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Turnos de dominacion (Ana)

en Dominación

Ana se levantó esta mañana, lo primero que vio fue a su marido, abrazándola, se sentía tan querida, tan protegida.

Hasta que recordó lo que sucedió ayer.

Se estremecía al pensar lo mucho que le gustó aquel día, siendo utilizada, ella tan orgullosa, tan dominante, sometida de esta forma.

-¡un momento! ¡Ahora me toca a mí! – pensaba Ana en voz alta.

Lo primero que hizo fue despertar a su marido, el, aún adormecido, se negaba a levantarse.

Pero a Ana se le encendió la bombilla, cogió una correa con su collar, se lo puso despacio a su marido, con una sonrisa socarrona y tiró del collar tan fuerte que lo tiró de la cama.

-¡ay! ¡Que cojo..!

-¡silencio esclavo! ¿Quién coño te dio permiso para dormir? – decía Ana con voz dominante.

Juan tardó un poco en recordar que ahora era el turno de Ana, eso hizo que tragase saliva, pero al final alcanzó a decir.

-¿qué es lo que pide mi ama de este humilde esclavo?

-ponte a cuatro patas – dijo Ana sonriendo.

Juan obedeció se colocó a cuatro patas, en ese momento Ana se paseó alrededor de Juan, rozando su espalda con sus uñas.

-bien, esclavo, quiero que seas mi montura, me llevaras al salón como buena montura que eres – dijo Ana mientras se sentaba en la espalda de Juan.

-si, mi reina – dijo su marido.

-¡en marcha! – ordenó Ana dando un cachete en el culo de Juan.

Juan avanzó hacia el salón como un bebé que gateaba, Ana de vez en cuando fustigaba las nalgas de Juan para que fuese más rápido, en cambio Juan sentía el desnudo y prieto trasero de su mujer en su espalda, un tacto excitante, empezaba a endurecerle la verga, sentía deseos de tirarla al suelo y penetrarla hasta romperla, pero se controló ya le llegaría el turno.

Llegaron al salón, les esperaban Inés y Tomás, que vieron sorprendidos como llegaba Ana.

-Inés, esta montura esta excitada, ¿no deberías quitarle la tensión con tus manitas? – dijo Ana.

Inés hizo una reverencia y se dirigió a Juan, se arrodilló y con sus manos acarició el aparato de Juan, sus manos recorrían el tallo del monstruo de Juan, notando su dureza y sus venas, Juan jadeaba mientras luchaba por mantenerse en sus cuatro patas, no sea que tirase a Ana y le castigara.

-Tomás, ven aquí – ordenó Ana.

Tomás se acerco a Ana de forma temerosa, ¿tendrá rencor sobre lo que sucedió ayer?, entonces Ana le mostró sus pies desnudos y le ordenó

-límpiamelos con tu lengua.

Tomás acarició esos hermosos pies de bailarina, tan lindos como aquellos días en los que su hermana iba a clases de ballet, primero los acarició como se acariciaba a un pequeño pájaro, después saco su lengua y le lamió los dedos de sus pies, con delicadeza, metiéndose entre sus dedos, saboreando su piel, sus largas uñas.

-mmmm lo haces bien esclavo, sigue así ¡tu esclava, sigue pajeando a mi montura! – decía Ana.

Inés todavía acariciaba la verga y los testículos de Juan, el cual se mordía los labios de excitación, y aún más cuando Inés empezaba a lamerle el escroto, por su parte Tomás ya le lamía la planta de los pies a Ana, la cual no podía contener alguna que otra risita por el cosquilleo que le provocaba la lengua del esclavo.

Juan no pudo aguantar más y después de que un chorro de semen saliese despedido, impactándole en su propia cara, sus extremidades fallaron y cayó al suelo junto a Ana, la cual se levantó mientras le decía a Juan.

-¡montura inútil! ¡Vas a sufrir un castigo ejemplar ¡atadlo a la mesa de pies y manos!

Sus esclavos obedecieron, los pues de Juan fueron atados a las patas de la mesa y sus manos atadas a la espalda, Ana le daba instrucciones al oído de Tomás, acto seguido, se puso delante de Juan con Inés y le dijo a Inés.

-aún me duele un poco la afeitada de ayer, ¿me lo alivias con la lengua?.

Inés sonrió y se arrodilló hasta la altura de la concha de Ana, la lamió con dulzura, su lengua recorría los bordes de la feminidad de Ana, lamiendo el néctar de su ama, después enterró su lengua dentro de ella para alcanzar el clítoris.

Ana, al notar como le lamían el clítoris, jadeaba de placer ante la mirada de su esclavo Juan, que deseaba con todas sus fuerzas unirse a la fiesta.

-ama, por favor, déjeme estar con usted – decía Juan.

Ana miraba a su marido con desprecio y chasqueó los dedos, en ese momento, Juan notó algo duro y calido dentro de su culo, Juan gritó de dolor, al girar la cabeza, vio que Tomás le estaba penetrando, mientras tanto, Ana de tumbó al suelo y Inés la besaba en los senos mientras acariciaba su abdomen, su mano bajaba lentamente hasta su concha.

-piedad, ama piedad – lloraba Juan.

-esclavo, hazlo callar – decía Ana.

En ese momento Tomás se puso frente a Juan y le acercó su verga a la boca.

Juan se negaba a aceptar eso, pero Tomás le apretó la nariz para obligarle a abrir la boca, la falta de aire hizo que la abriera, momento que Tomás aprovechó para hundir su ser en la vía oral de Juan.

Tomás movía la cabeza de Juan para que la chupase mejor, mientras Ana, tumbada en el suelo, disfrutaba de la lengua de Inés que la penetraba lo más profundamente posible.

Los sensuales labios de Ana solo dejaban escapar jadeos de placer, lenta pero crecientemente estaba llegando al éxtasis, mientras que Juan estaba llegando a las arcadas.

Ana llegaba al sumun del orgasmo, al mismo tiempo que Tomás que terminó echándolo todo dentro de la boca de Juan, el cual lloraba por esa acción que le mandó Ana hacer, Ana, debido al orgasmo que tuvo, se compadeció de Juan y ordenó a Inés que le limpiara la boca de restos.

Inés obedeció, se acercó al rostro lleno de lágrimas de Juan y le lamió las lágrimas, despacio, con dulzura, consolando poco a poco a Juan.

Acto seguido le besó en la boca, saboreando las semillas que dejó Tomás, mientras Ana ordenó a Tomás que se tumbara en el suelo.

Lo único vertical que tenia Tomás al obedecer la orden era su erección.

Ana recorrió el cuerpo de su hermano con la mirada, con sus pies desnudos, acarició la erección y los testículos de Tomás.

Sus dedos rozaban el glande de su hermano, notando la suavidad de un ariete que hace poco profanó a su marido.

Tomás respiraba con más sonoridad, se le veía excitado.

En cuanto Inés, llevó la cabeza de Juan a su intimidad, para que sus mieles le quitasen el sabor de boca, Juan recorría el útero de su amante con la lengua, Inés le respondía con sus jadeos y acariciando los cabellos de Juan.

Ana estaba se sentó encima de la boca de Tomás y con sus pies pajeaba a su hermano, no podía creer lo que hacia, era como si no lo consideraba un hermano, sino un amante, pero los lengüetazas de Tomás le apartaron de esos pensamientos tan moralistas.

Mientras Inés, se puso debajo de la mesa donde estaba atado Juan y le recorrió con su lengua su hambrienta verga, metió solamente el glande dentro de su boca y movió lentamente su cabeza saboreándolo con suavidad, Juan disfrutaba de esa boca tan experta, le hizo olvidar el dolor de su ano, en ese momento Inés metió todo el pene de Juan dentro de su boca y succionó con fuerza su miembro, como si intentase sacar su alma, Juan intentó aguantar, pero tanto placer era imposible de contener, no tardó en eyacular dentro de su boca, el semen de Juan recorrió la traquea de Inés, pillándola por sorpresa, haciéndola atragantarse, retiró su boca de la verga de Juan para toser, eso captó la atención de Ana, haciéndole tener un pensamiento sucio.

-Tomás levántate – ordenó Ana.

El obedeció, Ana se arrodillo y acarició el pene de su hermano, la misma herramienta que profanó su intimidad, era grande y dura, pero su olor era lo que más la atraía, olía a vicio, a deseo, las manos de Ana acariciaron el garrote de Tomás, suavemente, su tacto era calido, tenia pulso, Ana no pudo evitar sentirse atraída por el miembro de Tomás, sus labios rozaron su piel, mientras sus dedos seguían acariciando su dureza, Tomás suspiraba ante esos roces, esos suspiros alimentaban el animo de Ana, cuya lengua recorría el tallo de arriba abajo, dirigiéndose a su escroto, un escroto rugoso, suave y depilado, no dudó en meterse los testículos dentro de su boca y masajearlos con la lengua mientras sus manos masturbaban la herramienta del placer de Tomás, el cual, pasó de los suspiros a los jadeos.

Ana abandonó el saco de huevos de Tomás y engullió la herramienta de su hermano, su cabeza moviéndose suavemente de arriba abajo, recorriendo la tranca con sus labios, Para Tomás era un sueño adolescente hecho realidad, el deseo de tomar a su hermana de tenerla de rodillas haciéndole una felación, no tardó en sentir el deseo de expulsar su simiente.

-a-ama, no aguanto más – decía Tomás.

Ana se apartó, pero el fluido blanco impactó en su cara y en sus pechos, unas cuantas gotas recorrieron sus labios, gotas que fueron recogidas por la lengua se Ana con la intención de saborearla, en ese momento los ojos de Ana se fijaron en Inés y con un gestó le ordenó que la acompañara al cuarto de baño, ella aceptó y la acompañó.

Una vez dentro del cuarto de baño, Ana cerró con llave, abrió la llave de la ducha y ambas féminas se metieron dentro.

-esclava, estoy sucia, límpiame con tu cuerpo untado de jabón.

Inés sonreía, le encantaba ese tipo de juegos, cogió un bote de jabón líquido, lo untó en sus pechos y en sus piernas y los frotó para que generase espuma, Ana se quedó de pie mientras Inés restregaba sus espumosos pechos en la espalda de su ama, unos suaves pechos cuyo tacto agradaban a Ana.

-mmmm así mi esclava, se mi obediente esponja – decía Ana.

Inés le respondió restregando su pierna enjabonada en la intimidad de Ana, ella.

Eso le provocaba mucho gusto a Ana, sentía deseos de besarla, pero no, ella es una esclava, es su obligación servirla.

Ana se dio la vuelta, esta vez Inés tenia que lavarla por delante, los pechos de Inés se encontraron con los pechos de Ana, frotándose mutuamente, Inés nunca había probado el frotar sus pechos con los de otra chica, ahora que lo hacia, le encantaba, notar sus terminaciones nerviosas con las de otra chica le daba mucho placer, pero al mismo tiempo miedo ¿y si ella fuera lesbiana? No, ahora no podía opinar, ahora solo podía obedecer.

Ana la empujó abajo e hizo que los pechos de Inés frotaran su abdomen, dejando al alcance de la boca de Inés sus propios pechos, entonces Ana agarró la cabeza de Inés y le hizo chupar sus pezones.

Inés los mordisqueaba, los lamía, los succionaba como una lactante.

-mmmm así, putita, mamame las tetas como la buena esclava que eres – decía Ana con una sonrisa.

Inés no le dio importancia al insulto, ella era la que dominaba y punto.

Ana estaba a punto de llegar, pero separó a Inés de sus pechos, ambas salieron y antes de que Inés dijese nada, Ana le ordenó que se pusiera de rodillas.

Inés obedeció, Ana acercó su concha a la cara de Inés y cojiendola por sorpresa la orinó encima.

Inés no pudo evitar sentir una mueca de asco, pero obedeció sumisamente.

-¡límpiame el coño! Esclava – decía Ana.

Con asco, la lengua de Inés repasó los labios vaginales de Ana, limpiándolo de los orines que quedaban, Ana le agarró la cabeza para que la limpiase a fondo, Inés casi no podía respirar, se esforzó al máximo para provocar un orgasmo a Ana para que la liberase.

Los fluidos que invadieron su boca junto con el temblor del cuerpo de Ana era una señal de que lo había conseguido.

Ana se agarró en la cortina de la ducha, soltando a Inés que tosía y aspiraba aire para recuperarse.

Cuando Ana se recuperó le dijo a Inés.

-¡mira que sucia estas! ¡Ponte a cuatro patas! Vas a llevarme a los otros esclavos!.

Inés obedeció, se puso a cuatro patas y Ana se montó encima de ella, Inés tenía mucha fuerza debido al entrenamiento, transportó a Ana hasta donde esperaban los otros esclavos.

-ponte boca arriba en la mesa – ordenó Ana a Inés.

Ella obedeció, su cuerpo desnudo y lleno de los orines de Ana yacía indefenso sobre la mesa.

-¡esclavos! ¡Esta esclava esta sucia! ¡Limpiadla con vuestras lenguas! – ordenaba Ana a sus esclavos varones.

No paso ni medio segundo antes de que ambos esclavos se abalanzaran sobre Inés como animales devorando a su presa, no le importaron la orina de Ana, sus lenguas recorrieron el cuerpo de la fémina indefensa, cada centímetro de piel, cada zona erógena, Inés nunca había visto a dos hombres así, pensaba que la iban a violar, uno succionaba sus pechos, otro su clítoris, las manos tocaban cada parte de su ser.

Inés nunca pensó que esto pasaría, nunca pensó que sentiría vergüenza.

-¡parad! – ordenó Ana.

Ambos esclavos pararon, entonces Ana les ordenó que la trajeran frente a ella, los esclavos la cogieron de manos y pies y la colocaron ante ella.

Ana se agachó y le hizo una pregunta a Inés.

-¿eres virgen por la puerta de atrás?.

Eso encogió el corazón de Inés, cierto que era una chica sexualmente liberada, pero la sodomía era algo que le daba realmente miedo, nunca se había dejado penetrar asnalmente.

-piedad mi ama, os lo suplico, haré cualquier cosa, pero no ordenéis eso por favor.

-vaya, nuestra esclava tiene algo que no quiere, bueno, arrodíllate, junta las dos manos en la espalda y pon los pies juntos – ordenó Ana.

Inés, suspirando aliviada obedeció, se sentía a salvo, hasta que sintió un collar en el cuello, pensó que la haría pasear fuera, delante de todos, luego unas esposas aprisionando sus manos y atándolas a su cuello y luego unas esposas a sus pies, dejándola indefensa, ahí empezó a sentir miedo, sobretodo cuando ana hizo un circulo con el dedo pulgar e índice y con el índice de su otra mano le indicaba lo que ella temía.

-¡NOOOO AMAAAAA! – gritaba Inés mientras Ana sorteaba quien seria el afortunado en sodomizarla.

Inés luchó, pero estaba bien atada, se presentó ante ella Tomás, con su erección.

-no amor mió, no lo hagas, haré cualquier cosa por ti pero no lo hagas – lloraba Inés.

-iba a ser buena contigo, que Tomás te lubricase antes de penetrarte, pero ya que eres tan llorona, haré que te lo haga en seco – dijo Ana sonriendo.

-¡es por lo de ayer! ¿verdad? ¡Solo era un juego! ¡Te lo compensaré! – gritaba Inés con los ojos bañados en lagrimas.

Pero cuando Tomás la penetró, ella calló, sentía que la iba a reventar, la verga de Tomás tenia muchas dificultades en entrar completamente.

-AH, AH, ¡BASTA! ¡ESO DUELE! – lloraba Inés.

-Por fin, cuanto deseaba poseer tu culo, amor mió – decía Tomás sonriendo mientras hacia más y más fuerza.

Inés apretaba los dientes mientras miraba como Ana se masturbaba ante ese espectáculo.

Tomás seguía empujando hasta meterla completamente, su ano era tan estrecho, tan calido, sentía alguna dificultad en sacar su verga y luego meterla.

El dolor que sentía Inés la hacia llorar, se sentía como un juguete sin ningún tipo de derecho, pero no podía culpar a Ana, ella animó a este juego, ahora tenia que pagar.

Tomás, mientras tanto, aceleraba el vaivén a propósito sin importar el dolor de Inés, era su oportunidad de sodomizarla y no iba a desaprovecharla, los empujes hacían saltar más y mas lagrimas, hasta que para alivio de Inés, se corrió dentro de su culo.

Inés estaba destrozada, con el culo en pompa, pensaba que había terminado, pero Juan apareció.

-no, por favor, otra vez no – decía Inés llorando.

Juan sentía lastima por Inés, sus dedos acariciaron los bordes del ano de su victima.

Inés experimentaba bastante gusto, sentir como le masajeaban el ano con la yema de los dedos le daban una sensación nueva, en ese momento sintió un dedo entrando lentamente en ella, luego otro, moviéndose en círculos, dilatando su culo.

En ese momento Juan agarró las caderas de Inés y la penetró lentamente, ella estaba algo adolorida, pero esta vez entraba con más facilidad, el pene de Juan era más amable que el de Tomás y lentamente estaba dando gusto a Inés.

-ah, ah, si, mi amor, más suave, mmmm que rico.

Los ojos de Tomás y Ana la miraban atentamente, Inés no podía creerse lo que le sucedía, estaba disfrutando la enculada, delante de todos.

-ah, maldito cabrón, dame más, ¡ROMPEMÉ! – gritaba Inés enloquecida.

Esos gritos aceleraron la excitación y el ritmo de las envestidas de Juan, que golpeaba con más y más fuerza, poco a poco, Inés sentía el orgasmo cerca, un orgasmo descomunal incluso para ella, las despiadadas envestidas no tardaron en hacer efecto, el sudor le resbalaba por su sedosa piel, una piel cada vez más caliente, un intenso escalofrió recorría por todo su cuerpo indicando la llegada de su orgasmo, lo acompaño una calida sensación dentro de sus intestinos, como si un fluido le recorriera su ser.

Tanto Juan como Inés cayeron exhaustos, aspiraban todo el aire que podían para restablecer los gastos energéticos por su esfuerzo.

Tomás no pudo evitar aplaudir.

Ana miró su reloj.

Eran las diez de la noche.

Lastima que el tiempo pase como un suspiro, pensaron todos.

Los cuatro cenaron fuerte y se fueron a la cama.

Habitación de Inés y Tomás.

-¡oye! Me ha dolido mucho, no podré sentarme en meses – decía Inés.

-bien que disfrutaste con mi cuñado ¿eh? – decía Tomás con cierta envidia

-te aseguro que esta me la pagas – respondió Inés.

-¿a quien le toca mandar mañana? – preguntó Tomás con una sonrisa.

Inés se puso pálida, puso sus manos en su culo ¿cuántas veces se lo haría? ¿Cuántas?

Habitación de Ana y Juan.

-has sido un poco cruel conmigo Ana – dijo Juan.

Ella no respondía.

-¿no sabes que aún me duele el culo? – preguntó Juan.

-Inés ¿te gusta? – preguntó Ana.

-¿cómo? – Juan

-nunca te vi dando tanta caña, como si quisieras romperla, seguro que te gustó – decía de forma triste Ana.

-vaya vaya, ¿estas celosa? Nunca he sido violento contigo por que te quiero, tenia miedo a hacerte daño, pero si quieres que sea despiadado contigo en la cama, te daré tan fuerte que te saldrá la lefa por la boca, por cierto ¿qué es esa atracción por tu hermano? – respondió Juan.

Ana se quedó muda, ¿es verdad que estaba prendada de su hermano?.

-e-eso, yo, yo – balbuceaba Ana.

-que morbo, una relación incestuosa, debería traer una cámara y grabarlo todo – decía Juan entre risas.

-¡déjame en paz! – decía Ana dándole con el almohadón.

El marido respondió con su almohada, ella respondió con la misma arma, acabando en una infantil batalla de almohadones.

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