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¡Sorpresa!

en Amor filial

Sorpresa

Carlos era un hombre de treinta años de complexión fuerte, rapado pero con una coleta de caballo en la parte de atrás de la cabeza, tenia un buen trabajo de informático, disfrutaba con sus programas, pero no le gustaba atarse a nadie, disfrutaba de su libertad, cuando no trabajaba, se iba a una habitación y veía las fotos de las chicas que sedució tenia una envidiable colección, recordaba todos y cada uno de los ratos de cama que tuvo con ellas, se detuvo a coger una foto, una chica pelirroja, pecosa, con unos brillantes ojos verdes y labios finos e infantiles.

No era la primera que poseyó, pero era la que casi acabó por convertirse en su novia, tenían ambos catorce años, estaban muy enamorados, ella se fue a argentina con su familia, pero a veces pensaba ¿y si hubiéramos estado juntos?.

Devolvió la foto en su lugar, perdió la cuenta de cuantas veces la cogió y la dejo en su sitio, era una foto que le gustaba mirar, pero que también le daba miedo.

Sonó el teléfono, Carlos fue a cogerlo, cuando descolgó oyó la lluvia que caía, seguro que era una cabina.

-buenas noches, sé que le parecerá extraño, pero necesito un sitio donde alojarme, no tengo dinero, solo será está noche, por favor.

Era una hermosa voz femenina, tenia acento argentino, pero le era terriblemente familiar, sentía como le erizaban los pelos y su corazón latía más y más fuerte.

-si no puede, lo entiendo – decía la voz.

-¡espera! ¿Dónde estas? – Dijo Carlos

la voz le indicó la dirección, Carlos cogió un paraguas y al salir, se encontró con una chica envuelta en un chubasquero, la acompañó a su casa y le preparó algo de leche caliente con chocolate. Cuando ella se quitó el chubasquero, a Carlos le dio un vuelco en su corazón, tenia una coleta pelirroja en forma de trenza que le llegaba a los tobillos, su figura pertenecía a una chica de quince años, una figura de culo respingón, caderas suaves y sensuales como la seda, cintura de avispa y un generoso busto, pero la cara, era pecosa, labios infantiles y esos ojos verdes brillantes.

-¿aurora? – preguntó Carlos.

-¿conoció a mi mamá? – Respondió la chica.

-más que eso ¿cómo está? – Preguntó Carlos.

La chica bajo tristemente la mirada mientras le decía.

-ella esta en el cielo ahora, deja este mundo cuando yo nací.

Carlos sintió un gran vacío, se acercó a la chica y le preguntó su nombre.

-Alba – respondió ella.

Ambos se sentaron y hablaron largo rato, Alba se crió con sus abuelos, ellos acusaron al chico de haber embarazado a su madre y a ella de matarla con su nacimiento, la enviaban a residencias y escuelas para chicas solo para no verla mucho.

La única pista que tenia sobre su padre, era una foto que enseñó a Carlos, este cogió la foto, reconoció su imagen junto a la de Aurora, ¿tenia que decírselo? La razón le pedía que no, pero el corazón discrepó.

Al final le dijo a Alba que él era su padre.

Alba lo miró con cierta melancolía, no se arrojo a sus brazos ni ninguna muestra de alegría, solo una pregunta.

-¿por qué la abandonaste?

Esta pregunta sentó como una puñalada en el corazón de Carlos, pensó en ello, entonces le respondió que sus padres se fueron por negocios a argentina, fue antes de saber que estaba embarazada, fue tan repentino que solo pudo decirle adiós.

Alba no parecía creer esa historia, a Carlos le daba igual, era la verdad, no tenia nada de que arrepentirse.

Alba le dio un diario, relataba la historia de su noviazgo con Carlos, la tristeza de la despedida, la alegría del embarazo, finalmente, un mensaje.

"Carlos, Dios quiera que no, pero si me pasa algo, cuida de Alba, la prueba de nuestro amor".

Carlos no pudo evitar llorar, Alba le alcanzó un pañuelo y le acarició la calva.

A la mañana siguiente, Carlos se despertó adolorido, él había dormido en el sofá y ella en la cama, cuando ella le preguntó por que no quería estar con ella, él le respondió que aún no asumía que fuese su padre, que la veía como una mujer, una mujer demasiado atractiva, quería evitar algo amoral.

Era verano, no había clases, ella se ocupaba de limpiar la casa (chicas, los pisos de solteros son autenticas selvas de ropa sucia y desorden), cuando llegaba a casa, ella le esperaba con la comida lista y hablaron de sus cosas.

Pero un día, Carlos tardó más de lo normal, ella esperaba y esperaba, pero siempre llegaban pasadas las doce y siempre estaba cansado, se iba directo al sofá.

Así fue durante varios días.

Un día ella decidió seguirle, le encontró tonteando con una chica, posiblemente inglesa, vio por la distancia como ambos se besaban, él le sacaba él top a la extranjera que tenia evidentes signos de embriaguez, vio con las manos en la boca como al bajar los pantalones de la chica, metió su boca entre sus piernas, como la inglesa jadeaba de gusto mientras ponía las manos en la cabeza de Carlos, después vio como la desnuda mujer se arrodillaba y succionaba el miembro viril de su padre, vio como la lengua de la inglesa parecía enrroscarse en el glande de su papá, vio como ella al ponerse de pie se abrió las piernas, entonces el miembro viril de su padre se metió dentro de la extranjera.

Notaba como su concha se mojaba cuando veía a su papá bombeando con fuerza a la inglesa, como ella jadeaba de gustó mientras le abrazaba, el bombeo era más fuerte y más rápido, en ese momento su padre se convulsionó, dando un empujón final mientras la extranjera temblaba con los ojos en blanco.

Lentamente Carlos se separo de la mujer que acababa de gozar, cuando la sacó, aún lo unía un hilillo de semen, la inglesa se levantó como pudo y besó en la boca a Carlos antes de irse otra vez a la disco.

Al ida siguiente Carlos se levantó a las doce de la mañana, vio a Alba que lo miraba tristemente.

-¿Té pasa algo? Hija.

Alba sentía que no podría estar con él, tenia miedo de que una de esas mujeres la sustituyera, cogió una de las manos de Carlos y la llevó a sus pechos, pero Carlos la retiró alarmado.

-¿qué haces? – preguntó alarmado.

-¿vas a dejarme? ¿No me quieres más? – Respondió Alba con lagrimas en los ojos.

-¿por qué lo dices? – Preguntó Carlos.

Ella no dijo nada.

A la noche, Carlos le despertó un ruido, miró que pasaba.

Alba se estaba yendo de casa.

Carlos la detuvo y le exigió explicaciones.

-seguro que soy una molestia, seguro que esas chicas muestran más amor del que yo puedo darte – dijo Alba llorando.

Carlos sospechó que pasaba, la llevo a la cama y alli hablaron.

-hija, sé que nos hemos distanciado un poco, pero soy un hombre, estos actos sexuales son necesarios para mí, no como comer o respirar, pero los necesito.

-podrías hacerlo conmigo – respondió Alba.

-no hija, el motivo por el que no quiero es que eres mi hija y eres un poco pequeña para mí, los seres consanguíneos no pueden hacerlo entre ellos – respondió Carlos.

-¿por qué? – preguntó Alba.

-si tuvieras un hijo mío, este tendría algún problema genético – respondió Carlos.

-hay preservativos en tu mesa, podrías usarlos conmigo – respondió Alba con ojos suplicantes.

Carlos la cogió por los brazos, Alba se asustó, pero las palabras que le dijo Carlos le aclararon las dudas.

-tengo miedo de hacerte daño, eres lo único que me queda de Aurora, si algo te pasara enloquecería.

Alba abrazó a su padre, sentía que sus temores eran vanos, se sintió más tranquila, ambos durmieron en la misma cama.

A la mañana siguiente Carlos se despertó vio a su hija y sintió como si su corazón parase solo un segundo, sintió como su miembro exigía hembra a gritos, ver a su hija en camisón, durmiendo plácidamente, esas largas piernas, ese cuerpo de mujer con un rostro infantil, los cabellos que la tapaban de forma sensual, tocó su rostro, tan cálido, tan suave, oía esa sensual respiración, esa diosa no podía ser virgen de ninguna manera, pero tenia la inocencia de una virgen.

Sus manos bajaron a su cuello de cisne, podía pensar que estaba esculpido en mármol de carraca, siguió bajando, acaricio los pechos de Alba, eran naturales, blandos, firmes, apetecibles.

Sus manos bajaron un poco más, su vientre de gimnasta era duro y suave, su ombligo estaba metido.

Sus manos acariciaron su trasero, respingón, firme, redondo y suave.

Carlos empezaba a pensar que no era su hija, el no podría concebir una criatura tan magnifica.

Sus manos evitaron su concha, acariciaron sus piernas, fuertes, sedosas, vitales.

Pero Carlos se detuvo, quería morirse ahora ya que Alba se despertó y lo vio con mirada incrédula.

-papá ¿no dijiste que entre nosotros no podíamos hacerlo?.

Carlos la abrazó y después la besó en la boca, Alba no tuvo tiempo de reaccionar, pero ese beso tan viscoso, tan atrevido, le daba una sensación rara, como de placer.

Un hilo de saliva unía a la pareja.

-lo sé hija, pero ignoraba lo bonita que eres, por eso te lo suplico, dime que pare, dime no, entonces te dejare, desahogare mi pasion con la primera que vea y volveré a tu lado, quiere ser alguien que puedas respetar, no alguien que te sientas usada – dijo Carlos con tristeza.

Alba lo miro con lastima, pero ese beso le dio curiosidad ¿qué cosas le haría? ¿Ella también jadearía? Por otro lado, no quería dejarlo ir.

Le abrazó con fuerza.

-espero que no pase nada malo – dijo Carlos mientras la acompañaba a la ducha.

Ambos se desnudaron, se metieron bajo el agua que proyectaba la ducha, Carlos tenia miedo de verla, pero cuando la vio, se sintió deslumbrado por su belleza.

Tenia unos pezones pequeños y rosados y su concha tenia mucho pelo.

"No, ella es tu hija, no ninguna de esas mujeres que gozas día si y día también, ella es parte de ti, ella ignora lo que piensa de ella tu mente enferma, tu no la quieres amar, tú la quieres violar"

ese pensamiento paso como si una bala atravesase su cerebro, pero la mirada de sorpresa de Alba le distrajo.

-¿qué te ocurre? Hija – preguntó Carlos.

Alba señalo el miembro viril de su padre, incluso a Carlos le parecía más grande que nunca.

Cuando Alba se calmó, acaricio la carne en barra de Carlos, lo apretó, pero Carlos, quejándose le dijo con suavidad.

-no fuerte, suave, suave.

Alba lo acaricio con suavidad, era el primer pene que veía, le parecía enorme, recordó como desaparecía dentro de las chicas que gozó Carlos y ella pensó

¿le cabria?.

Como si imitase a las amigas de su padre, Alba se arrodilló y empezó a lamer suavemente la verga de Carlos, este notaba su lengua mejor que cualquier otra que hubiera notado, incluso la de Aurora.

Alba engulló todo el pene de Carlos, parecía que le iba a desencajar la mandíbula, le dolía, pero quería que su padre se sintiera bien. Carlos acarició los cabellos de su hija, se sentía en la gloria ¿dónde había aprendido a chupar así?, Pero esos pensamientos se desvanecieron cuando sintió el orgasmo invadir su cuerpo.

Alba sintió como la verga de Carlos temblaba ¿hacia algo mal? De repente un liquido viscoso y blanco entro en su garganta, se saco la verga de su boca por que se había atragantado, pero la verga no paraba de lanzar descargas de semen que impáctaron en su cara y en sus pechos.

Ella miró con curiosidad ese liquido, olía raro, sentía como asco, pero Carlos se sentó al lado de ella y le dijo.

Todos fuimos alguna vez ese liquido, cuando estuve con tu madre y me fui dentro de ella, tú eras un pequeño espermatozoide, corriste como una luchadora compitiendo con millones de espermatozoides, pero tu fuiste la que alanzó el huevo de tu mamá, tu ganaste el premio más grande, la vida.

Alba miró a su padre, este la levantó en brazos, la secó y la llevó a su cama, cuando la vio, ella estaba ladeada, mirándole de forma asustadiza e inocente, ella sabia que pasaría algo, solo que no sabe que consecuencias tendría.

Carlos lamió los senos de Alba, eran muy sensibles, sentía un cosquilleo agradable.

La lengua de Carlos recorría las aureolas y acariciaba los pezones de su amada hija, los acariciaba con ternura, con amor, bajó hasta su concha y antes de saborearla aspiró su perfume sensual.

Cuando Alba notó la lengua de Carlos, sintió algo extraño en ella, y también un dulce calor que le recorría el cuerpo, pero en ese momento Carlos paró y miró extrañado a Alba.

-¿eres virgen? – preguntó Carlos.

Alba, sonrojada, respondió sí con la cabeza.

Increíble, una belleza como esa y nadie la ha estrenado ¿qué hacen en los institutos para señoritas? ¿ponerles cinturones de castidad? Pensó Carlos antes de seguir saboreando la cueva del placer de Alba.

La pequeña sintió mucho gusto con esa lengua, pero sentía que iba a más, empezó a morder el almohadón y su cuerpo tembló, había llegado al clímax.

Carlos la puso boca arriba y abrió sus piernas, se colocó un preservativo y miro sus asustados ojos, sus labios solo podían salir una palabra.

-¿dolerá?.

-en un principio pequeña mía, después sentirá mucho placer – respondió Carlos.

Entró la cabeza de la verga, Alba reaccionó con un ay.

-¿estás bien? – preguntó Carlos.

-s...Si, sigue – dijo Alba.

Carlos la penetró lentamente, podía ver que Alba intentaba que no pareciera que le dolía, pero apretaba los dientes y le salían lagrimas.

Sintió que algo dentro de ella se rompía, que la carne de Carlos como un ariete rompió la débil puerta de Alba.

Había muerto la Alba niña, había nacido la Alba mujer.

Carlos se queda quieto para ver como estaba su hija, ella le respondió con una sonrisa, Carlos se movió despacio para acostumbrar el útero de Alba, la cual, poco a poco disfrutaba de su amado padre, pero a medida que aumentaba el placer, también lo hacia la respiración y la velocidad de Carlos, Alba sentía que el roce de la carne de su padre con sus paredes vaginales la llenaban de placer, se mordió un dedo para poder aguantar, quería que su padre y ella llegasen juntos al clímax.

La inocente imagen de Alba mordiéndose el dedo excitó a Carlos, embistió mas fuerte y más rápido, tanto que pensaba que la rompería.

Al fin ambos gritaron, pero no de dolor, sino de gozo, Alba casi se desmayaba, Carlos quedó agotado, iba a sacar su pene de dentro de su hija, pero esta se lo impidió diciendo.

-no papá, nunca habíamos estado tan juntos, deja que este dentro un poco más.

Carlos abrazó a su hija sin sacarla.

No pudo evitar recordar a Aurora, era como si hubiese regresado, su olor, su sabor, su forma de moverse, de respirar.

Cuando notó que su hija se quedó dormida, la saco, se quitó el preservativo, hizo un nudo y lo tiró a la basura, cogió una cámara de fotos y fotografió a su hija dormida, su retrato estará junto al de su madre.

Epilogo

ocho años pasaron, Alba acababa de sacarse la carrera, quería celebrarlo con su padre dando un paseo.

-¿y de novios? ¿Cómo vas? – preguntó Carlos.

-por desgracia, a excepción de ti, ninguno vale la pena, es más, estaba pensando en hacerme lesbiana – decía Alba en una mezcla de sinceridad y jocosidad.

A su lado paso una mujer embarazada, Alba la miró atentamente, en ese momento le dijo a su padre con picardía.

-¿hoy podríamos olvidarnos de la goma?.

-de eso nada, si té quedas embarazada ¿qué seré yo? ¿Padre o abuelo del pequeño?

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