de la lengua en el ano mi polla da un respingo y mi culo desea que entre más dentro. Se detiene, dice algo a su mujer, quien no ha dejado de besar mi boca, de acariciar mis pezones, se levanta para coger algo de la cercana mesa y rápidamente vuelve.

Pilar sigue besándome, acariciando muy suave y lentamente, hablando en mi oído en voz muy baja, de manera cariñosa, susurrando de manera tal que no sé lo que dice, aunque me gusta, me relaja, pero sin dejar de excitarme, al mismo tiempo que Samuel continúa poniéndome muy cachondo, ahora con sus dedos, con los que penetra el culo para extenderme una pomada suave y fresca.

No he llegado a tener dolor, pero he notado claramente como mi ano se abría con la entrada de un dedo, el lento movimiento adelante y atrás, y un poco después, dos dedos. Samuel lo repite varias veces sin dificultad alguna por mi parte. No sé qué va a pasar, pero estoy deseando que suceda ya.

Pilar separa con sus manos los cachetes de mi culo, hace fuerza sin dejar de hablarme suavemente al oído, besa en la boca a Samuel, un muerdo largo, guarro, baboso, con mucha lengua, y él dirige su polla hacia el ano ayudándose con la mano, empuja sin parar, cada vez más fuerte, y logra meter el capullo, lo que me provoca dolor e inmediatamente después, calor, como si me quemara por dentro. Oh, joder, no sé si me duele, me gusta o las dos cosas a la vez. Sí, me gusta, me excita, mucho, aunque también me duele, sin exagerar, pero lo noto más de la cuenta desde el momento en el que lentamente el hombre mueve la polla adelante y atrás, en un corto recorrido que le pone muy, muy cachondo, respirando con fuerza, sujetándome el cuerpo con ambos brazos, en un abrazo que le sirve para empujar cada vez más y llegar más dentro. No sé si lo voy a aguantar, ahora sí me duele.

Samuel no para, va más deprisa y aunque me quejo, aumenta el ritmo, de manera que eyacula poco después dando un tremendo bufido, no muy largo, sentido, saca la polla de mi culo —qué alivio me supone— y se tumba con los ojos cerrados sobre la toalla blanca en la que estamos los tres. Todavía durante unos segundos la polla blandengue de Samuel echa muy suavemente algunas gotas, unas blancas y otras trasparentes, de semen. No estoy seguro de si he sentido o no dentro del culo cómo salía la lefa de Samuel.

Sigo muy excitado a pesar de las molestias en el culo y Pilar, tras sonreír, hace que me tumbe boca arriba y me chupa la crecida polla con verdadera gula, parándose a comerme el capullo mientras acaricia mis testículos. Duro poco, eyaculo varios suaves disparos de semen —noto como si dentro del culo tuviera algo que lanzara los chorreones— y gozo mientras observo como la mujer traga mi leche con ganas. Quedo adormilado en el suelo junto a Samuel y como si estuviera muy lejos oigo decir a Pilar:

—Me debéis una follada los dos a la vez, cabrones

Supongo que se ha hecho una paja porque un par de minutos después, como entre sueños, noto un grito no muy alto pero muy largo e inmediatamente quedo dormido.

Me despierta Samuel cuando el sol ya se está poniendo, sonríe, me alarga una botella de refresco de cola y tras una caricia en la mejilla nos sentamos en el sofá de mimbre.

—¿Estás bien?, quiero disculparme contigo, Miguel, me he dejado llevar, pero no he podido evitarlo. Me he excitado como un verraco

—Estoy bien, me ha gustado mucho, pero al final ya no aguantaba la quemazón dentro del culo

—Yo me tengo que ir al restaurante, ahora te atenderá mi mujer. Hablamos después del fin de semana y, por favor, sé discreto, no comentes nada con nadie, sería peligroso para todos

Pilar me ha extendido con sus dedos una suave crema en el culo, lentamente, entrando lo más dentro posible. No he sentido dolor y sí inmediato alivio al escozor y sensación de calor que he tenido.

—No hay sangre, sólo sientes la apertura de los esfínteres, en un par de días estarás como nuevo

Cuando acabo de tomar mi refresco me voy a casa, no sin antes recibir un beso cariñoso de Pilar en los labios y el mismo consejo que me dio su marido:

—Ten cuidado, no hables con nadie de esto, no lo entenderían y nos traería graves problemas

La tía Carmen me recibe un poco distraída porque las gemelas se han puesto malas y tienen algunas décimas de fiebre, así que tras cenar me voy a la cama sin comentar nada. Estoy contento y el culo apenas me molesta; la verdad sea dicha, no tengo duda alguna sobre si debía o no hacerlo, ni siquiera me detengo a pensarlo. Me ha gustado y quiero repetir.

Es viernes por la noche, el tío Pablo llegó a media tarde y tras unos chapuzones en el mar ha estado jugando al fútbol conmigo y mis amigos haciendo tiempo para que la tía termine de cocinar un arroz caldoso al estilo murciano que le vuelve loco. Las gemelas siguen regular de sus tripas, así que están acostadas.

Después de cenar Pablo enciende un puro Farias superior y según su costumbre toma un whisky DYC en la terraza, comentando conmigo los fichajes futbolísticos cara a la nueva temporada, en especial Netzer y Del Bosque, que son nuevos en el Madrid, equipo del que somos fervientes seguidores. La tía ha recogido la cocina y tras echar un vistazo al sueño tranquilo de mis primas nos da las buenas noches y se acuesta. Yo también me voy a mi cuarto a dormir y apenas un minuto después oigo como el tío entra en el dormitorio matrimonial.

Sigilosamente me acerco a la puerta de la habitación de mis tíos y, como siempre, está cerrada a cal y canto. No puedo oír nada, ni siquiera poniendo un vaso dado la vuelta apoyado en mí oreja. Salgo a la terraza por el comedor y con mucho cuidado, agachado, moviéndome muy lentamente, me acerco al ventanal que está abierto pero con las persianas bajadas. ¡Sorpresa!, se han dejado tres o cuatro dedos sin bajar, así que me pongo en el lado izquierdo pegado a la pared e intento ver qué sucede dentro. El corazón me va a mil por hora y la sangre resuena en mis oídos haciendo un ruido que hasta me parece puedan oírlo dentro de la casa.

No hay luz en la habitación, pero sí suficiente claridad grisácea como para ver que Carmen está desnuda tumbada boca arriba en la cama, con las piernas muy abiertas, dobladas, los pies al borde del colchón. Pablo está arrodillado en el suelo, los brazos estirados permiten que sus manos acaricien las tetas, la cabeza la tiene enterrada en la entrepierna y su boca se come el peludo chocho de su esposa, quien da cortos grititos y exclamaciones de excitación mientras se agarra a la sábana de la cama con ambas manos. Poco después el marido dice algo que no puedo oír, a lo que mi tía responde también en voz baja:

—No te corras dentro, ten cuidado

Carmen se da la vuelta y queda a cuatro patas sobre la cama, la cabeza agachada y apoyada sobre la sábana, con las rodillas en el borde. Pablo no ha dejado de menearse lentamente la polla, que no logro ver bien, pero me parece muy gruesa y no demasiado larga. De repente el tío da un par de sonoros azotes en el culazo de su mujer, que parece quejarse, aunque a mí me parece que se ríe y le gusta, y con ayuda de la mano derecha acerca la polla hasta que la mete en el coño dando un impetuoso golpe de riñones, lo que también provoca exclamaciones de la tía Carmen. Inmediatamente comienza un metisaca rápido, constante, sujetándose a la cintura y el culo de la hembra —creo que es la primera vez que pienso en ella sólo como mujer y no como mi tía— quien entona una especie de ayayay constante, en voz muy baja, mientras se agarra a los bordes de la cama.

Me parece que llevan muchos minutos follando, Pablo empujando adelante y atrás de manera constante, rápida, sujeto con mucha fuerza a los glúteos de su mujer y acompañando Carmen el movimiento, ahora ya bastante deprisa. Mi tía lleva ya un buen rato tocándose con los dedos de la mano derecha en lo alto de su sexo y diciendo cosas que no entiendo en voz muy baja, de repente se para como si diese un brusco frenazo y gime largamente, con un ay continuado, sin elevar demasiado la voz, hasta que se separa rápidamente del hombre y de su polla, se tumba boca arriba jadeando, respirando aún de manera agitada, con los ojos cerrados.

—No me dejes así, dame gusto

—Ahora, ahora

No sé si marcharme a mi cuarto a menearme la polla y cascarme la paja que estoy necesitando, pero me quedo mirando porque Pablo está de pie junto a la cama y Carmen se ha sentado en el borde, de manera que el hombre le mete el grueso y corto rabo en la boca, pone una mano sobre su cabeza y ella le sujeta del culo con las dos manos. Inmediatamente comienza el hombre a follarse la boca de su hembra —nunca había pensado que eso se pudiera hacer, chupar y mamar una polla claro que sí, pero no se me había ocurrido lo de follar en la boca— empujando en un metisaca en el que no llega a sacar el rabo en ningún momento, sujetando la cabeza de su mujer y ayudándose con los empujoncitos que ella le da a su culo acompasando el movimiento.

Me he corrido, espero no haber gritado, pero no he podido aguantarme, he tardado muy poco y he puesto perdido el suelo de la terraza con mis lechazos. Me estoy recuperando cuando en el dormitorio oigo a Pablo decir de manera contenida:

—Sí, guarra, síííííííííí

Durante bastantes segundos mantiene la polla dentro de la boca de mi tía, hasta que ella tira del culo de su marido para separarse de él a pesar que la tiene sujeta por la cabeza. Saliva y semen caen sobre la cama, el suelo, las tetas y los muslos de Carmen. Pablo se ha tumbado sobre la cama cansado, derrengado.

—Cabronazo, te gusta a ti mucho más que a mí meterla en mi boca. No me gusta el sabor del semen, ya lo sabes, es como si tomara bicarbonato

Algo contesta Pablo que no puedo oír, se ríen, se dan un beso largo en los labios, mi tía hace otro comentario sobre el semen y vuelven a reír; se quedan juntos abrazados. Pocos minutos después parecen dormir y yo marcho a mi dormitorio, cojo papel higiénico del aseo y limpio mis churretones de semen del suelo de la terraza. Espero que mañana no lo noten. Me ha gustado ver follar a mis tíos y me he puesto muy cachondo.

El sábado es día de mercadillo en Garrucha, así que hemos ido a dar una vuelta, a comer caracoles picantes en un bar junto al mercado municipal y a la hora de la siesta han venido a buscarme Sepp y Paco para ir a ver turistas en bolas en una cala cercana. Nada les comento acerca de Pilar y Samuel, aunque sí les hablo del polvo de mis tíos y Sepp nos cuenta que ha visto chingar a su tía con un ligue italiano que se ha echado; no está seguro del todo, pero le parece que le metía la polla en el culo, al modo maricón. Los tres nos hemos sacado los nabos y nos cascamos un pajote tumbados en la arena.

Como mis primas ya están mucho mejor hoy domingo comemos en el restaurante de Pilar y Samuel que, como siempre, está lleno de bote en bote. En un pequeño aparte Pilar habla conmigo y quedo en ir mañana lunes a su casa, por la tarde.

He recibido carta de mi madre y también de mi padre —me cuenta que está saliendo con una compañera de trabajo— así que dedico la tarde del domingo a contestarles. A última hora, antes de cenar, telefoneamos a los abuelos, quienes dentro de unos días se van a Navacerrada.

Paso la mañana del lunes jugando con mis primas en la playa —mi tío se ha ido muy temprano camino de Almería— deseando que corra el tiempo para ir a ver a nuestros vecinos.

Cuando llego Pilar está sola, en la piscina, desnuda, fumando. Me acerco a ella, me da un beso en los labios y sonríe porque se da cuenta que ya la tengo dura sólo con verla.

—Hola Miguel, estamos solos, Pablo se fue esta mañana a Lorca a comprar vajilla para el restaurante, llegará tarde. Ven

Me lleva de la mano hasta uno de los dormitorios.

—Aún no has estado con una mujer, vamos a solucionarlo

Estamos ambos tumbados en la cama. Nos hemos besado muchas veces, con calma por mi parte después que Pilar me haya indicado que no tenemos ninguna prisa. Sus tetas me atraen como si tuvieran imán y a por ellas voy.

—Acarícialas, sopésalas con toda la mano, dales besos, lame con tu lengua ensalivada, aprieta un poquito con los labios y con las manos, intenta meterte todo el pezón y la aureola en la boca para chuparlos, controla los mordisquitos y chupetones… Haz todo lo que quieras, aunque mejor con un poco de cuidado, sin brusquedades, sin prisa; si una mujer quiere otra cosa, ya te lo dirá ella

Con una mano en cada una de esas tetas maravillosas hago todo lo que me dice y, cada poco rato, ocupo mi boca en besarnos con un largo mojado beso. Qué excitante, estoy muy cachondo. Las manos de Pilar se enredan en el vello de mi pecho, dando algún que otro suave tirón.

—Tienes mucho pelo en el pecho y las piernas, mejor, así los hombres parecéis más machos. ¿Te afeitas todos los días?

—Ahora sólo los domingos, durante el curso todos los días porque dicen que la barba sale más fuerte y da aspecto de hombre

Se ríe Pilar y según nos estamos besando, sus manos se dirigen a mis huevos, a la polla y al culo, tocando, acariciando, apretando un poco más fuerte, volviendo después a la suavidad, repitiendo.

—Este pollón joven, grande, tieso y duro, sí que te da aspecto de hombre, buen rabo tienes

Aunque no hemos dejado de besarnos, lo mío son las tetas y pezones de Pilar. Me encantan, me ponen a mil por hora.

—Ven Miguel, toca mi sexo

Me coge la mano derecha y la dirige hacia su sexo —dice que a ella le gusta llamarlo coño o chocho o peludo— moviéndola arriba y abajo a lo largo de la raja. Lo noto mojado, suave, igual que la negra mata de pelo que lo protege. Me gusta, es muy agradable tocarlo. No sé, me había hecho una idea distinta, como si fuera algo menos excitante, quizás difícil de tocar, y hasta me daba miedo que me pareciera algo sucio.

Cuando Pilar me pide que meta dentro mis dedos me da un poco de corte, pero una vez he introducido un poco el dedo medio e inmediatamente después entero, mi excitación sube como la espuma. Qué bueno me parece estar dentro del chocho, con la sensación de suavidad, tan mojado —me gusta mucho el tacto aceitoso de los líquidos de la mujer— caliente, blando. Nunca me había hecho idea de cómo sería realmente, pero me gusta.

Pilar se tumba boca arriba con la cabeza apoyada en la almohada, las piernas muy abiertas. Con una expresión risueña en la cara mueve la mano haciendo un gesto para que me acerque, me coloque sobre ella y coloque codos y brazos apoyados en la cama, como si le fuera a dar un abrazo.

Coge mi polla —la siento tiesa y dura como el metal— la restriega varias veces arriba y abajo de su raja y la dirige hacia su agujero.

—No hay ninguna prisa, simplemente métela, haz lo que te diga y déjate llevar por las ganas que tengas. Si te corres rápidamente, ya repetiremos. Empuja ahora, sin miedo, con naturalidad; si se sale no pasa nada, la metes otra vez y ya está

Así lo hago, y antes de darme cuenta ya estoy dentro del coño. En un primer momento me parece que la sensación es parecida a meter los dedos de la mano, pero no, es mejor, mucho mejor. Ni se parece. He intentado empezar a moverme muy deprisa y la mujer me ha calmado hablándome suavemente al oído. Ahora ya me muevo adelante y atrás, siguiendo el ritmo que me marca Pilar con el movimiento de sus caderas. Noto como el coño me aprieta suavemente y es como si al empujar se abriera una suave, caliente y mojada estrecha puerta interior, que se cierra cuando reculo hacia atrás, y se vuelve a abrir, a cerrar, a abrir… Estoy muy excitado, mi respiración es rápida, sonora; tengo los ojos casi cerrados y ya no oigo lo que pueda estar diciéndome la mujer. Estoy tenso como una tabla, noto los huevos pesados y llenos, como en ebullición y me parece que por dentro de la polla circula rápidamente un géiser. Me corro, creo que sigo moviéndome mientras eyaculo, pero lo que de verdad siento es un orgasmo fabuloso, largo, muy largo. Me parece que he gritado, no estoy seguro.

He quedado tumbado sobre Pilar recobrándome; estoy muy cansado. ¡Qué bueno ha sido!

—Ya eres todo un hombre

—Gracias, Pilar

Estoy contento, muy satisfecho, verdaderamente feliz. Ni me acuerdo de las dudas que en algún momento me asaltaron de si soy o no marica. Esto es cojonudo, y además, ni es nada difícil ni hay que hacer nada raro, como en ocasiones nos preguntamos mis amigos y yo.

Después de descansar un rato nos hemos metido desnudos en la piscina —hace muchísimo calor— y tras tomar un refresco me acerco a Pilar, beso sus labios y pregunto:

—Quiero darte gusto, ¿cómo se hace?

Las risas de Pilar me contagian, aunque no sé en qué sentido tomarlo.

—Vaya con Miguel, de verdad estás hecho todo un hombre; ven

Nos tumbamos en el césped y Pilar se explica como si fuera una maestra:

—Cada mujer obtiene placer de su propia manera, aunque la mayoría nos excitamos con los preliminares antes de la penetración y, en especial, con la polla dentro del coño. El meter y sacar de la follada, el roce con las paredes vaginales, nos pone en situación de gozar, de obtener nuestro orgasmo, aunque para llegar a tenerlo, la mayoría de las ocasiones es necesario estimular el clítoris, nuestro punto más sensible, nuestro botón del gusto —el capuchón rico, lo llama ella— y la mejor manera de gozar. Tampoco va mal que el hombre ayude al orgasmo de la mujer, no sea egoísta e intente durar empalmao el tiempo suficiente como para lograr la corrida de la hembra

Yo estoy muy atento a lo que dice, pero me gusta mucho más cuando le oigo decir que lo mejor es practicar. Tras un largo rato de besos y caricias —sus tetas me tienen hechizado, no paro de mamarlas— tengo la polla bien tiesa y dura. Pilar me hace subir sobre ella, agarra mi rabo y lo hace recorrer el exterior de su coño varias veces, arriba y abajo, despacio. Lo noto mojado y suave.

—Me gusta tu polla, ahora, métela

Sin dudarlo empujo con fuerza, aunque debo apuntar muy mal porque tras varios intentos, la mujer la dirige con la mano para meterla en su agujero. Qué bueno es sentir la humedad y el calorcito de dentro del chocho.

Estoy muy excitado, así que empiezo a moverme atendiendo a las indicaciones de la mujer en cuanto al ritmo y velocidad. Con la mano derecha intento acariciar de manera continuada el capuchón rico, pero me cuesta mucho trabajo compaginar el metisaca y no perder el ritmo de la mano, además de procurar no dejarme llevar y correrme, por lo que Pilar se empieza a acariciar mientras yo sigo adelante y atrás con mi polla.

La oigo gimotear suavemente, y va subiendo el nivel hasta que un rato después da un grito fuerte, largo, que dura mucho tiempo. Ya no aguanto más, entre el grito del orgasmo de Pilar y los suaves pellizquitos que siento en mi polla dentro del chocho hasta que la mujer se calma y se queda quieta, ahí voy, me vuelvo a correr como si fuera un sifón. Qué gusto más rico.

Ambos quedamos adormilados, sudando a mares, recuperando la respiración normal y yo recreándome mentalmente en el placer que he tenido.

Aquel verano fue fabuloso, verdaderamente especial en lo que al sexo se refiere. Estuve follando con Pilar y Samuel tres o más veces por semana, casi siempre con los dos a la vez y nunca lo hice a solas con él. Cojonudo de verdad.

Todo lo bueno se acaba y el verano tuvo un triste final. Una noche de sábado de finales de agosto atracaron el restaurante y Samuel recibió un disparo de escopeta recortada que prácticamente le destrozó. Apenas duró vivo unas horas en el hospital de Huércal-Overa. Su muerte nos afectó a todos de tal manera que mis tíos planearon volverse a Almería antes de lo habitual, en cuanto Pilar decidió marcharse a Lyon, la ciudad francesa en donde sus padres vivían. Yo volví a Madrid con los abuelos.

Durante el siguiente curso crecí y me desarrollé para convertirme en el tipo alto y grande que soy, marché a Londres para pasar parte del verano con mi padre practicando inglés y la segunda parte del verano estuve en México D.F. con mi madre, decidiendo sobre mis estudios en la Universidad.

No volvieron los felices veranos en Mojácar. Ya no estaba Pilar, vendió el restaurante y la casa de la playa a través de un abogado, sin volver en ningún momento por allí. Pablo sacó plaza en Sevilla, así que mis tíos y primas allí se mudaron a vivir. También vendieron su casa de vacaciones y se buscaron otra por las playas onubenses. Muy de vez en cuando mi tía recibía noticias de Pilar vía postal, contando que había vuelto a trabajar como profesora de instituto en Chassieu, un pueblo pequeño cercano a Lyon, y que había adoptado una niña vietnamita de tres años.

¿El sexo?, siempre me he considerado bisexual, aunque tengo más relaciones con mujeres que con hombres. Será casualidad, pero las morenas de ojos claros, a poder ser con buenas tetas, me gustan a rabiar. Solamente una vez he vivido un romance amoroso con un compañero de Facultad. No dejo de recordar con cariño y agradecimiento a quienes me descubrieron que es bueno ser chico listo.

 

 

Mas de pedrocascabel

Frases y dichos

Felicia

Habilidad familiar

A veces… llueve

Intercambio de parejas

Follar me gusta

La mirada feliz (1ª parte)

La mirada feliz (2ª parte)

Anda que

Cactus

Daniela

Amalia & Cía

Cristina

Dinero

Culo

Aquellos barros trajeron estos polvos

Benditas sean las tetas

Gordibuena y algo más

El ático

Gotas de Maribel

¿Domingas?, sí, gracias

T + m = pc

Hombre lobo no soy, pero

69

Comina

Magdalena

Bisexual me llaman

Las tormentas

La suerte ayuda

La pulsera de cuero marrón

La madura me la pone dura

Dicen que las pelirrojas traen mala suerte

No sé si tengo un problema o es que me quejo de vi

La Duquesa

Las hermanas boticarias

El tío Lucas

Una familia como tiene que ser

Vacaciones originales

Jubilados

Miranda

El Piraña

Cipriana, la que manda

La odiada prima Fernanda

El islote Fantasma

Chelo o Algunas mujeres se ponen muy putas

Qué tendrá el oro

Veinte años o cosa así

Pues sí que me importa a mí mucho

El amo de Tierraluna

El señor presidente

El coma

El funcionario huelebraguetas (y II)

El funcionario huelebraguetas (I)

Tres días en Rabat

La máquina tragaperras roja con cara de payaso (I)

La máquina tragaperras con cara de payaso (y II)

Pon una mujer madura en tu vida, te va a encantar

Inés, la amante del tío Jesús – parte II y última

Inés, la amante del tío Jesús

La Academia

Volver a casa tiene premio

El que hace incesto hace ciento (parte 1)

El que hace incesto hace ciento (parte 2 y última)

Call-boy

Como una familia unida

Butaterm: calienta pero no quema

Macho muy macho

La bomba

Alegría

Sinceramente

Telecoño

Gintonic

Un barrio (y 2)

Un barrio (1)

Aquellas vacaciones

Marisa

Nunca es tarde

El cepillo de madera

Me voy pal pueblo

La nueva Pilar

La tía Julia

Nuestra amiga Rosa

Cambio de vida

Carmela

40 años

El punto R