miprimita.com

69

en Confesiones

69

Lo que de verdad le gusta es correrse mientras se come mi polla, el sesentainueve es su número favorito, a mí me parece perfecto

Está claro que las casualidades existen. Después de unos siete años sin trato ni noticia alguna, Marga y yo hemos ido a encontrarnos en Lisboa, ciudad bonita, amable, tranquila, pero que no se puede decir esté incluida obligatoriamente en todos los tours turísticos, más aún fuera de temporada veraniega, como es el caso. Bueno, tras la sorpresa nos hemos saludado agradablemente, incluso de forma alegre y cariñosa, y como además estamos alojados en el mismo céntrico hotel, comemos juntos, solos los dos en una mesa apartada del grupo de tres amigas con el que ella ha venido y al margen de la reunión comercial-publicitaria que me ha traído a mí y que enseguida me ha aburrido.

Nos reímos, sigue siendo una excelente conversadora cuando tiene confianza y se encuentra a gusto, nos damos algunas noticias de nuestra vida durante estos años, salimos a tomar café fuera del hotel, paseamos un rato a pesar del aire frío otoñal que se ha levantado y terminamos deteniéndonos en un bar semivacío delante de dos gintonics, bebida con gran número de seguidores por todo el mundo, gracias a los dioses. Nos ponen una ginebra inglesa fabulosa, así que repetimos.

Al final no te casaste con tu novio el concejal

—No, me terminó aburriendo tal y como tú me decías, no estaba nada motivada. Además, lo único que buscaba era beneficiarse de mi negocio por si le salía mal lo de la política. ¿Y tú?

—Bueno, alguna que otra pareja temporal, pero nada definitivo, no he encontrado ni mi media naranja ni mi medio limón

—Tomy, ¿por qué dejamos de vernos?

—Te enfadaste mucho conmigo cuando supiste que me había follado a una compañera de trabajo, me echaste de tu restaurante con cajas destempladas y lanzamiento de platos incluido, me pediste que no volviera a verte, ni siquiera telefonearte, varias veces lo intenté y me colgaste y una vez que me acerqué hasta tu casa te vi besarte muy intensamente en el portal con el que era tu novio, subisteis al piso, me marché

—Me sentó muy mal, me dolió —todavía recuerdo que esa zorra se llamaba Mercedes— aunque no tenía derecho, yo era igual de zorra, dado que tenía novio formal y además alguna que otra vez me lo hice con el rubito aquel que tan bien nos caía a los dos, ¿lo sabías?

—Sí, me lo encontraba en el fútbol y una vez me lo contó con mucho miedo

—¿No le pegarías?

—¿Y qué culpa tenía él?, simplemente le alabé el buen gusto. Todavía nos saludamos de vez en cuando los días de partido

—¿Estás solo en tu habitación?, quiero follar, tengo ganas de ti

En el ascensor no nos hemos besado porque van varias personas más, pero como siempre hacía, disimuladamente le he dado un buen repaso en el culo con mi mano, acariciando, apretando, casi pellizcando con todos los dedos. Sigue siendo un culo cojonudo, y la falda de punto que lleva me ha permitido confirmarlo. Su respuesta me recuerda que sigue siendo una mujer caliente, pasa su mano por mi paquete, lo aprieta, busca todo el largo de la polla para recorrerlo con la mano. Antes de entrar en la habitación telefonea brevemente a una de sus amigas para decirle que no se preocupen que mañana comerán juntas y les contará, que sigan con el plan turístico que tenían previsto, y tras cerrar la puerta nos besamos en la boca con la intensidad de siempre, abrazados, jugando con nuestras lenguas, durante mucho rato.

Nos desnudamos mirándonos el uno al otro. Marga es una mujer medianamente alta, delgada pero ancha, con cuarenta y tres años —dos más que yo— de abundante cabellera rubia con algunas hebras muy claras, que lleva hasta algo más abajo de los hombros, peinada sin raya ni flequillo. A mí me parece guapa —rasgos más bien duros, muy marcados los pómulos, mandíbulas rectas, barbilla prominente— muy atractiva, de cutis siempre levemente moreno, tostado, grandes ojazos oscuros, nariz romana y boca grande de labios gruesos. Sigue teniendo un cuerpazo: sus fuertes redondeados hombros parece que estén tirando hacia arriba de las tetas altas, no especialmente grandes, separadas, redondas como anchas bolas terminadas en punta, muy bonitas, con pezones redondos, gruesos, de un suave color marrón, con areolas difuminadas poco visibles. Está en su peso, no le sobran quilos en la alta y ancha cintura, en el estómago apenas abombado se hace notar el pequeño redondeado ombligo y, lo que para mí supone tanto una novedad como agradable sorpresa, lleva el pubis y el sexo completamente depilados —recuerdo un llamativo pequeño bosque salvaje de vello rubio— dejando visibles los grandes anchos labios vaginales, del mismo color suavemente amarronado que los pezones. Tiene una piel perfecta, sin manchas, siempre morena del atractivo tono tostado de su cutis, con la fuerte espalda levemente sinuosa, caderas fuertes, redondas, que engloban unas nalgas grandes, altas, anchas, alargadas, separadas por una raja apretada y profunda, oscura. Es un culo de una vez, de los que hacen volverse a los tíos para mirarlo, sujeto por muslos musculados, alargados al igual que las piernas bonitas, finamente delineadas.

—Espectacular, Marga, como siempre, qué buena estás

—Déjame ver tu polla, la he echado de menos

Montar en bici dicen que no se olvida, estar con Marga, tampoco. Como decía la canción: besos, ternura, derroche de amor, una locura, y el cuerpazo de esta hembra, qué maravilla. Le tengo metida la polla desde atrás, los dos tumbados en la cama sobre el lado izquierdo, con uno de mis brazos pasando bajo su cuerpo de manera que con la mano puedo acariciar sus tetas golosas, besándonos guarramente a cada pocos pollazos, con la otra mano ocupándome de su abultado clítoris, todavía suavemente, sin prisas, notando el leve movimiento adelante-atrás de la pelvis de Marga, quien respira con fuerza, muy profundamente, cada vez más agitada. Empiezo a moverme un poco más, cogiendo velocidad, con más ritmo, intentando darle ya una buena follada.

No, Tomy, por favor, como a mí me gusta

Si algo caracteriza a Marga es lo mucho que le gusta el sexo oral. Le gusta follar, claro, no pone reparos a distintas posturas o a que se la meta en donde más me apetezca —su perfecto culo es siempre una grandísima tentación— pero lo que de verdad le gusta es correrse mientras se come mi polla. El sesentainueve es su número favorito, a mí me parece perfecto.

Estoy tumbado boca arriba, con los pies bien aposentados sobre las sábanas, las piernas dobladas por las rodillas, muy abiertas, con el cuerpo bastante relajado. Marga está sobre mí, boca abajo, situada de manera tal que sus rodillas quedan más o menos a la altura de mi pecho, por lo que su sexo y su culo quedan completamente a disposición de mi boca, que tengo prácticamente enterrada en su coño, lamiendo, mamando, comiendo, bebiendo sus abundantes jugos sexuales, empapando toda mi cara, ensalivándole el crecido abultado clítoris —cuando lo tiene erecto es verdaderamente llamativo porque es muy ancho y alcanza los dos centímetros de largo, me sorprendió tanto en su día que se lo medí— oyendo su agitada respiración, los grititos de excitación que da cada vez que me detengo durante unos cuantos segundos a mamarle el clítoris, momento que aprovecha para incorporarse, acercar aún más su coño a mi cara casi sentándose encima y mover las caderas en círculos o adelante-atrás, restregándome todo su chocho por la cara, impregnándome más aún de sus densos jugos sexuales, deteniéndose una y otra vez para que siga comiéndole el clítoris, y poco después volviendo a empezar toda la maniobra. A todo esto no para ya de gemir en voz más alta, de hablar como si me estuviera ordenando no parar —sí, sigue, sigue; vamos, cabrón, no pares— de bajar un poco más el culo hacia abajo para intentar sentir más mi lengua. Durante todo este rato no suelta ni por un instante mi polla, que mantiene fuertemente agarrada con una de sus manos mientras que con la otra acaricia mis huevos.

De vez en cuando llevo mis manos hacia sus tetas, cojo sus pezones tiesos y duros con mis dedos, los acaricio primero media docena de veces, pero enseguida aprieto y estiro hasta que de nuevo vuelve a doblar su cuerpo y pasa a ocuparse de mi polla con la boca.

Con sus brazos por fuera de mis piernas, entretiene ambas manos en acariciar suave y tranquilamente mi culo, los testículos, la cara interior de los muslos, mientras disfruta de la comida de coño que le sigo haciendo. Tras unos largos segundos de gemidos continuados provocados por un nuevo rápido masaje de mi lengua en su clítoris, Marga se agarra con bastante fuerza a mis muslos, y tras darle unas lamidas rápidas al glande, se mete la polla casi entera en la boca, mamando, sin dejar de utilizar su lengua, hasta que poco después comienza un rápido sube y baja a lo largo de la tranca, con la boca lo suficientemente cerrada y apretada como para que yo sienta perfectamente el recorrido que me hace, compaginándonos ambos en ritmo y velocidad. Bueno, muy bueno.

Es una comepollas fabulosa, lo hace muy bien, con ganas, disfruta recibiendo y dando, concentrada, sin perder el ritmo, respirando con mucha fuerza, metiendo ruido al chupar, con la cara empapada de su propia saliva —a los dos nos gusta vernos en acción, así que las miradas hacia el espejo que nos refleja sobre la cama son constantes— dando gemidos no muy altos, que crecen en intensidad según se acerca su orgasmo.

En alguna ocasión llegamos a corrernos casi al unísono, aunque casi siempre era ella la primera en llegar al orgasmo, y ahora así sucede. Se queda completamente quieta y callada durante apenas cuatro o cinco segundos, con la boca abierta, los ojos cerrados, hasta que da un suave quejido, respira con fuerza y grita, en voz alta, de manera continuada durante los muchos segundos que dura su orgasmo, con una corrida tremenda, sentida, que la mantiene en tensión, sin apenas moverse durante todo el tiempo. Cuando termina, se incorpora, deshace nuestro enlazamiento de cuerpos, se tumba a mi lado, acerca sus labios a los míos para darme un leve beso, muy suave, y en voz baja, quebrada, intentando aún recuperarse, me habla:

Qué bueno, Tomy, qué rico. Ahora tú

Es aquí cuando suelo decidir si le quiero meter la polla y dónde, pero toma ella la iniciativa, acaricia con sus manos mi necesitada polla, sonríe, me mira a los ojos, besa suavemente mi capullo varias veces seguidas, se puede decir que de manera cariñosa más que sexual, e inmediatamente empieza a comerme la polla con verdaderas ganas de darme gusto. Duro poco, mi tremenda excitación no es capaz de oponerse a la acción combinada de su lengua, los labios, los dientes, y el subibaja rápido, constante, efectivo, de sus manos en mi tranca. Me corro lanzando un gran número de chorros de semen que Marga, sujetando y dirigiendo mi polla, hace impactar sobre su cara, el pelo, las tetas. ¡Guau, qué gozada!

Un beso en los labios, caricias en la cara, quedamos durante un rato relajados, en silencio, descansando, gozando mutuamente de la presencia del otro.

Sólo nos separamos un ratito al mediodía, Marga habla con sus amigas y se despide hasta que se vean en Madrid, yo también charlo brevemente con los organizadores del evento en el que estoy —soy cocinero, asesoro a varios locales y a una cadena internacional de comida mediterránea, por lo que viajo a menudo— y también me despido hasta vernos en Madrid la siguiente semana.

Nos hemos dejado llevar por un capricho quizás propio de adolescentes. Es lo que tiene la ilusión renovada de dos personas que siempre se han gustado, supongo. Paseando por la parte más alta y menos comercial del barrio del Chiado hemos descubierto el local de un tatuador —una joven de origen angoleño— hemos estado viendo sus bonitos dibujos étnicos y nos hemos decidido a ponernos uno que hemos modificado un poco: una letra T enlazada con una M, y en medio de ambas un pequeño 69. Hemos tardado varias horas, pero ya de madrugada, los dos lucimos este tatuaje, Marga en el lado izquierdo del pubis y yo en el lado derecho.

Hasta dentro de tres días no había billetes de avión para volver los dos juntos a Madrid, así que nos hemos cambiado a una habitación doble y vamos a pasar este tiempo tal y como hasta ahora hemos hecho, dedicado a nosotros, follando.

   

Mas de pedrocascabel

Frases y dichos

Felicia

Habilidad familiar

A veces… llueve

Intercambio de parejas

Follar me gusta

La mirada feliz (1ª parte)

La mirada feliz (2ª parte)

Anda que

Cactus

Daniela

Amalia & Cía

Cristina

Dinero

Culo

Aquellos barros trajeron estos polvos

Benditas sean las tetas

Gordibuena y algo más

El ático

Gotas de Maribel

¿Domingas?, sí, gracias

T + m = pc

Hombre lobo no soy, pero

Comina

Bisexual me llaman

Magdalena

Las tormentas

La suerte ayuda

La pulsera de cuero marrón

La madura me la pone dura

Dicen que las pelirrojas traen mala suerte

No sé si tengo un problema o es que me quejo de vi

La Duquesa

Las hermanas boticarias

El tío Lucas

Una familia como tiene que ser

Vacaciones originales

Jubilados

Miranda

El Piraña

Miguel, chico listo

Cipriana, la que manda

La odiada prima Fernanda

El islote Fantasma

Chelo o Algunas mujeres se ponen muy putas

Qué tendrá el oro

Veinte años o cosa así

Pues sí que me importa a mí mucho

El amo de Tierraluna

El señor presidente

El coma

El funcionario huelebraguetas (y II)

El funcionario huelebraguetas (I)

Tres días en Rabat

La máquina tragaperras roja con cara de payaso (I)

La máquina tragaperras con cara de payaso (y II)

Pon una mujer madura en tu vida, te va a encantar

Inés, la amante del tío Jesús – parte II y última

Inés, la amante del tío Jesús

La Academia

Volver a casa tiene premio

El que hace incesto hace ciento (parte 1)

El que hace incesto hace ciento (parte 2 y última)

Call-boy

Como una familia unida

Butaterm: calienta pero no quema

Macho muy macho

La bomba

Alegría

Sinceramente

Telecoño

Gintonic

Un barrio (y 2)

Un barrio (1)

Aquellas vacaciones

Marisa

Nunca es tarde

El cepillo de madera

Me voy pal pueblo

La nueva Pilar

La tía Julia

Nuestra amiga Rosa

Cambio de vida

Carmela

40 años

El punto R