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Turnos de dominacion (Tomás 2)

en Dominación

Juan apareció con un bote de vaselina, miró dulcemente los ojos de Inés, la joven notó algo, le latía el corazón muy fuerte, como si fuese ¿amor?, no, no podía ser amor, Juan estaba casado, quería que eso no fuese amor para no destruir su matrimonio.

Pero en cuanto Juan le besó los labios, sus sentimientos derrotaron su pensamiento lógico, ¡amaba a Juan!, no dudó en abrazarle con fuerza manteniendo unidos sus labios con los de el, unas lagrimas de emoción recorrieron su rostro, cuando Juan se dio cuenta de eso ella se excuso de que nadie había sido tan amable con ella en ese tipo de sexualidad, entonces Juan, acercó los sus labios al oído de Inés y le susurró.

-ponte a 4 patas, preciosa, haré que toques el cielo.

Ella, sonrojada, obedeció a Juan y se colocó en posición, esperando que el ser de Juan entrase dentro de sus entrañas, pero notó algo distinto, algo blando, mojado y móvil que acariciaba su ano, al girar la cabeza vio que Juan le lamía el culo.

-¡no Juan! Ese lugar esta sucio – decía Inés alarmada.

-preciosa, es uno de los culos más limpios que he visto, además, necesitas lubricarte, ya que notaras algo enorme invadiendo tus entrañas y para eso he de prepararte – dijo Juan de forma picara.

Inés sentía mucha vergüenza al notar como la lengua de Juan recorría su agujero, pero a Juan no le importaba, le gustaba lamer el ano limpio de Inés, además, quería que lo disfrutase, no que le doliese al meterla en seco.

Mientras Juan lamía, Inés notaba cierta excitación, se llevó una mano a su concha con el objetivo de pajearse, mientras Juan, dejaba de lamer su ano para introducir un dedo dentro de ella.

Inés notó como entraba el dedo y se movía en círculos dentro de ella, apoyó su cabeza en el suelo debido a que el único brazo que la sostenía temblaba por el placer, se llevó las dos manos a su intimidad, agradeciendo de que no hubiese espejos que le mostrasen lo que hacia, porque se moriría de vergüenza.

Otro dedo se introdujo dentro de ella, ambos dedos se abrieron dilatando el ano de Inés que se masturbaba como una loca.

En ese momento, Inés llegó al éxtasis, justo cuando los dedos de Juan abandonaron el ano de la chica, el hombre abrió su bote de vaselina y untó con ella su verga para luego apuntarla en el ano de la jadeante Inés.

Inés levantó la cabeza con sorpresa al notar como lentamente la invadía Juan, el cual no tuvo problemas de metérsela toda y bombear su ano con suavidad.

El vaivén que disfrutaba Inés la obligaba a morderse los labios para evitar desmayarse, no podía pensar, solo gozar y ser gozada.

Poco a poco los bombeos fueron más y más fuertes, Inés notaba como el placer provocaba temblores en el cuerpo, como jadeaba para aspirar más aire para no agotarse, como el calor de su cuerpo aumentaba, notaba el olor a hombre de su amante, como su sudor caía sobre su espalda con cada empuje que ella encajaba.

Ahora no quería ser mujer, quería ser la puta de Juan.

Juan dio el empujón final, coincidiendo con la llegada del orgasmo de Inés.

Ambos amantes, aun unidos, cayeron agotados, jadeando y llenos de sudor y calor.

Los brazos de Juan rodearon a Inés mientras le decía.

-gracias por este momento tan hermoso.

Inés se sonrojó, ella nunca le había dicho eso, simplemente se dormían después de hacerlo, ella llevó su mano a los cabellos de Juan y le dijo.

-no, amor mió, gracias a ti.

Tomás oía los pasos vacilantes de Ana que estaba vestidas de botas negras de tacón de aguja, su hermana calzaba unas botas de tacón de 8 cm. tenia las manos esposadas en la espalda, una mordaza en la boca y tenia los ojos vendados, Tomás la guiaba con su voz.

-bien gatita, de rodillas – decía Tomás.

Ana obedeció, se arrodilló ante el, su raja del placer chorreaba.

-creo que tienes un regalo para mi, ¡dámelo! – ordenó Tomás.

Ana lloraba por la vergüenza, pero hizo fuerza con los músculos del útero, poco a poco salía un vibrador de su concha, totalmente mojado por la lubricación de Ana, lentamente, centímetro a centímetro, el vibrador sale de ella, Ana no había sentido tanta vergüenza en su vida, pero tenía que obedecer.

Por fin cayó el vibrador, un aparato de veinticinco centímetros que Tomás agarró y olió su aroma de mujer en celo, lo acercó en la nariz de Ana y le preguntó.

-¿sabes a que huele esto? Hermanita.

Ana no podía hablar por la mordaza.

-huele a puta, a puta en celo y necesitada de carne de barra, mantente abierta, pienso darte de comer – decía Tomás mientras se ponía encima de Ana, la cual notaba como le cogia las tetas con rudeza mientras era invadida por su hermano, que bombeaba con fuerza y brutalidad.

-ohhh si, hermana, tu coño esta saboreando mi polla, ojala te lo hubiera hecho antes, invitaría a todos mis compañeros de clase solo para ver tus ojos de golfa.

El cerebro de Ana empezó de inmediato a imaginar a una Ana universitaria atada desnuda en la cama mientras una fila de quinceañeros la violaban uno tras otro, mientras Tomás cobraba entrada y observaba a su hermana tomada.

Ana no se lo explicaba, pero otro violento orgasmo la poseía con dureza, temblaba y sudaba de forma descomunal, mientras Tomás la bombeaba y le decía.

-¡otra vez te has corrido antes que yo! ¡Insolente!.

Retiró su miembro de su vagina, le arrancó la mordaza y con fuerza la penetró en su boca mientras le decía.

-no te lo tragues, quiero verlo en tu boca.

Tomás movía la cabeza de Ana con violencia, haciéndole mucho daño, la pobre Ana se sentía como un objeto que se podía usar al gusto de todos, tras un largo rato notó la leche de Tomás en su boca que la llenaba, no se la tragó.

-bien, perrita, enséñame la leche – decía Tomás retirando su verga.

Ana abrió la boca, varios chorros de semen caían por sus labios recorriendo sus pechos que goteaban en sus pezones, algunos chorros recorrían su ombligo y al final llegaron a su cuevita.

-estas derramándola, ¡arrodíllate! – decía Tomás.

Temblando, Ana se arrodilló mientras Tomás le daba cachetadas en sus nalgas.

Ana le dolía, pero al mismo tiempo le gustaba, notaba como esos cachetes la excitaban, se debatía entre el orgullo y la sumisión.

Cuando terminaron los cachetes, se sentía como vacía, quería más, hasta que notó como la verga de Tomás le llenaba el esfínter hasta casi reventarlo.

-AAAHHHHHH – gritaba Ana con el rostro lleno de lágrimas.

Tomás bombeaba como si no fuese el, como si fuese una bestia cruel y despiadada, sin importar si podría dañar sus intestinos.

-¡piedad! ¡Amo! ¡Piedad! – gritaba Ana llorando.

Las palabras excitaron tanto a Tomás que se vació dentro de ella, con las fuerzas agotadas cayó encima de su hermana, no tardó en dormir sobre su suave piel mientras Ana, también agotada dormía sobre el suelo aún unida a su hermano.

-¿no tardan mucho? Ya son las 12:00 – decía Inés extrañada.

-dejémosles solos, ahora soy el amo, vamos a la cama, los dos, solos – decía Juan acariciando los pechos desnudos de Inés.

Inés, sonrojada, obedeció y se fueron l dormitorio, ambos ignorantes de lo que había pasado en la otra habitación

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