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La mujer del gordo (4)

en Hetero: Infidelidad

Los tres hombres estaban en la sala, esperando la comida.

-ya veras Tom, mamá prepara las mejores albóndigas del mundo, pero no te las comas todas, el plato fuerte es el cochinillo con su toque especial – decía el Carlos.

Ambos jóvenes se relamían, los pasos de Sandra acercándose les abrieron el apetito pero.

Los platos de Sandra eran judías hervidas y el plato fuerte era ensalada de apio, los tres miraron la comida en una muestra de sorpresa y asco, luego miraron curiosos a Sandra, la cual, miraba a los tres con una mirada que helaba la sangre.

-S-Sandra ¿qué es eso? – preguntó su marido.

-judias hervidas y ensalada de apio, enseguida os traeré el plato fuerte, brócoli con acelgas envueltas en espinacas – decía Sandra.

-p-pero ¿y la comida de verdad? – preguntaba su marido.

-en la mesa ¿qué crees que es? ¿decoración? ¡A COMER! – decía Sandra de forma brusca.

Los hombres comieron sin rechistar, bueno, caras de asco había en la mesa, pero comieron sin rechistar, el que lo llevaba mal era el marido, apenas podía contener las arcadas cada vez que se llevaba la comida en la boca, Sandra vigilaba que se lo comiera todo.

-mama ¿por qué este cambio de menú? – preguntaba Carlos.

Sandra lo miró y dijo.

-vamos a hacer vida sana, se acabó el colesterol, los triglicelidos y el exceso de calorías, durante todo el año seguiremos una estricta dieta vegetariana.

El marido escupió lo que tenia en la boca de la impresión.

-¿¡tu estas loca!? ¿nos has visto como conejos o que? – se quejaba el marido.

Sandra le lanzó una mirada asesina, haciendo que su marido se dedicase a comer de nuevo la ensalada.

Cuando terminaron de comer, esperaban impacientes los postres con la esperanza de borrar el mal sabor de boca, pero solo había zumo de zanahoria.

-¿ni siquiera chocolate? – preguntaba el marido temeroso.

Sandra le dirigió otra mirada asesina, todos callaron.

Pensaron que seria pasajero, pero día tras día les ponía comidas vegetarianas, hasta Tom no soportaba más la situación y decidió hablar con Sandra.

Allí estaba, cortando una zanahoria a trozos, no le veía la cara, pero con las ganas que ponía estaba enfadada.

-oye Sandra – decía Tom.

Sandra hizo un corte a la zanahoria más sonoro, tanto que a Tom se le subió el corazón en la garganta.

-¿qué quieres? – decía Sandra sin ocultar su enfado.

Tom sudaba y pensaba que tenia que decirle, no era recomendable acercarse a una mujer con un cuchillo y una actitud cabreada, convirtiéndola en una Lorena Bobit en potencia.

-s-se que me he p-pasado en el carnaval, p-pero e-es que e-e-estabas t-tan preciosa con es-ese disfraz qu-que, l-lo siento mucho – decía Tom.

Sandra se giró, su mirada era puro enfado, tanto que intimidaba a Tom, pero luego su mirada se relajo y volvió a cortar zanahorias mientras decía.

-no se las costumbres que tenéis en Inglaterra, pero yo siempre he sido fiel a mi marido, incluso cuando el deseo me abrasaba, agradezco esos momentos tan "pasionales" pero no quiero hacer sufrir a mi marido.

-pues es el que más sufre con el régimen es precisamente tu marido, no está tan acostumbrado a este tipo de comidas – decía Tom.

Sandra suspiró miró a Tom con ojos tristes y le dijo.

-yo tampoco quiero hacerle pasar este mal trago, pero echo de menos a aquel hombre tan pasional que me hacia mujer, no es que no le ame, le amo, es bondadoso, amable y nunca me trata mal, pero no todo es amor, necesito algo más.....físico de el.

Tom la miraba enternecido, en cierto modo sentía envidia del marido de Sandra, le cogió la mano y le dijo.

-seguro que me arrepentiré de esto ya que no podre tenerte, pero te ayudaré – decía Tom.

Sandra lo miró emocionada y lo abrazó agradecida, Tom recibió el abrazo con ternura, sabia que se arrepentiría de eso, pero.... deseaba su felicidad.

Pasaron los días y llegó el día en el que Tom y Carlos tenían que volver a Inglaterra, Sandra les acompañó, pero cuando Carlos estaba mirando en una tienda del aeropuerto, Sandra cogió por sorpresa a Tom y se lo llevó.

Tom no sabia que pasaba, entraron en el baño de señoras y entraron en el inodoro donde Sandra puso el pestillo.

-pero Sandra ¿qu....? – decía Tom.

Sandra le puso un dedo en sus labios, haciéndole callar mientras le pedía dulcemente silencio poniendo un dedo en sus propios labios.

-estos días me has ayudado mucho, quiero que te lleves un recuerdo mío – decía Sandra.

Las manos de la mujer acariciaron el paquete de Tom, notaba como ese bulto se hacia más y más grande, Sandra acercó su boca y desabrochó el botón del pantalón, luego cogió la cremallera con los dientes y la bajó despacio, liberando larga y oscura masculinidad de Tom.

De rodillas Sandra cogió los pantalones de Tom y lentamente los bajó mientras besaba la masculinidad que mostraba todo su poder, lamia los bordes de la parte purpura y acariciaba esa piel palpitante con sus labios de rubí bajo la sorprendida mirada de Tom que estaba disfrutando como nunca.

Mientras sus labios succionaban y apretaban, sus manos acariciaban con dulzura y suavidad, Tom, no tardó en echar sus semillas en la boca de su amante que las tragó con hambrientas ganas, aún con la masculinidad en la boca y con gotas blancas saliendo de sus labios, miró a los ojos de Tom con tierna inocencia.

Sandra se levantó y se bajó sus bragas y se colocó frente a Tom que la miraba con ojos extasiados, poco a poco, Sandra notaba como la masculinidad de Tom entraba dentro de ella. Apoyándose en los hombros del fornido estudiante, empezó a moverse mientras Tom la abrazaba con fuerza.

-mmmm, Tom, arf, seguro que tu novia mmmmm, la haras muy feliz si, ah, la tratas asi – decía Sandra jadeando.

-tu si-siempre s-seras mi priiiimera chica – decía Tom a punto de eyacular.

Ambos se abrazaron con tanta fuerza que sus uñas se clavaron hasta sangrar, aún unidos, estuvieron recuperando el aliento hasta que Tom notaba como sonaba su móvil.

-hola Carlos ¿qué pasa? – decía Tom.

-¿¡qué que pasa!? ¡que se nos vá el avión coño! ¡hemos de irnos yá! – decía Carlos alarmado.

Ambos amantes se levantaron, Tom tuvo un accidente al subirse la bragueta cuando su verga aun estaba parada y fuera, pero al final se pusieron presentables y se encontraron con Carlos, Sandra les dio a los dos unos besos maternales y les despidió, cuando vio como se iban, se puso la mano en el vientre, notando todavía como el fuego de Tom ardia en su interior, cuando volvia a casa en el aeropuerto, se dio cuenta de una cosa.

-¡mierda! ¡mis bragas! ¡y eran de las caras!.

En el aeropuerto, el de la limpieza aspiraba el aroma de unas bragas que se encontró en el baño de hombres.

Epilogo

Sandra ayudaba a su marido a caminar, la dieta que le impuso funcionó, había adelgazado lo suficiente como para levantarse de la cama, los inseguros pasos de su marido eran una victoria para Sandra que soñaba con no dormir sola.

-vaya, casi no me acordaba de eso – decía su marido.

-cuando termines el régimen, recordaras más y más cosas – decía Sandra

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