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Carolina 5

en Textos de risa

Eleuterio se levantó con una idea para enderezar a Carolina, se fue a donde dormía ella y la despertó.

-¿mmm? Antes ponte la goma – decía Carolina aún dormida, pero Eleuterio la forzó a despertarse.

Ambos desayunaron y se arreglaron, Carolina aún estaba dormida y no entendía adonde se dirigían hasta que lo vio.

¡iban a una iglesia!.

La adrenalina recorrió los vasos sanguíneos de Carolina despertándola y preparándola para la huida, pero Eleuterio ya la había agarrado con fuerza.

-¡no puedes hacerme esto! ¡esa gente solo habla de castidad, practicas sexuales sosas y no se que más cosas que son un tostón! – gritaba Carolina.

-te ira bien escuchar ese tipo de cosas – decía Eleuterio.

Ambos se sentaron en los bancos de la iglesia.

Eleuterio se sentía cómodo en ese lugar, el no era especialmente creyente, pero los lugares sagrados como las iglesias le daban cierta paz.

Carolina, en cambio, la música del lugar le estaba dando sopor, había bastante gente mayor, pero había jovencitos apetecibles y maduritos interesantes, se imaginaba a si misma como una diablesa que tentaba esas almas puras para llevarlas al camino de la lujuria y la perdición, Eleuterio fue al confesionario y allí contó sus pecados, no creía en esas cosas, pero tenia la esperanza de que si tomaba ejemplo Carolina se enderezaría, estuvo un rato dentro y salió.

-tu turno, sobrina – decía Eleuterio.

Carolina entró sin ganas en el confesionario, estuvo un buen rato dentro, pero el sacerdote salió corriendo y gritando como un histérico bajo la sorprendida mirada de Eleuterio.

-joooo, yo solo he contado mis pecados más ligeros – decía Carolina mientras salía.

Se sentaron en la iglesia, Eleuterio oraba, pero Carolina miraba por todos sitios como si buscase una salida.

Pero vio un monaguillo con mirada triste, Carolina centró su atención en el, cuando acabó la misa, el cura lo tocaba de manera sospechosa, lo cual, hacia que el monaguillo asomase un par de lagrimas.

-¿Eleuterio? ¿eres tu? – decía un cura que se acercaba.

-¿Francisco? ¡coño! ¿quién iba a decir que acabarías así? – decía Eleuterio alegre.

-no nos hemos visto ¿desde cuando? ¿desde Sarajevo? – decía Francisco.

Ambos empezaron a hablar entre si, Carolina vio el momento de dejarlos solos y se fue a un confesionario vacio a cambiarse.

-venga pequeño, es hora de orar – decía el viejo cura con una sonrisa diabólica.

El pequeño solo lloraba, suplicaba que no lo hiciera.

-ya sabes que habrá castigo si no oras – decía el cura acercándose.

-¡no te preocupes chaval! ¡ha llegado el castigo para ese degenerado! – decía Carolina.

-¿eh? ¡¿quién eres?! ¡¿qué haces aquí?! – decía el cura.

-la llanera solitaria – decía Carolina.

-joder, eras un soldado de puta madre, sabia que eras religioso, pero no que acabases en las bibliotecas del vaticano – decía Eleuterio.

-en realidad, hay más acción de la que pensaba, el vaticano me envía para investigar curas pedófilos a raíz de los escándalos que hubo, quieren "purgar" las iglesias – decía Francisco.

-vaya ¿esta es una de las iglesias? Ya que estoy aquí ¿quieres que te ayude? – decía Eleuterio.

-bueno, esta vez puedo decir que las extrañas heridas las ha provocado otro y no yo – decía Francisco sonriendo.

Ambos rieron y se acercaron a la puerta de los aposentos del cura.

-¡Padre Demetrio! ¡salga ya! ¡quiero hacerle unas preguntas! – decía Francisco.

Había un murmullo, como si alguien amordazado pidiese ayuda.

-¡Dios mío! ¡debe estar haciéndole algo a un chico! ¡cúbreme Lute! – decía Francisco mientras desplegaba un bastón retráctil.

En ese momento, oyeron algo que les dejó sin palabras, la canción del llanero solitario.

De golpe se abrió la puerta y apareció Carolina vestida con un corsé de cuero, botas vaqueras con espuelas, antifaz y sombrero de cowgirl, montado sobre el cura desnudo que tenia marcas de latigazos, una pera en la boca y un atizador al rojo metido en el culo.

-¡vamos plata! ¡más allá del horizonte! ¡yiiiiiihaaaaaahhh! – gritaba Carolina con ganas.

Mientras se alejaban, el cura y el guardaespaldas estuvieron una hora con la boca abierta, hasta que Francisco dijo.

-ya sabia yo que los transgénicos eran cosa del diablo, estas hostias son alucinógenas.

-no se si tus hostias son alucinógenas, pero la hostia que le daré a esa niña será para alucinar – decía Eleuterio aún sorprendido.

Una vez en casa, Carolina preparaba la comida con alegría, aquel cura se le habrán quitado las ganas de abusar de los más débiles, al oír la puerta, se desabrochó unos cuantos botones para mostrar un escote de infarto, en cuanto abrió, juntó sus pechos y se inclinó mientras decía.

-¡bienvenido a ca..!

Se sorprendió al ver a Eleuterio con las vestimentas rasgadas y marcas de besos en zonas sensibles.

-¡las putas trillizas! ¡veinticinco pisos peleándome con ellas! – gritaba colérico Eleuterio.

Ambos comieron con tranquilidad (bueno, por lo menos encima de la mesa, debajo Carolina intentaba acariciar el paquete de Eleuterio con los pies mientras que los pies de Eleuterio intentaban inmovilizar los pies de Carolina).

-¡deja los pies en paz! – decía Eleuterio con rabia contenida.

-vale – decía Carolina.

Hubo una limitada tranquilidad en la comida, pero Carolina se le cayó accidentalmente un cubierto y se agachó a cogerlo.

Eleuterio notó como algo le bajaba la bragueta, miró hacia abajo y vio a Carolina a punto de hacerle una felación.

-¡que me dejes en paz! Joder – decía Eleuterio.

-vale, vale – decía Carolina.

Ambos jugaron a los videojuegos hasta la noche, curiosamente Carolina no atacó ni se insinuó a Eleuterio, ¿qué pensaría? Pensaba Eleuterio, ¿qué oscuros pensamientos pasan por esa cabecita de bellos cabellos, con unos ojos tan hermosos, una boca tan apetecible con ese cuello de cisne y esos pechos tan... ¡joder! He de volver a llamar a la agencia de Scorts ¡un momento! ¿qué cojon...?

-¡tío! ¡este mando no va! – decía Carolina que lo único que agarraba el pene erecto de Eleuterio.

Acto seguido, Eleuterio envió a Carolina a la cama de una patada en las nalgas, se dirigió al sofá y empezó a dormir.

Pero al abrir los ojos, vio que estaba atado en una cama, habían varias velas ¿qué coño pasaba?.

Al mirar en frente, vio a Carolina, vestida de cura.

-que de comienzo el exorcismo – decía Carolina sonriendo.

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