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Comina

en Confesiones

Comina

Como casi siempre, dice la última palabra, supongo que para dejar claro que ella es la que manda. Pues vale, dame culo y llámame tonto.

Debe hacer como diez años o más que nos conocemos, prácticamente sin ningún trato hasta hace unos meses, simplemente como compañeros de trabajo en una empresa de más de doscientos empleados, y siempre por motivos laborales. De hecho creo que no sabía nada personal suyo hasta que ella misma me lo ha contado, solamente, al igual que tantos otros, me fijaba en su bonito simpático rostro y en el llamativo culazo que caracteriza a Comina, apelativo por el que se la conoce —relacionado con su apellido— y que sólo permite a sus allegados, so pena de recibir una buena bronca, porque otra de sus características personales es tener un genio tremendo, del que hace gala constantemente. No es la persona más simpática y querida de la empresa, su voz fuerte, dura, chirriante, tampoco le ayuda, pero es sabido que tiene muy buenos amigos tanto entre el personal como entre los jefes.

Comina —ya me puedo permitir llamarle así— tiene cincuenta y tres años, divorciada con dos hijas que viven y trabajan en Bruselas, es una de las secretarias del director y dueño de la empresa, desde siempre, por lo que atesora cierto poder y manda mucho en distintos ámbitos.

Físicamente hay que describirle empezando por su agraciado rostro, con unos preciosos grandes ojos color caramelo, rodeados de finísimas arrugas que apenas se aprecian, nariz recta, pómulos marcados y boca grande de anchos labios, que suele mantener con una mueca entre sonriente y escéptica, de manera que no sabes si le gusta lo que dices o va a explotar en una de sus exhibiciones de genio mal controlado. De estatura media —suele calzar zapatos de alto tacón— es bastante morena de piel y luce una densa media melena lisa de color castaño oscuro, con algunas hebras rubias dispersas, peinada hacia atrás, sin raya, sin flequillo, que en el trabajo suele sujetar con un ancho coletero de cuero. Más bien delgada, aunque de complexión fuerte, tiene tetas acordes con su tamaño, no muy grandes, altas, redondas, separadas, un poco aplastadas y caídas hacia los lados, con anchas areolas marrones, granuladas, que en su centro lucen pezones largos y gruesos, muy oscuros, que apuntan hacia abajo.

En su amplia cintura puede sobrarle algún quilo, pero no le hace especialmente feo, posándose de inmediato la mirada en la gran mata de rizado vello púbico, castaño como su cabello, que sólo arregla por los bordes y que esconde los anchos abombados labios vaginales, del color de los pezones. Está buena, es una madura todavía no ajada o avejentada en exceso, y lo verdaderamente llamativo es su culo.

Redondo, muy grande, alto, ancho, fuerte y duro, separadas las nalgas por una raja ancha, profunda y oscura, dejando ver el ano, apretado, amarronado, grande. De un bonito moreno natural, tiene algunas marcas de piel de naranja en el comienzo de la parte trasera de los muslos, y en lo alto de cada nalga un hoyuelo pequeño, levemente hundido, como si fuera un hueco especialmente reservado para posar el dedo gordo cuando le agarras de la cintura para follártela. Es todo un espectáculo verlo desnudo como estoy haciendo en este preciso instante, al mismo tiempo que lo acaricio suavemente. Si no fuera un culo tan rotundo, tan bueno, podría llegar a decirse que es demasiado grande, pero no, es llamativo, excitante, cojonudo. Está sujeto por dos muslos fuertes y anchos que se sostienen sobre piernas torneadas, levemente musculadas. Está buena Comina, es una hembra caliente, camera, camera, que tiene un polvazo, como he podido comprobar.

Hace algo más de medio año se casó mi jefe directo —trabajo en la unidad informática, en la asistencia a usuarios del software corporativo— y en la cena del festejo posterior a la boda, en la misma gran mesa redonda está sentada Comina. Me sorprende su simpatía, su saber estar, la charla adecuada, las bromas de buen gusto —elegante de manera discreta, lleva un vestido gris perla de punto, bastante por encima de las rodillas, que sentada se le sube muy arriba, poniendo de manifiesto que las medias grises terminan varios centímetros antes de llegar a sus ingles. El vestido queda ajustado de forma que es muy evidente su espectacular culo prodigioso —todos los tíos lo hemos mirado con cara de deseo— así que cuando al acabar algunos compañeros dicen de ir a tomar unas copas a una cercana discoteca, le pregunto si quiere venir, acepta sonriente tras pensarlo durante unos instantes y se acompaña de una amiga, compañera suya de despacho y de confidencias, al menos esta noche.

Nos reímos mucho en la zona del karaoke, tomamos varias copas a buen ritmo, bailamos todos en grupo, buen ambiente y, coincidiendo con la música lenta, empiezan a formarse algunas parejas que se separan del resto, algún beso entre los que están bailando de manera más apretada, los más solitarios se marchan a casa o van camino de la barra para seguir practicando el extendido deporte del levantamiento de vidrio, y cuando la amiga de Comina se acerca a decirle algo al oído que provoca la sonrisa cómplice de ambas y se despiden hasta el lunes, quedamos solos, no sé si en un silencio aburrido, demasiado largo y algo violento, así que no se me ocurre otra cosa que decirle:

—¿Quieres bailar?, soy un poco patoso

—Eso decís todos los hombres, si hace falta yo te llevo  

Con lo agarrados y juntitos que enseguida estamos no tengo problemas, simplemente nos dejamos llevar y, para mi sorpresa, Comina se aprieta muy mucho, con la cabeza apoyada en mi pecho —soy bastante más alto que ella— dándose algún que otro restregón con mi paquete y tocándome el culo varias veces, como valorándolo, sin cortarse ni un pelo.

Tengo práctica en culos de hombre, no te creas, quizás porque el mío tanto le llama la atención a los tíos, ¿no te gusta?, como no intentas tocarlo

Sonríe y se aprieta un poco más contra mi paquete. Hay que ser educado y hacer caso a las señoras, aprendí de niño, así que planto mi mano izquierda sobre las nalgas gloriosas de la mujer y empiezo a apretar, amasar, acariciar, disimulando por si nos miran, pero al sentir ese portento al alcance de mi mano, pierdo rápidamente la timidez y acerco ambas manos. ¡La leche, qué maravilla!

 —Parece que sí te gusta

Es fabuloso

—¿Quieres verlo? Vamos a mi casa

En su coche no sé qué decir —me parece que la fama de mala leche que tiene no me ayuda a lanzarme de manera más decidida— y es ella la que habla.

Vivo sola, no tengo pareja, ya tengo una edad y se me hace bastante cuesta arriba ir ligando por ahí. Mi culo atrae a los hombres con facilidad, pero procuro tener mucho cuidado con la gente que trabaja en la empresa, selecciono mucho, así que follo menos de lo que me gustaría. Alex, tú me gustas, sé que eres soltero sin novia, educado, discreto. Estás bueno y me pareces guapo, a tu favor tienes que eres veinte años más joven que yo, me ha parecido que gastas un buen paquete, así que no te engaño, me pareces casi perfecto. Nadie tiene que enterarse de esto, por supuesto. ¿Eres un poco tímido o me lo parece a mí?

Tardamos poco en llegar, aparcar en el garaje y meternos en el ascensor. Seré tímido, pero me he puesto cachondo como un verraco, abrazo a Comina —ella misma me ha dicho que así le llame y no por su nombre, Aurelia— y nos damos un muerdo guarro, baboso, excitante, durante el tiempo que tardamos en subir al cuarto piso. Busca la llave en su bolso y mientras abre la puerta agarro su culo con las dos manos, intentando abarcarlo con los dedos estirados, haciendo fuerza, apretando y soltando varias veces, notando la agitada respiración que empieza a tener la hembra. ¡Qué culo!

 Nada más cerrar la puerta nos morreamos como si se fuera a acabar el mundo, pasando rápidamente a desnudarnos, sin dejar de mirarnos las partes que vamos liberando de ropa.

Fuera el calzoncillo, quiero verte la polla

Eso hago mientras ella me mira, valorando lo que ve, sonriendo. La tengo tiesa, con una erección de las buenas, de las que uno se siente orgulloso y quiere lucir ante una hembra.

Qué cabrón, vaya rabo tienes, ¿cuánto calzas?; no disimules, que todos os la medís de jovencitos

—Bueno, cuando estoy empalmao, midiendo por la parte de abajo, diecinueve y medio de largo por casi cinco de ancho, el capullo un poco menos por la forma en punta que tiene

Comina se ha quedado con los zapatos de tacón y una braga minúscula tipo tanga, negra, de las de cordón grueso parecido a una cuerda de algodón, que apenas tapa nada por delante, permite a su mata de abundante vello desbordar por todos lados y parece realzar su culazo al bajar desde lo más alto de la cintura, a todo lo largo de la raja. Ufff, qué bien le sienta, qué excitante, y cómo lo sabe ella, luciéndose, contoneándose, caminando un poco para alejarse de mí, mirándose en el gran espejo de cuerpo entero que preside su dormitorio, doblando el cuerpo por la cintura para que destaque el culo en total plenitud, dándose la vuelta, quitándose lentamente el tanga, haciéndome un gesto con la mano para que me acerque a ella, con la sonrisa de quien sabe que ha triunfado, que lo que enseña es un preciado trofeo para el hombre que la está observando.

Nos besamos en la cama, apoyado el uno en el otro, me lleva con su mano a ocuparme de las tetas —me gusta mamarle sus pezones grandes, tiesos, duros— mientras no deja de acariciar suavemente mi polla. Le gusta hablar, llevar la iniciativa diciéndome lo que debo hacer.

Ahora te vas a ocupar de mi chocho y después te voy a dar lo que estás queriendo desde que lo has visto

Está caliente, mojada —me ha señalado el frasco de lubricante sexual que hay sobre la mesilla por si hiciera falta— de manera que ya acaricia mi polla con ganas, apretando, moviendo la mano arriba y abajo para descapullar mi glande, para excitarme, para mantener mi tiesa y dura erección, mientras yo acaricio su coño por fuera, después meto dos de mis dedos en la vagina, recorro con ellos la entrada en círculo varias veces, penetro a fondo metiendo y sacando durante un ratito, subo después hasta el clítoris, acariciándolo arriba y abajo, notando que es evidente que está hinchado, erecto, porque alcanza un buen tamaño.

Ahhhh, lo que me haces…, sigue un poquito más

Así lo hago, pero voy muy excitado y no quiero correrme con la mano de Comina. No le digo nada, me muevo para ponerme en posición y ella se arrodilla en la cama, a cuatro patas, primero con las rodillas juntas para presentarme el culo en todo su esplendor, y después, con la cabeza apoyada sobre el colchón, con las rodillas muy separadas, de manera que se evidencia claramente el apretado gran ojete, que parece me esté llamando, como si me guiñase un ojo para que me lance a por él.

Tras besar y acariciar las nalgas en toda su maravillosa extensión, llevo un par de minutos lamiendo la raja del culo de Comina, arriba y abajo, con mucha saliva, descansando de vez en cuando la lengua y metiéndole el dedo índice —tengo dedos finos y largos— varias veces, también el dedo medio, los dos juntos, a la vez. Me ha pedido que me dé lubricante en los dedos y se los meta, así lo hago, y la respuesta de la mujer parece ser subir su excitación, gimiendo levemente, en voz muy baja, apretando las nalgas de manera que noto como se quedan aprisionados mis dedos.

Te voy a romper la polla, te va a encantar

Lo de darle por el culo a las mujeres fue todo un descubrimiento desde la primera vez que lo hice. Me gusta y excita mogollón, me supone una satisfacción extra a lo que es puramente sexo, algo así como una sensación de poder, de control de la situación, de dominio sobre la hembra, no lo sé explicar. Son muchas a las que en principio no les gusta, ya sea por miedo al posible dolor, porque piensan que es una especie de desprecio o simplemente una guarrada o por lo que coño sea. Cuando les meto mi polla —algunas me han dicho que la forma alargada, en punta, de mi glande ayuda a la penetración— si no tienen el culo ya más abierto que el túnel del Guadarrama, se dan cuenta sin ningún género de dudas —los quejidos, grititos y hasta algún chillido que a veces oigo me la ponen más dura todavía— y aumenta mi excitación, como ocurre ahora con Comina, en quien penetro con facilidad, tranquilamente, empujando de manera constante tras haberme untado todo el largo de la polla con el oleoso lubricante sexual.

La mujer pone en su cara un gesto de suficiencia, como de estar por encima del rabioso deseo que me provoca su culo —ya estoy respirando metiendo ruido como si fuera un ventilador estropeado— de manera que me muevo adelante y atrás con mucho recorrido, aunque sin sacar en ningún momento la polla de este refugio tan cojonudo. No ha mentido, a cada pocos de mis pollazos, cuando más dentro la tengo metida, aprieta las nalgas, dentro del culo noto como si una fuerte mullida mano me agarrase y apretara durante varios segundos, quedando después libre para seguir atrás-adelante-atrás. La sensación en mi polla es estupenda, cojonuda, excitante a más no poder, y de manera inconsciente aumento el ritmo.

Ten cuidado, hazlo sin prisas

Estoy yo como para hacerle caso, así que cada poco voy aumentando la velocidad de la follada. Al poco rato los gemidos de la hembra son constantes, todavía en voz baja, al mismo ritmo del metisaca rápido, profundo, que le estoy dando bien agarrado a sus caderas. Está claro que se ha puesto muy cachonda, empieza a gemir ya en voz alta, habla de manera incomprensible —más tarde sabré que eran exclamaciones e insultos en francés— y mientras yo busco mi orgasmo, se afana en acariciarse el clítoris con al menos tres de sus dedos. Voy notando que el semen va a salir disparado en cualquier instante, más aún cuando Comina se corre dando un largo grito final que parece acabar con su ansiedad tras muchos segundos de orgasmo.

Se la saco de golpe mientras aún se sigue acariciando el clítoris, me la cojo con la mano derecha para terminarme ya mismo, y como al acabar se queda tumbada boca abajo con el culo en pompa, eyaculo soltando media docena de churretones de denso semen blanco que impactan sobre su espalda y las nalgas. ¡Qué gustazo, qué corrida más buena!

—¿Te ha gustado?, me parece que he acertado contigo y con tu polla

Como casi siempre, Comina dice la última palabra, supongo que para dejar claro que ella es la que manda. Pues vale, dame culo y llámame tonto. Me da un suave beso en los labios y quedamos los dos reposando, recuperando el resuello.

Tras preparar dos copas estamos desnudos en el salón de su casa, sentados juntos en un grandísimo sofá blanco, y me cuenta cosas sobre ella.

Mi ex marido es belga, llevamos ocho años separados, quería que dejara de trabajar y nos mudáramos a Bélgica cuando mis hijas se fueron a estudiar allí, pero no quise. Es varios años mayor que yo, un hombre caliente —me puso los cuernos muchas veces, demasiadas— al que mi culo le excitaba más que ninguna otra parte de mi cuerpo. Me gustó desde la primera vez que me lo hizo por detrás, él me penetraba analmente casi siempre, podía pasar horas besando, lamiendo y chupándomelo, eso le ponía a mil por hora, aunque a menudo descuidaba mi placer, mis corridas. La de pajas que me he tenido que hacer después que se corriera dos o más veces en mi culo

Según me está hablando acaricia mi polla y los huevos de manera distraída, suavemente, sin parar ni un momento. Yo la tengo medio abrazada, descansando mi mano derecha sobre su cadera y el muslo, tocándole las nalgas también lentamente, como si tal cosa.

Apenas funciona ya sexualmente, el pasado verano estuvo en Madrid unos días, cenamos juntos, vino a mi casa, unas copas, y, como si fuera una despedida, estuvimos follando. Me la metió por el culo con una buena erección, pero como no conseguía correrse le acabé con la boca mientras jugaba con mis dedos en su culo, eso es algo que a todos os gusta. Los tíos cada vez sois más maricones, no sé qué va a ser de las chicas jóvenes si no andan listas

No sé si me lo cuenta para ponerme cachondo, pero desde luego que lo está consiguiendo.

Alex, ¡cómo me gusta tu polla joven!

Inmediatamente se dobla por la cintura, y tras darme media docena de lametones, sujeta la polla con su mano izquierda y se la mete en la boca, como hasta la mitad, la saca, y ahora la mete casi entera. A la tercera va la vencida, se mete toda la polla en la boca hasta besar con los labios mi pubis, lo repite varias veces seguidas, sonríe, y se centra en mamarme el capullo, sin prisas, con lengua, labios, algún suave mordisquito… lo hace bien, muy bien. Con la mano derecha aprieta con suavidad mis testículos, pasando poco después a recorrer todo el largo del perineo y la raja de mi culo, arriba y abajo, muchas veces, con suavidad, deteniéndose en el ano, empujando levemente sin llegar a penetrarme, aunque sí abriendo un poco la entrada del ojete, hasta que en una de las ocasiones mete el dedo entero, a fondo, adelante y atrás varias veces, luego vuelve a recorrer la raja y cuando vuelve a penetrarme el culo lo hace ya con dos dedos. Tengo la polla tiesa y dura como nunca, debería fotografiarme la erección por si alguna vez se la tengo que enseñar a los nietos, joder.

Métemela, maricón, dame por el culo

Se tumba boca arriba sobre la cama con los pies bien plantados en el colchón, las piernas muy abiertas y dobladas por las rodillas. Me meto entre sus piernas, arrodillado, con la polla sujeta por la mano derecha, separando las nalgas con los dedos de la mano izquierda a la altura del ojete, acercando el capullo, moviéndolo un poco a derecha e izquierda, empujando de manera constante hasta meter la punta y un poco más. Sin problemas, allá va entera, ya está dentro toda ella. Qué bueno, joder, cómo me gusta este culo.

Estoy tumbado sobre Comina, mis brazos la abrazan por detrás, casi la envuelven, con las manos en el comienzo de sus nalgas, empujando cada vez que mi polla está dentro del todo. Le estoy dando una enculada de categoría, constante, rápida, profunda, a la búsqueda de mi orgasmo, lo que también hace ella, pues lleva varios minutos tocándose el clítoris con tres dedos extendidos, respirando muy fuerte, con su boca junto a mi oreja izquierda, jadeando, animándome en voz baja:

Sigue, no pares, sigue

Se corre, da un grito más fuerte y alto que dura muchos segundos durante los que sigue acariciando su clítoris. Yo no paro ni un instante, intento aumentar el ritmo y un corto rato después eyaculo, me corro lanzando mi leche lo más dentro del culo que puedo, con un orgasmo sentido, profundo, largo, de puta madre. Saco la polla llena de hilos de semen y me tumbo en la cama junto a Comina, quien me habla con voz suave, con altibajos, recuperando aún su respiración.

Qué gusto, Alex, me parece que nos vamos a ver a menudo. ¿Sabes?, a mi marido le gustaba azotarme un poco el culo, se excitaba mucho, y con el paso del tiempo a mí también me empezó a gustar, te dejaré hacerlo si te portas bien conmigo

Sólo oírlo y la polla parece que vuelve a dar señales de vida. Ufff, tendré que esperar bastante si hoy quiero tener otra erección, supongo.

Comina y yo llevamos ya más de dos años como amantes. Quedamos una o dos veces por semana, siempre en su casa, a veces salimos a tomar unas copas o a cenar, pero nuestro trato amistoso es puramente sexual, sí, tenemos confianza, me ha ayudado a ascender en la empresa, nos llevamos muy bien, pero somos conscientes de lo que queremos y nos podemos ofrecer mutuamente: sexo. Ella misma me ha presentado a una compañera de trabajo de mi misma edad, Lorena, guapa, buen cuerpo, simpática; bueno, salimos solos cada vez más a menudo, follamos desde hace poco y creo que nos gustamos bastante. Ya veremos qué pasa, eso sí, yo sigo diciéndome a mí mismo aquello de dame culo y llámame tonto. Me encanta, se lo plantearé muy pronto a Lorena, seguro que dice sí.

     

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