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Turnos de dominación (Juan)

en Dominación

Turnos de dominación (Juan)

Juan se levantó estirando sus brazos con fuerza, a su lado dormía plácidamente Inés, aún desnuda, que dormía plácidamente.

Juan quitó suavemente las sabanas que pretendían cubrirla, mostrando un hermoso cuerpo femenino (detalles)

Juan acarició los senos de la aún dormida Inés.

El tacto tan suave de su amante durmiente despertaba el animal que habitaba en el, acercó su nariz para aspirar el olor de la joven mientras sus manos recorrían el costado de el durmiente hasta llegar a sus caderas.

Cuando Inés se movió, aún dormida, las manos de Juan pararon, le daba morbo tocarla mientras conciliaba el sueño.

Cuando paró de moverse, sus brazos cubrían sus senos, dormía de costado mostrando su respingón trasero a Juan.

Eso excitaba al joven casado, acarició aquellas nalgas que fueron suyas hace unas cuantas horas, un culito que aún tenia olor a semen.

Inés volvió a moverse dormida, haciendo que la mano de Juan se volviese a alejar.

Esta vez estaba de espaldas, una espalda suave y cálida, las manos de Juan recorrían despacio aquella suavidad hasta llegar a la cintura.

-mm ¿mmmmmm? – Murmuraba Inés mientras se despertaba.

-buenos días pequeña esclava ¿estas lista para obedecer? – preguntaba Juan.

Inés se limitó a ponerse de rodillas y a decir.

-Sí, mi amo.

-tú hermoso cuerpo me ha excitado, me gustaría que me pajeases, sin manos y sin boca – decía Juan guiñándole un ojo

Inés sonrió, puso sus manos en la espalda y colocó sus pechos por encima del miembro de Juan, se movió de arriba abajo, masturbándolo con sus suaves senos, Juan, acomodado en la cama, disfrutaba de la suavidad que estaba acariciando a su miembro viril.

Inés notaba la dureza del miembro rozando sus senos, era cálido, rígido, su olor era hipnótico, tenia ganas de chuparlo, pero no podía desobedecer a su amo, tras un largo rato con aquel erótico masaje, el miembro de Juan escupió sus semillas en el rostro de Inés, la cual, saboreaba el fluido que manchaba su rostro.

En ese momento, Juan puso en su cuello un collar de perro con una correa, bajaron de la cama, ella seguía a su amo a cuatro patas.

En el desayuno, mientras esperaban a la otra pareja, Juan se sentó y dejó un plato de desayuno en el suelo para que Inés lo tomara, un rato después aparecieron Tomás y Ana, habían estado formicando toda la noche y estaban algo agotados, pero ahora tenían que obedecer a Juan, veían que el desayuno estaban en platos para perros y como perros ingirieron la comida.

En cuanto terminaron de desayunar, Juan ordenó a sus mascotas que se acercaran, ellos obedecieron acercándose lentamente.

Juan se desabrochó los pantalones, enseñando su erección, el trío de dominados sabia que hacer.

Ana y Inés, lamían el pene de Juan, Tomás hacia lo mismo con los testículos, los tres saboreaban la virilidad de Juan que los observaban con ojos extasiados, la visión del trío lamiéndole sus bajas partes le daban sumo placer, tanto que se corrió en las tres caras, ordenó a Inés y Ana que juntasen sus conchas, sobre la mesa, ellas obedecieron, pero mientras lo hacían, sus pechos se frotaban entre si, dándose mutuo placer, ellas se miraban entre si con vergüenza, vergüenza que quedó borrada cuando Juan colocó la punta de su verga entre las dos conchas.

Las dos féminas jadeaban ante el roce del pene de Juan entre sus coños, mientras que Tomás, bajo ordenes de Juan, lamía el ano de su amo.

Ambas féminas jadeaban por el roce de sus senos y la dureza del órgano de Juan, tan excitadas estaban que se lamían entre ellas.

Juan no pudo aguantarlo más y se corrió entre las conchas de las féminas, las cuales, se limpiaron mutuamente en un 69.

Juan pensaba que más podía hacer, mientras lo hacia, ordenó a las féminas que le masajearan con sus senos, mientras que Tomás le lamía su verga.

-a ver ¿qué podría hacer? – pensaba Juan

en ese momento se le ocurrió una idea, cogió las correas de perro y las puso en los cuellos de los dominados, en ese momento los hizo pasear por el jardín, en ese momento, le dio a Tomás una orden.

-monta a esta perra.

Ana se sorprendía ante esa orden, aún tenia en sus agujeros los restos seminales de Tomás, el cual empezó a subirse sobre la temblorosa Ana y empezó a penetrarla con fuerza.

Juan, tiraba de la correa de Inés, dirigiéndola a su miembro, Inés lo chupó con fuerza, con ganas, la visión de los hermanos follando y los labios de Inés chupando hicieron que Juan se corriera rápidamente, Inés tragó el semen y empezó a limpiar el pene de Juan de los restos seminales.

Ana jadeaba ante las embestidas de Tomás, que la penetraba con fuerza y rapidez, se acercó al oído de Ana y le susurró.

-tienes el mejor coño del mundo, pienso aprovecharlo todo lo que pueda.

Ana se sentía mal, estaba excitada, disfrutaba con esas embestidas, pero se sentía mal.

Cuando Tomás terminó dentro de su hermana, Juan les ordenó a las dos feminas que se ducharan, ¡juntas!, Inés sonreía, pero Ana temblaba.

Ambas se metieron en la ducha, pero cuando Ana iba a cerrar la cortina, recibió un cachete en su mano, Juan se acercó a Ana y apretándole un pezón, haciendo que le duela le dijo.

-quiero veros lavandoos mutuamente.

Ana asintió con la cabeza, Inés vaciaba un bote de jabón liquido sobre sus pechos y empezó a usarlos como esponjas con Ana, la cual, sentía esos senos acariciando su piel, sus pechos, su abdomen, sus piernas.

Pero también sentía las manos de Inés acariciando su espalda y su culo respingón.

Ana estaba nerviosa, las miradas hambrientas de los hombres la devoraban mientras que Inés la tocaba con toda impunidad.

Ahora Inés vaciaba el gel liquidó en los senos de Ana, al principio Ana sentía reparo, pero Juan la ordenó que la prosiguiera.

Ana, temblando, empezó a untar el jabón de sus senos con el cuerpo de Inés, la cual, recibía con placer este acto.

Ana también disfrutaba, poco a poco, ya le daba igual todo, solo estaba para obedecer.

Cuando terminó de enjabonarla, se abrió el grifo de la ducha con agua muy fría, ambas feminas tenían que abrazarse para darse calor, sus curiosas manos exploraban la piel de la compañera en busca del preciado calor mientras el la espuma jabonosa recorría sus pieles, siempre bajo la atenta mirada de sus compañeros masculinos.

Cuando terminaron de asearse, Juan les ordenó que se secaran restregándose a ellos, Inés no tardó en dirigirse a Juan y frotarse a el para secarse.

Ana, dando unos pasos vacilantes, se dirigió a Tomás e hizo lo mismo, la suavidad sedosa de los cuerpos femeninos despertaban el deseo de los hombres, un deseo de poseerlas con brutalidad.

Cuando se secaron, las llevaron a una pared y las pusieron de pié, con el rostro pegado a la pared.

Juan se puso tras de Inés y Tomás detrás de Ana, entonces Juan contó hasta tres.

1

2

3

ambos penetraron a las dos feminas con brutalidad, las dos chicas aguantaban como podían, notaban como las pollas de sus amantes intentaban romperles el útero, Ana era la que lo llevaba mal, no solo era sometida por su hermano pequeño, sino que también disfrutaba con eso, disfrutaba ser tratada como una furcia, disfrutaba el incesto, disfrutaba el sexo salvaje y violento.

Y Ana no quería aceptarlo, pero en el fondo comprendió que ella era así.

Mientras pensaba en esas cosas, llegaba al clímax, usaba los músculos de su vagina para apretar más el pene de su hermano.

-si, putita, pórtate como las buenas chicas - decía Tomás.

Ambos embestían cada vez mas fuerte, agarrándolas con fuerza por las caderas, en ese momento ocurrió.

Ambos eyacularon dentro de sus úteros.

Se mantuvieron quietos dentro de las vaginas de las feminas y les susurraron que se quedaran quietas.

En ese momento se desacoplaron y observaron sus conchas.

Un reguero de semen salía de las entrepiernas femeninas, llegando por la ingle a sus piernas y bajando lentamente recorriendo las extremidades de las feminas, las cuales, se morían de vergüenza ante ese espectáculo que mostraban.

El semen de Juan fue el primero en caer al suelo Tomás habia perdido la apuesta.

El reloj sonó ya eran las 20:00 y era hora de marcharse a la ciudad.

Mientras bajaban, cada uno tenia sus propios pensamientos.

Juan sentía atracción por Inés, pero estaba casado y amaba a su esposa, esta ya había sufrido bastante, no le daría el golpe abandonándola.

Inés estaba por primera vez enamorada, enamorada de Juan, era la primera vez que le daban tanto placer, además, tenia la sensación de esperar un hijo suyo.

Tomás no lo confesaría, pero se sentía culpable por explotar de esa manera a su hermana, no tenia valor para mirarla y mucho menos para disculparse con ella.

Ana sentía dudas, quería ser orgullosa, independiente, que nadie la pisotee, pero los últimos acontecimientos la turbaban, había sido usada y le gustó, la sometieron, pegaron, sometido a degradantes situaciones y no solo no se opuso, sino que se excito con ello.

Pero una cosa si era cierta, lo pasaron bien, muy bien.

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