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Turnos de dominacion (Tomás 1)

en Dominación

-¡Tomás! ¡Por favor! ¡No me hagas esto! – decía Inés.

-ahora eres mi propiedad, gatita, harás tooodo lo que yo te diga – decía Tomás.

-por favor, te la chupare todo el día, exhíbeme a tus colegas, pero no me sodomices – suplicaba Inés de rodillas.

Tomás chasqueó los dedos y Juan y Ana se presentaron, los dos hombres tenían erecciones descomunales y Ana tenia una prótesis falica enorme.

-te vamos a dar por culo a la vez – decía Tomás riendo.

Inés gritaba impotente mientras veía que los tres miembros se acercaban a su recto.

Inés se despertó bañada en sudor, una pesadilla, pero que hoy puede hacerse realidad.

Miró a Tomás, tenia un sueño profundo, y tenia varios despertadores programados para levantarlo a las siete de la mañana.

Inés, aterrada por la idea de que la sodomicen brutalmente, decidió quitar las pilas de los despertadores, después, se volvió a dormir.

A Juan y a Ana les extrañaron que tardasen tanto, ya iban a ser las dos de la mañana, Juan iba a despertarlos, pero Ana le dijo que era mejor que les dejase dormir un poco más.

En ese momento apareció Tomás, maldiciéndose por haberse quedado dormido.

-¿qué paso? – preguntó Juan.

-Al parecer los tres despertadores se me pararon, tendré que cambiarles las pilas – decía Tomás.

Ana miraba a Inés que tenia pinta de sospechosa, pero le dedico una mirada cómplice.

Empezaron a comer, pero Tomás sospechaba de Inés, esta simulaba que no pasase nada.

-me huele que tienes miedo de que te haga algo por la "puerta de atrás" ¿me equivoco? – decía Tomás.

Inés empezaba a temblar ¿se va a cumplir ese sueño? Ella no lo soportaría tres a la vez.

-estoy dispuesto a pasar tu falta, si te desnudas, te pones debajo de la mesa y empiezas a mamar mi verga – decía Tomás con una sonrisa.

Inés, de forma sumisa empezó a quitarse la ropa.

-despacio, preciosa – decía Tomás.

Inés llevaba un pijama de botones y unos pantalones de goma elástica, ningún tipo de ropa interior habitaba en su hermoso cuerpo, sus manos toquetearon los botones de su pijama, el primer botón se soltó, sus manos bajaron despacio hacia el segundo botón, el cual se soltó mientras ella bailaba sensualmente, de forma juguetona sus manos acariciaron el tercer botón, que también se soltó, así sucesivamente hasta que se soltaron todos los botones, dejando ver su escote y su ombligo, metió los dedos por debajo del pantalón de su pijama, bajándolo despacio, hasta que se veía el principio de la raja de su intimidad.

Inés se sentía observada, pero lo pasaba bien.

La camisa del pijama cayó al suelo, tapándose los senos con sus manos los movió sensualmente mientras se metía por debajo de la mesa.

Una vez debajo, vio la erección de Tomás, gateó hacia ella y empezó a lamerla con suavidad, la punta de su lengua recorrió el tallo despacio, hasta llegar a la punta, para luego engullirla entera.

En el interior de su boca, su lengua acariciaba con sensualidad y pasión el garrote sexual que ahora habitaba dentro de la boca de Inés, una lengua que saboreaba cada textura, cada tejido, cada músculo de ese órgano del deseo.

Las manos de Tomás marcaban el ritmo de la felacion, los pies de la otra pareja, acariciaban con picardía el cuerpo de Inés, los dedos de los pies de Juan se introducían dentro de la intimidad de la esclava, mientras que los dedos de Ana acariciaban los senos de Inés.

-ahhh ahh, bebe esclava, que no se te escape ni una gota – decía Tomás mientras eyaculaba dentro de la boca de Inés.

Inés notó como el semen de Tomás invadía su garganta, la cogió por sorpresa y le dio arcadas, pero se sobrepuso y al final lo tragó.

-así se hace mi esclava, quiero que le hagas "eso" a Juan, mientras, me quedare un poco con mi hermanita – decía Tomás.

Inés y Juan se retiraron a una habitación aparte, mientras Tomás miraba lujuriosamente a Ana, su hermana se sentía cohibida, intimidada, pero se atrevió a preguntar.

-perdona, ¿y tu novia?

Tomás se levantó con la erección desafiante, Ana se quedó quieta, pero temblando dijo.

-¿no crees que hacemos mal? Ya me gozaste los anteriores días – decía Ana.

-tu me gozaste ayer, me tuviste a tu dispocisión, admítelo, te gusto – decía Tomás.

-eso es lo que me da miedo, a enamorarme de ti – decía Ana.

-en ese caso, hoy serás mi esclava particular, ahora que puedo poseerte no desaprovechare esta oportunidad, porque no habrá otra – decía Tomás.

-te pido que no me dejes embarazada – decía Ana temblando.

-¿te tomaste la píldora? – decía Tomás sujetando la barbilla de Ana.

Ella movió la cabeza afirmativamente.

-Entonces hoy serás mía, solo mía, olvidemos que somos hermanos, ahora somos amantes – decía Tomás acariciando los pechos de Ana con lujuriosa suavidad.

-¿y-y Inés? – preguntaba Ana jadeando.

-no tienes ni idea de lo mucho que deseaba estar contigo, desde los diez años no deseaba juegos de consola ni ropa de moda ni nada parecido en mis cumpleaños, solo te deseaba a ti, desnuda, con un lazo y dispuesta a enseñarme el placer – decía Tomás mientras sus caricias eran más y más indecentes, acariciando los pechos, las ingles y el abdomen de su hermana, amenazando meter sus manos por debajo de sus ropas, saboreando el cuello de su familiar.

-ah-ah, p-por favor, ca-ca-lla mmmmmm n-no si-ah-sigas hablando – decía Ana que notaba que esas palabras la turbaban.

-noooo preciosa, no sabes cuantos años de frustración he pasado, lo más cerca que estuve de ti fue cuando te robaba tus braguitas, cuando no estabas, iba a tu habitación a cogerte esas divinas prendas, si estaban usadas, mejor, entonces me encerraba en mi habitación, envolvía tus bragas en mi polla y me pajeaba notando el calor residual de tu concha – decía Tomás mientras metía sus manos en la camisa de Ana.

Ana miraba a otro lado, no podía mirar a la cara a Tomás ¡¿de verdad hizo eso?! Si se hubiera enterado de que se ponía las bragas con la "esencia" de su hermano le hubiera dado un ataque, los tocamientos eran más y más precisos, se sentía tan excitada que se atrevió a preguntar.

-¿cu-cuantas pajas m-me dedicaste?

-muchas y no tienes ni idea de las cosas que pensaba cuando te las dedicaba – decía Tomás mientras le quitaba lentamente el camisón a Ana.

-¿qué pensabas? – preguntó Ana con cierto temor.

Los labios de Tomás se acercaron a su oído y le susurraron.

-que estabas indefensa y con deseo, como ahora, aún me acuerdo de la imaginación que gastaba, que mi mano no era mi mano sino tu boca hambrienta, succionando mi ser, haciendo pausas para preguntarme si me gustaba, pero lo que me hacia ilusión, era romperte el himen, atarte a la cama abierta de piernas y penetrarte una y otra vez, viendo como bailaban tus pechos y ese gesto de dolor al bautizarte como mujer – decía Tomás acariciando los pezones de su hermana.

-b-basta poséeeeeme, p-pero d-d-deja de decir e-esas cosaaaaas – suplicaba Ana entre jadeos.

-cuando viniste como una cuba, estabas muy sexy, esa falda corta mostrando tus piernas, ese top tan ajustado ¿quién diría que esa loca adolescente se convertiría en una mujer orgullosa que no le tosería nadie? ¿Sabias que me colé en tu habitación mientras dormías? – decía Tomás mientras desabrochaba los pantalones de Ana.

Ana no dijo nada, le dio un vuelco en el corazón ¿no la habrá?

-cuando estaban todos dormidos yo me desperté por un vaso de agua, pero tu puerta estaba abierta, tenia curiosidad, que sensual estabas dormida, tenias los pezones de punta – decía Tomás acariciando la concha de Ana por encima de sus bragas.

-n-no basta – lloraba Ana inundada en el placer.

-no se que perfume usabas, pero olías exquisitamente, recuerdo que me bajé los pantalones y la tenia empinada – decía Tomás bajando lentamente las bragas de Ana.

-p-por favor, para – decía Ana sin fuerzas para resistir.

-lo primero que hice era quitarte el top, tenias y tienes unas tetas soberbias, tan suaves, tan blandas, no sabes el tiempo que me pasé acariciándolas – decía Tomás acariciando la entrada de la concha de Ana.

Ana se mordía los labios, dominada por los tocamientos de Tomás.

-te cogí tu mano y la llevé a mi verga, en cuanto la tocaste, cerraste la mano en torno a ella y me pajeaste inconcientemente – decía Tomás mientras cogia una de las manos de Ana y la llevó a su erección.

Ahora era oficial, Ana estaba avergonzada, pero no podía parar ahora.

-nunca olvidare ese tacto de tu mano, pero lo mejor estaba por llegar – decía Tomás.

Entonces Ana empezó a pensar en lo peor.

-si hermanita, te subí la falda y bajé tus bragas, aún recuerdo tu olor, si, ese sexo que te depilabas cada día para salir de fiestas, ese sexo que segregaba vicio y lujuria, lo primero que hice fue olerlo, un olor que me decía ¡tómame!, después lo saboreé, era dulce, mucho más dulce que las golosinas que tomaba, después me bajé los pantalones y... – decía Tomás mientras dirigía su verga al sexo de Ana.

Ana sintió como Tomás entraba, puede que su hermano no lo supiera, pero no solo la tomaba físicamente, dentro de la mente de Ana estaba ella, dormida mientras el pequeño Tomasin la gozaba impunemente, estaba siendo doblemente follada tanto por el Tomás del presente como el del pasado.

-¡te tomé! – decía Tomás bombeando a Ana – si hermana, no tienes ni idea de lo mucho que disfruté ese día, era mi primera vez, no solo estaba nervioso por si despertabas, sino también por si nuestros padres entraban en la habitación, ese calor, esa cavidad tan prieta, eran mucho mejores que los partidos de fútbol que tanto me gustan ver ¿querías saber porque compré esa muñeca? Por ti, sabia que esa seria la única vez que fueses mía completamente, en el primer polvo duré apenas un minuto, estaba tan nervioso y excitado que no pude contener mi corrida, si, lo eché todo dentro de ti inconsciente de que quedases embarazada, pero me negaba a dejarlo así, quería disfrutar más de tu cuerpo, te volví a tomar, esta vez lo hice despacio, con suavidad, sentir tu calor y oír tus jadeos, acariciar tus pechos mientras te tomaba, aguanté todo lo que pude, pero otra vez eyacule dentro, la visión mi leche surgiendo de tu coño conquistado me ponía más y más caliente, me puse a la altura de tu boca y la metí dentro de ella, que rico era, notar tu lengua moviéndose en sueños, notar esos labios apretados succionarme inconscientemente, ¿el sabor raro con el que despertaste? Imagínatelo.

.Pero Ana no escuchaba, había llegado al orgasmo, un violento e intenso orgasmo, su cuerpo convulsionando fuera de la voluntad de Ana, Tomás vio sorprendido la reacción de su hermana, incluso asustado, pensaba en un infarto.

Ana se calmó, estaba agotada, su concha estaba inundada de su esencia y su cuerpo lleno de su sudor.

-¿has osado correrte antes que yo? – decía Tomás sonriendo al comprender la situación.

Ana quedó espantada ¿cómo pudo disfrutar de eso? ¡Con su hermano pequeño!

Tomás magreaba los pechos de su hermana mientras le decía.

-como esclava que eres no debes nunca correrte antes que tu amo, voy a castigarte.

Mientras, Inés masturbaba con sus pechos a Juan, lo hacia con precisión y rapidez, tanta que Juan le costaba creer que no le pajeasen con la mano.

Los suaves senos de Inés cubrían la dureza de Juan, apretándola con suavidad, moviéndose arriba y abajo con velocidad.

Juan no podía creer que le hicieran una cubana tan buena, no tardó en expulsar sus chorros de semen, regando la cara de Ana.

Esta saboreó las gotas que caían en sus labios, pero estaba como, preocupada.

-¿ocurre algo? – preguntó Juan.

-no se si decírtelo – decía Inés con vergüenza.

Juan le respondió con una sonrisa y acariciando sus cabellos.

-me gustaría que me, me, ¡no me atrevo – dijo Inés apartando la mirada!

-tranquila, abre tu corazón – susurraba Juan al oído de Inés.

Inés cogió aire y le dijo a Juan temblando como una hoja.

-m-me gusta-ría que m-me dieses por l-la puer-ta de a-atrás.

-¿la puerta de atrás? ¿Por aquí? – decía Juan acariciando las nalgas de Inés.

Inés respondió con un tímido si, pero cogió fuerzas y le explicó la razón.

-tu me trataste bien en una cosa que me daba miedo, sabias tratarme, sabias darme gusto, me enseñaste a disfrutarlo.

-¿quieres otra vez? – preguntó Juan.

Inés, de forma sumisa bajó la cabeza diciendo débilmente si, Juan se retiró para prepararlo todo.

Inés se sentía inquieta, hacia círculos en la cama con los dedos, temblaba de miedo, pero los pasos que regresaban, indicaba que el estaba listo.

¿Lo estaría ella?

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