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Chelo o Algunas mujeres se ponen muy putas

en Hetero: General

Algunas mujeres se ponen muy putas

Soltero con treinta años recién cumplidos, moreno, alto, resultón, simpático, sociable, según me dicen, aficionado al boxeo, lo practico en el gimnasio dos veces por semana. Economista, trabajo en las oficinas de una empresa de servicios integrales en la que la mayoría son mujeres de entre veinte y cincuenta años. Me puedo quejar que pagan menos de lo que yo quisiera, que en ocasiones el trabajo es algo estresante por las prisas, pero de follar poco, no, ni mucho menos.

Nunca he hecho caso al dicho ese de donde tengas la olla no metas la polla o al otro de ni con la vecina ni en la oficina. Ahora mismo me lo estoy montando con tres mujeres distintas. Ana, la secretaria del jefe de contabilidad, rubia guapetona de cuarenta y siete años, casada. Llevamos follando como medio año. Pepa, programadora de informática, morena, de casi treinta años, soltera con novio, tiene fama de tirarse a todo lo que se mueve y prácticamente desde el primer día que llegué a la empresa nos lo hacemos cuando ella me llama. Desde hace un par de días, Chelo, de la unidad de facturación, de treinta y cuatro años, se insinúa y se pega a mí como una lapa, hemos salido a tomar una copa y nos hemos dado el lote a conciencia, hasta que ayer me hizo una mamada en mi coche. No sé si sigue con su novio o ya lo han dejado, porque no me lo ha dicho claramente. Hoy también hemos quedado a la salida del trabajo para ir a mi piso a follar.

Lo de Chelo ni se me podía pasar por la cabeza hace apenas una semana. Simpática sin alardes, muy educada, quizás algo tímida y reservada, buena chica, muy familiar, conservadora en sus opiniones, centrada en el trabajo y, hasta ahora, en su novio —Luis Manuel, tal y como ella le llama— abogado en una conocida empresa de refrescos de cola, cinco años menor que ella, buen tipo, simpaticón, con el que he hablado en un par de ocasiones tomando cañas. Todos damos por hecho que se casarán más pronto que tarde y que ella no le va a dejar escapar de ninguna manera. De momento, parece que algo se ha torcido en el camino previsto.

Chelo no es guapa, tiene rasgos duros en el rostro que se lo afean y una nariz demasiado grande. De estatura media-baja, tiene buen gusto para vestir, siempre de manera conservadora, pelo castaño claro que lleva corto, ondulado, se da mechas rubias, utiliza gafas que le sientan muy bien a sus grandes ojos de color caramelo, en su cara tiene algunas pequeñas pecas suavemente rojizas, al igual que por toda su piel. Boca recta de labios más bien gruesos. Por cierto, besa muy bien.

Lo que es indudable es que Chelo tiene un cuerpazo. A pesar de su discreta manera de vestir, en cuanto le echas una mirada te das cuenta que está muy buena. Tetas grandes, altas, de las que se muestra muy orgullosa, y así lo dice. Delgada pero ancha, no le sobra ni un quilo, con un culo redondo, alto, más bien grande, sujeto por muslos musculados y piernas bien torneadas. Todos los tíos nos ponemos rápidamente de acuerdo: es una de las mujeres de la oficina que está más buena. Y por suerte, estoy empezando a disfrutar de ella.

El pasado miércoles casi a la hora de comer viene a verme al despacho con dos facturas por las que ha preguntado su jefa. Estoy de pie junto a un archivador, por lo que se acerca a mi lado derecho con las facturas lo suficientemente en alto como para que ambos las podamos leer —me llega a la altura de los hombros— y se pega bastante, tanto como para que me dé cuenta que le estoy rozando el pecho con el brazo. Me muevo un poquito para separarme e inmediatamente se acerca más aún, con lo que el roce es mucho mayor y evidente. Sin movernos ninguno de los dos y como si estuviéramos leyendo el papel que sujeta, comienzo a subir y bajar muy levemente el brazo y —me llevo una gran sorpresa porque no se aparta— Chelo acerca el torso un poco más echándome las tetas sobre el brazo derecho y también las mueve de manera casi imperceptible a derecha e izquierda. Tras un largo minuto en el que me estoy poniendo cachondo como un mulo, le oigo decirme:

—Tú y yo nunca hemos quedado a tomar algo, quieres esta tarde o vas a salir con alguien

—No he quedado con nadie

—Como siempre traes coche, que te parece si me recoges en la esquina norte del aparcamiento a eso de las cinco

En eso quedamos. Sonríe, me dice algo relacionado con las facturas, se separa y se despide hasta luego. Joder, qué pasote. No me lo puedo creer, o lo ha soñado mi mente calenturienta o es verdad que Chelo ha quedado conmigo después de que me ha dejado rozarle las tetas de manera disimulada. Mi rabo empalmao me da la razón en lo segundo.

A las cinco menos cinco ya estoy en la esquina del aparcamiento, algo nervioso y con dudas de si vendrá o habrá sido un espejismo. Ahí está, sonriendo y mirándome como si me estuviera valorando.

—Hola, la pesada de mi jefa no se iba. ¿Conoces el pub de las mesas de billar?, invito yo a la primera copa

Le abro la puerta del coche y cuando estoy en el asiento del conductor poniéndome el cinturón de seguridad se vuelve hacia mí y me besa en los labios. Tardo unas décimas de segundo en responder, lo suficiente para que se abra paso en mi boca con su lengua y me dé un buen repaso, que en cuanto comienzo a compartir el beso se convierte en un muerdo guarro, lleno de saliva y muy estimulante.

—Nos conocemos hace ya como cinco años y nunca hemos quedado como no sea en grupo. ¿Te gusto?, porque miradas sí que me echas, sobre todo a las tetas

—Bueno, Chelo, es que son muy evidentes y…

—No, sí me gusta que lo hagas. Hay mucho baboso por ahí, pero tú eres simpático y educado, puedes mirar lo que quieras

No sé qué pensar ni qué decir. Me acuerdo de su novio y estoy a punto de preguntar por él para saber en qué situación están, pero ya hemos llegado, aparco casi en la puerta y cuando entramos en el local Chelo dice:

—Vamos a una mesa del fondo, son más discretas

Nos traen los gintonics que hemos pedido y tras unos sorbos la conversación toma el sesgo que yo quería.

—Mi novio y yo nos hemos dado mutuamente un tiempo de reflexión para ver si queremos seguir juntos o lo dejamos. Me ha parecido ver a Luis Manuel tontear demasiado con una de sus compañeras y yo no estoy para perder el tiempo ni soy segundo plato de nadie. Tú me gustas mucho

Se gira un poco, nos abrazamos y nos damos un beso vicioso, de los que me excitan. Mis manos se van solas al culo de Chelo, acariciando con suavidad, avanzando hacia los muslos, mientras nos volvemos a besar. Paramos lo suficiente como para tomar un trago y la mujer aprovecha para desabrochar por completo la rebeca que lleva y un par de botones de la camisa.

Joder, qué espectáculo las tetas que se vislumbran por el escote. Juntas, apretadas, duras. Qué ganas tengo de comérselas.

—Aquí no me voy a desnudar, pero luego en el coche te las enseño, te van a gustar

Otro rato de besos y suave magreo —cada vez menos suave— me ponen empalmao como el mango de una pala. Ninguno de los dos queremos otra copa así que pago —me encanta ver la expresión del camarero, que tras mirar discretamente el escote de Chelo pone cara como de decir: joder tío, cómo te vas a poner— y cogidos de la mano vamos hasta el coche.

—¿Conoces el barrio de San Ramón?, yo vivo allí

Sin apenas hablar nada, besándonos en los semáforos en rojo, llegamos en pocos minutos al barrio de Chelo.

—Sube por la primera, ¿ves el colegio?, aparca donde la verja verde

No hay nadie por allí, ya no es horario escolar, y el denso arbolado oscurece la poca luz que queda. Por indicación suya nos vamos al asiento trasero.

Sonriendo, mirándome a los ojos, se quita la chaqueta y desabrocha rápidamente la camisa por completo, se la quita y queda luciendo un bonito negro sujetador, grande, bien armado, con mucho escote. No me deja que le toque las tetas por encima de las copas del sostén. Se ríe, echa sus manos a la espalda y con habilidad suelta el broche mágico, se quita —casi se arranca— el desabrochado sujetador y ante mí surgen dos tetas fabulosas. Grandes, altas, duras, levemente caídas hacia los lados, moteadas de pequeñas pecas, con unos pezones rojizos tremendos, largos y gruesos, situados en una areola perfectamente circular también rojiza. ¡Qué tetas!

—Son para ti, haz lo que quieras con ellas

Con una mano en cada una, acaricio, amaso, aprieto, sopeso, levanto, separo, pellizco, mientras dura el larguísimo mojado beso que nos damos. Besa muy bien, de manera excitante. Chelo me ha desabrochado la camisa y sus manos se enredan en el pelo de mi pecho, acariciando de vez en cuando mis pezones, apretando con cierta fuerza e incluso dando algún tirón al vello.

—Como me gustáis los hombres con pelo en el pecho, parecéis más hombres, más machos

Ha llegado el momento de comerme esas maravillas. Primero unos suaves besos en el comienzo de cada pecho, después, lamer toda la extensión de ambas tetas durante un ratito, mientras sigo acariciándolas con las manos, y por último, paso a ocuparme de los tiesos grandes pezones. Son del tamaño de medio dedo, nunca he visto nada igual, parece que te metieras una polla pequeñita en la boca. Me estoy poniendo ciego.

—Te vas a poner malo del empacho de tetas que te estás dando

Chelo me está pasando una mano por los muslos y el culo, mientras sigue acariciando y pellizcando mi pecho.

—Deja que te la saque, quiero ver cómo es

Con habilidad y rapidez desabrocha el cinturón y el botón de la cintura del pantalón. Lo baja hasta las rodillas y rápidamente coge la cinturilla del slip con las dos manos y también lo baja.

—Vaya pollón, qué grande. Me gusta

Inmediatamente después de volverme a sentar Chelo agarra mi crecido rabo y con la mano derecha no para de acariciarlo, mientras que con la izquierda coge mis hinchados testículos y los aprieta alternado suavidad y un poco más de dureza.

—Es una polla muy buena y bonita, qué dura la tienes

Ahora ya me está haciendo una paja con todas las de la ley. Arriba y abajo, con suavidad —ha escupido saliva un par de veces sobre el tronco y el capullo— pero con fuerza y firmeza, su mano derecha no para ni un segundo mientras con la izquierda va pasando de los huevos al culo una y otra vez. Le da tiempo a darme algún que otro beso que respondo con dificultad por el calentón y la ansiedad por correrme que tengo. Mis manos no sueltan las tetas de Chelo en ningún momento y le doy algún que otro pellizco a los pezones.

—Es la primera vez que quedamos, seguro que pensarías que soy muy puta si follamos. Te voy a aliviar con la mano y mañana a lo mejor te hago una mamada

¡Guau!. No aviso, me corro eyaculando como una central lechera. Más de media docena de densos churretones de semen impactan sobre las tetas y la cara de la mujer, quien sigue acariciándome bastante rato, cada vez más suavemente, hasta que no me queda ni una gota y mi orgasmo da paso a una placentera sensación de relajación y tranquilidad.

Con unos pañuelos de papel Chelo se limpia las tetas y la cara. Hasta en el pelo le he salpicado de leche. También me pasa uno de los pañuelos por el capullo, por si queda algo de semen.

—Seguro que te gustaría que me llevara a la boca y tragara tu leche de hombre chupándome los dedos o que me la extendiera como una crema por las tetas. A todos os gusta. Más adelante

Me besa en los labios con suavidad, enciende un cigarrillo —fuma muy poco— y sigue hablando con su voz fuerte, un poco chillona.

—Tengo las bragas empapadas, no sé si quitármelas. Me has puesto muy perra, mucho, esta noche me tendré que hacer una paja de las buenas para poder dormir

Yo alucino un poco por la total y absoluta confianza con la que habla conmigo, teniendo en cuenta que realmente apenas nos conocemos, pero me gusta que lo haga.

—Eres muy alto y grande, con esa polla tan buena que tienes y la cantidad de semen que echas, debes preñar a las mujeres fácilmente

Aún no he dicho nada. Termina el cigarrillo, nos vestimos, me da otro suave beso y vuelve a hablar.

—Llévame hasta el final de la calle, yo vivo como a treinta metros

Eso hago y antes de salir del coche nos damos otro beso.

—No voy a comentar nada con nadie de la oficina, hay mucha cotilla y lagarta sueltas. Si te pones cachondo no te hagas una paja. Mañana por la tarde te haré una mamada, bueno, si quieres que quedemos de nuevo

Otro suave beso y un gesto con la mano. Veo que entra en su portal y yo marcho hacia mi casa. Estoy hecho un lío, satisfecho, pero algo confuso. Me trata como si fuera su novio o como si fuéramos a serlo ya mismo. No sé, tengo claro que me la quiero follar, está muy buena, y parece una tía que no se corta un pelo y sabe darle gusto a un hombre, a las pruebas me remito. Me voy a aprovechar todo lo que pueda y si hay que cortar por lo sano, pues así lo haré en su momento.

Llevaba razón la cabrona de Chelo, me he despertado empalmao como un verraco, pensando en sus tetas y necesitado de correrme. Me ha costado mucho contenerme.

Sólo hemos hablado unos instantes en la entrada del comedor de la empresa, lo suficiente para saludarnos y concretar que a la salida quedamos donde ayer.

—Anoche me hice una paja, mi madre entró escandalizada a la habitación de los gritos que estaba dando

—Pues llevabas razón, está mañana no hacía otra cosa que acordarme de ti

Una caricia en la cara y el pelo mientras conduzco, varios suaves apretones de su mano en mi paquete y una promesa al oído acompañada de un lento lametón en el lóbulo con la punta de la lengua.

—Pobrecito, un hombre tan hombre necesita mujer a menudo. No deberías dormir solo, sino con tu esposa. Verás que mamada te voy a hacer

La tarde ha sido larga, hemos parado en un par de bares hablando de la oficina y de los tíos y tías que están buenos y nos tiraríamos. Besos, muerdos, caricias cada vez más indiscretas y mi polla como un cacho de madera.

—Chelo, necesito más, quiero estar contigo

—Vámonos al aparcamiento del colegio

En el asiento trasero del coche nos desnudamos mirándonos el uno al otro sin dejar de besarnos. Me lanzo a por sus tetas en cuanto las libera, dándole un homenaje especial a los pezones y ayudo a que se quite la falda y las pequeñas bragas negras que lleva. Qué culazo, qué muslos, qué mata de vello púbico, castaño, largo, muy rizado y suave.

—¿Querrás que lo rasure? Si te gusta comerlo lo haré

No puedo contestar, estoy muy ocupado en mamar sus pezones, en acariciar los mojados labios del sexo y en moverme para que Chelo pueda bajarme los pantalones y calzoncillos. Lo conseguimos.

Acaricia con maestría el tronco de mí polla y los huevos. Me hace moverme hacia adelante en el asiento, la mano derecha la mete por debajo de mi culo hasta llegar a la raja y con la mano izquierda se ayuda primero a meterse el capullo en la boca y luego sujeta los testículos, apretándolos levemente.

—Está rica, se nota muy dura. Te va a encantar

Durante muchos minutos Chelo se afana en darme gusto con su boca. Lo hace muy bien, con interés, con ganas, con variedad de caricias —hay tantas tías que sólo saben llenar la polla de saliva— mirándome a los ojos atenta a mis reacciones. Primero aprieta suavemente todo el tronco con los labios y los dientes, como si lo pellizcara, como si lo fuera a morder, pasando a lamer el capullo, con mucha, mucha saliva y continuando sus lamidas por toda la polla y los testículos. La mano que tiene en mi culo se ocupa de acariciar con suavidad la raja, deteniéndose de vez en cuando en el agujero, apretando un poco, sin llegar a entrar del todo. La otra mano pasa a ocuparse de los huevos desde el momento en el que se mete la polla en la boca, intentando las primeras veces que le entre entera. Tras un rato, se centra en el capullo, primero con la punta de la lengua, con unas suaves lamidas que en seguida cambia, mamando de manera rica, muy rica. Lo hace de puta madre, con diferentes ritmos, excitándome al máximo, con suavidad, pero también firmeza. ¡Qué mamada!

La postura me permite acariciar sus grandes tetas, centrándome en los pezones. No se queja si aprieto más de la cuenta o los estiro. Cuando deja de acariciar los huevos y agarra el tronco del rabo sé que me falta poco para correrme. Sin dejar de mamar el capullo sube y baja su mano en un movimiento perfecto, como si atornillara la polla, deprisa, acompasando mano y boca. No puedo más.

Ahhhhh, qué bueno. Echo mi leche como si el mundo se fuera a acabar o algo así. Joder, qué sensación más cojonuda.

Ver como la mujer traga el semen sonriendo, sin dejar de mirarme a los ojos, dejando caer parte en sus tetas para extenderlo como una crema y sentir la punta de la lengua que recorre muy suave y lentamente toda la polla, limpiando cualquier resto de lefa, no tiene precio. Quedo un poco adormilado.

—¿Te ha gustado?

—Ha sido la mejor mamada de mi vida

—Pues quien sea mi marido las va a tener siempre que quiera

Contesto después de un rato, cuando me recupero. Chelo está fumando.

—¿Y tú?, ¿no quieres ahora?, que es lo que más te gusta

—Lo que más me pone es satisfacer a mi hombre, saber que está bien follao, que no le falta sexo. Vamos a vestirnos. ¿Querrás follar mañana? Esta noche me tengo que hacer otra paja

Minutos después nos hemos despedido con un beso y hemos quedado para ir a mi piso al salir del comedor —es viernes y salimos a las tres. Ha sido cojonudo. Por cierto, se ha dejado en el coche las pequeñas braguitas negras que llevaba.

Paso la mañana algo despistado pensando en la cita con Chelo. Estoy deseando follármela. Seguro que merece la pena.

Hay mucho tráfico, como casi todos los viernes por la tarde. En el coche nos damos algún que otro beso en los semáforos y vamos charlando.

—Te dejaste las bragas en el coche, las llevo en el bolsillo

—¿Te excita olerlas? ¿Te has masturbado envolviendo tu polla en ellas?

—No, aunque no ha sido por falta de ganas, es para devolvértelas

—Son un regalo para ti, quédatelas y úsalas como más te guste

Se vuelve hacia mí poniendo las piernas dobladas sobre el asiento. Baja la larga cremallera que lleva su falda en un costado descubriendo por completo los muslos y el peludo pubis.

—No me he puesto bragas, llevo todo el día mojándome pensando en cómo me la vas a meter

Joder, la polla me pega un brinco dentro del pantalón. Ya estoy como un verraco.

—Anoche me dio mi madre dos bofetadas por guarra. Se dio cuenta que llegaba sin las bragas y salida como una mona

Ya hemos llegado. Mientras esperamos al ascensor en el aparcamiento nos abrazamos, nos besamos y llevo mi mano hacia su coño. Está mojada y gime en voz muy baja según le acaricio. Lleva su mano al paquete y me acaricia por fuera del pantalón. Así seguimos hasta entrar en mi casa y, en el pasillo, ya nos hemos desnudado tirando la ropa al suelo, sin dejar de comernos la boca. Al entrar al dormitorio me distancio un poco de ella para poder verla por completo. ¡Qué buena está, qué cuerpo! ¡Qué ganas le tengo a ese chochazo!

No creo que quede ni un centímetro de piel que no nos hayamos besado, lamido, chupado —durante varios minutos hemos jugado a un guarro sesentaynueve— pero ambos ya estamos deseando follar. Chelo se tumba boca arriba en la cama, a lo ancho, con una almohada en la cintura para elevar el pubis.

Estoy empalmao como en los mejores momentos. Respiro jadeando, al igual que la mujer, enfrento mi polla hacia el denso peludo mojado, me agarro a las caderas de la excitada hembra y muevo arriba y abajo el rabo para que el capullo restriegue los labios mayores, que me da la impresión se abren dando boqueadas esperando la penetración. Voy hasta su agujero ayudándome con la mano y empujo con fuerza, de manera constante, hasta que la tengo toda dentro.

—Ahhh, qué pollón, me llenas el chocho

Me gusta oír los gemidos de la hembra cachonda, que aumentan de nivel al mismo tiempo que yo aumento el ritmo de la follada, sin parar ni un momento, cada vez un poco más deprisa, intentando llegar más dentro, sintiendo como se abren y cierran las paredes vaginales, como se ajustan al tamaño de mi polla, que parece deslizarse por un suave lago de denso aceite. Ver a Chelo con las manos fuertemente agarradas a la sábana, los ojos cerrados muy apretados, la boca muy abierta buscando aire, los aleteos de las paredes de la nariz, el pubis que intenta subir para estar más cerca de la polla, como si pudiéramos quedar soldados uno al otro

El ruido de entrar y salir del coño es un plof-plof constante que ya se confunde con mi rabiosa respiración y con los grititos de Chelo, que detiene un momento los jadeos para decir con voz que casi no logro entender:

—Dentro, córrete dentro

Estoy muy cerca del orgasmo cuando me sobresalta el grito de la mujer, fuerte, muy largo, no demasiado alto, con altibajos que van en paralelo a los espasmos de la vagina que aprietan y sueltan el rabo durante muchos segundos, de manera tal que me corro como una fuente de semen, lanzando dentro del chocho muchos chorretones. ¡Qué gusto! ¡Qué polvazo más bueno!

Chelo ha quedado completamente quieta y saco la polla ya blanda, empapada, con hilos de semen colgando. Me encanta ver cómo va saliendo mi leche de hombre del coño, como pequeños borbotones blancos o transparentes. Me acuesto junto a la mujer ya a lo largo de la cama y quedamos ambos descansando, dormitando, satisfechos.

Sólo son tres días los que hemos quedado, y me ha dado más placer que otras mujeres en meses. Es una máquina del sexo, perfecta esclava sexual, una puta convencida de lo que hace para darle gusto a su hombre. Coño, si hasta me sorprendo a mí mismo pensando en ennoviarme con ella, aunque no dejo de pensar que cuando quieren pillar novio algunas mujeres se ponen putas, pero que muy putas, y después de logrado el objetivo de casarse, se acabó lo de darle placer al marido a todas horas y de todas las maneras.

Ya han pasado cinco semanas desde que Chelo y yo quedamos por primera vez. Follamos casi a diario o al menos me satisface con la boca y sigue siendo una bomba sexual cada vez que lo hacemos. Nunca he estado tan contento en toda mi vida, salvo porque no quiere usar preservativos —eso es sólo para los enfermos, según ella— y cada vez me pide más que me corra dentro de su vagina, lo que hago en ocasiones.

Me ha mandado un e-mail diciendo que hoy se tiene que retrasar, que quedemos en el pub al que vamos de vez en cuando poco después de las siete. Al entrar me sorprendo porque Chelo está con Luis Manuel y otra mujer. Antes de que pueda cerrar mi boca abierta por la sorpresa, me hacen señas para que vaya a su mesa, Chelo se levanta, me da un discreto beso de amigo en la mejilla y dice:

—Ya conoces a mi novio. Esta es mi prima Irene, que empezó a trabajar en la empresa la pasada semana, en la sección de grandes contratos

Nos damos un par de besos Irene y yo, Luis Manuel me da un fuerte apretón de manos. Pedimos unas copas, charlamos brevemente y Chelo, amorosa y con cara de felicidad, toma de la mano a su novio.

—En realidad vais a ser los primeros en saberlo, nos vamos a casar la primera semana de marzo en el ayuntamiento del pueblo de mí madre, o sea, dentro de poco más de un mes. Los dos estáis invitados, por supuesto

Qué decir y qué pensar si anoche me estaba mamando la polla en el coche como muchos otros días, como una fiera. Intento que no se note mi sorpresa, pongo una sonrisa de compromiso, les doy la enhorabuena, sigo la conversación tipo buen rollito y cuando poco después Chelo y Luis Manuel dicen que se van a marchar para comunicárselo a sus respectivas familias, quedo encargado de llevar a su casa a Irene.

—No te sientas obligado, por favor. No vivo lejos de aquí y puedo ir andando. Disculpa mí comentario, pero me parece que te has llevado una gran sorpresa con lo de la boda. Mi prima me ha contado lo vuestro y lo mucho que le gustas

Me apetece charlar, así que no tengo ningún inconveniente en hablar con Irene de este asunto.

—Ha sido una sorpresa relativa, pero no sabía nada de su reconciliación. Realmente Chelo y yo sólo somos amigos y desde hace poco tiempo

—Por lo que ella me ha ido contando, follamigos a tiempo completo. Te habrás dado cuenta que lo importante para Chelo es casarse y tener hijos, cree que ya es mayorcita y se le puede pasar el arroz

Nos hemos tomado otra copa y ya empieza a ser tarde porque mañana hay que trabajar. De manera natural nos damos un beso, sonreímos e insisto en llevar a Irene a su casa. Me va dirigiendo por las calles de un barrio cercano y aparco junto a un jardín enfrente de su portal.

—Conmigo no debes tener miedo, me divorcié hace medio año y no tengo intención de volverme a casar, así que no busco novio, pero me gusta follar

Palabras que suenan en mi oído como un bálsamo tras lo de esta tarde. Besos, caricias, nos metemos mano, me lanzo a comerle las tetas —también son de muy buen tamaño, en realidad físicamente se parecen bastante Chelo e Irene— y a acariciarle el coño. Se nota que está salida, y enseguida logro ajustar el movimiento de dos de mis dedos en el clítoris con el ritmo que necesita para correrse. En pocos minutos tiene un orgasmo largo y ruidoso, tan mojado que me llama la atención. Yo paso, no estoy demasiado animado para hacer nada ahora a pesar de su sincero ofrecimiento.

Un beso y buenas noches. Mañana nos veremos en el trabajo. Seguro que nos daremos gusto en muchas ocasiones.

    

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