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Alma podrida (la mascara de Sara 3)

en Sadomaso

Sara se levantó al oír el tintineo, llegó a la mesa donde desayunaba Salvador, este le ofreció asiento.

La joven sabia que este seria el único momento amable de Salvador, quería disfrutarlo sin problemas.

No podía ver a los ojos de su compañero de mesa, no por miedo, era algo distinto, no sabia que.

Salvador decidió romper el silencio siguiendo la conversación que interrumpió hace tiempo.

-¿por donde iba? Ah, la chica, encontró a alguien que me enseñó, era una mujer joven, de veinticinco años, era buscada por la justicia por cometer varios asesinatos, las víctimas fueron gente de influencia que la violaban con frecuencia, ella intentó arreglarlo por la vía legal, pero el dinero y las influencias corrompen el "perfecto" sistema judicial y empeoraban su situación.

El psicópata removió su vaso de leche y prosiguió.

-pero el día en que violaron a su hermana pequeña hasta matarla fue el día en que explotó, dejó el mundo legal y se agenció una pistola, es apasionante ver como una bala entra en la cabeza de una persona, si, puede que desde ese día la persiguiera toda la policía, pero esa gente nunca más volvió a causar problemas, era realmente bonita, mi primera relación sexual fue con ella.

Los labios de Salvador dibujaron una sonrisa mientras proseguía la historia.

-era tan inseguro en aquella época, pero ella me guió en lo que tenia que hacer, nunca olvidé ese día, cuando falleció por los disparos de la policía, no pude evitar llorar, fue la última vez que lloré, pero me aseguré de que ese sujeto lo pagara con sus brazos y piernas.

-¿cuánta gente mataste? – Preguntó Sara.

Salvador sonrió y le contestó su pregunta.

-veo que tu verdadero yo se manifiesta, él numero de muertes, mmmm, la verdad es que nunca me importaron, pero aproximadamente unas diecisiete personas y cincuenta y cinco con mutilaciones o daños por torturas físicas o psíquicas.

-¿qué tipo de gente sueles hacer daño? ¿No tienes algún tipo de persona a la que apiades? – Preguntó Sara.

El psicópata respondió con rapidez

-Jesucristo dijo esto, "si alguien esta libre de pecado, que tire la primera piedra" ¿alguien tiró la piedra? ¡No!, Dé una forma o otra somos culpables, pero si te refieres a mis gustos por matar, me atrae la gente fuerte, la que tiene alguna disciplina de combate, pero mucho más me atrae la gente que ha cometido algún crimen que puede conmocionar a la "sociedad", para mí esta gente es fuerte, porque puede hacer cosas que la gente normal no seria capaz de hacer por "problemas de consciencia" para mi son mucho más peligrosos que cualquier luchador, porque tienen la actitud para matar.

-¿sientes placer? – Preguntó Sara.

-no – contestó Salvador con seguridad – nunca han significado nada, la vida no significa nada, la ciencia intenta explicarla como una virtud, la filosofía intenta explicar los objetivos de la vida, la religión con un don de una entidad superior, yo simplemente no le encuentro significado, es más, creo que es un error.

-¿cómo puede pensar así? – Preguntó Sara.

-simplemente no encuentro uso a la vida – respondió Salvador.

Cuando terminaron de desayunar, el psicópata se levantó y le susurró al oído de Sara.

-hoy es posible que mueras.

Esas palabras hicieron orinar de terror a Sara, no tenia ni valor para suplicar, Salvador la levantó y la llevó a su nuevo juguete.

Dos plataformas elevadas unidas por una tabla de madera, debajo de la tabla de madera había miles de filosas agujas de un metro de altura capaces de provocar una muerte lenta y dolorosa.

-tienes que pasar de un lado a otro, sé que tiene un buen equilibrio, pero te daré una dificultad extra – decía Salvador. De una bolsa sacó tres vibradores.

–métete el grande, los más pequeños pégatelos en los pezones – ordenó el psicópata.

Sara obedeció de forma sumisa, se lo metió dentro de su cueva del placer, también puso junto con cinta celofán los pequeños vibradores en sus pezones, notaba que vibraban, acto seguido subió a la plataforma y caminó por la estrecha pasarela, por su parte, Salvador con un control remoto, controlaba la intensidad del vibrador,

Sara notaba como ese vibrador la desorientaba, sus piernas flaqueaban, pero tenia que llegar a la otra plataforma, tenia que aguantar, si cedía, moriría.

Un inesperado aumento de la potencia de los vibradores hizo caer a Sara, esta, en el último momento se agarró a la pasarela, evitando que los alfileres la clavasen como una mariposa.

Salvador sonrió ante el apego a la vida de Sara, pero aún más la facilidad de manipular a la joven.

Sara subió de nuevo y prosiguió su camino, pero los juguetes eróticos no dejaba de estimularla, cada paso que daba, dejaba un rastro de su erótico rocío.

Su cuerpo temblaba, sus piernas cedían, se tambaleaba de forma realmente peligrosa, un nuevo orgasmo le estaba viniendo.

Sara intentaba mantenerse consciente, un hilillo de sangre en sus labios indicaba que se mordió fuertemente la lengua.

Los vacilantes pasos de Sara llegaban a la mitad del trayecto.

-Lo haces muy bien, voy a ponerlo al máximo – decía Salvador.

-ahhh, ahhhhhhhhhh – gritaba Sara con los ojos desorbitados cuando notó que vibraban en su máxima intensidad, el orgasmo fue instantáneo, haciéndola caer de rodillas, pero sin caerse del tablón.

-pi-pie ahhh, p-mmmmmm – decía Sara.

-¿cómo dices? – preguntaba Salvador.

-ah, ah, amo, piedaaaaahhh, os, os, mmmmmm, os lo suplicooohhhhhhh – decía Sara entre jadeos.

-¿crees tener derechos? Pequeña basura, ¡mueve el culo! – Ordenaba el psicópata.

Sara se levantaba con dificultad, lloraba, se sentía como un miserable juguete que se le podría maltratar.

A medida que caminaba, su mente le decía.

-Podrías dejarte caer, fastidiar el juego a ese monstruo, no deberías ser tratada como una vulgar puta.

Sara sentía la tentación de morir, pero un nuevo y violento orgasmo la cogía por sorpresa, sentía como se resbalaba por sus propios fluidos vaginales, estaba tan mojada que podría penetrarla toda una cuadra de caballos pura sangres y no le dolería nada.

Pensó en sus padres, en su hermana, en sus amigas ¿nunca más las volvería a ver? ¿Qué será de ella?.

Salvador aplaudía, Sara iba a conseguirlo, estaba llegando a la plataforma.

Sara, por su parte sentía que su cuerpo caía, el tambaleo de sus pasos era peor, no tardó en caerse, mientras caía, pensaba en las cosas que le hubiese gustado hacer, pero que jamás podría hacerla, de sus ojos cayeron lagrimas, pero al notar un golpe en la cara, se dio cuenta de que cayó justo en la otra plataforma ¡había llegado! Se desmayó ahí mismo, pero un cubo de agua helada la despertó.

-¡no estas aquí para dormir! ¡Levanta! – Dijo Salvador.

Algo en su mente había cambiado, Sara ya no era la misma.

-si, amo – dijo la joven.

El psicópata miró sus ojos mientras ella se levantaba, veía que algo dentro de ella estaba cambiando, ató una cuerda alrededor de sus pechos y esposó las manos de la joven a sus espaldas.

La cuerda que apretaba los pechos de Sara estaba conectada a una polea del techo, Salvador tiró de la cuerda, levantando a Sara por los senos, la aspereza de la cuerda, el peso del cuerpo de Sara, le producían un dolor para ella exquisito.

El psicópata fotografió la escena, caminaba rodeando su cuerpo desnudo mientras le preguntaba.

-¿qué sientes? Esclava.

-m-mucho placer amo, g-gracias por s-su generosidad – decía Sara.

Salvador, metió un dedo en la intimidad de Sara y luego lo pasó por su nariz.

-mmm ya veo que aceptas lo que eres, pero quiero asegurarme.

El monstruo cogió un machete y cortó la cuerda que sujetaba a Sara, la cual, cayó de culo en el frío suelo.

-ahora ponte de cuatro patas – ordenó Salvador.

Sara obedeció, en ese momento el monstruo con un látigo le golpeó su espalda, el látigo mordía su suave y blanca piel, abriéndole heridas que manaban sangre fresca y cálida.

Sara notaba esos latigazos como si notase la verga de su amante penetrándola, cada golpe la excitaba más, pero una pregunta la torturaba.

-¿quién soy?

Sara pensaba mientras estaba siendo flagelada hace una semana era una estudiante de políticas, de buena familia, bonita e inteligente, la chica perfecta.

Ahora no era más que un juguete de un hombre cruel, frío e inhumano y lo peor de todo.

¡Le encantaba!

Cuando terminó de golpearla, Salvador la jaló por el pelo y ató sus manos y sus pies y la suspendió en el aire con las cuerdas, la colocó debajo de decenas de velas que había en el suelo, la puso encima de sus pequeñas llamas, llamas que acariciaban la piel de Sara, la cual lloraba por dentro, pero no por el dolor, sino porque disfrutaba ser un juguete, ya no quería ser libre.

¡Quería ser de su amo!, Que él jugara con ella, que la usara como le plazca.

Disfrutaba del balanceo, de las lenguas de fuego que generaban las velas, de los insultos de su amo ¡todo!.

Salvador la hizo caer de golpe, ella se incorporó poniéndose de rodillas mientras le decía.

-Amo ¿en qué más puede complacerte esta sucia esclava?

-por hoy no hace falta, descansa, mañana será otro día – decía Salvador

ella se fue a su habitación gateando a 4 patas, mientras Salvador miraba con una sonrisa, la máscara de Sara había caído, ¿qué podría hacer con ella?.

¿alguna idea? Lectores ;)

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