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La mujer del gordo (3)

en Hetero: Infidelidad

Sandra sentía como la carcomían los remordimientos, pero decidió guardárselo, no quería que su marido sufriera por su infidelidad, estuvo todo el tiempo atendiéndolo como un rey.

-¿te ocurre algo Sandra? Estás más amable que de costumbre – decía su marido

-n-nada nada – decía Sandra.

-deberías salir, mañana es carnaval ¿por qué no vas a divertirte? Te sacrificas tanto por mi – decía su marido sonriente.

-de acuerdo, ¿quieres que te traiga algo? – preguntaba la mujer.

-no, solo tu sonrisa – decía su marido.

Sandra besó apasionadamente los labios de su marido, después se fue al desván y miraba entre sus cosas viejas, había un disfraz de bailarina árabe, con su velo y todo ¡y le quedaba bien! Sandra sentía como su autoestima subía como la espuma, estaba deseando que llegase el día.

Al día siguiente ella salió con su disfraz, había un ambiente festivo, sentía que sus culpas y sus preocupaciones se iban a medida que oía la música y bailaba.

Pero cuando llegaba a la multitud sentía alguna mano manoseando su trasero o alguien simulaba caerse para agarrar sus pechos "por accidente", situaciones que la incomodaban, pero la hacían sentirse deseada.

-¡hola encanto! ¿te vienes con nosotros? Lo pasaras bien – decía una voz familiar.

Sandra se giró curiosa y ¡vio a su hijo y a Tom! Estaban algo borrachos, su hijo iba disfrazado de vampiro, Tom de guerrero escoces.

Iba a reprender a su hijo, pero Tom le besó en los labios, Sandra intentaba resistirse, pero era un beso tan placentero que cedió.

-¿eres tu? Casi no te reconocía – decía Tom.

A Sandra casi le daba un infarto, le había reconocido.

Tom sonrió maliciosamente y le susurró al oído.

-ven con nosotros, es mejor que dejarnos beber sin control y que yo con una borrachera le cuente lo buena que eres en la cama.

Sandra se quedó paralizada, si se enteraba su hijo no podría verle la cara jamás.

-Carlos ¿vamos a la caravana? Vamos a hacer una fiesta privada – decía Tom.

Carlos hizo un gestó de aprobación, ambos fueron caminando, Sandra estaba nerviosa, su hijo acariciaba su trasero con una sensualidad que ella no conocía.

-podemos hacerlo sin condón, se toma la píldora – decía Tom guiñándole un ojos a Carlos.

Esas palabras inquietaron aún más a Sandra, iba a ser infiel otra vez, quería irse, pero no quería que su hijo se enterase de eso.

A medida que caminaban por el gentío, sentía las manos de su hijo y de Tom toqueteándola, ella no deseaba eso, pero siempre había fantaseado que su hijo la tomara de forma brutal, pero ahora, se sentía confundida.

Llegaron a la caravana, era muy espaciosa, Sandra se sentó en la cama y cuando vio que su hijo se quitaba los pantalones.

¡santo cielo! La verga de su hijo era tan grande como la de Tom, sentía una mezcla de miedo y deseo.

-quítate la ropa Preciosa, queremos ver tus encantos orientales – decía Carlos.

-pero no te quites el velo, da mucho morbo – decía Tom, cuya falda mostraba su erección.

Sandra, temblando, se desabrochaba la parte de arriba del traje, mostrando sus pechos ante los hambrientos ojos de los jóvenes, Carlos y Tom se sentaron a su lado y empezaron a manosear sus pechos.

Sandra sentía como esas manos la calentaban y la estimulaban, inconscientemente abría las piernas, mientras Tom acariciaba la entrepierna de la madre por encima de su pantalón de seda, Carlos succionaba los pechos de la mujer, pechos que irónicamente dos décadas atrás los succionaba para alimentarse.

-¿te gusta? Preciosa – preguntaba Tom al oído de Sandra.

Sandra no respondió, no quería admitir que le excitaba esto, era tan sucio, tan... excitante.

-Ponte a cuatro patas preciosa y pon tu cabeza bajo mi falda - decía Tom.

Sandra accedió, en cuanto metió la cabeza bajo la falda se quitó el velo y empezó a chupar, agradeció que la falda tapase su cabeza, así su hijo no lo reconocería, Tom, guiñó un ojo a Carlos y este sonrió.

Sandra dejó de chupar porque sentía como le bajaban los pantalones y las bragas, muy despacio, ella no quería, pero su cuerpo lo deseaba, notaba avergonzada como el glande de su hijo acariciaba la entrada de su concha, Carlos retrasaba la penetración para disfrutar del momento.

Los ojos de Sandra empezaron a llorar al notar como lentamente la carne de su hijo se hundía en la suya, se sentía culpable por ser la amante de su hijo, como notaba como la agarraba de la cintura y bombeaba lentamente, pero sobretodo, por las palabras de su hijo.

-¡cielos! ¡que apretadita y caliente está! ¡da más gusto que mis anteriores novias!.

Sandra notaba una palmadita en la cabeza, Tom quería que siguiese chupando, Sandra, aún llorando, empezó a chupar con la esperanza de que si se concentraba en eso, olvidaría lo que le hace su hijo, le puso ganas, relamía esa piruleta de carne como si su vida dependiese de ello, su lengua recorría los bordes del glande de Tom mientras sus hábiles manos acariciaban sus testículos, mientras se la metía en la boca, sus labios apretaban y succionaban mientras su lengua acariciaba el tallo que estaba metido dentro de la boca, no estaba acostumbrada a chupar nada tan grande, al menos, no metérsela toda en la boca, tenia que combatir contra sus arcadas, pero también contra el sentimiento de culpabilidad al ver que no podía evitar gozar de las embestidas de su hijo, sentía como su orgasmo se acercaba, haciendo que inconscientemente apretase sus músculos vaginales.

-joder, Tom, esta tía aprieta mucho, creo que me voy a correr – decía Carlos.

-y yo mmmmmm – decía Tom.

Sandra notaba como unas manos poderosas sujetaban su cabeza mientras el semen de Tom entraba violentamente por su garganta, pero también sentía como la simiente de su hijo la llenaba totalmente, antes de abandonar la falda, se puso el velo y se sentó en la cama.

Veía su vagina, como la simiente de su hijo salía de ella, el sentimiento de culpabilidad aumentaba por momentos, pero Tom la se tumbó en la cama con su verga parada, diciéndole a Sandra que montase.

Sandra accedió, ya no podía pensar, solo reaccionar, sentía como el cálido cipote de Tom entraba en ella y empezó a moverse, pero, también sintió como Carlos la tumbaba apretando sus pechos en el torso del hombre de ébano, sintió como la polla de su hijo entraba por su concha ya ocupada por Tom.

Sandra clavó sus uñas en los hombros de Tom, nunca la habían penetrado doblemente y menos dos vergas de ese calibre, Tom sentía dolor, pero lo aguantaba con una sonrisa, ambos bombeaban a la madre con ganas, Sandra, poco a poco sentía como el dolor se iba para dejar paso a una sensación peor.

El placer, el placer de ser tomada por su hijo, el placer de ser infiel, el placer de ser el objeto sexual de dos hombres bien fornidos.

-¿te gustaría quedarte embarazada de tu hijo? – preguntaba Tom a Sandra en voz baja para que Carlos no se enterase.

Eso turbaba a Sandra, excitándola más.

Sandra gritó en un explosivo orgasmo temiendo que su hijo reconociera su voz, pero sus dos machos también gritaron de éxtasis, llenándola nuevamente, agotados, se durmieron con sus vergas aún metidas dentro de ella.

Sandra pudo apartarlos, se puso sus ropas y los dejó en la caravana, su mirada estaba llena de lagrimas de arrepentimiento, tenia dificultades para caminar, no le importaba que hubiera gente que le metiese mano en medio de la multitud, solo quería que no se dieran cuenta de que la simiente se le escapaba de su útero y recorría sus piernas saliendo por las perneras de sus pantalones, dejando un rastro de semen.

Al llegar a casa, trató de calmarse, se secó sus lagrimas y se dirigió a la sala.

-vaya, que sexy te veo ¿te lo has pasado bien? – decía su marido.

-por supuesto, un día podemos jugar a que soy la favorita de tu harén – decía Sandra guiñándole un ojo.

-lo estaré deseando – decía el marido.

Sandra se fue a su habitación, se quitó rápidamente las ropas y se metió en la ducha y lavó todo su cuerpo con ganas, estaba en sus días seguros, pero no quería sentir la simiente de su hijo.

Cayó de rodillas y lloró como nunca, se sentía una pervertida, había fornicado con su hijo ¿qué clase de madre era ella?.

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