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Ramnia y la araña

en Dominación

Ramnia era una hermosa mariposa que revoloteaba por los campos de flores, inocente, sonriente, en ese momento descansó sobre una flor para lamer el néctar, una mariposa macho se le acercó.

-eres preciosa mi cielo ¿deseas salir conmigo?

-tus palabras me atraen, tus alas son hermosas, pero prefiero seguir volando sola – decía Ramnia guiñándole un ojo.

Y siguió volando mientras la mariposa macho suspiraba por sus alas.

Mientras revoloteaba viviendo la vida, se encontró con una abeja obrera que lloraba constantemente.

Ramnia se acercó y le preguntó.

-¿por qué lloras? Abeja.

-mi reina, la ha atrapado el arácnido, ahora seguramente la habrá devorado entera, buaaaa.

Ramnia sentía la obligación de ayudar a la abeja, fue en dirección hacia el reino del arácnido, un enorme zarzal lleno de telarañas, la joven mariposa sentía miedo, quería irse de ese lugar tan aterrador, pero no podía abandonar a la abeja reina a su suerte.

Al fin encontró a la abeja, el arácnido estaba dispuesto a comérsela, pero ella lanzó piedrecillas al arácnido para que se alejase, en un descuido el arácnido cayó al vació y Ramnia, usó una piedra filosa para cortar las telas que aprisionaban a la reina.

-huye rápido, decía – Ramnia.

La reina se fue a toda velocidad, pero Ramnia, al intentar alzar el vuelo, vio horrorizada que su ala quedó atrapada en la telaraña, luchó, se esforzó, pero solo se enredaba más.

Quedó atrapada, con las piernas abiertas, los brazos separados, de espalda a sus ataduras, demasiado cansada para poder seguir moviéndose.

Ramnia vio con horror que el arácnido había subido.

-vaya, esa chillona se escapó, pero tu vas a reemplazarla – decía el terrible arácnido.

Ramnia lloraba, pero no serviría de nada suplicar, iba a ser devorada, pero a medida que el arácnido se acercaba a la mariposa, el depredador vio que era una belleza que no había visto nunca, recordó que su madre le decía que no jugase con la comida, pero ¿por qué no divertirse un poco?

Miró los ojos llenos de lagrimas de Ramnia, tan asustados, tan indefensos, el arácnido se excitaba, lamió los ojos llenos de lagrimas de la mariposa, saboreando su sabor, se acercó a su cuello y lo chupeteó, lo lamió, lo mordisqueó.

Ramnia sentía una sensación nueva, ¿qué le hacia el arácnido? Devorarla no, desde luego, pero se sentía bien, pero gritó cuando una de las numerosas manos del arácnido le tocaba el pecho.

-¡suéltame pervertido! – gritó Ramnia.

Pero el arácnido le respondió con un terrible bofetón que la dejó callada, entonces, se acercó a su oído y le dijo.

-escúchame bien preciosa, tu para mi eres comida, pienso clavarte mis quelicerios dentro de tu cuerpo, meterte mis jugos gástricos dentro de ti y ver como tu interior se disuelve para luego succionar tus entrañas disueltas, dejándote vacía, pero, si te portas bien y te conviertes mi juguete, te dejare vivir, incluso te gustará, créeme.

Las terribles palabras del arácnido golpearon la mente de Ramnia aún más fuerte que el bofetón, ¿iba a morir así? Quería vivir, se dejó hacer.

Un par de manos agarraron el rostro de Ramnia, otro par agarraron sus dulces pechos y el tercer par de manos acariciaban sus sedosas piernas (el arácnido tiene seis brazos y dos piernas) Ramnia no podía dejar de llorar, pero esas manos le producían un pequeño cosquilleo, algo agradable.

-ah, ah, señor araña, ah, ¿qué me hace? – preguntaba Ramnia.

-prepararte preciosa, prepararte – decía el arácnido.

-¿pre-mmm-prepararme para, ah, que? – preguntó Ramnia.

Uno de los dedos del arácnido se puso en los labios de Ramnia mientras el depredador le decía.

-no seas impaciente preciosa, todo llegará – susurraba el arácnido al oído de Ramnia.

La boca del arácnido saboreó los dulces y virginales labios de Ramnia, ella nunca besó a nadie, recibió el beso con sorpresa, pero la pasión del beso la poseyó, ambas bocas se separaron con un hilillo de saliva que brillaba con los escasos rayos del sol que entraban en el zarzal.

El arácnido miró el rostro de Ramnia, sonrojada, con una mirada de éxtasis, jadeando, antes era bonita, pero ahora era sublime.

El arácnido sentía una enorme erección que pedía a gritos que penetrase con violencia, pero siguió preparándola.

Succionó los pechos de Ramnia, eran tan suaves, tan deliciosos que le encantaría clavarle los quelicerios, pero se contuvo.

Pero Ramnia no se contenía, temblaba de placer, sudaba por el calor de la pasión, su mente estaba ofuscada.

El arácnido dejó los pechos de la mariposa y se volteó, el quedó cabeza abajo, acercando su boca al sexo de Ramnia, ella vio una enorme erección que apuntaba a su boca, el arácnido se movió para introducir su miembro el la inocente boca de la mariposa, pero ella se apartó de asco, el arácnido le respondió.

-si no la chupas, te convierto en mi cena.

Ramnia quedó aterrada por esas palabras, abrió la boca y dejó que esa monstruosidad entrase, era tan grande que apenas podía respirar, pero el extraño sabor la animaba a mover su lengua.

El arácnido por su parte, animado por la felación, lamió los labios vaginales de la mariposa y descubrió algo que le emocionó.

Su himen.

Nunca había sido tocada, saboreó aquel símbolo de la inocencia y la virginidad sin olvidarse de su clítoris y los bordes de su concha.

Ramnia disfrutaba de la lengua del arácnido, poco después se convulsionaba por esos lametones, los temblores que ella sufría estimulaban el miembro del arácnido, el cual no podía resistir más y descargó dentro de su boca.

El nuevo sabor que inundaba su boca cogió de sorpresa a Ramnia, casi se atragantaba, el arácnido volvió a darse la vuelta, miró a Ramnia a los ojos.

Estaba agotada, acababa de tener un orgasmo, su boca le salía un líquido blanquecino y sus ojos medio cerrados, denotaban placer, su respiración estaba más acelerada y se podía oír su corazón latiendo con fuerza.

-pronto veremos si los arácnidos pueden tener alas – decía el arácnido.

Poco a poco se acercaba a ella, su miembro, apuntando a la concha de la mariposa, empezó a entrar, Ramnia reaccionó con un grito.

-AAAAAAAAHHHHH ¡para! ¡Eso duele!

El arácnido ignoraba esas palabras, el rostro del dolor de la mariposa le animaba a penetrarla hasta el fondo, pero su apertura era tan pequeña y su miembro tan grande que costaba.

-¡piedad! ¡Piedad!, ¡haré lo que quieras! ¡Robare miel de las abejas para ti! ¡Limpiare tus telarañas! ¡Incluso te lameré esa cosa! Pero por favor ¡no sigas! – dijo Ramnia bañada en lagrimas.

Ambos notaron que algo dentro de Ramnia se rompía, el arácnido sonrió victoriosamente mientras decía en voz alta.

-bien, soy el primero.

Siguió metiéndosela lenta, pero despiadadamente, animado por las lágrimas de la mariposa.

Por fin la metió entera.

Lentamente empezaba a bombear en su interior a un ritmo acompañado de los gritos de dolor de Ramnia.

Pero a medida que la concha de Ramnia se acostumbraba a la monstruosidad del arácnido, Ramnia empezaba a disfrutar.

La bestia empezaba a golpear con su miembro el interior de la bella a una velocidad despiadada, buscaba preñar a esa mariposa, que se llevase un "recuerdo" de ella.

Ramnia por su parte notaba un intenso placer que la mareaba, sus jadeos se repetían con el eco del zarzal.

Ambos llegaron al orgasmo, Ramnia estaba tan extasiada que no notó el fluido que llenaba su ser.

El arácnido se mantuvo dentro de ella bombeando ligeramente, no quería dejar escapar ni una gota del interior de la mariposa.

Se separaron y el arácnido miró a Ramnia.

Jadeaba con ganas, empapada de sudor, con los ojos cerrados al borde del desmayo y su entrepierna goteaba sangre y semen.

El arácnido quitó las ataduras de Ramnia y la dejó marchar, había disfrutado mucho con ella.

Pero Ramnia, había cambiado, era libre de nuevo, pero ¿qué le pasaba? ¿Por qué no se alegraba? ¿Por qué su visión de la vida no era la misma?

Los meses pasaron, ella no se quedó encinta, pero algo le faltaba, algo que el arácnido le había dejado.

Con ella estuvieron miles de mariposas macho, los más hermosos del campo.

Pero ella, no conseguía llenar ese vació.

Un día pasó por el zarzal, ella recordó ese día.

-no, no lo hagas – decía la mariposa para si.

Pero ella entró, algo más fuerte que ella la obligaba a entrar.

Las mismas espinas, la misma oscuridad, nada habían cambiado.

Una voz resonó en su cabeza.

-si querías salvar a esa mosca, ya es tarde, a no ser, que tus intenciones fuesen otras.

Ramnia se giró, vio al arácnido que tiraba los restos de una mosca, se acercó despacio al depredador mientras pensaba que valía más, su libertad o estar completa.

Cuando llegó, sus labios dijeron esas palabras.

-mi señor, desde que me poseísteis ya dejé de ser libre, quisiera que me volvieseis a atar, a saborearme, deseo ser parte de vos y que vos seáis parte de mi, si no queréis, por favor, devoradme para que no me invada más ese vació.

El arácnido sonrió

-túmbate aquí preciosa, vas a ser mi juguete el resto de tu vida.

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