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Carolina 4

en Textos de risa

Eleuterio despertó oliendo marihuana ¡¿esa niña se está colocando?! Se fue corriendo hacia la cocina donde se encontró a Carolina, completamente desnuda y fumando un porro soltando alguna que otra risa.

Eleuterio se fue de la cocina, no podía creerse lo buena que estaba su sobrina, después de acostarse con ese callo.

Eleuterio, cabreado por lo de ayer, decidió exigirle explicaciones, le daba igual si ella estaba desnuda o no.

-¡Carolina! ¡Eso de ayer ha sido una autentica putada! – gritaba Eleuterio.

-tienes razón, no pagarte tu parte, aquí tienes, veinte euros y debería descontarte dinero por haber disfrutado – decía Carolina.

Eleuterio tiró el dinero y gritó.

-¡muy bien niña! ¡ya te has divertido! ¡voy a disciplinarte!.

-¡¿cómo?! Solo sirves para darme placer y pasta – decía Carolina con chulería.

Eleuterio enfurecido, se quitó el cinturón, Carolina sentía una mezcla de ilusión y miedo, ¿por fin iba a metérsela?, pero Eleuterio la puso cara a la pared y empezó a golpearla con el cinturón como si fuera un látigo, pero recordó a su hermana, no podía hacerle eso a la hija de su hermana, pero cuando paró, Carolina gritó.

-¿por qué paras ahora? ¡estaba a punto de correrme!.

Ante la insistencia de su sobrina, Eleuterio hizo un gesto de resignación y golpeaba a su sobrina hasta que por fin llegó al clímax.

-arf, arf, dios mío tío, no sabia que el dolor, arf, daba tanto arf, placer.

-pervertida, traficante de drogas y ahora masoquista, no, contigo siempre hay una sorpresa – decía Eleuterio.

-¿un porrito? – preguntaba Carolina.

-no te diré que no – decía Eleuterio derrumbándose en el sofá.

Carolina puso un papel sobre sus pechos y la marihuana sobre el papel, empezó a mover sensualmente sus pechos enrollando con maestría el porro, cuando terminó de enrollar el porro, Eleuterio la miraba boquiabierto.

-¿te ha gustado? por eso son tan caros mis porros – decía Carolina.

Eleuterio se fue al bar de abajo a desayunar, no quiso escuchar la frase de Carolina.

-¿un polvito de despedida?.

El vecino de enfrente encontró por casualidad que Eleuterio bajaba, era una oportunidad perfecta para convertir a Carolina al ideal de castidad, se dirigió a sus hijas y les dijo.

-hijas mías, debéis ejecutar la misión de enviar el mensaje de nuestro señor, en frente de nuestra casa hay una pobre ovejita que necesita pastor.

-si amado padre – decían las tres al unísono.

-id, hijas mías, id y predicad la palabra – decía el vecino de enfrente llorando de orgullo al ver a sus hijas dirigirse a la puerta.

Cuando ellas tocaron, Carolina las abrió, se había puesto un pijama para evitar resfriarse.

-buenos días señorita, hemos venido a mostrarle la verdad divina – decían las tres al unísono.

Coño, las zombis, pensaba Carolina, bueno, si ellas quieren religión, tendrán religión.

-chicas, yo desde que tengo uso de razón pertenezco a la guardiana santa magdalena del amor eterno, pero podemos hablar para comparar nuestras creencias – decía Carolina.

Las chicas aceptaron, tal vez la convertirían para que su padre estuviera contento, pero cuando Carolina cerró la puerta, les dijo.

-desnudaos, ya que mi dogma dicta que todos ya estamos desnudos ante Dios y sin duda se sentiría grato ante tan pequeño sacrificio.

Las trillizas se sintieron turbadas, pero aceptaron, mientras se despojaban de sus ropas, Carolina pensaba.

mmmm, nunca lo he hecho con otra chica, veamos como es.

Eleuterio, después de darse un buen desayuno en el bar, intentaba pensar en como enderezar a su sobrina.

¿un reformatorio? No, en el mejor de los casos ella escaparía, en el peor de los casos lo convertiría en un templo de orgias.

¿castración química? No, no lo veía bien.

-¡papa! ¿por qué no me compras un videojuego? – preguntaba un chico que iba con su padre.

-¿esas maquinas sorbe cerebros? ¡dedícate más al estudio! – decia su padre furioso.

-¿videojuegos? Si, son bastante adictivos, dicen que un clavo saca otro clavo ¿una adicción quitaría otra adicción?, se dirigió a unos grandes almacenes y preguntaba por consolas.

-tenemos señor la Xbox 360, es una buena elección, tiene bastantes juegos, pero otra buena consola es la Playstation3, pero si además de jugar, quiere ejercitarse, la wii es el mejor acierto y bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla bla

-decia el dependiente dándole toda la información que sabia de las consolas.

Eleuterio salió otra vez cargado, el no sabia de consolas, de modo que para acertar, las compro todas con todos los juegos que había, seguramente el banco le daría la regañina, pero era una inversión para su salud mental.

Pero al pasar por una pequeña tienda de videojuegos, vio los precios, ¡eran más baratos que en los grandes almacenes! Se golpeaba la cabeza sintiéndose como un tonto, al llegar a casa, ¡los técnicos estaban revisando el ascensor!.

-oigan ¿no podrían haber venido otro día? – decía Eleuterio.

-lo lamento, pero nos han dicho que han escuchado un ruido extraño en el ascensor, tenemos que revisarlo – decía el técnico.

-¿no ven lo cargado que estoy? – suplicaba Eleuterio.

-con esa musculatura no le veo problema, si no le importa – respondía el técnico.

-¡claro que me importa! ¡llego tarde para follarme a tu mujer! – gritaba enfurecido Eleuterio.

Una hora después, Eleuterio llegó a casa, tenia el ojo morado y no arreglaron el ascensor, pero es un poco difícil arreglar un aparato así, sin dientes y sin consciencia.

Cuando entró en casa, se encontró con dos de las trillizas del vecino ¿¡desnudas!?.

-hola hermano, permítame que le ayude con su pesada carga – decía la una de las chicas dulcemente.

Eleuterio agradeció el detalle, pero cuando iba a preguntar sobre el porque estaban aquí, ellas dijeron.

-usted esta poseído por la violencia y la crueldad, la prueba de ello son esas horribles armas que hemos tirado a la basura, déjenos convertirle en nuestra fe, la fe de la guardiana santa magdalena del amor eterno – decían ellas mientras lo acariciaban.

-¡de eso nada! ¡vestiros y volved con el gilipollas de vuestro padre! ¿dónde está vuestra hermana? – decía Eleuterio.

-la hermana Carolina la está iniciando, alabada sea Carolina – decían ambas extasiadas.

Eleuterio sintió como el corazón le iba a la garganta, fue directo al dormitorio, donde se oían jadeos.

-¡oye! ¡Carolina! ¡esta vez te has pasado de la raya! ¡sal de ahí! ¡ya! – gritaba Eleuterio.

Se abrió lentamente la puerta, salió de ella la tercera hermana, con cara de éxtasis y llorando de felicidad.

-¡he visto la luz! ¡soy de la verdadera fe! ¡aleluya!.

Eleuterio se quedó sin palabras, pero salió Carolina con un vibrador aún húmedo diciendo.

-¡escuchadme hermanas! Debéis extender el mensaje a todos, incluidos vuestros padres, debéis mostrar al mundo el camino de la divina felicidad, yo me encargaré de esta oveja perdida.

Las tres hermanas hicieron una reverencia, se vistieron y salieron de la casa.

Eleuterio la miró, ella lo miraba con cara de pena mientras decía.

-quería experimentar, pero te juro que cada vez que me corría pensaba en ti.

Eleuterio pensaba más en ir al Vaticano y traer a la fuerza a un exorcista.

-¿por qué has tirado mis armas? – decía Eleuterio.

-no se, nunca me han gustado, ese hierro, ese mal karma, ese diseño tan... prefiero un vibrador – decía Carolina pensando.

Eleuterio se fue hacia la basura y rescató sus armas, se pasó toda la noche limpiando, Carolina sentía envidia por la pasión que ponía en la limpieza, ella deseaba que la limpiaran con ese mismo fervor, se acercó a la espalda del guardaespaldas y puso sus pechos en el.

-¿nos duchamos juntos? Estoy toda sudada de convertir a estas pobres almas.

Eleuterio soltó un gruñido que helaba la sangre, tanto que Carolina huyó del lugar.

Mientras Eleuterio limpiaba las armas, Carolina jugaba a los videojuegos, pensando en como poseer a Eleuterio.

-¡¿que significa esto?! ¡estáis poseídas por Lucifer! ¡POSEÍDAS! – decía el vecino de enfrente.

-pero padre, este acto parece sucio, pero es gracias a el que se engendra la vida ¿por qué es tan agradable? Porque Dios desea eso – decía una de las trillizas.

Su padre, enfurecido, le dio una bofetada, una bofetada que dolió a la chica, pero aguantó.

-¡escuchadme! ¡el sexo es el instrumento del diablo para ponzoña vuestras almas! Vosotras fuisteis un regalo de Dios, no necesitábamos sexo – decía el padre.

-cariño, me temo que no es así – decía la madre que veía preocupada la regañina a sus hijas – ellas tienen razón, no fueron concedidas por la gracia divina, sino que, bueno, vi a un hombre atractivo y yo quería tener vida dentro de mi, así que decidí parar el ascensor y dejarme llevar por mis impulsos.

El padre miró a su mujer con la palidez de un cadáver, blasfemando se fue de casa diciendo que no quería vivir con súcubos y que pediría el divorcio (raro en un religioso).

Sus hijas lloraron, habían hecho daño a su padre, ¿pero que podían hacer si han encontrado su fe? Su madre, acercándose a ellas y abrazándolas, les preguntó de forma sonriente.

-¿me podéis explicar como es esa fe que os han enseñado?.

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