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Nuevos casos del doctor Pen

en Textos de risa

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En una celda del asilo Arkan, se encuentra un paciente especial, el llamado doctor Pen.

Un hombre de apariencia musculosa y bien peinado que esta permanentemente desnudo y con su inseparable bolígrafo, que se piensa que es psicoanalista.

Caso numero 4: ¡no quiero ser padre!

El Doctor Pen mordisqueaba su bolígrafo cuando vio a uno de los doctores sentarse en el diván, parecía nervioso, sudaba a chorros y se le podía oír los latidos de su corazón.

-algo le altera ¿me equivoco? – decía el doctor Pen.

-s-si, m-mucho –decía el doctor.

-bueno, explíqueme su problema – decía el doctor Pen mientras tomaba apuntes.

-b-bueno, es sobre mi mujer, e-e-ella – tartamudeaba el doctor.

-¿es un hombre? – preguntó el doctor Pen para simplificar la conversación.

-¡ella quiere hijos! – decía el doctor aterrado.

-bueno, es nuestra forma de dejar atrás algo nuestro además de escribir un libro y plantar un árbol – decía el doctor Pen con una tierna sonrisa.

-¡es que yo no quiero tenerlos! No me siento preparado, aún soy joven, además eso estropearía su hermosa figura – decía el doctor.

-debería hablarlo con su mujer – decía el doctor Pen.

-¡lo he hecho! – decía el doctor.

-¿qué opinión tiene ella? – preguntaba el doctor Pen.

-no para de detenerse en las tiendas de ropa de bebé, pregunta todo el día que nombres son los más bonitos, toma medicamentos para aumentar su fertilidad y ¡hoy la he pillado pinchando mis preservativos! – decía el doctor asustado.

-vamos, que no ha tenido en ninguna cuenta su opinión – decía el doctor Pen.

-¡ni siquiera puedo masturbarme! ¡Esa mujer espera como un buitre para coger mi simiente y metérsela dentro! ¡Es un sin vivir! – decía el doctor.

-¿cuándo tienen ustedes vacaciones? – preguntaba el doctor Pen.

-dentro de una semana ¿por qué? – decía el doctor.

-Le recomiendo que usen sus vacaciones para ganar un dinerillo extra, el campamento que les recomiendo es para niños con problemas de actitud, gritones, hostiables, metomentodos y fans de Shin Chan, convénzala para que vaya con usted y disfrute de unas inolvidables vacaciones – decía el doctor Pen.

-¡más niños! ¿Esto es lo que me recomienda? – preguntaba el doctor sorprendido.

-confíe en mí, vale la pena – decía el doctor Pen.

-d-de acuerdo, probaré – decía el doctor mientras se alejaba.

-perdóname por enviarte allá como un corderito a un matadero, pero las terapias de choque son así – decía a lo bajini el doctor Pen con lastima.

Al mes siguiente vino el doctor algo apagado.

-¿cómo fueron las vacaciones? – preguntaba el doctor Pen.

-agotadoras, solo éramos mi mujer y yo como monitores contra ciento cincuenta monstruos que no superaban el metro veinte, las veinticuatro horas no paraban de darnos la lata – decía el doctor agotado.

- ¿qué opina su mujer? – preguntó el doctor Pen.

-¡dejo la idea de tener hijos! pero el sexo ya no es lo mismo, me obliga a ponerme cinco preservativos y eso insensibiliza un poco –decía el doctor.

-¿preferiría los críos? – preguntaba el doctor Pen.

-¡noooooo! Gra-gracias doctor – decía el doctor alejándose.

El doctor Pen se sentía satisfecho por colaborar en el control de la población humana, pero mientras los problemas mentales, las depresiones y las tendencias suicidas no descansen, el doctor Pen, no lo hará.

Caso numero 5: esta mujer está de muerte

El doctor Pen se fijó en una mujer de hermosas formas y larguísima cabellera, tenia unos intensos ojos azules y sus cabellos negros contrastaban con su pálida piel aterciopelada, su sensual cuerpo se movía con gracia y elegancia y su hermoso rostro transmitía inocencia, el doctor Pen notaba un aura de misterio en esa mujer, cuando esta se apoyó en el diván, empezó a hablar con la voz más dulce que había escuchado jamás.

-doctor, tengo una angustia y tengo la sensación de que usted puede ayudarme – decía la mujer.

-¿qué cree que causa su angustia? – preguntó el doctor.

-verá, durante milenios he visto a todos los seres hacer lo que yo nunca podría hacer, el amor, he visto miles de parejas haciéndolo de miles de formas diferentes, parejas de todo tipo, pero cuando aparezco yo, aparece la tristeza y el odio hacia mi, yo también quisiera ser amada, pero no puedo – decía la señorita.

¿Está sola? ¿Una mujer como esa sola? ¡Imposible! Hoy en día todos follan hasta con las plantas que esta bella dama permanezca inmaculada ¡no puede ser!

-¿qué ocupación tiene señorita? – preguntaba el doctor Pen.

-soy la que pone fin a la vida, yo soy la Omega del Alfa – decía la señorita asomando lagrimas en los ojos.

-en el idioma de la calle, por favor – pedía el doctor Pen.

- soy la muerte – decía la señorita.

-ah, verdugo, pensaba que era un trabajo exclusivo de los hombres – decía el doctor Pen.

-espere y observe – decía la señorita levantándose.

Un guardia pasaba por ahí, fumaba como un carretero, la chica se acercó a el, traspasando el cristal que separaba al doctor del exterior, miró al guardia a los ojos.

El guardia parecía paralizado, de su boca salió una luz blanca, una luz que recogió la chica, haciendo que el guardia cayese inerte.

Traspasó el cristal y se sentó en el diván ante un paralizado doctor.

-¿me cree ahora? – decía la muerte secándose las lagrimas.

El doctor movía tímidamente la cabeza de forma afirmativa.

-¡si! ¡Soy uno de los cuatro jinetes! ¡Mi oficio es dar la paz a las almas! ¡Pero a los vivos solo les doy dicha! – decía la muerte llorando.

El doctor pensaba en la situación, le alcanzó un pañuelo, procurando no tocarla, hasta ahora nunca ha estado en una situación así.

-bueno señorita, ¿cuántas personas mueren durante el acto sexual? – preguntó el doctor.

-bastantes, ¿por qué? – preguntó la muerte.

-bueno, usted al ser una entidad incorpórea ¿puede poseer personas? – preguntó el doctor.

-¿poseer a las personas que copulan para sentir el sexo antes de llevármelas? ¡Que buena idea doctor! – dijo la muerte besando al doctor que se aterró ante aquel acto.

-tranquilo, aún no ha llegado su hora, pero si llega, le llevaré a un lugar muy hermoso – decía la muerte guiñándole un ojo mientras desaparecía.

Días después el paciente que había frente a su celda falleció, pero el doctor Pen le pareció ver en la celda una hermosa figura femenina que le lanzaba un beso de agradecimiento.

Eso turbó al doctor, pero mientras los problemas mentales, las depresiones y las tendencias suicidas no descansen, el doctor Pen, no lo hará.

Caso numero 6: ¡no pienso, yo ordeno!

Una mujer entra en la celda del doctor y lo agarra mientras dice.

-¡quiero que le saque a mi marido de su vicio por internet!

-m-me encantaría señora, pero antes tendría yo que respirar ¿no? – decía el doctor ahogándose.

Ella lo suelta bruscamente, era una mujer corpulenta, con rulos en la cabeza y cara de muy mala leche.

-bueno, es normal que el marido vegete en algunos ciclos de su vida, como cuando hay futbol – decía el doctor recuperando su compostura.

-¡lo que quiero es que folle conmigo como obligación de cónyuge que tiene!

-no me extraña que vegete pues, con esas pintas que gasta da la sensación de que sea usted quien penetre al marido – decía el doctor Pen por lo bajini.

Dos minutos después, la mujer firma en el gran libro de los records Guinness al puñetazo más rápido del mundo, 0,12 segundos, ante un doctor Pen con un morado en el ojo.

-¡bien! Ahora escúcheme, ¡quiero que mi marido me atienda las 48 horas del día! – decía la señora.

-el día tiene 24 horas – dijo el doctor.

Dos minutos después la señora firma nuevamente el libro de records al puñetazo que más dientes ha saltado, el doctor Pen tenia la esperanza de que los reimplantaran.

-¡usted lo enderezara! ¡Ahora! ¡¿Por qué tarda tanto?! – decía la señora.

El doctor Pen le diría las razones, pero ¿vale la pena que ella firme por la mayor paliza de todos los tiempos?, un momento ¿y si?

-señora ¿qué cambiaria de este país? – preguntó el doctor Pen.

La señora empezó a hablar de lo que quería cambiar, habló de tantas cosas que ganó otro record güines al monologo más largo del mundo.

-pues, métase en política, seguro que sus habilidades serán más provechosas en ese campo – dijo el doctor Pen.

-¿seguro? – preguntó la señora.

-seguro – dijo el doctor Pen suplicando a sus adentros que ella se fuera.

-bueno, lo probare, gracias doctor inútil – decía la señora antes de irse.

Un mes después el doctor Pen tuvo que fugarse, la señora ganó las elecciones y el país parecía una dictadura, el que lo buscaba con más ahincó era el marido ya que lo primero que hizo la señora fue prohibir internet.

El doctor se escondía de ese tumulto arrepentido del consejo, pero mientras los problemas mentales, las depresiones y las tendencias suicidas no descansen, el doctor Pen, no lo hará.

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