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Carolina 2

en Textos de risa

Eleuterio se levantó adolorido esta mañana jurando que compraría otro sofá, se dirigió hacia el dormitorio y vio como Carolina dormía placidamente, lo primero que hizo, fue localizar la maleta de Carolina y agarrar toda la ropa indecente que tenia para tirarla a la basura.

Al llegar al container y tirar la ropa, un guardia lo detuvo diciendo.

-¡oiga! ¡¿no sabe que la basura se tira de 20 a 23 de la noche?!.

-lo lamento, señor, pero se me pasó por alto – decía Eleuterio.

El policía miraba a Eleuterio de forma sospechosa.

-¿puedo ver lo que lleva en la bolsa? – dijo el policía.

Mientras, en la casa de Eleuterio, Carolina fue despertada por el timbre, estaba adormilada y solo la tapaba una de las enormes camisas de Eleuterio.

-¿quién es? – dijo Carolina mientras abría la puerta.

-verá, señorita, soy el vecino de el frente, pertenezco a la sociedad religiosa las huellas de cristo y he pensado que una oveja descarriada como usted le interesaría que le guie en el buen camino – dijo un hombre bien vestido con un crucifijo enorme colgado en el cuello.

-no me interesa, gracias – decía Carolina a punto de cerrar la puerta.

-¡al menos léase esta biblia! Mis trillizas la leen todos los días – decía el hombre del crucifijo.

-¿qué edad tienen sus hijas? – preguntó Carolina.

-acaban de cumplir dieciséis años, puras, bondadosas, creyentes y castas – decía aquel hombre con orgullo.

-le echaré un vistazo – decía Carolina cogiendo la biblia y cerrando la puerta.

Pobres chicas, por si no le bastase con sus hijas ahora me quería lavar el cerebro a mi, pues les enseñaré algo que deberían ver, pensaba Carolina.

Se dirigió hacia la maleta y vio con horror que toda su ropa se había esfumado, sus tangas, sus camisas transparentes, sus medias de red, clamó venganza contra su tío, pero antes...

Cogió la Biblia y arrancó varias paginas y luego cogió de su maleta una carpeta que casi parecía reventar, estaba lleno de fotos de hombres con la vergas erectas, las abrazó tristemente como si fueran hijos suyos y les dijo.

-chicos, me habéis enseñado tanto, pero ahora he de entregaros a gente más necesitada.

Colocó sus fotos de tamaño folio dentro de la biblia, después preparó el desayuno, con un ingrediente secreto muy especial, buscó en el botiquín y encontró lo que buscaba, un laxante muy potente que colocó en el café de Eleuterio, en ese momento, apareció Eleuterio, furioso, tuvo que estar dando explicaciones durante una hora al guardia, cuando iba a pedir explicaciones a Carolina, pero esta le gritó diciendo.

-¡¿por qué me tiras toda la ropa?! ¿¡no sabes lo que me ha costado comprarla!?.

-¡eh! ¡tranquila! ¡ahora vamos a...! ¡¿qué coño es eso?! – decía Eleuterio señalando la Biblia.

Carolina la miró y dijo tristemente.

-como tu no me querías, me sentí desesperada y apareció ese hombre diciendo que esto me consolaría.

Eleuterio, sin mediar palabra, cogió la biblia y fue corriendo hacia el vecino de enfrente, comenzó una discusión acalorada y Carolina vio como le entregaba violentamente la biblia.

-gente como usted son los que descarrían a la juventud del mundo, mis hijas apreciaran más este regalo divino – decía el hombre del crucifijo.

-prefiero más una descarriada que una zombi – decía Eleuterio furioso.

-ya se arrepentirá cuando se consuma en el infierno – decía el hombre del crucifijo cerrando la puerta.

-¡estuve en el infierno y los demonios me tuteaban! – gritaba furioso Eleuterio.

Carolina hizo un gesto de victoria, pero casi caía cuando Eleuterio al apartó violentamente, se sorprendió al ver el desayuno preparado.

Se arrepintió de haberla empujado, la invitó a desayunar con el y hablaron de sus cosas, Carolina atendía con ilusión sus comentarios del trabajo, pero Eleuterio se fijó que su sobrina no probaba bocado.

-¿no tomas nada? – preguntó Eleuterio.

-¿para que me salgan granos o michelines? No gracias – decía Carolina.

-te desmayarás en medio de la calle – decía Eleuterio mientras devoraba su desayuno – hoy iremos a comprarte ropa.

-¡¿De verdad?! ¡¿de verdad me compensaras los tres mil euros de ropa que me tiraste a la basura?! – decía Carolina ilusionada.

Eleuterio escupió la leche mojándola completamente.

-¡¿tr-tres mil euros?! ¡esto es una estafa! – decía sorprendido Eleuterio, pero al ver como Carolina lamia la leche que el le había lanzado, sintió una brutal erección.

Se levantó rápidamente de la mesa, su glande se golpeó con el borde provocándole un tremendo dolor, se fue al cuarto de baño y llenó el bidet de agua muy fría mientras le decía a su miembro viril.

-ya mañana cataras hembra de verdad y no una mocosa como esa.

Ambos se vistieron (separados, no juntos mal pensado) y fueron al garaje, allí Eleuterio mostró un Lamborgini, fueron varios encargos peligrosos, pero pudo comprarlo.

Carolina miró preocupada el Lamborgini, después miró el paquete de Eleuterio.

-¡oye! ¡por tener un gran coche no tengo por que tener un pene pequeño!.

Cuando se metieron en el coche, Carolina no paraba de decir que era demasiado incomodo, que no hay suficiente sitio para hacer el amor en el y un largo etc que Eleuterio no atendía.

Al llegar al centro comercial, fueron a las tiendas de ropa, Eleuterio miró un escaparate, había un hermoso vestido recatado que le quedaría bien a Carolina, pero ella estaba mirando otro conjunto.

Ese conjuntó sorprendió a Eleuterio, el top en cuestión era una cinta de cinco centímetros de grosor y la minifalda en realidad era mini-mini falda, solo bastaba agacharse un poco para que se le vieran las bragas y ¡que precio! Quintuplicaba el vestido recatado a pesar de que tenia cinco veces menos tela.

Tuvo que obligarla a entrar en la tienda, Carolina estaba enfadada, pero tenia un plan.

Uno tras otro probaba los vestidos, mientras Eleuterio sentía como sus tripas le estaban pidiendo evacuar mercancía, pero el era de una voluntad de hierro, vigilaría a Carolina.

Pero ella seguía probándose, probándose y probándose más y más vestidos, poco a poco Eleuterio le pedía que se diera prisa, pero Carolina siempre veía un "vestido bonito" para probarse.

-¿el baño por favor? – preguntaba Eleuterio.

-tras esa puerta – respondió la dependienta

En cuanto se fue al baño, Carolina lo detuvo diciendo.

-¡ya he escogido los vestidos! ¡vamos a otra tienda!.

-oye, bonita, he de ocuparme de un asunto – decía Eleuterio conteniendo su ano.

-¡no! ¡vamos a otra tienda! – decía Carolina tajantemente.

-¡t-toma! La tarjeta de crédito ¡compra lo que quieras! – decía Eleuterio desesperado.

En cuanto Carolina vio como Eleuterio se encerraba en el cuarto de baño, dejó vestidos de la tienda y se dirigió hacia la tienda del minivestido con una sonrisa diabólica y la tarjeta toda temblando.

Durante varias horas Eleuterio estaba en el baño descargando su maloliente carga, en ese momento sonó su móvil.

Era el del banco, diciendo que ha habido un incremento en sus gastos.

-si, le he dado la tarjeta a mi sobrina Carolina, ¿cuánto se ha gastado? ¿doscientos euros? ¿quinientos?

-diez mil euros – dijo el del banco, haciendo que Eleuterio soltase todo lo que le faltaba soltar.

-señor Eleuterio, se que tiene un deposito importante en nuestro banco, pero no debería dejar esas cosas así como así.

Carolina esperó a Eleuterio al lado del coche con un atuendo que paraba el corazón cualquier hombre, una pandilla de jóvenes se acercó a ella.

-hola nena ¿por qué no vienes con nosotros? – decía el jefe de la pandilla.

-no puedo, estoy esperando a mi novio, decía Carolina echándole descaradamente el humo de su cigarro en la cara del jefe de la pandilla.

El jefe estuvo tosiendo, pero después cogió la barbilla de Carolina y le dijo.

-¡quieres venir con nosotros! ¡vamos a un sitio apartado! Lo pasaremos muuuy bien – decía el jefe mostrando una navaja automática ante las risas de sus subalternos.

Carolina se sentía preocupada por la situación, pero vio por el retrovisor a Eleuterio resoplando como un toro bravo, Carolina, con ojos suplicantes y de miedo fingido le dijo.

-o-oye por favor, n-no ralles el coche, mi novio se enfadaría muchísimo.

El jefe de la pandilla, con una sonrisa de oreja a oreja, sacó la navaja y ralló una y otra vez la carrocería del coche, Carolina vio a través del retrovisor sin evitar contener una sonrisa como Eleuterio mostraba una cara de sorpresa y después corrió hacia ellos.

-¡¿que habéis hecho?! hijos de (censurado) (censurado) (triple censurado).

-oye tío, nosotros somos más y tenemos pinchos, si nos vacilas te ensartamos – decia el jefe todo chulo.

-yo solo te veo a ti – decía Carolina sonriente.

-¿solo a mí? ¿qué quieres dec..? – el jefe vio con horror que sus subordinados habían escapado al ver que se aproximaba la versión bronceada del increíble Hulk.

Eleuterio lo agarró y lo llevó a un sitio apartado donde lo lanzó contra una pared.

-¡o-oye tío! ¡lo siento de verdad! ¿n-no has oído del pacifismo? ¡oye tiro la navaja! ¡No volveré a molestar a tu puta! ¡por Dios cálmate! ¡t-te chupare la polla!.

(aquí debería describir la paliza de padre y muy señor mío de Eleuterio, pero por desgracia las leyes internacionales sobre la violencia gratuita no me permiten describirla, si queréis haceros una idea, mirad unas cuantas películas Snuff).

El camino de vuelta a casa había una moneda con dos caras.

La cara, la de Carolina sonriente que había satisfecho caprichos suficientes para toda una década.

La cruz, Eleuterio con su impecable camisa manchada de sangre apretando con fuerza el volante y con una cara que solo faltaba tatuarle "ni te acerques".

Mientras Carolina saltaba alegremente, Eleuterio cargó con las toneladas de vestidos y joyería que Carolina había comprado.

-ooooh que pena, el ascensor esta averiado – decía Carolina.

¡veinticinco pisos cargando con esos trapos! Eleuterio maldecía los nombres de los modistos con cada escalón que subía, cuando llegó, estaba Carolina cansada, diciendo.

-uf, que agotada estoy, ¿me llevas en tus poderosos braz....? esta bien, me callo – dijo Carolina al ver la mirada asesina de Eleuterio.

Cuando llegaron a casa y descargaron los vestidos y las joyas.

-no debí salir con vida de Sarajevo – decía Eleuterio agotado.

Se tumbó en el sofá, en ese momento Carolina fue toda sugerente diciendo que le gustaría darle un masaje.

-dios, te lo agradecería – decía Eleuterio demasiado cansado como para ver que Carolina lo estaba cortejando.

Se tumbó boca abajo, Carolina se colocó encima de el y tras quitarle la camisa, contempló aquellos músculos que tanto la excitaban, sus manos acariciaban ese duro cuerpo forjado por horas y horas de ejercicios, se mordía los labios excitada por aquel tacto tan varonil.

Eleuterio se sentía bien, no era una experta, pero lo hacia bien, cogió un texto que había en el suelo y leyó.

Soy alfa y omega, el principio y el final, al que tenga sed beberá de la fuente de vi... ¡revelación 21.6! pero si esa Biblia parecía entera ¡¿que cojones había hecho esa niña?!

Pensaba Eleuterio levantándose violentamente y derribando a Carolina que iba a ir un paso más.

En la casa del miembro de las huellas de cristo.

Las trillizas miraban en las paginas de aquella Biblia las fotos de hombres dotados y musculosos, no paraban de decir con placer.

-¡Dios mío! ¡Virgen Santa! ¡que divinidad! – decían las trillizas.

Mientras, los padres oían con placer los comentarios de las trillizas.

-veo querida esposa que nuestras hijas están disfrutando con el Génesis.

-yo creo que están leyendo Romanos querido esposo.

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