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Segunda confusión

en Sexo Anal

Los días siguieron y sus padres seguían en su lucha contra el prostíbulo, estaban en la época de exámenes y en consecuencia sus amigas se concentraron más en los estudios, ella también se concentraba en los estudios, pero…

Cada vez que se sentía sola, se llevaba una mano en su entrepierna y sonreía, sobretodo cuando recordaba las dulces palabras de aquel desconocido.

Eso la animaba.

Llegó la noche y ella volvía a estar sola, el servicio se fue a su casa, sus padres reunían una multitud contra el prostíbulo.

Ella estudiaba.

Cuando el portero automático sonó, el corazón de Julia se llenó de emoción, fue a ver quien era.

Era aquel desconocido que la desfloró, lo dejó pasar.

Pero antes de que entrara, le dejó una nota.

"me estoy preparando, le he dejado brandy en la mesa"

Ella se había desvestido y se pegó una ducha rápida, imaginaba que el agua que recorría su cuerpo eran las manos de su desconocido.

Eso la hizo sonrojar.

Enjabono su esponja y la pasó por todo su cuerpo.

Empezó por sus brazos, unos brazos delicados y femeninos.

Luego, su pecho, sonrojada pasaba su esponja por sus símbolos de mujer, con suavidad, con sensualidad.

Como deseaba que el desconocido usase sus manos en sus senos.

Pasó por el vientre, un vientre plano y duro con su ombligo metido, lo pasó con suavidad y ternura.

Después de todo, allí habitará su futuro hijo ¿no?.

Con timidez, pasó la esponja por su sexo, un sexo cerrado y casi infantil, un sexo que se había depilado después de su primer encuentro con el desconocido, también pasó su esponja por su trasero, dedicó la mitad de la ducha en asegurarse de que ambas partes estaban limpias.

Para el.

Sus sedosas piernas se llenaron de jabón y terminó de aclararse sus sedosos cabellos.

Al salir de la ducha y después de secarse, desnuda como el día de su nacimiento, perfumó su cuerpo con un perfume caro.

La ocasión lo merecía.

No podía acceder al cuarto de los sirvientes sin pasar ante el desconocido, pero tuvo una idea.

Cogió la sabana de su cama y se envolvió el cuerpo con ella.

A medida que bajaba las escaleras, su corazón latía en una mezcla de miedo y emoción.

El desconocido vio a Julia y sonrió, cierto que le gustaba, pero le dijeron que el local había más de cincuenta chicas.

¿acaso están todas ocupadas?

-bienvenido señor ¿Qué desea que haga por usted? – dijo Julia que ahora le costaba menos hablar con el.

-bueno, acaba de tocarme la lotería y después de pagar la hipoteca de mis hijos mayores y hacerle un regalo a mi hija pequeña he decidido hacerme un homenaje – dijo el desconocido con una sonrisa.

-¿algo en especial? – decía Julia sonriendo por la buena estrella del desconocido.

Está vez el desconocido, parecía no encontrar las palabras adecuadas, pero las dijo.

-veras, yo… siempre he querido practicar el coito anal, desde que mi mujer falleció, que en paz descanse, nunca lo he hecho por ahí, te pagare generosamente, si me dejas que te sodomice.

Julia se alarmó siempre había oído a sus padres que la sodomía era un pecado mortal, que era algo antinatural.

Pero era el quien se lo pedía, no podía negarse.

-estoy aquí para serviros – decía Julia mientras cogía de la mano del desconocido y lo acompañaba al dormitorio de sus padres.

De nuevo el corazón de Julia latía nervioso, el no quería hacer el amor con ella, quería sodomizarla ¿seria mala por eso? ¿Dios la castigaría?.

Pero no podía decirle que no, después de las atenciones que recibió de el.

Cuando llegaron al a cama, ella se despojó de la sabana, se puso a cuatro patas en la cama y le dijo.

-estoy dispuesta para lo que deseéis – dijo con fingida determinación.

Las nalgas de Julia excitaban al desconocido, que se aflojó el cinturón y se bajó los pantalones.

La joven oía nerviosa como el desconocido se quitaba los pantalones, no pudo evitar temblar un poco, sintió como el desconocido le acariciaba las nalgas con suavidad, como aquel hombre disfrutaba de su tímido tacto, mientras la tocaba, el corazón de Julia latía con fuerza y su cara se volvía roja de vergüenza, pero más nerviosa se puso cuando el desconocido le escupió en su ano y lo acariciaba con suavidad.

Julia sentía ese dedo pasando por su ano con placer y nervios, parecía que le gustaba, hasta que notó la verga intentando meterse dentro de ella.

El dolor que sentía era insoportable, pero resistió, por el resistiría, el desconocido con dificultar introducía su verga dentro del ano de Julia.

Ella, en un intento de no gritar, empezó a morder la almohada, lágrimas de dolor recorrían su rostro, sentía que la estaba rompiendo.

Pero no diría nada, por el no diría nada.

-vaya, mejor lo dejamos, es demasiado estrecho – dijo el desconocido.

Esas palabras la asustaron, la asustaron más que la misma sodomía.

Le había fallado, ahora el dejaría de hablarla, de ser su chica especial, de ser alguien para alguien.

Sin pensarlo, abrazó al desconocido llorando desconsoladamente mientras gritaba.

-lo siento, lo siento mucho, déjeme intentarlo de nuevo, deme otra oportunidad para satisfacerle.

Aquellas palabras alarmaron al desconocido, la miró a los ojos llorosos de Julia mientras preguntaba.

-¿te están explotando? Podemos ir a la policía, ellos te protegerán.

Aquellas palabras hicieron que Julia se enamorase de aquel hombre ¿de verdad quería liberarla? Era lo más bonito que había oído nunca.

Pero la única moneda de cambio que tenia le daba miedo, si se la daba, probablemente se enfadaría con ella y la dejaría para siembre, pero el se la merecía.

Merecía la verdad.

Le explicó que esta no era la casa y los motivos por los que le dejo pasar.

El hombre se puso blanco y se disculpó con ganas, pero ella le respondió con una caricia.

-quedate conmigo, hace tanto que no hablo con nadie.

Ambos hablaron de diversos temas, la cara de angustia de Julia se tornó una cara de felicidad, el desconocido también disfrutaba de su conversación.

Pero no estaba sexualmente satisfecho.

-bueno, señorita Julia, he de ir a la mansión correcta ¿si no le importa?

Julia lo agarró de la mano y le dijo con ojos agradecidos.

-déjame compensarte por la conversación, úsame, tómame para lo que quieras.

El desconocido miraba el cuerpo de la chica, era hermoso, no podía evitar la erección, pero no podía, no estaba bien.

Pero Julia agarraba la mano con fuerza, ella deseaba ser suya por esta noche.

El la cogió en brazos y le preguntó donde estaba su habitación.

Ella abrazó su cuello y le indicó el camino.

La habitación de Julia, parecía infantil, llena de peluches y el color rosa le daban un toque ñoño.

Ella se puso a cuatro patas, esta vez, resistiría más al dolor.

Pero el desconocido, agarró sus nalgas y las separó, penetró el ano, pero no era la carne que ella esperaba, era móvil, húmedo.

La penetraba con la lengua, una sensación distinta al dolor, pero igual de intensa la hicieron agarrar su almohadón y morderlo.

Al contrario que el anterior intento, no le dolía, disfrutaba.

El desconocido se separó un momento del ano de Julia para decirlo.

-tienes un culito delicioso, limpio y hermoso.

Esas palabras sonrojaron a Julia, pero la lengua la penetró de nuevo, obligándole a morderse los labios de placer.

Inconscientemente, las manos de la joven acariciaron sus pechos y pellizcaban suavemente los pezones, una de las manos abandono sus pechos y empezó a tocarse el clítoris.

Ella disfrutaba, no quería que acabara.

Pero el se separó de ella se acercó a su oído y le pregunto entre susurros si tenia gel.

-si, esta en mi baño, pero no me dejes así, no seas cruel – decía Julia excitada.

El fue a su baño y cogió el gel, se paralizó un momento al ver a Julia tocándose con ganas, dominada por el deseo.

Julia lo vio, se moría de vergüenza, ella tocándose y muriéndose de deseo, se comportaba como las rameras que describía su madre.

-sigue con lo tuyo, pero no me mires, me da… vergüenza – dijo Julia sonrojada.

El desconocido se puso detrás de ella y unto gel en el ano de la joven, primero metió un dedo y lo movió en círculos en su interior.

Julia reacciono temblando de placer, clavaba las uñas en su cama con tal de poder soportar el placer, pero el orgasmo vino cuando el segundo dedo la invadió.

Pero ella no paraba de sentir placer, es más, parecía que iba a más, un tercer dedo entró dentro de ella.

Julia mordía los labios temblando de placer, solo tuvo fuerzas para decir.

-¡deja ya de torturarme con este placer! ¡tómame! ¡úsame! ¡soy tu ramera! ¡tu esclava! ¡tu hembra! ¡te deseo!.

Al desconocido le sorprendieron esas palabras, sacó los dedos y agarró las nalgas de Julia.

Lentamente penetraba con poca dificultad el estrecho agujero de la joven.

Era estrecho, cálido, lleno de pliegues, el desconocido sentía verdadero placer dentro de ella.

Julia ya había llegado a su segundo orgasmo, su cuerpo estaba bañado en sudor y sentía que el instrumento que antes la torturaba le estaba llenando de placer.

Ella sentía como su interior se llenaba con cada envestida que su desconocido le daba, no podía concebir que ese placer fuera pecado, más bien un regalo, apretó los músculos de su ano para sentir más y el desconocido respondió bombeando con más fuerza.

Sentía que se enamoraba de el.

El hombre bombeaba cada vez más rápido, agarrando las firmes nalgas de Julia, penetrándola con cada vez más fuerza.

Ella se levantó, agarró las manos de su macho y las dirigió a sus pechos, le daba igual que profanasen los órganos que alimentarían a sus descendientes.

Amaba a aquel hombre y sus pechos eran muy sensibles, quería llegar al summun del placer.

Y quería que fuera el quien la llevara.

Estaba llegando al clímax y su amante también.

Ambos gritaron de gozo y cayeron agotados en la cama, en cuanto el desconocido recuperó el aliento le dijo.

-cielos, ha sido maravilloso ¿te encuentras bien? ¿pequeña? ¿¡pequeña!?

Julia se había quedado dormida, el desconocido sonrió y le dio un beso en la mejilla.

Fue a recuperar la sabana y tapó el cuerpo desnudo de Julia con ella, un cuerpo donde empezaba a salir un liquido blanco y viscoso por el ano.

El desconocido , con cierto sentimiento de culpa, puso el dinero sobre la mesa y se fue de la casa.

Al día siguiente Julia salía de clase, con un cierto vacio, el se había ido y puede que nunca vuelva.

Pero entonces lo vio, en el parque, llevaba a su lado una chica de su edad con un uniforme escolar, el uniforme era más humilde que el suyo.

Julia se acercó y saludó al desconocido que no sabia que decir, luego miró a su hija y le dijo.

-me llamo Julia, espero que seamos muy amigas.

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