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Bisexual me llaman

en Confesiones

Bisexual me llaman

Igual soy bisexual, yo qué sé, tampoco me preocupa, ¿acaso no da igual?

Hasta hace no demasiado tiempo cuando oía cosas como bisexual, swinger, pareja liberal, intercambios, cambio de rol, pensaba que todo eso eran tonterías propias de gente que se aburre follando o quizás asuntos de maricones más o menos dentro del armario. El sexo que mola es follarse a una tía, pim-pam, pim-pam, darle gusto y que ella me lo dé a mí, cuantas más veces y más mujeres, mejor, o al menos eso he pensado siempre.

Cuando conocí a Elena me quedé prendado de ella y, tal y como me dice, ella de mí. Guapa, elegante, desde el primer día follamos sin parar, de todas las maneras, en multitud de lugares, a todas horas. Joder, qué bueno, qué polvazos más cojonudos, cuánto placer mutuo. Casi me sorprendió un poco que siempre está dispuesta para follar y que no se corta ni un pelo, me pide lo que le apetece, me da lo que le pido y nada de hipocresía o malos rollos. A follar y a disfrutar. Así tendrían que ser todas las mujeres, sin comeduras de coco que sólo valen para limitar el placer que dan y el que reciben, además de crear dudas y malos rollos en la relación de pareja.

La primera vez que me propuso montarnos un trío fue con una amiga suya, me pareció bien porque Encarna está tremendamente buena. Excitante a tope ver a las dos mujeres besarse, acariciarse, ponerse mutuamente cachondas, atender las dos al mismo tiempo a mi polla, ponernos ciegos cada uno con los otros dos cuerpos, observar cómo se chupan las tetas, cómo se comen el coño, metérsela a las dos según me apetece, pasar de una a otra, recibir todo tipo de excitantes caricias… Como si yo fuera el protagonista de una peli porno y ellas estuvieran a mis órdenes. Ni pensé que en su caso se pudiera hablar de bisexualidad o algo así, sólo me importó que me corrí varias veces echando más semen que la manguera de una central lechera.

Repetimos el numerito una docena de ocasiones, y cuando las dos me propusieron que el novio de Encarna se uniera a nosotros, no dudé, dije sí, en especial por la ilusión y ganas que ambas mostraban y quizás porque en ese preciso momento estaba muy excitado mientras una me comía la polla y la otra me metía la lengua en el culo. Como para decir no.

Miguel es un tipo simpático, vacilón —electricista, trabaja con su padre en el negocio familiar— y en cuanto tiene tiempo se machaca en el gimnasio, dedicándole los fines de semana a Encarna, parece estar coladísimo por ella. Ya me habían dicho Elena y Encarna que Miguel tiene buena polla, y ahora que le he visto desnudo puedo asegurar que es verdad, larga —veintitrés centímetros medidos por su novia— recta, de color moreno oscuro, un poco estrecha para mi gusto —yo calzo dieciocho y medio de largo por casi cinco de ancho, con la seta del capullo más gruesa todavía, levemente curvada hacia arriba, de color tostado claro— pero no es a mí a quien le tiene que gustar, supongo.

En un primer momento me daba corte que Miguel supiera que me he hecho a su novia varias veces, pero como Elena me dice que Encarna se lo ha contado y le parece muy bien porque son una pareja muy liberal en el sexo, y además él se excita con los detalles, me quedo tranquilo, un poco a la expectativa de lo que vayamos a hacer los cuatro.

   

Todavía no he descrito a Elena, mujer de veintisiete años, de buena estatura, delgada, una tía buena siempre arreglada y bien vestida —es peluquera, esthéticienne, asesora de imagen, trabaja con su madre en el salón de belleza que tienen en un centro comercial de una zona residencial bastante pija— guapa y llamativa.

Yo mido uno ochentaidós y ella me llega a los ojos, rubia natural —se tiñe de distintos tonos según le apetece— delgadita, bien formada, es todo un pibón. Cambia a menudo de peinado, aunque nunca deja crecer demasiado el cabello porque le molesta para trabajar. En su rostro destacan las cejas finas, estrechas, perfiladas, de un rubio dorado oscuro, que contrastan con el tono de pelo que lleva en cada momento, con bonitos ojos azul-verdosos, nariz recta, boca redondeada de labios chupones. El delgado y estilizado cuello da paso a hombros redondos y finos que parecen tirar hacia arriba desus tetas no demasiado grandes, muy redondas, separadas, un poco aplastadas, con pezones redonditos de color beige, rodeados por una tenue areola del mismo color. Me da un gustazo tremendo mamárselas, porque además se pone muy cachonda cuando me ocupo con ganas de sus pequeños pezones.

Ni gota de grasa en el cuerpo, su estómago apenas abombado luce un piercing en el redondo ombligo —es una pequeña flor de las nieves de brillante acero— y se continúa en el liso vientre sin un solo pelo —se depila por completo el vello púbico, aunque a veces se deja un pompón rubio al que da forma de triángulo invertido o deja un fino y corto cordón al estilo de las playas brasileñas— quedando a la vista los tersos labios vaginales.

Su espalda es recta y lisa, de bonita piel, con algunas rubias pecas diseminadas, terminada al llegar a la fina cintura, en donde las altas caderas cobijan un culo cojonudo: alto, fuerte, redondo, del tamaño perfecto para su cuerpo —siempre dice que es un poco grande, pero creo que lo dice con la boca pequeña para que yo responda que en todo caso es maravillosamente grande— con las nalgas separadas por una estrechísima raja que hacia el final se abre en ese triángulo mágico que deja ver el apretado rugoso ano, del mismo color que los pezones, y el final de los bonitos labios vaginales. Me encanta comerle el coño y el culo desde atrás durante un largo rato, para después penetrarle con la polla, se pone loca de excitación.

Piernas altas, largas, finas, fuertes, perfectas, con muslos levemente musculados. Es uno de sus puntos fuertes, cuando se viste con ajustadas calzas, con vaqueros o minifaldas bien cortas y pegadas al culo, esas piernas calzadas con zapatos de taconazo y el glorioso culo, componen un espectáculo visual que hace volverse a los tíos a mirar. Está buena la rubia.

Su amiga Encarna es otro estilo de mujer. Muy morena de piel es más baja de estatura que mi novia, pero también más redondeada, con curvas verdaderamente llamativas. Resulta muy atractiva con su melena larga, densa, fuerte, brillante, ondulada, de color castaño —en ocasiones se tiñe en distintos tonos pelirrojos— peinada casi siempre en cola de caballo o en una gruesa trenza que baja por la espalda hasta cerca de la cintura, dejando a la vista la ancha frente y unas bonitas orejas de pequeño tamaño. Bajo las delineadas cejas tiene unos ojazos oscuros que parecen carbón ardiente cuando te miran, con pómulos redondeados bien marcados y una boca grande de labios gruesos que te llevan a pensar en las mamadas que hace, todo dentro del perfecto óvalo de su cara. A mí me parece muy guapa, con un cutis perfecto, siempre de un tono moreno suave, tostado natural.

Delgada, pero fuerte y ancha, lo primero que destaca en su cuerpo son los pechos, dos tetas grandes, altas, picudas, separadas, fuertes, duras, con areolas oscuras, muy anchas, en cuyo centro lucen gruesos y largos pezones cilíndricos —de más de dos centímetros— que parecen querer apuntar hacia los lados. Es una excitante alegría visual ver cómo se mueven esos prodigios, como dos grandes flanes de los que cocinaba mi abuela. Joder, vaya par de tetas, y cómo me pongo con los pezones de esta mujer, para mí es todo un festín.

El abombado estómago contiene un achinado ombligo que llama la atención porque al lado, a su izquierda, lleva tatuada una negra pantera en actitud de saltar, con las garras a punto y fauces abiertas, de tamaño pequeño, resulta bonito. Nunca he sabido si ese tatuaje tiene algún significado para ella, aunque alguna amiga sé que le llama Jugui, parece ser que por jaguar, otra manera de decir pantera. Pubis peludo, de vello castaño nunca rasurado del todo, arreglado casi siempre en forma de ancho cordón que deja crecer hasta llegar al ombligo. Los anchos y gruesos labios vaginales están siempre brillantes, del mismo color moreno oscuro de los pezones, parecen estar protegidos por los fuertes muslos, sostenidos por piernas también fuertes, torneadas, esbeltas.

Su espalda musculada, ancha, morena, levemente sinuosa, es perfecta, sin marca o mancha alguna —cuando suelta la coleta parece que una preciosa cortina de brillante cabello la esconda— se ensancha un poco por ambos lados a la altura de la cintura —en broma dice que son dos asas para que los tíos se agarren fuerte y se la follen mejor— y las redondeadas caderas se continúan en nalgas redondas, duras, perfectas, que dan lugar al llamativo y excitante culo, grande, alto, como un perfecto melocotón partido en dos por una ancha raja que deja entrever un ano oscuro, apretado, rugoso, deseable. Buen culazo el de esta hembra morena.

Si Elena es un pibón de estilo moderno, esbelta, algo pija, Encarna es algo así como el sexo que camina, con sus atributos de hembra maciza muy evidentes, siendo ambas mujeres deseables, excitantes, calientes. Doy gracias a los dioses del sexo por mi suerte de follarme a las dos.

Vivo solo en una zona de chalets independientes cercana al comienzo de la carretera de Burgos, me surgió una excelente oportunidad y a buen precio compré la casa, completamente amueblada, a un conocido que marchaba urgentemente a vivir a Estados Unidos y necesitaba dinero rápido. Aquí es donde siempre hemos quedado para montarnos nuestros numeritos sexuales, y hoy que estamos los cuatro juntos por vez primera, también. En el amplio salón estamos desnudos, sentados, medio tumbados sobre varias cómodas colchonetas de gimnasio colocadas entre dos grandes sofás, reímos, nos besamos como jugando, cambiando de pareja mujer-hombre constantemente, hasta que las dos mujeres nos exigen a Miguel y a mí que nos besemos.

Bueno, supongo que sabía para lo que estoy aquí, pero me da corte, por decir algo. Hace años un amigo, compañero de estudios, me declaró su amor por mí y, durante un largo puente que pasamos en Ibiza, nos besamos en la intimidad de nuestra habitación y terminamos follando, en mi caso más por curiosidad que otra cosa, pero ni me repugnó ni me molestó, muy al contrario, gocé, me corrí las veces que se la metí en el culo y con las mamadas que me hizo, pero en ningún caso me animé a chuparle la polla y él no hizo intención de encularme, lo que agradecí, en aquellos momentos no me hacía demasiada gracia tener una polla ni en la boca ni en el culo. Después no he tenido ni las ganas ni la necesidad de tener sexo con hombres, aunque sí me han dado por el culo un par de mujeres poniéndose un arnés que sujeta una polla de silicona, y me ha gustado, me he excitado mucho, me he corrido con ese lento fluir del semen cuando te enculan, que parece que la corrida dure más tiempo. Tampoco he pensado en ningún momento que fuera bisexual o swinger o lo que sea por ello. No sé, a ver qué pasa ahora.

Pasa que los primeros dos suaves besos que nos damos los dos tíos en los labios no dejan de ser una chiquillada, pero el tercero es un muerdo de una vez, a tornillo, con las lenguas en acción, abrazándonos, acomodando las cabezas para besarnos mejor, comiéndonos la boca con estilo guarro, repitiendo… me ha gustado, claro que sí, estoy empalmao y Miguel también. Hace un comentario sobre mi polla que a todos nos hace reír, e inmediatamente pasa a acariciarme los huevos, apretando suavemente varias veces, volviéndonos a besar —lo mismo hacen Elena y Encarna, se besan, se comen la boca, se turnan para mamarse los pezones, acarician sus culos y muslos, sin dejar de mirarnos ni un momento— tocando y acariciando mi culo con la mano que tiene libre, pasando a masajear mi tenso rabo durante un rato, hasta que se pone en cuclillas, lame mi capullo varias veces y después se la mete en la boca sin dejar de menear la piel de mi tranca. Joder, lo hace cojonudamente, me gusta, estoy palote, palote.

Ha estado comiéndome la polla un buen rato —parece tener práctica en esto porque le veo muy suelto— y ahora me pide que se la meta en el culo. Rápidamente se pone doblado por la cintura, con brazos y manos apoyados sobre el respaldo de uno de los sofás, una de las mujeres impregna la raja de su culo con aceite lubricante y la otra masajea mi rabo con el mismo denso líquido para que esté muy suave. Nueva broma por el grosor de la polla e inmediatamente Encarna dirige mi capullo, bien sujeto con una de sus manos, hacia el ojete de su novio, empujo suavemente, sin prisas, de manera constante, mientras la guapa mujer mueve muy levemente, a derecha e izquierda, mi polla, buscando la manera de entrar con facilidad. Apenas tardo unos segundos en penetrar sin mayores problemas, doy un empujón más fuerte y todo el capullo más algunos centímetros de mi tranca se introducen en el ano, que me parece está lo suficientemente acostumbrado como para que no resulte doloroso a Miguel. Empujo agarrándome a las caderas del enculado y le meto el rabo entero, quedándome quieto durante unos breves segundos, escuchando las exclamaciones de excitación del electricista, quien se congratula de tenerme dentro y del tamaño de la polla.

Nada más penetrar a Miguel, Encarna se ha puesto detrás de mí, primero acariciando —me gusta mucho que pase sus uñas sobre mi piel, sin llegar a arañar o marcar, pero que yo note que lo está haciendo— y lamiendo cada centímetro de mi espalda, y después, ocupándose del culo. Se ha agachado en cuclillas, sujetándose con las dos manos en mis nalgas, y al mismo suave ritmo de la follada que he comenzado a darle a su novio, penetra mi ano con su ensalivada lengua, aprovechando también para lamer la raja del culo arriba y abajo. ¡Qué bueno es, qué excitante me resulta!

Mientras tanto, Elena se ha hecho hueco y se arrodilla ante Miguel para chuparle la polla, sin prisas, apenas sin moverse, dejando que el ritmo de mi polla al moverse adelante y atrás en el culo sea lo que determine la velocidad y profundidad de la mamada. Miguel avisa que va muy cachondo, que durará poco, y en eso de dos o tres minutos se corre dando un corto grito, me urge a que se la saque y agarra la cabeza de Elena con ambas manos para echarle toda la leche de hombre bien dentro. Termina dando otro grito corto, se separa de nosotros y se tumba en uno de los sofás porque estará fuera de juego durante un largo rato, según sus palabras.

Mi novia dice que ahora es a mí a quien hay que dar por el culo, coge un consolador de los que en ocasiones utilizamos en nuestros juegos de pareja y me tumbo en la colchoneta sobre mi lado izquierdo. Elena se pone detrás, suaviza mi ano con lubricante, poco a poco me va metiendo una polla de buen tamaño, suave, ni demasiado tiesa ni demasiado dura, mientras no deja de hacerme bromas y de llamarme maricón, algo que le gusta hacer porque se excita. Encarna se ha tumbado delante de mí, se coloca en posición para que le pueda meter la polla a cuchara y ella misma me la coge para ayudarme a introducirla en su empapado coño. Suave, caliente, tan acogedor y apretadito como siempre, cojonudo.

Los tres hemos acompasado nuestros movimientos en una follada tranquila, a ritmo lento, determinado por el consolador que Elena maneja en mi culo. Me pone verdaderamente cachondo sentir muy dentro la polla de silicona, adelante y atrás, sin llegar a salir nunca del todo, al mismo tiempo que noto en mi rabo el roce y la presión de las paredes vaginales de Encarna, quien apenas mueve sus caderas, de manera que me parece como si una mano grande, blanda, mullida, caliente, suave, estuviera sujetando mi polla, dando apretones de distinta intensidad, haciéndome un pajote de categoría, bueno de verdad. Ya estoy necesitado de correrme, pero me resulta tan cojonudo este ritmo que no quiero aumentar la velocidad de la follada.

Encarna lleva ya un rato masajeándose el clítoris con tres dedos de la mano derecha, gimiendo en voz alta, respirando con fuerza, aumentando la velocidad del movimiento de pubis y caderas, obligándome a mí a ir más deprisa en la penetración, y también a Elena, quien no ha dejado ni un momento de meter y sacar el consolador en mi culo, hablando en voz alta, llamándome de todo —maricón es su insulto preferido— y poniendo a su amiga de perra salida para arriba.

Me corro sin avisar, le pido a Elena que me saque el consolador, lo que hace de un rápido tirón, doy un largo suave grito y eyaculo dentro del chocho de Encarna echando mi semen lentamente, con poca fuerza, durante muchos segundos, en una corrida muy larga y tremendamente sentida. Cierro los ojos, me quedo quieto atacado por el sopor y la calma propios de una excelente eyaculación, y sólo perturba mi tranquilidad el tremendo grito que da Encarna al correrse, con un orgasmo que también parece durar mucho tiempo a tenor de los muchos e incontrolados pellizcos, muchos suaves y algunos más fuertes, que siento en la polla morcillona provocados por sus espasmos vaginales. Relaja el cuerpo, hace que saque la polla de su coño y queda intentando recuperar la todavía agitada respiración.

Elena enciende un cigarrillo, nos llama cabrones porque dice que la hemos dejado tirada sin correrse, aunque ni siquiera hace intención de masturbarse, y los cuatro quedamos tranquilos durante un buen rato, sin hablar, adormilados.

La tarde ha continuado por los caminos del sexo, cada oveja con su pareja, pero viendo y escuchando la follada de los otros. Tras oír y sentir a Elena correrse con mi polla bien dentro del coño, me he terminado con la mano viendo moverse a Encarna encima de Miguel, como si estuviera montada en un toro mecánico, dando un largo y alto grito final que parece de agonía más que de placer.

Estoy apuntado a un gimnasio en el que dos tardes por semana nos reunimos aquellos que practicamos boxeo, somos menos de veinte. Dan clases un par de maduros antiguos preparadores profesionales y aparecen a menudo boxeadores en activo, algunos conocidos entre los aficionados. Hay buen ambiente y aquí no tenemos los típicos adictos al ejercicio con ánimo de hacer musculatura o los fachillas que creen que el boxeo es para pegarse en riñas de calle.

Al mismo gimnasio va Miguel, aunque apenas coincidimos. Hoy se ha acercado a vernos a los del box para después tomar unas cañas conmigo y charlar. En resumen, se trata de decirme que le gustó mucho que le metiera la polla y ahora le gustaría follarme a mí, los dos solos, sin mujeres. En un primer momento no sé qué decir, pero sí, acepto sin reservas y nos vamos a su casa que está más cerca que la mía.

Nos desnudamos rápidamente, besándonos sin parar, luchando con nuestras lenguas dentro de la boca, buscando ponernos más cachondos todavía, aunque ambos lucimos una buena erección. Miguel me conduce hacia el dormitorio para que me tumbe boca arriba en la cama, coloca las dos grandes almohadas bajo mi culo e inmediatamente comienza a comerme la polla con verdadera gula, metiéndosela muy dentro, volviendo al capullo, mamando con labios, lengua, dientes, la boca entera. ¡Qué bien lo hace, qué cachondo estoy!

Del cajón de la mesilla de noche ha sacado un espray de suave aceite sexual, pringa su polla y después lleva los dedos de su mano derecha a la raja de mi culo, recorriéndola arriba y abajo varias veces hasta detenerse en el ano y meter los dedos bien lubricados. Me gusta la suavidad y delicadeza con que lo hace, a pesar de la urgencia que dice tener por penetrarme.

Me ha preguntado si se debe poner condón y he respondido que no. Doy un respingo más bien de aprensión que de dolor cuando mete la punta de la polla en mi culo, lo noto claramente, pero no más que cuando Elena me penetra con un consolador. No se detiene, sigue empujando de manera constante hasta que toda está dentro, se sujeta abrazado a mis piernas abiertas dobladas por las rodillas, bien asentados los pies sobre la sábana, e inmediatamente comienza a darme un suave y lento metisaca.

Me está gustando mucho, es muy parecida la sensación a cuando me encula una mujer con una polla de silicona, pero no es lo mismo, es mejor, será el calor de una polla de verdad o la percepción psicológica, pero el caso es que me gusta que me esté dando por el culo. Al principio estaba algo tenso y más aún cada vez que sentía la polla totalmente dentro de mí, pero como aconseja el dicho, me he conseguido relajar y estoy disfrutando, excitado, con ganas de correrme pero sin prisa alguna. No es el caso de Miguel, quien ha aumentado el ritmo y busca su corrida de manera desesperada, respirando con mucha fuerza, dándome unos buenos pollazos, provocando que nuestros muslos choquen metiendo ruido.

Se corre lanzando un grito no muy largo, ronco, en voz baja, apretado contra mí, abrazándose más fuerte aún a mis piernas dobladas, echando su semen dentro del culo —la verdad es que apenas noto otra cosa que un movimiento poco perceptible de su polla, quizás cierta humedad— y un nuevo bufido que da fin a su orgasmo. Me la saca, se tumba a mi lado, y todavía respirando con dificultad me dice que me la va a mamar, que no me lo haga yo con la mano.

Apenas tarda un minuto en recuperarse y empezar a comerme la polla, se ayuda de la mano para cascarme un pajote cojonudo, sin dejar en ningún momento de atender con su boca al glande. Le quito la mano cuando intenta meterme los dedos en el culo y se afana en lograr mi corrida, lo que consigue en un corto rato. No se aparta a pesar que le aviso y recibe mi eyaculación en la boca, sin grandes chorros de semen, sino más bien fluyendo la leche de hombre con suavidad durante bastantes segundos. No lo traga, lo escupe sobre la sábana. Ha sido una buena corrida, placentera.

En el cuarto de baño no me agrada especialmente la sensación de tener el semen de Miguel en mi culo, e intento que salga rápidamente lo que pueda quedar dentro sentado en la taza del váter, antes de meterme en la ducha. Se me ha cortado un poco el rollo, no sé la razón. Me despido de Miguel sin asegurarle que vayamos a quedar más veces los dos solos, tal y como me pide, aunque le reitero que me he corrido bien, que me ha gustado. Ya veremos.

Menuda bronca me he llevado de Elena cuando se ha enterado por Encarna que follé con Miguel, los dos solos. No sé muy bien por qué, nada dice, pero le ha sentado tan mal que se va tras llamarme cerdo maricón unas cuantas veces y no atiende a ningún tipo de explicación por mi parte. Telefoneo a Encarna para ver si ella puede decirme algo que yo no sepa, y quedamos para tomar una copa cuando salga del trabajo.

El último que se entera es al que se le queda más cara de tonto. Me cuenta Encarna que Elena lleva una larga temporada viéndose con un tío dueño de un exitoso restaurante del centro comercial en el que ella trabaja. Muchas de las veces que se ha justificado por no poder quedar conmigo diciendo que tenía mucho trabajo no era más que había quedado con ese hombre. Vaya, no lo esperaba, al menos debería decírmelo, supongo.

No sé si me he entristecido o me he cabreado o el asunto me ha afectado menos o más de lo que a priori podía haber pensado. Estoy confuso. Tomo un trago de mi copa, agradezco las frases amables que me dice Encarna y sin disimulos ni tapujos le pido que nos vayamos a follar.

Por momentos he llegado a pensar que estaba utilizando a Encarna como si fuera Elena, para vengarme por haberme ocultado lo del otro tío, por engañarme a pesar de la libertad que de manera tácita nos hemos dado mutuamente en asuntos de materia sexual. Lo pienso porque nada más llegar a su piso la he desnudado rápidamente, sin hablar, sólo dándome prisa, después le he hecho un gesto para que me desvista con urgencia, estando completamente callado todo el rato, como si pasara de ella, como si sólo me interesara tratarle como objeto de mi deseo y de mis ganas de sexo.

¡Qué mujer!, la hostia, cuánto me gusta. Después de regodearme unos pocos segundos en contemplar su cuerpazo ni la he besado en la boca, sólo me he entretenido mamando sus pezones, metiéndomelos en la boca, apretando con lengua y labios, mordisqueando suavemente, incluso arrancando algún suave quejido de Encarna, quien me ha cedido la iniciativa por completo sin decir nada. Está excitada porque la noto muy mojada cuando llevo mi mano a su coño, apenas media docena de veces, sin intentar meter los dedos dentro o acariciar el abultado clítoris. Le doy la vuelta con cierta brusquedad, obligo a que se ponga a cuatro patas sobre la cama, con las rodillas cerca del borde, la cabeza apoyada, humillada, sobre el colchón y sus manos sobre las nalgas, para que haga el gesto de empujar a derecha e izquierda para abrirse el culo, para ofrecérmelo.

He cogido el frasco de lubricante sexual que hay en la mesilla, impregno dos de mis dedos y sin ningún preámbulo los meto en su culo casi de golpe, varias veces. De nuevo un par de suaves gemidos es la respuesta que consigo de Encarna. Paso mi mano derecha por toda la tranca para que el aceite la deje suficientemente suave e inmediatamente me cojo la polla con la mano, me ayudo a colocarla en el agujero, empujo sin pausa, de manera constante, y logro introducir el capullo antes de agarrarme a las caderas y empujar con más fuerza hasta meter toda la polla en el culo de la mujer, quien levemente se ha quejado del grosor y me ha pedido que tenga cuidado. La respuesta que le doy son dos sonoros azotazos, me agarro a las nalgas con fuerza, afianzo las piernas y comienzo un fuerte, duro y rápido metisaca. En un corto espacio de tiempo le estoy pegando una follada de la hostia, buscando mi placer, sin prisas, sabiendo que va a llegar, recreándome en el sonido de los azotes que de vez en cuando le doy a Encarna, en los gemidos y grititos constantes que denotan su excitación, en sentir el roce apretado pero suave de mi polla dentro de su culo y en mi propia voz cuando empiezo a decirle lo puta que es.

Estoy con los ojos cerrados, respirando muy fuerte, cercano al orgasmo, así que imagino que es a Elena a quien le estoy dando por el culo, a quien llamo puta muchas veces más, a quien castigo las nalgas con los fuertes pellizcos de mis dedos agarrados como garras… Ohhhh, qué bueno, qué gusto, qué corrida más cojonuda.

Todavía atontado por la sensación placentera de mi orgasmo, he sacado la polla ya morcillona del refugio maravilloso que es su culo, me he tumbado a su lado, y en lo que me parece poco rato, oigo a Encarna correrse, dando un grito largo, fuerte, continuado hasta el momento en el que se queda completamente quieta.

Una vez nos recuperamos charlamos un rato, me disculpo con ella por si se ha sentido utilizada por mi desilusión y cabreo con Elena, pero me contesta que se ha acostado conmigo siendo totalmente consciente de la situación y le ha gustado mucho. Bien, me alegro.

Con Miguel no me he vuelto a ver salvo de lejos en el gimnasio. Encarna y él lo han dejado, por aburrimiento y, según dice ella, porque lo que de verdad le gustan a él son los hombres y que su novia sea atractiva para que le sirva de anzuelo para pillarlos.  

En las últimas semanas me he visto poco con Elena. Está claro que nos hemos ido distanciando, más o menos desde que estuve follando con Miguel, aunque en el sexo siempre nos ha ido bien y todavía hemos estado follando hasta esta misma tarde. Por supuesto en ningún momento nos hemos echado en cara la presencia o no de otras personas en nuestra vida sexual, y aunque he estado esperando por si iba a decirme algo del tipo del restaurante, no lo ha hecho. Hoy lo hemos dejado definitivamente, sin malos rollos, adiós y que te vaya bien, gracias por lo bueno que me has dado, de lo malo mejor olvidarse.

La verdad es que cada día me gusta más Encarna y siempre estoy deseando quedar con ella, primero, por ese cuerpazo que tiene y lo bien que nos lo montamos follando, segundo, porque hablamos, tenemos mutua confianza, nos reímos mucho y está claro que juntos nos encontramos bien. Sé que a ella le sucede lo mismo, me lo ha dicho varias veces, así que tras considerarlo vamos a intentarlo como pareja, sin ponernos metas, estando juntos, aprendiendo día a día de lo que vayamos viviendo.

¿El sexo?, nos va bien, solos o con quien se tercie, si nos apetece, sin prejuicios, dando por bueno que todo vale siempre y cuando nadie esté obligado o a disgusto y siempre se pueda decir no. ¿Los tíos?, con alguno lo he hecho, pero siempre estando Encarna conmigo, dado que le gustan los tríos, tanto con otro hombre como con otra mujer. No me llaman especialmente, pero tampoco les rechazo.

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