miprimita.com

El Piraña

en Confesiones

El Piraña

Presionar a las empresas subcontratadas para sacarse un sobresueldo y tirarte a las tías que te apetecen puede llegar a ser peligroso…

En la empresa siempre hay bastante personal nuevo. De un lado, no pagan especialmente bien y hay gente que se marcha a buscarse la vida en cuanto tiene oportunidad, también hay mucho contrato temporal y como una parte importante de los servicios que ofrecemos a los clientes (mantenimiento integral de empresas, polígonos industriales, comunidades de todo tipo, edificios completos, viviendas individuales…) están externalizados y subcontratados —los cambios de trabajadores son todavía más frecuentes en muchas contratas— te encuentras con caras nuevas constantemente.

Me llamo Camilo, tengo treinta y siete años, soltero sin pareja, soy abogado, trabajo en la sección de Recursos humanos directamente relacionado con las empresas subcontratadas, y como no soy ningún angelito y mi ética personal no se resiente de ninguna manera, me aprovecho de ello para presionar a determinadas personas —mujeres, claro, me he hecho algún culito de chaval joven, pero lo mío son las tías— para follar a menudo y, más discretamente, sacar algún dinero extra de las contratas. La vida es dura y yo intento hacérmela más placentera.

Ya me conocen en mi entorno de trabajo —según mi amigo Manolo las tías me apodan el Piraña— y aunque tengo buena relación con muchos hombres y mujeres de mi empresa, suele ser el personal de las empresas que nos dan servicio quienes me permiten mis actividades extra-laborales. Por ejemplo, que a una empresa de limpiadoras se le acaba la subcontrata con nosotros, un estímulo en dinero que llega a mi bolsillo puede alargarla un año más, y si hay alguna tía que quiere garantizarse continuar trabajando y pasar el período de prueba o que una nueva empresa subrogue su contrato, pues en mi cama se ganan esas cosas, además de obtener gusto, seguro, que soy un tipo alto, grande, fuerte, musculado, guapetón según muchas mujeres, y con una polla de dieciocho centímetros y medio con la que no soy nada egoísta. En el sexo quiero gozar, pero me da una gran satisfacción que las tías que me tiro queden contentas.

Por ejemplo, la empresa que hace el mantenimiento de los ascensores de dos docenas de edificios de la zona de Cuzco tiene que renovar contrato con nosotros en dos semanas o marcharse, hay a patadas firmas que se dedican a eso. Las condiciones de mi empresa las han aceptado sin mayores problemas, pero las mías aún no las cumplen del todo. Me han beneficiado con una cantidad de dinero que me parece satisfactoria —yo procuro no abusar, no son tiempos fáciles para nadie— pero es que además hay una rubia, secretaria y esposa del dueño de la subcontrata, que me tiene encaprichado, loquito total, y aunque telefónicamente a veces vacila conmigo, nos reímos y se deja querer, no hace caso a mis intentos de quedar para pasar juntos una noche o dos de un fin de semana. Procuro no hablar con novios y maridos porque se da pie a situaciones delicadas, conflictivas incluso, pero cuando les urge la renovación del contrato…

He quedado a tomar café con el marido de la rubia y me llevo la sorpresa que aparece ella en vez de él. Mejor, así trato directamente el asunto.

—Mi marido tardará como quince minutos, viene de la gestoría

—Bueno Rosa, todo está claro respecto del contrato, sólo falta que tú y yo pasemos unos ratitos agradables y la renovación será efectiva sin problemas

—No me extraña que en tu empresa te llamen Piraña, estás jugando con el empleo de muchas personas y con la estabilidad de un matrimonio

—No te enrolles malamente, dime si vamos a follar, sí o no. Mira ahí viene tu marido, a ver qué opina

—Ni se te ocurra decir nada, cabrón, luego hablamos por teléfono

Es viernes, las cinco y media de la tarde, hace cinco minutos que Rosa y yo hemos subido a la habitación de un discreto hotel de la zona de Canillejas en donde me hacen buen precio porque vengo de vez en cuando. Nos desnudamos y me queda claro que no me he equivocado, está buena la rubia.

Bastante alta, rubia natural, lleva el pelo muy corto peinado con raya breve a un lado y rapada la nuca. Es guapetona de cara, con grandes ojos marrones y boca redonda de labios rojizos, gruesos, chupones. Delgada con curvas, con la piel de un atractivo color canela suave, tiene tetas grandes para la delgadez de su cuerpo, muy excitantes: altas, separadas, redondeadas, musculadas, con pezones gruesos situados en el centro de areolas suavemente marrones tipo galleta maría. Me gustan. No tiene ni gota de grasa en todo el cuerpo, cintura estrecha, caderas altas, culo pequeño, redondo, fuerte, duro, muy bonito; lleva el sexo depilado por completo, enseñando unos labios anchos y gruesos del color de sus areolas, ahora están brillantes. Sus piernas son impresionantes, delgadas, muy altas y largas. Está en sazón con los treinta y dos años que tiene. Es una tía buena, y lo sabe, por supuesto.

—¿Te gusta lo que miras?, tanto interés por follarme, igual ahora te desilusionas

—Mira mi polla, tú qué crees

Estoy empalmao como en las grandes ocasiones tal y como se merece una tía así de maciza. Me valora con la vista, se le escapa un suspiro que me parece de excitación y nos abrazamos en mitad de la habitación. No deja de sorprenderme que me bese en la boca —no lo suele hacer ninguna de las que invito a acostarse conmigo— con pasión, guarramente, con mucha lengua y saliva, por lo que comparto un buen rato de muerdos a tope.

Las tetas son cojonudas, me pongo ciego acariciando, besando, lamiendo, mamando, sorbiendo estas maravillas. Se excita cuando me ocupo de sus redondos gruesos pezones —ella misma me lo pide— que se le ponen duros como una piedra; joder, cómo molan.

No se queda quieta mientras le besuqueo y manoseo, me come mis pequeños pezones durante unos momentos e inmediatamente coge mi paquete con las dos manos, como si se le fuera a escapar, apretando un poco más de la cuenta.

—Buena polla tienes, a ver si la sabes usar

La duda ofende, le hubiera contestado, pero se ha arrodillado rápidamente ante mí y se ha puesto a darle un buen repaso al cipote con la lengua, deprisita y con ganas. Un minuto después empieza a metérselo en la boca, primero el capullo, después hasta media polla y enseguida la polla entera hasta tocar mi pubis con sus labios. Me mira a los ojos durante todo el rato, con una expresión de cachondeo que parece presagiar algo bueno, y sí, sin usar las manos —las pone primero sobre mis muslos y después acariciándome el culo— empieza a hacerme una mamada de las de categoría durante varios minutos. Vaya nivel el de la rubia, qué manejo de lengua, labios, dientes. Como siga así me voy a correr y quiero follármela antes.

La cojo del corto pelo para tirar hacia arriba y que suelte mi excitado nabo. Se ríe, con los ojos brillantes, se tumba boca arriba en la cama con las piernas muy abiertas, los pies apoyados sobre la sábana, luciendo los brillantes rasurados labios, hinchados, mojados, levemente palpitantes, moviendo las caderas muy lentamente a derecha e izquierda, subiendo y bajando al mismo tiempo el pubis, suavemente. ¡Cómo me está poniendo la muy puta! Estoy pensando en darme un atracón comiéndole el coño, pero ella decide por mí.

—Vamos Piraña, métela sin miedo, mi chocho no te va a morder demasiado fuerte

Me tumbo sobre ella, mis piernas por dentro de las suyas, los brazos apoyados en la cama, listos para abrazarle. Me coge el rabo y lo restriega por sus labios, me besa profundamente en la boca y no deja de hacerlo hasta que lleva la polla a la entrada del coño y dice en mi oído:

—Entra, cabrón, fóllame

Un buen empujón de caderas para metérsela de un golpe. Le gusta, resopla y gime en voz baja nada más recibir mis proteínas enrolladas. Está muy mojada, su coño es caliente, suave, acogedor, apretadito, aún sin dar de sí. Nos acomodamos rápidamente el uno al otro y acompasamos el movimiento sin problemas, rápido, constante, profundo; un dentro-fuera cojonudo que mantengo durante muchos minutos, sudando, jadeando, subiendo el ritmo un poco más a cada poco rato, lo que la rubia agradece con quejidos, grititos y la respiración cada vez más ronca.

No ha dejado de acariciar mi culo, amasando, apretando, jugando con la raja, e intenta meterme un dedo por el ano. Hasta ahí podíamos llegar.

—No, mi culo es sagrado, no me hagas maricón

Noto ya los huevos en ebullición, me voy a correr en cualquier momento. Rosa lleva un ratito tocándose el clítoris, con los ojos cerrados, la boca muy abierta, las ventanas de la nariz aleteando, abriéndose al máximo, la respiración ronca de una fiera. Se corre gritando, joder si grita, durante muchos segundos, se queda quieta, tensa como una tabla de planchar. Las contracciones de su vagina aprietan mi polla como si me diera suaves pellizcos. ¡Qué bueno! No aguanto más, ahí voy.

Una corrida cojonuda, buena de verdad, larga, con muchos chorros de semen que quedan dentro del coño. De puta madre, qué polvo más bueno tiene esta chorba.

—Eres un cabronazo, podías haberte corrido fuera

—No has dicho nada, tú sabrás si tomas algo

Rosa se levanta —no puedo dejar de fijarme de nuevo en su culo— camino del cuarto de baño, cogiendo la ropa interior.

—¿Es que te vas?

—Ya has tenido lo que querías, no quiero ni verte

—Te diré, por si no lo has notado, que te has corrido como una perra, tan malo no habrá sido; además, nuestro acuerdo es quedar dos veces

—No confundas las situaciones. El que yo sea caliente y tu tengas buena polla no tiene nada que ver con que me parezcas un perfecto hijo de puta. Mañana nos volvemos a ver, cumpliré mi palabra

Se ha vestido rápidamente tras orinar como una vaca y darse una corta ducha, con la puerta abierta, como si yo no estuviera. De mirarla me estoy poniendo palote otra vez, la muy zorra está tan buena. Mañana me hago su culo, descarao que sí.

La rubia está tan buena que dan ganas de gritar. Sus tetas son fabulosas, sabe utilizar la lengua y folla de puta madre, pero su culo, los muslos y las largas estilizadas piernas son algo especial. Las caderas altas y redondeadas se continúan en el culo que tengo delante de mis ojos, de piel perfecta, de suave color canela sin mancha alguna, de tamaño pequeño, como si fuera de un chico musculoso, pero con la redondez maravillosa propia de una mujer. Es como una manzana o un melocotón perfectos, duro, musculado, levemente carnoso, con los glúteos separados por una fina raja y un ano pequeño y apretado del color de sus areolas. Y me lo estoy follando.

Rosa me pone pegas en un primer momento diciendo que le va a doler, a lo que contesto que mejor, que así me pondré yo más burrote y su marido lo agradecerá cuando se encuentre el ano más abierto y fácil de penetrar. Me ha pegado una fuerte bofetada. Se la iba a devolver, pero como se ha dado la vuelta y me ha dicho que coja el lubricante de encima de la mesilla, lo he dejado pasar. Lo que ahora me importa es darle por el culo.

A pesar de sus miedos no he tenido problemas para entrar. A cuatro patas no es la postura más fácil para encular a una tía, pero es excitante ver entrar la polla, primero el capullo, notar el movimiento incontrolado de los glúteos cuando tiene como un leve sobresalto, incluso una pequeña punzada de dolor, y tras unos instantes de espera, seguir empujando con fuerza, sin prisa, para ver desaparecer toda la tranca, ser consciente de lo tensa que está la hembra mientras parece que la polla la tengo rodeada de manos fuertes, duras, suaves, algodonosas, que me van a pajear. Es una sensación única, en muchas ocasiones muy superior a meterla en un coño. Y este culo es de los mejores que me he follado nunca.

Está cachonda, no lo puede negar, se moja como una fuente mientras entro y salgo del culo, gime sin cesar, respirando de manera entrecortada y habla con voz ronca, muy baja, no llego a entender lo que dice. Yo estoy a punto de caramelo, me sujeto con más fuerza a su estrecha cintura y me corro eyaculando lo más profundamente que puedo, dando un gran grito de contento y sintiéndome el rey del mundo. Joder, ¡qué cojonudo!

Salgo de Rosa, me derrumbo sobre la cama al lado de su cabeza intentando recuperar el resuello y veo la expresión de su cara, que refleja su tremendo estado de excitación.

—Si me vas a limpiar la polla con la punta de la lengua te termino yo, con la boca o lo que quieras, si no, hazte una paja

No contesta, se tumba a mi lado con los ojos entrecerrados e inmediatamente se pone a acariciarse el clítoris a toda velocidad. Con la mano izquierda se toca las tetas, las aprieta, estira uno de sus pezones y se corre enseguida, dando un grito contenido, expulsando el aire de los pulmones metiendo ruido y moviendo sin control las caderas durante bastantes segundos.

Tras unos minutos quieta sin decir nada se levanta a toda prisa camino del aseo y ni responde a mi intento de entablar conversación.

—Nos hemos corrido a gusto, eh. Tendríamos que repetirlo a menudo, tú y yo congeniamos en esto del folleteo. Bueno, al menos tengo el consuelo de saber que nos veremos dentro de un año, cuando se os acabe el contrato, habrá que quedar más veces que ahora

Ha salido del cuarto de baño ya vestida, como un vendaval, con cara de mala leche. Coge su bolso, me mira y se limita a decir antes de irse:

—Hijo de puta

—Yo también te quiero, Rosa. Cuídame ese culo, por favor

Voy a dormir un rato, total, la habitación está pagada. Estoy contento y satisfecho.

No soy jugador, ni cartas, ni quinielas, ni primitiva, ni tragaperras, ni tan siquiera la lotería navideña a la que todo el mundo juega de manera compulsiva. A veces me regalan los de las contratas para hacerme la pelota, pero nunca compro. No sé si hago mal.

Hacia el final de la mañana hay un ambiente raro en la oficina. Parece ser que en el sorteo navideño el primer premio ha caído en un pequeño pueblo alcarreño de donde es natural el dueño de la contrata de los ascensores, el marido de Rosa, y él ha repartido varios décimos entre el personal de su empresa y participaciones a algunos conocidos de donde yo trabajo, entre ellos mi amigo Manolo, que ha pillao un pellizquito muy guapo. Yo no llevo ese número.

Dicen que son muchos los millones que les han tocado en suerte, y debe ser verdad, porque varias semanas después me entero que Rosa y el marido le han traspasado la empresa a una cooperativa formada por sus empleados y han dejado de trabajar. Rosa no me coge el teléfono y por la empresa ya no va, así que los detalles los desconozco.

Hace frío, voy a darme prisa en sacar el coche del garaje que tengo ganas de ir para casa y tomarme una copa en el bar de un amiguete del barrio por donde pasan algunas tías que están buenas; hay mucha casada aburrida y necesitada de rabo.

—Eh, qué pasa; joder, qué daño

Me despierto en una habitación a oscuras, no veo nada, no sé dónde estoy y me duele el golpe que me han dado en la cabeza. Estoy atado en una posición incómoda, doblado por la cintura sobre un estrecho tablón y con brazos y piernas estirados, muy abiertos.

—Hola Camilo, cómo te va

Han encendido una luz potente que me ilumina de frente, así que no veo nada. La voz me resulta conocida a pesar de sonar disimulada a través de un trapo o algo así, pero no la identifico. Una mano empieza a tocarme los huevos, apretando algo fuerte, y otra mano acaricia mi culo, dándome un sonoro azote de vez en cuando con lo que me parece un cinturón ancho.

—Te estás poniendo cachondo Piraña

Es la misma voz, pero en la habitación hay más personas, seguro. Me estoy asustando. Me joden los azotes que no deja de darme quien sea, fuertes, espaciados, suenan como un tambor y duelen, pero no es tanto el dolor como el desprecio que suponen. Intento hablar y quejarme, pero tengo en la boca algo que me lo impide, una bola de goma que está sujeta a mi cabeza con correas.

—Camilín, a todo cerdo le llega su momento. Disfruta

Ahora son dos los que me golpean la espalda, el culo, los muslos. Me azotan sin prisa, dejando espacio entre cada golpe para que los sienta todos y cada uno, es agobiante además de doloroso, me están pegando con ganas. Me han dado dos rápidos fuertes azotes en los huevos, desde atrás, y mientras me retuerzo por el dolor y las ganas de vomitar, detienen la paliza e inmediatamente se acerca una mujer a mi cara. Me agarra del pelo y dirige mi cabeza hacia su sexo, me lo restriega por toda la cara, me da fuertes golpes con la pelvis, me hace chocar contra sus muslos de manera dura y desagradable. Tras un buen rato de este tratamiento de puro desprecio se detiene y, de repente, orina en mi cara, un chorro grueso, largo, potente. Me suelta el pelo —me lo ha dejado empapado— y me deja respirar tranquilo, ¡qué asco!

Al menos tres o cuatro personas situadas a mí alrededor se ríen con ganas cuando alguien comienza a tocarme la raja del culo para inmediatamente pasar a rozarme y restregarme con algo que no identifico.

—Vaya, buena polla se va a comer tu culo, Piraña

Está claro que es una polla de silicona. Intento moverme, quejarme, gritar, pero me tienen bien sujeto y amordazado. Empiezan a empujar en mi ano con un consolador que parece impregnado de aceite o vaselina. Me entra pánico, nunca he querido que me penetren el culo, me parece de maricones —he alardeado que en mi culo no cabe ni el bigote de una gamba— y ahora de golpe, con fuerza, me introducen cuatro o cinco dedos del consolador. Ah, cómo duele, no lo puedo aguantar, está duro, rígido, me quema dentro del culo.

Siguen empujando sin pausa y meten entera la polla falsa. Oh, qué jodido es, qué dolor. Simulan una follada adelante y atrás durante un rato, hasta que lo sacan lentamente —menos mal que al menos está lubricado— y oigo como se ríen mirando mi ano y haciendo comentarios sobre lo cerrado que está.

Vuelven a la carga, pero ahora el consolador es más grande, más largo y más grueso. Me lo enseña una mujer que lo lleva sujeto con un arnés, me golpea duramente en la cara muchas veces con la negra polla de silicona, como si me diera bofetadas, antes de colocarse tras de mí. Es horrible, le cuesta trabajo intentar meter ni tan siquiera el grueso capullo negro, pero lo consigue empujando —un hombre desnudo me ha sujetado de los hombros para que no pueda echarme hacia adelante— y me lo mete entero. Me está quemando por dentro, me rompe el culo, es una tortura cuando me empieza a follar con un metisaca lento, constante, profundo, sin llegar a sacar la polla entera en ningún momento, dando fuertes empujones al volver hacia adentro. La mujer está muchos minutos dándome por el culo, se debe cansar, lo saca y se ríe al decir:

—Si era virgen, mira la sangre de su culito desvirgado

Duele, joder si me duele.

Me tapan los ojos con lo que me parece un antifaz y después me liberan la boca. Apenas he podido disfrutarlo cuando oigo un clic muy característico y noto en mi cuello el roce de una navaja.

—No vas a hacer tonterías, verdad Camilo

No puedo identificar la voz del tío aunque me suena conocida. Rápidamente mete en mi boca bien abierta su polla blanda, un poco morcillona, de buen tamaño, sucia y apestosa.

—Vamos Piraña, mamando con ganas

Cuando ni siquiera me he hecho a la idea de estársela mamando a un tío, siento como me penetran de nuevo el culo. Es horrible el dolor que me provoca, se me pasa por la cabeza morder la ahora tiesa y dura polla, pero el contacto con la navaja me disuade de intentarlo. El hombre está muy cachondo, se está meneando el rabo, y sin decir nada se corre en mi boca. Intento echarme hacia atrás y retirar la boca, pero es imposible, su semen queda dentro, me tapa la nariz, me da golpecitos en la garganta y me veo obligado a tragar la leche de hombre mientras sigo sufriendo la tremenda enculada que me está pegando la mujer del arnés. Dura mucho rato, ella descansa, lo que aprovecha otra persona para azotarme con dureza, y luego vuelve a encularme, así, sin darme tregua, una y otra vez.

Me he desmayado en algún momento. Despierto completamente desnudo en un estercolero. Tengo el cuerpo impregnado de mierda, como si me hubieran rebozado en ella o me la hubieran untado por todos lados. A lo lejos veo una carretera en donde hay movimiento de automóviles y me dirijo hacia allí.

Me vi obligado a presentar denuncia en la comisaría tras salir de las urgencias del hospital —me daba la impresión que se partían de la risa según se iban contando unos a otros lo que me había ocurrido— nombré especialmente a Rosa y su marido, y varias semanas después me citaron para contarme que no había ningún indicio ni manera de localizar a quien me hubiera atacado y que las personas por mí nombradas estaban por aquellos días de viaje en México. Lo peor ha sido que se ha corrido la voz, se han enterado en la empresa y el cachondeo no para —me han dejado encima de la mesa notas acompañadas de braguitas rosas, tampones, fotos de negros con pollas descomunales, tarjetas de publicidad de casas de masajes para gays, un pequeño vibrador por si me entraba una urgencia y cosas así— y el personal de las contratas se ríe en mi cara. Se acabó pedir dinero e intentar follar con quien me dé la gana. Hasta me han hecho insinuaciones algunos conocidos homosexuales de por aquí.

Desde hace unos días circulan por la empresa las direcciones de internet en donde puede verse un vídeo de todo lo que me hicieron. En ningún momento se ve la cara de los violadores —así los considero, además de torturadores— ni el lugar en donde me tenían, pero a mí bien se me ve con el culo como un bebedero de patos y la boca llena de polla.

Me falta por contar lo que casi es lo peor. En la mejilla derecha me han tatuado el dibujo de un pez con la boca abierta y con muchos pequeños dientes, como si fuera una piraña, de unos seis centímetros de largo. Es tinta que utilizan los tatuadores chinos, me han dicho que se irá quitando con el tiempo, en cuatro o cinco años, que mejor no me lo toque, no vaya a ser que se quede permanente y nunca se borre.

He tenido que dejar de ir a los bares de esta zona. Estoy buscando otro trabajo —mis jefes de repente me presionan y exigen como nunca, además de quitarme el trato directo con las subcontratas porque doy muy mala imagen— y me voy a mudar de piso porque en mi barrio también se ha difundido el vídeo, que ha batido records de audiencia en la red durante días, y me conocen como Camilón el maricón. La de burradas que me dicen hombres y mujeres, ya he dejado de discutir, cabrearme y pelear.

Me han jodido bien o casi mejor decir que me han dado bien por el culo.

Mas de pedrocascabel

Frases y dichos

Felicia

Habilidad familiar

A veces… llueve

Intercambio de parejas

Follar me gusta

La mirada feliz (1ª parte)

La mirada feliz (2ª parte)

Anda que

Cactus

Daniela

Amalia & Cía

Cristina

Dinero

Culo

Aquellos barros trajeron estos polvos

Benditas sean las tetas

Gordibuena y algo más

El ático

Gotas de Maribel

¿Domingas?, sí, gracias

T + m = pc

Hombre lobo no soy, pero

69

Comina

Magdalena

Bisexual me llaman

Las tormentas

La suerte ayuda

La pulsera de cuero marrón

La madura me la pone dura

Dicen que las pelirrojas traen mala suerte

No sé si tengo un problema o es que me quejo de vi

La Duquesa

Las hermanas boticarias

El tío Lucas

Una familia como tiene que ser

Vacaciones originales

Jubilados

Miranda

Miguel, chico listo

Cipriana, la que manda

La odiada prima Fernanda

El islote Fantasma

Chelo o Algunas mujeres se ponen muy putas

Qué tendrá el oro

Veinte años o cosa así

Pues sí que me importa a mí mucho

El amo de Tierraluna

El señor presidente

El coma

El funcionario huelebraguetas (y II)

El funcionario huelebraguetas (I)

Tres días en Rabat

La máquina tragaperras roja con cara de payaso (I)

La máquina tragaperras con cara de payaso (y II)

Pon una mujer madura en tu vida, te va a encantar

Inés, la amante del tío Jesús – parte II y última

Inés, la amante del tío Jesús

La Academia

Volver a casa tiene premio

El que hace incesto hace ciento (parte 1)

El que hace incesto hace ciento (parte 2 y última)

Call-boy

Como una familia unida

Butaterm: calienta pero no quema

Macho muy macho

La bomba

Alegría

Sinceramente

Telecoño

Gintonic

Un barrio (y 2)

Un barrio (1)

Aquellas vacaciones

Marisa

Nunca es tarde

El cepillo de madera

Me voy pal pueblo

La nueva Pilar

La tía Julia

Nuestra amiga Rosa

Cambio de vida

Carmela

40 años

El punto R